Todo está en calma.
Reina la paz.
La luz sigue allá al final del pasillo (¿será esa maldita luz?).
Mi cuerpo lo siento liviano, lánguido, como si no fuera mío, capaz de transportarme sin tocar el suelo.
Mi cabeza no pesa y todo pensamiento es blanco. No puedo ver más allá de pocos metros.
No se cuanto llevo de esta sensación, ni cuanto va a durar.
Pasos, voces, murmullos.
Busco, pero no encuentro.
Mis sentidos se agudizan, pero no distingo.
Comprendo, pero no siento.
Mis entrañas se encienden de ardor. Sigo en el mismo lugar aunque mis piernas quieren correr, siento el movimiento, pero también la quietud.
Mi cuerpo quiere cerrarse pero es invadido.
Manos, lenguas, susurros, sexo.
Sexo por todos lados, lo puedo oler. Las yemas de mis dedos, más sensibles que nunca lo alcanzan a tocar.
Mi estómago se revuelve, el dolor es insoportable. Siento cuerpos extraños que pretenden entrar en mí.
Grito.
Silencio. No me oigo, pero me veo con esa mueca de terror y asombro tan característica en mí.
La misma cara que puse cuando ví las dos luces venir de frente. Antes del golpe.
Después de eso, nada más. El pasillo, la luz, la languidez…
Pasos otra vez, pero ahora se alejan, más pausados, más lentos. Sin voces.
Otra vez la luz, más blanca.
Me duele el cuerpo, hago un esfuerzo sobrehumano por chequear mis dolores.
Mis entrañas siguen ardiendo, no puedo controlarlo. Necesito placer, mi vientre lo pide, mis piernas se tensan, se va aplacando el dolor, pero necesito desprenderme de esta sensación.
Mis manos me buscan, no me responden. Mis sienes laten. Muerdo mis labios y no me siento. Por fin la humedad necesaria. Mis manos encuentran, no se de que manera mi ardiente monte, y comienzo una fricción endemoniada. Mis tetas, turgentes, se hinchan y quieren explotar. Toda mi piel se sensibiliza, siento el calor de mis jugos en mi entrepierna. Mi vagina arde, la piel sensible de mis labios vaginales parece lastimada. No se si logré darme placer o causarme dolor.
La sensación de orgasmo fue corta, pero intensa. Luego el dolor.
Luego la calma.
Otra vez el pasillo y la luz, esta vez más aplacada.
Me duermo o por lo menos eso creo.
La noche era una boca de lobo, cerrada, incorruptible.
El auto iba tan rápido como podía.
Buscábamos un lugar en donde revolcarnos y someternos al otro.
Ya había bebido de su boca.
Ya había tenido su mano en mi concha.
Ya había tenido su lengua en mis tetas.
Ya había comprobado la medida de su pija y ahora la deseaba como agua.
Buscábamos escaparnos de todo, necesitábamos encontrar ese lugar que pudiera albergar toda nuestra calentura.
Otra vez las voces y los pasos acelerados.
Por fin la habitación, roja.
En el medio la cama, redonda, y yo arriba, tirada, echada, despojada, inerte.
Una pija en mis tetas se refriega con desesperación.
Mi cabeza soporta el peso de un cuerpo que introduce su carne en mi boca.
Me dejo hacer, necesito sexo, necesito placer, necesito acabar y acabar como una yegua hasta gritar.
Mi concha es terreno fértil en donde pijas y más pijas, dejan sus torrenciales lluvias de semen hasta llenarme una y otra vez. Y pido más, quiero más. Quiero sentir todo lo que tengo adentro.
Sigo oliendo a sexo. Mi olfato está más agudo que de costumbre y mi propio olor mezclado con el sexo, tan necesario, me enciende.
Otra vez arden mis entrañas, la paz que hay en mi no se conlleva con la sensación de desborde que siento y no puedo encontrar el equilibrio, aunque creo que mi cuerpo se encarga de ello.
