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Compendio III
A medida que la pasión crecía entre nosotros, Emma se encontró de rodillas ante mí, desabrochándome los pantalones y contemplando mi erección. Me tomó en su boca sin siquiera pensarlo, sus ojos hambrientos por darme placer.
Izzie nos contempló unos momentos, sus propias ganas creciendo al apreciar el entusiasmo de los movimientos de Emma.
Haciendo uno de sus acostumbrados pucheros, la voz autoritaria de Isabella cortó el silencio, en un tono ligeramente bromista.
• Dijiste que si alguna vez, quisiera yo darle una mamada, tú me dejarías. – Le recordó Izzie a Emma sus palabras durante la última reunión de la asociación de padres y apoderados, quien tenía mi glande en su boca como si fuera un caramelo, donde Emma me la chupó por primera vez.
Titubeante, Emma se retiró, disfrutando el sabor de mi carne en sus labios. Ella sabía que una mujer como Isabella era demasiado refinada para mamar vergas a menudo y no quería privarla de la experiencia. Con una sonrisa juguetona, Emma asintió en consentimiento.
Sin perder tiempo, Isabella tomó mi pene en sus labios, sus mejillas contrayéndose mientras me chupaba con gusto. Mientras tanto, Emma se encontró atraída hacia mi pecho, con sus manos recorriendo mis músculos cuando nos besábamos apasionadamente. Mis dedos se las arreglaron para meterse entre las piernas de Emma, acariciando y explorando sus pliegues húmedos y tibios.
El ritmo que llevaba Isabella sobre mi verga era exquisito y no podía evitar gemir dentro de la boca de Emma. Cuando sentí la humedad de Emma crecer entre mis dedos, sujeté la cabeza de Izzie bombeando con mayor vigor. Los sonidos de sus animosas chupadas y los apagados gemidos de Emma creaban una intoxicante atmósfera de placer.
Los ojos de Isabella lagrimeaban por el esfuerzo, pero su determinación era tragarme entero, de darme el placer que, según ella, yo me merecía. De repente, la mano de Emma se juntó a la mía, guiando mi verga más adentro de su garganta. La sensación entre nosotros tres era increíble y sabíamos que no aguantaríamos demasiado tiempo.
Cuando mi orgasmo me impactó, la mano de Emma se tensó, forzando a Isabella mantener su posición. Las mejillas de Isabella se llenaron de mi semen caliente, con ambas mujeres gimiendo rítmicamente.
Emma se apartó de mis labios y se arrodilló junto a su amiga, quien saboreaba y lamía hasta la última gota, sus ojos vidriosos con lujuria.
o Es mi turno. – comentó Emma sin miramientos, probando mi pene una vez en sus húmedos labios. – He soñado con esto toda la semana.
Mi pene permanecía duro, alojado entre los tibios pechos de Emma, mientras me dejaba recuperar fuerzas. Sin embargo, la codiciosa mujer en mis brazos y labios me miró a los ojos hambrienta.
Y mientras Izzie y yo nos besábamos acaramelados, no nos dimos cuenta cuando el turno de Emma comenzó. Los tres compartíamos nuestros labios, con sus dedos acariciando mi erección latente, mientras que los míos exploraban sus sexos. Pero de repente, nuestra atención se enfocó de lleno en Emma.
De alguna manera, tomé el control y me ubiqué a espaldas de Emma, con sus piernas abiertas a medida que la besaba cariñosamente. Sin embargo, Isabella no pudo resistir la tentación de los pliegues húmedos de su amiga, su lengua ansiosa pidiendo probar el dulce néctar que le esperaba.
La gratitud en los ojos de Emma mientras Izzie probaba su sexo era palpable, sus gemidos haciéndose más fuertes con la habilidosa lengua de la diva hacía su trabajo. Pero el hambre de Emma no tenía límites y fue ella misma la que empezó a buscarme para que la penetrara.
