Qué recuerdos vívidos de placer tengo al recordar, Pedro tenía su mano adentro de mí pollerita, ya había corrido mí tanguita y me masturbaba con sus anchos dedos.
Tenía su mirada clavada en mis ojos, veía mis muecas que agradecían su juguetona mano, mí conchita se mojaba esperando ansiosa que clave sus falanges muy dentro mío, pero no, se hacía desear. Me acariciaba casi torturandome pero sabiendo por mis gestos que me retorcía de placer.
Mí boca estaba seca, entreabierta sin poder tomar aire.
Mis pezones se sentían duros, aparecían marcados por mí ajustado top dorado. Mí pollerita negra, súper cortita apenas si tapaba sus inquietos movimientos.
Un sorbo de un gin tonic me hizo recuperar levemente la compostura y recordar que a mí alrededor, había gente cenando mientras nosotros en aquél box de un restaurante muy elegante de Puerto Madero, estábamos jugando como dos chicos en celo.
Si por mí fuera, me ponía en cuatro sobre la mesa para que me coja ese viejo depravado que me manoseaba con 20 añitos. No sabía controlarme, pero él si, sabía bien cómo hacerlo.
Me sacó su mano y con sus dedos mojados de mis flujos, levantó su brazo haciendo el gesto para pedir otra ronda de bebidas.
La moza, muy hermosa ella, típica de esta clase de lugares, le sonrió sin percatarse de nada y fué de inmediato a la barra.
Por mí parte, era como una nena que le sacaban su dulce, quería llorar de no tenerlo entre mis piernas. Mí tanguita negra de encaje estaba completamente mojada. Disimuladamente me la saqué y se la dí en la mano. La llevó sobre su barba canosa, la olió y me la devolvió. La guardé en mí cartera y me quedé sin por si mí hombre decidía volver a jugar conmigo.
A nuestro alrededor, mesas de negocios, parejas muy adineradas y algún que otro rejunte de amigos de clase alta.
Todos miraban de vez en cuando especulando que yo era su prostituta.
Apenas era nuestra segunda cita.
Si bien me recibió con el regalo de la cartera en la que guardé la tanguita, solamente era un agasajo de Pedro hacía mí. Por qué no podía gustarme arquel hombre?
No era un señor súper atractivo, pero era morboso y me trataba más que bien... En la vida no se puede todo.
Quizás, una de las cosas que más me gustaban de él, es que intentaba disimular su mirada a mis tetas. Me había visto tragarme toda su pija, pero aún así, disimulaba para mirar mí pronunciado escote que tantas mesas alrededor nuestro se deleitaban.
Me daba ternura. Después recordaba que de tierno tenía poco. Cada beso le gustaba morder mis labios como marcando territorio, me besaba con mucha pasión, sin soltarme hasta que él decidía.
Su pantalón de vestir poco disimulaba su erección, la mesa y el box eran lo único que lo resguardaba. Afortunadamente la luz tenue lo favorecía aún más.
Sin embargo, él notó mí mirada en su bulto y sin ningún tipo de vergüenza bajó su bragueta para liberar su pene. Llevó mí mano a su falo y me invitó a masajearlo. Tarea que no rechacé, la cena, los tragos y la cartera lo hacían merecedor de esa paja.
Movía de arriba para abajo con un ritmo muy suave, poca presión en los dedos, casi dándole caricias y jugando con su cabecita.
Él me miraba mientras yo le daba placer en ese restaurante. Tenía una mirada penetrante, casi intimidatoria.
Sentí acercarse nuestra moza y no me detuve, no me animé a desafiar a sus ojos. A su demanda.
Ella dejó los tragos mientras yo seguí con mí vaivén que casi inconsciente, endurecí ejerciendo uno o dos puntos más de presión a la hora de agarrar ese miembro.
Crucé mirada con la moza mientras se iba, me veía asqueada, no porque se haya percatado de la escena, sino porque me veía como una puta que cogía con ese viejo.
