Soy un tipo común, casado y con hijos. No hace mucho tuve que cerrar mi negocio y ponerme a trabajar para una empresa. Por todo lo que habíamos pasado la relación en casa no era todo lo buena que debiera ser, y las peleas entre mi mujer y yo eran constantes.
El dueño de la empresa era un señor mayor, aunque quien me hizo la entrevista para el puesto al que optaba era una mujer de unos 50 años, alemana, rubia de ojos azules, aunque para nada el prototipo al que estamos acostumbrados, bajita, desgarbada, caderas anchas y tetas medianamente grandes. Divorciada y con una hija ya mayor estudiando en la universidad. Ya en la entrevista de trabajo pude comprobar el despotismo de esta señora, y aunque no tengo nada en contra de esta nación, esta señora daba clara muestras de creerse de una raza superior, y que todos los que estábamos trabajando para ella, éramos muy inferiores a ella. Aunque como en mi caso tuviera muchos más estudios que ella.
Era de familia adinerada, y eso se notaba, aunque ella no tuviera el más mínimo gusto par vestir, y lo mismo la veías en invierno llevando ropa de verano, como en verano llevando ropa de invierno. Mi relación con ella era bastante tirante, sobre todo porque en cuestión a mi trabajo sabía más que ella, y no podía mandar sobre mí. Mi relación con los demás empleados era bastante buena, sobre todo con la señora que hacía la limpieza de las oficinas, y pronto me enteré de toda la vida de cada uno de los que iban y venían por el lugar. Me enteré que la jefa era una amargada de la vida, que su primer marido la había abandonado por otra y como ella viendo que se quedaba sin nada, se junto con el viejo dueño de la empresa, convirtiéndose en su amante, conocí de su adicción por los fármacos, a los que tenía acceso, debido al trabajo que realizaba, así poco a poco me fui dando cuenta que lo que yo pensaba que eran cambio de humor, no era otra cosa que las abstinencias a las que ella misma se veía forzada cuando se le iban de las manos a ingestión de dichos fármacos. Cuando no tenía con que doparse acudía a la bebida, así que tampoco era muy raro verla con unas borracheras de ginebra de campeonato, aunque la señora sabía disimularlo todo tan bien, que si no la conocieras pensarías que era así. Casi no se la entendía cuando hablaba, aunque se le achacaba a su origen alemán, cuando se tambaleaba de un lado a otro, era debido a sus dolencias en las piernas. Y así todo y fueron pasando los meses.
Mi confianza con el señor mayor también fue en aumento, y de esa manera me vi en principio hiendo y viniendo de casa de la señora, para arreglar cualquier cosa que se estropeara en ella, y aunque en principio terrible error, me ofrecí yo, pronto fue como parte de mi trabajo, aunque al mismo tiempo lo prefería, tenía libre acceso a su casa, y cuanto más tiempo pasara en su casa, más tiempo pasaba separado de ella, impidiéndole que me hiciera la vida imposible con sus exigencias. Ella vivía en un chalet en las afuera de la ciudad, más de dos mil metros de parcela, con la casa en medio y una gran piscina. La hija se había ido a estudiar a otra ciudad, supongo que para escapar de las garras de la madre, así que la alemana pasaba casi toda la semana sola en casa. La misma señora que iba a limpiar a la empresa, iba a limpiar dos veces en semana a la casa.
Un día al llegar al trabajo, me indicaron que debía ir a su casa para arreglar la televisión que no se veía, nada más la vi, sabía que venía de mala leche, así que eso era lo mejor que me podía ocurrir, y sin darle opción a decirme nada, tal como entré volví a salir y me fui a su casa. Yo ya tenía mis trucos para no ser sorprendido, dejaba el coche justo en la entrada de manera que no pudiera entrar otro sin que yo tuviera que quitar el mío, de esa manera si llegaba alguien tenía que tocar el claxon y así yo escucharlo. Eso me evitaba que me pillaran durmiendo como más de una vez había hecho o simplemente sentado viendo la tele, mientras me tomaba una copa de algunos de sus caros licores. En muchas ocasiones lo único que le ocurría a la tele era que había sacado el cable de la antena y dejaba de verse. En la casa imperaba el desorden, las botellas vacías en el salón, los ceniceros llenos, platos con restos de comidas, y aunque estaba acostumbrado a ver su ropa tirada por el suelo de la casa, en esa ocasión me llamó la atención ver como se había sacado el pantalón con la braga a la vez, no usaba ropa interior de encaje o con dibujos, siempre le había visto ropa interior de algodón sin ningún tipo de marca. Pude ver perfectamente como estaban todas manchadas, mezcla de orina y flujo, me excitó enormemente olerlas y ver como ese olor para nada era desagradable. La muy zorra a pesar de ser como era, olía bien. A partir de ese día tenía un aliciente más en la casa, buscar las prendas que iba regando por cualquier lugar, y dejarles mi regalito en ella, como mi relación en casa no era todo lo satisfactoria que yo deseaba, y eso de follar estaba como olvidado, me vi soltando mi leche en cada una de sus prendas, y cuanto más grande era la frustración en el trabajo, más pajas me hacía con sus prendas. Llegué a ver como incluso se había vuelto a poner bragas y sujetadores con mis corridas de un día para otro, seguramente al no tener que ponerse. Y desde luego no le hacía ascos, aunque supongo que en el estado en el que estaba, esa no se daba cuenta de nada.
