hola amigos , hoy les quiero dejar un relato erotico muy hot y aparte les quiero comentar que es mas que seguro este sea mi ultimo post que haga por eso elegi algo diferente , espero que lo disfruten.
GITANITA DE FUEGO.
Esta historia me remonta a cuando éramos tan jóvenes. Jóvenes para soñar con un mundo mejor, capaz de ponernos el traje de Quijote y con lanza en ristre acometer contra los molinos de viento, tiempos que el mundo creía en un futuro mejor para todos, el tronar de la guerra quedó dos décadas atrás, eran momentos de cambio, tiempos de la guerra fría, y sobre todos tiempo de soñar.Con veintidós años sobre las espaldas el mundo era de nosotros, la música luminosa del rock and roll reemplazó al sonido opaco y lúgubre de los cañones, las canciones de Elvis Presley nos hacían bailar el nuevo ritmo del rock, reemplazaron las arengas militares.
Tenía todas las ganas de vivir, el mundo era mío, me lo quería comer de un mordisco, el deseo carnal ocupaba la mayor parte de nuestra vida, el sexo era uno de los objetivos más claramente definidos de mi adolescencia feliz.
Como dije el sexo era una de mis importantes prioridades, conseguirlo no era tan fácil como hoy día, vivíamos en una sociedad más pacata, más hipócrita si se quiere, más apegados al dogma religioso y al qué dirán, pero las ganas de sexo eran las mismas de los jóvenes de hoy, de todos modos no puedo quejare mis andanzas juveniles me legaron experiencia y felicidad. No voy a caer en la frase fácil de que todo tiempo pasado fue mejor por qué no estoy seguro que así sea, en todo caso es distinto, para quien escribe lo mejor es lo que está por suceder. Esta historia que voy a rememorar con los lectores me transporta a un hecho que sin duda dejó su impronta que aún perdura como imborrable y atesorado recuerdo.
Era la década de los sesenta, por ese entonces cerca de mi casa vivía una familia de gitanos, todo color y alegría de la raza nómade. Dos chicas, 18 y 19 años, un varón de 12, buenos amigos y vecinos, gente cordial y alegría para regalar. Las chicas, amigas de mi hermana, visitaban mi casa, en especial la mayor, Zeyda, con toda la gracia, pechugona (tetona), piernas largas, ojos grandes y negros como el café, belleza salvaje de carne morena, mirarla era quedar prendado de ella sin remedio.
Me gustaba un montón, desde pequeña le gustaba estar cerca de mí, sentarse en mis rodillas, casi dos años dejamos de vernos, el servicio militar en la marina (eran dos años) puso una brecha con los afectos, ahora a dos años vista las niñas habían dejado paso a dos mujeres dignas de todos los elogios. Si bien ellas seguían como si el tiempo no hubiera pasado, ya no era lo mismo, cuando las miraba veía una estupenda mujer con todo lo que hay que tener pero mejor distribuido.
Una tarde llegó Zeyda, con la misma ¿inocencia? y sencillez que antes, mientras hablaba con mi hermana se sentó sobre mis rodillas ¿jugando? Me resultaba difícil conservar la compostura, el bicho despierta, adquiere autonomía ante la presencia de esta carne joven y turgente, altera el status quo, rompe el estado de neutralidad: quiere guerra. Con la puta del barrio yo y mis amigos hicimos los primeros pininos, “bien dotado” me dijo la maestra de coito cuando quedé en bolas delante de ella en la primera presentación, después de la descarga me certificó como apto para la vida sexual y condecoró con un merecido elogio: “con esta (dijo mientras me tenía asido por la verga) no te van a faltar minas (mujeres)”
Zeyda sintió la presencia de algo bajo sus nalgas, palpó y sonrió, disimulada inocencia, cuando se levantó, volvió a mirarme y sonreír sin decir nada más, me dejó con los testículos doloridos de calentura. Las cartas están echadas, era más que evidente que el ida y vuelta de miradas había establecido un diálogo solo comprendido por dos personas que entienden el mismo código: el deseo. Esa noche, después de cenar vino a casa, no recuerdo con qué excusa, nos miramos, salí al jardín, por ese entonces lo teníamos, esperé que saliera.
