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De esposa ejemplar a puta de lujo - 21ra. parte

De esposa ejemplar a puta de lujo (21)

Al día siguiente me desperté tardísimo a las 5 de la tarde, me quedé en la cama tumbada boca arriba y llamé a Tai. Le dije que me comiera el coño, ella muy sumisa se puso a cuatro patas entre mis piernas y se amorró a él, mientras yo me encendía un cigarro.
Era increíble a lo que estaba llegando, antes incluso de levantarme de la cama después de una noche de juerga, lo primero que me pedía el cuerpo era una comida de coño y un cigarro.

Tai era un tesoro, valía para todo y nunca se quejaba, yo era incapaz de hacer cualquier trabajo de la casa y de ningún tipo la verdad, en lo único en que pensaba era en ponerme guapa, ir de compras y a quien me follaría en el día.

Cuando tuve el primer orgasmo llamaron por teléfono, lo cogí de la mesilla mientras Tai seguía comiendo coño. Era Marta desde el hospital, se le había adelantado el parto, estaba sola ya que su madre había ido al aeropuerto a por sus niños que venían de un curso de verano en Inglaterra, y su marido estaba trabajando en Barcelona y no lo localizaba, así que me llamó para que la hiciera compañía. Se la notaba muy nerviosa.

Después de correrme otra vez, le dije a Tai que me preparara el baño y una ensalada con agua mineral para comer, tenía que ir a ver a la pobre Marta, que lo estaría pasando muy mal.

Cuando llegué al hospital, ya había dado a luz a una niña que por cierto era clavada a Mario y que tuvieron que meter en una incubadora porque era prematura. El médico me dijo que el parto fue complicado con cesárea y que no entendía porque se complicó. Me preguntó que si Marta había estado muy agitada en los últimos días. Evidentemente las juergas y excesos con Mario en Palma, provocaron las complicaciones.

Saludé a Marta, la di varios besos, y me fui antes que llegara su marido o alguien de su familia, ya que no quería que tuviera problemas por mi culpa. Sentí envidia de Marta, para ella todavía no era demasiado tarde, podía rehacer su vida, cosa que para mí ya era imposible.

Pasaron los días y en el mes de septiembre, Mario me suspendió el tratamiento hormonal, me comentó que ya no lo pasaría tan mal para mantener el peso, aunque el metabolismo me había cambiado por completo y tendría que estar a dieta el resto de mi vida para mantenerme con las medidas que tenía ahora 56 Kg. 92-58-95 y 1:72 m, aunque eso sí me echó la bronca porque había engordado 1 Kg. y había ganado 1 cm de cadera en el último mes. No obstante seguí con mi dieta vegetariana aunque cuando salía a restaurantes, ya podía comer carne y pescado a la plancha.

En los meses que siguieron después del verano, lo pasé muy mal, sobre todo el día de mi 29 cumpleaños a mediados de septiembre y en Navidades, ya que eché enormemente de menos a mi familia en fechas tan señaladas, no recibiendo ninguna llamada de ellos, interesándose por mí. La verdad es que no me extrañó después de lo de Palma.

Tenía unos remordimientos enormes por haber abandonado a mi hijo y a mi marido, por no hablar del sentimiento de culpa por lo que le hice a mi madre. No hay un solo día que no piense en ellos a pesar del tipo de vida que llevo.

Mi relación con Mario se fue deteriorando cada vez más, en parte por él que cada vez me hacía menos caso ya que se había cansado de mí por lo que continuamente se iba con otras, y en parte por mí, porque quería empezar a trabajar para Paco lo antes posible, ya que me di cuenta que aunque lo di todo por Mario el no sentía absolutamente nada por mí.

Después de Navidades la situación era insostenible, no me hizo ni caso en todas las fiestas, porque las pasó con su exmujer y su hija, y yo por otro lado, era muy pesada, llamándole cada dos por tres al móvil desde las tiendas de ropa para pedirle opinión sobre modelitos, siendo muy cariñosa y empalagosa, mostrándome muy celosa cuando se fuera con otras montando unas broncas impresionante en las que solía recibir alguna que otra hostia.

