You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Mis años perdidos - Parte 4

Ya habían pasado más de dos años desde que me había ido de casa y conocido a Mariano. Fue por esos meses que terminé de pelearme definitivamente con él. Ya discutíamos todo el tiempo, por cualquier cosa, porque me culpaba de todo lo que pasaba. Hasta las cosas más tontas e inofensivas causaban que discutieramos.

Yo ya estaba harta de estar con él y cansada de lo mal que me trataba todo el tiempo. Ni hablar de como me forzaba a prostituirme. Según él era una cosa práctica. Si yo era tan puta, por lo menos él iba a ganar algo de guita con eso. Pero no entendía, o no quería entender, lo mal y rebajada que me hacía sentir eso a mi, encima viniendo de alguien a quien yo en teoría quería y él decía que me quería.

Finalmente tomé la decisión que me iba a ir de esa casa. Ya estaba harta de Mariano y de cómo me usaba para todo. Lo único que me daba pausa era que yo iba a perder mi fuente de porro y pastillas. Estaba tan estúpida que pensaba en eso, no en donde iría a vivir ni que iba a hacer de mi vida si me iba. Me preocupaba más perder mi fuente de drogas.

Después de pensarlo bien, una mañana le dije a Mariano que iba a salir a dar una vuelta, que no me aguantaba más ahí. Para que no sospechara nada no me llevé ninguna de mis cosas, las dejé ahí. En lugar de ir a dar una vuelta, me tomé el colectivo e hice el recorrido que ya conocía tan bien. Los fui a ver a Pablo y a German.

Por suerte los encontré a los dos en su casa. Estaban terminando de atender a un cliente así que los esperé en la cocina. Al principio se extrañaron de verme ahí, no me esperaban hasta la otra semana. Cuando me vieron algo preocupada empezamos a charlar y a matear. Ahí directamente se los dije.

Les pedí si por favor me dejaban venirme a vivir con ellos, porque ya no me aguantaba más a Mariano y vivir con él. A mi me convenía muchísimo. La idea de vivir en una casa en serio, dormir en una cama en serio, comer comida caliente, ducharme de verdad y encima poder darme con droga dura era demasiado atractiva. Hasta el tema que la casa tenía pileta, que a mi me encantaba, era un plus. Se los dije así directamente y los dos se quedaron callados mirándome mientras mateabamos.

A cambio, les dije, yo les limpiaría la casa, les iría a hacer las compras, sería como su criada si ellos querían. Y por supuesto, también si querían, me podían coger todas las veces que quisieran. Les pedí que por favor me ayudaran y aceptaran. Yo no les iba a robar ni complicarles la vida. Al contrario, me iba a portar bien y hacer lo que ellos me pidieran, pero que por favor me dejaran mudarme ahí con ellos. Ni me tenían que pagar, no me importaba, solo quería dejar a Mariano y a esa casa abandonada horrible y vivir ahí con ellos.

Pablo era el que tenía novia así que al principio mucha gracia no le hizo la idea. Pensaba que le iba a traer problemas con su pareja y algo de razón tenía, pensé. Me ponía en el lugar de la mina y a mi también me recontra molestaría que de repente había una chica viviendo ahí en la casa. Se me llenaría la cabeza de puras sospechas. Pero al hijo de puta de German la idea le encantó. Casi que no podía esperar a que yo terminara de exponer mi caso para decirme inmediatamente que sí, seguro imaginando todas las cosas que me iba a hacer si yo vivía ahí.

Los dos hermanos lo charlaron un rato y al final por suerte aceptaron. A mi me puso muy contenta y a ellos visiblemente también. Organizamos cómo iba a ser el plan de mi mudanza y decidimos que íbamos a esperar algunos días. El plan era esperar a que Mariano la semana próxima tuviera que ir a buscar droga ahí a la casa. Yo me iba a quedar sola en la casa abandonada, me iba a armar un bolsito con mis pocas cosas y a las tres de la tarde me iba a ir. Pablo me iba a estar esperando en una esquina con su auto y me llevaría a su casa. Si daban bien los tiempos, Pablo y yo nos cruzaríamos con Mariano quien a esa hora ya estaría volviendo. Volviendo para encontrar la casa vacía, que mis cosas no estaban y yo ya me había ido.

