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anecdota sexual


aclaro esto lo encontre en internet me pareciogracioso y lo traigo para compartir

agosto 26.- Historias de moteles debe haber muchas, algunas más inolvidables que otras. En esta oportunidad, seis mujeres se atrevieron a contarnos las suyas.

Duerme con niños y amanecerás mojada...
Mane, 30 años
“Mojada precisamente no desperté... Sin embargo, dormir con un tipo menor que tú a veces puede ser una terrible experiencia. Para cuidar la identidad del chico en cuestión, le pondré Carlos, hijo menor de padres -ancianos- españoles. Carlos tenía, en ese entonces 23 años, y yo 28. La edad para mí, nunca fue un problema, hasta que llegamos a un motel...”
“No quise preguntarle si era su primera vez, pero por su nerviosismo deduje que sí. Una vez que entramos a la cabaña, ya estaba sobre mí, sin ningún tipo de seducción. Luego cuando ya en algo habíamos logrado un precalentamiento, suena su celular. Era su mamá, preguntándole una y otra vez dónde estaba y a qué hora regresaría. ¡Claro! ¿Qué más podría haber pasado? Estaba muy angustiado y me pidió que nos fuéramos”.

“Probablemente el castigo sería superior a lo que podría obtener de mí esa noche. El problema fue que mientras se vestía se dio cuenta que le faltaba un calcetín... Buscamos por todas partes, y nada del calcetín... aunque yo no entendía por qué tanta urgencia, si nadie vería si llegaba o no con un calcetín menos. Aunque ahora lo pienso, tal vez lo revisarían a su regreso… ¡No me quiero ni imaginar! Cuento corto, lo fui a dejar a su casa, sí yo, porque era yo quien lo iba a buscar y a dejar en auto. Ah... Y nunca más salí con él”.


Sin plata para pagar
Susan, 35 años
“Luego de una larga y lujuriosa noche, decidimos retornar a nuestros hogares y cuando llega la cuenta, ¡sorpresa!, mi amorcito se da cuenta de la falta de su billetera”.
“Luego del pánico inicial y de chequear todo el lugar, yo le dije: ‘No te preocupes, ando con mi chequera, yo puedo pagar’. Okey, respiramos aliviados, hasta que con horror me percato que no tenía ¡mi carné de identidad! O sea, imposible pagar, imposible salir...”

“Hablamos con la persona a cargo y él insistía que sin carné no había pago, y sugirió que yo saliera y fuera a buscar el maldito documento, sin saber que la señorita ¡no sabía manejar! Mi pololo no quería dejarme sola, además con qué cara explica en la casa de mis padres que necesita mi carné para pagar la cuenta del motel donde hemos pasado toda la noche tirando”.

“Ir a su casa tampoco era posible porque está en el otro extremo de Santiago. Finalmente, la brillante solución, debemos ir con el guardia a mi casa a buscar el maldito documento. Y así lo hicimos... Está de más decir que nunca volvimos a ese motel”.

De colegiala fuera de la cabaña
Angélica, 30 años
“Era la décima novena vez que volvíamos con mi pololo de toda la vida. No recuerdo en qué momento me dijo que una de sus fantasías eran las colegialas… Y eso que tenía 29 años no más”.
“El asunto es que me compré el mentado disfraz: Falda tipo cenefa de cortina de lo corta que era, camisa transparente blanca anudada a la cintura, corbata, botas negras taco aguja, obvio. Le propuse que fuéramos a un motel para cumplirle su fantasía”.

“Él estaba notoriamente nervioso (me da risa porque llevábamos casi 10 años juntos). Así que me disfracé, salí de la habitación para fingir que era una alumna llamando a la puerta de la oficina del profesor, pero él se demoraba en abrir porque no me escuchaba y mientras, fui absolutamente escaneada por las parejas que iban llegando al lugar, que afortunadamente me miraron con ternura”.

“Al fin me abrió, y como supuestamente tenía malas notas, tuve que hacer toda una performance para que me pusiera un 7. Al final y como corresponde en toda graduación, había que lanzarse a alguna pileta… ¡El jacuzzi! Y así me gradué de sex symbol y descubrí que el made in China que compré encogía y ahora sólo me serviría para disfrazar de colegiala a una barbie. Así que parece que tendré que volver a invertir si tengo un próximo pololo que me pida un cuadro plástico de esa envergadura”.