Le pedía dinero además del millón que me daba todo los meses diciéndole que con eso no llegaba a final de mes, diciéndole que si me quería que se casara conmigo. Empecé a salir por las noches sin su consentimiento, volviendo pasada de coca y montando trifulcas, iba a la clínica por sorpresa vestida como una puta y le montaba una escena delante de las paciente, etc....

Aunque él me usaba como le daba la gana y me entregaba a quien quería, acabé con su paciencia, así que un viernes por la tarde me dijo que íbamos a pasar el fin de semana en una finca que le había prestado un amigo en Toledo, me dijo que respirar algo de aire puro en el campo después de estar todos los días de juerga no me vendría mal.

Aquello me extrañó bastante, pero no me quedaba más remedio que aceptar. Le pregunté que qué quería que me pusiera, y me dijo que algo informal y que no me maquillara, así que me puse unos vaqueros muy ajustados muy bajos de caderas para que se me vieran las bragas por arriba y un suéter muy ajustado de cuello alto blanco que transparentaba el sujetador negro, y encima una torera vaquera. Era en febrero y como las putas siempre tenemos que ir ligeras de ropa, desde que elegí esta vida no he sabido lo que es un invierno sin pasar frío.

Fuimos en el coche hasta un pueblo de Toledo, Mario iba como cabreado, yo no paraba de tocarle para excitarle pero me decía que parara ya de hacer de puta, que le estaba cansando. A la hora y media de salir de Madrid llegamos a una finca de caza, casi ya en la provincia de Ciudad Real.

A mi me dijo que le esperara en el coche, así que me encendí un cigarro y me puse a escuchar música. A los 15 minutos vino con una mujer y un hombre con pinta de ser del lugar, de unos 40 años, bastante toscos.

Yo fui a coger mi bolsa con ropa y Mario me dijo que no me haría falta, me llevaron a un caserón próximo a la casa, mientras yo le preguntaba a Mario que qué me iba a hacer. Me encendí otro cigarro por el nerviosismo. Cuando llegamos al caserón vi que su uso era el de perrera.

Mario me explicó que era una finca que tenía junto con un amigo para cría de perros de distintas razas y para cazar. El caserón tenía planta rectangular, los perros estaban en perreras individuales y enfrente las perras en perreras similares. Aprovechaban los periodos de celo de las perras para cruzarles.

Había de distintas razas, perros de caza, pastor alemán y algunos gran danés.
Allí en medio de las perreras me dijo que me desnudara, yo me le quedé mirando como si no me lo creyera, le dije que si estaba loco, entonces me propinó una hostia y me caí al suelo.

Me puse de rodillas con los guardeses delante y le imploré que no me humillara así, su respuesta fue otra hostia, y me contestó que o me desnudaba o me destrozaría la cara.

Total que llorando desconsoladamente y mirándole a la cara, empecé a quitarme la ropa que fui dando a la guardesa. Primero el suéter, luego el sujetador, a continuación las botas de plataforma y mis ajustados vaqueros.

Como vio que no me quitaba las bragas negras, me propinó otro bofetón y me dijo que las bragas también y que me soltara el pelo. Me las quité con gran vergüenza y me solté el pelo, mientras el guardés no quitaba ojo de mi bronceado cuerpo, especialmente de las tetas y de mi siempre depilado sexo.

Me pusieron un collar antiparasitario, y después Mario le dijo a Andrés (así se llamaba el guardés) que abriera la puerta de una perrera, donde había una perra gran danés, en celo según me dijeron. Mario me dijo que entrara con ella. Yo me negué, y me cogieron entre los tres, me obligaron a arrodillarme y me empujaron dentro.

No me podía poner en pie porque la altura de las perreras sería de 1:50 m, así que tenía que estar a gatas. Les imploré mientras se iban que no me dejaran allí, y le grité a Mario que haría todo lo que me dijera pero que eso no. Su respuesta fue que de todas formas yo siempre haría lo que me dijera.

La perrera tendría unos 15 m2, con el suelo de tierra bastante blanda y serrín encima. La perra se pegó a mí, yo estaba aterrada, pero parecía pacífica aunque su tamaño era enorme.
Andrés vino al rato y empezó a limpiar a los perros con una manguera a presión, pero a las perras no, aquello me chocó, luego pensando me di cuenta que era para incrementar el olor del celo de las perras, para así mantener a los perros excitados. Yo estaba desolada Mario me había convertido en una perra, pero lo que me preocupaba realmente es que pensarían hacer conmigo, y cuanto tiempo me mantendrían en esa situación.

