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Proyecto Cernunnos: 000 - Ambición, Lujuria, Destino

Era un mundo sin tiempo ni relojes para medirlo en el que las fuerzas de la naturaleza y de la magia se encontraban libres y se mezclaban a menudo para dar vida a los seres más majestuosos del universo. Al contrario de lo que uno podría creer esa libertad y devenir natural no se daba en un perfecto equilibrio reinante de paz y armonía sino que se parecía más a un torrente caudaloso de agua cayendo por una enorme cascada. La vida era hermosa, poderosa, potente, creadora y destructora a la vez, como una catarata enorme.

Una de las manifestaciones de la vida en aquel escenario era el pueblo de los Forgach que vivió en el más extenso y antiguo bosque desde siempre. Ellos nombraron a aquella extensión repleta de altísimos y enormes árboles como el Bosque Eterno y sólo salían de ahí para ir a los Pilares Sagrados a rendir tributo a sus dioses que les habían dado la vida. Entre sus más ancianos integrantes se decía que los forgachíes provenían del primer linaje de cérvidos que tomó conciencia de sí mismo. Un enorme ciervo se perdió persiguiendo a una mariposa hermosa y resplandeciente que lo hipnotizó con su vuelo danzante y tratando de alcanzarla llegó a una planicie solitaria en la que a lo lejos se levantaba un muro de fuego. Cuando quiso emprender su vuelta vio estupefacto como la mariposa cayó al suelo y se transformó en un helecho y a partir de ahí no pudo pensar nunca más en el regreso. Porque la planta le habló y él entendió: escuchó no sólo una voz de un Otro sino la voz de su Yo por primera vez. El helecho le propuso al ciervo cruzar por la pared de fuego para obtener la felicidad eterna y él lo hizo a pesar de pasar varios minutos quemando su pelo y sufriendo un dolor inexplicable. El muro ardiente se transformó en bloques de piedra y tras ellos se levantaron montañas de las que nacieron ríos cuyas aguas hicieron crecer vegetación y así se forjó un paraíso del que emergió entre el brillo del Sol una hembra cérvida que al ser inseminada por el ciervo viajero consiguió también el don de la conciencia. La tierra de los Pilares desde ahí fue un bálsamo de paz, abundancia y bonanza para todo aquel que lo pisara. Los hijos de la hembra Triarach y el macho Adharcach quedaron huérfanos al nacer ya que el espíritu de sus padres emigró al mundo de los Dioses y entonces los pequeños tuvieron que caminar al Bosque Eterno para buscar otros ciervos y sobrevivir. Allí se mezclaron entre los de su especie y transmitieron sus mágicas capacidades a sus vástagos y con ellos se fue creando el pueblo de los Forgach, unas criaturas híbridas cuya apariencia era la de grandes cérvidos antropomórficos con gran inteligencia, fuerza bruta e instinto salvaje pero con la capacidad de razonar, crear y creer no sólo de la forma en la que lo hacemos los humanos sino también como seres mágicos de aquel lugar.

