Siempre he disfrutado las tardes de película en compañía de un grupo de amigos. Aquel sábado habíamos decidido recordar un film clásico, nos habíamos decidido por revivir a Tony Manero en su “Satunday Night Fever” más que una simple película de la década de los 70’s que definió una generación, toda una intensa y provocativa tragedia urbana.
Todo estaba dispuesto, las pizzas estaban en camino, había suficiente cerveza y los amigos comenzaron a llegar a mi departamento, un elegante piso alto desde el cual se podía observar la ciudad a nuestros pies, como inmenso manto de pedrería.
El primero en llegar fue Alberto, llevó dos cocas grandes y una botella de ron, luego Luisa y Mario con una cubeta de pollo frito, ese del coronel Sanders, aquel viejo de traje blanco. El último en llegar fue Raúl con unas bolsas de papas fritas.
--Bien, pues ya estamos todos, vamos a empujar la primera para entonarnos –dije a los asistentes, quienes ni tardos ni perezosos fueron al frigorífico en busca de los hielos.
Pocos minutos después se reproducía en mi gran pantalla de plasma la famosa caminata de John Travolta con sus zapatos de plataforma en el papel de Tony Manero, un rey en la pista del Odisea 2001, pero un fracasado para su familia.
Así, llegamos a la escena cuando, despechada por los desprecios de Tony, Annette decide dar “un pedazo de su pastel” a cada uno de los amigos ante un Tony molesto por el rechazo que acababa de sufrir por cuenta de Stephanie Mangano. Entonces surgieron los comentarios. Raúl dijo:
--¿Por qué si Annette estaba decidida a tener sexo con los cuatro se arrepintió cuando apenas terminaba con el primero?
Mario respondió:
--Ninguna mujer puede mantener una relación con cuatro hombres y disfrutarlo, a mí me parece lógico que ella pidiera terminar, su debilidad natural le impide hacer algo así.
Entonces Alberto expuso su opinión:
--Tomen en cuenta que ellos quieren pasar uno detrás del otro sin dejarle reposo, tal vez si la dejaran descansar entre uno y otro, como hacen cuando filman películas pornográficas, que tardan varios días grabando escenas, pero al editarlas parece como si todo lo hicieran en una sola acostada.
Así llegó el momento de dar mi opinión, pero en lugar de ello sólo dije:
--Es mejor escuchar la opinión de una mujer, Luisa, tú qué opinas ¿crees que una mujer puede sostener una relación con cuatro hombres a la vez y disfrutarla?
Luisa meditó unos instantes y luego contestó:
--Creo que la mejor manera de averiguarlo sería llevarlo a la práctica.
Una tensa situación se produjo en la sala, porque todos entendimos lo que Luisa estaba poniendo sobre la mesa.
Luis me lanzó una pícara mirada mientras lamía sus labios de manera seductora, a la vez, abrió uno de los botones de su blusa para hacer más bajo su escote. Como estaba sentado a su izquierda, sólo tuve que girar un cuarto de vuelta para abrazarla y llevar mis labios hacia los suyos. Ella buscó con su mano derecha el cierre de mi bragueta, pero antes de bajarlo acarició con decisión mi pene escondido, mismo que comenzaba a reaccionar.
Toqué sus pechos y comprobé que no portaba sostén, terminé de quitar los botones de la blusa y brotaron un par de firmes volcanes coronados por duros pezones. De piel blanca y cabello rubio, Luisa era una mujer muy hermosa.
Para entonces Luisa había sacado mi pene que acariciaba y apretaba para terminar de ponerlo a punto. Cuando eso sucedió, metió la cara hacia mi entrepierna y comenzó a lamer mi instrumento. Alberto, quien estaba sentado al otro lado de Luisa, terminó de quitarle la blusa y acariciaba sus tetas, lamía su cuello y eso la elevaba hacia una dulce excitación. Mario, puesto en cuclillas, levantaba la minifalda de Luisa y metía sus manos para palpar sus carnosos glúteos. Raúl se acercó, bajó sus pantalones y se masturbaba para hinchar su enorme polla, en un momento dado se metió entre todos para ofrecerla a los labios de Luisa, quien alternaba profundas chupadas entre mi pene y el de Raúl.
