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¡No hay amor sin historia... no hay historia sin amor!

Es mi primer post, es un relato erotico, espero sea de su agrado.

Mi anfitrión es Sociólogo, profesor de la universidad en la que trabajo. Me alegro recibir su invitación a pasar un largo fin de semana en su casa de San Lorenzo. Era la última casa de un sendero que se perdía entre los cerros. Un sitio maravilloso.

Me presente a la primera entrada que encontré y daba directamente al living. A través de los cristales se podía ver a un matrimonio muy sencillo sentado en una pequeña mesa, leyendo unos periódicos. Mucha paz se reflejaba de esta visión. Llame a la puerta y una voz me dijo de pasar. Me recibió el calor de la chimenea nada más abrir la puerta. Hacía frió afuera y el ambiente cálido me vino estupendamente. El olor a café me acogió con la misma fuerza que el apretón de mano de mi anfitrión. Su mujer se levanto para saludarme y me invitaron a sentarme a la mesa y tomar café.

Su invitación resultaba de una conversación que mantuvo con su amigo Alejandro, a su vez conocido mío, quien le explico las largas charlas que tuvimos juntos en mi último viaje a Mendoza y le recomendó encontrarse conmigo. Estaba muy impresionado por estar frente a tal personaje, una eminencia en su materia.

Eran las ocho de la tarde ya obscurecía y me enseñaron la casa de tres pisos y mi dormitorio. Me gusto todo, la madera, lo rustico, pero sobre todo el último piso, enorme, lleno de alfombras, una chimenea encendida, un televisor y muchos libros en estanterías. Dos ventanales dejaban ver las últimas luces del día iluminando la niebla que se instalaba despacio en los cerros.

Estábamos sentados él y yo en los sofás de este piso, su mujer preparando unas empanadas salteñas tradicionales para cenar, cuando entro una chica joven, unos veinte años, y me la presento como su nieta. Pasaba largas temporadas con sus abuelos.

Me explico que tenía veintiún años, que había terminado bachillerato a los 17 y terminaba sus 5 años de licenciatura en historia en Tucumán antes de ir a estudiar a la UBA (Universidad de Buenos Aires) una especialización en Historia Antigua.

Cuando se quito el suéter de lana gruesa negra que llevaba pude mirarla más detalladamente y llevaba unos vaqueros negros, unas botas marrones oscuro con poco tacón cuadrado, una camiseta negra sin mangas. Pegado a su delgado cuerpo dibujaba perfectamente unos pechos minúsculos terminados por pezones puntiagudos.

Era muy delgada aunque no daba la sensación de padecer anorexia. Su larga melena rubia y un poco rizaba le llegaba a media espalda y sus grandes ojos parecían ocupar toda su cara. Unos sensuales labios dejaban entrever unos dientes algo separados y le daba un aire más juvenil todavía.

Sobre las diez bajamos a comer en la cocina. Una cena animada en lo que se hablo de la riqueza de la naturaleza de la zona, del trabajo de la anfitriona, sexóloga, y de su pasión común por la flora y la fauna del lugar. Las anécdotas de sus paseos en los bosques nos sacaron muchas risas y se hizo las doce sin que me diese cuenta. Cuando me levante diciendo que si me disculpaban iba a ir a descansar, Vanesa salto y dijo que de eso nada, que mañana podía descansar y que íbamos a ir a Mao-Mao a tomar sidra. "Joven, no me parece buena idea abandonarnos tan pronto" mi anfitrión me dejo a entender que tenían planificada una salida en el centro.

La Blazer iba veloz en estos caminos estrechos llenos de barro y recé porque nuestro conductor no bebiese demasiado a la vuelta.
Hacia un frió espantoso y fue de nuevo un contraste violento entrar en esta Disco repleto de gente. Las suelas se pegaban al suelo debido a la bebida derramada. El ruido era aturdia y dificultaba nuestras conversaciones. La media de edad presente rondaba de los veinticinco a los treinta años.

No me acuerdo de cuanta sidra bebimos. Tampoco recuerdo a cuantas personas me presentaron ni quiénes eran. Si sé que Vanesa me hacía comentarios muy graciosos aunque muy respetuosos de cada uno y que nos reímos muchísimo. Al final recuerdo que nos fuimos al coche mano en la mano descoronados.

