Me llamo Nieves y normalmente no me gusta hablar del acuerdo que mi esposo y yo llegamos. Pero debido a que un conocido nuestro, que tuvo conocimiento de nuestro acuerdo, por una indiscreción mía, nos convenció de que lo narráramos con el fin de que sí alguna persona se encuentra en una situación similar, le pueda servir de algo, ahí va el relato.
Mi esposo se llama Pablo y proviene de una familia muy conservadora en todos los aspectos. Por mi parte, provengo de otra familia tan o más conservadora que la de él, pero con la diferencia de que estudié en un internado suizo para señoritas. Posteriormente mis años de universidad, los viví "sola" en ciudades como París, Roma, New York, San Juan, y desde luego Madrid.
Paco está conmigo, desde hace unos cinco años. Nos casamos oficialmente hace tres, con velo y corona. Como a criterio de mi esposo, y de nuestras familias debía ser. De haber sido por mí, hubiéramos continuado como estábamos, pero debido a la insistencia de Pablo y de nuestras familias, accedí a ello. Tras estar viviendo cinco años con él, un día me levanté cansada de hacer siempre lo mismo en la cama. Se lo comenté a mi terapeuta y ella me recomendó, que procurara hablar con mi esposo sobre esa situación. Así lo hice pero debido a la conservadora educación que recibió, la respuesta de mi esposo fue negativa. La terapeuta, al comentárselo, me orientó a que usara la imaginación o fantasía en principio, mientras yo debía de ir tratando de convencer a mi esposo.
Al principio me costó algo de trabajo, pero al cabo de unos cuantos meses era toda una experta, a tal grado que me acostumbré a fantasear a diario. Observaba una situación, la que fuera, y partía de ella para imaginarme una historia. En la mayoría de las ocasiones, era totalmente mental al principio pero, posteriormente, mientras visualizada una situación, mis manos, discretamente, me las metía de bajo de la falda y me autosatisfacía.
En cierta ocasión, mi esposo se dio cuenta de ello, mientras yo me encontraba viendo una novela. Me imaginaba que era la protagonista y que el galán de la novela se revolcaba conmigo en medio de mi sala, frente a la asombrada mirada de mi marido y de nuestras respectivas familias.
Claro ésta que él no podía ver las imágenes que yo tenía en mi mente, pero si vio con lujo de detalles como yo me encontraba, sentada en el sofá, con las piernas abiertas y sin bragas, metiéndome profundamente los dedos en mi vagina.
En otra oportunidad, nos encontrábamos en una cena de negocios, en la casa de su socio, cuando mi atención se fijó en un lienzo que representaba una escena campestre, de unas dos parejas, como en un día de campo, en el cual las mujeres posaban desnudas. Mi imaginación, me llevó a ser la tercera mujer sin ropa, la cual, mientras las chicas me acariciaban, los tipos me cogían. Una de mis manos la tenía en mis pechos, mientras con la otra me deleitaba, dándome entre mis piernas. Paco me cortó la inspiración de ese tan grato momento. Al llegar a casa me comenzó hacer preguntas, a las que yo le fui respondiendo, según consideré conveniente.
Para quitarme esa fea e insana afición, según él me dijo, me propuso un acuerdo, el cual consistía en que iba a realizar cualquier cosa que yo le pidiese en el ámbito sexual, con la condición de que no volviese a tener fantasías y a practicar esa indecorosa conducta nuevamente. Al principio yo solo me limité a pedirle que me acariciara los pechos y mis muslos, cosa que siendo tan sencilla, a Paco le costaba algo de trabajo. Al cabo de una semanas ya se había hecho un experto y su imaginación fue aportando nuevas formas de acariciarme, pero no de satisfacerme del todo. Por ejemplo, en una oportunidad me acostó en la cama, boca abajo. Me encontraba desnuda, sin nada de ropa, mientras que él estaba vestido, con chaqueta y corbata. Pasaba las yemas de sus dedos, por todo mi cuerpo.
