Bueno, parece que gustó un poco asi que seguimos con juli. Este capitulo es mas corto pero si llego con el tiempo subo el capitulo 3 y 4 ahora a la noche. Disfruten
CAPÍTULO 2: La atracción crece
Los días pasaban, y aunque ninguno de los dos lo decía, había algo entre nosotros. No era algo evidente, pero estaba ahí. Cada vez que nos cruzábamos, ya fuera en la casa o en el patio, había una tensión que flotaba en el aire, algo que no sabíamos cómo manejar. La rutina diaria nos iba acercando más, y aunque ambos tratábamos de mantener las distancias, las miradas decían algo diferente. Había algo en ella, algo en su forma de ser, en sus gestos, que me atraía sin que yo pudiera entender por qué.
Una tarde, después de volver de entrenar, fui a la cocina. El fútbol siempre me dejaba agotado, pero al mismo tiempo me dejaba con una sensación de satisfacción. Mientras abría la heladera, vi a Julieta sentada a la mesa, con algunos libros y apuntes frente a ella. Su cabello caía suavemente sobre sus hombros, y la luz del sol que entraba por la ventana iluminaba su rostro, dándole un aire casi etéreo. Aunque no estaba intentando ser atractiva, no pude evitar notar cómo me llamaba la atención.
Me senté en una silla cerca de ella, sin invadir su espacio, pero suficientemente cerca como para estar en su campo de visión. A veces sentía que la conversación entre nosotros se daba de manera casi automática, como si no hubiera mucho que decir, pero al mismo tiempo, había algo en su presencia que me hacía querer seguir hablando.
—¿Todo bien? —le pregunté, intentando romper el silencio.
Julieta levantó la vista por un instante, sus ojos se cruzaron con los míos, pero rápidamente volvió a bajar la mirada, como si no quisiera que la viera demasiado.
—Sí, estudiando para un examen —respondió, con una leve sonrisa, pero sin mucho ánimo en su voz.
—¿De qué es? —pregunté, buscando algo de conversación. No sabía mucho sobre lo que estudiaba, pero estaba claro que me importaba saber más sobre ella.
—Anatomía. Cosas de la facu —dijo, como si el tema no fuera de su total interés, aunque su mirada parecía vagar hacia el infinito mientras hablaba.
—Ah, entiendo. Eso debe ser complicado —comenté, sin saber mucho de anatomía, pero queriendo mostrar algo de interés.
—A veces sí —respondió, tomando un sorbo de su café, pero manteniendo los ojos bajos, como si se sintiera incómoda o tal vez cansada de hablar de eso.
La conversación siguió de manera un tanto lenta, con breves silencios que ambos intentábamos llenar. Yo la observaba, no de manera obvia, pero sí lo suficiente como para notar cada pequeño detalle: el movimiento de sus manos, la forma en que se ajustaba las gafas cuando leía, o cómo su cabello se movía con cada gesto.
De repente, Julieta se levantó para ir a la cocina a dejar el café que había terminado. Mientras pasaba cerca de mí, nuestras manos se rozaron, y aunque fue un toque fugaz, la sensación fue distinta. Hubo algo en ese roce que me dejó un nudo en el estómago, algo que no sabía cómo interpretar. Julieta pareció notarlo también, pues se detuvo por un segundo, y aunque no dijo nada, sentí que ambos estábamos procesando lo que acababa de suceder.
—¿Te ayudo con eso? —pregunté, buscando una excusa para no dejar que el momento se desvaneciera tan rápido.
—No, gracias. Ya está —respondió ella, casi con prisa, como si no quisiera prolongar el momento, aunque la suavidad de su tono me decía lo contrario.
Poco después, se levantó para ir a su habitación. Antes de irse, me miró nuevamente y, con una ligera sonrisa, dijo:
—Nos vemos más tarde.
—Sí, nos vemos —respondí, aún sin poder dejar de pensar en el roce, en la sensación que había dejado en mi piel.
Me quedé sentado en la cocina, con la mente llena de preguntas. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? ¿Era solo una atracción momentánea, algo causado por la cercanía de vivir juntos? ¿O había algo más detrás de esas pequeñas interacciones, de esas miradas fugaces? No lo sabía, pero algo me decía que estábamos al borde de descubrirlo.