Una tarde en el trabajo no apareció por él, algo a lo que no nos tenía acostumbrados, y se notaba por lo tranquilo que hacíamos nuestro trabajo, incluso el viejo era distinto, bromeando con todos y todas. Ya a la hora de cerrar, el dueño me preguntó si podía pasarme por su casa y ver si le había ocurrido algo, ya que ni siquiera respondía al teléfono. No me podía negar, además de que una idea me rondaba la cabeza, pillarla empelotas por la casa, cosa que por lo general hacía en cuanto llegaba a ella, la señora de la limpieza me lo había confirmado en más de una ocasión. Alguna que otra vez la había pillado dormida en el sofá del salón completamente desnuda, o se había levantado de la cama como la trajeron al mundo. Así que la idea de llegar y pillarla se hacía más fuerte en mi cabeza, y sin poder remediarlo, mi polla también reaccionaba a esa sugerencia.
Llegué y vi su coche, estaba en casa. Dejé el mío en la entrada y me acerqué sin hacer ruido, no estaba en el salón. Entré sin hacer ruido y busqué por los cuartos próximos, nada. La ropa estaba tirada por el pasillo, camiseta, sujetador, botines, calcetines, pantalón y braga, por lo que si no se había puesto ropa, andaba empelotas. El último cuarto de la casa era el suyo, tampoco estaba en el cuarto de baño. La llamé por su nombre, no fuera que estuviera bien y me la liara por llegar tan lejos sin avisar. La escuché en el fondo de la casa, aunque no podía ni por casualidad deducir que me estaba diciendo. Cuando llegué hasta su cuarto estaba intentando ponerse en pie, llevaba una bata fina tipo japonesa, de esas que parecen de seda, abierta, dejándome ver sin ningún tipo de pudor, tanto sus tetas como su poblada mata de vellos, que ante mi asombro, era más rubio que castaño. Sus tetas eran más grandes de lo que me hubiera imaginado, casi no tenía aureolas y sus pezones aplastados, pero grandes aun estaban más arriba de lo que pensaba para una mujer de esa edad, no tenía marcas alguna en la piel, estaba blanca como la nácar, sus pezones casi rosáceos casi no se distinguían, cuando estuvo de pie la bata tapó sus tetas, no así su peludo coño, que ante mi asombro no hacía por taparse, el cuarto apestaba a ginebra, una botella vacía daba muestra que se había empinado toda o por lo menos buena parte de ella, estaba tan ida que ni siquiera hacía por taparse, pero aun en ese estado su desdén se hacía notable, más que pedir, ordenaba que la acompañara al cuarto de baño, la sostuve por debajo del brazo y colocándome a su lado, la lleve. El olor a alcohol que desprendía echaba para atrás. Mi brazo por detrás de su espalda sujetándola por debajo del brazo dejaba mi mano justo en su costado, la otra sujetándola directamente por el otro brazo. Mi mano en su costado rozaba primero con cierto disimulo su teta, y luego de varios tropiezos, directamente su teta. Estaba blandita y era bastante grande. Llegamos al cuarto de baño y sin recato se echó la bata a un lado para sentarse en el retrete, estaba delante de ella, viendo como orinaba, escuchando la orina salir de su coño y caer en el agua. No me lo podía creer, estaba delante de mi jefa, viendo como meaba y sin que ella dijera lo más mínimo. Me estaba dejando que contemplara el espectáculo, terminó, se limpio con un papel e hizo de nuevo el intento de levantarse, perdiendo de nuevo el equilibrio, la sujeté como pude, volvió a balbucear unas palabras, medio alemán, medio español, aunque ininteligibles para mí, volví a cargarla y llevarla de nuevo al dormitorio, por el camino me entretuve llevando mi mano directamente a sus nalgas, toqué primero suavemente, pero al ver que no hacía nada, palpé bien con mi mano abierta, eran blandas y grandes, intuía que tenía un buen culo, al colocarla en la cama me la ingenié para tocar sus tetas esta vez directamente sin el tacto de la bata, era grande y suave y su pezón se perdía entre mis dedos, aunque sus ojos bajaron hasta mi mano, ni siquiera era capaz de apartarme, volvió a balbucear, pero lo único que hice fue dejar que se echara en la cama, ayudándola con mis manos, que recorrieron todo su cuerpo, tetas, vientre, vellos, muslos, llegando incluso a