Su forma de menospreciarme fué un combustible que aceleró el movimiento de mí mano. Ya era una paja con todas las letras. Ya sus ojos estaban cerrados y su cabeza echada para atrás.
Le dí un beso en el cuello para poder disimular un poco la burda escena que estábamos dando.
Por primera vez sentí miedo de que nos descubran, pero lejos de hacerme detenerme, simplemente seguí con mí deber.
Abrió los ojos y con los tragos llenos, sin haber tomado un sorbo, se acomodó el pantalón sacando mí mano sutilmente.
Dejó una cantidad importante de plata sobre la mesa que cubría generosamente la propina de la chica y me llevó de la mano hasta afuera.
Sin tanga recorrí todo el salón con mis cachetes colorados por el calor interno que tenía. Sus ojos se clavan en nosotros, algo tramabamos, sus miradas nos juzgaban.
Entramos al garage que estaba a poco metros y en la oscuridad de aquel lugar, sin llegar a subirme al auto me hizo arrodillar para chuparle su pija contra su BMW azul.
Mis rodillas estaban sobre aquél sucio piso, con restos de tierra y grasa.
Mis labios, con restos del líquido preseminal de mí amante que en segundos me estaba ahogando con su pija.
No era enorme, pero lo suficiente para sacarme el aire y lograr que de mis ojos se escapen algunas lágrimas.
Una de mis manos acompañaba el movimiento de mí cabeza, pajeando aquél postre que me servía mí hombre. La otra de mis manos, respondía a mis necesidades y acariciaba mí clítoris mientras me dedicaba a darle placer a Pedro.
Sentí unos chorros calientes en mí garganta, Pedro se acababa en mí boca y yo respondí como una dama, lamiendo cada gota que él me regalaba.
Cuidé de darle lo que merecía, cuidé de seguir impecable para él, ni una gota se escapó de mis labios.
Si él me lo pedía, hubiera seguido de rodillas hasta que se aburre de tenerme colgada de su glande.
Sólo porque el quiso, subimos a su auto y me llevó a un hotel muy famoso de Puerto Madero.
La suite era increíble, nos estaba esperando con un champagne dentro de una hielera y una vista a la ciudad imperdible.
"Se ve linda la ciudad de noche, pero tu cola es aún mejor". Me piropeó mientras yo estaba embobada mirando por el enorme ventanal.
"Vos decís? No viste todo..."
Pedro estaba sentado en un sillón individual de cuero, contemplando la vista, pero a mí cuerpo.
Meneando y de espaldas a él, me fui bajando la mini, mí tanguita estaba guardada en mí cartera, por lo que no había nada que esconda mí desnudez.
Moví la colita suavemente, bailando sensualmente y terminando de sacarme el top. Quedé sin nada más que su atenta mirada sobre mí con la ciudad de fondo.
Giré a mirarlo y ya se estaba masturbando, poniendo dura su pija.
No pude evitar el deseo de ayudarlo, me puse de rodillas en ese piso de alfombra y me acerqué gateando.
Mis ojos se clavaron en su miembro, mis manos acariciaban su falo mientras me mordía los labios para expresarle mí deseo de comérselo todo.
"Te gustaría que te la coma toda otra vez?" le dije de la manera más puta que me salió.
"Te parece algo que te podría decir que no?" Fué su repregunta.
Hubiera respondido pero ya estaba lanzada y con su verga dentro de mí boca una vez más.
Sentía un deseo enorme de ser su puta, aunque a su vez, evitaba muchas veces la mirada porque él no me encantaba, me centraba en esos centímetros de carne que no distinguía edad, me gustaban sin discusión ni debate.
Él por su parte recorría todo mí cuerpo, con sus manos, ojos o lengua. No perdía oportunidad de probar mí suave piel.