CAPÍTULO 2: La atracción crece
Los días pasaban, y aunque ninguno de los dos lo decía, había algo entre nosotros. No era algo evidente, pero estaba ahí. Cada vez que nos cruzábamos, ya fuera en la casa o en el patio, había una tensión que flotaba en el aire, algo que no sabíamos cómo manejar. La rutina diaria nos iba acercando más, y aunque ambos tratábamos de mantener las distancias, las miradas decían algo diferente. Había algo en ella, algo en su forma de ser, en sus gestos, que me atraía sin que yo pudiera entender por qué.
Una tarde, después de volver de entrenar, fui a la cocina. El fútbol siempre me dejaba agotado, pero al mismo tiempo me dejaba con una sensación de satisfacción. Mientras abría la heladera, vi a Julieta sentada a la mesa, con algunos libros y apuntes frente a ella. Su cabello caía suavemente sobre sus hombros, y la luz del sol que entraba por la ventana iluminaba su rostro, dándole un aire casi etéreo. Aunque no estaba intentando ser atractiva, no pude evitar notar cómo me llamaba la atención.
Me senté en una silla cerca de ella, sin invadir su espacio, pero suficientemente cerca como para estar en su campo de visión. A veces sentía que la conversación entre nosotros se daba de manera casi automática, como si no hubiera mucho que decir, pero al mismo tiempo, había algo en su presencia que me hacía querer seguir hablando.
—¿Todo bien? —le pregunté, intentando romper el silencio.
Julieta levantó la vista por un instante, sus ojos se cruzaron con los míos, pero rápidamente volvió a bajar la mirada, como si no quisiera que la viera demasiado.
—Sí, estudiando para un examen —respondió, con una leve sonrisa, pero sin mucho ánimo en su voz.
—¿De qué es? —pregunté, buscando algo de conversación. No sabía mucho sobre lo que estudiaba, pero estaba claro que me importaba saber más sobre ella.
—Anatomía. Cosas de la facu —dijo, como si el tema no fuera de su total interés, aunque su mirada parecía vagar hacia el infinito mientras hablaba.
—Ah, entiendo. Eso debe ser complicado —comenté, sin saber mucho de anatomía, pero queriendo mostrar algo de interés.
—A veces sí —respondió, tomando un sorbo de su café, pero manteniendo los ojos bajos, como si se sintiera incómoda o tal vez cansada de hablar de eso.
La conversación siguió de manera un tanto lenta, con breves silencios que ambos intentábamos llenar. Yo la observaba, no de manera obvia, pero sí lo suficiente como para notar cada pequeño detalle: el movimiento de sus manos, la forma en que se ajustaba las gafas cuando leía, o cómo su cabello se movía con cada gesto.
De repente, Julieta se levantó para ir a la cocina a dejar el café que había terminado. Mientras pasaba cerca de mí, nuestras manos se rozaron, y aunque fue un toque fugaz, la sensación fue distinta. Hubo algo en ese roce que me dejó un nudo en el estómago, algo que no sabía cómo interpretar. Julieta pareció notarlo también, pues se detuvo por un segundo, y aunque no dijo nada, sentí que ambos estábamos procesando lo que acababa de suceder.
—¿Te ayudo con eso? —pregunté, buscando una excusa para no dejar que el momento se desvaneciera tan rápido.
—No, gracias. Ya está —respondió ella, casi con prisa, como si no quisiera prolongar el momento, aunque la suavidad de su tono me decía lo contrario.
Poco después, se levantó para ir a su habitación. Antes de irse, me miró nuevamente y, con una ligera sonrisa, dijo:
—Nos vemos más tarde.
—Sí, nos vemos —respondí, aún sin poder dejar de pensar en el roce, en la sensación que había dejado en mi piel.
Me quedé sentado en la cocina, con la mente llena de preguntas. ¿Qué estaba pasando entre nosotros? ¿Era solo una atracción momentánea, algo causado por la cercanía de vivir juntos? ¿O había algo más detrás de esas pequeñas interacciones, de esas miradas fugaces? No lo sabía, pero algo me decía que estábamos al borde de descubrirlo.
1 comentarios - Julieta, mi hermosa hermanastra II