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Terapia para dos - Parte 5 (fin)

Yo le tenía un poco de miedo a la convivencia con Camilo. No por él, para nada, sino por los dos. Una cosa era vernos una vez a la semana, un par de horitas, pero otra muy distinta era vivir juntos permanentemente. Tenía miedo que salieran cosas y roces que naturalmente surgen cuando dos personas están en contacto todo el tiempo. Pero por suerte no sucedió nada de eso. Ya hace un año y medio que vivimos juntos y es hermoso. Todo es hermoso. Camilo es hermoso. La vida es hermosa.

Luego que Camilo se mudara conmigo, al poco tiempo Luisa finalmente se mudó y perdí el contacto con ella. Camilo nunca le dijo que se había mudado conmigo ni que éramos pareja. Solo le decía que todavía me veía de vez en cuando, para juntarnos y charlar como siempre lo hacíamos en la terapia. Y también, al poco tiempo de eso, pude conocer por fin al padre de Camilo, que me cayó re bien, un tipo increíble.

Tenía ya 62 años, ya estaba medio pelado y tenía un frondoso bigotón, pero era un tipo bueno, un poco callado, pero de buen humor y simpático. La noche que Camilo lo trajo a casa para que nos visitara nos quedamos a comer y charlando lo conocí bien. Se llamaba Eugenio. Eugenio también era el tipo de hombre que me gustaba, como mujer. Era medio gordo y su cuerpo era muy macizo, con brazos, pecho y espalda bien anchos. No era musculoso ni marcado, nada de eso, pero tenía músculos grandes y fuertes bajo la piel. Encima era muy peludo por todos lados, parecía un oso. Pero un oso simpático, humilde y bonachón. Nos caímos bien enseguida y a mi me encantó mi suegro. Yo le caí bien también de entrada.

Una vez que nos conocimos y vió que yo no era una mala mujer que estaba corrompiendo al hijo, que nos amábamos de verdad, como que nos dió su bendición, diciendo que estaba todo bien y que estaba contento que Camilo y yo nos hubiéramos encontrado en la vida pese a la diferencia de edad. Que eso no importaba. Eugenio se había mudado a Córdoba luego de su separación de Luisa, por lo que se había venido unos días a Buenos Aires para conocernos. Por supuesto que le dije a Camilo que se podía quedar.

Disfruté mucho su visita los días que estuvo y no fue la última vez que lo vi. Dos veces por año viajaba unos días desde Córdoba para quedarse con nosotros en casa. Eugenio entendió rápidamente que tipo de relación teníamos con Camilo y nunca nos juzgó ni nos dijo nada. Decía que cada cual hacía de su culo un pito y que si nos queríamos era más que suficiente para que él estuviera contento por su hijo y por su nuera.

Por supuesto que una noche era inevitable que sucediera. Una noche que los tres habíamos tomado un poco luego de la cena y estábamos charlando, Camilo le blanqueó al padre exactamente qué tipo de relación teníamos él y yo. Eugenio se lo tomó lo más bien. Era un tipo curtido y que había vivido muchas cosas. Tenía la suave experiencia detrás de los ojos del tipo que vio mil cosas en su vida. Cuando estábamos los tres en el sillón charlando esa noche, disfrutando un rico vino, Camilo me hizo sentar en su falda y me abrazó la cintura. Ya los dos le habíamos explicado, con detalles, cómo era nuestra relación de pareja. Camilo le dijo al padre, entre risas pero en serio, que si en algún momento él quería que yo lo atendiera a él también, que nada más lo dijera.

Yo pensé que Eugenio se iba a escandalizar o algo así, pero no. Solo se rió alegremente y nos miró. Luego de un rato y con una sonrisa, le dijo a Camilo que estaba contento que él tuviera una mujer tan pero tan hermosa. Que me iba a tener en mente si alguna vez le pintaba hacerlo. Yo por mi parte me sonreía, sintiéndome bien y deseada por un hombre así, con el visto bueno de mi machito. Estaba en el cielo con lo que había escuchado, y si alguna vez pasaba con Eugenio, estaba segura que lo iba a disfrutar muchísimo.

