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Blondie de noche - Parte 10

Por ese entonces a Laura le empezó a ir bastante mal laboralmente. Pobre mi hermosa amiga. Los clientes se le fueron secando muy rápido y le bajaron los ingresos un montón. Ella no había cambiado nada, no es que se puso más vieja o menos atractiva, seguía siendo una mina hermosa ya en sus treinta largos. Pero la situación económica ya estaba empezando a alcanzar inclusive a muchos de sus clientes y ya ni la llamaban. Me llegó a decir en un tono muy triste que ya hacía tres semanas que ni trabajaba y que si seguía así la cosa iba a ver de empezar a trabajar de promotora para eventos y exposiciones, lo que sea, para tener algo de ingresos.

Por supuesto que quise ayudar a mi hermanita de la vida, a mi mentora. Con todo lo que me ayudó ella… Si ella me lo pedía claro que le iba a prestar plata. A mi me sobraba, mis clientes no habían mermado. Pero no, ella solamente me decía que por favor le hiciera networking y la pasara a ella con mis contactos. Ella quería trabajar.

A las dos semanas uno de mis clientes me dijo que quería hacer un trío conmigo y otra chica. Que ya tenía en mente a la otra pero yo lo convencí que probara con Betty, que no se iba a arrepentir. Las fotos de Betty que le pasé y mi recomendación lo terminaron de convencer. Le dije a mi cliente que por un poquito más nos podía tener a las dos, que le estaba haciendo precio por la confianza que teníamos. Cuando le dije a Laura se puso muy contenta y me agradeció mucho. Mi plan era que ese extra que había logrado arreglar con mi cliente que se lo quede Laura, junto con su parte del pago por supuesto. A mi no me afectaba y a ella la iba a ayudar un montón.

Ese día Laura se vino a mi casa temprano, almorzamos y nos empezamos a arreglar. Decidimos que íbamos a ir juntas desde casa. Charlando le dije que yo estaba un poco nerviosa ya que nunca habíamos trabajado juntas y si no iba a ser un problema para ella. Una cosa es ser amigas, hermanas casi, y otra estar ahí juntas con un cliente en ese momento. Se rió y me abrazó de atrás mientras yo enjuagaba los platos después de comer. Me dió un besote largo en la mejilla y me dijo que no me preocupara tanto por todo, que la íbamos a pasar bien.

Nos arreglamos las dos bien, pero bien perritas para éste tipo. Yo sabía la onda que le gustaba. Estábamos hermosas, bien sexys las dos y con una pinta de putitas que mataba. Salimos más temprano de casa para aprovechar y pasear un poco por la zona donde vivía mi cliente, la zona de Plaza San Martín, el Círculo Militar, esa zona. El día estaba hermoso y podíamos hacer un poco de tiempo. Íbamos caminando y paseando tomadas de la mano, charlando y pasándola bien, como dos trolitas. Los tipos en la calle se colgaban y se daban vuelta para mirarnos. En casa eramos Luciana y Laura, cuando salimos ya éramos Blondie y Betty.



Blondie de noche - Parte 10


Me acuerdo que estábamos esperando que cambie un semáforo para cruzar la calle y justo se nos pusieron al lado un par de micros que llevaba una hinchada a un partido, con banderas y cornetas, cantando, gritando y pegándole a la chapa del micro. Cuando se pararon al lado y nos vieron… la cantidad de guarangadas, aullidos, chiflidos, cornetazos y bocinazos que nos tiraron al principio nos hizo morir de vergüenza, pero enseguida era tanto y tan seguido que nos entramos a cagar de la risa las dos mal. Los tipos no paraban, hasta se colgaban por fuera de la ventanilla para chiflarnos y decirnos cualquier cosa. Como las dos putitas que eramos nos dimos vuelta agarradas de la mano y les tirábamos besos con nuestras trompitas y les sacamos la lengua, muriéndonos de risa nosotras también.

Si no abría el semáforo y los micros arrancaban creo que estuvimos a diez segundos que los dos micros enteros se vaciaran y los tipos se bajaran y nos hicieran probar una colección de pijas ahí mismo que sería la envidia hasta del Museo del Prado.

Mi cliente tenía un departamento hermoso con vista a la plaza. Llegamos a la hora indicada, pasamos y nos pusimos a charlar un rato. A mi cliente justo le llegó un llamado que tenía que atender por un rato, así que nos dijo que nos preparemos mientras él se ocupaba de eso. Nos preparamos las dos y cuando el tipo volvió ya nos encontró listas para el, esperándolo en uno de sus sillones, mirándolo ya con nuestro deseo en los ojos.