Cuando pasó cerca de mí la tomé por la cintura y la atraje, nos besamos con urgencia. Labios cerrados al primer contacto, mi lengua fuerza los suyos, se abren y la reciben como rosa al rocío, la sentí sabrosa, insistí hasta que aprendió el juego del beso. Besarla era como sentir el frescor del rocío mañanero, aspirar el aroma de las rosas y gustar el sabor del néctar hecho beso de mujer.
Una tarde, todos habían salido de casa, en el lavadero nos matamos a besos, me llené la boca con los pezones gruesos y duritos, las manos de carne palpitante, primera mamada, como en las revistas prohibidas de poses, que conservábamos ocultas como tesoros. Rodamos por el piso, abrazados, jadea como pez fuera del agua, supongo que llegó al orgasmo, boca abierta, un hilo de baba por la comisura labial, plena de calentura, quería dejarse, entregarse a mí, cuanto antes.
- ¡Dale, dale!, ¡me dejo! ¡Haceme tuya! ¡Quiero ser tuya! -exigía con la urgencia de la calentura que la quema por dentro. - ¿Pero sos virgen? - ¿Y qué? No aguanto más, desde que te palpé los otros días estoy así, me toco pero no puedo calmarme – Tirón del choto, sobre la bragueta. - ¿Pero no deben llegar virgen? - ¿Y…? Sigue agarrada al choto sin intención de soltarlo o morir en el intento, habla apurada para convencerme a como dé lugar de que la haga mía de una buena vez.
Como no me decidía a tomarla, apuró la argumentación para tranquilizar mi conciencia, dijo que las jóvenes que la perdieron en el camino del placer la simulan, el viejo truco de ponerse en la conchita una piedra de alumbre para que su poder astringente estreche la abertura, luego fingir y sangre de paloma llevada escondida para manchar la bombacha, completan la farsa de la virginidad destruida por él la noche de bodas. Los tipos están tan calientes que se creen todo lo que ven, ¡son tan boludos los hombres! No había más nada qué decir, era jovencita pero no tonta, sabía lo que buscaba y como conseguirlo, vencida toda resistencia solo quedaba consumar su deseo de entregarme el regalo de su virginidad, nada menos.
Pantalón y calzoncillo quedaron en mis tobillos, en un solo acto junto con los zapatos volaron de escena, me arrodillé delante de esa criatura que exhibía su desnudez como ofrenda de amor, desnuda de la cintura para abajo, mata de ralos vellos negros y delgados, hacían sombra a la refulgente almeja, sus labios tiemblan queriendo abrirse, todo suavidad y tersura al contacto con mi mano, froté el conjunto virginal para asegurarme que era todo real y no fruto de mi calenturienta imaginación. Se estremece, suspira, espera ser rescatada del corsé virginal para entrar al mundo de la mujer y el goce sexual.
Blandiendo el miembro me acerco a su cueva, vuelve a temblar al primer frote entre sus labios vulvares, subo y bajo por la raja, bebiendo de su jugo, la retiro preparado para el acoso final, despacio, sin urgencia, haciéndola desearme para que el ingreso sea deseado, que su inicio sea memorable y pletórico de goce, es un regalo que le debo en su primer acto de amor.
- ¡Qué grande! ¿Me entrará? - Más coqueteo que susto. – Mi hermanito no la tiene así, tan grande, vení, tómame, ¡No aguanto más!
Flexioné sus rodillas, abrí espacio, le hice abrirse con sus propias manos para sentir como entraba en ella. Tan pronto como me sintió apoyando el glande entre sus labios se abrazó a mí, revolcamos, sobre ropa para lavar, piernas más levantadas, sin bombacha, siento el contacto del vello que rodea el tajo, abre más los labios, me retiro para regalarme una última mirada a su virginidad, el interior rosado brillante nacarado es una caricia para mi ego de macho desvirgador.
Se ofrece como breva madura al miembro que busca sus entrañas, agarrada a mis hombros ayuda a la desarmonía de tamaños. Grita, putea, llora y exige: - ¡Entrá, entrá, entrá! ¡Entrá de una vez!, ¡empuja, empuja!
En un instante de lucidez de conciencia, pienso en las consecuencias y aflojo la penetración al contacto con el velo que separa la niña de la mujer. Retiro el miembro. No para de vociferar y putear, para calmarla hice la heroica, arrodillado ante el pesebre, besé la conchita candente, lamiendo entre los labios y el botón buscando el orgasmo que la calme. - ¡Ahg! ¡Ahg! ¡ahhhhhhh!