Una vez que terminó, me fue echando finas líneas de miel por casi todo la parte posterior de mi cuerpo, tras lo cual con su lengua me fue quitando la miel, pero ni por equivocación pasó su lengua por mi coño o mi culo. En esa ocasión me quedé dormida, de lo bien que me sentía. Posteriormente yo le pedí que besara la vagina. Pablo, al principio, puso algo de reparos, pero al final le convencí de ello. Pero solo me lo besó por fuera.
En otra ocasión le solicité que me dejará besarle la polla y a pesar de lo avergonzado que se encontraba, me lo permitió. Y así, de esa manera, fui ganando terreno. Nuestras relaciones, hasta ese entonces fueron de los más normales. Yo me acostaba boca arriba, él se colocaba sobre mí y me introducía la pija en la vagina, yo medio me movía y él acababa. Y punto. Luego, tras llegar al acuerdo, las cosas fueron cambiando, debido a mis solicitudes.
Me acuerdo cuando le pedí que me la metiera en la vagina, pero por detrás. Su cara de asombro era de lo más graciosa, pero al fin lo hicimos de una forma distinta. De paso yo siempre busco literatura relacionada con lo sexual, ya sea para orientarme o para copiar alguna posición. Poco a poco fui llevando a Pablo por un mundo nuevo, de nuevas experiencias sexuales. Hasta que al fin logré que me mamara la concha y me la diera por el culo como a una perra.
Al año del acuerdo, ya no necesitaba solicitarle las cosas que yo quería que me hiciese. Pero como todo lo bueno dura poco, comencé por aburrirme. Aunque Pablo en algunas ocasiones me sorprendía, como la vez que me trajo un falo de goma de color negro y me lo empujó por mi concha mientras me la daba por atrás. Después le dio por traer películas a casa. Al principio eran de parejas de hombre y mujer, pero luego trajo películas de mujeres con mujeres, mujeres con animales y hasta de hombres con hombres, las cuales me llamaban mucho la atención.
Pero un día trajo, una película de dos mujeres y un hombre, y yo le pedí que se buscara a una puta para que compartiera la cama con nosotros. Lo dije en broma pero él se enojó conmigo, me dijo de todo, hasta que me molesté y le recordé el acuerdo. Paco podrá haber sido un poco torpe y pusilánime en las cosas del sexo, pero cuando da su palabra la cumple a cabalmente, por lo que esa misma noche, se montó en su coche y regresó con una pendeja. Ella era bastante más joven que yo y al principio los tres nos encontrábamos algo cortados, por lo que decidí servir una ronda de brandy y poner la película. No habían pasado ni quince minutos cuando ya los tres nos comenzamos a quitar la ropa, mientras mirábamos la película, en la cual una rubia acudía con su marido, que era un negro, a una consulta con una terapeuta sexual, una joven asiática.
Mientras eran observado por la asiática, con bata de doctora, la pareja mantenía un encuentro sexual, al cual se sumaba la doctora posteriormente, no sin antes haberse metido la mano bajo la bata y haberse puesto a jugar con su vagina. Serví otra ronda de brandy y dije:
- Yo voy a ser la doctora y vosotros la pareja, así que... ¡a coger!
Debbido a la forma de ser de Pablo, su verga no se encontraba en condiciones de ser usada por lo que la chica posó su boca en ella empezando a mamársela y en cosa de segundos, se armó Pablo. Es verdad que no era como la del negro, pero tenía una, que es lo importante. Por un buen rato la chica y Pablo se magrearon mientras que yo los observaba atenta hasta que mis dedos comenzaron a jugar con los pelos de mi conchita y a cada momento, avanzaban más y más dentro de mí. Ya mi cajeta se encontraba toda húmeda por dentro cuando vi como la cabeza de la pija de mi esposo se iba introduciendo en la vagina de la chica y como ella lo disfrutaba y lo demostraba moviendo sus caderas con fuerza.
Yo, que me encontraba bien excitada, me sumé a la pareja colocando mi vagina en la boca de la chica y mi culo en la de Pablo. Luego comenzamos a cambiar de posiciones. En una de ellas, mi raja y la de la chica se encontraban pegadas, una contra la otra, nuestras piernas abiertas se encajaban entre sí, al tiempo que Pablo hacía que yo se lo mamase y luego, para mi sorpresa, me puso su ano a la altura de mi boca para que, con mi lengua, se lo acariciara.