Luego puso el agua y la comida de los animales en boles, era el típico pienso en bolitas. Yo evidentemente ni lo probé el primer día pero no me quedó más remedio que hacerlo los siguientes, porque me venció el hambre y la sed, así que tenía que comer y beber de los boles como si fuera un animal más.

Me dejaron una semana allí en la perrera con la perra Gran Danés. Hacía mis necesidades como ella en un rincón que diariamente limpiaba Andrés con la manguera, sin mojarnos a nosotras. Dormía en un rincón junto a la perra, que la verdad me vino bien para pasar menos frío. Al principio me costaba dormir por los ladridos, pero el agotamiento me venció y al final me fui acostumbrando.

Yo además de por la enorme humillación y por no saber cuanto duraría mi encierro, me encontraba fatal porque tenía una enorme necesidad de fumar y esnifar coca, me di cuenta por primera vez de lo enganchada que estaba ya a la cocaína, después de casi un año consumiendo.

Al siguiente sábado, después de 7 días vino de nuevo Mario, se acercó a la perrera y me dijo que si ya se me había bajado la mala leche. Yo allí desnuda, toda sucia y humillada le dije que por favor me soltara que haría lo que fuera.

En esto abrieron la perrera y sacaron a la perra, la guardesa, sin dejarme salir de la perrera, me puso unas muñequeras de cuero y un collar, estaban forrados como de goma espuma. El collar me envolvía todo el cuello y casi no me permitía doblarlo hacia abajo.

Luego me pusieron de rodillas y mis muslos fueron atados a dos barrotes de los laterales forzando las piernas para que quedaran abiertas. A continuación los tobillos fueron enganchados a dos mosquetones que salían del suelo, forzándome a mantener mis piernas definitivamente abiertas impidiéndome que las pudiese cerrar.

Después las muñecas fueron atadas a los barrotes de la perrera. Con esta postura me obligaron a permanecer abierta del todo y con la cabeza ligeramente agachada en signo de humillación, y con el trasero algo levantado. La postura por lo forzado era muy incómoda y más si tenemos en cuenta que llevaba una semana sin caminar erguida.

A continuación empezaron a untarme el cuerpo y luego el sexo a conciencia con una especie de brocha. Como yo no podía verlo Mario me dijo que mojaban la brocha en el sexo de 2 perras Gran Danés en celo que estaban fuera de la perrera. La guardesa me abrió bien el sexo y Andrés me untó bien del flujo de las perras todo el coño y el culo por dentro.

Después Mario le dijo a Andrés que trajera uno de los Gran Danés que había en la perrera de enfrente, yo me puse a suplicar y a gritar que eso no por favor, Mario se reía mientras lo grababa todo con una cámara. Al menos le dijo que protegiera las zarpas del animal con unos protectores de cuero para que no me arañara, porque no quería que me dejara marcas.

Yo no me podía mover y sentí un fuerte jadeo a mis espaldas lo que indicaba que era un animal enorme por la profundidad de su respiración. Primero empezó a oler mi sexo y la entrada de mi culo, podía notar su húmedo y frío hocico tocándolos.

A continuación una áspera lengua me recorrió media espalda y mis tetas ya que se puso en el lateral, al animal le dejaron moverse libremente. Era una lengua larga y ancha, además de muy flexible cosa que hacia que llegase a todos mis rincones, además se movía con una enorme rapidez, pareciendo incansable.

Después su lengua empezó a lamer mi culo, no tardando en llegar a mi sexo. A pesar del pánico que tenía y de la humillación tan enorme la excitación estaba llegando a ser evidente en mí, y noté como mi respiración se estaba haciendo cada vez mas entrecortada, mientras mi sexo empezaba a mojarse.

Por lo forzado de la postura notaba como me faltaba el aire, y respiraba por la boca y la nariz al mismo tiempo. La lengua del animal estaba provocando un efecto demoledor en mi cuerpo, y cada vez la notaba mas adentro.