Delicioso lamerla, saborear su esencia, dulzón al inicio, salado al final. Lamer esa conchita era ambrosía, que me endiosaba a sus ojos asombrados por el goce sin par. Se frotada contra mi boca, jadea en continuado hasta estrenarse en acabada, larga y gloriosa. Exhausta, babeante, ríe sin sentido, flota, tiembla, tirita, al borde del desmayo, despatarrada como muñeca de trapo rota. Vuelta al mundo real, mira el miembro tan rígido y privado de acción, se compadece de él.
- ¿No te duele tenerla tan dura? - Comprueba a mano propia cómo la tengo. - ¿Sí…, te le animás? - ¿Paja? - Comenzó a sacudir sin esperar la orden.
Más decisión que práctica, a dos manos para no cansarse, descubría el glande en cada movida. La llevé cerca de sus labios, la mano en su nuca la atrajo más hasta besarla, urgí a mamarla. Era su primera vez en todo, pero no le hacía asco a nada, solo quería complacerme, devolver felicidad con placer. Lo hizo como nadie.
Entraba y salía de su boca caliente y jugosa, los testículos piden liberar la carga de esperma. Será su boca, directo a la garganta, algo atorada, tragó toda la mamadera sin quejas. Quedó con ganas de más. Aceptó a regañadientes que por esa vez quedara todo ahí.
Una mañana de rabona (faltazo) al cole se me presentó y no pude (no quise) resistir ser acosado, la llevé a la casa de mi abuela, deshabitada. La timidez se derrite al calor de los besos. Zeyda besó el miembro, arma de su felicidad, ícono de deseo, imán de sus sentidos, camino a su realización femenina, pasaporte al mundo de la mujer que está a punto de emerger del capullo virgen. Acostada, la pendeja promete todo, abierta de piernas, quiere perder el virgo, sentir mi carne dentro de su carne. Con dedos y lengua avivé la brasa interior, pidió:
- ¡Por favor, Dame! ¡Dame! - Voz entrecortada por el deseo, ayudó a ponerme el forro (condón).
Gritó, mordió y puteó al desgarrarse el himen, se arrastra buscando alejarse del ariete que abre sus entrañas, asida de los hombros impido la retirada, dos golpes más y todo, a fondo. Gime, jadea, grita, resopla, detengo la penetración para darle tiempo a adaptarse al intruso. Lento retomamos la cogida, volvemos al bombeo, incrementando tono y ritmo hasta que los dos nos movemos en conjunción armónica. Junto con el orgasmo de la gitanita, di los últimos empujones y largue toda la leche junto con un bufido producido por el tremendo desahogo de la acabada larga y profusa.
El látex no soportó el fragor de la lucha, el pene salió con jirones de forro y virginidad maltrecha tiñendo el miembro vencedor. Al toque, se lavó el menjunje de leche y sangrado. Dos semanas sufrimos la espada de Damocles de un posible embarazo, hasta que le vino la regla.Festejamos con un polvo de aquellos, “fifamos”, con forro, tres meses de gloria para ambos, nada más vernos y darnos a morir, cualquier lugar, cualquier momento era el momento preciso para coger. Pero lo bueno no dura, su familia decidió levantar campamento y mudarse.
Nos despedimos en el jardín, cogida de apuro y sin forro, le estrené el traste, resistido hasta esa noche. El tiempo apremia, el deseo pudo más. El amor allanó todos los obstáculos, quería dejarme un recuerdo indeleble, hicimos el amor piel con piel, sin látex que se interponga, placer supremo entrar y salir del recinto que fui el primero en franquear.
Demoré cuanto me fue posible, alcanzó la gloria del orgasmo. A mi turno la hice colocar como perrita, ofrecer sus dos orificios a mi placer, volví a entrar en la calidez vaginal, mientras ensalivo el dedo para ingresarle por el chiquito, la doble penetración consiguió el premio de un segundo orgasmo que la agita y sacude de placer. Mientras goza extraigo sus jugos que transporto con los dedos para lubricar el esfínter.