Llegó el momento en que perdí la cuenta de los orgasmos que yo había alcanzado, solo sé que al final, cuando Pablo acababa sobre la chica, yo le pasaba mi lengua por la concha. La nueva amiga nos siguió visitando de vez cuando en cuando y en una oportunidad se presentó acompañada de una amiga. Desde luego que Pablo y yo disfrutábamos de esos encuentros.
En esa ocasión fuimos tres mujeres contra él, a un mismo tiempo. A la amiga la tenía por el culo, a la otra con su boca en su vagina y a mí me hacía vibrar con su mano dentro de mi coño. Nuestras orgías privadas, por lo general, eran los fines de semana.
En cierta ocasión, por ser mi cumpleaños, Pablo trajo una película de una mujer que, supuestamente, era violada por cinco hombres a la vez. Un hombre por cada hueco disponible y los dos restantes, con sus manos. Pablo al ver mi rostro, de inmediato dijo que no. Que cabrón no era. Ese día llegó nuestra amiga sola y al enterarse de que yo cumplía años, preguntó si podía traer a una amiga, como un regalo muy especial. Pablo aceptó de inmediato y yo algo desilusionada por la actitud de él, acepte a regañadientes. La chica salió y regresó al rato con Fabiola, una mulata de casi un metro ochenta de alto. Delgada, con una sedosa cabellera negra, usando una minifalda, que nada más de respirar, dejaba ver la tersa piel de sus nalgas. Sus senos eran grandes pero firmes, que apenas se ocultaban detrás de la blusa transparente que usaba, y sus ojos eran de color miel y su voz más aguda que la de nuestra amiga o la mía.
Pablo, al verla, quedó extasiado. Pero nuestra amiga le recordó que Fabiola era su regalo de cumpleaños, para mí.
Como de costumbre, se sirvieron bebidas, me cantaron el feliz cumpleaños, partimos el pastel y me entregaron los regalos. Paco me había comprado un top del cual yo me había enamorado, en cuero, el cual me probé de inmediato, quedándome monísimo. Por su parte, la amiga tomó la mano de Fabiola y la colocó entre las mías diciendo:
- Que conste que es por tu cumpleaños que te presento a Fabiola.
Al decir eso me guiño un ojo y pegó sus nalgas a Pablo para luego continuar diciendo:
- Empezar vosotros que luego Pablo y yo nos sumaremos.
Coloqué la mano de Fabiola sobre mi hombro y me encaminé a mi dormitorio. Tenía la sensación de que lo íbamos a pasar de lo mejor.
Fabiola y yo nos entregamos a un largo beso sobre la cama mientras las dos nos quitábamos parte de nuestra ropa. Nos acariciábamos mutuamente hasta que ella dirigió los prominentes labios de su boca a mi concha, el cual ese día mi marido me lo había depilado por ser mi cumpleaños. Su lengua penetró hasta mi clítoris y lo chupó con gran maestría por un largo rato. Yo estaba que no aguantaba más. Me encontraba a punto de desmayarme de lo feliz que me encontraba. Tomé su cara y con mis labios busqué la boca de mi regalo de cumpleaños, luego me dediqué a besar y a chupar sus bien formados pechos, notando como Fabiola se quitaba el resto de su ropa. De pronto tuve una enorme sorpresa. Sentí que una gran verga, descomunal, entraba por mi vagina. Con cara de asombró me quedé mirando a los ojos a Fabiola. Ella sonrió, mostrándome su blanca dentadura. En ese momento, un sin fin de sentimientos se volcaron sobre mi cabeza. Primero lo disfrutaba, pero me atormentaba lo que haría Pablo cuando entrase por la puerta y viera que Fabiola me penetraba con una enorme poronga... y después de negarse a que yo estuviera con otro hombre.
Mi corazón casi se paraliza cuando la puerta se abrió.