Nada es demasiado, mi cuerpo explota una y otra vez en andanada de orgasmos. Me siento húmeda, toda mojada, mis piernas tiemblan y no puedo mantener la vertical, aunque no estoy parada.
Otra vez las voces se alejan junto a esos pasos desacelerados y relajados. Quiero gritarles que se detengan, que vuelvan, que necesito el ardor en mis entrañas, que necesito sentir ese olor a sexo que se va junto a ellos.
Y con la ausencia otra vez el pasillo, la luz, la paz.
No podíamos más con nuestros cuerpos. Mi mano buscó su vientre y tanteó esa hermosa pija, me agaché a chuparla, me era incómodo, pero como podía seguía a delante. Él con una mano desgarró mi tanga y comenzó a hacer resbalar sus dedos por la humedad de mi concha.
Todo estaba a punto de prenderse fuego.
Una curva nos volvió a la realidad.
Me incorporé a mi asiento, pero seguí jugando con mi mano.
No se cuanto más podría soportar sin tener esa pija dentro mío.
Nuestras manos jugaban con el vientre del otro.
De pronto un chorro espeso de leche empezó a caer por mi mano. Esa pija estallaba sobre mí. Lo miré y sus ojos se iluminaban, gimió, casi gritó, echó su cabeza hacia atrás, para disfrutar más el momento.
Dos luces nos cegaron, fue un instante, menos de un segundo.
Estruendo, vidrios, humo, sangre.
No se cada cuanto vienen esas voces a salvarme. A sacarme de ese endemoniado pasillo.
Ahí están otra vez, más voces, más pasos.
Ya están acá..
Siento mi cuerpo girar y girar.
Vuelo y giro y puedo ver todo blanco debajo mío.
Necesito volver a sentir todo lo que sentía. Todo ese placer que traen las voces.
Sigo mirando debajo mío, todo me pertenece. Mi cuerpo es alto y nadie puede alcanzarme.
De pronto siento mi espalda partirse en dos, me quiebro. Trato de mantenerme, no quiero perder el equilibrio, pero una fuerza que no alcanzo a comprender se mete en mi y trata de separarme. Mi columna se hace astillas, todo mi sostén pasa a ser mi piel.
Grito, lloro, trato de agarrarme y volver hacia la luz, pero no puedo. Todos mis esfuerzos son inútiles.
Siento que voy a morir, pero no puedo, el dolor es más fuerte, sube desde mi cadera hasta la base de mi nuca, ni el ardor de mis entrañas pueden calmarlo. Tengo que escapar, no creo que pueda aguantar tanto dolor mucho más tiempo.
Las voces ahora me ensordecen, son carcajadas, gritos, todo está fuera de control, no se quien soy ni donde estoy y ya creo que ni mi cuerpo lo sabe.
Váyanse, por favor váyanse, grito en un hilo de voz que no tengo.
Misteriosamente, las voces, esas malditas voces, se alejan, silenciosas, acompañadas de los mismos relajados pasos.
Vuelvo en mí, al pasillo, a la luz.
El pasillo empieza a hacerse cada vez más pequeño, la luz ya no es tan potente.
Mi cuerpo es como que empieza a encenderse y noto dolor en cada centímetro de mi ser.
El piso empieza a desvanecerse y comienzo a caer. La distancia es eterna y mi cabeza mezcla la sensación de pavor, con la libertad.
Abro mis manos, siento el aire en a cara y disfruto mi cabello despegarse de mi.
Caigo, una y otra vez caigo en espiral.
En un círculo sin fin.
Me estrello.
Entro en mi.
Abro los ojos, una luz fuerte y blanca, pero no la misma, me ciega.
De a poco me acostumbro a la blancura que me rodea.
Tengo sed.
Una palabra que quería salir de mi boca se transforma en un sonido inconexo al estrellarse contra el aire.
Estoy en una cama, en lo que imagino la sala de un hospital.
Al lado mío hay tres personas.
Una doctora, una enfermera creo y un señor mayor de traje.