Esa vez que Eugenio nos visitó, no pasó nada. La pasamos los tres muy bien y muy amablemente mi suegro nos agradeció la hospitalidad. Pero a su siguiente visita, unos meses después, sí ocurrió.

Varias casualidades se dieron por ese entonces. Eugenio había programado su visita a Buenos Aires hacía un par de meses, pero se dió que justo para la fecha que iba a venir, unos amigos de Camilo lo invitaron a un viaje a conocer Chile y Perú. Por un par de semanas nada más. Por supuesto que Camilo quería ir con sus amigos, y yo le dije naturalmente que fuera. Que se divirtiera y que conociera esos paisajes hermosos. Le dije que no se preocupara, que Eugenio iba a estar aca en casa lo mas bien, esperando que él vuelva.

Padre e hijo coincidieron en casa un par de días nada más. Solo pudieron verse esos días y ya Camilo tenía que salir para su viaje. Cuando nos despedimos en la puerta de casa, él con sus bolsos y esperando que lo vinieran a buscar, nos besamos y abrazamos amorosamente y me dijo pícaramente al oído que si yo quería, tenía luz verde para cogerme a mi suegro si quería. Que él no tenía problema con eso y que su padre era la única persona con la que me dejaría estar.

Yo me reí y adoré a mi machito, tan generoso. No tenía intenciones de hacerlo, realmente, pero para complacerlo le dije que sí, que si se daba lo iba a hacer. Para que se fuera de viaje con esa idea en la cabeza y que volviera a mi bien, pero bien caliente.

Así fue como también conocí a mi suegro, más íntimamente de lo que me había podido imaginar.

El primer día no pasó nada. Eugenio era un tipazo, me encantaba estar con él. Salíamos a pasear o el salía solo si se daba que yo tenía que atender a algún cliente en casa para dejarnos solos. Íbamos a tomar un café por ahí o a cenar a veces por el barrio. Me trataba muy bien y muy dulce, no porque quisiera tener algo conmigo, nada mas de buen tipo que era. Me encantaba volver caminando a casa si por ahí íbamos a cenar a algún restaurante, del brazo de ese hombre que parecía un oso, caminando despacito por la calle, charlando y conociéndonos. Me decía “hijita” todo el tiempo y me llenaba de ternura.

Pero para la segunda noche, no voy a mentir, yo ya quería más. Esa noche habíamos salido a comer y al volver nos sentamos los dos en el sillón a mirar algo de tele, charlando como siempre. Yo me acurruque a su lado y él me puso uno de sus brazos enormes y peludos alrededor, cobijandome así. A mi me encantó. Le puse una de mis manos en su panza y los dos nos quedamos así, en un lindo abrazo íntimo entre suegro y nuera, acariciándonos suavemente mientras mirábamos la tele.

Yo en un momento ya me cansé y le dije que me iba a ir a dormir. Me sonrió y me saludó, diciendome “Buenas noches, hijita, que descanses…”. El se quedó mirando un poco más la tele, se ve que no estaba cansado. Yo me senté sola en mi cama y lo pensé. La verdad que quería. Quería probar de sentir y darle placer a un hombre así. Y si Camilo no tenía problema con eso… Me desnudé completamente y me arrodillé en la cama, de espaldas a la puerta, arqueando mi espalda y sacando bien, pero bien el culo.
“Eugenio…?”, lo llamé desde mi cuarto, “Podés venir un minuto?”
“Voy….”, lo escuché. A los pocos segundos llegó y lo vi quedarse duro en la puerta, sus ojos bebiendo mi espalda y mi culo desnudos mientras yo lo miraba con una sonrisita suave por sobre mi hombro.