Me agarró del pelo y me levantó la vista, cruzamos miradas mientras mí lengua seguía fuera y goteando saliva. Su pija reluciente de mí oral.
Me subió a su regazo y empezamos a comernos a besos. Yo completamente desnuda y él con la ropa puesta, pero su verga afuera.
Ese momento fué raro para mí. La pasión con la que me comía a besos, no era ni por asomo la misma que yo sentía por ese señor. Sus manos no perdían oportunidad de manosear todos mis agujeritos, sus dedos alternaban entre mí conchita y mí culito. Los únicos momentos que su barba no estaba sobre mis labios, eran los que se distraía comiéndome las tetas, cosa que hacía muy bien y me transportaba a hermosas fantasías.
Sentía sus dedos jugando entre mis piernas, entraban y salían por mí sexo húmedo de tanto roce.
Era una nena sobre su regazo, teníamos una diferencia de edad que lo hacía muy real todo.
Me alzó y me llevó a la cama que estaba a pocos metros de ahí. Acostada boca arriba, se dedicó a recorrer con su lengua toda mí fisionomía. En minutos, todos mis rincones estaban cubiertos por su saliva, estaba marcada por mí macho esa noche.
Me giró y fué directo a mí cola. Abrió con sus manos mis nalgas y recorrió todo mí ano con su lengua. Era increíble con la pasión que aquél señor se dedicaba a darme placer oral. Cuánto disfrutaba a lamer mí colita.
Gemia de manera genuina, mí cuerpo se relajaba a la vez que mí espalda se arqueaba retorcida de placer.
Sentí su lengua bajar hasta mí conchita y quedé en 4 frente a él. Un dedito entró en mí cola y su lengua acariciaba mí clítoris.
Siguió ese proceso con mucha facilidad, incluso sumó otro dedo a mí cola que no opuso nada de resistencia.
Eso le dió mucha confianza, sabía lo que se venía, era tarde para negarme. Sentí un escupitajo en mí ano y lo siguiente fué la presión de su pija que empezó a entrar de a poco.
Mi culo esa noche fué su deseo y él no se iba a quedar con las ganas.
Yo tampoco pensaba decirle que no. Ese hombre me trataba como una verdadera puta malcriada.
En 4 como estaba, relajé mí cuerpo y dejé entrar su verga que con mucha facilidad se perdió entre mis nalgas.
Empezó con una cogida tranquila, agarrado de mis glúteos con mucha fuerza pero con un ritmo suave, cuidándome.
Yo meneaba para él mientras hacía su mete y saca.
El ritmo fué aumentando casi descaradamente, lo que fué un inicio tranquilo, rápidamente se convirtió en un violento anal que me dejó inmóvil y mordiendo el cubrecama caro de aquél hotel.
Pedro se olvidó de la inocente mujer con la que trataba y se dedicó a romperme el culo, a eso fué y eso iba a hacer.
Mis gritos ahogados no eran algo que lo detenga, sino todo lo contrario, lo incentivaban a más, a pijazos más profundos y a chirlos en mí cola que dejaban sus dedos marcados en mí desnudez.
Metía y sacaba a un ritmo voraz, me estaba destrozando la cola.
"Por...dios... Me estás... Rompiendo... El culo..."
Mí comentario hizo que me gane sus dedos en mí boca callando mis pensamientos.
Buscó mayor profundidad en sus embestidas, mis ojos daban vueltas, mis gemidos se convirtieron en gritos y jadeos, sentía la boca seca.
Su pija me seguía reventando sin piedad.
Pensé que me iba a atravesar, fueron largos minutos sintiendo el cuerpo de Pedro encima mio, su peso caía sobre mí en cada avance y abría aún más mí rota cola.
Sacó los dedos de mí boca y pude volver a hablar.
"Dios... Dios... Dios..."
Él no me iba a salvar por más que lo nombre múltiples veces.
Aquél viejo pensaba jugar con mis cuerpo veinteañero hasta el cansancio.
