Por supuesto que me repuse de esa experiencia horrible en la quinta. Me repuse porque tenía que reponerme. No era un tema de opciones. No había opciones. Era reponerse y seguir adelante o nada. Yo no iba a dejar que tres borrachos desagradables me arruinaran la vida.
Seguí trabajando normalmente los fines de semana. Algún finde un solo cliente, algún otro finde dos o tres. Me alcanzaba y me sobraba con eso. Ahora tenía los gastos de alquiler, boletas de servicio, celular… todo eso. Pero comparado con lo que estaba ganando era una ridiculez. Cuando me puse a hacer los números tranquila una vez, yo ya lo sospechaba, pero verlo en números delante mio casi que me hizo reír sola - Para cubrir todos mis gastos del mes… todos, sin dejar ni uno afuera, lo único que tenía que hacer era atender a más o menos un cliente y medio por mes. Nada más. El resto de los que atendía era todo ganancia y ahorro.
Y vaya si estaba ahorrando. En ese momento me entró a dar un poco de miedo ya tener esos dólares escondidos en mi departamento, ya se estaba haciendo realmente mucha plata, asi que me abrí una cuenta en un banco que tenía cerca, yo como una boluda que todavía no sabía nada, asumiendo que tenían todos los servicios, incluído el de cajas de seguridad. Pero no, era una sucursal chiquita de un banquito. No tenía nada de eso. Atendía a los clientes del barrio y poco más. Okey, lección aprendida. Me quedé con esa cuenta porque algún uso le iba a dar y por suerte a los pocos días buscando por internet encontré un servicio privado de cajas de seguridad y resguardo de valores en el microcentro. Le consulté de onda a un cliente que estaba en el negocio de transporte de caudales por ésta gente y me dijo que eran de confianza pero que según él tenía entendido solamente atendían a clientes VIP y esa empresa acá en Argentina todavía no se había lanzado a atender al público.
Contacté a otro de mis primeros clientes de completa confianza con el que había quedado una excelente relación y le expliqué el problema. Entendió perfecto y me hizo el recontra favor de contactarse con ésta gente. No sólo eso, de amoroso nomás él me acompañó a reunirme con ellos en sus oficinas para asegurarse que esté todo bien y no me digan nada raro o no me quisieran cagar. A él no le iban a hacer ningún problema, se rió, y yo sabía muy bien que a un tipo como él seguro que no. La chica de la empresa de seguridad se veía muy profesional en la reunión, pero como que muy interesada no estaba, hasta que empezamos a hablar de la cantidad de plata que yo quería resguardar con ellos.
Ahí se interesó más.
Mi cliente era un genio y amoroso. Me lo hizo de onda, por lo que me quería, y ni siquiera me hizo la típica de querer cobrarse el favor conmigo en especias. Yo aprecié mucho ese gesto. Yo lo hubiese hecho con gusto porque me ayudó muchísimo, pero él era un tipo honesto, recto y de principios. Nada más era pedófilo.
Yo ya hacía varios meses que estaba trabajando, dentro de poco se iba a cumplir un año. No me preocupaban muchas cosas, sobre todo de mi. Me mantenía bien en lo personal. Si, yo vendía mi cuerpo los fines de semana, pero durante la semana alimentaba a mi mente con todo lo que ella quería. Lo único que siempre me preocupaba y a lo que no le podía encontrar solución, porque no había, era el poder mantenerme como estaba. Como jovencita. Como nena. Yo sabía y temía que en algún momento el día iba a llegar en el que finalmente iba a cambiar y dejar de aparentarlo físicamente. No sabía si iba a ser la semana que viene o en cinco años, pero sabía que iba a pasar. Eso me atormentaba bastante cuando lo pensaba. No quería terminar como esas chicas recauchutadas que veía siempre por todos lados… maquilladas horrible, operadas mal, casi grotescas en su afán de querer congelar el tiempo en sus caras y en sus cuerpos. Lo único que hacían, para mi, era mancillar la belleza natural de toda mujer en su esfuerzo por retenerla. No quería nunca tener que llegar a ese punto. No sólo en lo profesional, en lo personal también. Ya sea que yo en ese momento trabajara o no, no quería ser así yo. No quería verme así. Para mí eran mujeres derrotadas por dentro y me daba tristeza. No quería ser nunca una de esas y siempre agradecía el seguir teniendo mi belleza natural, mi apariencia de nenita bella. Cuando me arreglaba era sólo para realzarla, nunca para terminar dejándola hecha una burla de lo que solía ser.