Terapia para dos - Parte 5 (fin)


“Anoche probé y… no me gusta dormir sola… no estoy acostumbrada…”, le dije suavecito.
Él sonrió suavemente y me dijo nada más, “Bueno… acostate, chiquita… yo ya vengo, si?”
“Bueno”, le sonreí. Me metí en la cama y lo escuché como apagó la tele en el living, apagó todas las luces, fue un momento al baño y entró a mi cuarto con una sonrisa.
“Así que necesitas compañía para dormir?”, me preguntó y se acercó confiadamente, sentándose en la cama y desvistiéndose mientras nos mirábamos. Yo nada mas le sonreí.
“Duermo mejor con buena compañía…”
“Claro…”, me dijo mientras yo lo miraba desvestirse.

Cuando lo vi desnudo me impresioné un poco, pero para bien. Tenía un cuerpo fuerte y macizo, cubierto de un suave vello negro por todos lados. Era un oso, de pecho y espalda anchos y fuertes, con brazos rudos que me hacìan morír por ser abrazada. Y cuando se deslizó sobre la cama para meterse conmigo bajo las sábanas… tenía una verga enorme. Era hermosa como le colgaba suavemente, gruesa y larga, coronado todo por un par de testículos gigantes y bien peludos, que le colgaban pesados. A mi se me hizo agua la boca de verlo. Que cuerpazo de hombre, viejo, fuerte y curtido. Qué suegro que tenía…

Eugenio se deslizó conmigo bajo las sábanas y apagó el velador. Enseguida, en la oscuridad solo rota por las lucecitas de la calle que se filtraban por la ventana, sentí su brazo y sus manos arrastrándome con facilidad hacia él en un abrazo increíble, pegando su cuerpo al mío. No hablamos. Ninguno de los dos necesitaba decir nada, ya. No hacía falta ningún jueguito, ninguna sugerencia, no con un hombre así. Los dos sabíamos lo que queríamos y los dos estábamos felices de recibirlo del otro.

Lo que me cogió mi suegro esa noche no tiene nombre. Fue impresionante sentir un hombre así, que me sacudió hasta mis más íntimas fibras de mujer sumisa. Yo estaba volando en un cielo de placer al sentir esa verga tremenda en mi boca… sobre mi piel, en mis manos… en mi concha… Dios, tan pero tan profundo en mi concha… Cuando más lo disfruté fue cuando lo tuve encima mio, yo abierta de piernas a mas no poder para intentar acomodar ese cuerpazo de oso encima mio. Eugenio me aplastaba con su peso y a mi me volvía loca de placer sentirlo así. Me rodeaba con sus brazos, su cuerpazo enorme queriendo fundirse con el mio. Su cuerpo me rodeaba, me envolvía, de la misma forma que mi vagina envolvía a su verga maravillosa, una y otra vez. La cantidad de orgasmitos que le regalé, la cantidad que me sacó, Dios… ya sabía que éste era el palo de dónde había salido la astilla de Camilo.

Coger con Eugenio fue increíble y tan distinto a hacerlo con Camilo. Camilo, mi machito hermoso, era todo fuego y explosión. Fuerza punzante, dulce dolor, amor y dominación, chispazos eléctricos de placer. Pero Eugenio era tan distinto. Era una roca, un mar suave. Un animal, viejo y noble, un ariete dentro mio que suavemente golpeaba las puertas de mi útero, queriendo entrar. Era amor, y una fuerte suavidad. Vejez y experiencia, sabiendo como y donde tocar, besar y lamer para hacer vibrar a una mujer. Sabía bien cómo transformar una mujer en una hembra en celo, muriéndose de ganas de entregarse y ser poseída por ese enorme macho.

Eugenio me bombeaba profundo y duro y yo sentía como mi vagina se ensanchaba hasta estallar de placer. Y lo sentía a él endurecerse más y más dentro mío, protestando y rebuznando su incipiente orgasmo en mi cuello y mi oído mientras su cuerpazo macizo me aplastaba.
“Tengo que acabar… chiquita… aaahhh… tengo que acabar…”, me susurraba roncamente.
Yo volé de éxtasis al escucharlo y me aferré aún más fuerte a ese cuerpo de hombre increíble, “Sssii… si Euge… sssiii… damela… damela toda….”
“No vas a quedar… aaahh… preñadita… “, me preguntó mientras me bombeaba dulcemente.
“Nooo… no, mi amor… damela… llename por favor… sssiii aaahhh”, yo le gemía.

