Cuando el deseo es más fuerte que la familia
Me llamo Marie Ferrer, tengo 33años, trabajó en una clínica estética en Buenos Aires Argentina, pero soy mexicana,me mude aquí hace un par de años, aquí conocí a la Sra. Elizabeth una mujerde más de 50 años, delgada, rubia de tez blanca y con un cuerpo de infarto todolo contrario a mí. Esa noche me tome el tiempo para beber una copa en unpub, me encontraba en la barra bebido un vaso de vodka, cuando ella se acercó ala barra y pidió un vaso de gin tonic con ginebra, lucía un vestido blanco, conuna gabardina en tono marfil y unos tacones transparentes, tan altos, con losque yo jamás podría caminar, su larga y rubia cabellera la hacía lucir despampánate,pude observar como agitaba el vaso en su mano perdida en sus pensamientos, deun momento a otro se giró y su vista se fijó en mí, sonrió y me dijo algo de medejo en blanco, yo solo calle y decidí escuchar, yo más que nadie era la personamenos indicada para juzgar. Me conto un poco de su vida y que hasta hace poco vivíaen Mallorca, pero debido a que había enviudado recientemente de su segundomatrimonio, había decidido regresar a argentina, aquí ella tenía undepartamento y que después de 10 años decidió llamar a su hijo de su primer matrimonio,para contarle la situación, ella había tomado distancia de él, debido a que unpunto de su vida había tenido sentimientos hacia él, no de cariño si no de deseo,la realidad es que no era su hijo, pero lo había criado como tal, ella se encontraba aquí, debido a que en sureencuentro el día de hoy, se dio cuenta que ese sentimiento aún se encontrabaa flor de piel, con esa voz tan tenue, me dijo, tan solo de pensar en eseabrazo eterno y como me besaba con tanto amor, hace que mis pezones se pongan rígidosy eso era verdad, no mentía, debajo de ese vestido no llevaba nada y se podía apreciarclaramente la perfecta circunferencia de sus botones a través de la tela delvestido, la velada fue amena, intercambiamos números de teléfonos. Siempre estuvimosen contacto. Una mañana me encontraba en la recepción, llevaba una falda negraque solo me cubría mi trasero y una blusa de trías de seda color rojo y negro,con los botones abiertos, con mis gemelas a punto de salir y una bata blanca,cada vez que yo llegaba con la camisa cerrada o la falda más abajo era regañadapor mi guapísimo jefe, un hombre delgado de 1.85 de estatura, de tez morena yunos ojos hermosos, yo no entendía como podía ver el cielo reflejado en la miradade ese hombre, era un azul hipnotizaste y a veces parecía como si el supiera comoalborotaba mis hormonas, porque siempre volteaba a ver mi pecho, para ver la claraexcitación impresa en mi blusa. Esa mañana llego tomada de la mano de unamujer, pero casi me caigo de mi si silla cuando me di cuenta de quien setrataba, era la Sra. Eliza, mi jefe se acercóa mí y me dio la indicación de que ella era su madre y que ahora sería micompañera de trabajo, ahora todo tenía sentido, él era el hombre que despertabael deseo en ella.
Me llamo Marie Ferrer, tengo 33años, trabajó en una clínica estética en Buenos Aires Argentina, pero soy mexicana,me mude aquí hace un par de años, aquí conocí a la Sra. Elizabeth una mujerde más de 50 años, delgada, rubia de tez blanca y con un cuerpo de infarto todolo contrario a mí. Esa noche me tome el tiempo para beber una copa en unpub, me encontraba en la barra bebido un vaso de vodka, cuando ella se acercó ala barra y pidió un vaso de gin tonic con ginebra, lucía un vestido blanco, conuna gabardina en tono marfil y unos tacones transparentes, tan altos, con losque yo jamás podría caminar, su larga y rubia cabellera la hacía lucir despampánate,pude observar como agitaba el vaso en su mano perdida en sus pensamientos, deun momento a otro se giró y su vista se fijó en mí, sonrió y me dijo algo de medejo en blanco, yo solo calle y decidí escuchar, yo más que nadie era la personamenos indicada para juzgar. Me conto un poco de su vida y que hasta hace poco vivíaen Mallorca, pero debido a que había enviudado recientemente de su segundomatrimonio, había decidido regresar a argentina, aquí ella tenía undepartamento y que después de 10 años decidió llamar a su hijo de su primer matrimonio,para contarle la situación, ella había tomado distancia de él, debido a que unpunto de su vida había tenido sentimientos hacia él, no de cariño si no de deseo,la realidad es que no era su hijo, pero lo había criado como tal, ella se encontraba aquí, debido a que en sureencuentro el día de hoy, se dio cuenta que ese sentimiento aún se encontrabaa flor de piel, con esa voz tan tenue, me dijo, tan solo de pensar en eseabrazo eterno y como me besaba con tanto amor, hace que mis pezones se pongan rígidosy eso era verdad, no mentía, debajo de ese vestido no llevaba nada y se podía apreciarclaramente la perfecta circunferencia de sus botones a través de la tela delvestido, la velada fue amena, intercambiamos números de teléfonos. Siempre estuvimosen contacto. Una mañana me encontraba en la recepción, llevaba una falda negraque solo me cubría mi trasero y una blusa de trías de seda color rojo y negro,con los botones abiertos, con mis gemelas a punto de salir y una bata blanca,cada vez que yo llegaba con la camisa cerrada o la falda más abajo era regañadapor mi guapísimo jefe, un hombre delgado de 1.85 de estatura, de tez morena yunos ojos hermosos, yo no entendía como podía ver el cielo reflejado en la miradade ese hombre, era un azul hipnotizaste y a veces parecía como si el supiera comoalborotaba mis hormonas, porque siempre volteaba a ver mi pecho, para ver la claraexcitación impresa en mi blusa. Esa mañana llego tomada de la mano de unamujer, pero casi me caigo de mi si silla cuando me di cuenta de quien setrataba, era la Sra. Eliza, mi jefe se acercóa mí y me dio la indicación de que ella era su madre y que ahora sería micompañera de trabajo, ahora todo tenía sentido, él era el hombre que despertabael deseo en ella.
1 comentarios - Para mi amiga @ElisaMilf