Reconozco que no me acuerdo tampoco de como fue la vuelta. Me duche y acosté con la cabeza un poco pesada y dormí hasta las diez de la mañana del viernes. La casa estaba vacía y había un termo con café caliente en la mesa de la cocina. Estaba desayunando cuando apareció mi anfitrión. Había ido a pasear a su pastor alemán por los senderos próximos y volvía de muy buen humor, me dijo que Vanesa contaba conmigo para ir de excursión hasta un lago aislado a las doce y que su esposa nos había preparado un picnic. Mí mirada escéptica le llevo a decir que la juventud necesitaba la promiscuidad de adultos, que cualquier experiencia era válida y que no me preocupe por dejarles solos, que tiempo teníamos para charlar. Además contaba conmigo para hacer fotos diferentes de la zona para su colección.

Mientras terminaba aparecieron su mujer y su nieta de vuelta de la compra. La alegría reinaba en esta familia y daba gusto sentirse como en su casa arropado por gente tan sencilla y culta.

Vanesa fue a su habitación a cambiarse y apareció con unos zapatos de montaña, pantalón corto de tela y el suéter que le había visto ayer. Me recomendó probar uno de los pares de zapatos que tenían en un armario y después de encontrar el que me iba nos fuimos con el coche hasta unas cerros preciosos. Aparcamos el vehículo en un camino de tierra y emprendimos la excursión. La frescura del aire dejaba adivinar la necesidad de las cazadoras que llevábamos en una mochila. Iba a hacer frió allí arriba.

La vista del lago era preciosa desde el lugar que elegimos para comer los bocadillos. La cerveza vino bien para ayudar a la digestión antes de sacar las fotos pedidas por el abuelo. La verdad es que se hicieron más fotos de Vanesa que de paisajes, pero se parecía a una muñeca de porcelana con esta cara de niña tan blanca y este cuerpo que parecía tan frágil. Pasamos un buen rato charlando de su vida tan densa por su edad, de sus proyectos, y ya era tarde cuando emprendimos el camino de vuelta cogidos de la mano.

En el coche me comento que los viernes había unas noches muy caliente en una disco en las afueras de Salta, a unos pocos kilómetros de Vaqueros. Me pidió acompañarla. Le dije que si su abuelo no veía inconveniente a que le deje plantado me encantaría conocer el ambiente por la noche. De vuelta a casa se lo comente y me animo a salir con su nieta. Me comento que su nieta era mucho más mayor de lo que su edad dejaba pensar y que sabía elegir a sus parejas para salir. Todo ello con una sonrisa extraña que me dejo patinando un buen rato.

El tiempo de ducharme, elegir entre el vaquero azul claro y el vaquero azul claro (al final me puse el azul claro), una camisa, y a cenar. Nos quedamos hablando del estado de la carretera que iba a coger. Me toco conducir la Blazer, y me daba un poco de respeto llevarlo de noche en estas carreteras desconocida de noche. Vanesa surgió con un álbum de fotos y empezó a enseñarme unas fotos suyas que le había hecho un amigo fotógrafo. Eran fotos de desnudo artísticas donde desvelaba su cuerpo delgado, su pecho tan pequeño pero muy atractivo, y unas formas suaves pero féminas. Su abuelo le dijo que no sabía si hacia bien enseñándome eso antes de coger carretera con su coche. El tono burlón me enrojeció un poco. La verdad es que mi cuerpo había reaccionado enseguida a la vista de estas fotos tan sensuales.

Entre dos indicaciones del camino a seguir Vanesa me contaba cuanto le gustaba posar, sus contactos con los fotógrafos de prensa, con los amigos de su abuelo, me contó la vida de su familia y antes de darme cuenta estábamos a la puerta de la discoteca. El parking lleno de coches, una lluvia fría, y ella con su pantalón negro, unas botas de piel negra con tacones altos y un top negro debajo de su suéter. Se había pintado muy ligeramente los ojos y sus labios brillaban. Me daba algo pensar que la miraba con ojos de deseo cuando tenía poco más de la edad de mi hija mayor. Ella parecía muy suelta y a gusto en esta situación y la gente no nos miraba con aire inquisidor a pesar de ir mano en la mano.