Así comenzó la aventura, Al notar suaves gemidos que brotaban de las entrañas de Luisa y comprobar que su excitación volaba en ascenso comenzamos a vislumbrar que nuestro experimento podría dar buenos resultados. Hasta me llegué a decir –quizá Luisa lo soporte.
Mario había bajado sus pantalones, con su largo y grueso pene hinchado y a la vista sacaba con delicadeza la tanga de ella. Apareció un par de nalgas preciosas, redondas, temblaban a cada caricia. Él tomó las piernas de Luisa y enredándolas en sus brazos la levantó hasta dejar su pequeña vagina a la altura del pene ya humedecido. Ella no dejaba de chupar alternadamente mi pene y el de Raúl, quien ya se había sentado a mi lado para disfrutar los poderosos chupetones y las metidas hasta la garganta de Luisa. La excitación de ella crecía.
Con un gesto de dulce dolor Luisa recibió por la vagina el pene de Mario, quien puesto de pie embestía con fuerza una y otra vez. Luisa, en posición de vuelo horizontal gritaba pero no dejaba de chupar nuestros penes. Alberto se había metido bajo Luisa y chupaba y mordía sus hinchadas tetas mientras se masturbaba.
Mario aceleró sus embestidas y en un frenesí alucinante derramó su leche dentro de la vagina de Luisa, quien a la vez recibía la mía con la verga metida entre sus labios. Raúl apuraba para entregarle la suya dentro de su boca. Alberto, por su parte, embarraba la propia en las tetas de ella para luego chuparlas.
Fue de locura, pero no bastaba, así que nos levantamos para despojarnos de las ropas. Todos desnudos nos reacomodamos.
Yo me tendí en el suelo y Luisa me montó quedando nuestras caras frente a frente. Mientras mordía sus labios carnosos metía mi verga por su apretado ano. Raúl se acomodó para meter la suya en la vagina. Todavía hinchada y escurriendo el semen que recién había recibido. Luisa gritaba de dolor pero embargada por inmenso placer se negaba a desbaratar la escena. Comenzamos un sincronizado mete y saca que hacía estremecer el cuerpo delicado de aquella mujer.
Alberto y Mario se acomodaron, puestos de rodillas, a cada lado de la cara de ella para ofrecerle sus respectivos penes, mismos que recibió a la vez, deleitándose con cada chupada. Ahora tenía dentro cuatro vergas y estábamos seguros de que si hubiera una más la sumaría con agrado, aunque quien sabe por dónde hubiera sido.
Sólo se escuchaban gemidos y pujidos, Destacaba la voz de Luisa pidiendo seguir,
--¡Así... así... así! ¡Más, más!
Y lanzando gritos prácticamente al unísono volvimos a derramar dentro de aquella hermosa mujer que tragaba grandes cantidades de leche en cada uno de sus conductos. El aroma del semen se esparció por toda la habitación.
Alberto y Mario, quienes habían derramado de manera simultánea en la boca de Luisa acordaron intentar lo mismo, pero dentro de su vagina.
--¿Una penetración vaginal doble? –preguntó Luisa sorprendida –pues vale, veamos que ocurre...
Ambos se acomodaron y lograron introducir sus vergas en aquella vagina más que lubricada para entonces. Ella estaba semirrecostada sobre el sofá y yo me arrodillé junto para lamer y morder sus pezones que no perdían su dureza. Raúl logró meterse por debajo y alcanzó el ano de Luisa para penetrarla también. Y yo quería más chupadas como las que me había dado al inicio de nuestro experimento. De aquel enredijo de brazos y piernas sólo brotaban fuertes gemidos. Los movimientos de Luisa se convertían en estertores de lujuria. Así continuamos hasta que resonaron largas expresiones placenteras, gemidos ahogados y un derrame incontrolado de leche.
Los cuatro hombres caímos rendidos, no podíamos más, aquella mujer nos había acabado, nos había destrozado y preguntaba sarcástica:
--¿Se acabo? –y enseguida agregó --¿Estará ahora contestada su pregunta?
Todo estaba dispuesto, las pizzas estaban en camino, había suficiente cerveza y los amigos comenzaron a llegar a mi departamento, un elegante piso alto desde el cual se podía observar la ciudad a nuestros pies, como inmenso manto de pedrería.
El primero en llegar fue Alberto, llevó dos cocas grandes y una botella de ron, luego Luisa y Mario con una cubeta de pollo frito, ese del coronel Sanders, aquel viejo de traje blanco. El último en llegar fue Raúl con unas bolsas de papas fritas.