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Las dos la pasamos muy bien, y mi cliente mejor. Era un tipo que la verdad cogía muy lindo y siempre se ocupaba que yo también acabara y que yo también la pasara bien. Siempre me gustaba eso de mis clientes y no todos tenían la buena onda y la delicadeza de pensar en eso.

Sin embargo una vez que terminamos de calentarnos los tres en el sillón y nos fuimos a su dormitorio para empezar a coger, a Laura la noté un poco rara. No sé si rara es la palabra. Por ahí era la onda que ella adquiría cuando trabajaba, pequeños detalles que yo no sabía y no conocía ya que nunca había trabajado junto a ella. Algunas mujeres se ponen a putear mientras lo hacen, siendo recatadas y educadas en su vida normal. Otras se quedan calladas y solo reciben el placer que les da el cliente, cuando en realidad el sexo les gusta. Hay miles de esos detalles y diferencias entre una trabajando y una fuera del trabajo, por decirlo así.

Laura miraba raro. Le cambiaba la mirada. Lo atendió al tipo de maravillas, no era ese el problema, no pasaba por ahí. Pero la noté distinta a la Laura que yo conocía tanto. Estaba viendo a Betty, quizás, a quien yo no conocía en persona. Se lo atribuí a eso. Pero me resultó muy notorio cuando se daba que nos mirabamos mientras atendíamos al cliente.



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Y también por supuesto se sintió raro e inusual cuando nos dábamos entre nosotras para calentarlo al cliente. Me resultaba difícil de explicar. Como que estaba viendo un rompecabezas de Laura al que le faltaban algunas piezas, y esas piezas eran Betty. Piezas nuevas para mí, que yo nunca había visto. Gestos, miradas, gemidos, caricias… se manifestaba levemente en todo. Nada que interfiriera con nuestro trabajo. Al contrario, los tres la pasamos de maravillas. Pero siempre estaba ahí…


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A Laura no le gustaba hacerlo sin preservativo, nunca, pero la pude convencer más que nada porque yo juraba que el cliente no tenía nada y no le iba a acabar adentro, yo ya había arreglado ese detalle con él previamente. Además de lo extra que el tipo iba a pagar por eso. Vi que Laura se puso un poco del orto cuando se quedó mirando como el cliente me cogía hermoso y finalmente me llenó de su leche, y cuánto lo disfruté yo también. No me dijo nada en ese momento, pero yo sabía que estaba haciendo algo que ella me había dicho que nunca hiciera. Se que no le gustó verlo y por ahí después o en algún otro momento me iba a retar por eso. Ella también estaba viendo y conociendo por primera vez y en persona como trabajaba Blondie.

Terminamos, todo muy bien, nos tomamos algo con el tipo, nos pagó y nos fuimos. A Laura después de salir de ahí la volví a ver bastante normal, la Laura de siempre y mejor todavía, feliz con lo que había cobrado. A mi me encantó verla así y más contenta me puso sentir que la pude haber ayudado en su momento que lo necesitaba. Nos despedimos y nos fuimos cada una para nuestras casas, yo pensando que ahí había quedado el asunto.

En la gran máquina que es la vida, hay fichas que caen enseguida. Y hay otras fichas que tardan años y años en caer.

A la semana de eso yo estaba en casa una tarde y recibí un llamado de un número que no conocía. El celu no me lo bloqueó como spam, asi que me dio curiosidad y atendí. Pensé que alguien me iba a vender algo. Era la voz de un tipo, hablando en inglés. Se aseguró que estuviera hablando conmigo y se presentó. Me dijo que se llamaba Nasir, contactandome a través de los servicios consulares de los Emiratos Árabes en Buenos Aires. Que quería reunirse conmigo para una entrevista de trabajo, pero que si me interesaba que por favor sea rápido ya que no iba a pasar mucho tiempo en Buenos Aires. Yo pense que el tipo se había confundido y quiso decir para juntarse conmigo y que yo lo atendiera, para trabajar. Pero lo escuché reír y me dijo que no, que era una entrevista laboral si me interesaba. Le pregunté qué tipo de trabajo y me dijo que lo íbamos a discutir en persona. Me pasó la dirección de un hotel y el número de habitación, era por el centro y a qué hora tenía que estar. Sí podría ser mañana mismo sería ideal, por su agenda.

Me dio mucha curiosidad así que le dije que si. Que para mañana estaba bien. Si necesitaba que yo llevara algo. Me dijo que no. Que nada más fuera puntual. Se despidió muy amablemente y cortó. Yo pensé que no tenía nada que perder. Seguramente era para arreglar algo formal para que yo atendiera a clientes que venían del exterior, algo así. Por ahí se había dado que yo finalmente, casi sin querer, había metido el piecito en esas aguas y estaría buenísimo por la cantidad de plata que se movía.