"Te gusta pendeja puta, no?" Me acusó Pedro usando palabras que nunca habían salido de su boca hasta ese entonces.
"Estás calladita ahora, no? Te cuesta admitir lo PUTA que sos?"
Paf... Paf... Paf...su pelvis seguía chocando contra mí culo. Su pija estaba enterrada dentro mío y yo no era capaz de responder.
"Te voy a llenar de leche ese culito divino, me escuchaste?"
Si, lo había escuchado muy bien. No iba a decirle jamás que no. Pero tampoco podía hablar para afirmar a su voluntad.
Tampoco hizo falta. Todos esos insultos calentaron a mí macho e hicieron que descargue su semen caliente dentro mío. Mí colita se fué llenando mientras sentía su pija latir dentro mío. Mí culo por fin se relajó y empecé a acabarme con él, sentí mí cuerpo temblando y una electricidad recorría mí espalda a la vez que Pedro me dejaba las últimas gotas de su acabada en el exterior de mí ano.
Estaba feliz de ver su expresión, sabía que había hecho mí tarea bien e incluso aprobado con creces.
Su pija ya flácida, posaba sobre una de mis piernas, la misma que empezaba a tener un hilo de leche bajando desde el interior de mí culito.
Pedro besó un cachete de mí cola.
"Por favor, qué juguete hermoso este" fué la frase que acompañó a ese tierno gesto.
"Me voy a dar una ducha y me voy, pero la habitación está paga. Te podes quedar"
Quedé sola en la cama y lo ví alejarse.
Me quedé dormida, completamente exhausta.
A la mañana siguiente el sol que entraba por aquel ventanal que inició todo, me despertó agresivamente.
Estaba algo desorientada, ví mí ropa sobre una silla, la misma tenía otro sobre encima.
No pude evitarlo, salté de la cama y fui a revisarlo. Aquél anal que tantas veces le regalé al idiota de mí ex, me hizo ganar mil dólares más.
Volví feliz a la cama hasta que llegó el desayuno.
Tenía su mirada clavada en mis ojos, veía mis muecas que agradecían su juguetona mano, mí conchita se mojaba esperando ansiosa que clave sus falanges muy dentro mío, pero no, se hacía desear. Me acariciaba casi torturandome pero sabiendo por mis gestos que me retorcía de placer.
Mí boca estaba seca, entreabierta sin poder tomar aire.
Mis pezones se sentían duros, aparecían marcados por mí ajustado top dorado. Mí pollerita negra, súper cortita apenas si tapaba sus inquietos movimientos.
Un sorbo de un gin tonic me hizo recuperar levemente la compostura y recordar que a mí alrededor, había gente cenando mientras nosotros en aquél box de un restaurante muy elegante de Puerto Madero, estábamos jugando como dos chicos en celo.
Si por mí fuera, me ponía en cuatro sobre la mesa para que me coja ese viejo depravado que me manoseaba con 20 añitos. No sabía controlarme, pero él si, sabía bien cómo hacerlo.
Me sacó su mano y con sus dedos mojados de mis flujos, levantó su brazo haciendo el gesto para pedir otra ronda de bebidas.
La moza, muy hermosa ella, típica de esta clase de lugares, le sonrió sin percatarse de nada y fué de inmediato a la barra.
Por mí parte, era como una nena que le sacaban su dulce, quería llorar de no tenerlo entre mis piernas. Mí tanguita negra de encaje estaba completamente mojada. Disimuladamente me la saqué y se la dí en la mano. La llevó sobre su barba canosa, la olió y me la devolvió. La guardé en mí cartera y me quedé sin por si mí hombre decidía volver a jugar conmigo.
A nuestro alrededor, mesas de negocios, parejas muy adineradas y algún que otro rejunte de amigos de clase alta.
Todos miraban de vez en cuando especulando que yo era su prostituta.
Apenas era nuestra segunda cita.
