Esta historia la lei en un sitio que entré ayer, tiene varias historias y videos. Espero que les guste... se que a muchos no les va el tema de los relatos... pero aca lo dejo
La Colegiala
Mi nombre es Mauro, soy de Villa Luro (Capital Federal). Trabajo por la zona de Paternal, cerca de la Facultad de Agronomía. Todos los días me tomo el colectivo en Nogoyá y la Av. Lope de Vega, a una cuadra del colegio industrial y el de química. Un día al volver del trabajo, también con el mismo colectivo, decidí pasar frente al colegio de química caminando. Ya era tarde y sólo quedaban unos pocos chicos en la puerta. Paso caminando al lado de los chicos y los miro de reojo como a cualquier otra persona, justo se estaban despidiendo. Me impresionaron las tres chicas que estaban en el grupo, eran muy altas y parecían mayores que los chicos. Cuando me estoy yendo escucho que me llamaba una de las chicas por mi nombre, cosa que me pareció muy raro. No tenía idea de donde me podían conocer. Me dí vuelta y ví que se me acercaba una de las chicas. Cuando la miré mejor me di cuenta que era Jessica, la hermanita de un amigo que hacía mucho no veía. Claro que ya no me podía referir a ella como “hermanita”, ahora era mucho más grande que la última vez que la vi, estaba con una pollera y una chomba blanca que le marcaba el cuerpo. Tenía unas tetas enormes y las piernas parecían de jugadora de hockey. Los rasgos de la cara se le habían puesto más duros y el pelo casi era platinado.
Me acerqué y le pregunté cómo andaba, que era de la vida de su hermano. Me respondió todo de manera muy efusiva, indudablemente se acordaba de mí y me consideraba un viejo amigo. Nos preguntamos un poco sobre nuestras vidas y los familiares y cuando me disponía a despedirme me sale con un:
- Che, ¿te parece de ir a tomar algo?
Me sorprendió mucho, pero le dije que no tenía problema y nos pusimos a conversar mientras me llevaba a algún lugar conocido de ella.
Eran las siete de la tarde y empezaba a oscurecer cuando llegamos a un kiosquito con mesas afuera. Ella apoyó la mochila sobre una de las sillas y se metió adentro del kiosco para salir después con una cerveza de litro y dos vasos. No me sorprendió que le vendan cerveza, no parecía menor y tampoco creo que le importara mucho al vendedor.
A la segunda cerveza la charla se puso más animada y yo también, le contaba las cosas que solía hacer en el colegio con mis amigos y el descontrol que había sido el viaje a Bariloche, que había hecho hace 3 años.
Yo hablaba y ella me miraba a los ojos todo el tiempo. Al principio me ponía un poco incómodo pero después de un rato empecé a sostenerle la mirada, provocándola yo también.
Cuando ella se levantó para buscar otra cerveza más la paré y le dije que ya era tarde, y que mejor nos íbamos. Me acerqué al mostrador y pagué las cervezas.
Se puso la mochila al hombro y nos pusimos a caminar por la calle. En un momento la miro por arriba del hombro y me doy cuenta que ella estaba media “alegre” por las cervezas. Era muy chica como para llegar así a la casa. Ahí nomas le pregunte:
- Jessi, ¿estas como para llegar a tu casa?
A lo que ella me contesta riéndose:
- Hasta las 12 no llega nadie a casa y yo ya voy a estar durmiendo en mi camita.
Por lo menos eso me dejó un poco más tranquilo. Caminamos un par de cuadras más y llegamos a la puerta de la casa. Sacó las llaves de la mochila, abrió un poco la puerta y me miró, yo me acerqué para saludarla con un beso en el cachete y ella a último momento me corrió la cara. Le di el beso en la comisura de los labios y ella me miró de nuevo a los ojos, pero esta vez invitándome a reaccionar. La metí para adentro de la casa y la apreté fuerte mientras le daba un buen beso en la boca. Cerré con el pie la puerta sin soltarla un segundo. Ella apretaba su entrepierna contra la mía a la vez que se abría un poco de piernas.
Mi excitación era visible y eso solo la provocaba más. Se refregaba y apretaba cada vez con más energía.
Cuando el roce se volvió doloroso frené y la mire fijo, ella con un movimiento de cabeza me marcó que vayamos. La agarré de la mano y la llevé hacia el comedor, que era la siguiente habitación. En el camino me saqué la remera y ella hizo lo mismo con su chomba. La senté sobre la mesa de madera que estaba en el centro de la habitación, y solita se desabrochó el corpiño. Tenía un par de tetas hermosas, con unos pezones grandes y rosados, que a esa altura estaban totalmente erectos. Sin dejar de pasarle la lengua me fuí desabrochando el pantalón. Ella gemía suave y yo me volvía loco, sentía que podía acabar en cualquier momento. Para no correr riesgos decidí bajar yo primero. Metí las manos abajo de la pollera y ella se acomodó para que pudiera sacarle la bombacha sin problemas. Me arrodillé para quedar a la altura exacta de su conchita, que era muy finita y de un color muy claro, toda rodeada de pelos castaño claro. Al primer contacto de mi lengua con su clítoris ella se agitó como si tuviera un escalofrío, pero inmediatamente apretó con sus muslos mi cara mientras respiraba agitada.
