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Todo tiene un principio...

Nací en un pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires del cual no voy a dar detalles por si hay algún coterráneo por aquí.
Tenía una vida normal, mi familia era de posición acomodada y junto a mi hermano Fernando tuvimos una infancia sin ausencias de nada.
Iba a la secundaria y si bien nunca había tenido novio ni nada por el estilo, sabía que era una de las chicas más observadas por los chicos. Más de uno me tiró los galgos y a más de uno le hice comer barro. A mi viejo mucho la idea de que tuviera novio no le gustaba y contrariamente rogaba que Fernando vagueara con la que se le antojara, muy machista era mi viejo.
A los quince yo era la gran promesa del pueblo. Buen apellido, que voy a obviar, un lomo en crecimiento, una carita de ángel, tenía un futuro prometedor. Igualmente yo sabía que en el pueblo me quedaba poca vida. Tenía decidido irme a La Plata a estudiar.
No se por qué pero mi viejo me llevaba a todos lados con él, quizás esa era su forma de cuidarme, además, acepto, yo era su preferida, era la luz de sus ojos.
Debo confesar que disfrutaba de esa vida, me gustaba mucho.
Un día como tantos fui con papá al campo.
El ritual era, generalmente, ir a acompañarlo, andar un rato a caballo, comer un asadito con los peones y después de la sobremesa volver a casa.
Mientras mi viejo se aprestaba a hacer sus tareas yo me fui para el lado de las caballerizas para dar un paseo en Byron, un alazán que me habían regalado mis viejos para los 15.
En eso estaba cuando entro y preparando mi caballo lo vi.
Un chico, no tan chico 24 años, que no puedo describir como lindo, pero si como muy interesante.
Alto, morocho de cuerpo trabajado en el campo, no en un gym. Sus facciones eran duras, sus manos grandes, su espalda ancha, el conjunto era si hermoso.
—Hola, quién sos?
—Hola soy Ramón.
—Sos nuevo?
—Si
Lo noté parco, me hablaba sin mirarme, concentrado en la tarea de ensillar a Byron.
Estábamos en diciembre y él estaba con una camisa abierta que dejaba ver el brillo de su cuerpo transpirado. Su pecho ancho, su vientre plano.
Tomó al caballo de las riendas y lo llevó hasta afuera de las caballerizas para que yo pudiera pasear.
Si bien yo sabía montar le pedí que me ayudara a subir, como para tener un contacto con él.
Puse mi pie en el estribo y me agaché para tomar envión, él me tomó de la cintura firmemente, pero con suavidad y de un movimiento me ubicó sobre el lomo del animal.
Les juro que tuve la sensación de sus manos en la cintura un buen rato.
No se por qué, pero la imagen de Ramón, instantánea, me pasaba por la cabeza. Acostumbrada a ser el ombligo del mundo en todos lados, su parquedad me tomó por sorpresa.
Sin entenderme a mi misma, me había propuesto descubrir a Ramón.
Acabé con mi paseo y me acerqué al casco de la estancia en donde ya estaba reunida la gente para el asado.
Noté que Ramón no estaba.
—Ey, no falta el chico nuevo?—pregunté a modo de investigación...
—Ah, si el Ramón, dejalo ese es más raro, si quiere venir que venga— Dijo Sergio el capataz.
No dije más nada, pero lo de raro me quedó dando vueltas en la cabeza.
Ansiosa empecé a contar los días hasta el próximo fin de semana. En vano recorrí las calles del pueblo tratando de cruzarlo, pero nada. En un lugar en donde todos nos vemos las caras a diario no tener rastros de él aumentaba el misterio.
Al sábado siguiente el mismo ritual rural con papá y ahí estaba ramón junto a Byron y esta vez una musculosa blanca enmarcaba la perfección de ese cuerpo.
—Hola Ramón ¿como estás?— dije con mi mejor sonrisa
Hizo un gesto con la cabeza sin abrir la boca.