Cuando llegó el día yo ejecuté mi parte del plan y la verdad que salió a la perfección. Mariano se despidió para irse a buscar droga, como cualquier otro día sin sospechar nada. Yo me armé el bolso rápido y cuando llegué a la esquina que me habían indicado, ya estaba Pablo esperándome en su auto. Esperamos ahí unos veinte minutos, charlando y emprendimos el viaje a su casa. Yo respiré tranquila cuando llegamos y vi que Mariano ya no estaba. Había salido todo bien, nos habíamos cruzado y yo ya estaba ahí.

Y así fue como empecé esa nueva etapa, viviendo con Pablo y German en su casa. La casa me encantaba. Después de dos años de vivir en la miseria con Mariano, no podía creer los lujos que sentía que tenía, como poder ducharme y comer comida caliente. Ni hablar de poder usar la pileta. Ni me molestaba mantenerles la casa limpia y hacerles las compras y esas cosas. Para nada. Al contrario, me gustaba mucho. Me hacía sentir que la casa era un poquito mía también.

Y por supuesto el convertirme en la putita de los dos hermanos enseguida me empezó a gustar también. Yo no tenía mi habitación propia porque no había un cuarto libre, así que algunas noches dormía con uno y otras con el otro. A Germán era al que más le gustaba cogerme y lo hacía más seguido. Pablo, pese a que siempre tenía su rollo con que tenía novia y todo eso, protestaba bastante pero al final de cuentas también le gustaba estar conmigo y me aprovechaba cuando no veía a su novia. Si alguien preguntaba, yo era la novia de German y vivía ahí con él. Algunas noches que nos sentíamos los tres bien o queríamos celebrar cualquier cosa, me cogían los dos a la vez como solían hacer cuando yo iba a que me picaran. Ahí fue cuando por primera vez sentí el tener a dos hombres en mi cola y mi conchita al mismo tiempo y fue una sensación indescriptible, extremadamente placentera.

Y por supuesto estaba el tema de la droga. A Pablo no le molestaba darme una de sus pastillas todos los días para relajarme y hacerme sentir bien. A mi me encantaba y probé un montón de pastillas distintas que tenían, no solo la selección que Mariano compraba y a la que yo estaba acostumbrada.

También cada dos o tres días, una vez que yo terminaba con mis tareas le pedía a German que me picara, ya que yo no me animaba a hacerlo. A él le gustaba mucho picarme, le daba como una excitación casi sexual el ver como él me llenaba las venas de droga y como me iba poniendo cada vez más adicta a eso. Siempre, sin falta, me daba una buena cogida mientras yo estaba viajando y yo lo disfrutaba mucho. La sensación del éxtasis que me daba la droga más el placer sexual de ser cogida, las dos sensaciones al mismo tiempo, eran increíbles.

Ellos ya sabían, porque yo les había contado, que en el tiempo que yo viví con Mariano había quedado embarazada dos veces y que él me había llevado a una médica que conocía, yo no sabía como, para que me interrumpiera esos embarazos. Pablo y German no querían saber nada con eso así que se ocupaban de darme anticonceptivos para que tomara todos los días.

A los pocos días de haberme mudado con los hermanos, por supuesto un día cayó Mariano. Había ido a comprarles droga pero cuando entró y me vió ahí se puso loco. Hacía días que no me veía y no sabía nada de mí, y ahí estaba yo, barriendo la cocina lo más pancha. Se me vino encima y me hablaba, agarrándome del brazo como queriendo llevarme para la puerta y sacarme de ahí, pero German lo paró en seco y lo hizo largarme. Ahí German le explico cómo era la cosa y yo también le dije que sí, que era así y que ahora vivía ahí.

Mariano se estaba alterando bastante y Germán le dijo que si quería seguir comprando droga que siguiera, todo bien, no había problema, pero que se olvidara de mi, que ya fue. Mariano quería a toda costa que saliéramos de ahí para poder hablar, me quería llevar a tomar una coca, cualquier cosa y charlar. Pero yo le decía que no, que ya no quería saber más nada. Que Pablo y German me trataban bien ahí, que él había tenido muchas oportunidades para hacerlo y nunca las tomó.

