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* 1ra parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/5745349/Mi-psicologo-parte-1.html*
* 2da parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/5748591/Mi-psicologo-parte-2.html
Ahí estaba yo, sentado en el diván, tocandole la pija a mi psicólogo, que aún no estaba del todo dura, pero que ya era más grande que la mía que estaba completamente erecta y me la pajeaba con la mano libre usando solo dos dedos.
El se iba acercando de a poco, era claro que quería que se la chupe. De hecho me agarró la mano con la que le estaba acariciando los huevos y me la bajó. El color del glande era bastante rosado, la apertura de la uretra era normal, como la mía, y la rodeaba un matojo de pendejos ya canosos, no demasiado denso, pero se notaba que no se los recortaba.
Se acercó un poco más y ya su pene estaba rozando mi nariz, mis labios, así que abrí la boca, lo envolví con mis labios, y empecé a pasar la lengua por su glande, que aún estaba medio cubierto por el prepucio. Con los labios, tratando de que no rocen mis dientes, buscaba ir tirando el cuerito para atrás, mientras con mi lengua acariciaba la cabeza del pene que se iba liberando. mi naríz a veces tocaba su vello púbico, y podía sentir sus huevos golpeando en mi mentón. Eran grandes y colgaban de forma extraordinaria bajo su pene, dos bolsas con mucha piel sosteniendo el semen de macho.
En un momento el gusto en mi boca cambió, estaba soltando un montón de líquido preseminal, y entre eso y que se ponga del todo dura pasó menos de un minuto. Entonces dio un par de pasos hacía atrás retirando su pene de mi boca y dijo.
– Listo, ya está dura –dijo y dirigió una mirada a mi poca hombría–. Veo que a vos no te hizo falta otro estímulo para que se te pare, ja.
Entonces me hizo parar de nuevo, agarró mi pene y el suyo y los puso uno junto a otro. Yo pensaba que el mío iba a ser solo un poco más chico, pero verlos juntos fue algo fuerte. No es que él fuera super pijudo ni nada, pero mi pene se veía bastante más fino, y casi la mitad del largo.
– Bueno, viéndolo objetivamente, sos pito corto –dijo–. Y ya debes conocer el dicho: es al pedo rempujar cuando la pija es corta.
Y luego volvió a soltar una risotada y se fue junto a su sillón y dándome la espalda, o mostrándome el culo, se agachó y se volvió a subir los pantalones, y se sentó, pero sin abrocharlos.
– Tengo que esperar que se me baje –me dijo–. Si no me incomoda.
– Yo puedo ayudarlo –dije y di un paso al frente y cuando estaba a punto de agacharme me frenó en seco.
– No no, ya es suficiente por hoy. Esta noche mi mujer va a querer que la atienda y me reservo para ella. Volvé al diván por favor.
Hice como había hecho él y me subí el pantalón, me acosté, pero dejé mi pene afuera.
– ¿Te molesta tenerlo parado con el pantalón puesto?
– Eh… no, la verdad que no.
– Ya me parecía. No creo que eso haga mucha presión.
– Es que me quedé caliente.
Hizo un breve silencio, como si estuviera decidiendo algo, y finalmente dijo:
– Masturbate.
Entonces, bajo su atenta mirada, me empecé a tocar frenéticamente la pijita. Cerré los ojos y me imaginé cómo hubiese sido recibir su semen en mi boca, soltar mi semen al momento de sentir que su verga latía dentro de mi boca y escupiendo su espeso y blanco néctar, y en ese momento mi pito, bastante duro, lanzó dos o tres gotas medianas sobre mi panza y mi remera. Luego apreté el pene desde la base a la cabeza y salió una última gota, la cual estuve a punto de tomarla con el dedo gordo y llevarmela a la boca como suelo hacer cuando me pajeo en mi casa, pero me acordé que me miraba y me dio vergüenza hacerlo.
– Quédate quieto –me dijo al tiempo que se paró y me ofreció un pañuelo de tela. No estoy muy seguro de dónde lo sacó, no pude ver, pero estaba limpio y era claro–. Limpiate bien, no quiero que manches nada.
Empecé a restregar el pañuelo por mi abdomen, la pijita fácida, y entonces el me señaló también una mancha en la remera.
– ¿Listo?
– Sí, creo que sí.
Entonces extendió su mano y le dí el pañuelo.
– Pasá el baño si querés, que ya por hoy terminamos.
Cuando salí del baño ya se había abrochado el pantalón y me esperaba junto a la puerta.
Esta vez me acordé de pagar, quedamos como siempre para la semana que viene. Del pañuelo no había señales.
Se agradecen los puntos y comentarios.
