Segundo post: Segunda vez con mi novia 😀
La melodía que resultaba de la mezcla de los martillos del piano, los golpes de la lluvia y su voz tarareando la canción que algún hombre interpretaba a lo lejos era aquel suave sonido que mis oídos jamás querrían olvidar. Se calló por un segundo para, creo yo, apreciar el sonido del ir y venir de las olas que jugaban delante nuestro. Mis manos recorrían lentamente su cintura y de vez en cuando se asomaban a su panzita, mi parte preferida de su cuerpo. Todavía no podía creer cómo una persona tan hermosa, tan gloriosa, podía estar conmigo en una noche tan romántica. Sus lacios pelos se extendían hasta sus esculturales omoplatos. Tenía una sonrisa muy peculiar, enamorable por su puesto, y una mirada oscura muy penetrante. Acompañaba a sus perfectos rasgos un cuerpo que muchas envidiarían, que me sacaba hasta la última gota de deseo. Sus sutiles labios daban a su figura un toque de magia.
Con un movimiento casi inadvertible se echó para atrás, mirandome a la cara. Hice un movimiento hacia un costado para caer sobre ella. Suavemente me acerqué a ella para susurrarle al oído:
- Te quiero-. Me alejé despacito y besé su mejilla. Parecia aber quedado perpleja por un segundo. Mi mano izquierda acariciaba su garganta, y con un rápido movimiento de mi otra mano, sin querer, toqué despacito su pecho, a lo que expresó un "Oh!" casi como si fuera un suspiro. Me agarró de la cara y lentamente la llevó hacia la suya, aunque en un movimiento evasivo, fue hacia abajo, hacia su deliciosa panza, para darle pequeños besitos mientras acariciaba los costados de su cintura. Metí los dedos de mis dos manos en sus azules jeans, excepto mis meñiques. Podía sentir la tibia piel de sus caderas. De a poquito y sin dejar de besar su cuerpo, comencé a subir. Su remera llegaba hasta su ombligo, por lo que al llegar ahí, dificultosamente, la subí hasta descubrir sus perfectos pechos, envueltos en un corpiño blanco me parece. No podía notar su color debido a la escasa luz. Noté que se levantaba, para quedar sentada y así posibilitarme a sacarle la blanca remera que llevaba puesta, pues ya no la necesitabamos. Me alejé un poquito para poder apreciar su esculturoso cuerpo. Era preciosa, alucinante. Rápidamente la tomé de los hombros, me acosté a su lado, boca arriba, y la coloqué sobre mí, acostada. Su panza tocaba la mía, descubierta ya por el viento. La besé, la besé y mimé con todo mi fervor. Mis manos sudorosas recorrieron toda su piel, hasta llegar al cinto de su corpiño, que desabroché dificultosamente. Éste quedó en el medio de los dos, hasta que lo sacó con una mano. Con unos movimientos circulares pude sentirla entera sobre mi, al menos la parte superior. Nos dimos vuelta y así quedé yo sobre ella, me molestó la arena que había quedado en mi espalda, pero la escasa lluvia que todavía caía la fue limpiando de a poco. El éxtasis era indescriptible, la pasión y la conexión que había entre los dos se podía ver a kilómetros de distancia como si fuera un halo que irradiabamos. Suavemente tomé sus pechos con mis dos manos, y comencé a acariciarlos y besarlos . Los dos estabamos en un estado de exitación al que nunca habíamos llegado. La lluvia combinada con el viento era helada, pero fue su calor el que me cautivó. Una vez más levanté la vista para observarla- Obra de Dios, si es que éste existe-. Lo que me llevó al siguiente nivel, fue el hecho de que gritace mi nombre tan fuertemente a un tono que no creía que existiera, que terminó en un suspiro. Impactado, me acosté para mirarla, pero ella no me estaba mirando.. Ella mantenía si vista en el Infinito. Aunque algo preocupada, me dijo: - Marco, ¿Qué pasa? - . A lo que con un hilo de voz respondí lentamente: - Nada, no pasa nada- . Ahí decidió voltearme y sentarse sobre mí, en mis rodillas exactamente. Y mirándome a los ojos, comenzó lentamente a desabrochar mi cinturón. Podía notar sus manos sudando, ya que de a momentos resbalaban. Luego dejó de hacerlo y para mi sorpresa volvió hacia mí para besarme ¿Por qué había parado? Al deslizar mis manos por su cintura pude notar que sus pantalones estaban más flojos, u podía ver su bombacha, también blanca. Lo debió haber desabrochado en algún