Primero entró nuestra amiga con una cámara de vídeo en la mano, completamente desnuda. Su mirada era sin expresión alguna. Yo iba a decir algo cuando un dedo de Fabiola se posó en mis labios y detrás de él, su boca. Paco entró en la habitación. Desde mi posición apenas podía verlo pero sabía que se encontraba desnudo. En silencio, colocó sus manos sobre las nalgas de Fabiola y la penetró de golpe. Para mí era impresionante ver que me estaban follando el coño mientras mi marido se lo clavaba a su vez por el culo a esa persona. Al ver el rostro de satisfacción de Pablo comprendí que ese arrebató que le dio cuando mirábamos la película solo fue una farsa muy bien montada. Al rato los cuatro cambiamos de posición en varias oportunidades, hasta que ellos descargaron su ración de leche sobre nosotras. Luego nos fuimos a la sala a ver el vídeo que me habían tomado mientras cogíamos. Mi cara era una mezcla de pánico, terror, confusión y alegría. Luego me explicaron que Fabiola era un famoso transexual, amigo de nuestra chica, la cual mi esposo le pidió que buscara para gastarme una broma.
El detalle es que Paco, al terminar con nosotras, tomó la mano de Fabiola y se lo llevó al cuarto. Momentos después la amiga yo entramos con la cámara en la mano. Sorpresa. Fabiola le daba por el culo a mi Paco. Por su expresión, claramente se veía que le gustaba. Al principio me quedé paralizada. La voz de mi marido me sacó de mi estupor, me decía:
- Cariño, colócate debajo de mí para disfrutarlo entre los dos.
Temporalmente los dos se separaron, fue impresionante el ver como la kilométrica verga de Fabiola, salía del culo de Pablo. Mientras tanto nuestra amiga grababa todo con la cámara de vídeo. Yo me acosté boca arriba, después de que Pablo me lamiera la vagina y me empaló, para luego sentir y ver como Fabiola lo empalaba a él. Era como la escena de la vieja película francesa Emmanuel.
Desde esa fecha no hemos vuelto a ver a Fabiola, pero en ciertas ocasiones, uso una verga de plástico y le doy a Pablo por donde yo sé que más le gusta.
Mi esposo se llama Pablo y proviene de una familia muy conservadora en todos los aspectos. Por mi parte, provengo de otra familia tan o más conservadora que la de él, pero con la diferencia de que estudié en un internado suizo para señoritas. Posteriormente mis años de universidad, los viví "sola" en ciudades como París, Roma, New York, San Juan, y desde luego Madrid.
Paco está conmigo, desde hace unos cinco años. Nos casamos oficialmente hace tres, con velo y corona. Como a criterio de mi esposo, y de nuestras familias debía ser. De haber sido por mí, hubiéramos continuado como estábamos, pero debido a la insistencia de Pablo y de nuestras familias, accedí a ello. Tras estar viviendo cinco años con él, un día me levanté cansada de hacer siempre lo mismo en la cama. Se lo comenté a mi terapeuta y ella me recomendó, que procurara hablar con mi esposo sobre esa situación. Así lo hice pero debido a la conservadora educación que recibió, la respuesta de mi esposo fue negativa. La terapeuta, al comentárselo, me orientó a que usara la imaginación o fantasía en principio, mientras yo debía de ir tratando de convencer a mi esposo.
Al principio me costó algo de trabajo, pero al cabo de unos cuantos meses era toda una experta, a tal grado que me acostumbré a fantasear a diario. Observaba una situación, la que fuera, y partía de ella para imaginarme una historia. En la mayoría de las ocasiones, era totalmente mental al principio pero, posteriormente, mientras visualizada una situación, mis manos, discretamente, me las metía de bajo de la falda y me autosatisfacía.
En cierta ocasión, mi esposo se dio cuenta de ello, mientras yo me encontraba viendo una novela. Me imaginaba que era la protagonista y que el galán de la novela se revolcaba conmigo en medio de mi sala, frente a la asombrada mirada de mi marido y de nuestras respectivas familias.