Al otro día me arreglé bien elegante y sobria, bien de chica de negocios y me fui para el hotel. Me fui temprano para asegurarme de llegar a tiempo y que no me agarre ningún corte de calle, piquete o cosas así. Por suerte pude llegar bien al hotel al mediodía, me anuncié en la recepción y el conserje llamó a la habitación. Me dijo que suba nomás, que me estaban esperando. Ya me estaba dando un poquito de cosa. “Estaban” por ahí no me gustaba tanto. No sabía con que me iba a encontrar. No se por que había asumido que iba a estar sola con éste tipo Nasir, pero aparentemente no era así.

No había nadie de seguridad ni nada de eso. El piso del hotel estaba completamente vacío y normal. Golpeé la puerta de la habitación y enseguida me abrió Nasir. Era un tipo más bien chiquito y flaco, de mi estatura pero bastante flaquito. Estaba bien vestido, de camisa, pantalón y zapatos y tenía una linda barbita. También tenía una tez color café con leche, bien de Medio Oriente. Hablaba un inglés increíble, perfecto, con un acento británico que parecía presentador de la BBC. Nos dimos la mano con una sonrisa y me hizo pasar amablemente, haciéndome sentar en un sillón mientras él se sentaba en otro separado.

No estábamos solos. Sentada aparte en una silla detrás de él había una mujer. Estaba sentada ahí con una tablet, escribiendo en la pantalla con un lapicito de plástico como tomando notas. Estaba cubierta completamente con un burqa negro oscurísimo que la cubría enteramente. Lo único que se le veía eran las manos y los ojos… un par de ojazos verdes pero increíbles debajo de unas cejas finas. Nada más. No hablaba nada. Me miró en silencio cuando entré como estudiándome y siguió con sus notas. Me pareció raro, yo creía que en los Emiratos eran más liberales dentro de todo y que por ahí las mujeres no tenían que usar ese tipo de vestimentas, pero por ahí yo estaba equivocada o ésta gente en particular era bastante hardcore con la religión. No lo sabía.

Nasir me ofreció un café que ya tenía ahí en una cafetera en la mesita y se lo acepté con gusto. Charlamos un par de tonterías amablemente mientras lo tomamos, el preguntándome pavadas turísticas de Buenos Aires que yo sabía que lo podía averiguar con dos segundos de Google. Pelotudeces como el Obelisco y Caminito, esas cosas.

Cuando terminamos el cafecito Nasir se lanzó a explicarme lo que quería.

Me dijo que el consulado de los Emiratos en Buenos Aires le hizo saber de mi y de otras chicas que trabajaban. Que no me preocupara, que él no era policía, militar ni nada de eso. Al contrario, que estaba buscando específicamente trabajadoras de mi nivel para un proyecto especial que él estaba llevando a cabo en Dubai. Uso esas palabras, ‘proyecto especial’. Me dijo que trabajaba para un fondo financiero allá en Dubai, que atendía y manejaba inversiones y proyectos de clientes de todas partes del mundo. Por supuesto que no voy a decir cual. Al googlearlo sale. Eran clientes de muy alto nivel, con inversiones y volumen de dinero muy alto.

Le dije que por supuesto él sabía que yo no tenía idea de finanzas a ese nivel, pero se rió y me dijo que lo que él estaba llevando a cabo no tenía nada que ver con los números y las inversiones. Que para eso la empresa ya tenía un montón de quants. Le dijo algo en árabe a la mujer y ella le alcanzó una carpetita que llevaba, Nasir me la mostró. Eran fotos muy lindas de una especie de complejo, o un spa, me dio esa onda. Me dijo que hacía ya varios años que el su fondo financiero se había armado éste lugar, un poco a las afueras de Dubai, donde a veces hospedaban a clientes importantes que iban a cerrar tratos y negocios especiales.

Ahí me cayó la ficha finalmente y tragué saliva.