Al darme cuenta, empecé a estirar su trasero, mis dedos excitando a su apretado anillo. La sensación era exquisita, haciendo que Emma se echara hacia atrás, ansiosa por más.
Isabella nos miraba curiosa, aunque enviciada con la humedad del sexo de Emma, del cual parecía no querer despegarse.
Mi verga finalmente se adentró en el culito blanquecino de Emma, con ella liberando un gemido de placer al enterrar el rostro de Isabella sobre su sexo. La sensación era intensa, una mezcla de placer, dolor y lujuria salvaje, que Emma no había experimentado en años.
Cuando comencé a bombearla, Izzie tomó mayor protagonismo, su lengua y labios adorando el clítoris de su amiga, llevando a Emma al límite una y otra vez. El dormitorio era un embrollo de extremidades y pasión carnal, extraviadas en la lujuria del momento.
Mis gruñidos se volvieron más fuertes, mientras que los gemidos de Emma se volvieron más desesperados. Para cuando pude meterla hasta el fondo, Emma estaba enamorada, con Isabella lamiendo sus dulces jugos sobre su sexo.
Cuando finalmente me vine en su culo, Emma sintió aparte de la quemazón, la manera que mi eyaculación la rellenaba, refrescando sus nalgas.
Una vez que alcanzamos el placer, reposamos en la cama. Emma e Izzie reposando una al lado de la otra.
o ¡Eso fue fabuloso! ¡Gracias, Isabella! – Emma demostró el agradecimiento a su amiga con un sorpresivo beso.
Con mi pene todavía alojado en su culito, Emma fue por otro beso de los labios de Isabella. No se rehusó. De hecho, se inclinó para aceptarlo. Apretaron los pechos de la otra con ternura, como si fuese una ofrenda de paz. Ambas estaban conscientes de su atracción mutua, su amistad progresando más allá de ser solamente amigas, sino que prometiendo secretamente futuros encuentros sexuales.
Pero una vez que pude despegarme de Emma, los ojos de Isabella se enfocaron en mi verga dura y tiesa.
- Deberíamos arreglarnos. – les sugerí, pero Isabella tomó mi erección en sus manos.
• Todavía no. – Isabella comentó con su sensual voz haciendo un puchero. – Mi culito apretado también necesita verga.
(My tight little ass also needs some cock.)
Su seductora voz reavivó mis ganas y retrocedí levemente, con intenciones para complacerla. Izzie miró a Emma con elegancia, como si exigiera uno de sus besos en secreto, a lo que Emma accedió gustosamente.
Y como anunciaban sus sensuales jadeos, ya me iba abriendo camino por su apretado agujerito.
El placer era demasiado para que su apretada colita aguantase mi gruesa verga, sus gemidos haciéndose más fuertes, enfáticos y erráticos con cada embestida. Emma nos contemplaba enviciada, su propia calentura desbordándose. Su mano se movía sobre su sexo, imitando el ritmo que mis dedos llevaban antes.
Mis embestidas eran tan fuertes que sacudían la cama bajo nosotros, el sonido de nuestros cuerpos azotándose, acallándolo todo.
- ¡Vaya, Isabella, estás tan apretada! – gruñí al apreciar su rostro por el espejo.
La respiración de Isabella se volvió más agitada, sus ojos parpadeando incesantes a medida que el orgasmo se avecinaba.
• ¡Oh, Dios! ¡Sí! – Exclamó ella, su sensual voz mezclada entre dolor y placer.
Los dedos de Emma bailaban incesantemente sobre su clítoris, su orgasmo creciendo mientras nos miraba. Por lo que se veía, le faltaba poco, su cuerpo implorando por su corrida.
Estiré mi mano, alcanzando la conchita húmeda de Emma. Empecé a penetrarla con mis dedos siguiendo el ritmo de Isabella. El placer de ambas mujeres se entremezclaba como un impactante baile.