Al minuto me pidió que parara, porque no daba más. Se bajó de la mesa y se puso de rodillas, me bajó despacio y con cuidado los calzoncillos mientras me miraba a los ojos. Me agarró con fuerza la verga y me empezó a masturbar, mientras con su boca jugaba con mis huevos. Los metía casi totalmente en su boca, para chuparlos y acariciarlos con su lengua.
Con mi mano sobre la suya hice que se detuviera, sino le habría terminado en la boca. Ella se paró, la alcé y senté sobre la mesa mientras yo buscaba el preservativo que llevaba en la billetera, que había quedado dentro del pantalón.
Me puse el forro rápido y le apoyé la verga (que a esa altura parecía una piedra) en la concha. Ella, con su mano, me ayudó a apuntarla bien. Una vez que la acomodó empecé a ejercer presión y suavemente fue entrando, mientras ella gemía y tiraba la cabeza para atrás. Me tuve que calmar y bombear muy lento para no lastimarla, debía ser una de sus primeras veces. Al mirarla a la cara parecía que la estaba lastimando, pero al instante me decía que siguiera más.
Seguí así un tiempito más, despacio para calmarme un poco.
En un momento levanta la cabeza y me dice:
- Dale… rápido… dale… no pares…
Mis movimientos dejaron de ser suaves y largos, para convertirse en cortos y veloces. Ella empezó a gemir más fuerte. Finalmente soltó un último grito ahogado y se recostó totalmente relajada. Ese último gritito y la cara que puso cuando acabó me hizo pasar de cero a cien y acabar al instante.
Cuando nos empezamos a vestir me temblaban mucho las piernas, por el esfuerzo de coger de parado, pero ella no se dio cuenta. Charlamos un rato más y después me fui a mi casa antes de que llegara alguien.
Después de ese encontronazo no nos vimos más. Una lástima porque la pendeja estaba bárbara.
¡Saludos desde Capital!
PD: la pagina es www.sexotk.com.ar
La Colegiala
Mi nombre es Mauro, soy de Villa Luro (Capital Federal). Trabajo por la zona de Paternal, cerca de la Facultad de Agronomía. Todos los días me tomo el colectivo en Nogoyá y la Av. Lope de Vega, a una cuadra del colegio industrial y el de química. Un día al volver del trabajo, también con el mismo colectivo, decidí pasar frente al colegio de química caminando. Ya era tarde y sólo quedaban unos pocos chicos en la puerta. Paso caminando al lado de los chicos y los miro de reojo como a cualquier otra persona, justo se estaban despidiendo. Me impresionaron las tres chicas que estaban en el grupo, eran muy altas y parecían mayores que los chicos. Cuando me estoy yendo escucho que me llamaba una de las chicas por mi nombre, cosa que me pareció muy raro. No tenía idea de donde me podían conocer. Me dí vuelta y ví que se me acercaba una de las chicas. Cuando la miré mejor me di cuenta que era Jessica, la hermanita de un amigo que hacía mucho no veía. Claro que ya no me podía referir a ella como “hermanita”, ahora era mucho más grande que la última vez que la vi, estaba con una pollera y una chomba blanca que le marcaba el cuerpo. Tenía unas tetas enormes y las piernas parecían de jugadora de hockey. Los rasgos de la cara se le habían puesto más duros y el pelo casi era platinado.
Me acerqué y le pregunté cómo andaba, que era de la vida de su hermano. Me respondió todo de manera muy efusiva, indudablemente se acordaba de mí y me consideraba un viejo amigo. Nos preguntamos un poco sobre nuestras vidas y los familiares y cuando me disponía a despedirme me sale con un:
- Che, ¿te parece de ir a tomar algo?
Me sorprendió mucho, pero le dije que no tenía problema y nos pusimos a conversar mientras me llevaba a algún lugar conocido de ella.
Eran las siete de la tarde y empezaba a oscurecer cuando llegamos a un kiosquito con mesas afuera. Ella apoyó la mochila sobre una de las sillas y se metió adentro del kiosco para salir después con una cerveza de litro y dos vasos. No me sorprendió que le vendan cerveza, no parecía menor y tampoco creo que le importara mucho al vendedor.
A la segunda cerveza la charla se puso más animada y yo también, le contaba las cosas que solía hacer en el colegio con mis amigos y el descontrol que había sido el viaje a Bariloche, que había hecho hace 3 años.
Yo hablaba y ella me miraba a los ojos todo el tiempo. Al principio me ponía un poco incómodo pero después de un rato empecé a sostenerle la mirada, provocándola yo también.
