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Adoro tu picardia

Allí estaba, tan colgado como yo de ti.

Pendiendo de uno de sus finos tirantes
en la puerta de mi armario.
Dibujando vertiginosos pliegues
y gráciles reflejos sobre el raso.

El picardía inundaba la habitación
de un aroma tórrido y sensual.
Tan poca ropa y tanta perversión

Con sólo verlo colgado me estremecí.
Era una provocación en toda regla.
Sutil insinuación de noche de lujuria,
inflamable juego fetiche

Quise ver como se ceñía a tu cuerpo
blanco perla y contrastaba con la tela negra.
Deseé jugar con la suavidad de tu piel y la finura del raso.
Deslizar mis manos por encima y debajo de la prenda
y gozar con mi sentido ciego.


El picardía me desafiaba.

Me tentaba a descolgarlo y llevártelo a la mesa
para que te desnudases ante mí y te vistieras
con la prenda que tú habías elegido para la velada
y que deseabas vestir esta noche para mí

Pude contener mi pasión,
mi éxtasis.
O mejor dicho postergarlo.

Sabes lo que me gusta verte sin ropa
pero más aún con poca.
Con ropa que me desvirtúa y deprava.
Con la que tú gozas mi desenfreno

Ahora entiendo tu juego malicioso, tu verdadera picardía.
Trajiste tu prenda estrella, mi favorita,
con la que puedes sacarme todo el jugo y sorber mi pasión.
Con la que despiertas mis más profundos deseos sexuales
y realizas mis mayores fantasías.

El juego estaba a punto de comenzar.

Volví al salón donde cenábamos.
Quise acecharte por la espalda
rebanarte el cuello a mordiscos
y rasgar tus falsas vestiduras.

Pero tú sabías que venía de mi cuarto
y que lo había visto.
Todo estaba saliendo según lo previste.

Te levantaste y antes de que yo llegara a tu lado.
Tu figura ya desaparecía por el marco de mi habitación.
Escuché como desabrochabas tus botones,
como dejabas caer tu ropa al suelo.

Hubo una pausa.
Y escuché la suave fricción del raso contra tu piel.
Melodía erótica.


Sacaste una pierna por la puerta.
Era la señal.
Podía entrar en el cuarto.
Pero me resistí.
No iba a salir todo como tú querías

Era sexo lo que corría por mis venas

Te asomaste para ver qué pasaba, porqué no había entrado.
Fue cuando nos empotramos contra la pared
fundiéndonos en besos y amando nuestros cuerpos.
Regocijándonos en el calor del otro.

Exploré con mi lengua cada recodo desnudo tuyo
deseando que quisieras quitarte el picardía,
que pensaras que tu plan era un error

Tu placer aumentaba con cada ropa que me quitabas
y cada vez que yo desistía de intentar quitarte la tuya.
Cuando mis manos se perdían en tu interior
y asomaba la silueta de tus pechos excitados.

Me susurrabas al oído desde tus entrañas
cuánto me deseabas
y te lo devolvía con caricias por todo tu cuerpo.

La mesa fue nuestra improvisada cama.
Tu cuerpo resbalaba sobre la tela mostrándote
excelsa, increíble, tremendamente carnal.
Tu cuerpo pegado a la prenda creaba nuevas formas
que me poseían y me la ponían más inhiesta


Picardía, esencia de nuestro sexo

Tus piernas se entrelazaron a mí espalda
aprisionándome en tus entrañas.
Hincando mi miembro en tu sexo
transmitiendo el placer a tu espalda arqueada
Inundada de sudor y tela fina.
Te desprendí de los tirantes que habían servido
tanto para colgar la prenda como de trampa para mí.
Acaricié tus firmes pechos boca arriba
y desnudé tus gemidos ocultos

Los ojos vidriosos tenían el mismo brillo
que el de tu picardía empapado.
Que tu sexo estremeciéndose en un orgasmo.

Puse fin a nuestro juego. Vacié todo mi ser.
Me rendí sobre tu cuerpo. Fino, sedoso, vestido

Y sólo tuve fuerzas para insinuarte al oído:
“Adoro tu picardía”

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