* 1ra parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/5745349/Mi-psicologo-parte-1.html*
* 2da parte: http://www.poringa.net/posts/relatos/5748591/Mi-psicologo-parte-2.html
Ahí estaba yo, sentado en el diván, tocandole la pija a mi psicólogo, que aún no estaba del todo dura, pero que ya era más grande que la mía que estaba completamente erecta y me la pajeaba con la mano libre usando solo dos dedos.
El se iba acercando de a poco, era claro que quería que se la chupe. De hecho me agarró la mano con la que le estaba acariciando los huevos y me la bajó. El color del glande era bastante rosado, la apertura de la uretra era normal, como la mía, y la rodeaba un matojo de pendejos ya canosos, no demasiado denso, pero se notaba que no se los recortaba.
Se acercó un poco más y ya su pene estaba rozando mi nariz, mis labios, así que abrí la boca, lo envolví con mis labios, y empecé a pasar la lengua por su glande, que aún estaba medio cubierto por el prepucio. Con los labios, tratando de que no rocen mis dientes, buscaba ir tirando el cuerito para atrás, mientras con mi lengua acariciaba la cabeza del pene que se iba liberando. mi naríz a veces tocaba su vello púbico, y podía sentir sus huevos golpeando en mi mentón. Eran grandes y colgaban de forma extraordinaria bajo su pene, dos bolsas con mucha piel sosteniendo el semen de macho.
En un momento el gusto en mi boca cambió, estaba soltando un montón de líquido preseminal, y entre eso y que se ponga del todo dura pasó menos de un minuto. Entonces dio un par de pasos hacía atrás retirando su pene de mi boca y dijo.
– Listo, ya está dura –dijo y dirigió una mirada a mi poca hombría–. Veo que a vos no te hizo falta otro estímulo para que se te pare, ja.
Entonces me hizo parar de nuevo, agarró mi pene y el suyo y los puso uno junto a otro. Yo pensaba que el mío iba a ser solo un poco más chico, pero verlos juntos fue algo fuerte. No es que él fuera super pijudo ni nada, pero mi pene se veía bastante más fino, y casi la mitad del largo.
– Bueno, viéndolo objetivamente, sos pito corto –dijo–. Y ya debes conocer el dicho: es al pedo rempujar cuando la pija es corta.
Y luego volvió a soltar una risotada y se fue junto a su sillón y dándome la espalda, o mostrándome el culo, se agachó y se volvió a subir los pantalones, y se sentó, pero sin abrocharlos.
– Tengo que esperar que se me baje –me dijo–. Si no me incomoda.
– Yo puedo ayudarlo –dije y di un paso al frente y cuando estaba a punto de agacharme me frenó en seco.
– No no, ya es suficiente por hoy. Esta noche mi mujer va a querer que la atienda y me reservo para ella. Volvé al diván por favor.
Hice como había hecho él y me subí el pantalón, me acosté, pero dejé mi pene afuera.
– ¿Te molesta tenerlo parado con el pantalón puesto?
– Eh… no, la verdad que no.
– Ya me parecía. No creo que eso haga mucha presión.
– Es que me quedé caliente.
Hizo un breve silencio, como si estuviera decidiendo algo, y finalmente dijo:
– Masturbate.
Entonces, bajo su atenta mirada, me empecé a tocar frenéticamente la pijita. Cerré los ojos y me imaginé cómo hubiese sido recibir su semen en mi boca, soltar mi semen al momento de sentir que su verga latía dentro de mi boca y escupiendo su espeso y blanco néctar, y en ese momento mi pito, bastante duro, lanzó dos o tres gotas medianas sobre mi panza y mi remera. Luego apreté el pene desde la base a la cabeza y salió una última gota, la cual estuve a punto de tomarla con el dedo gordo y llevarmela a la boca como suelo hacer cuando me pajeo en mi casa, pero me acordé que me miraba y me dio vergüenza hacerlo.
– Quédate quieto –me dijo al tiempo que se paró y me ofreció un pañuelo de tela. No estoy muy seguro de dónde lo sacó, no pude ver, pero estaba limpio y era claro–. Limpiate bien, no quiero que manches nada.
Empecé a restregar el pañuelo por mi abdomen, la pijita fácida, y entonces el me señaló también una mancha en la remera.
– ¿Listo?
– Sí, creo que sí.
Entonces extendió su mano y le dí el pañuelo.
– Pasá el baño si querés, que ya por hoy terminamos.
Cuando salí del baño ya se había abrochado el pantalón y me esperaba junto a la puerta.
Esta vez me acordé de pagar, quedamos como siempre para la semana que viene. Del pañuelo no había señales.
Se agradecen los puntos y comentarios.
2 comentarios - Mi Psicólogo (parte 3)