Era el último rastro de virginidad, hasta ese momento solo horadado por mis dedos indiscretos, se deja penetrar, una y otra vez, luego dos y rotando hasta ganarme la confianza, distraigo su atención jugando con sus tetas, presionando los pezones, me retiro algo como para aproximar el glande justo en el centro del ano. Busco el momento oportuno para presionar, se frunce y reacciona, la tranquilizo haciéndole creer que el juego de siempre, se deja convencer, cede la tensión. Con la precisión de un francotirador apoyo justo, un pellizco en el pezón la distrae, una palmada en la nalga ayuda, me lanzo sobre ella con todo el peso de mi cuerpo concentrado en la punta del taladro que horada sin piedad el culito virgen. Cuando terminó de gritar y suplicar ya me tenía introducido hasta la mitad del tamaño de la verga.
Asido de sus hombros jalo hacia mí evitando cualquier movimiento de desacople, movimientos lentos hasta que se acostumbre al intruso, no cesa de pedir y suplicar que la saque, en su fuero íntimo toda mujer sabe que no habrá marcha atrás, se resigna a lo inevitable, deja que el amor venza al dolor, se entrega sin luchar, deja que entre el resto. Cuando retomo el ritmo, acompaña con retroceso de caderas el empuje, nos acoplamos a tiempo y frecuencia, los quejidos son espaciados pero intensos, me excitan aún más. El lubricante empleado para deslizar el miembro se consumió en el fragor de la cogida impiadosa, el roce le produce ardor y que termine. –Venite de una vez, no te aguanto más, duele, me duele mucho.
Los últimos lamentos son el broche de oro para este polvo glorioso. Un par de bombeos a fondo son suficientes para abrir la descarga de semen que riego su conducto rectal, fueron varios, todos en el insondable fondo. Reacciona al contacto con el fluido, como aliviando el escozor producido, me voy retirando muy lento para no producirle más daño, la cabeza queda gozando de su cuerpo hasta el último momento que aún no sabemos será el postrero de nuestro contacto carnal.
Me salí totalmente de Zeyda, ayudé a levantarse, acomodamos las ropas, me rodeó con sus brazos como náufrago a una tabla, pero nada servirá para impedir la separación, le tomo la manos y veo en sus uñas rastros de haber arañado la tierra para contener sus gemidos en la tumultuosa penetración.
El último polvo y el dolor anal le harán recordar un par de días este momento maravilloso que tuvimos juntos.
Prometimos volver a vernos, pero la vida en su designio prefijado nos llevó por senderos distintos. La carne no guarda huellas pero el corazón sí.
GITANITA DE FUEGO.
Esta historia me remonta a cuando éramos tan jóvenes. Jóvenes para soñar con un mundo mejor, capaz de ponernos el traje de Quijote y con lanza en ristre acometer contra los molinos de viento, tiempos que el mundo creía en un futuro mejor para todos, el tronar de la guerra quedó dos décadas atrás, eran momentos de cambio, tiempos de la guerra fría, y sobre todos tiempo de soñar.Con veintidós años sobre las espaldas el mundo era de nosotros, la música luminosa del rock and roll reemplazó al sonido opaco y lúgubre de los cañones, las canciones de Elvis Presley nos hacían bailar el nuevo ritmo del rock, reemplazaron las arengas militares.
Tenía todas las ganas de vivir, el mundo era mío, me lo quería comer de un mordisco, el deseo carnal ocupaba la mayor parte de nuestra vida, el sexo era uno de los objetivos más claramente definidos de mi adolescencia feliz.
Como dije el sexo era una de mis importantes prioridades, conseguirlo no era tan fácil como hoy día, vivíamos en una sociedad más pacata, más hipócrita si se quiere, más apegados al dogma religioso y al qué dirán, pero las ganas de sexo eran las mismas de los jóvenes de hoy, de todos modos no puedo quejare mis andanzas juveniles me legaron experiencia y felicidad. No voy a caer en la frase fácil de que todo tiempo pasado fue mejor por qué no estoy seguro que así sea, en todo caso es distinto, para quien escribe lo mejor es lo que está por suceder. Esta historia que voy a rememorar con los lectores me transporta a un hecho que sin duda dejó su impronta que aún perdura como imborrable y atesorado recuerdo.