Si bien me recibió con el regalo de la cartera en la que guardé la tanguita, solamente era un agasajo de Pedro hacía mí. Por qué no podía gustarme arquel hombre?
No era un señor súper atractivo, pero era morboso y me trataba más que bien... En la vida no se puede todo.
Quizás, una de las cosas que más me gustaban de él, es que intentaba disimular su mirada a mis tetas. Me había visto tragarme toda su pija, pero aún así, disimulaba para mirar mí pronunciado escote que tantas mesas alrededor nuestro se deleitaban.
Me daba ternura. Después recordaba que de tierno tenía poco. Cada beso le gustaba morder mis labios como marcando territorio, me besaba con mucha pasión, sin soltarme hasta que él decidía.
Su pantalón de vestir poco disimulaba su erección, la mesa y el box eran lo único que lo resguardaba. Afortunadamente la luz tenue lo favorecía aún más.
Sin embargo, él notó mí mirada en su bulto y sin ningún tipo de vergüenza bajó su bragueta para liberar su pene. Llevó mí mano a su falo y me invitó a masajearlo. Tarea que no rechacé, la cena, los tragos y la cartera lo hacían merecedor de esa paja.
Movía de arriba para abajo con un ritmo muy suave, poca presión en los dedos, casi dándole caricias y jugando con su cabecita.
Él me miraba mientras yo le daba placer en ese restaurante. Tenía una mirada penetrante, casi intimidatoria.
Sentí acercarse nuestra moza y no me detuve, no me animé a desafiar a sus ojos. A su demanda.
Ella dejó los tragos mientras yo seguí con mí vaivén que casi inconsciente, endurecí ejerciendo uno o dos puntos más de presión a la hora de agarrar ese miembro.
Crucé mirada con la moza mientras se iba, me veía asqueada, no porque se haya percatado de la escena, sino porque me veía como una puta que cogía con ese viejo.
Su forma de menospreciarme fué un combustible que aceleró el movimiento de mí mano. Ya era una paja con todas las letras. Ya sus ojos estaban cerrados y su cabeza echada para atrás.
Le dí un beso en el cuello para poder disimular un poco la burda escena que estábamos dando.
Por primera vez sentí miedo de que nos descubran, pero lejos de hacerme detenerme, simplemente seguí con mí deber.
Abrió los ojos y con los tragos llenos, sin haber tomado un sorbo, se acomodó el pantalón sacando mí mano sutilmente.
Dejó una cantidad importante de plata sobre la mesa que cubría generosamente la propina de la chica y me llevó de la mano hasta afuera.
Sin tanga recorrí todo el salón con mis cachetes colorados por el calor interno que tenía. Sus ojos se clavan en nosotros, algo tramabamos, sus miradas nos juzgaban.
Entramos al garage que estaba a poco metros y en la oscuridad de aquel lugar, sin llegar a subirme al auto me hizo arrodillar para chuparle su pija contra su BMW azul.
Mis rodillas estaban sobre aquél sucio piso, con restos de tierra y grasa.
Mis labios, con restos del líquido preseminal de mí amante que en segundos me estaba ahogando con su pija.
No era enorme, pero lo suficiente para sacarme el aire y lograr que de mis ojos se escapen algunas lágrimas.
Una de mis manos acompañaba el movimiento de mí cabeza, pajeando aquél postre que me servía mí hombre. La otra de mis manos, respondía a mis necesidades y acariciaba mí clítoris mientras me dedicaba a darle placer a Pedro.
Sentí unos chorros calientes en mí garganta, Pedro se acababa en mí boca y yo respondí como una dama, lamiendo cada gota que él me regalaba.
Cuidé de darle lo que merecía, cuidé de seguir impecable para él, ni una gota se escapó de mis labios.
Si él me lo pedía, hubiera seguido de rodillas hasta que se aburre de tenerme colgada de su glande.