Por ese entonces, de tanto tiempo libre que tenía durante la semana, me empezó a picar el bichito del estudio. Pensé que me iba a resultar fácil de tiempo el empezar a ir a una facu y estudiar algo. Realmente no tenía otra cosa importante que hacer durante la semana. Pero la verdad me daba mucho miedo, por mas que suene estúpido, el hecho de asistir a una facultad y por ahí de repente cruzarme o cursar alguna materia con algún cliente. Me moriría ahí mismo de vergüenza, pensaba.
Fui averiguando sólo para saber, pero cada semana estaba más decidida que lo quería hacer. Finalmente me decidí, luego de buscar y averiguar mucho. Me quise anotar en una universidad privada, de mucho renombre, para comenzar a cursar una licenciatura en Historia del Arte, que me apasionaba. No necesitaba estudiar algo con salida laboral, necesitaba aprender lo que me gustaba. Por supuesto que cuando me fui a reunir con dos de los asistentes de la universidad, estaban encantados de que yo quisiera ir ahí, pero inmediatamente me hicieron historia porque yo todavía nunca había hecho el CBC y eso aparentemente era condición sine qua non para que yo pueda empezar a cursar. Les pregunté si no había forma que me tomen los exámenes que hicieran falta y que si me iba bien que me permitan empezar a cursar, ya que la fecha de comienzo se acercaba y no quería perderme un año estudiando y preparando materias que nada mas funcionaban como filtro. Se negaron y me dijeron que lo tenía que hacer.
Me fui de esa reunión bastante deprimida, pensando cómo solucionarlo. Esa semana me acordé de la frase de Theodor Herzl… ningún santo de mi devoción, realmente, pero había dicho algo muy cierto: “Si tenés la voluntad, no es un sueño.”
Decidí que mi ingreso a la universidad, si no podía ser por las buenas, iba a ser por las malas.
Llamé a uno de mis clientes, un tipo de edad bastante mayor ya, cerca de su jubilación, que era catedrático de muy alto nivel en una de las universidades más famosas del país. No voy a decir cual. Solamente que las siglas empiezan con ‘U’ y terminan con ‘BA’. También otro gran y muy, muy privadamente pedófilo, junto con otros gustos y aficiones que no vienen al caso. Lo llamé yo, lo cual le extrañó mucho.
Decidí que no lo iba a engañar. No le iba a hacer perder el tiempo ni me lo iba a hacer perder a mí misma. Directamente le expliqué el problema que tenía con esa otra universidad y lo que me pedían. Le dije directamente que si me lo podía solucionar y que me permitieran ingresar directo a la carrera que quería, que le iba a regalar un día entero conmigo. Gratis. Y que yo iba a estar muy, pero muy agradecida. Y que él sabía bien todas las formas en las que yo se lo podía agradecer. Que lo único que tenía que hacer era decirme lo que quería. Todo eso, lo que quisiera, pero que primero quería que me lo solucione y después yo le daba eso.
A los seis días me llamaron de la otra universidad, para ver cuándo quería ir a firmar todo el papeleo de la inscripción en la carrera.