Mariano y German empezaron a discutir a los gritos, tan fuerte y con tanta puteada que hasta Pablo que estaba en el fondo del terreno vino y se unió a la discusión. Entre los dos lo empujaron afuera. Por suerte no se trenzaron a golpes, porque Pablo había entrado a la casa con un caño de PVC en la mano, pero gracias a Dios no lo tuvo que usar. Lo echaron a Mariano a los empujones y le dijeron que si volvía que era para comprar nada mas, y mas le valía que volviera con los humos bajitos y que no hiciera lío o lo iban a cagar a trompadas. Mariano solo se fue llorando y puteando por lo bajo. A mi me hizo sentir mal verlo así, pero no había forma. Esta era mi vida ahora y él no solo me abusó sino que me había desperdiciado.

De nuevo, yo no me daba cuenta lo mucho que me estaba arruinando la vida y la salud, pero la verdad era que me encantaba vivir ahí con los hermanos, en esa casa linda. Estuve con ellos un poco más de dos años. Ya me sentía parte de la casa y de alguna forma de la familia. Un año hasta que me fui unos días a la costa con German de vacaciones, como “su novia” y la pasamos muy bien. German tenía unas vetas en su personalidad la verdad bastante sádicas, pero por suerte no le salían mucho a la luz. Lo calentaba mucho poseerme y humillarme cuando yo estaba con la cabeza de viaje por la droga y mucha resistencia no podía ofrecerle. Ahí era cuando me cogía con más fuerza y más violencia. Pero el resto del tiempo era un tipo normal, como Pablo.

Yo adoraba cuando en el verano ya hacía mucho más calor y podía usar la pileta todos los días. Ya había perdido toda la vergüenza así que aprovechaba para empastillarme bien y ponerme a tomar sol en el jardín. El jardín que tenía la casa atrás tenía varios árboles y las casas que lo rodeaban eran bajitas, así que nadie me veía cuando me desnudaba y me tiraba al sol, con la cabeza abombada de placer y del dulce mareo de las pastillas.



Mis años perdidos - Parte 4


Pero para mi lo máximo era la pileta. Me encantaba remojarme por la tarde y sabía que lo podía hacer perfectamente desnuda, sin tener que usar traje de baño. Los hermanos mucha bola no me daban en esos momentos y no se hacían mucho problema, les gustaba verme así y tenerme así en su casa. Varias veces yo los veía desde la pileta como ellos me miraban y se sonreían al verme entrar al agua, y como mis pechos enormes al aire se mecían cuando caminaba. A nadie parecía importarle nada y los tres la pasabamos bien así. A veces alguno de ellos se metía conmigo en la pileta, boludeabamos en el agua y la pasabamos bien, pero a mi me gustaba mucho usarla sola.



Gordita


Un día de ese verano yo estaba en el jardín. Estaba sola en casa, los dos habían salido. No me había empastillado pero como ya había terminado las tareas de la casa ese dia me desnudé y me tiré a leer una revista al sol, tranquila. En un momento vi como Pablo había vuelto a la casa y no se lo veía bien, estaba como preocupado o triste. Vino al jardín donde estaba yo y le pregunté que había pasado, que por que estaba asi. Me dijo que finalmente se había peleado con su novia y se habían separado, definitivamente. La chica evidentemente no se bancó la situación de que yo viviera ahí, pese a que Pablo le aseguraba una y otra vez que yo era la novia de German. La mina algo seguro sospechaba hasta que no se lo bancó más.

Yo nada mas le sonreí y me acerqué a él. Le di unos besos suaves y le dije que no se preocupara, que yo también lo quería. Nos empezamos a besar dulcemente ahí en el jardín, al borde de la pileta. Yo ya estaba desnuda y él se puso igual. Con una sonrisa le empecé a chupar la pija con mucho amor, diciéndole que quería ser su novia también, no solo ser de German. Quería que me cogiera y quería darle todo mi amor a él también. Pablo protestó algo por lo bajo, pero enseguida cambió el tono cuando sintió a mi lengua deseosa enredarse alrededor de su verga, dentro de mi boca.