- Hola, no trates de hablar, soy la DRa. Miguez, estás aquí hace quince días, entraste en coma luego de un accidente en un auto.
Miraba sin entender nada.
Mi mirada buscó a alguna cara conocida, paré en la del señor que estaba al lado de la doctora.
Ella adivinó quizás mi interrogación.
- Él es el Dr. Ferrer, el abogado de la clínica, va a estar a tu disposición. Queremos que sepas que hubo ciertos problemas con vos mientras estabas inconsciente, pero los responsables ya no van a trabajar más acá. Nos vamos a hacer cargo de todo. Por lo pronto necesitamos hacerte estudios de embarazo, SIDA y cualquier enfermedad venérea.
No alcanzaba a entender nada de lo que me decían. Solo sentía dolor en mi, la espalda me dolía mucho.
Había sangre en la sábana de debajo de mi cama.
- Descansá, te hace falta- dijo la Dra.
Esa noche descansé por primera vez como hacía tiempo no descansaba.
Sin pasillo, sin luz, pero con mucha paz.
Las voces nunca más regresaron.
Las necesitaba.
Fin.
Reina la paz.
La luz sigue allá al final del pasillo (¿será esa maldita luz?).
Mi cuerpo lo siento liviano, lánguido, como si no fuera mío, capaz de transportarme sin tocar el suelo.
Mi cabeza no pesa y todo pensamiento es blanco. No puedo ver más allá de pocos metros.
No se cuanto llevo de esta sensación, ni cuanto va a durar.
Pasos, voces, murmullos.
Busco, pero no encuentro.
Mis sentidos se agudizan, pero no distingo.
Comprendo, pero no siento.
Mis entrañas se encienden de ardor. Sigo en el mismo lugar aunque mis piernas quieren correr, siento el movimiento, pero también la quietud.
Mi cuerpo quiere cerrarse pero es invadido.
Manos, lenguas, susurros, sexo.
Sexo por todos lados, lo puedo oler. Las yemas de mis dedos, más sensibles que nunca lo alcanzan a tocar.
Mi estómago se revuelve, el dolor es insoportable. Siento cuerpos extraños que pretenden entrar en mí.
Grito.
Silencio. No me oigo, pero me veo con esa mueca de terror y asombro tan característica en mí.
La misma cara que puse cuando ví las dos luces venir de frente. Antes del golpe.
Después de eso, nada más. El pasillo, la luz, la languidez…
Pasos otra vez, pero ahora se alejan, más pausados, más lentos. Sin voces.
Otra vez la luz, más blanca.
Me duele el cuerpo, hago un esfuerzo sobrehumano por chequear mis dolores.
Mis entrañas siguen ardiendo, no puedo controlarlo. Necesito placer, mi vientre lo pide, mis piernas se tensan, se va aplacando el dolor, pero necesito desprenderme de esta sensación.
Mis manos me buscan, no me responden. Mis sienes laten. Muerdo mis labios y no me siento. Por fin la humedad necesaria. Mis manos encuentran, no se de que manera mi ardiente monte, y comienzo una fricción endemoniada. Mis tetas, turgentes, se hinchan y quieren explotar. Toda mi piel se sensibiliza, siento el calor de mis jugos en mi entrepierna. Mi vagina arde, la piel sensible de mis labios vaginales parece lastimada. No se si logré darme placer o causarme dolor.
La sensación de orgasmo fue corta, pero intensa. Luego el dolor.
Luego la calma.
Otra vez el pasillo y la luz, esta vez más aplacada.
Me duermo o por lo menos eso creo.
La noche era una boca de lobo, cerrada, incorruptible.
El auto iba tan rápido como podía.
Buscábamos un lugar en donde revolcarnos y someternos al otro.
Ya había bebido de su boca.
Ya había tenido su mano en mi concha.
Ya había tenido su lengua en mis tetas.
Ya había comprobado la medida de su pija y ahora la deseaba como agua.
Buscábamos escaparnos de todo, necesitábamos encontrar ese lugar que pudiera albergar toda nuestra calentura.