Era la década de los sesenta, por ese entonces cerca de mi casa vivía una familia de gitanos, todo color y alegría de la raza nómade. Dos chicas, 18 y 19 años, un varón de 12, buenos amigos y vecinos, gente cordial y alegría para regalar. Las chicas, amigas de mi hermana, visitaban mi casa, en especial la mayor, Zeyda, con toda la gracia, pechugona (tetona), piernas largas, ojos grandes y negros como el café, belleza salvaje de carne morena, mirarla era quedar prendado de ella sin remedio.
Me gustaba un montón, desde pequeña le gustaba estar cerca de mí, sentarse en mis rodillas, casi dos años dejamos de vernos, el servicio militar en la marina (eran dos años) puso una brecha con los afectos, ahora a dos años vista las niñas habían dejado paso a dos mujeres dignas de todos los elogios. Si bien ellas seguían como si el tiempo no hubiera pasado, ya no era lo mismo, cuando las miraba veía una estupenda mujer con todo lo que hay que tener pero mejor distribuido.
Una tarde llegó Zeyda, con la misma ¿inocencia? y sencillez que antes, mientras hablaba con mi hermana se sentó sobre mis rodillas ¿jugando? Me resultaba difícil conservar la compostura, el bicho despierta, adquiere autonomía ante la presencia de esta carne joven y turgente, altera el status quo, rompe el estado de neutralidad: quiere guerra. Con la puta del barrio yo y mis amigos hicimos los primeros pininos, “bien dotado” me dijo la maestra de coito cuando quedé en bolas delante de ella en la primera presentación, después de la descarga me certificó como apto para la vida sexual y condecoró con un merecido elogio: “con esta (dijo mientras me tenía asido por la verga) no te van a faltar minas (mujeres)”
Zeyda sintió la presencia de algo bajo sus nalgas, palpó y sonrió, disimulada inocencia, cuando se levantó, volvió a mirarme y sonreír sin decir nada más, me dejó con los testículos doloridos de calentura. Las cartas están echadas, era más que evidente que el ida y vuelta de miradas había establecido un diálogo solo comprendido por dos personas que entienden el mismo código: el deseo. Esa noche, después de cenar vino a casa, no recuerdo con qué excusa, nos miramos, salí al jardín, por ese entonces lo teníamos, esperé que saliera.
Cuando pasó cerca de mí la tomé por la cintura y la atraje, nos besamos con urgencia. Labios cerrados al primer contacto, mi lengua fuerza los suyos, se abren y la reciben como rosa al rocío, la sentí sabrosa, insistí hasta que aprendió el juego del beso. Besarla era como sentir el frescor del rocío mañanero, aspirar el aroma de las rosas y gustar el sabor del néctar hecho beso de mujer.
Una tarde, todos habían salido de casa, en el lavadero nos matamos a besos, me llené la boca con los pezones gruesos y duritos, las manos de carne palpitante, primera mamada, como en las revistas prohibidas de poses, que conservábamos ocultas como tesoros. Rodamos por el piso, abrazados, jadea como pez fuera del agua, supongo que llegó al orgasmo, boca abierta, un hilo de baba por la comisura labial, plena de calentura, quería dejarse, entregarse a mí, cuanto antes.
- ¡Dale, dale!, ¡me dejo! ¡Haceme tuya! ¡Quiero ser tuya! -exigía con la urgencia de la calentura que la quema por dentro. - ¿Pero sos virgen? - ¿Y qué? No aguanto más, desde que te palpé los otros días estoy así, me toco pero no puedo calmarme – Tirón del choto, sobre la bragueta. - ¿Pero no deben llegar virgen? - ¿Y…? Sigue agarrada al choto sin intención de soltarlo o morir en el intento, habla apurada para convencerme a como dé lugar de que la haga mía de una buena vez.
Como no me decidía a tomarla, apuró la argumentación para tranquilizar mi conciencia, dijo que las jóvenes que la perdieron en el camino del placer la simulan, el viejo truco de ponerse en la conchita una piedra de alumbre para que su poder astringente estreche la abertura, luego fingir y sangre de paloma llevada escondida para manchar la bombacha, completan la farsa de la virginidad destruida por él la noche de bodas. Los tipos están tan calientes que se creen todo lo que ven, ¡son tan boludos los hombres! No había más nada qué decir, era jovencita pero no tonta, sabía lo que buscaba y como conseguirlo, vencida toda resistencia solo quedaba consumar su deseo de entregarme el regalo de su virginidad, nada menos.