Claro ésta que él no podía ver las imágenes que yo tenía en mi mente, pero si vio con lujo de detalles como yo me encontraba, sentada en el sofá, con las piernas abiertas y sin bragas, metiéndome profundamente los dedos en mi vagina.
En otra oportunidad, nos encontrábamos en una cena de negocios, en la casa de su socio, cuando mi atención se fijó en un lienzo que representaba una escena campestre, de unas dos parejas, como en un día de campo, en el cual las mujeres posaban desnudas. Mi imaginación, me llevó a ser la tercera mujer sin ropa, la cual, mientras las chicas me acariciaban, los tipos me cogían. Una de mis manos la tenía en mis pechos, mientras con la otra me deleitaba, dándome entre mis piernas. Paco me cortó la inspiración de ese tan grato momento. Al llegar a casa me comenzó hacer preguntas, a las que yo le fui respondiendo, según consideré conveniente.
Para quitarme esa fea e insana afición, según él me dijo, me propuso un acuerdo, el cual consistía en que iba a realizar cualquier cosa que yo le pidiese en el ámbito sexual, con la condición de que no volviese a tener fantasías y a practicar esa indecorosa conducta nuevamente. Al principio yo solo me limité a pedirle que me acariciara los pechos y mis muslos, cosa que siendo tan sencilla, a Paco le costaba algo de trabajo. Al cabo de una semanas ya se había hecho un experto y su imaginación fue aportando nuevas formas de acariciarme, pero no de satisfacerme del todo. Por ejemplo, en una oportunidad me acostó en la cama, boca abajo. Me encontraba desnuda, sin nada de ropa, mientras que él estaba vestido, con chaqueta y corbata. Pasaba las yemas de sus dedos, por todo mi cuerpo.
Una vez que terminó, me fue echando finas líneas de miel por casi todo la parte posterior de mi cuerpo, tras lo cual con su lengua me fue quitando la miel, pero ni por equivocación pasó su lengua por mi coño o mi culo. En esa ocasión me quedé dormida, de lo bien que me sentía. Posteriormente yo le pedí que besara la vagina. Pablo, al principio, puso algo de reparos, pero al final le convencí de ello. Pero solo me lo besó por fuera.
En otra ocasión le solicité que me dejará besarle la polla y a pesar de lo avergonzado que se encontraba, me lo permitió. Y así, de esa manera, fui ganando terreno. Nuestras relaciones, hasta ese entonces fueron de los más normales. Yo me acostaba boca arriba, él se colocaba sobre mí y me introducía la pija en la vagina, yo medio me movía y él acababa. Y punto. Luego, tras llegar al acuerdo, las cosas fueron cambiando, debido a mis solicitudes.
Me acuerdo cuando le pedí que me la metiera en la vagina, pero por detrás. Su cara de asombro era de lo más graciosa, pero al fin lo hicimos de una forma distinta. De paso yo siempre busco literatura relacionada con lo sexual, ya sea para orientarme o para copiar alguna posición. Poco a poco fui llevando a Pablo por un mundo nuevo, de nuevas experiencias sexuales. Hasta que al fin logré que me mamara la concha y me la diera por el culo como a una perra.
Al año del acuerdo, ya no necesitaba solicitarle las cosas que yo quería que me hiciese. Pero como todo lo bueno dura poco, comencé por aburrirme. Aunque Pablo en algunas ocasiones me sorprendía, como la vez que me trajo un falo de goma de color negro y me lo empujó por mi concha mientras me la daba por atrás. Después le dio por traer películas a casa. Al principio eran de parejas de hombre y mujer, pero luego trajo películas de mujeres con mujeres, mujeres con animales y hasta de hombres con hombres, las cuales me llamaban mucho la atención.
Pero un día trajo, una película de dos mujeres y un hombre, y yo le pedí que se buscara a una puta para que compartiera la cama con nosotros. Lo dije en broma pero él se enojó conmigo, me dijo de todo, hasta que me molesté y le recordé el acuerdo. Paco podrá haber sido un poco torpe y pusilánime en las cosas del sexo, pero cuando da su palabra la cumple a cabalmente, por lo que esa misma noche, se montó en su coche y regresó con una pendeja. Ella era bastante más joven que yo y al principio los tres nos encontrábamos algo cortados, por lo que decidí servir una ronda de brandy y poner la película. No habían pasado ni quince minutos cuando ya los tres nos comenzamos a quitar la ropa, mientras mirábamos la película, en la cual una rubia acudía con su marido, que era un negro, a una consulta con una terapeuta sexual, una joven asiática.
