Nos mudamos a un pueblo pequeño de la provincia de Mendoza, a mi marido lo habían asignado para asesorar al equipo técnico de un viñedo sobre cuidados y previsión en caso de nevadas o granizo.
Son pocas las familias que viven por la zona, pero son todas muy amigas.
El primer domingo, Juan y su esposa, nos invitaron a comer a su casa después de la misa, mi esposo aceptó encantado.
Fuimos a la iglesia y luego a casa de Juan, que nos presentó a sus hijos; Iván de 5 años, Normita de 12 años y Joaquín el mayor de 18, un chico muy callado que parecía más grande.
Comimos y luego hablamos un poco de todo, del trabajo, la iglesia, del pueblo, y después nos fuimos a nuestra casa.
A la mañana siguiente llegó muy temprano Juan, con su hijo Joaquín,
Nos traían unas facturas y por supuesto los invitamos a desayunar antes de ir al trabajo.
Como era invierno, Juan le pidió a su hijo que se quedara y partiera leña para la estufa, me quedé arreglando la ropa y las cosas que habíamos traído, mientras Joaquín estaba afuera con la leña.
Luego le pedí que me ayudara a bajar unas cosas de la camioneta, y gustoso me ayudó, era muy servicial, pero tímido, no hablaba mucho, mas bien no hablaba nada, sólo me decía: si o no, dependiendo la pregunta.
Al terminar con la leña, le dije que entrara a tomar algo fresco, yo me había quitado la campera y traía una remera ajustada, que hacía resaltar mis tetas, me di cuenta porque me quedó mirando casi con la boca abierta.
Me estaba mirando sin disimular, mi reacción natural fue excitarme y los pezones se me pusieron duritos. Yo disimulaba, pero él ni se movía, de repente fue para la puerta, le pregunté si iba a seguir partiendo leña, dijo que si y salió.
De pronto presté atención y no escuché ruido, me asomé a la ventana y no lo vi, salí al patio y fui despacito hacia el baño que estaba afuera y lo encontré masturbándose con la puerta entreabierta.
La verdad es que me sentí halagada, se estaba pajeando por mí, curiosa quería verle la pija pero no podía porque me daba la espalda.
Me acerqué y empujé la puerta diciendo:
- Joaquín, ¿estás ahí?... ¿Joaquín?
Estaba con la pija en la mano largando chorros de semen, giró y me miró, rápidamente se subió el pantalón y se fue caminando sin decir ni una palabra.
Me quedé con un poco de culpa, por haberlo espiado, pero contenta de haberle visto la pija, que tenía un buen tamaño.
El domingo siguiente durante la misa vi que Joaquín me miraba y al terminar, cuando fuimos a saludar a su familia él estaba igual que siempre. Yo pensaba que iba a estar evasivo.
El lunes Juan vino con facturas a desayunar con Normita, cuando los grandes se fueron le dije a la nena que le diga a Joaquín que pase por casa, para hacerme un favor.
Estuve esperando y al fin llegó acompañado de Normita, le pedí que llevara una ropa a la iglesia para la gente necesitada y le dije que viniera más tarde a partir leña.
A los diez minutos, volvió y me dijo que venia a cortar leña, que su mamá y su hermana iban a llevar la ropa a la iglesia.
Empezó a cortar leña, el tiempo estaba frío y amenazaba con llover por lo que le dije que metiera adentro la leña, se largó a llover justo cuando terminaba de entrarla.
Le preparé un café y me dispuse a hablar con él, le empecé a preguntar que hacía, como se divertía, que era lo que más le gustaba, intencionalmente subí un poco la pollera para rascarme un poco.
Después de un rato, con toda intención acomodé mi ropa íntima en un sillón, me fui a la cocina a preparar algunas cosas, y lo dejé solo en el living. Al rato me puse a espiarlo, y el muy pajero estaba revisando mi colección de tanguitas
- ¡¿Qué estás haciendo?!
- ¿No es lo que buscabas? – Me respondió, sin miedo.
No lo podía creer, no esperaba que me dijera eso. Como me quede callada por la sorpresa, él se levantó y salió por la puerta.
No lo vi durante dos días, decidí pasar por su casa. Lo encontré sentado en el umbral, con el torso desnudo. Tenía un cuerpo muy fuerte, con los músculos marcados y duros por el trabajo físico.
Le pregunté si estaba su mamá, se puso de pie y empezó a caminar para la casa. Yo lo seguí un metro atrás, no podía seguir su ritmo.
Apenas entramos, él se dio vuelta y comenzó a tocarme las tetas. Me paralicé de la sorpresa, y lo único que se me ocurrió decir fue:
- ¿Y tu mamá?
- No llega hasta la noche – En el mismo tono neutro que usaba siempre.
