Mi compañerita de secundaria (1)

Mayra, en la secundaria (1)

Mayra era mi compañera en tercero de polimodal en el Provincial de Comercio Nº2, el colegio que queda a unas cuadras de mi casa. Ella medía 1,75 aproximadamente, delgada; terrible morocha. Para que se den una idea practicaba básquet y vóley en el club donde yo hacía aparatos, de vez en cuando la veía en el gimnasio del club entrenando sus infernales piernas. Lo mejor era observarla con sus calcitas blancas, porque remarcaban su cola respingada y trabajada.
Cierto día, bastante inquietos todos mis compañeros, me tocó sentarme al final de todo por haber llegado tarde. “Al final de todo” significaba estar en el último rincón del curso. Solo los autistas ocupaban ese lugar, y para peor (o mejor…) estaba yo y Mayra en ese rincón. Lo particular ese año era que casi todos se sentaban hasta el final porque armaban una sola hilera con los bancos. A mitad de hora no había orden posible, y el agite de los escandalosos era cada vez mayor, un descontrol tremendo. Al final de la hora ya había tres en dirección y no la cosa empeoraba.
En el recreo me senté con Andrea (otra compañera) y con Mayra en las escaleras, ella estaba sentada de costado. La primera estaba en el rellano a mitad de la escalera, Mayra estaba unos dos escalones abajo y yo un par más todavía. Charlábamos de esto y de lo otro, típica conversación para matar el tiempo.
Mayra tenía el uniforme del colegio: una pollerita verde a cuadros (bien cortita y guerrera la suya), la camisa blanca y la corbata verde. Disimuladamente miraba sus piernas deseando poder sacarle la pollera, o corrérsela al menos. Pensé con la cabeza sin ojos, mi pene, cualquier hombre hubiese hecho lo mismo. Me ganó la calentura.
En media charla comencé a tocarle la parte inferior de su pierna derecha, que me quedaba bien perfilada, ya que la mitad quedaba al aire. Muy disimulado ya que Andrea seguía charlando, si se había dado cuenta disimulaba bien. Acariciaba con mi mano derecha desde el fin de sus nalgas hasta la altura donde comenzaba su rodilla (pero del otro lado, obviamente). Las primeras dos veces ella me corrió con el brazo disimulando lo mejor posible. Yo simplemente no podía parar.
Ella se relajaba a medida que se extendía la charla y, por fortuna para mi, habíamos elegido una escalera sin transito.
-Me vas a comprar una gaseosa chiquita- le dijo Mayra a Andrea. La diligente obedeció; cuando se levantó la diligente yo deje mi mano quieta por unos segundos hasta que desapareció.
-Ahora tócame bien Andy- (me llamo Andrés para los que no se dieron cuenta aún) –mirá lo que tengo para vos- dijo y abrió un poco sus piernas dejándome ver su bombachita blanca.
Yo, ni lento ni perezoso, deslicé y luego presione con un dedo donde se debería hallar la entrada a su vagina, esta algo húmeda tras los quince minutos anteriores de “calentarle la pava”. Corrí apenas su ropa interior y moje mi dedo mayor e índice con su líquido viscoso, los metí en mi boca y saboree el jugo. Metí mis dedos que se deslizaban sin problemas por su vagina, los saque y arremetí de nuevo. Después le cerré las piernas; parecía que en cualquier abría sus piernas por completo.
Después llego Andrea y continúe con las caricias a su pierna, pero a los segundos sonó el timbre.
Estábamos adentro del curso y Mayra estaba a mi lado. Me manoteaba el pene, pero de forma bastante torpe. Me estaba quitando la excitación (bastante inexperta)
-Deja May, se toca así- le dije y metí mano.
Tocaba su entrepierna, y ya no era sutileza. Mis ojos estaban atentos a las miradas de mis compañeros aunque dudaba que miraran para el rincón donde estábamos sentados nosotros dos, por fortuna, además, nos quedamos sin profesor para esa hora. Corrí su bombachita y deslice mis dedos por toda su vulva, estaba ardiendo, mis dedos se deslizaban buscando su clítoris, y de vez en cuando penetrando su vagina.
Ella quería apoyar su cabeza en la mesa, pero yo estaba decidido a ver como se excitaba; la levantaba rápidamente del pecho que me quedaba más cercano, con la mano libre, mientras vigilaba atentamente las miradas de mis compañeros.
Se mordía los labios y me miraba, cerraba los ojos mientras se agarraba del banco. Movía su pelvis cada vez que encontraba un punto que la excitara.
-Dale, seguí Andy, no pares ¡Me encanta!
Mis dedos estaban completamente mojados. Penetraban una y otra vez su vagina. Mi pene quería romper el pantalón de vestir, sentía la humedad en el glande, rozando el bóxer. Quería cogerla, quería sacarle la ropa. Pero eso no iba a pasar, no ahora.
Ella se acerco a mi oído y me dijo:
-Seguí que estoy por acabar, por favor, no pares ahora.
Introduje mi dedo todo lo que pude en su vagina, lo saque y le rocé el ano, la posición no me dejo hacer más. Esto la excito más todavía. Sus piernas temblaban, se agarro del respaldar de la silla y mordió sus labios. Sus movimientos eran cada vez más notorios. No sé porque esto no me asustaba en absoluto, me excitaba más.
De repente ella me agarro del brazo que estaba jugando en su entrepierna, arrugo la camisa por la fuerza. En ese momento me pareció gracioso ver rodar una lágrima por su mejilla. Sentí claramente cuando acababa. Me dejo sus dedos marcados en el brazo.
Después de eso, imagínense, que no le quise dar la mano a nadie. Estaba conforme, más allá de no haber recibido ni un mimo. Mataría por hacerlo de nuevo. Además yo ya obtendría mi recompensa por haberla hecho gozar.


Espero que les haya gustado, este es mi segundo post. Tambén queda en suspenso. Con el correr del tiempo voy a ir publicando sus respectivas continuaciones.
Gracias por leer! Comenten!