Enero es así, caliente. Una brisa leve pero eficaz ventiló la tarde luego de un día abrasador. Salí a la calle y se respiraba un aroma a azahares más fuerte que el del combustible. Aunque no era un evento que me interesara demasiado, decidí ir al parque donde había un festival de fuegos artificiales. Subí al ómnibus y me paré junto a una ventanilla abierta donde un aire fresco se colaba con la marcha del bus. Vestía ropa muy liviana, una remera, pantalón de hilo y sandalias. Iba distraído mirando hacia afuera cuando el aroma inconfundible del “A rive gauche” me retrotrajo al espacio del ómnibus. Fue entonces que noté que se había llenado de pasajeros y que el aroma delicioso del perfume, provenía de una chica que estaba parada de espaldas casi frente a mí. Del cabello muy liso y cortado recto apenas debajo de la nuca, emergía un cuello delgado y blanco que lucía un lunar pequeño, justo en el punto donde la angostura del cuello se interrumpía para dejar paso a una espalda bastante ancha. Como recorriendo en cámara lenta, mi mirada llegó hasta los hombros y entonces advertí que la chica vestía una solera que se sostenía con los pechos. Era de una tela muy fina y blanca con rosas rojas, elegante y adecuada para la estación. Miré más y descubrí que la misma terminaba apenas debajo de las nalgas. Unas piernas tersas y bien formadas se perdían en el piso. La tela dibujaba un surco entre las nalgas. Noté que mi pantalón revelaba el bulto en mi entrepierna; la observación de la pasajera me había puesto duro. El corazón me latía con fuerza y un vértigo ardoroso recorrió mi abdomen. Me acerqué un poco más hasta que la punta de mi pija rozara apenas aquella cola blanca con rosas rojas. Pensé sacarme las ganas de rozar apenas nada más; luego me separaría porque una mujer con tal cuerpo y un vestido tan bonito, difícilmente sería cómplice de un refriegue de autobús. Mas cuando estaba apenas rozando aquellas nalgas, un movimiento brusco me lanzó contra la chica. Mi pija literalmente se metió entre sus nalgas; juro que sentí un cambio de temperatura, juro que sentí la textura de una carne delicada. Duró un instante. Me retiré casi de inmediato y sintiéndome incómodo: ella tenía que haber sentido el contacto penetrante y no quería pasar por un desubicado oportunista hambriento de refriegue. Pero antes que me retirara completamente, sentí su cola contra mí. Era un hecho: ella había retrocedido un poco como para recuperar aquella sensación de contacto. ¿O está distraída y ni cuenta se da?- me cuestioné. Así que me corrí hacia el costado de manera que mi hombro se apoyara en la pared de la cabina adjunto mismo a la ventanilla. No pasó mucho tiempo cuando sentí el aroma del perfume otra vez muy cerca, y el roce de las nalgas contra mi pija que todavía estaba al mango. Me acomodé de manera de poder refregarme apenas y, al mismo tiempo, empujar mi verga entre aquellas nalgas apenas vestidas. Fue eficaz, ella respondía aumentando la presión sobre mí e inclinándose levemente, de manera que sentía cómo sus nalgas se separaban. Ella comenzó a moverse con delicadeza de arriba hacia abajo: elevaba los talones y los bajaba. Así, mi pija percibía el bulto de su concha apenas debajo de sus nalgas. Metí la mano en el bolsillo y liberé mi verga del calzoncillo; a la vez, la sostuve para metérsela bien y ella apoyó las nalgas y las deslizó sobre mi pija hasta que esta quedó contra su concha. Ni bien saqué la mano del bolsillo, la arrimé hasta el muslo y toqué su carne fresca que se erizó con el contacto. Deslicé la mano por debajo de la tela fina y descubrí sus globos de carne calientes y húmedos. Retiré la bombachita, que era apenas una tirita y mi pija se metió en su vagina con pantalón y todo. Mientras tanto deslicé la mano hacia el frente, hasta agarrarle todo el coño y presionar para que su culo se instalara bien en mi pija. La tela de mi pantalón era tan fina que parecía un condón. Otro movimiento brusco y la pija se hundió completamente en su concha que estaba ahora completamente mojada. Ya sin cuidarme de las posibles miradas de otros, sacudí mi cuerpo sobre el de ella, la cogí con fuerza. Sentí el chorro de semen que emergía del pantalón. Toda la pija dura y caliente adentro de la chica, toda la pija bien dura adentro de su concha,escupiendo su calentura. Mi mano húmeda apretaba los labios de la concha carnosa.
El ómnibus se detuvo. Los pasajeros comenzaron a bajar. Se oía la gritería y los primeros estampidos de los fuegos de artificio. Ella también se bajó. Miré su culo que llevaba la pollera muy metida entre las nalgas y un brillo de humedad en la parte interna de las piernas. Mi pija había empapado el pantalón. No me importó, también bajé y una marea de gente me arrastró. Nunca nos vimos las caras.
El ómnibus se detuvo. Los pasajeros comenzaron a bajar. Se oía la gritería y los primeros estampidos de los fuegos de artificio. Ella también se bajó. Miré su culo que llevaba la pollera muy metida entre las nalgas y un brillo de humedad en la parte interna de las piernas. Mi pija había empapado el pantalón. No me importó, también bajé y una marea de gente me arrastró. Nunca nos vimos las caras.
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