apretar sus nalgas y pasando mis dedos entre su cálido canal, lo único que intentó fue empujarme con su brazo, aunque lo que consiguió fue que su bata se abriera, decía palabras que no podía ni siquiera entender, se había quedado de lado, con la pierna de arriba medio flexionada, podía ver todas sus nalgas y los vellos entre sus muslos apretados. Me separé un momento de ella, y respiré hondo, tenía dos opciones, irme o quedarme y hacer lo que mi polla me dictaba, follámerla sin contemplaciones. El sonido de mi móvil, me sobresaltó y me sacó de mis pensamientos, era mi mujer, una breve charla para aclararle que aun seguía en mi trabajo, y que iba a tardar un poco, me había salido del dormitorio, para que mi jefa no me fuera a escuchar. Cuando colgué y regresé estaba boca arriba y roncaba plácidamente.
Abrí del todo la bata y me quedé contemplándola, me saqué el pantalón y mi calzoncillos y comencé a pajearme despacio observándola, tiré de la bata abriéndola, sus tetas caían a cada lado de su cuerpo, pasé mi mano suave por su vientre hasta llegar a sus vellos, ni siquiera se inmutó, moví una de sus piernas y quedó con su sexo expuesto a mi cara, me subí en la cama, colocándome entre sus piernas y acerqué mi cara hasta él, podía verlo a escasos centímetros de mi cara, sus labios eran grandes, arrugados y de un color mucho más oscuro que el resto de su piel, pasé mi lengua por ellos, y nada, podía sentir claramente el olor de su orina impregnando sus vellos y sus labios, pasé mis labios por sus vellos y volví de nuevo a sus labios, esta vez me aventuré a hacer más presión con mi lengua y pronto obtuve recompensa, se había movido con un leve intento de cerrar sus piernas, pero no podía ya que yo estaba en medio, mi insistencia con mi lengua hizo que pronto el olor de la orina se mezclara con el sabor más salado del flujo que había comenzado a manar, ya con menos disimulo pasaba mi lengua con más fuerza abriendo sus labios y consiguiendo alcanzar su clítoris que no tardó en darme síntomas de que mis lamidas en ese lugar lo estaban despertando, a pesar de que ella seguía resoplando y roncando, mis manos acariciaban sus flácidos muslos y seguían subiendo hasta sus tetas que al igual que su sexo no tardaron en dejarme ver que aunque como si actuaran sin el consentimiento de su dueña no le desagradaban mis caricias, y como por arte de magia sus pezones que antes apenas abultaban, ahora estaban duros y grandes, volví a pasar mi lengua por sus vellos, chupándolos ahora a mi antojo, seguí por su flácido vientre, lleno de estrías hasta quedar encima de ella, y con verdadera suavidad, coloqué mi polla en la entrada de su cueva, mi labios chupaban suavemente sus pezones, duros como piedras y tras un leve momento de pensar si volverme atrás, apreté mi polla a esa entrada, el calor me invadió, pensé que me iba a correr incluso antes de metérsela, medio abrió los ojos, como intentando despertar de un pesado sueño, para ese momento ya la tenía dentro hasta los huevos, soltó un quejido, intentó moverse, pero mi cuerpo encima del suyo se lo impedía. Había comenzado un movimiento rítmico a la vez que ella ya despierta hacía intentos nulos por quitarse, a pesar de que se movía, podía sentir como su sexo se mojaba más y más, y para cuando la hube sacado y metido varias veces, ya resbalaba perfectamente y mis embestidas se hicieron más rápidas y sonoras, a pesar de que imaginaba que iba a correrme en unos segundos, por lo caliente que estaba no fue así, y me vi bombeando durante más de 5 minutos con la única oposición de sus quejidos y su movimiento de cabeza de un lado a otro como queriendo negar lo evidente, me estaba follando a mi jefa, y aunque ella negaba con la voz, su cuerpo para nada me lo impedía. Terminé quieto en su interior sintiendo como mi corrida salía a chorros en lo más profundo de sus entrañas, y sintiendo como sus labios me succionaban para su interior. La saqué cuando sentí que mi polla perdía su dureza, sintiendo como al hacerlo esta volvía a refunfuñar, ya no supe distinguir si lo hacía porque por fin pensaba que la iba a dejar o porque ya no deseaba que la sacara de su interior.