Sólo porque el quiso, subimos a su auto y me llevó a un hotel muy famoso de Puerto Madero.
La suite era increíble, nos estaba esperando con un champagne dentro de una hielera y una vista a la ciudad imperdible.
"Se ve linda la ciudad de noche, pero tu cola es aún mejor". Me piropeó mientras yo estaba embobada mirando por el enorme ventanal.
"Vos decís? No viste todo..."
Pedro estaba sentado en un sillón individual de cuero, contemplando la vista, pero a mí cuerpo.
Meneando y de espaldas a él, me fui bajando la mini, mí tanguita estaba guardada en mí cartera, por lo que no había nada que esconda mí desnudez.
Moví la colita suavemente, bailando sensualmente y terminando de sacarme el top. Quedé sin nada más que su atenta mirada sobre mí con la ciudad de fondo.
Giré a mirarlo y ya se estaba masturbando, poniendo dura su pija.
No pude evitar el deseo de ayudarlo, me puse de rodillas en ese piso de alfombra y me acerqué gateando.
Mis ojos se clavaron en su miembro, mis manos acariciaban su falo mientras me mordía los labios para expresarle mí deseo de comérselo todo.
"Te gustaría que te la coma toda otra vez?" le dije de la manera más puta que me salió.
"Te parece algo que te podría decir que no?" Fué su repregunta.
Hubiera respondido pero ya estaba lanzada y con su verga dentro de mí boca una vez más.
Sentía un deseo enorme de ser su puta, aunque a su vez, evitaba muchas veces la mirada porque él no me encantaba, me centraba en esos centímetros de carne que no distinguía edad, me gustaban sin discusión ni debate.
Él por su parte recorría todo mí cuerpo, con sus manos, ojos o lengua. No perdía oportunidad de probar mí suave piel.
Me agarró del pelo y me levantó la vista, cruzamos miradas mientras mí lengua seguía fuera y goteando saliva. Su pija reluciente de mí oral.
Me subió a su regazo y empezamos a comernos a besos. Yo completamente desnuda y él con la ropa puesta, pero su verga afuera.
Ese momento fué raro para mí. La pasión con la que me comía a besos, no era ni por asomo la misma que yo sentía por ese señor. Sus manos no perdían oportunidad de manosear todos mis agujeritos, sus dedos alternaban entre mí conchita y mí culito. Los únicos momentos que su barba no estaba sobre mis labios, eran los que se distraía comiéndome las tetas, cosa que hacía muy bien y me transportaba a hermosas fantasías.
Sentía sus dedos jugando entre mis piernas, entraban y salían por mí sexo húmedo de tanto roce.
Era una nena sobre su regazo, teníamos una diferencia de edad que lo hacía muy real todo.
Me alzó y me llevó a la cama que estaba a pocos metros de ahí. Acostada boca arriba, se dedicó a recorrer con su lengua toda mí fisionomía. En minutos, todos mis rincones estaban cubiertos por su saliva, estaba marcada por mí macho esa noche.
Me giró y fué directo a mí cola. Abrió con sus manos mis nalgas y recorrió todo mí ano con su lengua. Era increíble con la pasión que aquél señor se dedicaba a darme placer oral. Cuánto disfrutaba a lamer mí colita.
Gemia de manera genuina, mí cuerpo se relajaba a la vez que mí espalda se arqueaba retorcida de placer.
Sentí su lengua bajar hasta mí conchita y quedé en 4 frente a él. Un dedito entró en mí cola y su lengua acariciaba mí clítoris.
Siguió ese proceso con mucha facilidad, incluso sumó otro dedo a mí cola que no opuso nada de resistencia.
Eso le dió mucha confianza, sabía lo que se venía, era tarde para negarme. Sentí un escupitajo en mí ano y lo siguiente fué la presión de su pija que empezó a entrar de a poco.
Mi culo esa noche fué su deseo y él no se iba a quedar con las ganas.