Después de que se pusiera a oler mi sexo un rato más, unos instantes después las patas delanteras del animal estaban sobre mi espalda, luego a mis costados y su miembro guiado por Andrés apuntó a la entrada de mi sexo, los empujones fueron muy bruscos, salvajes por así decirlo, el miembro del perro entraba ya casi hasta el fondo de mi sexo pero era muy ligera la presión que ejercía su cuerpo sobre mis nalgas, lo cual indicaba que aún quedaba un trozo mas por entrar.

Las embestidas del animal eran constantes y mi sexo totalmente lleno en cuanto a longitud, estaba dilatado al máximo pero aún faltaba por crecer su bulbo en mi interior.

Creció de una forma descomunal y en unos segundos yo estaba a punto de ser reventada por aquel animal. Jamás un hombre me había llenado tanto, y aquella bestia en mi interior, provocó que las paredes de mi sexo se dilataran al máximo en profundidad y en grosor y aquella polla de perro seguía creciendo y creciendo en el interior de mi sexo.

Durante los minutos siguientes, el nudo se fue abriendo más en mi sexo. Yo sentía que mi coño estaba lleno y no podía entrar nada más. A pesar del nudo, el perro siguió moviéndose mas lentamente, pero sus movimientos eran más penetrantes.

Cuando el nudo estuvo totalmente dentro de mi coño y su miembro asentado firmemente en mi vagina, el dolor que había sentido empezó a disminuir y tuve un orgasmo. No obstante el dolor en mi sexo era insoportable, y cuando creí haber llegado al máximo de mi capacidad empecé a ser invadida por chorros intermitentes de liquido que penetraban en los mas profundos rincones de mi sexo.

Noté el semen más caliente que el de un hombre y como me iba llenando. Era una corrida mucho mas larga que la de un hombre y sentí que mi sexo iba a reventar. En este momento tuve dos orgasmos casi seguidos. No podía controlar mi cuerpo. Pude comprobar como los perros joden mucho más rápido y por mucho mas tiempo que los hombres.

En esos instantes mi coño se iba desbordando por el semen del animal. Llegó un momento en que no pude más y todo mi cuerpo se puso en tensión, se me arqueó la espalda, el placer me la recorría de abajo a arriba tensando todos mis músculos. Empecé a gritar, lo que me estaba sucediendo fue salvaje y brutal. Tuve otro orgasmo fuera de lo normal, mientras el perro continuó las embestidas y los chorros intermitentes de semen iban sucediéndose a punto de hacerme explotar de placer y de dolor.

Según fueron pasando los minutos dejé de sentir las embestidas, la salida de semen finalizó y experimenté un nuevo orgasmo. Pasados unos 30 minutos desde que me penetró el bulbo del perro fue decreciendo, mi vagina encogiéndose, saliendo el animal de mi interior y quedando un charco de semen entre mis rodillas.

Yo me quedé exhausta allí atada a los barrotes de rodillas. En esto Mario le dijo a Andrés que trajera al otro Gran Danés, que también tenía derecho a unirse a la fiesta. Yo ya no dije nada estaba sin fuerzas y agotada.

Trajeron al otro perro, y repitió las operaciones de su compañero. Esta vez me dolió menos, probablemente por estar ya más dilatada. El animal me estuvo jodiendo durante otra media hora a conciencia, y sin compasión me daban mareos, y casi pierdo el conocimiento entre las carcajadas de Mario y Andrés.

Cuando el bulbo del segundo perro decreció después de otra abundante corrida yo ya no era persona, estaba hundida tanto física como moralmente.

Sacaron al perro de la perrera, me desataron, y la cerraron. Yo me quedé tirada en el suelo medio inconsciente. Ellos se fueron y me dejaron allí hasta el día siguiente, sobre el charco de semen.

El domingo por la mañana fueron Mario y Andrés, me limpiaron con la manguera como a un perro mas. Me abrieron la verja. Yo no me atrevía a salir y me quede en un rincón a cuatro patas (ya casi actuaba instintivamente como las perras).

Entonces Mario me ordenó que saliera, así lo hice gateando, cuando salí me dijo que me pusiera de pie, me costó bastante volver a caminar como una persona, estaba agotada.