Por supuesto que a mi cliente le cumplí, porque los tratos se cumplen. Combinamos el día y un jueves a las diez de la mañana le toqué el timbre de la casa. No voy a dar muchos detalles de todo lo que pasó porque fue un día entero y muy, muy largo para mi. Me volví a ir exactamente a las 24 horas, también a la mañana. Muchas de las cosas que me hizo realmente las disfruté y me calentaron. Otras me helaron por dentro, y no estuvieron nada buenas. Pero como digo siempre, yo no juzgo. No quiere decir que algunas cosas no me gusten, pero no juzgo. Sí reconozco que hay límites. Todo tiene límites. Por supuesto éste tipo de relaciones entre dos personas también los tiene. Esos límites los definen entre esas dos personas y siempre cambia donde está. A veces está bastante cerca, otras veces el límite está más lejos. Yo no sabía adonde estaba exactamente el límite con éste tipo, pero si se que de todos mis clientes, pocas veces alguien se acercó tanto, pero tanto al límite. Jugando con él todo el tiempo. Fueron 24 horas que al mismo tiempo me parecieron celestiales e infernales, y jamás las voy a olvidar, para bien o mal.
No trabajé ese fin de semana.
Poco tiempo después me llamó Laura. Hacía rato que no sabía nada de ella, un par de semanas al menos. No me extrañaba porque a veces desaparecía y no teníamos mucho contacto, pero siempre reaparecía. Se iba unos días de vacaciones a algún lado, o por ahí viajaba a trabajar unos días a otra ciudad, para cambiar el aire y eso. Cosas así.
Me dijo que estaba en Rosario, desde hacía unos diez dias, laburando muy bien ahí. Yo me alegré. Nunca hubo competencia profesional entre nosotras, ni de parte mía con las otras chicas. Yo quería que le vaya bien a todo el mundo. Charlamos un montón y me insistió que me vaya a Rosario con ella a trabajar unos días, que había mucha movida todo el tiempo en esa época, mucha plata dando vueltas y que había pegado el contacto de un tipo importante de ahí que iba a tener una fiesta ese finde. Que por favor fuera así me veía, por ahí trabajabamos juntas, le hacía compañía…
A mi me gustó la idea de cambiar un poco de aire. Nunca había ido a Rosario y pasar tiempo con Laura siempre era un placer. Pero me daba mucha cosa lo que me decía de esa fiesta, yo todavía con el recuerdo marcado a fuego de lo que había pasado hacía tiempo en esa quinta horrible. Y se lo dije. Se rió y me dijo que nada que ver, que era otro tipo de gente y que ella no me iba a decir de ir a un lugar así sin saber que estaba todo bien. Que ella no era la pelotuda de Scarlett. Todavía estaban peleadas por lo de la quinta.
Decidí que sí, que iba a ir a Rosario. Si trabajaba ese finde ahí, sería buenísimo. Y si no por lo menos era un viajecito, me distraía un poco durante el día y pasaba tiempo con Laura. Me armé un bolsito con ropa y cosas para llevarme, tomé un micro y me fui, llegando el viernes a la mañana. Laura me fue a buscar y me fui al hotel con ella, compartiendo su habitación. La pasamos re lindo ese día, salimos a comer y a caminar por la ciudad, parecíamos dos turistas. Ella trabajaba esa noche y yo por supuesto no, así que me quedé en el hotel mirando la tv y leyendo un libro que me había llevado hasta tarde. La fiesta era al otro día.
El sábado cuando llegó el momento y se estaba haciendo de noche nos empezamos a preparar, poniéndonos bien nuestra ropa de trabajo y arreglándonos. Laura me dijo que le había pasado fotos mias al dueño del lugar que estaba organizando todo y le gusté mucho, que seguro yo iba a pegar algo ahí. Las dos estábamos preciosas, dos muñequitas. Laura tenía el encanto de una mina en sus treintas, re bien arreglada y era naturalmente simpática y entradora, los derretía a los tipos con la buena onda que le ponía. Y yo estaba de recontra nena esa noche, con una mini que casi no me tapaba nada de la cola, si me agachaba sin prestar atención se podía causar un desastre. Tenía el pelo super lacio y largo, las mechas largas rubias y brillantes me bañaban los hombros y mis tetitas. Me había maquillado un poquito, apenas, más de lo normal para llamar un poco la atención, poniéndome un lápiz labial rosa brillante que me quedaba hermoso.