Pantalón y calzoncillo quedaron en mis tobillos, en un solo acto junto con los zapatos volaron de escena, me arrodillé delante de esa criatura que exhibía su desnudez como ofrenda de amor, desnuda de la cintura para abajo, mata de ralos vellos negros y delgados, hacían sombra a la refulgente almeja, sus labios tiemblan queriendo abrirse, todo suavidad y tersura al contacto con mi mano, froté el conjunto virginal para asegurarme que era todo real y no fruto de mi calenturienta imaginación. Se estremece, suspira, espera ser rescatada del corsé virginal para entrar al mundo de la mujer y el goce sexual.
Blandiendo el miembro me acerco a su cueva, vuelve a temblar al primer frote entre sus labios vulvares, subo y bajo por la raja, bebiendo de su jugo, la retiro preparado para el acoso final, despacio, sin urgencia, haciéndola desearme para que el ingreso sea deseado, que su inicio sea memorable y pletórico de goce, es un regalo que le debo en su primer acto de amor.
- ¡Qué grande! ¿Me entrará? - Más coqueteo que susto. – Mi hermanito no la tiene así, tan grande, vení, tómame, ¡No aguanto más!
Flexioné sus rodillas, abrí espacio, le hice abrirse con sus propias manos para sentir como entraba en ella. Tan pronto como me sintió apoyando el glande entre sus labios se abrazó a mí, revolcamos, sobre ropa para lavar, piernas más levantadas, sin bombacha, siento el contacto del vello que rodea el tajo, abre más los labios, me retiro para regalarme una última mirada a su virginidad, el interior rosado brillante nacarado es una caricia para mi ego de macho desvirgador.
Se ofrece como breva madura al miembro que busca sus entrañas, agarrada a mis hombros ayuda a la desarmonía de tamaños. Grita, putea, llora y exige: - ¡Entrá, entrá, entrá! ¡Entrá de una vez!, ¡empuja, empuja!
En un instante de lucidez de conciencia, pienso en las consecuencias y aflojo la penetración al contacto con el velo que separa la niña de la mujer. Retiro el miembro. No para de vociferar y putear, para calmarla hice la heroica, arrodillado ante el pesebre, besé la conchita candente, lamiendo entre los labios y el botón buscando el orgasmo que la calme. - ¡Ahg! ¡Ahg! ¡ahhhhhhh!
Delicioso lamerla, saborear su esencia, dulzón al inicio, salado al final. Lamer esa conchita era ambrosía, que me endiosaba a sus ojos asombrados por el goce sin par. Se frotada contra mi boca, jadea en continuado hasta estrenarse en acabada, larga y gloriosa. Exhausta, babeante, ríe sin sentido, flota, tiembla, tirita, al borde del desmayo, despatarrada como muñeca de trapo rota. Vuelta al mundo real, mira el miembro tan rígido y privado de acción, se compadece de él.
- ¿No te duele tenerla tan dura? - Comprueba a mano propia cómo la tengo. - ¿Sí…, te le animás? - ¿Paja? - Comenzó a sacudir sin esperar la orden.
Más decisión que práctica, a dos manos para no cansarse, descubría el glande en cada movida. La llevé cerca de sus labios, la mano en su nuca la atrajo más hasta besarla, urgí a mamarla. Era su primera vez en todo, pero no le hacía asco a nada, solo quería complacerme, devolver felicidad con placer. Lo hizo como nadie.
Entraba y salía de su boca caliente y jugosa, los testículos piden liberar la carga de esperma. Será su boca, directo a la garganta, algo atorada, tragó toda la mamadera sin quejas. Quedó con ganas de más. Aceptó a regañadientes que por esa vez quedara todo ahí.
Una mañana de rabona (faltazo) al cole se me presentó y no pude (no quise) resistir ser acosado, la llevé a la casa de mi abuela, deshabitada. La timidez se derrite al calor de los besos. Zeyda besó el miembro, arma de su felicidad, ícono de deseo, imán de sus sentidos, camino a su realización femenina, pasaporte al mundo de la mujer que está a punto de emerger del capullo virgen. Acostada, la pendeja promete todo, abierta de piernas, quiere perder el virgo, sentir mi carne dentro de su carne. Con dedos y lengua avivé la brasa interior, pidió:
- ¡Por favor, Dame! ¡Dame! - Voz entrecortada por el deseo, ayudó a ponerme el forro (condón).