Pasé mi mano por su coño y sin lugar a duda estaba totalmente lubricada, notaba como sus labios se habían hinchado me dejé caer a su lado, pero dejando una de sus piernas entre las mías, mi polla descansaba sobre su muslo, comencé a lamer una de sus tetas mientras con mi mano acariciaba su sexo, mi dedo corría perfectamente, podía entrar y recorrerlos, mientras mi boca se aferraba a su duro pezón, sentía su respiración, podía ver como su vientre subía y bajaba, y como ella se debatía como si fuera en sueño, por saber si lo que estaba sintiendo era real o soñaba. Tuvo la certeza de que no era un sueño, cuando su cuerpo se tensó, llegando incluso a levantar su espalda de la cama, resoplaba con la boca cerrada, y las convulsiones me dieron muestras que acababa de tener un buen orgasmo, el roce de mi polla por su pierna hizo que no tardara en ponérseme dura de nuevo, y ahora lo que deseaba de ella, era lo que mi mujer siempre me negaba, entrar por ese culo, que ya había tenido la oportunidad de ver y tocar mientras se lo mamaba minutos antes. Me levanté de la cama y busqué un par de cojines que estaban en el suelo, los coloqué en su costado y tiré de ella para hacerla darse media vuelta, lo hizo sin saber muy bien que pretendía, los cojines quedaron en su vientre dejando algo más empinado su trasero, levanté la bata para ver por completo desde la mitad de la espalda hasta sus blancas y flácidas nalgas. Pequeños hoyuelos marcaban sus nalgas, eran grandes y se movían como flanes, para mi sorpresa se dejó hacer cuando abrí sus piernas y busqué con mi boca su mojado coño, podía sentir como mi lefa comenzaba a salir, no me daba asco saborearla, ni a ella parecía disgustarle que abriera sus nalgas y llegara con mi lengua hasta la misma entrada de su culo, tenía un agujero perfecto, oscuro y estriado, desprendía un olor agradable mezcla de todos nuestros jugos. Cuando me coloqué detrás de ella entre sus piernas fue consciente de mis intenciones, pero para esos momentos ya apuntaba mi capullo en su entrada y aunque la entrada fue dura, no tuve que apretar mucho para sentir como la presión vencía a la resistencia que ofrecían sus nalgas, mi cuerpo echado sobre su espalda, impedían de nuevo que ella se levantara y cuanto más se movía más polla le metía en el culo, para cuando se quiso dar cuenta ya podía sentir como mis huevos chocaban en su entrada, ahora si con la cabeza vuelta hacía mí, aunque no entendía lo que me decía, sabía perfectamente que se estaba acordando de toda y cada una de mi familia. Aunque a medida que mis embestidas fue incrementando, sus verborrea se fue convirtiendo en leves quejidos al principios y cuando ya salía y entraba a mis anchas por ese culo, sus gemidos se hicieron tan sonoros y claros como no esperaba.
Tenía la visión de mi polla entrando y saliendo de su blanco culo, podía ver como se tragaba por completo mi polla, la sacaba y la volvía a meter hasta lo que ella me permitía, apenas varios minutos después sentía como me derramaba en su interior, dejándole una corrida que a duras penas podré olvidar. Mi jefa quedó vencida en la cama, con su culo rojo y roto, viendo como el oscuro agujero palpitaba dejando escapar poco a poco la corrida que acababa de soltarle.
Me levanté me vestí y la dejé en la cama.