Con el tiempo la sociedad de los Forgach forjó un gran imperio y en el Bosque Eterno se levantó una monarquía de Cérvidos erigida gracias a que la voluntad de la magia o de la naturaleza o de ambas llevó a los forgachíes a adoptar formas cada vez más humanas en sus comportamientos y creencias. Al principio sólo algunos elegidos iban a los Pilares Sagrados a rezar y luego se fueron sumando primero los Reyes, después sus cortes y tras varias generaciones ya toda la realeza de Forgach pasó a vivir tras los Pilares gozando de una prosperidad eterna y desigual con respecto a sus súbditos pobladores del Bosque. Para los forgachíes la sexualidad formaba parte fuerte de su vida y sus tradiciones y tenían previstos castigos para muchos comportamientos exceptuando los relacionados al sexo, considerado divino por su función reproductora y primordial por su importancia en las concepción del poder social, en la construcción de liderazgo y en la noción de la masculinidad. La élite gobernante pidió a los pobladores bosquinos que voluntariamente entregaran doncellas vírgenes para las ceremonias en los Pilares Sagrados. Inicialmente se solicitaron 2 (para unirlas al espíritu de Triarach y Adharcach) pero luego fueron un par más y una docena más y así se fue sumando la exigencia de jovenzuelas inmaculadas hasta llegar al número en el que haya más de dos por cada miembro de la realeza dominante. Debido a la orden de mantener un alto número de hembras sin fecundar (algo que se cujmplía casi a rajatabla) y al número de machos condenados al exilio por no acatar las normas de los líderes religiosos la población forgachí cayó en número en su hogar original y creció dentro de los muros. Aunque un buen porcentaje de cérvidas iban voluntariamente y cumplían su deber como sacrificio entregándose a los deseos hambrientos de sus gobernantes, había algunas que eran salvajemente violadas y a menudo asesinadas para ocultar las “pruebas” de aquella aberración. Incluso cuando por hambrunas o simple estadística alguna generación forgachí de bosquinos no podía cumplir con el tributo de doncellas, los miembros más violentos y poderosos de la casta gobernante bajaban a violar a ciervas jovencitas y llevárselas tras los muros. Diagacht, el Espíritu Original que Adharcach vio en forma de mariposa y helecho, no estaba contento con el accionar de los monarcas forgachíes y apareció ante el Viejo Rey convertido en serpiente para decirle que no era necesario el tributo de vírgenes para llevar a cabo los rituales sagrados. Preso de la desconfianza y cegado por la lujuria Fiannor se convenció que aquella manifestación se trataba de un intento de engaño por parte de sus súbditos para no cumplir nunca más con el tributo requerido y furioso bajó con todos los machos del pueblo habitante tras los Pilares a violar a todas las hembras en edad reproductiva del Bosque Eterno y matar a todos los machos adultos forgachíes allí. Fue algo brutal y despiadado que Diagacht castigó primero con la muerte de todos los que nacieron de aquellas vejaciones y luego con un Cataclismo que enterró a la monarquía de los Pilares entre las piedras de sus cuevas sepultándolos para siempre tras un resplandor furioso y un temblor impresionante que derrumbó hasta el más sólido bloque de rocas.


Proyecto Cernunnos: 000 - Ambición, Lujuria, Destino


Sin sus líderes gobernantes, con toda una camada de hijos muerta y sin machos adultos en el Bosque la desaparición del pueblo de Forgach pasó a depender de la vuelta de algunos exiliados a su tierra y de los pocos machos jóvenes que crecieron y pudieron tener descendencia. Empezó a crecer entre ellos la leyenda de un procreador colosal, del salvador de la estirpe cérvida forgachí que llegaría a salvar al pueblo de la escasez y el camino a la extinción. Se empezó a hablar de una futura manifestación definitiva de Diagatch quien por fin bajaría al Bosque a vivir con la forma de los seres que él mismo creó. Empezaron a llamarlo y convocarlo bajo el nombre de Cernunnus, el dios astado.

Pasado un mes desde el Resplandor Furioso emergió desde los escombros de los Pilares el único descendiente macho de la estirpe real en edad reproductora. Como estaba herido y sin entender lo que pasaba quedó a cargo de la Sacerdotisa Fianna, encargada de su salud y su misión para repoblar el bosque de pobladores forgachíes. Al año la tarea de la “Sióg Sagart” dio al fin sus frutos y el semental en pleno uso de sus facultades mentales y físicas se dedicó el resto de su vida a penetrar lujuriosamente a todas las hembras reproductoras disponibles hasta inseminarlas. No pudo realizarse lo hecho sin dificultad, ya que como la especie de los Forgach precisa de un fuerte deseo de las hembra para que el gran falo del macho ingrese a su cuerpo y la posibilidad de embarazo depende excluyentemente de la sustancia conseguida en el orgasmo femenino, el heredero precisó de toda los saberes sagrados de Fianna. Aún así lo logró y el pueblo forgachí empezó a renacer. El cérvido que apareció entre las rocas fue bautizado como Cernunnus.


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