Gritó, mordió y puteó al desgarrarse el himen, se arrastra buscando alejarse del ariete que abre sus entrañas, asida de los hombros impido la retirada, dos golpes más y todo, a fondo. Gime, jadea, grita, resopla, detengo la penetración para darle tiempo a adaptarse al intruso. Lento retomamos la cogida, volvemos al bombeo, incrementando tono y ritmo hasta que los dos nos movemos en conjunción armónica. Junto con el orgasmo de la gitanita, di los últimos empujones y largue toda la leche junto con un bufido producido por el tremendo desahogo de la acabada larga y profusa.
El látex no soportó el fragor de la lucha, el pene salió con jirones de forro y virginidad maltrecha tiñendo el miembro vencedor. Al toque, se lavó el menjunje de leche y sangrado. Dos semanas sufrimos la espada de Damocles de un posible embarazo, hasta que le vino la regla.Festejamos con un polvo de aquellos, “fifamos”, con forro, tres meses de gloria para ambos, nada más vernos y darnos a morir, cualquier lugar, cualquier momento era el momento preciso para coger. Pero lo bueno no dura, su familia decidió levantar campamento y mudarse.
Nos despedimos en el jardín, cogida de apuro y sin forro, le estrené el traste, resistido hasta esa noche. El tiempo apremia, el deseo pudo más. El amor allanó todos los obstáculos, quería dejarme un recuerdo indeleble, hicimos el amor piel con piel, sin látex que se interponga, placer supremo entrar y salir del recinto que fui el primero en franquear.
Demoré cuanto me fue posible, alcanzó la gloria del orgasmo. A mi turno la hice colocar como perrita, ofrecer sus dos orificios a mi placer, volví a entrar en la calidez vaginal, mientras ensalivo el dedo para ingresarle por el chiquito, la doble penetración consiguió el premio de un segundo orgasmo que la agita y sacude de placer. Mientras goza extraigo sus jugos que transporto con los dedos para lubricar el esfínter.
Era el último rastro de virginidad, hasta ese momento solo horadado por mis dedos indiscretos, se deja penetrar, una y otra vez, luego dos y rotando hasta ganarme la confianza, distraigo su atención jugando con sus tetas, presionando los pezones, me retiro algo como para aproximar el glande justo en el centro del ano. Busco el momento oportuno para presionar, se frunce y reacciona, la tranquilizo haciéndole creer que el juego de siempre, se deja convencer, cede la tensión. Con la precisión de un francotirador apoyo justo, un pellizco en el pezón la distrae, una palmada en la nalga ayuda, me lanzo sobre ella con todo el peso de mi cuerpo concentrado en la punta del taladro que horada sin piedad el culito virgen. Cuando terminó de gritar y suplicar ya me tenía introducido hasta la mitad del tamaño de la verga.
Asido de sus hombros jalo hacia mí evitando cualquier movimiento de desacople, movimientos lentos hasta que se acostumbre al intruso, no cesa de pedir y suplicar que la saque, en su fuero íntimo toda mujer sabe que no habrá marcha atrás, se resigna a lo inevitable, deja que el amor venza al dolor, se entrega sin luchar, deja que entre el resto. Cuando retomo el ritmo, acompaña con retroceso de caderas el empuje, nos acoplamos a tiempo y frecuencia, los quejidos son espaciados pero intensos, me excitan aún más. El lubricante empleado para deslizar el miembro se consumió en el fragor de la cogida impiadosa, el roce le produce ardor y que termine. –Venite de una vez, no te aguanto más, duele, me duele mucho.
Los últimos lamentos son el broche de oro para este polvo glorioso. Un par de bombeos a fondo son suficientes para abrir la descarga de semen que riego su conducto rectal, fueron varios, todos en el insondable fondo. Reacciona al contacto con el fluido, como aliviando el escozor producido, me voy retirando muy lento para no producirle más daño, la cabeza queda gozando de su cuerpo hasta el último momento que aún no sabemos será el postrero de nuestro contacto carnal.
Me salí totalmente de Zeyda, ayudé a levantarse, acomodamos las ropas, me rodeó con sus brazos como náufrago a una tabla, pero nada servirá para impedir la separación, le tomo la manos y veo en sus uñas rastros de haber arañado la tierra para contener sus gemidos en la tumultuosa penetración.