Mientras eran observado por la asiática, con bata de doctora, la pareja mantenía un encuentro sexual, al cual se sumaba la doctora posteriormente, no sin antes haberse metido la mano bajo la bata y haberse puesto a jugar con su vagina. Serví otra ronda de brandy y dije:
- Yo voy a ser la doctora y vosotros la pareja, así que... ¡a coger!
Debbido a la forma de ser de Pablo, su verga no se encontraba en condiciones de ser usada por lo que la chica posó su boca en ella empezando a mamársela y en cosa de segundos, se armó Pablo. Es verdad que no era como la del negro, pero tenía una, que es lo importante. Por un buen rato la chica y Pablo se magrearon mientras que yo los observaba atenta hasta que mis dedos comenzaron a jugar con los pelos de mi conchita y a cada momento, avanzaban más y más dentro de mí. Ya mi cajeta se encontraba toda húmeda por dentro cuando vi como la cabeza de la pija de mi esposo se iba introduciendo en la vagina de la chica y como ella lo disfrutaba y lo demostraba moviendo sus caderas con fuerza.
Yo, que me encontraba bien excitada, me sumé a la pareja colocando mi vagina en la boca de la chica y mi culo en la de Pablo. Luego comenzamos a cambiar de posiciones. En una de ellas, mi raja y la de la chica se encontraban pegadas, una contra la otra, nuestras piernas abiertas se encajaban entre sí, al tiempo que Pablo hacía que yo se lo mamase y luego, para mi sorpresa, me puso su ano a la altura de mi boca para que, con mi lengua, se lo acariciara.
Llegó el momento en que perdí la cuenta de los orgasmos que yo había alcanzado, solo sé que al final, cuando Pablo acababa sobre la chica, yo le pasaba mi lengua por la concha. La nueva amiga nos siguió visitando de vez cuando en cuando y en una oportunidad se presentó acompañada de una amiga. Desde luego que Pablo y yo disfrutábamos de esos encuentros.
En esa ocasión fuimos tres mujeres contra él, a un mismo tiempo. A la amiga la tenía por el culo, a la otra con su boca en su vagina y a mí me hacía vibrar con su mano dentro de mi coño. Nuestras orgías privadas, por lo general, eran los fines de semana.
En cierta ocasión, por ser mi cumpleaños, Pablo trajo una película de una mujer que, supuestamente, era violada por cinco hombres a la vez. Un hombre por cada hueco disponible y los dos restantes, con sus manos. Pablo al ver mi rostro, de inmediato dijo que no. Que cabrón no era. Ese día llegó nuestra amiga sola y al enterarse de que yo cumplía años, preguntó si podía traer a una amiga, como un regalo muy especial. Pablo aceptó de inmediato y yo algo desilusionada por la actitud de él, acepte a regañadientes. La chica salió y regresó al rato con Fabiola, una mulata de casi un metro ochenta de alto. Delgada, con una sedosa cabellera negra, usando una minifalda, que nada más de respirar, dejaba ver la tersa piel de sus nalgas. Sus senos eran grandes pero firmes, que apenas se ocultaban detrás de la blusa transparente que usaba, y sus ojos eran de color miel y su voz más aguda que la de nuestra amiga o la mía.
Pablo, al verla, quedó extasiado. Pero nuestra amiga le recordó que Fabiola era su regalo de cumpleaños, para mí.
Como de costumbre, se sirvieron bebidas, me cantaron el feliz cumpleaños, partimos el pastel y me entregaron los regalos. Paco me había comprado un top del cual yo me había enamorado, en cuero, el cual me probé de inmediato, quedándome monísimo. Por su parte, la amiga tomó la mano de Fabiola y la colocó entre las mías diciendo:
- Que conste que es por tu cumpleaños que te presento a Fabiola.