Nasir me dijo que vino a Buenos Aires por otras cosas, pero que aprovechó para coordinar entrevistas con dos chicas que le fueron muy bien recomendadas por el consulado. Y una era yo. No me dijo quien era la otra chica pero si me dijo que él la había contactado primero y la chica no quiso saber nada con ninguna entrevista, así que era mi turno. El fondo de Nasir quería tener a chicas trabajando ahí en ese complejo full time para atender a varios clientes que iban. Le pregunté si cuando él decía ‘su fondo’ realmente quería decir que era suyo, que era el dueño o CEO. Se rió y me dijo que no, que él nada más estaba un par de escalones por debajo de los dueños y socios, él era solamente un humilde vicepresidente de un área. Y que hacía varios años que tenía éste proyecto armado y andando, y que ya habían algunas chicas trabajando ahí todo el tiempo, viviendo ahí. Como funcionó tan bien y estaba seguro que su proyecto había ayudado a cerrar muchos negocios importantes, le dieron luz verde para que lo siga llevando a cabo y ampliando.

Le sonreí y le pregunté directamente si era un harén. Se rió y me dijo que no, que un harén era otra cosa muy distinta. Las mujeres en un harén pertenecían al hombre del harén o al califa, me explicó. Las mujeres en su proyecto eran libres y solamente empleadas de la empresa, con contrato, sueldo, bonos y beneficios. La miré discretamente a la mujer, ella seguía sentada tomando notas de todo sin decir una palabra, atenta a su tarea. Le pregunté a Nasir si iba a ser un problema que yo no sea musulmana, si me tenía que convertir al Islam… fue la pelotudez que se me ocurrió preguntar. Nasir se rió fuerte y me dijo que no, que no había necesidad de eso y que las mujeres que ya estaban ahí eran la mayoría cristianas o ateas, que no iba a haber problema. Que el único problema era si yo era Hebrea, pero él ya sabía que no era el caso.

Cuando le pregunté cómo sabía se sonrió y me dijo que el consulado ya le había pasado un informe breve sobre mi. Y que si en ese informe había algo objetable o que al no le sirviera, ni estaríamos teniendo ésta charla, que no me preocupara. Finalmente me dijo que él ya sabía que yo trabajaba muy bien, que era discreta y atendía bien a los clientes de la forma particular que yo lo hacía. Que eso le podía venir muy bien para cubrir también esa área del proyecto, ya que una de las chicas que lo hacía había dejado de trabajar y le quedó esa área sin cubrir. Sin decírmelo, yo sabía exactamente que se había quedado sin una chica muy joven, que se viera bien pero bien nena, para atender pedófilos.

Cuando le dije que por que yo, que a él no le costaba nada conseguir cualquier otra chica, mas linda o más nena aun que yo, de cualquier lado, nada más se sonrió. Lo que me dijo fue como un puñal en el corazón, pero no dejé que se notara. Me dijo que le parecía que además de mis cualidades obvias y de lo bien que sabía que yo trabajaba, que yo era amoral. Y eso siempre era un plus para él. Sin decírmelo, recordé la noche que pasé en el hotel de Pilar y con algo de desagrado lo entendí. Dijo que cuando la moralidad y los negocios se mezclaban nunca terminaba bien, y que él quería una chica así, que hiciera lo que se tenía que hacer, sin reservas.

Si algo faltaba para terminar de matar a Luciana, fue esa puñalada. Luciana ya estaba muerta, la había dejado agonizando Blondie luego de tantos años de trabajo. Y la terminó de matar éste tipo, con esas frases. Yo tragué saliva de nuevo. Por ahí habría tiempo de hacer el duelo y velar a Luciana como correspondía, pero no era ese momento.

Me aclaré la garganta y le dije que, bueno, si me interesaba, como era el contrato y cuánto iba a ganar. Nasir le dijo algo en árabe a la mujer y ella le pasó una hojita impresa. Una hojita nada más, ni siquiera estaba toda impresa. Llegaba a la mitad nomás. Nasir me la dió y dejó que yo la leyera.

Cuando la leí casi vomito ahí mismo. No sé cómo hice para empujar todo lo que los estrujones de mi estómago estaban queriendo lanzar por mi boca. Me compuse un poco y me tomé un vaso de agua para calmarme, haciendo lo imposible para permanecer con la cabeza fría.

Nasir me dijo que me la podía quedar para estudiarla. Le pregunté si lo podía pensar y cuanto tiempo tenía. El me dijo que necesitaba una respuesta para mañana a última hora. Después de eso él ya se volvía a Dubai y, si yo aceptaba, era muy conveniente que él estuviera todavía acá en persona para arreglar las cosas más rápido con el consulado.

Le respondí que bueno, que me interesaba, pero que por favor me diera tiempo para pensarlo. Que no se preocupara, que al otro dia iba a tener mi respuesta. Nos paramos los dos y nos dimos la mano amablemente con una sonrisa, me agradeció mucho el haber tenido la entrevista y nos despedimos. No se para que mierda le dije que necesitaba tiempo para pensar. Ya cuando salí del hotel a la calle ya había decidido que iba a aceptar.