Mucha gente ocupaba la pista de baile y nada más entrar se apodero de una silla, se quito el suéter, me arrastro hasta la barra y pedimos un par de copas. Empezamos a mirar a la gente allí presente y a comentar el ambiente cuando empezó a tocar una melodía lenta. Dejo su copa en la primera mesa que encontró y me llevo a la pista. A penas pegados me dio un beso en la boca. Antes mi falta de reacción me dijo que su abuelo dice de dejar lo superficial para ocuparse solamente del esencial. Este último en nuestro caso es que nos deseamos. Lo superficial es la diferencia de edad.

Una cadena de porqués recorrió mi cabeza en este momento. Porqués del amor, porqués de las circunstancias, porqués de las barreras. Y me sorprendí diciéndole que me dé su amor, que me dé su cuerpo. Se pego mas fuerte a mí y nos perdimos en un beso que duro hasta que termine la canción. En este momento necesitaba sus manos encima de mí, su voz, su corazón.

Nuestro abrazo duro cerca de una hora. Estaba muy caliente y sus ojos me decían que ella también. Seguimos tomándonos un par de copas mas, bailando un poco, charlamos un poco con unos conocidos que ella encontró, y no era más de las tres cuando volvimos a casa.

Me llevo al último piso de la casa, donde seguía roja la chimenea. Un calorcito rico salía todavía de las brazas y ella arrastro una alfombra al pie del fuego. Echo unas leñas que prendieron en seguida y se acostó invitándome a su lado. Me susurro que no me preocupara, que nadie iba a subir, y me beso subiéndose encima de mí. Se quito el suéter y me quito el mío. Sus caderas estaban bailando, frotando su sexo contra el mío. Cuando se dio cuenta que no podía mucho mas se paro, me quito el cinturón, me abrió el pantalón y su mano saco mi sexo de mis calzones. Mi mano empezó a acariciar su dulce pecho y ella comenzó a chupar mi sexo. Cuando quise abrirle el pantalón me dijo que no, que esta noche no, y me llevo al séptimo cielo con su boca. Me había dado cuenta que se estaba masturbando por encima de su pantalón mientras me amaba.
Me limpio todo con la lengua antes de cerrar mi pantalón, mi cinturón, y se acostó a mi lado. Nuestro beso fue pasional y me dijo bajito al oído que había disfrutado mucho, tanto como yo, y se dio la vuelta, cogiéndome la mano para que la abrasara, poniéndomela en su pecho.
La voz de la abuela diciendo que íbamos a tener mal cuerpo por haber dormido en el suelo me despertó y me di cuenta que Vanesa seguía en mis brazos aunque más despierta que yo. Creo que mi cara de vergüenza le hizo mucha gracia a la señora de la casa porque se rió mucho. Solo dijo "hijo, cuando Vanesa quiere algo, no hay pero que valga", y se fue a prepararnos el café.

Mi malestar se disipo rápidamente gracias a las bromas y la dulzura de mis anfitriones. Hablamos el poco de mañana que quedaba, salimos a almorzar con un pintor de la zona y su amiga, en la sobremesa se comento el estilo de vida de los artistas, su filosofía, las relaciones sexuales intergeneracionales y caí en la cuenta que daban por hecho que Vanesa y yo habíamos tenido un encuentro amoroso. La verdad es que nuestro comportamiento dejaba bastante pistas, y estos roces de manos tan regulares no engañaban a nadie, ni las miradas casi discretas que nos lanzábamos.

Salimos del restaurante a las seis de la tarde y fuimos a pasear el perro durante una hora, besándonos cada diez pasos, y volvimos para salir de sidra con los abuelos. Picamos mientras seguíamos filosofando y bebiendo y a las once volvimos a casa. Despedidos los abuelos, Vanesa me dijo que después de la ducha me esperaba en su habitación.