Al día siguiente nada más llegar, apareció, sabía lo que me esperaba una bronca y el despido, pero ante mi sorpresa, solo hubo unos buenos días. Y una demanda por parte del viejo de que fuera a arreglar el televisor lo antes posible.
fuente: http://www.todorelatos.com
El dueño de la empresa era un señor mayor, aunque quien me hizo la entrevista para el puesto al que optaba era una mujer de unos 50 años, alemana, rubia de ojos azules, aunque para nada el prototipo al que estamos acostumbrados, bajita, desgarbada, caderas anchas y tetas medianamente grandes. Divorciada y con una hija ya mayor estudiando en la universidad. Ya en la entrevista de trabajo pude comprobar el despotismo de esta señora, y aunque no tengo nada en contra de esta nación, esta señora daba clara muestras de creerse de una raza superior, y que todos los que estábamos trabajando para ella, éramos muy inferiores a ella. Aunque como en mi caso tuviera muchos más estudios que ella.
Era de familia adinerada, y eso se notaba, aunque ella no tuviera el más mínimo gusto par vestir, y lo mismo la veías en invierno llevando ropa de verano, como en verano llevando ropa de invierno. Mi relación con ella era bastante tirante, sobre todo porque en cuestión a mi trabajo sabía más que ella, y no podía mandar sobre mí. Mi relación con los demás empleados era bastante buena, sobre todo con la señora que hacía la limpieza de las oficinas, y pronto me enteré de toda la vida de cada uno de los que iban y venían por el lugar. Me enteré que la jefa era una amargada de la vida, que su primer marido la había abandonado por otra y como ella viendo que se quedaba sin nada, se junto con el viejo dueño de la empresa, convirtiéndose en su amante, conocí de su adicción por los fármacos, a los que tenía acceso, debido al trabajo que realizaba, así poco a poco me fui dando cuenta que lo que yo pensaba que eran cambio de humor, no era otra cosa que las abstinencias a las que ella misma se veía forzada cuando se le iban de las manos a ingestión de dichos fármacos. Cuando no tenía con que doparse acudía a la bebida, así que tampoco era muy raro verla con unas borracheras de ginebra de campeonato, aunque la señora sabía disimularlo todo tan bien, que si no la conocieras pensarías que era así. Casi no se la entendía cuando hablaba, aunque se le achacaba a su origen alemán, cuando se tambaleaba de un lado a otro, era debido a sus dolencias en las piernas. Y así todo y fueron pasando los meses.
Mi confianza con el señor mayor también fue en aumento, y de esa manera me vi en principio hiendo y viniendo de casa de la señora, para arreglar cualquier cosa que se estropeara en ella, y aunque en principio terrible error, me ofrecí yo, pronto fue como parte de mi trabajo, aunque al mismo tiempo lo prefería, tenía libre acceso a su casa, y cuanto más tiempo pasara en su casa, más tiempo pasaba separado de ella, impidiéndole que me hiciera la vida imposible con sus exigencias. Ella vivía en un chalet en las afuera de la ciudad, más de dos mil metros de parcela, con la casa en medio y una gran piscina. La hija se había ido a estudiar a otra ciudad, supongo que para escapar de las garras de la madre, así que la alemana pasaba casi toda la semana sola en casa. La misma señora que iba a limpiar a la empresa, iba a limpiar dos veces en semana a la casa.
Un día al llegar al trabajo, me indicaron que debía ir a su casa para arreglar la televisión que no se veía, nada más la vi, sabía que venía de mala leche, así que eso era lo mejor que me podía ocurrir, y sin darle opción a decirme nada, tal como entré volví a salir y me fui a su casa. Yo ya tenía mis trucos para no ser sorprendido, dejaba el coche justo en la entrada de manera que no pudiera entrar otro sin que yo tuviera que quitar el mío, de esa manera si llegaba alguien tenía que tocar el claxon y así yo escucharlo. Eso me evitaba que me pillaran durmiendo como más de una vez había hecho o simplemente sentado viendo la tele, mientras me tomaba una copa de algunos de sus caros licores. En muchas ocasiones lo único que le ocurría a la tele era que había sacado el cable de la antena y dejaba de verse. En la casa imperaba el desorden, las botellas vacías en el salón, los ceniceros llenos, platos con restos de comidas, y aunque estaba acostumbrado a ver su ropa tirada por el suelo de la casa, en esa ocasión me llamó la atención ver como se había sacado el pantalón con la braga a la vez, no usaba ropa interior de encaje o con dibujos, siempre le había visto ropa interior de algodón sin ningún tipo de marca. Pude ver perfectamente como estaban todas manchadas, mezcla de orina y flujo, me excitó enormemente olerlas y ver como ese olor para nada era desagradable. La muy zorra a pesar de ser como era, olía bien. A partir de ese día tenía un aliciente más en la casa, buscar las prendas que iba regando por cualquier lugar, y dejarles mi regalito en ella, como mi relación en casa no era todo lo satisfactoria que yo deseaba, y eso de follar estaba como olvidado, me vi soltando mi leche en cada una de sus prendas, y cuanto más grande era la frustración en el trabajo, más pajas me hacía con sus prendas. Llegué a ver como incluso se había vuelto a poner bragas y sujetadores con mis corridas de un día para otro, seguramente al no tener que ponerse. Y desde luego no le hacía ascos, aunque supongo que en el estado en el que estaba, esa no se daba cuenta de nada.