Pronto mi suegro tuvo que acabar, y vaya si lo hizo. Con una protesta fuerte de sus labios me dió un empujón enorme y me enterró su verga, dura y vieja hasta el verdadero fondo de mi concha. Sentí la cabeza de su pija golpearme en mi cérvix y haciéndome ver estrellas de placer y dolor a la vez. Yo no me pude contener y acabé como una cerda, aferrada a él y sintiendo como mi vagina temblaba y se estrechaba alrededor del grosor de esa pija tremenda que tenía adentro mío.

Cuando Eugenio finalmente acabó, fue increíble. Sentí como me volcaba su leche caliente una y otra vez dentro, tan pero tan dentro mio. Me quemaba, me hacía cosquillas, me picaba, todo junto. Sentía su verga pulsar amorosamente y expulsar todo ese semen, vaciando sus enormes huevos en mi conchita hambrienta, mientras él protestaba su placer junto a mis gemidos. En el delirio exquisito de mi clímax, me imaginaba a mis dedos invisibles, metiéndose dentro mio y abriendo bien la entrada a mi útero, para que esa verga increíble llegara inclusive ahí de profundo y me dejara toda su leche espesa y caliente en mi interior más bello y secreto. Cuando luego de un momento terminó de llenarme y la sacó, su semen me empezó a brotar de a chorros, burbujeando groseramente al salir de mi pobre conchita que había quedado toda abierta y húmeda, con una mezcla de los jugos del amor de ambos.

Qué suegro increíble que tenía… Menos mal que al dia siguiente yo no tenía que atender a ningún paciente, porque nos quedamos casi toda la noche amándonos y dándonos placer así, hasta que nos dormimos y yo amanecí tarde, con una sonrisa en los labios al sentirme aun abrazada por los brazos peludos y gruesos de mi suegro maravilloso. Pronto se despertó él también. Nos besamos un rato larguísimo y nos dimos un hermoso mañanero, dulce y suave, para que los dos empezaramos bien el dia.



madura


La otra casualidad que fue bien fortuita, ocurrió también mientras Eugenio estaba en casa. Me había llamado Diego, después de bastante tiempo, que quería pasar a buscar unas cosas y ropa de él que había quedado. Ya estábamos divorciados completamente. Yo no tenía problema con que viniera y retirara sus cosas, pero me daba algo de miedo. No se si miedo, sentía como que tenía que estar precavida. No porque Diego me fuera a hacer algo malo cuando viniera, no era ese tipo de persona, pero por ahí quería quedarse y colgarse a hablar. A querer volver, a que lo pensaramos… todo eso. Y yo no quería. Pero por suerte estaba Eugenio en casa conmigo. Se lo comenté a Eugenio ese día a la tarde y me sonrió, me dijo que no me preocupara. Que él se podía hacer pasar perfectamente por mi novio para que a Diego no se le ocurriera nada.

Cuando Diego tocó el timbre, Eugenio le abrió la puerta. Diego no se esperaba ver a un tipo así, teóricamente al tipo que yo había conocido por Tinder. Se presentaron, Eugenio lo saludó muy amablemente y lo hizo pasar, llamándome para que fuera. Yo aparecí, saludé a Diego con una sonrisa y le pregunté si quería tomar algo. Me dijo que bueno, que un vaso de gaseosa y se iba. Charlando en la cocina mientras tomaba me preguntó por Eugenio, si ese era el novio que yo le había dicho. Yo le sonreí y le dije que sí, que era él. Diego solo asintió y dijo que parecía buen tipo, pero un poco maduro. Yo nada más me reí y le dije que tenía razón, que era un gran tipo.