—Ayudame a subir por favor.
Otra vez el pie en el estribo y ahí estaban sus manos en mi cintura me dejé estar unos segundos más de lo debido para sentirlo, pareció una eternidad, amagué a subir y deliberadamente me dejé caer contra su cuerpo, él me tomo fuerte para no dejarme caer. Era sólido, firme su pecho fue mi protección, me apoyé sobre él y no se si apropósito o no apoyé mi cola contra él y por primera vez sentí la dureza masculina. Un bulto entre sus piernas se estacionó momentáneamente sobre mi carne, nunca había tenido esa sensación, fue pura electricidad.
Salí a andar con Byron, pero no me sacaba a Ramón de la cabeza.
En lo mejor de mi paseo estaba cuando lo veo atrás del galpón grande cortando leña. Me acerqué lentamente.
—Ramón, me ayudás a bajar
Otra vez su manos en mi cintura y ahora eran mis pezones los que se endurecían y yo no entendía nada.
Comencé a charlar o al menos intentar sacarle algún diálogo, pero no hubo caso, le pregunté un montón de cosas de las cuales a lo sumo me contestó, con monosílabas, dos. Nadie me trataba así, estaba acostumbrada a que todo el mundo se muriera de ganas de estar conmigo, todo el mundo hacía lo que yo decía y este tipo parecía que yo le era indiferente y eso me ponía histérica.
Perdida ya por su indiferencia me dirigí a Byron, además ya se acercaba la hora del asado.
—Ayudame por favor—
se acercó, me tomó de la cintura, me dio vuelta y me apoyó contra el cuerpo del caballo y sin decir nada me dio un beso tremendo. Abrí mi boca y sentí su lengua entrar, húmeda, recorriendo mi boca. Apoyó fuerte su contra mí y otra vez ese bulto esta vez en mi vientre, no se cuanto duró el beso, pero fueron instantes de caminar en el aire.
Sin decir nada terminó de besarme, dio media vuelta y siguió con su trabajo.
Me subí como pude al caballo y me fui.
Esa noche en mi cama no pude dejar de pensar en ese beso. Sentía su gusto en mi boca, la humedad de su lengua, de pronto sentía como mis tetitas, chicas aun, se ponían turgentes y mi conchita empezaba a humedecerse. Me llevé las manos dentro de mi bombacha para comprobar la humedad y me rocé el clítoris, sentí un latigazo en las piernas, me volví a tocar y otra vez la misma sensación. No sabía que hacer, no conocía aún el aspecto sexual de mi cuerpo estaba asustada, Ramón, su dureza en mi cola, mis pezones y ahora esto. Me puse boca abajo en la cama para tratar de reprimirme, pero los pliegues de la sábana fueron los encargados de seguir con las caricias, mi bombacha había quedado corrida. Agarré fuerte la sábana y la tensión de la tela se apoyó directamente en mi clítoris, instintivamente quizás empecé a frotarme contra ella. El calor de mi cuerpo aumentaba como así también los latidos de mi corazón, de repente como en flashes me aparecían imágenes de Ramón con su musculosa blanca encima de Byron, su lengua en mi boca, él en cueros cortando leña.
Me contorsionaba recibiendo un fuego interno que no conocía, Ramón iba y volvía en mis pensamientos. Quería gritar, pero no quería despertar a mis padres así que empecé a morder la almohada para ahogar los gemidos, me frotaba lentamente, pero a un buen ritmo hasta que de repente sentí una explosión interna que me provenía desde lo más profundo de mi vientre y recorría cada una de mis extremidades tensándome, llevando cada parte de mi cuerpo a un estado de rigidez total. Acabada esa sensación, nunca mejor usado el término, me levanté y fui al baño tratando de ser silenciosa. Me miré al espejo, tenía el pelo revuelto, mis mejillas estaban coloradas, tenía transpiración en la frente. Seguí investigando, me saqué la bombacha y la sentí húmeda, estaba manchada, una mancha color ámbar, la olí, era un olor fuerte distinto a mis olores naturales. No entendía nada.