Al decir eso me guiño un ojo y pegó sus nalgas a Pablo para luego continuar diciendo:
- Empezar vosotros que luego Pablo y yo nos sumaremos.
Coloqué la mano de Fabiola sobre mi hombro y me encaminé a mi dormitorio. Tenía la sensación de que lo íbamos a pasar de lo mejor.
Fabiola y yo nos entregamos a un largo beso sobre la cama mientras las dos nos quitábamos parte de nuestra ropa. Nos acariciábamos mutuamente hasta que ella dirigió los prominentes labios de su boca a mi concha, el cual ese día mi marido me lo había depilado por ser mi cumpleaños. Su lengua penetró hasta mi clítoris y lo chupó con gran maestría por un largo rato. Yo estaba que no aguantaba más. Me encontraba a punto de desmayarme de lo feliz que me encontraba. Tomé su cara y con mis labios busqué la boca de mi regalo de cumpleaños, luego me dediqué a besar y a chupar sus bien formados pechos, notando como Fabiola se quitaba el resto de su ropa. De pronto tuve una enorme sorpresa. Sentí que una gran verga, descomunal, entraba por mi vagina. Con cara de asombró me quedé mirando a los ojos a Fabiola. Ella sonrió, mostrándome su blanca dentadura. En ese momento, un sin fin de sentimientos se volcaron sobre mi cabeza. Primero lo disfrutaba, pero me atormentaba lo que haría Pablo cuando entrase por la puerta y viera que Fabiola me penetraba con una enorme poronga... y después de negarse a que yo estuviera con otro hombre.
Mi corazón casi se paraliza cuando la puerta se abrió.
Primero entró nuestra amiga con una cámara de vídeo en la mano, completamente desnuda. Su mirada era sin expresión alguna. Yo iba a decir algo cuando un dedo de Fabiola se posó en mis labios y detrás de él, su boca. Paco entró en la habitación. Desde mi posición apenas podía verlo pero sabía que se encontraba desnudo. En silencio, colocó sus manos sobre las nalgas de Fabiola y la penetró de golpe. Para mí era impresionante ver que me estaban follando el coño mientras mi marido se lo clavaba a su vez por el culo a esa persona. Al ver el rostro de satisfacción de Pablo comprendí que ese arrebató que le dio cuando mirábamos la película solo fue una farsa muy bien montada. Al rato los cuatro cambiamos de posición en varias oportunidades, hasta que ellos descargaron su ración de leche sobre nosotras. Luego nos fuimos a la sala a ver el vídeo que me habían tomado mientras cogíamos. Mi cara era una mezcla de pánico, terror, confusión y alegría. Luego me explicaron que Fabiola era un famoso transexual, amigo de nuestra chica, la cual mi esposo le pidió que buscara para gastarme una broma.
El detalle es que Paco, al terminar con nosotras, tomó la mano de Fabiola y se lo llevó al cuarto. Momentos después la amiga yo entramos con la cámara en la mano. Sorpresa. Fabiola le daba por el culo a mi Paco. Por su expresión, claramente se veía que le gustaba. Al principio me quedé paralizada. La voz de mi marido me sacó de mi estupor, me decía:
- Cariño, colócate debajo de mí para disfrutarlo entre los dos.
Temporalmente los dos se separaron, fue impresionante el ver como la kilométrica verga de Fabiola, salía del culo de Pablo. Mientras tanto nuestra amiga grababa todo con la cámara de vídeo. Yo me acosté boca arriba, después de que Pablo me lamiera la vagina y me empaló, para luego sentir y ver como Fabiola lo empalaba a él. Era como la escena de la vieja película francesa Emmanuel.
Desde esa fecha no hemos vuelto a ver a Fabiola, pero en ciertas ocasiones, uso una verga de plástico y le doy a Pablo por donde yo sé que más le gusta.
6 comentarios - Una historia verídica: Nieves y Pablo
Estaría bien una continuación de una de las noches en las que ella se folla al marido con un strapon