Diego pronto terminó su bebida, tomó sus cosas y despidiéndose de mí y de Eugenio con un apretón de manos, se marchó. Eugenio ni tuvo que estar pegado a mi para que Diego se fuera solo. Con solamente haber estado en el departamento y hacerse ver un par de veces, alcanzó para que cualquier idea que Diego podría haber llegado a tener para conmigo, se esfumara.

Esa noche yo le agradecí el favor a mi suegro. Se lo agradecí muy bien.

Nunca se lo dije a Camilo, me pareció que no hacía falta, y estoy segura que Eugenio tampoco nunca se lo dijo, pero con mi suegro en esos días que Camilo no estaba hicimos cosas que yo jamás había hecho, con ningún otro hombre. Y él me hacía cosas que tampoco nadie nunca me hizo. Que hombre increíble. Como me usaba tan amorosamente, tan dulcemente, y como me entregaba a él con todo. Adoraba complacerlo a él también. En esos días aprendí a amar a mi suegro divino.

La que nunca, pero nunca en mi vida voy a olvidar fue la que me hizo durante una de nuestras noches de amor y pasión. Durante el día no hacíamos nada, como les dije, salíamos y la pasabamos bien como suegro y nuera. Pero a la noche, en mi cama explotamos los dos. Y nos hacíamos cosas que… bueno, son casi indescriptibles.

Una de esas noches estábamos los dos en mi cama, con mi suegro divino rompiéndome bien el culo y haciéndome gritar de placer. Estábamos como a él le gustaba, yaciendo en la cama en nuestros costados, cuchareándonos, mientras su verga me abría bien mi agujerito estrecho que él disfrutaba tanto. Me tenía retenida con un brazo alrededor del pecho, estrujandome una de mis tetas, mientras que con su otra manaza me sostenía una de mis piernas en el aire. Sus caderas empujaban y hacían entrar a su verga en mi culo, suave y profundo. Pronto acabó dulcemente dentro mío, llenándome de su semen caliente como a mi me encantaba.

Nos quedamos así un momento, disfrutando la calma después del orgasmo, yo anticipando que en cualquier momento me la iba a sacar. Pero no lo hacía. Mi suegro me dejó su verga ahí, metida, dejándome el ano lleno mientras me susurraba y besaba el oído, nos decíamos cositas y nos acariciabamos. A mi ya no me dolía, ya estaba bien acostumbrada primero con Camilo y ahora con él. Pero estuvo un rato que me pareció demasiado largo. Ya la podría haber sacado, pensé. Pero ahí se quedó, acariciándome y disfrutando de mi cuerpo contra el suyo. Yo me moví un poco para querer sacarlo de adentro pero él me aferró enseguida, fuerte y de repente.

Sentí como me susurró al oído, “Shhh… no. Quedate quietita.”
“Mmmh… que, Euge?”, le pregunté.
“Quedate quietita, hijita…”, me dijo.
Yo hice lo que me pidió y tan solo un momento después lo sentí. Casi al mismo tiempo las dos cosas. Primero un largo y suave gemido de placer y alivio en mi oído, de los labios de mi suegro y después la sensación increíble en mi culo y en mi interior. Ya la verga de Eugenio se sentía un poco blanda adentro mío. Él llevó su mano fuerte sobre mi boca, tapándola y reteniendo mi cabeza ahí. Yo no entendía, no sabía que….
“Aaaahhh… ahhhh siiiii”, lo sentí decir y me aferró más fuerte.

La sensación me sobrepasó. Nunca antes nadie me había hecho algo así. Pronto sentí el calor en mi culo, esparciéndose profundo por mis intestinos. Eugenio me estaba orinando dentro de mi culo, y me atenazaba fuerte con sus manos para que no me moviera. Que sensación rara y tan placentera. Me perdí en la sensación de su orina llenándome por dentro, parecía quemarme pero era un dulce calor que se esparcía por mi interior y me hacía sentir la panza un poco más pesada. Yo no pude evitar gemir por la nariz, del placer y la rareza de la sensación, mientras Eugenio me besaba el hombro para que me mantuviera calmada y mis ojitos se me dieron vuelta detrás de mis párpados, de puro placer.

