Esta historia es 100% real. Así me lo contó mi amiga:
Me animé a contar algo. Algunas de mis amistades ya lo han escuchado. Se trata de algo vivido en mi pasado matrimonio, el que se volvió un infierno por detalles como este.
El que fue mi marido había estado frecuentando amistades muy "liberales" y eso lo fue cambiando mucho.
Cierto día me dijo que iríamos a una fiesta a casa de unos amigos. Fui por compromiso, porque no me caían muy bien esas personas. Cuado llegamos a la casa de la reunión observé que mi esposo depositó la lleve del auto en una pecera. Le pregunté por qué y la respuesta fue que por si el valet parking tuviera que moverlo. Yo, tonta como siempre, lo creí.
Entonces nos integramos a los asitentes, mi marido por un lado, yo por el otro con un corrillo de amigas. La reunión transcurrió sin novedad, bebida, canapés y droga para el que quisiera, a esto último yo no le hice nunca, pero nunca faltaba en las reuniones a las que iba con él.
En un momento dado observé que todos los hombres se juntaron en una habitación contigua, no me llamó mucho la atención. Sólo hasta que salieron me dio curiosidad, porque cada uno fue en busca de una de las mujeres asistentes, pero ninguna era su esposa. A mí se acercó Jean Carlo, me llevó una copa y charlamos. Yo miraba alrededor y trataba de adivinar lo que ocurría. Me comenzó a asustar la situación cuando miré que algunas de las mujeres abandonaban la casa acompañadas de otros hombres. Jean me dijo que no estuviera nerviosa y me preguntó si era mi primera vez.
Mi primera vez de qué, le pregunté extrañada. De este juego, me dijo y me dejó más confundida.
¿Me quieres explicar en qué consiste este juego? Le pregunté ya un poco molesta.
Pues en que por esta noche eres mi pareja.
¿Tu pareja? dije extrañada... Pareja para qué, hasta donde...
Para todo lo que queramos, me respondió con una gran naturalidad, para vivir nuestras fanatasías si tú así lo quieres.
Miré a mi alrededor buscando a mi marido, pero no estaba. Jean me dijo que acababa de salir con Dana, la esposa de Marco Antonio.
No te pongas así, me dijo él, tranquilízate... y me ofrecía una pastilla. Con esto te vas a relajar. Vamos a pasarla bien.
A la indignación se sumó el miedo pues estábamos quedando solos en la casa. Me mostró la llave del auto de mi esposo y me dijo, vamos en tu auto, quieres ir a bailar?
Yo quería salir de allí, pero tampoco iba a salir con esa persona. No estaba dispuesta a aceptarlo. Entonces me tomó del brazo y al notar cierta resistencia me presionó diciendo.
Mira, no me voy a quedar aquí como estúpido sólo porque resultaste una mojigata. Tu marido debió advertirte antes y si no lo hizo pues reclámale a él, pues él estuvo de acuerdo con el jjuego y ya está disfrutando del mismo. Ahora piensalo, lo hacemos fácil o prefieres el camino difícil. Tal vez tenga su ángel hacerlo por la fuerza...
Para entoces me temblaban las piernas pues noté en su mirada la intensión de salirse con la suya a como diera lugar.
Dijo que si no salíamos, entonces tendríamos que subir a alguna de las habitaciones de la casa y trató de llevarme hacia las escaleras, yo me resistí, o más bien traté de resistirme, pero su fuerza era mucho mayor.
Me fue llevando y yo gritaba que me dejara, que no haría nada con él. Eso atrajo la atención del dueño de la casa y se acercó. Jean le dijo a gritos, porque ya estaba muy molesto, lo que pasaba, culpándome de no aceptar las reglas del juego.
Mauricio se portó más caballeroso, dentro de todo y dijo que si yo no quería no me forzara. Jean gritaba cada vez más fuerte. Mauricio trataba de tranquilizarlo. Jean decía y repetía que no se iba a quedar como estúpido mientras todos se divertían. Entonces Mauricio le ijo, mira, llévate a Mónica, ella me tocó en el juego, pero llévatela, Te la cambio por Sandra.
Yo me sentía basura, terriblemente humillada. Jean aceptó, Mónica también y se fueron, pero antes de salir, Mónica me lanzó una mirada de desprecio, me barrió de arriba a abajo. Ambos se fueron riéndose de mí.
Mauricio y yo quedamos solos. Pensé, ahora a lidiar con él. Pero me regresó la llave del auto que había intercambiado con Jean y me dijo que me tomara una copa para tranquilizarme y cuando estuviera tranquila regresara a mi casa. Se portó muy caballeroso y me dijo, me voy a dormir. Trata de no tomar en cuenta este incidente. Y se subió. Yo quedé sola, llorando, pensando sólo en la canallada de mi mardio.
Debo confesar algo: Por un momento pensé en subir y entregarme a Mauricio, sólo por despecho, después de todo había sido el único que aquella noche me demostró amistad, pero no lo hice. Al final regresé a casa y lloré toda la noche. Ese acontecimiento pricipitço mi separación definitiva.