Al otro día sin decir nada me fui al campo, sola.
Lo busqué a Ramón estaba arreglando el techo del galpón chico.
Si me preguntan por que fui, la verdad es que no sabría que responderles, tal vez instinto.
Verme llegar lo sorprendió, lo descolocó.
—Ya traigo a Byron— me dijo
—No, no, no vine por Byron. Vine a verte a vos, anoche soñé con vos, no puedo dejar de pensar en tu beso.
Le conté en pocas palabras lo agitado de mi noche.
Sin palabras me tomó de la mano y me metió en el galpón.
Me tiró al suelo, con violencia, no para hacerme daño, pero me tiró.
Se arrodilló frente a mi, me subió la pollera, me abrió las piernas y me arrancó la bombacha.
Se me vino el mundo encima, me paralicé del miedo, todo su cuerpo se abalanzaba sobre mi, me tapé la cara con las manos y quizás por instinto de supervivencia grité...
—Soy virgen, no me lastimes!!!!!!
Parece que esas palabras fueron un click en la situación.
Ramón se paró en seco, me miró, sonrió, por primera vez sonrió y esa risa iluminó el galpón. Se acercó lentamente y me besó, otra vez su lengua entraba triunfal en mi boca y se movía buscando la mía.
Me empezó a besar el cuello, las orejas, la cara, paseaba su lengua sobre mí con pasión, llegó a mi escote, tomó mis tetitas con sus manos, las masajeó, me abrió la camisa y me sacó el corpiño, mis pezones, rosados y puntiagudos, parecían antenas, los empezó a lamer, a morder, a succionar, yo me retorcía de placer. Era silencioso, como en todo, solo su respiración era lo único que escuchaba de él, yo gemía, me ahogaba en gritos sordos.
De pronto su mano se metió entre mis piernas y sentí un dedo, creo que era un dedo, empezó a pasear por mi vagina.
—Ves— y mientras me mostraba su dedo mayor todo mojado con un líquido blancuzco que había en mi concha dijo— Esto quiere decir que te gusta, así que quedate tranquila que no te voy a lastimar.
Salió de arriba mío y se tiró de espaldas al suelo, así como estaba se sacó el pantalón y el slip y quedó delante de mí un pito demencial. tieso, oscuro, grande, muy grande con una cabeza gigante, a esa altura yo el único pito que conocía era el de Fernando que había visto de casualidad y sinceramente no se parecían en nada, este al lado del de mi hermano parecía el hermano mayor.
Quizás por un acto reflejo lo agarré y vi como mi mano quedaba chiquita y mi piel blanca contrastaba con ese pedazo de carne oscura.
Ramón seguía sin decir nada y observaba cada uno de mis movimientos.
—Sentate arriba, despacio, con suavidad.
Le hice caso, apoyé los labios de mi bulba contra esa cabeza temiendo lo peor. Estaba tensa, el empujó un poquito y su cabeza entró toda. Sentí que me ardía todo. Con sus manos me llevaba de arriba hacia abajo, con suavidad, una suavidad ajena para alguien como él.
—Hay un tope, cuidado, aflojate y no lo fuerces—me dijo
Sentía ese tope.
—Cuando te acostumbres a que está adentro avisame.
Afirmé con la cabeza, me mordía los labios y apoyaba mi mano en su pierna para tomar distancia.
Me moví un par de veces más, tratando de no cambiar el ritmo, me acordaba de mis sábanas, quería esa sensación.
—Ya está— dije— Y ahora?
—Bueno ahora vas a sentir como un pinchazo, no te asustes es una vez y nada mas.
Me agaché para ver entre mis piernas y todavía más de tres cuartos de pija estaban afuera mío. Intuí lo que venía pero no dije nada.
