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Esa rubia debilidad (basada en una fantasía real)

Esa rubia debilidad


Basada en una fantasía real


Esa tarde de primavera fue lluviosa. Hacía tiempo ya no teníamos un clima húmedo, pero contradictoriamente agradable, con una temperatura estable y templado.

Llegué algo agotado. No tanto como otras veces; pero sí sentía un peso sobre mis espaldas. Una contractura psicológica quizás…

No la vi en un primer momento. Ya había llegado; su llave estaba colgada. Dejé la cartera en el living y me saqué el saco y la corbata mientras caminaba a la pieza.

Me tomó por sorpresa: estaba tendida, en la cama, con la persiana entreabierta, dejando entrar una suave brisa fresca, mientras se sentían algunas gotas caer sobre el aire acondicionado. Pero ella no las escuchaba, estaba ocupada de sí, con los ojos cerrados, el baby doll blanco y transparente, abierto, que le regalé cuando decidimos convivir. Tenía uno de sus pechos descubierto, se lo acariciaba; mientras la otra mano exploraba la entrepierna debajo de su bombacha, también blanca.

Me quedé observando, en silencio. Sentí cómo mi propia sangre se redirigía, y me empecé a endurecer. El olor a mujer excitada hizo que entrara en trance, y me acerqué.

Se detuvo súbitamente y me miró, avergonzada. Sus mejillas tomaron un leve color rosa; pero una sonrisa pícara no tardó en invitarme. Mostró la punta de su lengüita como una recién adolescente que hace una travesura, y me encontró al pie de la cama. Le tomé sus pechos y los acaricié suavemente con toda la palma de mis manos, mientras me desabrochaba el cinturón y me quitaba la camisa.

Quiso, al bajarme el pantalón, llevarse mi ropa interior también; dejándome al descubierto, ya erguido, ya cálido. Probó mis testículos y soltó la rienda de mi deseo; y antes que pudiera reaccionar, ya me tenía cobijado en su boca, coronando mi miembro con los movimientos circulares de su lengüa, que me hacían palpitar. Me miró sin detenerse, buscando mi aprobación; y yo nada más pude ahogar un suspiro que supo entender, y entonces me tragó todo.

Subió y bajó y me recorrió entero, mientras yo, inmóvil, preso de ella, sentía en la palma de mi mano subir la temperatura de su cuerpo.

La separé de mí. Me reprobó como a la niña que le quitan su dulce; pero enseguida, dócil devota, su puso a mi arbitrio, y la recosté. Me dejé caer gentilmente sobre ella y la besé profundo. Redondeé sus pezones con mi lengüa y fui descendiendo beso a beso por el abdomen, al tiempo que sus suspiros se perdían en el aire y sus dedos revolvían mi pelo.

Llegué a la bombacha. La retiré con cuidado, algo de líquido la había mojado ya. Abrí sus piernas lentamente y la comí y la bebí. Volví a dibujar su entrepierna y su vulva pasando por los contornos de punta a punta; sus gemidos se fueron haciendo más agudos, dando siempre un paso más al éxtasis.

Volví a subir por el abdomen y esta vez, me preparé a penetrarla. Ingresé un poco, cubriendo hasta la corona de mi pene, y me detuve unos instantes. Me miró excitada, ansiosa; y pude leer en sus ojos celestes que me quería todo, que me quería entero. Y ahora.

Entré bruscamente en su ella. Se estremeció y apenas se curvó su porte; pero no cedió e imploró más con la mirada. Así la accedí, una y otra vez, y noté cómo sus pezones se endurecían hasta el límite del tejido, y sus pequeños pero redondeados y jóvenes pechos se me presentaron como ofrenda para que los degustara. Sus gemidos entrecortados me avisaban estaba borracha de placer; cerca, muy cerca…

Otra vez nos separamos, y tras otro profundo beso, la invité tomándola de la nuca a acomodarse: se tomó del respaldo de la cama, me entregó su cola petite, redondeada, con las piernas algo separadas.

Me acomodé y volví a entrar. La vagina estaba distinta, mucho más cálida y activa, como si esperara que yo despertara una explosión contenida. Comencé a entrar y salir rápidamente, y crecí y me endurecí una vez más. Tomé sus pechos con mis manos y alterné la velocidad de la penetración; a veces también sacando completamente mi miembro y volviendo a entrar, volviendo a cero y llevándola a la cúspide con un ritmo constante de sexo. Los dos habíamos cruzado la línea.

Fue sólo un instante, menos de algunos pocos segundos, pero sentí la liberación de la explosión y el calor de su cuerpo dentro de la vagina. Me bañó y me bendijo con su ser; la sentí venirse en mí, y eso gatilló mi descontrol. Ya no fui mi dueño, y me dejé ir dentro suyo, regalándole mi esencia.

Ambos quedamos en esa posición por breves momentos, aún jadeando. Al separarnos, la tomé en mis brazos y se durmió sobre mi pecho. Afuera seguía garüando.



(gracias por leer. Se aceptan todo tipo de críticas; aspiro mejorar)

1 comentarios - Esa rubia debilidad (basada en una fantasía real)

maurito1995
POR DIOS, TE FELICITO POR EL GRAN APORTE EN CADA MOMENTO DE LA LECTURA ME ATRAPO MAS Y MAS. EXELENTE 😉 😉 😉