Isabella se echó hacia atrás cuando se vino, su cuerpo convulsionando con mi verga. Mi orgasmo no tardó en llegar, mi verga pulsando profundamente en su interior y creo que luego, nos siguió Emma. Los tres reposamos en la cama, agotados y sudando, con nuestros corazones acelerados.
- Izzie, ¿Qué opinas de trabajar para nuestra compañía en Relaciones Públicas? – pregunté satisfecho, con las chicas reposando abrazadas a mi lado.
•¿Qué? – fue la respuesta que me dieron ambas…
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Estábamos reunidos en la sala de conferencia, con Edith a la cabeza estudiando las acciones legales que podríamos tomar con la oficina del alcalde para impulsar la remoción de Victor, le presenté la inesperada sugerencia de contratar a Isabella como vocera de nuestra compañía.
Contemplándome con escepticismo y ante la mirada atónita de Maddie, le expliqué que era un medio para salvaguardar a Lily y a su madre de las consecuencias del procesamiento legal de Victor, al posicionarla como una fuerza positiva y estabilizante para la imagen de la compañía.
Le expliqué que el carácter fuerte de Isabella, su postura mesurada e inherente elegancia podrían convertirla en una convincente representante, ayudando a recuperar la confianza y calmar a los inversionistas ante el potencial escándalo.
Aunque Edith me miraba no muy convencida dada sus conexiones con Victor, cuestionó mi razonamiento. Enfaticé que he tenido un buen instinto identificando potencial escondido en el pasado, destacando la contratación de Nelson para nuestro equipo, quien nos ha traído considerables contribuciones y la designación de mi antigua secretaria, Gloria, quien ahora se encarga de lidiar con las políticas medioambientalistas, aprovechando sus estudios en química. Ambos han sido recursos valiosos para la compañía, al ubicarlos en roles que se ajustan a sus habilidades.
Incluso Sonia me apoyó al compartirle que, incluso cuando vivíamos en nuestro país y éramos simples compañeros de trabajo, fui el único en darse cuenta de que ella tiene memoria fotográfica, habilidad que había logrado ocultar exitosamente del resto durante años y con la cual, ha podido desempeñar su jefatura sin mayores complicaciones.
Madeleine nos contemplaba incómoda, pero en silencio, mirando constantemente a Edith y a mí.
Tomando todo esto en cuenta obligó a Edith a considerar mi sugerencia. Reconoció que el rol de Isabella en la compañía podría aliviar las opiniones negativas con respecto a las acciones de Victor, al enfocarlas en la contratación de Isabella al igual que fortalecería la imagen pública de la minera.
Cuando la reunión terminó, Maddie bajó la mirada, sus labios fruncidos tratando de enmascarar sus emociones lo mejor que podía.
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Las chicas me saltaron encima. Me besaron y restregaron, sus cuerpos buscando que las hiciera mías…
Pero que teníamos que partir. El tiempo no nos ayudaba. Sin embargo, eso no las impidió que se metieran en la ducha junto conmigo y me demostraran lo “extremadamente agradecidas” que estaban conmigo…
En el camino de regreso, la energía era diferente entre nosotros. Isabella sabía que su matrimonio con Victor probablemente estaba arruinado, sin embargo, se le notaba feliz y radiante por ello.
Claro está, que la oportunidad le abrió una puerta inesperada…
o Izzie, tal vez sea una buena idea que traigas algunas de tus cosas a mi casa. – comentó Emma, con un poco de timidez. – Sé que es pequeña… y no sea de tu comodidad… pero si necesitas ayuda… y no te molesta compartir una cama, quizás, puedas dormir conmigo.
El rostro de Izzie se iluminó radiante, comprendiendo la gravedad de la situación. Pero también, estaba lleno de potencial.
Era claro que Emma no le estaba ofreciendo solamente amistad. Y por el brillo de los ojos de Isabella, podía darme cuenta de que no le molestaba aceptarlo.
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