despiste mío. Sin querer, se me escapó una risita. Lo dudé unos segundos, pero las ganas me podían Rápidamente y con algo de temor, moví mis manos rosando su delicada piel hasta poder tocar con mis uñas su pantalón, y con mis yemas su ropa interior. Noté que yo también sudaba. Sin embargo, creo que no le importó, y me empezó a besar el cuello, haciendo presión con sus palmas en mis hombros. Pude sentir sutilmente su lengua unas veces. Repentinamente paró, volvió hacia mi, me besó en el labio inferior y me dijo: - Ya vuelvo - con una sonrisa casi perversa. Sus labios sabían a un intenso caramelo. Me quedé confundido por un momento, hasta que lo comprendí: No iría a ningún lado. Iba descendiendo lentamente. Mi respiración se tornaba pesada en respuesta a lo que venía. Tenía miedo, y sabía que ella también, o al menos estaba duditativa. Me miró una vez más antes de terminar de desabrochar mi pantalón y arrancarlo de mí. Llevaba puesto unos boxer's que me quedaban bastante chicos y estaba muy avergonzado. Decidí que no debía ser el único en ese estado de desnudez, así que la tomé de los brazos para levantarme. De alguna manera habiamos quedado 'cruzados'. Sus piernas habían quedado por encima de las mías. La miré, y nuestras miradas se encontraron. Luego miré su entrepierna y lo entendí a la perfección... Lentamente abrió su bragueta y sin dificultad se sacó el pantalón aunque me hubiera gustado hacerlo por mi cuenta. Ahora podía ver su ropa interior claramente, aunque ésta era casi transparente por la lluvia. La película de la noche seguía rodando cuando ella alargó sus piernas, para luego apretarlas contra mi cintura, casi llegando a la espalda. Lo mismo hizo con sus manos, alrededor de mi cuello. Mis manos no sabían qué hacer. Con cuidado empezé a acariciar sus hombros por detrás. Bajando de a poquito al punto de llegar a acariciar los costados de sus pechos. Con un esfuerzó se acercó a mí y empezó a besarme. Fuertemente. Profundamente. Ella hacía unos extraños movimientos con sus caderas que me sacudían de placer. Sé que me podía sentir. Un calor abrumador recorrió mi cuerpo. No sé exactamente qué quería hacer al levantarse un poquito, pero mis manos estaban ya agarrando la última prenda que le quedaba y ésta se deslizó lo suficiente como para dejarla al desnudo, lo cual no pareció molestarle. Ahora la podía sentir más, mas calor, mas exitación. No podía aguantar más así. Tenía un cuerpo perfecto moviendose delante del mío. Tocandome, dejando que lo tocase. Cada tanto se le escapaban espectrales gemidos que me retorcían del placer. Era momento, pero se me adelantó, y me sacó la última prenda. Eramos dos, en el medio de la nada. Dos personas, dos cuerpos desnudos, dispuestos a todo. Nuestros corazones, mentes, deseos, exitación nos decían que continuaramos, y ella tenía sus puertas abiertas.
Me empujó echándome al suelo, mi última visión fue la de un mar tranquilo. La lluvia había parado hacía un rato, y yo estaba literlamente mirando el Cielo.
No sé cómo ocurrió, pero fue rápido y lento, vació y lleno. Indescriptible - nuevamente - lo que sentí en ese momento. De repente estaba dentro suyo. Ya no eramos dos niños jugando. Ahora sentíamos lo mismo, y vivíamos lo mismo. Mi calor era su calor. Su deseo era mi deseo. Sentía cómo la recorría lentamente por dentro.
La melodía que resultaba de la mezcla de los martillos del piano, los golpes de la lluvia y su voz tarareando la canción que algún hombre interpretaba a lo lejos era aquel suave sonido que mis oídos jamás querrían olvidar. Se calló por un segundo para, creo yo, apreciar el sonido del ir y venir de las olas que jugaban delante nuestro. Mis manos recorrían lentamente su cintura y de vez en cuando se asomaban a su panzita, mi parte preferida de su cuerpo. Todavía no podía creer cómo una persona tan hermosa, tan gloriosa, podía estar conmigo en una noche tan romántica. Sus lacios pelos se extendían hasta sus esculturales omoplatos. Tenía una sonrisa muy peculiar, enamorable por su puesto, y una mirada oscura muy penetrante. Acompañaba a sus perfectos rasgos un cuerpo que muchas envidiarían, que me sacaba hasta la última gota de deseo. Sus sutiles labios daban a su figura un toque de magia.