Me animé a contar algo. Algunas de mis amistades ya lo han escuchado. Se trata de algo vivido en mi pasado matrimonio, el que se volvió un infierno por detalles como este.
El que fue mi marido había estado frecuentando amistades muy "liberales" y eso lo fue cambiando mucho.
Cierto día me dijo que iríamos a una fiesta a casa de unos amigos. Fui por compromiso, porque no me caían muy bien esas personas. Cuado llegamos a la casa de la reunión observé que mi esposo depositó la lleve del auto en una pecera. Le pregunté por qué y la respuesta fue que por si el valet parking tuviera que moverlo. Yo, tonta como siempre, lo creí.
Entonces nos integramos a los asitentes, mi marido por un lado, yo por el otro con un corrillo de amigas. La reunión transcurrió sin novedad, bebida, canapés y droga para el que quisiera, a esto último yo no le hice nunca, pero nunca faltaba en las reuniones a las que iba con él.
En un momento dado observé que todos los hombres se juntaron en una habitación contigua, no me llamó mucho la atención. Sólo hasta que salieron me dio curiosidad, porque cada uno fue en busca de una de las mujeres asistentes, pero ninguna era su esposa. A mí se acercó Jean Carlo, me llevó una copa y charlamos. Yo miraba alrededor y trataba de adivinar lo que ocurría. Me comenzó a asustar la situación cuando miré que algunas de las mujeres abandonaban la casa acompañadas de otros hombres. Jean me dijo que no estuviera nerviosa y me preguntó si era mi primera vez.
Mi primera vez de qué, le pregunté extrañada. De este juego, me dijo y me dejó más confundida.
¿Me quieres explicar en qué consiste este juego? Le pregunté ya un poco molesta.
Pues en que por esta noche eres mi pareja.
¿Tu pareja? dije extrañada... Pareja para qué, hasta donde...
Para todo lo que queramos, me respondió con una gran naturalidad, para vivir nuestras fanatasías si tú así lo quieres.
Miré a mi alrededor buscando a mi marido, pero no estaba. Jean me dijo que acababa de salir con Dana, la esposa de Marco Antonio.
No te pongas así, me dijo él, tranquilízate... y me ofrecía una pastilla. Con esto te vas a relajar. Vamos a pasarla bien.
A la indignación se sumó el miedo pues estábamos quedando solos en la casa. Me mostró la llave del auto de mi esposo y me dijo, vamos en tu auto, quieres ir a bailar?
Yo quería salir de allí, pero tampoco iba a salir con esa persona. No estaba dispuesta a aceptarlo. Entonces me tomó del brazo y al notar cierta resistencia me presionó diciendo.
Mira, no me voy a quedar aquí como estúpido sólo porque resultaste una mojigata. Tu marido debió advertirte antes y si no lo hizo pues reclámale a él, pues él estuvo de acuerdo con el jjuego y ya está disfrutando del mismo. Ahora piensalo, lo hacemos fácil o prefieres el camino difícil. Tal vez tenga su ángel hacerlo por la fuerza...
Para entoces me temblaban las piernas pues noté en su mirada la intensión de salirse con la suya a como diera lugar.
Dijo que si no salíamos, entonces tendríamos que subir a alguna de las habitaciones de la casa y trató de llevarme hacia las escaleras, yo me resistí, o más bien traté de resistirme, pero su fuerza era mucho mayor.
Me fue llevando y yo gritaba que me dejara, que no haría nada con él. Eso atrajo la atención del dueño de la casa y se acercó. Jean le dijo a gritos, porque ya estaba muy molesto, lo que pasaba, culpándome de no aceptar las reglas del juego.
Mauricio se portó más caballeroso, dentro de todo y dijo que si yo no quería no me forzara. Jean gritaba cada vez más fuerte. Mauricio trataba de tranquilizarlo. Jean decía y repetía que no se iba a quedar como estúpido mientras todos se divertían. Entonces Mauricio le ijo, mira, llévate a Mónica, ella me tocó en el juego, pero llévatela, Te la cambio por Sandra.
Yo me sentía basura, terriblemente humillada. Jean aceptó, Mónica también y se fueron, pero antes de salir, Mónica me lanzó una mirada de desprecio, me barrió de arriba a abajo. Ambos se fueron riéndose de mí.
Mauricio y yo quedamos solos. Pensé, ahora a lidiar con él. Pero me regresó la llave del auto que había intercambiado con Jean y me dijo que me tomara una copa para tranquilizarme y cuando estuviera tranquila regresara a mi casa. Se portó muy caballeroso y me dijo, me voy a dormir. Trata de no tomar en cuenta este incidente. Y se subió. Yo quedé sola, llorando, pensando sólo en la canallada de mi mardio.
Debo confesar algo: Por un momento pensé en subir y entregarme a Mauricio, sólo por despecho, después de todo había sido el único que aquella noche me demostró amistad, pero no lo hice. Al final regresé a casa y lloré toda la noche. Ese acontecimiento pricipitço mi separación definitiva.
1 comentarios - Oscura perversidad