No estaba drogada en ese momento, no estaba empastillada. Lo hice nada más de putita reventada y agradecida.



jovencita



Abuso



drogas


Ese verano también, un día apareció Mariano de nuevo. Había ido a comprar droga, después de mucho tiempo de no haber vuelto. Parecía estar calmado y nos saludo bien a todos, inclusive a mi. Estaba tranquilo, como siempre, y no decía nada de mi así que los hermanos lo atendieron también normal, como siempre, como al cliente que era.

Pero no duró mucho. La transacción ya había terminado pero Mariano no se iba. De pronto empezó a romper las bolas de nuevo con el tema de mi. Me decía de salir, que había vuelto por mí, que quería hablar a solas afuera y todo eso. Yo lo mandé a la mierda de nuevo, pero de mala manera. Le dije que ahora mis hombres eran Pablo y German, que ya fue y que me dejara en paz de una vez. Pero Mariano seguía y seguía con que yo lo quería, que yo no sabía lo que hacía y todo ese verso.

Nos pusimos a discutir todos de nuevo y en un momento German se hinchó tanto las pelotas que lo agarró de la ropa a Mariano y lo llevó para el fondo del jardín. Pablo y yo lo seguimos. Pensé que lo iba a cagar a trompadas ahí mismo pero lo hizo sentarse en una de las sillitas de la pileta y que mire. Que viera con sus propios ojos que yo ya era la puta de ellos. Ahí mismo en el fondo del jardín me hicieron chuparles las vergas a los dos enfrente de Mariano, mientras lo gastaban y lo puteaban, diciéndole como disfrutaba yo de las pijas de ellos. Lo cual era verdad.



Tetona Natural


Mariano no decía nada, solo miraba y sollozaba un poquito, pero no se animó a hacer nada. No se peleó con los hermanos, ni los puteaba ni les contestaba. Solo miraba entre sollozos como yo me tragaba con tanto placer las dos vergas de los hermanos y lo que yo lo disfrutaba. Por supuesto que no duramos mucho así y, entre las risas y gemidos de nosotros tres, pronto me sacaron toda la ropa, ellos también se desnudaron y me empezaron a coger.



abandonada



Mis años perdidos - Parte 4


Los hermanos lo boludearon todo el tiempo a Mariano, gastándolo y diciéndole que si quería que podía pajearse mientras ellos se cogían dulcemente a su ex. A mi me calentaba muchísimo no solo como me cogían sino las cosas que le decían. Cuando pensaba lo mal que me había tratado Mariano, me daban mas ganas de devolverle el placer a Pablo y German y yo me los cogía fuerte a ellos también, gritando y jadeando de placer como una perra en celo para que Mariano me escuchara bien. Ellos eran mis hombres ahora, yo les pertenecía y los adoraba por eso.

Cuando tuvieron que acabar me acostaron en un pallet que tenían y, masturbandose los dos, me rociaron la cara y mis tetas con su leche deliciosa. A mi me encantó sentirlos así. No era una sensación nueva para mi, pero siempre me gustó mucho sentir la leche de los hombres en mi piel. Yo nada más lo miraba a Mariano con una mirada de placer, mientras los hermanos marcaban su propiedad con su semen caliente sobre mi piel. El tarado de Mariano solo sollozaba y miraba, absolutamente derrotado.



Gordita


Cuando terminaron conmigo y mientras se vestían, German le dijo a Mariano que directamente se fuera y que no volviera. Que la droga la consiguiera en otro lado. Que había sido un buen cliente todo este tiempo, pero que ya le rompía mucho los huevos con el tema mio. Le dio dos gritos para que se fuera a la mierda y Mariano lo hizo. Se levantó despacio de la sillita y se fue de la casa solo.

Viví en esa casa con Pablo y German más de dos años, casi tres. Para mi ese tiempo fue como un paraíso. Un paraíso de drogas y sexo casi constante. Yo ya estaba bastante mal de salud. Eran más los días que me sentía generalmente mal que los días en los que estaba bien. Y cuanto más pasaba el tiempo, los días malos eran la mayoría. Pero a mi no me importaba. No me importaba nada. Solo quería llenarme de las mierdas que Pablo y German me metían en el cuerpo y en las venas, como también llenarme de sus vergas y su leche. No me importaba otra cosa.

Pero hasta el paraíso en algún momento se acaba.