El último polvo y el dolor anal le harán recordar un par de días este momento maravilloso que tuvimos juntos.
Prometimos volver a vernos, pero la vida en su designio prefijado nos llevó por senderos distintos. La carne no guarda huellas pero el corazón sí.
espero que les alla gustado , y ya que estamos les quiero agradeser a todos y cada uno de los poringeros y poringeras que alguna ves pasaron por mis post, gracias.
53 comentarios - gitanita de fuego, relato erotico.
sos regrosooooooooooooo
Gracias por el post,
YO PASE POR TU POST Y COMENTE ,
PASA TU POR EL MIO[/color]
😳 😳 😳 😳 😳 😳
sos regrosooooooooooooo
Gracias por el post,
YO PASE POR TU POST Y COMENTE ,
PASA TU POR EL MIO[/color]
van 10 talentitos
😀 😀 😀 😀
Muy buena la última frase. Muy bueno el relato, me hiciste acordar a algunas vivencias de pendejo, te felicito si lo escribiste vos.
Pero barbeta, como te pregunte por mp, no me explico poruqe decís que es tu último post. La verdad que te considero un gran poringuero, y muchos lo piensan asi. Pero bueno, cada uno sabe.
Igual, gracias x todos tus aportes a la comunidad P!.
Saludos. El exorcista.-
Espero que no sea el último!
tomito1 P!
excelente relato
sos un grosoooooooooooooooo
YARARAGUAZU P! Gracias por el post,
yo pase por tu post ,pasa por los mios
quien comenta agradece
No afloje barbeta que no abundan los grandes poringueros como usted 😉 😉 😉 😉 😉 😉
aguante barba!!!!!!!!
no afloje!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
saludos..Charly y Mapu!!
Un saludo y ojalá hasta pronto! 😉
ahora eso no se encuentra una nena virgen 😀 😀 😀
pero tremendo relato tremenda perrita del relato 😀 😀
no comprendo el porq se despide gran user 🙄 🙄 🙄
Gracias Por Compartir Con
Gracias por compartir en P!
Esperamos que nos acompañes con tus comentarios...
FULLDIEGO La banda de P!
>Excelente post!!!!!
LaUtY99
muy buen trabajo!!
no podemos permitir que un buen narrador nos abandone
espero que reflexiones y hagas un lugar para mantener el vicio poringuero y las amistades
agendado para podio
GRACIAS POR PERMITIRNOS SOÑAR
LLUVIA DE BENDICIONES !!!
brujo777 P! después del amor mi mejor compañía
saludes y acá estaremos esperandote
Exitos
Y PARA ESTE MAGNIFICO TRABAJO +10[/color] [
gracias por el tremendo aporte !!!
no se porque de tu partida amigazo,pero siempre hay otra opcion y siempre se puede mas !!!
usted es un groso y aca lo necesitamos !!!
SERLEV2004
La Banda de P!
es una pena ke se vaya... esperemos verlo pronto otra vez
saludos amigazo muchas gracias por la invitacion...
qe lastima qe te vass 😐
pero wenn...
te despediste con lo mejorr ^^^[/color=darkblue]
me gusto mucho la parte del sexo anal 🙎♂️ 🙎♂️ 🙎♂️
hasta luego barbeta 🆒 🆒 🆒 🆒
gracias por la invitacion 😉
Felicidades!!!!!!!!
terrrible post
ojala no sea el ultimo y te tengamos de pronto de vuelta
a las ordenes
Lonely
Y Aca te Vamos a Estar Espernado!!!
Un Gran Abrazo!
BUENO PARECE QUE ESTA DE MODA DESERTAR DE P! 😢
espero que no queremos mas post tuyos
MUY BUEN RELATO!!!
Amigo BARBETA,los comentarios vienen y van!!!
los amigos estamos aquí!!! 😉 🙂
Un abrazo y pa la agenda!!! 😀
ÁNIMO AMIGO!!! 😃
LarryBryant P!
EL AMIGO BARBETA,NOS ENTREGÓ UN GRAN RELATO!!!
😉 🙂
LarryBryant P!
coinsido!!!! vamos!!! no se desanime!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Yo pase por tu post..vos.pasaste por el mio?
¡¡¡¡¡¡...el comentar es dejar tu huella en el post...!!!!!
te pasaste culiauuuuuuuu !!!