Clara siempre había sido una mujer calculadora, pero desde hacía semanas había comenzado un
juego peligroso, uno que la tenía llena de adrenalina y expectación. Todo comenzó de forma
inocente, o al menos eso parecía. Martín, el joven paseador de Max, su cachorro, se había
convertido en algo más que una figura cotidiana. Su presencia, su actitud respetuosa pero distante,
encendieron en Clara un deseo que no recordaba haber sentido en años.
Un día, decidió esperar a Martín con un bikini pequeño mientras tomaba sol en el jardín. Sabía que
él llegaría a recoger a Max en cualquier momento, y que la visión de su cuerpo en ese traje mínimo
lo incomodaría. Cuando llegó, Clara se inclinó varias veces, fingiendo no darse cuenta de la
dirección de su mirada. Él intentaba desviar los ojos, pero la tensión en su cuerpo lo traicionaba,
especialmente cuando su bermuda comenzaba a delatarlo.
Martín, para no cometer una locura, decidió despedirse rápidamente, murmurando una excusa
mientras trataba de ocultar la evidencia de su reacción. Clara, al verlo salir apresuradamente,
sonrió para sí misma. Había ganado la primera ronda.
La siguiente jugada de Clara fue más audaz. Decidió invitar a Martín a cenar, esta vez con su
esposo José presente. Era su forma de demostrar que podía controlar el juego incluso en las
condiciones más adversas. Calculó cuidadosamente su vestimenta, lo suficiente para llamar la
atención pero sin ser vulgar. Eligió ropa interior que sabía que resaltaría ciertas curvas si hacía
movimientos específicos.
Durante la cena, Clara mantuvo su actitud encantadora. José, cansado después de un largo día, no
sospechó nada y se excusó temprano para ir a dormir. Martín intentó mantener la compostura, pero
Clara, aprovechando que estaban solos, dio un paso más. Le ofreció una copa de licor y se inclinó
ligeramente para servirla, dejando que sus pechos se movieran bajo la delgada tela.
"¿Otra copa?" preguntó ella, con una sonrisa tranquila. Martín tragó saliva, nervioso. Intentó resistir,
pero Clara tomó sus manos y las llevó suavemente a sus caderas. Luego acarició su cabello con
dulzura y dejó un beso breve y tierno en su frente.
La trampa estaba puesta, y Martín había caído.
Días después, Clara cambió su estrategia. Adrede, comenzó a tratarlo con frialdad y distancia,
confundiendo a Martín. Él no entendía por qué, después de esa noche cargada de tensión, Clara
parecía haber perdido interés. Pero esto era parte de su plan. Quería comprobar si él sentía lo
mismo, y esa distancia le daba a Martín el tiempo suficiente para cuestionar sus emociones.
Finalmente, Clara decidió que era hora de llevar su juego al clímax. Repitió el ritual de la cena con
José y Martín. Esta vez, su atuendo era incluso más calculado: una falda corta y un top que
insinuaba sin revelar demasiado. Todo estaba diseñado para que la presa no pudiera escapar.
José, como la vez anterior, se excusó temprano, dejándolos solos. Clara, con una sonrisa
triunfante, sirvió otra copa de licor y esperó. Martín no podía resistirse. Ella lo llevó de nuevo al
borde del abismo, inclinándose frente a él, dejando que su ropa ajustada revelara más de lo que
debía.
Finalmente, tomó su mano, lo levantó y lo condujo hacia la habitación de servicio. Pero antes de
entrar, Clara se aseguró de que José estuviera profundamente dormido. Una vez comprobado,
cerró la puerta del dormitorio principal y lo guió al pequeño cuarto, donde finalmente se cerró la
trampa.
Cuando salieron, Clara tenía una expresión serena, casi radiante. Su sonrisa era la de alguien que
había recuperado algo perdido. Caminó hasta la puerta con Martín, lo miró a los ojos y le dio otro
beso dulce en la frente.
"Gracias por todo, Martín," dijo en voz baja, como si las palabras tuvieran un doble significado.
Martín estaba a punto de irse cuando Clara lo detuvo. "Espera un segundo."
Desapareció un momento y regresó con su puño cerrado. "Esto es para ti. Ábrelo cuando cierres la
puerta."
Martín obedeció, saliendo al pasillo con el corazón latiendo con fuerza. Una vez fuera, abrió su
mano y encontró algo que lo dejó sin palabras: la tanga blanca que Clara había estado usando
durante la cena.
Mientras tanto, Clara se metió en la cama junto a José, acariciando su cabello mientras él seguía
profundamente dormido. Cerró los ojos con una sonrisa, sintiéndose plena, como hacía años no se
sentía.