Una tarde en el trabajo no apareció por él, algo a lo que no nos tenía acostumbrados, y se notaba por lo tranquilo que hacíamos nuestro trabajo, incluso el viejo era distinto, bromeando con todos y todas. Ya a la hora de cerrar, el dueño me preguntó si podía pasarme por su casa y ver si le había ocurrido algo, ya que ni siquiera respondía al teléfono. No me podía negar, además de que una idea me rondaba la cabeza, pillarla empelotas por la casa, cosa que por lo general hacía en cuanto llegaba a ella, la señora de la limpieza me lo había confirmado en más de una ocasión. Alguna que otra vez la había pillado dormida en el sofá del salón completamente desnuda, o se había levantado de la cama como la trajeron al mundo. Así que la idea de llegar y pillarla se hacía más fuerte en mi cabeza, y sin poder remediarlo, mi polla también reaccionaba a esa sugerencia.
Llegué y vi su coche, estaba en casa. Dejé el mío en la entrada y me acerqué sin hacer ruido, no estaba en el salón. Entré sin hacer ruido y busqué por los cuartos próximos, nada. La ropa estaba tirada por el pasillo, camiseta, sujetador, botines, calcetines, pantalón y braga, por lo que si no se había puesto ropa, andaba empelotas. El último cuarto de la casa era el suyo, tampoco estaba en el cuarto de baño. La llamé por su nombre, no fuera que estuviera bien y me la liara por llegar tan lejos sin avisar. La escuché en el fondo de la casa, aunque no podía ni por casualidad deducir que me estaba diciendo. Cuando llegué hasta su cuarto estaba intentando ponerse en pie, llevaba una bata fina tipo japonesa, de esas que parecen de seda, abierta, dejándome ver sin ningún tipo de pudor, tanto sus tetas como su poblada mata de vellos, que ante mi asombro, era más rubio que castaño. Sus tetas eran más grandes de lo que me hubiera imaginado, casi no tenía aureolas y sus pezones aplastados, pero grandes aun estaban más arriba de lo que pensaba para una mujer de esa edad, no tenía marcas alguna en la piel, estaba blanca como la nácar, sus pezones casi rosáceos casi no se distinguían, cuando estuvo de pie la bata tapó sus tetas, no así su peludo coño, que ante mi asombro no hacía por taparse, el cuarto apestaba a ginebra, una botella vacía daba muestra que se había empinado toda o por lo menos buena parte de ella, estaba tan ida que ni siquiera hacía por taparse, pero aun en ese estado su desdén se hacía notable, más que pedir, ordenaba que la acompañara al cuarto de baño, la sostuve por debajo del brazo y colocándome a su lado, la lleve. El olor a alcohol que desprendía echaba para atrás. Mi brazo por detrás de su espalda sujetándola por debajo del brazo dejaba mi mano justo en su costado, la otra sujetándola directamente por el otro brazo. Mi mano en su costado rozaba primero con cierto disimulo su teta, y luego de varios tropiezos, directamente su teta. Estaba blandita y era bastante grande. Llegamos al cuarto de baño y sin recato se echó la bata a un lado para sentarse en el retrete, estaba delante de ella, viendo como orinaba, escuchando la orina salir de su coño y caer en el agua. No me lo podía creer, estaba delante de mi jefa, viendo como meaba y sin que ella dijera lo más mínimo. Me estaba dejando que contemplara el espectáculo, terminó, se limpio con un papel e hizo de nuevo el intento de levantarse, perdiendo de nuevo el equilibrio, la sujeté como pude, volvió a balbucear unas palabras, medio alemán, medio español, aunque ininteligibles para mí, volví a cargarla y llevarla de nuevo al dormitorio, por el camino me entretuve llevando mi mano directamente a sus nalgas, toqué primero suavemente, pero al ver que no hacía nada, palpé bien con mi mano abierta, eran blandas y grandes, intuía que tenía un buen culo, al colocarla en la cama me la ingenié para tocar sus tetas esta vez directamente sin el tacto de la bata, era grande y suave y su pezón se perdía entre mis dedos, aunque sus ojos bajaron hasta mi mano, ni siquiera era capaz de apartarme, volvió a balbucear, pero lo único que hice fue dejar que se echara en la cama, ayudándola con mis manos, que recorrieron todo su cuerpo, tetas, vientre, vellos, muslos, llegando incluso a