Me tomó la cintura con fuerza y de un movimiento me bajó y me la puso toda entera adentro. Sentí un desgarro, un ardor, fuego, las piernas se me aflojaron y me volví a tensar, grité, grité muy fuerte.
Me levanté como para sacarmelá de adentro y él me detuvo, me volví a mirar y vi sangre, entré en pánico, tenía ganas de llorar, lo miré como buscando una respuesta.
—Quedate tranquila, eso quiere decir que no sos más virgen, lo peor ya pasó.
Se incorporó y yo quedé sentada en él, me abrazó y me besó con dulzura, hasta diría con amor.
Lentamente empezó a moverse, iba y venía y de a poco fue rotando la posición hasta ser yo la que quedó de espaldas en el suelo.
Empezó a bombearme, suavemente pero con fuerza. Iba y venía, su respiración se agitaba. Separó su cuerpo sin sacármela me tomó las piernas y se las puso en los hombros, mi cola quedaba aún más arriba y ahora entraba toda. Sentía sus bolas chocando contra mi culo. De pronto la suavidad trocó por velocidad y a un ritmo parejo empezó a bombearme más duro, me saltaban las lágrimas de los ojos, gritaba, gritaba como una yegua en celo, empecé a clavar mis uñas en su espalda sentí su sangre en mis dedos, él estaba concentrado, su pija ancha, rozaba mi clítoris y al cabo de unas bombeadas ahí estaba otra vez esa sensación de las sábanas en mi, mis gritos de dolor pasaron a ser gemidos de placer, lo agarraba del culo ahora lo quería más adentro, le mordía la oreja, el cuello y el seguía con lo suyo en silencio.
De pronto la sacó, yo no sabía que pasaba, pero al verle la pija parecía que tenía vida, latía y latía...
—agarrala y seguí con el movimiento— me ordenó
Le hice caso y un minuto después su líquido daba de lleno en mi cuello, el segundo chorro en mis tetas y el tercero en mi panza.
Se contuvo, no gritó.
Se paró tomo su slip y se limpió. Me miró, yo estaba en el suelo desnuda y otra vez sin la sensación de las sábanas. Se volvió a arrodillar, se acercó a mi concha y le pasó su lengua, esa lengua que yo había tenido en mi boca, sentí como una descarga eléctrica en toda la espalda, otra vez la lengua y otra vez y mis sensaciones volvían a ser de placer, me metió el dedo índice mientras me seguía chupando y yo en las nubes me sentía montada desnuda sobre Bayron cabalgando en el cielo. No entendí bien, pero de pronto un chorro potente de pis, flujo, sangre y no se cuantas cosas más fueron a dar de lleno en la cara de Ramón, volví a gritar para sacarme la electricidad de encima, de la cintura para abajo no sentía mi cuerpo. Ramón estoico recibió todos mis fluidos. Cuando entré en razones y lo miré ahí estaba toda la cara empapada.
—Perdón Ramón— me defendí
—shhhhhh, no digas nada disfrutá—
Se paró y se empezó a vestir.
Me quise parar y mis piernas no respondieron, me caí de nuevo. Diligente me ayudó y me paró. Me dio la ropa, menos la bombacha que estaba hecha un jirón.
—Te gustó?—me preguntó inocente
—Mucho— dije y creo que me puse colorada.
Me besó, un beso largo y profundo.
Quedamos que nadie sabría esto que había pasado.
—Tenés que aprendder muchas cosas—me dijo y remató...
—y yo te las voy a enseñar....


Continuará.

8 comentarios - Todo tiene un principio...

Fachelo
Uf...buen relato de tu primera paja...está bueno, si...
lukillo
jajaja muy bueno pero una cosita no mas..
podridas poner la edad q tenias ?
solo eso
muy buen post 🤤
Becket061
Excelente!!! 🤤 🤤 🤤
mac74
Me encanto!!!! Como siguio la cosa
Athos
Excelente!
Athos
Excelente!
antohot
para cuando la prox