Nos vino a buscar un auto al hotel, lo que me dejó muy tranquila ya que me aseguró que no iba a ser nada como lo de aquella vez en esa quinta. El lugar estaba en las afueras de Rosario. Nos subimos las dos atrás, el chofer era un tipo que ni bola nos daba así que nos pusimos a charlar con Laura bajito. Le habíamos dicho que por favor pusiera algo de música, así que ni nos escuchaba el tipo.
Yo estaba distraída mirando por la ventana los lugares y las casas pasar. Ya era de noche y mucho no se distinguía, pero me distraía. De pronto sentí la mano de Laura tomarme la mía y me di vuelta, me estaba sonriendo. Se me acercó y me dijo bajito.
“Che, bichita… te tengo que confesar algo, pero por favor no te enojes, si?”, me dijo suavemente cerca del oído.
“Que cosa Lau?”
“Mirá, te lo digo yo antes que llegues allá y te enteres sola…”, me miró un segundito, “Ahí donde vamos, el de la fiesta… es gente de los narcos de acá.”
Yo me quedé helada, “Pero Laura la puta que te parió!”, le gruñí bajito
Ella se sonrió y me dió un besito en la mejilla, “Paraaaa, loquita… te pensás que te voy a llevar a un lugar feo?”
“No, pero estás loca?”
“No va a pasar nada. Ya vas a ver. Son buena gente.”, me dijo.
“Uf, si, buena gente con lo que hacen. Seguro…”, le contesté.
“Vas a ver. Si no te gusta el ambiente te prometo que dejo que me eches la culpa y te enojas conmigo todo lo que quieras…”, me sonrió, “Pero confiá en mí, si?”
“Y si, Lau… puta madre, si ya estoy jugada…. Sos una forra. Esperaste a que me suba al auto, no?”, resoplé. Ella se rió y me acarició la mano todo el trayecto, para calmarme hasta que llegamos.
Cuando por fin llegamos al lugar, el auto entró a lo que era una quinta, un poco parecida a la de aquella vez, pero mucho más amplia y más cuidada. Era un camino arbolado desde la reja de la entrada hasta la casa, que en realidad eran un caserón principal hermoso y otras edificaciones alrededor, como casitas más bajas. Era todo muy lindo. El caserón había quedado antiguo, se ve que como estaba original pero refaccionado, y las otras casitas estaban muy arregladitas.
Nos bajamos y entramos a la casa principal. Había un montón de gente por todos lados, música sonando que venía de la parte de atrás de la casa, del jardín, y gente esparcida en grupitos, tomando, charlando y pasándola visiblemente bien. Laura tenía razón. Nada que ver la onda de éste lugar con el desastre que habíamos padecido en la otra quinta. Había todo tipo de gente, todos la mayoría bien vestidos como para la ocasión, pero había algunos también de jean y remera. Nadie parecía estar haciéndole historia a nadie y todos, sin excepción, la estaban pasando de maravillas.
Empezamos a caminar despacito con Laura, las dos del brazo, saludando y sonriendo a los que nos saludaban. Ella era la que más conocía a la gente en general. De vez en cuando, bajito cuando parábamos en algún lugar ella me señalaba discretamente a alguno o a otro. Aquel era futbolista de no se que club… aquel otro también… Aquel era un diputado de la provincia… ese otro viejo era juez provincial… yo no conocía a nadie, ni a los futbolistas. El deporte no me interesaba. Trataba de absorber todo lo que Laura me iba tirando.
