Rapto dark
Mi "No" selló la sentencia de tu rapto oscuro.
Despertada en la mitad de la noche fui transportada a tu presencia por tus siervos alados. Tras negro latex sus rostros sudaban adoración pagana. Cumplida la ofrenda se hincaron para recibir el ansiado premio. Tu entonces bajaste lentamente los escalones que te mantenían distante y con el látigo trazaste en el suelo sinuosas serpientes. Los siervos anhelantes apretaron sus piernas aprisionando espesos jugos y tú los azotastes hasta liberar exquisito placer. Luego, te volviste a mi. Sangrantes y gimientes tus siervos se evaporaron y yo senti el más intenso escalofrío cuando en cámara lenta recorriste con la lengua tus gruesos labios. ¿Qué tenías destinado para mi? ¿qué suplicios me esperaban por haber osado negarte mi sexo? Los encajes negros de mis manos se enredaron entre jirones de tul, mi cabello se atrapó en redes y telarañas, ¿cómo escapar? ¿por qué gritar? Avanzaste como felino que presagia el sabor de su presa, tu antifaz destellaba una luz espectral, tu piel brillaba de aceite y feromonas. De pie junto a mi abriste mis piernas con tus botas, ¿qué hechizo pronunciaste para que mi pubis abriera hambrientas fauces para devorarte? Triunfante sonreiste tu venganza, y Yo me desperté en mi cama, con el ardoroso dolor de no tenerte.
La muerte de los siervos
Anoche esperé despierta la llegada de tus siervos pues un ominoso presentimiento me advertía tu insaciada sed de revancha. Escondí finas dagas en ligas, oculté venenosos dardos en mi pelo y sentada al borde de la cama, fijé los ojos en la oscura noche. Los siervos llegaron, como la vez anterior, silenciosos, lentos, aventando las cortinas con sus vigorosas alas. "No me llevarán ante el Amo hoy." dije firme. Los siervos rieron, "No lo haremos, el Amo ordena que te complázcamos aquí en tu cuarto esta noche." ¿Complacerme?, sentí náuseas al imaginarme con los grotescos y oleosos verdugos. "¡Quietos!" exclamé y extrayendo las dagas los enfrenté desafiante, pero poor pathetic thing, solo logré exitarlos y darles mayor poder. El punzante brillo de mis armas había hipnotizado a las bestias, segregando pavloviana saliva en reminiscencia de dolores pasados y dulce presagio de futura sangre. "¡Sujétenla!" tronó una voz invisible, "Desgarren sus ropas, penétrenla juntos hasta arder, que expurgue el dolor de privarme su cuerpo!" Los siervos se aprestaron indolentes a cumplir el mandato. Entrambos me aprisionaron y desnudaron con saña. Uno al otro se convidaron mis íntimos jugos, uno al otro sirviéronse mis perfumes, uno y otro devoraron hambrientos los rincones de mi cuerpo hasta que mis senderos más profundos se llenaron con sus viscosos humores. Cuando en el momento del mayor éxtasis la fuerza abandonó aquellas garras, extraje presto de mi cabello los dardos venenosos y certeramente los clavé en sus gargantas. Los siervos cayeron, entre temblores de placer y muerte. "N000!", bramó la voz oculta. Yo solo atiné a levantar las dagas caidas y como trofeo cercené las alas de los siervos muertos.
El Amo vino a la fragua
Lento resbaló el moribundo semen por mis muslos. Entre ligas, las dagas ensangrentadas lo esperaban dolientes para un último abrazo. Una alquimia invisible alertó a tus huestes serviles y desde frías celdas clamaron desgarradas vangar el sacrílego crímen.
Erinnias encolerizadas treparon mis muros pero tu te interpusiste para apartarla. Ellas te miraron interrogantes, los cabellos serpenteaban ansiosos, sus ojos rogaban devorarme. Tu orden las alejó y comprendieron que Tú lo harías. Entonces te volviste. Un viento malicioso desvistió tu esculpido torso manteniendo firmes tus cintos de cuero, perverso gozó mi frustrado deseo de contemplar tu erecto sexo.
"Vine por mis discípulos y me llevaré las alas", sentenciaste.
"Puedes llevarte los cuerpos, pero las alas me pertenecen".
Sonreíste. Te acercaste. Paseaste a mi alrededor. Te detuviste detrás de mi. Sin siquiera rozarme estremecióme tu tibia exhalación.
"¿Acaso quieres convertirte en mi consorte?" preguntaste irónico.
Giré la cabeza. Nuestras bocas no se tocaron, pero sí nuestros alientos, que se lamieron rabiosos en lasciva cópula.
"¡Jamás!, Prefiero morir"
"No me costaría complacerte" dijiste mientras apretabas mi cuello con tus uñas de nueve pulgadas. Abrí la boca para atesorar el aire que podía perder. Tu solo viste en ella la promesa de una felación fogosa e inagotable . La tórrida visión turbó tu mente y al aflojar tu garra pude liberarme. De un salto me paré sobre las alas.