Me pasé el resto de la tarde en casa con mi compu, investigando sobre el fondo financiero, leyendome su sitio todo de principio a fin. Por supuesto que no había nada del proyecto de éste tipo, ni iba a existir ahí, pero Nasir aparecía ahí como vicepresidente. Era todo legítimo. También me la pasé leyendo sobre Dubai y los Emiratos, todo lo que mi cabecita podía absorber.

No quise esperar más. No me importó la hora tampoco. A la tardecita le mandé un mensaje a Nasir diciéndole que aceptaba, y agradeciéndole la oportunidad. Me dijo que estaba muy, muy feliz por mi decisión y que me iban a mandar varios archivos y documentos para que yo firmara digitalmente. Que por favor lo hiciera y se los devuelva a la brevedad para ganar tiempo, no importaba a qué hora. A las dos horas los recibí en mi email y me los puse a leer detenidamente. Era el contrato y documentos migratorios y de empleo. Era un montón de documentación. El contrato era larguísimo y estaba lleno de términos legales por todos lados, pero estipulaba mis obligaciones y que se esperaba de mí como empleada del fondo. Yo iba a figurar así, con una posición administrativa para aparentar las cosas, pero mis tareas iban a ser bien distintas.

Esa noche llamé a mi mamá para contarle que me iba a ir a Dubai, que me salió un trabajo ahí por la empresa, de secretaria ejecutiva para una empresa allá. Se puso muy contenta, pero las dos terminamos llorando y charlando un rato largo. Le dije que no se preocupara, que si podía le iba a mandar plata. Si podía… ja.

Ya era tarde ese dia, pero al otro dia por la mañana la llamé también a Laura para contarle. Y para decirle que viniera a cenar a casa. No sabía los tiempos de ésta gente y si en cualquier momento me iban a decir que me apreste para irme. Y no me quería ir sin verla a ella y despedirme. Laura se quedó muda. Ni me hablaba casi. Dijo que sí, que a la noche venía a cenar y ahí charlabamos más.

Cuando vino, cenamos y le conté todo. Con todos los detalles. La vi triste, muy triste. Feliz por lo que me había salido, me lo dijo, pero lo que no me dijo era lo triste que se sentía. Charlamos, de eso y de todo, charlamos un montón. Después de comer nos sentamos en el sillón a seguir charlando. Me abrazó y me hizo acurrucar mi cabeza bajo su mentón, acariciándome y diciéndome que estaba feliz por mi, que me iba a ir muy bien. Yo sonreí y la abracé fuerte. Mi amiga, mi hermanita de la vida… mi mamá que no me había parido, mi mentora, mi…

Sentí que se me humedeció la frente de repente, y que la respiración de Laura se entrecortaba. Me incorporé un poquito para verla y estaba llorando. Pero no llorando de alegría o de emoción. Estaba llorando mal. Triste. Rota. Adolorida. Las lágrimas no paraban de salirle de los ojos y caerle por todos lados. Le costaba respirar y casi hablar. Me miró a los ojos y me acarició las mejillas. En un hilito de voz quebrada y entrecortada y con las manos temblando me repetía una y otra vez, “... no te me vayas Luli… por favor… por favor no te vayas… Luli por favor no… no me dejes…”

Hay fichas que tardan años y años en caer.

Ahí entendí todo. Todo lo de todos éstos años. Por que Laura no quería que yo entrara en la profesión, y una vez que lo hice lo mucho que me guiaba y me cuidaba hasta que arranqué sola. Por que me había llevado al bar para que conociera a las chicas, para que yo viera adonde terminaba ese camino. Por que siempre me tomaba de la mano para calmarme si estaba nerviosa, y una vez que me calmaba nunca me la largaba. Por que siempre quería que le dijera adonde me iba si iba a trabajar fuera de la ciudad. Por que quería tanto que me volviera al auto con ella aquella noche en esa quinta, lo mal que se puso cuando decidí quedarme y por que se había peleado tanto y tan mal con Scarlett. Por que me dejaba esos abrazos enormes y amorosos, y esos besotes cariñosos tan largos en la mejilla. Por que fue tan seca cuando le conté lo de mi clienta y la forma en que la atendí, siendo su novia por un dia.

Y por supuesto por que se puso tan mal cuando me vio en persona como un tipo me acababa adentro, y cuanto yo lo disfrutaba. Y la forma que su mirada se clavaba en la mía cuando lo atendíamos al tipo, la misma mirada que yo me daba con Helen aquella vez.

El resto de esa noche en casa es para Laura y para mí. Para nadie más.

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