Luego me llevaron a la casa desnuda, y Mario me dijo que me duchara. Además me dio una pomada desinfectante para la vagina y el ano, y me comentó que la usara durante 15 días.

También me proporcionó antibióticos en cápsulas para que los tomara durante 10 días para evitar posibles infecciones.

Después de la ducha me miré al espejo, mi aspecto era lamentable, con el pelo como un estropajo y me sentía sucia por lo que había pasado. Mi sexo nunca lo había tenido tan dilatado, y había adelgazado por lo menos tres kilos.

Me dieron las ropas que había traído la semana anterior, y una vez vestida me llevaron a la cocina para comer algo. Estaba desesperada por fumar y antes incluso de desayunar me fumé un cigarro que me supo a gloria.

Después de desayunar, Mario y yo cogimos el coche y volvimos a Madrid.

Mario me contó que desde hacía tiempo había soñado en hacer a una mujer follar como si fuera una perra con perros, y que por fin lo había cumplido. Que me había estado bien, que estos meses había estado inaguantable y que con él no se jugaba.

Por último, me dijo que estaba hasta los cojones de mí, que ya no le despertaba mi cuerpo ningún interés y que me vendería a Paco. Que esta semana comiera bien para ganar el peso perdido y que me pusiera guapa para Paco, que quería sacar una buena cantidad por mi cuerpo.

Yo le dije que no estaba dispuesta a dejarme vender como si fuera un trozo de carne, y me afirmó que si empezaba a poner dificultades le mandaría la grabación de la follada con los perros a mi familia, y que desde hacía tiempo precisamente no era mas que un trozo de carne, y que no valía más que lo que supiera hacer para dar placer con mi cuerpo.

De nuevo estaba en manos de Mario y yo no podía hacer nada. Mi familia no podría soportar la visión de esa grabación.

Desde luego creo que era difícil que Mario consiguiera rebajar más a una persona. Todo el viaje de vuelta a Madrid me lo pasé llorando por las palabras de Mario y por lo que me obligaron a hacer esa semana. Me convirtió en una perra sólo para su disfrute personal.

Cuando llegamos a Madrid, me dijo que recogiera mis cosas, que habíamos terminado que ya me llamaría la semana siguiente para ver por cuanto Paco se hacía cargo de mí. Que por la cuenta que me traía me pusiera guapa.

Aunque yo en el fondo quería librarme de Mario le rogué que no terminara conmigo de esa forma tan cruel después de todo lo que dejé en el camino por él, y me contestó que no tenía ningún interés en follar con una mujer que lo hacía hasta con los perros. Me dijo que había quedado con otra putita y que cuando volviera por la tarde no me quería ver allí.

Me quedé sola en la habitación llorando, y pensando en como destruí mi vida por sólo nueve meses de convivencia con Mario.

Llamé a Ana, le conté que Mario me había echado, y que si no la importaba que me fuera a vivir con ella unos días. Me contestó que me esperaba encantada.

Hice las maletas como pude ya que tenía mucha ropa, zapatos, joyas, perfumes, etc. Me cogí el coche y me fui a casa de Ana.

Me despedí de Tai con un beso en la boca, a ella la habían convertido en bisexual como a mí, y la dije que la echaría de menos.

Había quemado otra etapa de mi vida en muy poco tiempo, para empezar otra de la que sin duda no podría escapar.

Continuará.

Aunque el próximo Capítulo será el último.

Se agradecen comentarios.

Fuente: http://www.todorelatos.com/relato/11047/

5 comentarios - De esposa ejemplar a puta de lujo - 21ra. parte

Enriwhat
JODER AHORA SI ESTA GANO EL PREMIO DE LA PUTA DEL SIGLO...HIZO DE TODO.....................GRANDE CAPO,.,,,, MUY BUENA LA PUTANOVELA
clazoa
es impresionante . demasiado . que te parece que desgarre .
samuelbelisario
jajaja q novela mas enfermisa...buenos post´s! creo q te falta la parte 13 del relato
pcjhonatan2009
muy bueno este cuento.... pero donde esta la 13va parte????
garrote2373
Impresionante, en un par de horas practicamente me leí esta atrapante historia. Ahora mismo leo el último capítulo.