Martín, en la calle, guardó la prenda en su bolsillo. Sabía que todo había cambiado, pero también
sabía que ese era un secreto que jamás podría compartir.
juego peligroso, uno que la tenía llena de adrenalina y expectación. Todo comenzó de forma
inocente, o al menos eso parecía. Martín, el joven paseador de Max, su cachorro, se había
convertido en algo más que una figura cotidiana. Su presencia, su actitud respetuosa pero distante,
encendieron en Clara un deseo que no recordaba haber sentido en años.
Un día, decidió esperar a Martín con un bikini pequeño mientras tomaba sol en el jardín. Sabía que
él llegaría a recoger a Max en cualquier momento, y que la visión de su cuerpo en ese traje mínimo
lo incomodaría. Cuando llegó, Clara se inclinó varias veces, fingiendo no darse cuenta de la
dirección de su mirada. Él intentaba desviar los ojos, pero la tensión en su cuerpo lo traicionaba,
especialmente cuando su bermuda comenzaba a delatarlo.
Martín, para no cometer una locura, decidió despedirse rápidamente, murmurando una excusa
mientras trataba de ocultar la evidencia de su reacción. Clara, al verlo salir apresuradamente,
sonrió para sí misma. Había ganado la primera ronda.
La siguiente jugada de Clara fue más audaz. Decidió invitar a Martín a cenar, esta vez con su
esposo José presente. Era su forma de demostrar que podía controlar el juego incluso en las
condiciones más adversas. Calculó cuidadosamente su vestimenta, lo suficiente para llamar la
atención pero sin ser vulgar. Eligió ropa interior que sabía que resaltaría ciertas curvas si hacía
movimientos específicos.
Durante la cena, Clara mantuvo su actitud encantadora. José, cansado después de un largo día, no
sospechó nada y se excusó temprano para ir a dormir. Martín intentó mantener la compostura, pero
Clara, aprovechando que estaban solos, dio un paso más. Le ofreció una copa de licor y se inclinó
ligeramente para servirla, dejando que sus pechos se movieran bajo la delgada tela.
"¿Otra copa?" preguntó ella, con una sonrisa tranquila. Martín tragó saliva, nervioso. Intentó resistir,
pero Clara tomó sus manos y las llevó suavemente a sus caderas. Luego acarició su cabello con
dulzura y dejó un beso breve y tierno en su frente.
La trampa estaba puesta, y Martín había caído.
Días después, Clara cambió su estrategia. Adrede, comenzó a tratarlo con frialdad y distancia,
confundiendo a Martín. Él no entendía por qué, después de esa noche cargada de tensión, Clara
parecía haber perdido interés. Pero esto era parte de su plan. Quería comprobar si él sentía lo
mismo, y esa distancia le daba a Martín el tiempo suficiente para cuestionar sus emociones.
Finalmente, Clara decidió que era hora de llevar su juego al clímax. Repitió el ritual de la cena con
José y Martín. Esta vez, su atuendo era incluso más calculado: una falda corta y un top que
insinuaba sin revelar demasiado. Todo estaba diseñado para que la presa no pudiera escapar.
José, como la vez anterior, se excusó temprano, dejándolos solos. Clara, con una sonrisa
triunfante, sirvió otra copa de licor y esperó. Martín no podía resistirse. Ella lo llevó de nuevo al
borde del abismo, inclinándose frente a él, dejando que su ropa ajustada revelara más de lo que
debía.
Finalmente, tomó su mano, lo levantó y lo condujo hacia la habitación de servicio. Pero antes de
entrar, Clara se aseguró de que José estuviera profundamente dormido. Una vez comprobado,
cerró la puerta del dormitorio principal y lo guió al pequeño cuarto, donde finalmente se cerró la
trampa.
Cuando salieron, Clara tenía una expresión serena, casi radiante. Su sonrisa era la de alguien que
había recuperado algo perdido. Caminó hasta la puerta con Martín, lo miró a los ojos y le dio otro
beso dulce en la frente.
"Gracias por todo, Martín," dijo en voz baja, como si las palabras tuvieran un doble significado.
Martín estaba a punto de irse cuando Clara lo detuvo. "Espera un segundo."
Desapareció un momento y regresó con su puño cerrado. "Esto es para ti. Ábrelo cuando cierres la
puerta."
Martín obedeció, saliendo al pasillo con el corazón latiendo con fuerza. Una vez fuera, abrió su
mano y encontró algo que lo dejó sin palabras: la tanga blanca que Clara había estado usando
durante la cena.
Mientras tanto, Clara se metió en la cama junto a José, acariciando su cabello mientras él seguía
profundamente dormido. Cerró los ojos con una sonrisa, sintiéndose plena, como hacía años no se
sentía.
Martín, en la calle, guardó la prenda en su bolsillo. Sabía que todo había cambiado, pero también
sabía que ese era un secreto que jamás podría compartir.
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