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La señora de la farmacia

Cierta mañana había comenzado mi día con normalidad cuando de pronto comenzó a dolerme la cabeza, fue cuando decidí ir a la farmacia a la que tengo que caminar una larga distancia para llegar, no porque no haya una más cerca sino porque la señora que atiende es una madurita hermosa.
Desde siempre la había visto de manera morbosa y ahora que soy adulto no era diferente, si bien ya no tenía el cuerpo de sus veintes aún tenía unas sabrosas tetas que mostraba con su acostumbrado escote.
Llegué a la farmacia y ahí estaba con un vestido rosa que dejaba ver sus senos.
-Hola señora, deme unas aspirinas por favor. Le dije
-¿Y eso, Ahora que tienes?
Respondió de manera altanera.
-No sé, supongo que me va a dar gripa o algo así, me duele la cabeza.
-Mmmm ¿No será que te duele por ser un pinche cabrón?
-¡¿Cómo dice?! Le respondí sorprendido.
-No te hagas pendejo ¡No es la primera vez que me doy cuenta de como te me quedas viendo!
-Discúlpeme señora yo no....
-Ah, ahora me vas a salir con que no, hasta puto me saliste.
-¡Señora!
-¡Qué señora ni que la chingada! ...dijo mientras escondía sus senos subiéndose el escote.
Sabía que no podía dejar pasar esa oportunidad, así que me metí detrás del mostrador y de un tirón le bajé el vestido con todo y brasier.
La señora de la farmacia

-¡Mire, conmigo no se ponga pendeja porque yo soy más pendejo! Le dije mientras tomaba una de sus tetas con mi mano y empezaba a chupar su pezón.
-¡Eres un hijo de la chingada! ¡Mmmmhh! Dijo mientras me ponía una mano en el hombro y con la otra me frotaba el pene por encima del pantalón.
Era claro que ella estaba disfrutando que le mamara las tetas. Entonces subí su vestido, metí mi mano en su pantaleta y comencé a frotar su vagina peluda con mis dedos.
-¡Ahhh, mmmmh, Dios! Dijo al mismo tiempo que comenzó a temblar haciendo movimientos con la cadera.
Solté por un momento una de sus tetas y me saqué la verga que para entonces ya estaba lagrimeando. Ella comenzó a masturbarme de forma violenta, así yo mismo movía mis dedos dentro de su humeda vagina y tocaba su clítoris. Estaba tan excitada que hizo un movimiento con su mano y tiró varias cajas de medicamentos.
Yo le di una cachetada, metí mi pulgar en su boca y ella lo chupó desesperada.
El piso estaba hecho un desmadre pero aún así la tiré y comencé la chupar su vagina dulcemente mojada.
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-¡Déjame mamarte la verga! Me dijo alejando mi boca de su vagina y aventandome hacia atrás.
Comenzó a chupar mi pene como solo las mujeres con experiencia lo hacen, yo recogí su cabello en una coleta con mi mano y le empecé a coger la boca.
Varias veces se atragantaba hasta que yo sentí que estaba a punto de venirme, entonces la hice ponerse de rodillas y yo me levanté rápidamente para darle golpecitos con mi verga en su lengua, me la jalé rápido y me vine en su boca.
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Ella pegó un gemido de placer y trago mi leche.
-¡Eres un cabrón!
-Y usted una putita
Le dije mientras le subía el vestido para cubrir sus tetas.
Sobra decir que sigo caminando esa distancia larga cada que necesito de la farmacia una medicina o una tremenda mamada.
(Créditos de las fotografías a sus respectivos dueños)

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