Estaba recaliente con el pendejo, parecía dominar totalmente la situación. Como era mi aventura decidí tomar una posición más activa. Lo llevé a la sala de estar, lo hice sentar en el sillón, le desabroché el pantalón, le saqué la pija afuera y lo empecé a pajear suave y rítmicamente,
Se la empecé a chupar como nunca, quería que me diga algo, no podía ser tan frío. Le saqué toda la ropa y me la saqué también yo, le chupaba y acariciaba todo el cuerpo. Tenía un cuerpo hermoso, me enloquecí de lujuria, se la chupé hasta que me acabó en la boca y la verdad, no era lo que quería, pero me agarró por sorpresa.
Me senté al lado de él en el sillón, caliente e insatisfecha. De repente se para y me pone su pija a la altura de la cara.
- Chupá - me dice.
Como seguía caliente, la idea me gustó. Cuando me metí la pija en la boca de nuevo sentí que volvía a ponerse dura. Estaba de nuevo excitado, parecía una máquina o un actor de películas porno.
Cuando estuvo bien dura me la sacó de la boca y me dijo que me recueste en la alfombra, él se acomodó entre mis piernas y me empezó a hacer sexo oral como no me lo habían hecho nunca. Muy delicado al principio, haciéndome cosas que ni yo sabía que me gustaban. Cuando estaba por acabar se detenía para que siga en continuo clímax. Parecía que me leía la mente, se detenía justo en los lugares que me hacían gozar más. Súbitamente se detuvo y se arrodilló. Se acercó aún más y con mucha habilidad quedó encima mío. Me empezó a coger en la posición del misionero, agregándole movimientos expertos. Nuevamente me mostraba el cielo y cuando estaba por acabar se detenía haciéndome suplicar que siga.
Cuando se le dió la gana empezó a moverse de otra manera, acelerando los movimientos. Cuando vió que llegaba al orgasmo aceleró de nuevo y me dejó acabar. Parecía que no iba a terminar nunca, fue la sensación más placentera de toda mi vida. Ningún hombre me había hecho ni la mitad de lo que Joaquín me hizo.
- ¿Te gustó? – me preguntó mirándome a los ojos.
- Nunca había sentido algo así – Me sinceré con él.
- Cuando quieras me llamás, son veinte pesos y hacemos lo que quieras.
Me fui muy enojada, me sentí una boluda y que me había faltado el respeto. Hice todo lo posible para no cruzarlo nunca más.
Al mes me enteré de todo, Joaquín era el que hacía el servicio a todas las mujeres de la zona. Todos los maridos trabajaban en los viñedos o en fábricas de pueblos vecinos, y muchos sólo volvían el fin de semana. Me contaron que el pibe hacía de todo, que era una máquina de dar placer. Yo ya lo sabía
Son pocas las familias que viven por la zona, pero son todas muy amigas.
El primer domingo, Juan y su esposa, nos invitaron a comer a su casa después de la misa, mi esposo aceptó encantado.
Fuimos a la iglesia y luego a casa de Juan, que nos presentó a sus hijos; Iván de 5 años, Normita de 12 años y Joaquín el mayor de 18, un chico muy callado que parecía más grande.
Comimos y luego hablamos un poco de todo, del trabajo, la iglesia, del pueblo, y después nos fuimos a nuestra casa.
A la mañana siguiente llegó muy temprano Juan, con su hijo Joaquín,
Nos traían unas facturas y por supuesto los invitamos a desayunar antes de ir al trabajo.
Como era invierno, Juan le pidió a su hijo que se quedara y partiera leña para la estufa, me quedé arreglando la ropa y las cosas que habíamos traído, mientras Joaquín estaba afuera con la leña.
Luego le pedí que me ayudara a bajar unas cosas de la camioneta, y gustoso me ayudó, era muy servicial, pero tímido, no hablaba mucho, mas bien no hablaba nada, sólo me decía: si o no, dependiendo la pregunta.
Al terminar con la leña, le dije que entrara a tomar algo fresco, yo me había quitado la campera y traía una remera ajustada, que hacía resaltar mis tetas, me di cuenta porque me quedó mirando casi con la boca abierta.
Me estaba mirando sin disimular, mi reacción natural fue excitarme y los pezones se me pusieron duritos. Yo disimulaba, pero él ni se movía, de repente fue para la puerta, le pregunté si iba a seguir partiendo leña, dijo que si y salió.
De pronto presté atención y no escuché ruido, me asomé a la ventana y no lo vi, salí al patio y fui despacito hacia el baño que estaba afuera y lo encontré masturbándose con la puerta entreabierta.
La verdad es que me sentí halagada, se estaba pajeando por mí, curiosa quería verle la pija pero no podía porque me daba la espalda.
Me acerqué y empujé la puerta diciendo:
- Joaquín, ¿estás ahí?... ¿Joaquín?
Estaba con la pija en la mano largando chorros de semen, giró y me miró, rápidamente se subió el pantalón y se fue caminando sin decir ni una palabra.
Me quedé con un poco de culpa, por haberlo espiado, pero contenta de haberle visto la pija, que tenía un buen tamaño.