Mi suegro me dejó una larga, muy larga y cálida meada en mi interior. Hasta lo sentí hacerse pulsar la verga cuando terminó de vaciarse dentro mio, para que le saliera hasta el último chorrito. Yo me imaginaba mis intestinos llenos de su orina y me daba un placer enorme. Mi suegro me estaba usando de inodoro, después de haberme cogido… y a mi me encantó.

Con la fuerza que tenía Eugenio, cuando terminó de llenarme nada mas me tomó y me levantó junto con el, su pija aun bien trabada en mi culo. Sin ningún esfuerzo, de lo fuerte que era, me cargó así por debajo de mis rodillas de piernas abiertas y me llevó hasta el baño, donde por fin me situó encima del inodoro verdadero y mientras me besaba la mejilla me sacó la pija de adentro, haciendo que su orina me saliera a chorros por el culo, mientras yo gemía y me quejaba de la quemazón y el calor que sentía. Me sentía tan sucia y tan caliente a la vez. No pude evitar girar la cara y besarlo dulcemente a él también mientras me sostenía en el aire y mis entrañas se vaciaban tan groseramente..

Que hombre increíble que tenía de suegro…

Eugenio nos visitó dos veces más, hasta ahora, y fueron tan maravillosas como todas sus visitas. Esas veces si estaba Camilo, y su padre lo respetaba como el hombrecito de la casa que era. Solo nos acostamos cuando alguna noche Camilo salía con los amigos y volvía tarde, y solamente si yo lo buscaba. Nos cogíamos hermoso como siempre lo hicimos, nos dábamos placer y amor con ese hombre maravilloso y él terminaba y se volvía a su habitación, para que Camilo encontrara a su mujer y su puta sola en su cama, como debía ser. Nunca me cogieron los dos a la vez, pese a que me habría encantado sentir algo así. Nunca lo sugerí y ellos menos aún. No parecía ser algo que les atraía. Inclusive Eugenio una vez directamente me dijo que a él no le iba eso, que yo era de su hijo y tanto no correspondía.

Igual yo adoraba atender y complacer a mi suegro las veces que nos visitaba. Cuando y como él lo quisiera. Le hacía sentir bien mi dulzura y el cariño que le tenía. Creo que todas las nueras tendrían que querer y regalarle sus cuerpos a sus suegros así como lo hacía yo, sobre todo cuando los suegros son pedazos de hombre como lo era Eugenio.



dominacion



cuernos


Hoy estoy feliz. Feliz porque hace tres meses me enteré que estoy embarazada, por fin, y ya estoy notando como me está creciendo un poco la pancita. Cuando se lo dije a Camilo se emocionó tanto que casi se puso a llorar mientras nos abrazamos, y el tonto casi me hace llorar a mi también de amor y de emoción. Por fin voy a ser mamá. Tan tarde en la vida, pero por fin lo voy a ser.

Lo único que no se bien, y realmente no sé si quiero averiguar, es exactamente de quién es. Por cómo se dieron los tiempos y lo que pude calcular, el bebé que llevo creciendo dentro mío puede ser perfectamente de Camilo o de mi suegro. A mi mucho no me importa. Pero quisiera que sea de Camilo, de mi machito increíble y hermoso. A quien amo con locura. Si Camilo en algún momento me pregunta, le voy a decir la verdad, que el bebé es suyo. Porque así lo siento y así lo deseo. Darle un bebé por fin a mi machito es de las cosas que más quiero en la vida, y va a ser un bebé hermoso, deseado, amado y cuidado como ninguno.



terapeuta


Realmente me tengo que acostumbrar a dejar de decirle “machito” a Camilo. Ya es mi macho. Mi hombre. Mi dueño. Mi amo y el hombre de mi vida. El que me hace sentir mujer como nadie.

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