Cuando ella se levantó para buscar otra cerveza más la paré y le dije que ya era tarde, y que mejor nos íbamos. Me acerqué al mostrador y pagué las cervezas.
Se puso la mochila al hombro y nos pusimos a caminar por la calle. En un momento la miro por arriba del hombro y me doy cuenta que ella estaba media “alegre” por las cervezas. Era muy chica como para llegar así a la casa. Ahí nomas le pregunte:
- Jessi, ¿estas como para llegar a tu casa?
A lo que ella me contesta riéndose:
- Hasta las 12 no llega nadie a casa y yo ya voy a estar durmiendo en mi camita.
Por lo menos eso me dejó un poco más tranquilo. Caminamos un par de cuadras más y llegamos a la puerta de la casa. Sacó las llaves de la mochila, abrió un poco la puerta y me miró, yo me acerqué para saludarla con un beso en el cachete y ella a último momento me corrió la cara. Le di el beso en la comisura de los labios y ella me miró de nuevo a los ojos, pero esta vez invitándome a reaccionar. La metí para adentro de la casa y la apreté fuerte mientras le daba un buen beso en la boca. Cerré con el pie la puerta sin soltarla un segundo. Ella apretaba su entrepierna contra la mía a la vez que se abría un poco de piernas.
Mi excitación era visible y eso solo la provocaba más. Se refregaba y apretaba cada vez con más energía.
Cuando el roce se volvió doloroso frené y la mire fijo, ella con un movimiento de cabeza me marcó que vayamos. La agarré de la mano y la llevé hacia el comedor, que era la siguiente habitación. En el camino me saqué la remera y ella hizo lo mismo con su chomba. La senté sobre la mesa de madera que estaba en el centro de la habitación, y solita se desabrochó el corpiño. Tenía un par de tetas hermosas, con unos pezones grandes y rosados, que a esa altura estaban totalmente erectos. Sin dejar de pasarle la lengua me fuí desabrochando el pantalón. Ella gemía suave y yo me volvía loco, sentía que podía acabar en cualquier momento. Para no correr riesgos decidí bajar yo primero. Metí las manos abajo de la pollera y ella se acomodó para que pudiera sacarle la bombacha sin problemas. Me arrodillé para quedar a la altura exacta de su conchita, que era muy finita y de un color muy claro, toda rodeada de pelos castaño claro. Al primer contacto de mi lengua con su clítoris ella se agitó como si tuviera un escalofrío, pero inmediatamente apretó con sus muslos mi cara mientras respiraba agitada.
Al minuto me pidió que parara, porque no daba más. Se bajó de la mesa y se puso de rodillas, me bajó despacio y con cuidado los calzoncillos mientras me miraba a los ojos. Me agarró con fuerza la verga y me empezó a masturbar, mientras con su boca jugaba con mis huevos. Los metía casi totalmente en su boca, para chuparlos y acariciarlos con su lengua.
Con mi mano sobre la suya hice que se detuviera, sino le habría terminado en la boca. Ella se paró, la alcé y senté sobre la mesa mientras yo buscaba el preservativo que llevaba en la billetera, que había quedado dentro del pantalón.
Me puse el forro rápido y le apoyé la verga (que a esa altura parecía una piedra) en la concha. Ella, con su mano, me ayudó a apuntarla bien. Una vez que la acomodó empecé a ejercer presión y suavemente fue entrando, mientras ella gemía y tiraba la cabeza para atrás. Me tuve que calmar y bombear muy lento para no lastimarla, debía ser una de sus primeras veces. Al mirarla a la cara parecía que la estaba lastimando, pero al instante me decía que siguiera más.
Seguí así un tiempito más, despacio para calmarme un poco.
En un momento levanta la cabeza y me dice:
- Dale… rápido… dale… no pares…
Mis movimientos dejaron de ser suaves y largos, para convertirse en cortos y veloces. Ella empezó a gemir más fuerte. Finalmente soltó un último grito ahogado y se recostó totalmente relajada. Ese último gritito y la cara que puso cuando acabó me hizo pasar de cero a cien y acabar al instante.
Cuando nos empezamos a vestir me temblaban mucho las piernas, por el esfuerzo de coger de parado, pero ella no se dio cuenta. Charlamos un rato más y después me fui a mi casa antes de que llegara alguien.
Después de ese encontronazo no nos vimos más. Una lástima porque la pendeja estaba bárbara.
¡Saludos desde Capital!
PD: la pagina es www.sexotk.com.ar
13 comentarios - Historias Reales - Relatos y testimonios
con una pendeja de 15....ahi aprendi q no hay q perder las oportunidades unicas q te da la vida..
saludos!
Un par más de esos valían la pena!!
sube mas! 🤤 🙎♂️
el de quimica o el enet 35?
donde fueron ahi a hackers???
DALE VELEZ
AGUANTE EL BARRIOO!
SALUDOS 🆒 😉