--Bien, pues ya estamos todos, vamos a empujar la primera para entonarnos –dije a los asistentes, quienes ni tardos ni perezosos fueron al frigorífico en busca de los hielos.
Pocos minutos después se reproducía en mi gran pantalla de plasma la famosa caminata de John Travolta con sus zapatos de plataforma en el papel de Tony Manero, un rey en la pista del Odisea 2001, pero un fracasado para su familia.
Así, llegamos a la escena cuando, despechada por los desprecios de Tony, Annette decide dar “un pedazo de su pastel” a cada uno de los amigos ante un Tony molesto por el rechazo que acababa de sufrir por cuenta de Stephanie Mangano. Entonces surgieron los comentarios. Raúl dijo:
--¿Por qué si Annette estaba decidida a tener sexo con los cuatro se arrepintió cuando apenas terminaba con el primero?
Mario respondió:
--Ninguna mujer puede mantener una relación con cuatro hombres y disfrutarlo, a mí me parece lógico que ella pidiera terminar, su debilidad natural le impide hacer algo así.
Entonces Alberto expuso su opinión:
--Tomen en cuenta que ellos quieren pasar uno detrás del otro sin dejarle reposo, tal vez si la dejaran descansar entre uno y otro, como hacen cuando filman películas pornográficas, que tardan varios días grabando escenas, pero al editarlas parece como si todo lo hicieran en una sola acostada.
Así llegó el momento de dar mi opinión, pero en lugar de ello sólo dije:
--Es mejor escuchar la opinión de una mujer, Luisa, tú qué opinas ¿crees que una mujer puede sostener una relación con cuatro hombres a la vez y disfrutarla?
Luisa meditó unos instantes y luego contestó:
--Creo que la mejor manera de averiguarlo sería llevarlo a la práctica.
Una tensa situación se produjo en la sala, porque todos entendimos lo que Luisa estaba poniendo sobre la mesa.
Luis me lanzó una pícara mirada mientras lamía sus labios de manera seductora, a la vez, abrió uno de los botones de su blusa para hacer más bajo su escote. Como estaba sentado a su izquierda, sólo tuve que girar un cuarto de vuelta para abrazarla y llevar mis labios hacia los suyos. Ella buscó con su mano derecha el cierre de mi bragueta, pero antes de bajarlo acarició con decisión mi pene escondido, mismo que comenzaba a reaccionar.
Toqué sus pechos y comprobé que no portaba sostén, terminé de quitar los botones de la blusa y brotaron un par de firmes volcanes coronados por duros pezones. De piel blanca y cabello rubio, Luisa era una mujer muy hermosa.
Para entonces Luisa había sacado mi pene que acariciaba y apretaba para terminar de ponerlo a punto. Cuando eso sucedió, metió la cara hacia mi entrepierna y comenzó a lamer mi instrumento. Alberto, quien estaba sentado al otro lado de Luisa, terminó de quitarle la blusa y acariciaba sus tetas, lamía su cuello y eso la elevaba hacia una dulce excitación. Mario, puesto en cuclillas, levantaba la minifalda de Luisa y metía sus manos para palpar sus carnosos glúteos. Raúl se acercó, bajó sus pantalones y se masturbaba para hinchar su enorme polla, en un momento dado se metió entre todos para ofrecerla a los labios de Luisa, quien alternaba profundas chupadas entre mi pene y el de Raúl.
Así comenzó la aventura, Al notar suaves gemidos que brotaban de las entrañas de Luisa y comprobar que su excitación volaba en ascenso comenzamos a vislumbrar que nuestro experimento podría dar buenos resultados. Hasta me llegué a decir –quizá Luisa lo soporte.
Mario había bajado sus pantalones, con su largo y grueso pene hinchado y a la vista sacaba con delicadeza la tanga de ella. Apareció un par de nalgas preciosas, redondas, temblaban a cada caricia. Él tomó las piernas de Luisa y enredándolas en sus brazos la levantó hasta dejar su pequeña vagina a la altura del pene ya humedecido. Ella no dejaba de chupar alternadamente mi pene y el de Raúl, quien ya se había sentado a mi lado para disfrutar los poderosos chupetones y las metidas hasta la garganta de Luisa. La excitación de ella crecía.