Llevaba un camisón de seda rosa. La transparencia dejaba adivinar su pecho de adolescente y sus caderas libres de cualquier tipo de prenda. Nada más verla me entro ganas de acariciar su cuerpo durante toda la noche. Se acerco a mí y me quito el vaquero, única prenda que llevaba encima, y me acostó en la cama. Se movía con una gracia muy sensual y vi como sus pezones se pusieron duros cuando empecé a acariciar sus piernas. Tenía una piel muy dulce y me costó resistir a la tentación de quitarle el camisón enseguida. Mis dedos iban de sus pechos a su ombligo, pasaban a su cuello, su espalda y me esforcé en no acercarme a su sexo en un principio. Quería disfrutar de cada centímetro de ella antes de llegar a su cuevita caliente. Sus pocas formas se notaban mas al tacto que a la vista y mis manos se detuvieron un buen rato en su culo. Cuando por fin acerque mi mano a su sexo, se quito y me dijo que iba a ser mía pero a su manera. Me dio media vuelta y me puso boca arriba en la cama. Pensé que íbamos a repetir lo de anoche, pero ella empezó a acariciar mi sexo con los dedos de una mano mientras se acariciaba con la otra mano. Una vez bien empapados, me acerco sus dedos a la boca para que los chupara. Me deleite de este sabor y casi eyaculo cuando acelero un poco el ritmo de sus caricias.

Se dio cuenta y quito su mano de mi sexo para empezar a besarme suavemente. El beso duro el tiempo necesario para que mi deseo vuelva a un nivel menos crítico. Fue cuando pasó una pierna por encima de mí, se quito el camisón desvelándome por fin su cuerpo entero desnudo, y acerco su sexo al mío. Todavía no se habían tocado que nuestros ojos se volvieron brillantes. Un ardor inaguantable nos invadió y casi gritamos cuando nuestros sexos se encontraron. Un beso salvaje acompaño la penetración. Perdimos el control de la situación y en un empujón más violento que los demás note como se corría, lo que provoco mi chorro de semen dentro de ella. Fue un orgasmo muy largo, algo poco frecuente, y caímos rendidos para dormirnos de nuevo abrazados hasta que nuestros cuerpos nos despertaran pidiendo más. Todavía era de noche y la lámpara de noche seguía encendida. Dedique un buen momento en admirar este cuerpo desnudo antes de subirme encima. Nuestros ojos intercambiaban palabras de amor y cuando noto que está a punto de eyacular, me quito y se puso a cuatro patas, ofreciéndome su cola. Agarre sus caderas y entre despacito en ella. Le daba un movimiento lento con las manos y ella empezó a gemir arqueando la espalda al máximo. Me pidió cogerle el pelo, y empecé a tirar de él. Sus gemidos se hacían más fuertes a cada embestida y empezaba a moverse cada vez más rápido y fuerte. Mi otra mano está empujando la base de su espalda hacia abajo obligándola a forzar mas en sus movimientos para venir a empalarse en mi. Al cabo de unos minutos vi. Como llevo su mano a su clítoris y empezó a masturbarse cada vez más,rápidamente.

Nos caímos rendidos y volvimos a dormir hasta bien tarde el domingo. Después de ducharse me dijo que tenía que marcharse a casa de sus padres después del almuerzo, y eso hizo. Termine la tarde charlando con sus abuelos, volvimos a levantar el tema del amor intergeneracional, quedamos en volver a vernos antes del fin de año, y me volví meditando todo el camino hacia Salta. Me hizo envejecer antes de tiempo, volví a mi casa herido de amor, pasé noches mirando el cielo, no salía de mi cabeza. Soñé que bailaba detrás de la niebla, desde entonces cuento los días, los que han pasado, los que me quedan, para terminar con nuestra historia. Tantas cosas han cambiado, tantas cosas cambiarán.

¡No hay amor sin historia... no hay historia sin amor!

10 comentarios - ¡No hay amor sin historia... no hay historia sin amor!

NEVILLE25
😃 La verdad te felicito, muy buen relato, el argumento y la trama excelente, son de los pocos relatos muy bien llevados, a diferencia de otros en donde prima el sexo, soy novato caso contrario te dejaria puntos. Espero leer mas relatos de tu autoria. 🙂 saludos.
2nitro
exelente relato, felicitaciones, estas a pleno 🤤
yararaguazu
¡No hay amor sin historia... no hay historia sin amor!


me gusto

sos una grosaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

YARARAGUAZU
P! Gracias por el post,

yo pase por tu post ,pasa por los mios

quien comenta agradece
fnplaza_tuc
Me pase por tu post realmente muy bueno!!
juanmarzero
jeje exelente muy bueno me copo master mao mao que boliche jeje vaqueros san lorenzo de lo mejor aqui saludos esperando mas testimonios 😉 😉
el_papichulo
me gusto mucho tu historia , espero que sigas viviendo y escribbiendo mas historias