"Quiero permitirte que te las lleves, dije, a cambio que no vuelvas a entrar en mis sueños"
"No hago trato con mis víctimas", respondiste, "para mi sería muy fácil matarte ahora y llevármelas sin tu consentimiento... pero, admito que has ganado mi respeto, me llevaré las alas, me lo agradecerás un día, quizás... En tanto a tu sueño, por ahora solo te prometo que te daré una tregua."
Diciendo esto, un movimiento de tu capa volvió negra toda la habitación y me desvanecí. Al volver en mi, habías desaparecido llevando contigo siervos y alas. La habitación aún olía a tu viril presencia, maldije tu perturbador embrujo y apagué en un sueño profundo el abrasador fuego de mis entrañas.
La tregua sedienta
Quince días me otorgaste de tregua. Cada noche dormí en calma, sin pastillas, sin alcohol, solo sedas y plumas arrullaron mi sueño. Ya casi te había olvidado, ya casi había vuelto a mi cotidiano tedio. ¿Por qué irrumpiste otra vez en mi vida?, ¿por qué gozas mi inquietud? ¿por qué te enardece mi ansiedad carcomiéndome? ¿por qué te complace el húmedo padecer de mi interior?
Juro que no te vi cuando entré al ascensor. Juro que no percibí tu mirada siniestra.
Oculto entre las otras personas sólo eras un gris más entre los grises. Mas tarde, mientras me penetrabas sin compasión, dijiste que no lo creías, pero yo insisto que no me di cuenta que estabas allí tras la gente. Si hubiera sabido que me acechabas, si hubiera sospechado siquiera que preparabas tus oscuras garras para atraparme te hubiera revelado antes mi cuerpo para acelerar tus latidos, me hubiera mojado los labios, te hubiera entremirado de soslayo…
Solo cuando trancaste la puerta y aprisionaste mi mano para arrojarme contra el espejo supe que estabas alli conmigo. No había percibido tu incomparable androesencia, ¡es cierto! mis piernas se habrían aflojado mucho antes de cuando tu las abriste, ¿por qué no me crees? Tu voz violó insolente mis oídos, "aqui estoy como lo pediste, para cogerte sin piedad", tu ronco susurro fue un hálito caliente que prendió mi hoguera, un torrente de agua bajó por mis piernas para apagar el fuego de tu martillante penetración. ¿por qué estrujaste mis pechos hasta el dolor? ¿por qué mordiste la nuca y pezones hasta volverlos viscosas granadas? ¿Por qué me volviste una y otra vez en prestidigitadoras poses para tu insaciable placer? Antes de acabar, sacaste tu resbaloso miembro y me obligaste a lamerlo con voraz desenfreno, ¿Por qué sujetabas con fuerza mi cabeza? ¿por qué enredaste tus dedos en mi pelo? ¿por qué me obligaste a beber todo tu semen como un sediento en el desierto? Una vez fresco y limpio, guardaste satisfecho tu miembro entre tus ropas, sin importarte que yo quería más. Esta noche el orgasmo será mío, me encerraré entre ristras de ajo, pondré cadenas y candelabros en las ventanas y trazaré un círculo de sal alrededor de mi alcoba, no permitiré que entres otra vez en mis sueños.
Farewell
Tal como te lo dije no permití que entraras. Menospreciando el poder de mi conjuro intentaste sortear los hechizos pero un invisible escudo te mantuvo fuera. Rabioso, herido, golpeaste las ventanas hasta sangrar las uñas. Abatido, te apoyaste en los cristales elucubrando estrategias para burlar mis defensas. Te tenía en la mira. Saborée tu frustrado ceño. Sentada en el piso, abrí lentamente mis piernas para cegarte con un rosado brillo. Embebidos mis dedos en tibios jugos me pellizqué los pezones hasta hacerlos meñiques. Tu dolorosa erección, tu exquisito padecer hizo vibrar mi clítoris. Sabiéndome en tus ojos cerré los míos para dejarme caer en endorfìnica mioclonia. Con la última contracción cósmica abrí los ojos, te busqué con la vista y ya no estabas. Una gran desilusión opacó mi semblante. Me acerqué a la ventana, pero tu ya habías vuelto para siempre a tus dominios. Con pena abrí lentamente las ventanas, escudriñando la oscuridad, intentando verte por última vez. Y Allí fui cuando distinguí las letras en los cristales. Escrito con tu semen me dejaste un "Gracias".
Entonces, una inconmensurable emoción invadió mi alma y en solemne despedida lamí cada letra entre lágrimas de dolor y alegría porque sabía que ya no volvería a verte.
Dedicado a una amiga que fue quien lo escribio yo nada mas quiero compartirlo con ustedes por que l averdad me impacto muchisimo y me gusto
Saludos
no pido puntos nada mas algun comentario asi sea positivo o negativo
5 comentarios - Acoso onírico
Sera porque a la gente no le gusto.?? vos que pensas.....