Con un gesto de dulce dolor Luisa recibió por la vagina el pene de Mario, quien puesto de pie embestía con fuerza una y otra vez. Luisa, en posición de vuelo horizontal gritaba pero no dejaba de chupar nuestros penes. Alberto se había metido bajo Luisa y chupaba y mordía sus hinchadas tetas mientras se masturbaba.
Mario aceleró sus embestidas y en un frenesí alucinante derramó su leche dentro de la vagina de Luisa, quien a la vez recibía la mía con la verga metida entre sus labios. Raúl apuraba para entregarle la suya dentro de su boca. Alberto, por su parte, embarraba la propia en las tetas de ella para luego chuparlas.
Fue de locura, pero no bastaba, así que nos levantamos para despojarnos de las ropas. Todos desnudos nos reacomodamos.
Yo me tendí en el suelo y Luisa me montó quedando nuestras caras frente a frente. Mientras mordía sus labios carnosos metía mi verga por su apretado ano. Raúl se acomodó para meter la suya en la vagina. Todavía hinchada y escurriendo el semen que recién había recibido. Luisa gritaba de dolor pero embargada por inmenso placer se negaba a desbaratar la escena. Comenzamos un sincronizado mete y saca que hacía estremecer el cuerpo delicado de aquella mujer.
Alberto y Mario se acomodaron, puestos de rodillas, a cada lado de la cara de ella para ofrecerle sus respectivos penes, mismos que recibió a la vez, deleitándose con cada chupada. Ahora tenía dentro cuatro vergas y estábamos seguros de que si hubiera una más la sumaría con agrado, aunque quien sabe por dónde hubiera sido.
Sólo se escuchaban gemidos y pujidos, Destacaba la voz de Luisa pidiendo seguir,
--¡Así... así... así! ¡Más, más!
Y lanzando gritos prácticamente al unísono volvimos a derramar dentro de aquella hermosa mujer que tragaba grandes cantidades de leche en cada uno de sus conductos. El aroma del semen se esparció por toda la habitación.
Alberto y Mario, quienes habían derramado de manera simultánea en la boca de Luisa acordaron intentar lo mismo, pero dentro de su vagina.
--¿Una penetración vaginal doble? –preguntó Luisa sorprendida –pues vale, veamos que ocurre...
Ambos se acomodaron y lograron introducir sus vergas en aquella vagina más que lubricada para entonces. Ella estaba semirrecostada sobre el sofá y yo me arrodillé junto para lamer y morder sus pezones que no perdían su dureza. Raúl logró meterse por debajo y alcanzó el ano de Luisa para penetrarla también. Y yo quería más chupadas como las que me había dado al inicio de nuestro experimento. De aquel enredijo de brazos y piernas sólo brotaban fuertes gemidos. Los movimientos de Luisa se convertían en estertores de lujuria. Así continuamos hasta que resonaron largas expresiones placenteras, gemidos ahogados y un derrame incontrolado de leche.
Los cuatro hombres caímos rendidos, no podíamos más, aquella mujer nos había acabado, nos había destrozado y preguntaba sarcástica:
--¿Se acabo? –y enseguida agregó --¿Estará ahora contestada su pregunta?
4 comentarios - Una noche "de película"
todo esto es una fabula descabellada...no mas que una fantasia tuya...
que un hombre pueda taner 2 y hasta 3 orgasmos seguidos..te lo pued entender..de hecho me paso..
pero que 4 tengas 3 orgasmos seguidos?.-.y en una experiendia inicial recibid 2 penes via vaginal???
por favor...seamos mas creibles chicos.
Jemma, ante todo gracias por tu visita y por tu comentario. Todo es muy bien recibido. Si para eso estamos aquí, para compartir ideas y pasar un rato agusto. ¿Que todo es una idea descabellada? Pues si lo es, una historia inventada. Para bien o para mal nunca he tenido una experiencia semejante, pero en lo que sí estoy en contra de tu exposición es en la parte donde dudas que una mujer pueda recibir dos penes a la vez. Con todo respeto te dejo este acceso como respuesta:
http://www.orgasmatrix.com/blog/noticias/penetracion-multiple/
Aclaro que en ninguna parte de la historia dice que la protagonista haya tenido en ese momento su primer experiencia grupal.Gracias y ojalá nos sigamos encontrando. ¿Me aceptas un beso?