Otra vez las voces y los pasos acelerados.
Por fin la habitación, roja.
En el medio la cama, redonda, y yo arriba, tirada, echada, despojada, inerte.
Una pija en mis tetas se refriega con desesperación.
Mi cabeza soporta el peso de un cuerpo que introduce su carne en mi boca.
Me dejo hacer, necesito sexo, necesito placer, necesito acabar y acabar como una yegua hasta gritar.
Mi concha es terreno fértil en donde pijas y más pijas, dejan sus torrenciales lluvias de semen hasta llenarme una y otra vez. Y pido más, quiero más. Quiero sentir todo lo que tengo adentro.
Sigo oliendo a sexo. Mi olfato está más agudo que de costumbre y mi propio olor mezclado con el sexo, tan necesario, me enciende.
Otra vez arden mis entrañas, la paz que hay en mi no se conlleva con la sensación de desborde que siento y no puedo encontrar el equilibrio, aunque creo que mi cuerpo se encarga de ello.
Nada es demasiado, mi cuerpo explota una y otra vez en andanada de orgasmos. Me siento húmeda, toda mojada, mis piernas tiemblan y no puedo mantener la vertical, aunque no estoy parada.
Otra vez las voces se alejan junto a esos pasos desacelerados y relajados. Quiero gritarles que se detengan, que vuelvan, que necesito el ardor en mis entrañas, que necesito sentir ese olor a sexo que se va junto a ellos.
Y con la ausencia otra vez el pasillo, la luz, la paz.
No podíamos más con nuestros cuerpos. Mi mano buscó su vientre y tanteó esa hermosa pija, me agaché a chuparla, me era incómodo, pero como podía seguía a delante. Él con una mano desgarró mi tanga y comenzó a hacer resbalar sus dedos por la humedad de mi concha.
Todo estaba a punto de prenderse fuego.
Una curva nos volvió a la realidad.
Me incorporé a mi asiento, pero seguí jugando con mi mano.
No se cuanto más podría soportar sin tener esa pija dentro mío.
Nuestras manos jugaban con el vientre del otro.
De pronto un chorro espeso de leche empezó a caer por mi mano. Esa pija estallaba sobre mí. Lo miré y sus ojos se iluminaban, gimió, casi gritó, echó su cabeza hacia atrás, para disfrutar más el momento.
Dos luces nos cegaron, fue un instante, menos de un segundo.
Estruendo, vidrios, humo, sangre.
No se cada cuanto vienen esas voces a salvarme. A sacarme de ese endemoniado pasillo.
Ahí están otra vez, más voces, más pasos.
Ya están acá..
Siento mi cuerpo girar y girar.
Vuelo y giro y puedo ver todo blanco debajo mío.
Necesito volver a sentir todo lo que sentía. Todo ese placer que traen las voces.
Sigo mirando debajo mío, todo me pertenece. Mi cuerpo es alto y nadie puede alcanzarme.
De pronto siento mi espalda partirse en dos, me quiebro. Trato de mantenerme, no quiero perder el equilibrio, pero una fuerza que no alcanzo a comprender se mete en mi y trata de separarme. Mi columna se hace astillas, todo mi sostén pasa a ser mi piel.
Grito, lloro, trato de agarrarme y volver hacia la luz, pero no puedo. Todos mis esfuerzos son inútiles.
Siento que voy a morir, pero no puedo, el dolor es más fuerte, sube desde mi cadera hasta la base de mi nuca, ni el ardor de mis entrañas pueden calmarlo. Tengo que escapar, no creo que pueda aguantar tanto dolor mucho más tiempo.
Las voces ahora me ensordecen, son carcajadas, gritos, todo está fuera de control, no se quien soy ni donde estoy y ya creo que ni mi cuerpo lo sabe.
Váyanse, por favor váyanse, grito en un hilo de voz que no tengo.
Misteriosamente, las voces, esas malditas voces, se alejan, silenciosas, acompañadas de los mismos relajados pasos.
Vuelvo en mí, al pasillo, a la luz.