Descubierta por todos los compañeros
Nicole, 31 años
“Estaba en la universidad y llevaba varios años pololeando, pero nunca habíamos ido a un motel. Hasta que una vez se nos ocurrió ir a uno que estaba cerca de la universidad después de clases”.
“Entramos escondidos, logrando que nadie nos viera. Pasamos a una casa toda decorada con espejos, terciopelo rojo y figuras doradas… Nos metieron en un cuartucho con cortina a esperar que nos atendieran, luego la abrieron abruptamente y nos dijeron que debíamos ir a la otra casa porque ya no quedaban habitaciones”.

“Nosotros pensamos que era ahí mismo… Pues no, debimos atravesar la calle a pata, con esta señora adelante, para pasar de un motel a otro ¡caminando! Toda la universidad nos vio y las bromas se escuchaban hasta Plaza Italia. Fue muy vergonzoso y arruinó todo el encuentro. Lo peor, era que para irse, el recorrido era el mismo. Todo mal”.


Deshidratada por el jacuzzi
Paulina, 29 años
“Resulta que el motel tenía jacuzzi y estuvimos ahí mucho rato regaloneando. Todo muy bien, muy bonito, hasta que decidimos pasarnos a la cama y empezar la acción de verdad y yo estaba todo lo que es seca... Así, tal cual”.
“No había caso, no había lubricación y, por ende, tampoco habría acción. Por más que intentamos cambiar la situación, no hubo caso, lo que fue muy frustrante. Según la teoría que manejo hasta ahora, el exceso de agua hizo que me deshidratara y no hubo caso... Me dolía mucho y aunque estaban todos los incentivos dados, no se pudo”.

“Después me bajó toda la lata, hasta la pena, en plan mi vida, soy incapaz de satisfacerte y cosas así... Si hasta un llantito me pegué. Y, por supuesto, salvo ver tele y comernos los maníes no hicimos nada más interesante y las lucas perdidas, obvio”.

Motel ultra ordinario
Lupe, 26 años
“Cumplíamos tres años de pololeo, y se me ocurrió llevarlo a un motel, que por lo que me habían dicho era espectacular, aparte del Valdivia. Llegamos el día domingo cada uno con su bolso, ya que al otro día cada uno se iba a su trabajo”.
“Nos subieron a un ascensor súper chiquitito y sus paredes eran de estampado peludo de cebra, más un mozo que nos acompañaba a la habitación. ¡Era la habitación del terror, nunca había visto algo tan feo! Todo oscuro, sólo había una lámpara de pie con una ampolleta azul horrible y el resto estaban todas quemadas, ni en el baño había luz. La alfombra eran puros parches, la cama estaba empotrada en la pared y con velos llenos de polvo, una chimenea con rejas, que yo ya veía que salían ratones, el jacuzzi todo sucio y la decoración que tenía eran puras piedras de colores pegadas en su alrededor, pero lo peor de todo es que mi pololo me dijo esos son chicles, porque eran de todos colores y se caían solas”.

“Cuando vamos encendiendo la tele, la programación ya había terminado y los enchufes estaban al lado del jacuzzi, para morir electrocutados. Nos dieron dos bebidas y para picar ni siquiera maní, sino unas seis galletas de soda. ¡Demasiado ordinario! Lo más entretenido fue que debido a esta situación lo único que hicimos fue abrir el regalo que él me dio por nuestro aniversario y a los 20 minutos agarramos nuestros bolsos y nos fuimos”.

“Para terminar de rematarla, en la puerta nos entregaron otro carné, de otro señor y no el de mi novio… Menos mal que nos dimos cuenta. Yo lo pasé pésimo porque me dio mucha lata porque era nuestra noche, pero él lo tomo con mucho humor. Moraleja: Nunca crean en las imágenes que ven por internet y lo barato cuesta demasiado caro. Pero es algo que nunca vamos a olvidar”.



anecdota sexual

3 comentarios - anecdota sexual

delpro4ever
muy buenos esos relatos muy humorísticos jejejeje

gracias
kramalo
jaaa.....!!! muy bueno....pero..ojo, si no tenes dinero, o lo tenes justo...mejor, no vayas, ponela en tu casa.....