apretar sus nalgas y pasando mis dedos entre su cálido canal, lo único que intentó fue empujarme con su brazo, aunque lo que consiguió fue que su bata se abriera, decía palabras que no podía ni siquiera entender, se había quedado de lado, con la pierna de arriba medio flexionada, podía ver todas sus nalgas y los vellos entre sus muslos apretados. Me separé un momento de ella, y respiré hondo, tenía dos opciones, irme o quedarme y hacer lo que mi polla me dictaba, follámerla sin contemplaciones. El sonido de mi móvil, me sobresaltó y me sacó de mis pensamientos, era mi mujer, una breve charla para aclararle que aun seguía en mi trabajo, y que iba a tardar un poco, me había salido del dormitorio, para que mi jefa no me fuera a escuchar. Cuando colgué y regresé estaba boca arriba y roncaba plácidamente.
Abrí del todo la bata y me quedé contemplándola, me saqué el pantalón y mi calzoncillos y comencé a pajearme despacio observándola, tiré de la bata abriéndola, sus tetas caían a cada lado de su cuerpo, pasé mi mano suave por su vientre hasta llegar a sus vellos, ni siquiera se inmutó, moví una de sus piernas y quedó con su sexo expuesto a mi cara, me subí en la cama, colocándome entre sus piernas y acerqué mi cara hasta él, podía verlo a escasos centímetros de mi cara, sus labios eran grandes, arrugados y de un color mucho más oscuro que el resto de su piel, pasé mi lengua por ellos, y nada, podía sentir claramente el olor de su orina impregnando sus vellos y sus labios, pasé mis labios por sus vellos y volví de nuevo a sus labios, esta vez me aventuré a hacer más presión con mi lengua y pronto obtuve recompensa, se había movido con un leve intento de cerrar sus piernas, pero no podía ya que yo estaba en medio, mi insistencia con mi lengua hizo que pronto el olor de la orina se mezclara con el sabor más salado del flujo que había comenzado a manar, ya con menos disimulo pasaba mi lengua con más fuerza abriendo sus labios y consiguiendo alcanzar su clítoris que no tardó en darme síntomas de que mis lamidas en ese lugar lo estaban despertando, a pesar de que ella seguía resoplando y roncando, mis manos acariciaban sus flácidos muslos y seguían subiendo hasta sus tetas que al igual que su sexo no tardaron en dejarme ver que aunque como si actuaran sin el consentimiento de su dueña no le desagradaban mis caricias, y como por arte de magia sus pezones que antes apenas abultaban, ahora estaban duros y grandes, volví a pasar mi lengua por sus vellos, chupándolos ahora a mi antojo, seguí por su flácido vientre, lleno de estrías hasta quedar encima de ella, y con verdadera suavidad, coloqué mi polla en la entrada de su cueva, mi labios chupaban suavemente sus pezones, duros como piedras y tras un leve momento de pensar si volverme atrás, apreté mi polla a esa entrada, el calor me invadió, pensé que me iba a correr incluso antes de metérsela, medio abrió los ojos, como intentando despertar de un pesado sueño, para ese momento ya la tenía dentro hasta los huevos, soltó un quejido, intentó moverse, pero mi cuerpo encima del suyo se lo impedía. Había comenzado un movimiento rítmico a la vez que ella ya despierta hacía intentos nulos por quitarse, a pesar de que se movía, podía sentir como su sexo se mojaba más y más, y para cuando la hube sacado y metido varias veces, ya resbalaba perfectamente y mis embestidas se hicieron más rápidas y sonoras, a pesar de que imaginaba que iba a correrme en unos segundos, por lo caliente que estaba no fue así, y me vi bombeando durante más de 5 minutos con la única oposición de sus quejidos y su movimiento de cabeza de un lado a otro como queriendo negar lo evidente, me estaba follando a mi jefa, y aunque ella negaba con la voz, su cuerpo para nada me lo impedía. Terminé quieto en su interior sintiendo como mi corrida salía a chorros en lo más profundo de sus entrañas, y sintiendo como sus labios me succionaban para su interior. La saqué cuando sentí que mi polla perdía su dureza, sintiendo como al hacerlo esta volvía a refunfuñar, ya no supe distinguir si lo hacía porque por fin pensaba que la iba a dejar o porque ya no deseaba que la sacara de su interior.