El pasillo empieza a hacerse cada vez más pequeño, la luz ya no es tan potente.
Mi cuerpo es como que empieza a encenderse y noto dolor en cada centímetro de mi ser.
El piso empieza a desvanecerse y comienzo a caer. La distancia es eterna y mi cabeza mezcla la sensación de pavor, con la libertad.
Abro mis manos, siento el aire en a cara y disfruto mi cabello despegarse de mi.
Caigo, una y otra vez caigo en espiral.
En un círculo sin fin.
Me estrello.
Entro en mi.
Abro los ojos, una luz fuerte y blanca, pero no la misma, me ciega.
De a poco me acostumbro a la blancura que me rodea.
Tengo sed.
Una palabra que quería salir de mi boca se transforma en un sonido inconexo al estrellarse contra el aire.
Estoy en una cama, en lo que imagino la sala de un hospital.
Al lado mío hay tres personas.
Una doctora, una enfermera creo y un señor mayor de traje.
- Hola, no trates de hablar, soy la DRa. Miguez, estás aquí hace quince días, entraste en coma luego de un accidente en un auto.
Miraba sin entender nada.
Mi mirada buscó a alguna cara conocida, paré en la del señor que estaba al lado de la doctora.
Ella adivinó quizás mi interrogación.
- Él es el Dr. Ferrer, el abogado de la clínica, va a estar a tu disposición. Queremos que sepas que hubo ciertos problemas con vos mientras estabas inconsciente, pero los responsables ya no van a trabajar más acá. Nos vamos a hacer cargo de todo. Por lo pronto necesitamos hacerte estudios de embarazo, SIDA y cualquier enfermedad venérea.
No alcanzaba a entender nada de lo que me decían. Solo sentía dolor en mi, la espalda me dolía mucho.
Había sangre en la sábana de debajo de mi cama.
- Descansá, te hace falta- dijo la Dra.
Esa noche descansé por primera vez como hacía tiempo no descansaba.
Sin pasillo, sin luz, pero con mucha paz.
Las voces nunca más regresaron.
Las necesitaba.
Fin.
13 comentarios - Las Voces.
hasta el proximo
TU ESTILO DE ESCRIBIR ES SORPRENDENTE Y MUY ORIGINAL.
TE FELICITO, POCO A POCO IRÉ PASANDO X TUS ANTERIORES POST
Gracias por la invitacion!!
Fedote! 🙎♂️
relato,es la primera vez q leo un relato tuyo y me gusto mucho,de a
poco ire pasando x los anteriores,q deben ser de una excelente
calidad como el q acabo de leer 😉
Muy bueno!!!
Olivia.
TREMENDAMENTE CONSTERNADOR ,NO ME DISTE RESPIRO HASTA EL FINAL !!!
UNA MEZCLA REALMENTE ARROLLADORA,EXITACION,DOLOR,INSERTIDUMBRE,SUSPENSO CON UN DESENLASE SORPRENDENTE !!!
GRACIAS POR INVITARME ...SALUDOS ...
fuertes y llenos de sangre, lágrimas, sensaciones son estos giros:
\"siento el calor de mis jugos\"
\"dejan sus torrenciales lluvias de semen\"
\"ahora la deseaba como agua\"
\"sube desde mi cadera hasta la base de mi nuca\"
\"introduce su carne en mi boca. \"
\"Esa pija estallaba sobre mí.\"
Quizás lo que no nos deja de respiro, nos alivia cuando termina, cuando nos deja de embromar tu relato.
Quizás es lo vívido de tus imágenes lo que no nos permite descansar. Como en la naranja mecánica, nos ponés aparatos levanta párpados en los ojos para que no podamos dejar de ver... para que no podamos dejar de leer... perversa Fionnahoty80...
Te dejo un beso enorme y felicitaciones por el excelso material que nos regalaste! 🆒
realmente debo reconocer que no he leido muchos de tus relatos ,pero ya estan siendo incorporados a fav.para ir leyendo y comentando, gracias !!!!