Con un movimiento casi inadvertible se echó para atrás, mirandome a la cara. Hice un movimiento hacia un costado para caer sobre ella. Suavemente me acerqué a ella para susurrarle al oído:
- Te quiero-. Me alejé despacito y besé su mejilla. Parecia aber quedado perpleja por un segundo. Mi mano izquierda acariciaba su garganta, y con un rápido movimiento de mi otra mano, sin querer, toqué despacito su pecho, a lo que expresó un "Oh!" casi como si fuera un suspiro. Me agarró de la cara y lentamente la llevó hacia la suya, aunque en un movimiento evasivo, fue hacia abajo, hacia su deliciosa panza, para darle pequeños besitos mientras acariciaba los costados de su cintura. Metí los dedos de mis dos manos en sus azules jeans, excepto mis meñiques. Podía sentir la tibia piel de sus caderas. De a poquito y sin dejar de besar su cuerpo, comencé a subir. Su remera llegaba hasta su ombligo, por lo que al llegar ahí, dificultosamente, la subí hasta descubrir sus perfectos pechos, envueltos en un corpiño blanco me parece. No podía notar su color debido a la escasa luz. Noté que se levantaba, para quedar sentada y así posibilitarme a sacarle la blanca remera que llevaba puesta, pues ya no la necesitabamos. Me alejé un poquito para poder apreciar su esculturoso cuerpo. Era preciosa, alucinante. Rápidamente la tomé de los hombros, me acosté a su lado, boca arriba, y la coloqué sobre mí, acostada. Su panza tocaba la mía, descubierta ya por el viento. La besé, la besé y mimé con todo mi fervor. Mis manos sudorosas recorrieron toda su piel, hasta llegar al cinto de su corpiño, que desabroché dificultosamente. Éste quedó en el medio de los dos, hasta que lo sacó con una mano. Con unos movimientos circulares pude sentirla entera sobre mi, al menos la parte superior. Nos dimos vuelta y así quedé yo sobre ella, me molestó la arena que había quedado en mi espalda, pero la escasa lluvia que todavía caía la fue limpiando de a poco. El éxtasis era indescriptible, la pasión y la conexión que había entre los dos se podía ver a kilómetros de distancia como si fuera un halo que irradiabamos. Suavemente tomé sus pechos con mis dos manos, y comencé a acariciarlos y besarlos . Los dos estabamos en un estado de exitación al que nunca habíamos llegado. La lluvia combinada con el viento era helada, pero fue su calor el que me cautivó. Una vez más levanté la vista para observarla- Obra de Dios, si es que éste existe-. Lo que me llevó al siguiente nivel, fue el hecho de que gritace mi nombre tan fuertemente a un tono que no creía que existiera, que terminó en un suspiro. Impactado, me acosté para mirarla, pero ella no me estaba mirando.. Ella mantenía si vista en el Infinito. Aunque algo preocupada, me dijo: - Marco, ¿Qué pasa? - . A lo que con un hilo de voz respondí lentamente: - Nada, no pasa nada- . Ahí decidió voltearme y sentarse sobre mí, en mis rodillas exactamente. Y mirándome a los ojos, comenzó lentamente a desabrochar mi cinturón. Podía notar sus manos sudando, ya que de a momentos resbalaban. Luego dejó de hacerlo y para mi sorpresa volvió hacia mí para besarme ¿Por qué había parado? Al deslizar mis manos por su cintura pude notar que sus pantalones estaban más flojos, u podía ver su bombacha, también blanca. Lo debió haber desabrochado en algún despiste mío. Sin querer, se me escapó una risita. Lo dudé unos segundos, pero las ganas me podían Rápidamente y con algo de temor, moví mis manos rosando su delicada piel hasta poder tocar con mis uñas su pantalón, y con mis yemas su ropa interior. Noté que yo también sudaba. Sin embargo, creo que no le importó, y me empezó a besar el cuello, haciendo presión con sus palmas en mis hombros. Pude sentir sutilmente su lengua unas veces. Repentinamente paró, volvió hacia mi, me besó en el labio inferior y me dijo: - Ya vuelvo - con una sonrisa casi perversa. Sus labios sabían a un intenso caramelo. Me quedé confundido por un momento, hasta que lo comprendí: No iría a ningún lado. Iba descendiendo lentamente. Mi respiración se tornaba pesada en respuesta a lo que venía. Tenía miedo, y sabía que ella también, o al menos estaba duditativa. Me miró una vez más antes de terminar de desabrochar mi pantalón y arrancarlo de mí. Llevaba puesto unos boxer's que me quedaban bastante chicos y estaba muy avergonzado. Decidí que no debía ser el único en ese estado de desnudez, así que la tomé de los brazos para levantarme. De alguna manera habiamos quedado 'cruzados'. Sus piernas habían quedado por encima de las mías. La miré, y nuestras miradas se encontraron. Luego miré su entrepierna y lo entendí a la perfección... Lentamente abrió su bragueta y sin dificultad se sacó el pantalón aunque me hubiera gustado hacerlo por mi cuenta. Ahora podía ver su ropa interior claramente, aunque ésta era casi transparente por la lluvia. La película de la noche seguía rodando cuando ella alargó sus piernas, para luego apretarlas contra mi cintura, casi llegando a la espalda. Lo mismo hizo con sus manos, alrededor de mi cuello. Mis manos no sabían qué hacer. Con cuidado empezé a acariciar sus hombros por detrás. Bajando de a poquito al punto de llegar a acariciar los costados de sus pechos. Con un esfuerzó se acercó a mí y empezó a besarme. Fuertemente. Profundamente. Ella hacía unos extraños movimientos con sus caderas que me sacudían de placer. Sé que me podía sentir. Un calor abrumador recorrió mi cuerpo. No sé exactamente qué quería hacer al levantarse un poquito, pero mis manos estaban ya agarrando la última prenda que le quedaba y ésta se deslizó lo suficiente como para dejarla al desnudo, lo cual no pareció molestarle. Ahora la podía sentir más, mas calor, mas exitación. No podía aguantar más así. Tenía un cuerpo perfecto moviendose delante del mío. Tocandome, dejando que lo tocase. Cada tanto se le escapaban espectrales gemidos que me retorcían del placer. Era momento, pero se me adelantó, y me sacó la última prenda. Eramos dos, en el medio de la nada. Dos personas, dos cuerpos desnudos, dispuestos a todo. Nuestros corazones, mentes, deseos, exitación nos decían que continuaramos, y ella tenía sus puertas abiertas.
Me empujó echándome al suelo, mi última visión fue la de un mar tranquilo. La lluvia había parado hacía un rato, y yo estaba literlamente mirando el Cielo.
No sé cómo ocurrió, pero fue rápido y lento, vació y lleno. Indescriptible - nuevamente - lo que sentí en ese momento. De repente estaba dentro suyo. Ya no eramos dos niños jugando. Ahora sentíamos lo mismo, y vivíamos lo mismo. Mi calor era su calor. Su deseo era mi deseo. Sentía cómo la recorría lentamente por dentro.
2 comentarios - Con amor.
No sé cómo ocurrió, pero fue rápido y lento, vació y lleno. Indescriptible - nuevamente - lo que sentí en ese momento. De repente estaba dentro suyo. Ya no eramos dos niños jugando. Ahora sentíamos lo mismo, y vivíamos lo mismo. Mi calor era su calor. Su deseo era mi deseo. Sentía cómo la recorría lentamente por dentro.\"
Excelente final... 😉
Mi compañero, has escrito un relato muy bonito. Si bien hay algunas consideraciones que tendrías que revisar, todo el cuento genera un clima que, a veces irónico, a veces sublime y otras tantas sensual, nos lleva como guiados por los martillos de ese piano. Por sobre todo, hay en tu escrito, en tus descripciones algo que no logro descifrar qué es, pero que me dice que hay un potencial litarrio en vos digno de seguir puliendo. Te felicito ya que veo que es tu segundo post y vas bien encaminado. Y ya que estás, revisá si deseas mis post que hay un relato y habrá más. Felicitaciones che, te dejo 10 puntos de motivacion 😉