Pasé mi mano por su coño y sin lugar a duda estaba totalmente lubricada, notaba como sus labios se habían hinchado me dejé caer a su lado, pero dejando una de sus piernas entre las mías, mi polla descansaba sobre su muslo, comencé a lamer una de sus tetas mientras con mi mano acariciaba su sexo, mi dedo corría perfectamente, podía entrar y recorrerlos, mientras mi boca se aferraba a su duro pezón, sentía su respiración, podía ver como su vientre subía y bajaba, y como ella se debatía como si fuera en sueño, por saber si lo que estaba sintiendo era real o soñaba. Tuvo la certeza de que no era un sueño, cuando su cuerpo se tensó, llegando incluso a levantar su espalda de la cama, resoplaba con la boca cerrada, y las convulsiones me dieron muestras que acababa de tener un buen orgasmo, el roce de mi polla por su pierna hizo que no tardara en ponérseme dura de nuevo, y ahora lo que deseaba de ella, era lo que mi mujer siempre me negaba, entrar por ese culo, que ya había tenido la oportunidad de ver y tocar mientras se lo mamaba minutos antes. Me levanté de la cama y busqué un par de cojines que estaban en el suelo, los coloqué en su costado y tiré de ella para hacerla darse media vuelta, lo hizo sin saber muy bien que pretendía, los cojines quedaron en su vientre dejando algo más empinado su trasero, levanté la bata para ver por completo desde la mitad de la espalda hasta sus blancas y flácidas nalgas. Pequeños hoyuelos marcaban sus nalgas, eran grandes y se movían como flanes, para mi sorpresa se dejó hacer cuando abrí sus piernas y busqué con mi boca su mojado coño, podía sentir como mi lefa comenzaba a salir, no me daba asco saborearla, ni a ella parecía disgustarle que abriera sus nalgas y llegara con mi lengua hasta la misma entrada de su culo, tenía un agujero perfecto, oscuro y estriado, desprendía un olor agradable mezcla de todos nuestros jugos. Cuando me coloqué detrás de ella entre sus piernas fue consciente de mis intenciones, pero para esos momentos ya apuntaba mi capullo en su entrada y aunque la entrada fue dura, no tuve que apretar mucho para sentir como la presión vencía a la resistencia que ofrecían sus nalgas, mi cuerpo echado sobre su espalda, impedían de nuevo que ella se levantara y cuanto más se movía más polla le metía en el culo, para cuando se quiso dar cuenta ya podía sentir como mis huevos chocaban en su entrada, ahora si con la cabeza vuelta hacía mí, aunque no entendía lo que me decía, sabía perfectamente que se estaba acordando de toda y cada una de mi familia. Aunque a medida que mis embestidas fue incrementando, sus verborrea se fue convirtiendo en leves quejidos al principios y cuando ya salía y entraba a mis anchas por ese culo, sus gemidos se hicieron tan sonoros y claros como no esperaba.
Tenía la visión de mi polla entrando y saliendo de su blanco culo, podía ver como se tragaba por completo mi polla, la sacaba y la volvía a meter hasta lo que ella me permitía, apenas varios minutos después sentía como me derramaba en su interior, dejándole una corrida que a duras penas podré olvidar. Mi jefa quedó vencida en la cama, con su culo rojo y roto, viendo como el oscuro agujero palpitaba dejando escapar poco a poco la corrida que acababa de soltarle.
Me levanté me vestí y la dejé en la cama.
Al día siguiente nada más llegar, apareció, sabía lo que me esperaba una bronca y el despido, pero ante mi sorpresa, solo hubo unos buenos días. Y una demanda por parte del viejo de que fuera a arreglar el televisor lo antes posible.
fuente: http://www.todorelatos.com
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