Yo tampoco pensaba decirle que no. Ese hombre me trataba como una verdadera puta malcriada.
En 4 como estaba, relajé mí cuerpo y dejé entrar su verga que con mucha facilidad se perdió entre mis nalgas.
Empezó con una cogida tranquila, agarrado de mis glúteos con mucha fuerza pero con un ritmo suave, cuidándome.
Yo meneaba para él mientras hacía su mete y saca.
El ritmo fué aumentando casi descaradamente, lo que fué un inicio tranquilo, rápidamente se convirtió en un violento anal que me dejó inmóvil y mordiendo el cubrecama caro de aquél hotel.
Pedro se olvidó de la inocente mujer con la que trataba y se dedicó a romperme el culo, a eso fué y eso iba a hacer.
Mis gritos ahogados no eran algo que lo detenga, sino todo lo contrario, lo incentivaban a más, a pijazos más profundos y a chirlos en mí cola que dejaban sus dedos marcados en mí desnudez.
Metía y sacaba a un ritmo voraz, me estaba destrozando la cola.
"Por...dios... Me estás... Rompiendo... El culo..."
Mí comentario hizo que me gane sus dedos en mí boca callando mis pensamientos.
Buscó mayor profundidad en sus embestidas, mis ojos daban vueltas, mis gemidos se convirtieron en gritos y jadeos, sentía la boca seca.
Su pija me seguía reventando sin piedad.
Pensé que me iba a atravesar, fueron largos minutos sintiendo el cuerpo de Pedro encima mio, su peso caía sobre mí en cada avance y abría aún más mí rota cola.
Sacó los dedos de mí boca y pude volver a hablar.
"Dios... Dios... Dios..."
Él no me iba a salvar por más que lo nombre múltiples veces.
Aquél viejo pensaba jugar con mis cuerpo veinteañero hasta el cansancio.
"Te gusta pendeja puta, no?" Me acusó Pedro usando palabras que nunca habían salido de su boca hasta ese entonces.
"Estás calladita ahora, no? Te cuesta admitir lo PUTA que sos?"
Paf... Paf... Paf...su pelvis seguía chocando contra mí culo. Su pija estaba enterrada dentro mío y yo no era capaz de responder.
"Te voy a llenar de leche ese culito divino, me escuchaste?"
Si, lo había escuchado muy bien. No iba a decirle jamás que no. Pero tampoco podía hablar para afirmar a su voluntad.
Tampoco hizo falta. Todos esos insultos calentaron a mí macho e hicieron que descargue su semen caliente dentro mío. Mí colita se fué llenando mientras sentía su pija latir dentro mío. Mí culo por fin se relajó y empecé a acabarme con él, sentí mí cuerpo temblando y una electricidad recorría mí espalda a la vez que Pedro me dejaba las últimas gotas de su acabada en el exterior de mí ano.
Estaba feliz de ver su expresión, sabía que había hecho mí tarea bien e incluso aprobado con creces.
Su pija ya flácida, posaba sobre una de mis piernas, la misma que empezaba a tener un hilo de leche bajando desde el interior de mí culito.
Pedro besó un cachete de mí cola.
"Por favor, qué juguete hermoso este" fué la frase que acompañó a ese tierno gesto.
"Me voy a dar una ducha y me voy, pero la habitación está paga. Te podes quedar"
Quedé sola en la cama y lo ví alejarse.
Me quedé dormida, completamente exhausta.
A la mañana siguiente el sol que entraba por aquel ventanal que inició todo, me despertó agresivamente.
Estaba algo desorientada, ví mí ropa sobre una silla, la misma tenía otro sobre encima.
No pude evitarlo, salté de la cama y fui a revisarlo. Aquél anal que tantas veces le regalé al idiota de mí ex, me hizo ganar mil dólares más.
Volví feliz a la cama hasta que llegó el desayuno.
10 comentarios - Sugar (2)