El domingo siguiente durante la misa vi que Joaquín me miraba y al terminar, cuando fuimos a saludar a su familia él estaba igual que siempre. Yo pensaba que iba a estar evasivo.
El lunes Juan vino con facturas a desayunar con Normita, cuando los grandes se fueron le dije a la nena que le diga a Joaquín que pase por casa, para hacerme un favor.
Estuve esperando y al fin llegó acompañado de Normita, le pedí que llevara una ropa a la iglesia para la gente necesitada y le dije que viniera más tarde a partir leña.
A los diez minutos, volvió y me dijo que venia a cortar leña, que su mamá y su hermana iban a llevar la ropa a la iglesia.
Empezó a cortar leña, el tiempo estaba frío y amenazaba con llover por lo que le dije que metiera adentro la leña, se largó a llover justo cuando terminaba de entrarla.
Le preparé un café y me dispuse a hablar con él, le empecé a preguntar que hacía, como se divertía, que era lo que más le gustaba, intencionalmente subí un poco la pollera para rascarme un poco.
Después de un rato, con toda intención acomodé mi ropa íntima en un sillón, me fui a la cocina a preparar algunas cosas, y lo dejé solo en el living. Al rato me puse a espiarlo, y el muy pajero estaba revisando mi colección de tanguitas
- ¡¿Qué estás haciendo?!
- ¿No es lo que buscabas? – Me respondió, sin miedo.
No lo podía creer, no esperaba que me dijera eso. Como me quede callada por la sorpresa, él se levantó y salió por la puerta.
No lo vi durante dos días, decidí pasar por su casa. Lo encontré sentado en el umbral, con el torso desnudo. Tenía un cuerpo muy fuerte, con los músculos marcados y duros por el trabajo físico.
Le pregunté si estaba su mamá, se puso de pie y empezó a caminar para la casa. Yo lo seguí un metro atrás, no podía seguir su ritmo.
Apenas entramos, él se dio vuelta y comenzó a tocarme las tetas. Me paralicé de la sorpresa, y lo único que se me ocurrió decir fue:
- ¿Y tu mamá?
- No llega hasta la noche – En el mismo tono neutro que usaba siempre.
Estaba recaliente con el pendejo, parecía dominar totalmente la situación. Como era mi aventura decidí tomar una posición más activa. Lo llevé a la sala de estar, lo hice sentar en el sillón, le desabroché el pantalón, le saqué la pija afuera y lo empecé a pajear suave y rítmicamente,
Se la empecé a chupar como nunca, quería que me diga algo, no podía ser tan frío. Le saqué toda la ropa y me la saqué también yo, le chupaba y acariciaba todo el cuerpo. Tenía un cuerpo hermoso, me enloquecí de lujuria, se la chupé hasta que me acabó en la boca y la verdad, no era lo que quería, pero me agarró por sorpresa.
Me senté al lado de él en el sillón, caliente e insatisfecha. De repente se para y me pone su pija a la altura de la cara.
- Chupá - me dice.
Como seguía caliente, la idea me gustó. Cuando me metí la pija en la boca de nuevo sentí que volvía a ponerse dura. Estaba de nuevo excitado, parecía una máquina o un actor de películas porno.
Cuando estuvo bien dura me la sacó de la boca y me dijo que me recueste en la alfombra, él se acomodó entre mis piernas y me empezó a hacer sexo oral como no me lo habían hecho nunca. Muy delicado al principio, haciéndome cosas que ni yo sabía que me gustaban. Cuando estaba por acabar se detenía para que siga en continuo clímax. Parecía que me leía la mente, se detenía justo en los lugares que me hacían gozar más. Súbitamente se detuvo y se arrodilló. Se acercó aún más y con mucha habilidad quedó encima mío. Me empezó a coger en la posición del misionero, agregándole movimientos expertos. Nuevamente me mostraba el cielo y cuando estaba por acabar se detenía haciéndome suplicar que siga.
Cuando se le dió la gana empezó a moverse de otra manera, acelerando los movimientos. Cuando vió que llegaba al orgasmo aceleró de nuevo y me dejó acabar. Parecía que no iba a terminar nunca, fue la sensación más placentera de toda mi vida. Ningún hombre me había hecho ni la mitad de lo que Joaquín me hizo.
- ¿Te gustó? – me preguntó mirándome a los ojos.
- Nunca había sentido algo así – Me sinceré con él.
- Cuando quieras me llamás, son veinte pesos y hacemos lo que quieras.
Me fui muy enojada, me sentí una boluda y que me había faltado el respeto. Hice todo lo posible para no cruzarlo nunca más.
Al mes me enteré de todo, Joaquín era el que hacía el servicio a todas las mujeres de la zona. Todos los maridos trabajaban en los viñedos o en fábricas de pueblos vecinos, y muchos sólo volvían el fin de semana. Me contaron que el pibe hacía de todo, que era una máquina de dar placer. Yo ya lo sabía
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