Un día me levanté como cualquier otro. Para mí se sentía así. Un día normal. Pero cuando llegué al living los vi a German y a Pablo muy alterados, apurados. Estaban recibiendo mensajes en sus teléfonos todo el tiempo y los veía deambular por toda la casa, agarrando cosas y metiéndolas en bolsos. Cuando les pregunté qué estaba pasando no me contestaban o lo hacían muy vagamente. Me decían que tenían que mover cosas a otro lugar, no me decían por qué. Les dije que los ayudaba y me dijeron que no.

Me hice el desayuno y mientras lo tomaba solo los miraba. Chequeando sus celulares todo el tiempo y llenando varios bolsos de cosas. Estaban metiendo paquetes de droga, ropa y otras cosas. Cuando por fin terminaron habían llenado como seis bolsos de cosas. German me llamó al living y me sonrió. Me abrazó y me empezó a besar, como cualquier otro día. Nos sonreímos y pronto sentí a Pablo atrás mío, también abrazándome y besándome. Aprisionada entre mis dos hombres ya me estaba calentando. Me empezaron a desnudar despacito y yo ya pensaba que me iban a coger, como cualquier otro día.

Pablo me dio vuelta la cara y me empezó a besar fuerte, largo y profundo mientras sus manos me estrujaban las dos tetas. Yo lo acariciaba y le devolvía los besos dulcemente. Estaba tan perdida en la sensación que no me di cuenta. Pablo nada más me estaba distrayendo. Enseguida sentí el pinchazo familiar en el brazo y el fuego que me subía por las venas. Cuando me sobresalté y giré para verlo, German me estaba reteniendo el brazo y Pablo me agarró muy fuerte para que no me moviera.

No podía creer lo que estaba viendo. Cuando vi la jeringa clavada en mi vena y los dedos de German empujando la droga… yo para ese entonces ya conocía bien el tema. Era una dosis enorme. Gigante. Como nunca antes me había dado. El hijo de puta de German me miró a mis ojos asustados y se sonreía con esa sonrisa sádica que le veía a veces. Quise gritar pero enseguida sentí la mano de Pablo tapándome la boca y me tenía tan bien aferrada que no me podía zafar, solo sacudirme. Con terror en los ojos mi mirada encontró de nuevo la de German y seguía con ese brillo macabro y feo.

Me estaba clavando una dosis gigantesca, directamente para matarme. Y el hijo de puta lo estaba disfrutando. Disfrutando de hacerlo y deleitándose del terror en mis ojos cuando me di cuenta.

Yo no entendía nada y entré en pánico, pero tampoco tuve mucho tiempo para sentir el pánico. Enseguida sentí el fierrazo en mi cerebro, pero más fuerte que nunca. El corazón parecía que me iba a estallar en el pecho y no podía respirar. Sentí que se me vencían las piernas y Pablo me sostuvo. Antes de perder el conocimiento y ahogarme en el torbellino que la droga me estaba dando, escuché a German hablarme cerquita.

“Chau mi amor… la pasamos muy bien todos, putita…que pena que no me puedo quedar a cogerte ya muertita, me hubiese encantado… disfrutá como te vas, te vas a ir re lindo….”

Todo se me nubló y me sentí caer al piso, desnuda, sobre la alfombra del living. Mi cuerpo empezó a convulsionar y sacudirse y sentí que la boca se me llenaba de saliva, chorreando por la comisura de mis labios. No podía parar de sacudirme mientras la droga me atacaba la cabeza de una forma que nunca antes la había sentido, tan fuerte, tan avasallante. No me podía mover, solo convulsionar ahí en el piso. Vi las formas borrosas de Pablo y German cargarse los bolsos y salir de la casa, dejándome ahí tirada para que me muriera gracias a esa sobredosis horrible que me metieron.



jovencita



Me acuerdo que antes que la oscuridad me envolviera y que sintiera como el alma se me iba del cuerpo, entre mis convulsiones, no se por que pensé en mi papá. Lo último que escuché, muy a lo lejos, antes de desvanecerme por completo fue el sonido del auto de Pablo arrancando y saliendo con un chillido feo de sus gomas, perdiéndose en la distancia.

0 comentarios - Mis años perdidos - Parte 4