Yo como una boludita por supuesto pensé que en una reunión así de un narco, por ahí caía la policía de repente, nos subían a todos a camiones y chau. En cana. Pero caminando con Laura de repente pude ver para afuera y había tres patrulleros estacionados en la calle lindante. Con las luces puestas y todo, no estaban de incógnito. En un momento salieron un par de los de la fiesta y le llevaron a los canas unas latas de cerveza y un par de platitos con cosas para comer. Los veía charlando y cagándose de la risa. Que inocente que era yo para algunas cosas todavía…
Estuvimos así un rato, algunos se nos acercaron a hablar y saludar, charlando de nada un ratito y se iban. Con Laura nos fuimos al jardín, donde había un DJ, gente bailando y mozos sirviendo canapés y bebidas. Nos agarramos las cosas que pasaban y nos traían, comiendo y tomando mientras seguíamos saludando y charlando con alguno o alguna que se acercaba. De pronto siento que Laura me aprieta el brazo despacito, para llamarme la atención. La escuché que me dijo, “Ahí viene el capo…. Hola!”, lo saludó con una sonrisa y el tipo se acercó, dándole un beso a Laura en la mejilla. Laura lo llamó por el nombre, pero ni loca lo voy a nombrar yo. Estaba bien vestido, pero tenía una pinta de gitano que mataba, con una barbita de dos o tres días en la cara y corte de pelo tipo colectivero. Tenía cadenas de oro, varias, en el cuello y una panza importante. Pero se veía simpático y trataba muy bien a todo el mundo.
“Hola, hermosa, qué hacés…”, le dijo sonriendo a Laura, “Gracias por venir, che. Bienvenida.”. A mi también me saludó amablemente con otro beso y se me quedó mirando un poquito, me presenté y se sonrió, “Ah… si, Betty me dijo que venías también. Como estás?”
“Muy bien, gracias. Que casa hermosa…”, le dije.
“Gracias, si… para hacer eventos y cosas así está genial. Todo bien? Comieron algo ya?”
“Si, estamos en eso, gracias… vos todo bien?”, le preguntó Laura.
El tipo se rió, “Si, viste… todo bien, pero de acá para allá… todo el mundo me quiere hablar, parezco Don Corleone en el casamiento de la hija, viste?”
La verdad que me hizo cagar de risa ese comentario. Laura tenía razón, si no sabías, no te dabas cuenta en qué andaba el tipo y a que se dedicaba.
“Che Betty, después te tengo que presentar a un amigo que anda por acá… me dijo que le gustaste mucho”, le sonrió a Laura. Ella se puso contenta.
“Uy, si, dale… es buenmozo?”
“No. Es feo como pegarle a la madre el hijo de puta…”, se rió el tipo, “A vos te importa?”
Laura le dejó una sonrisa de putita, “... no, la verdad que no.”
El se quedó un rato charlando con nosotras y me cayó bastante bien. A cada rato le venía alguno o alguna a saludarlo y el tipo le ponía bastante onda en recibir a sus invitados, pero se lo notaba ya medio hinchado las pelotas de tanta gente. Yo lo veía que me miraba con esa mirada, de arriba a abajo, la mirada que yo ya conocía de todos los hombres. Se excusó con Laura y le dijo que quería hablar conmigo un ratito en privado, me puso una mano alrededor del hombro y nos pusimos a caminar por el jardín, que era enorme, bien alejados del grueso de la gente. El tipo quería un rato a solas y que no lo jodieran tanto, de paso aprovechar y charlar conmigo.
“Perdoname, viste…”, me dijo, “Ya estaba… uff… “
Yo le sonreí, “No, todo bien.”
“Es el cumple de mi nene, viste. Del mayor. A todo trapo.”
“Ay, que bueno!”, le dije, “Pero no lo vi? O me lo perdí?”
“No, está con los amigos por allá, debe estar en alguna de las casas, jugando a la play, que se yo…”, se rió. Me miró y me dijo, “Por eso cuando Betty me pasó tus fotos le pedí que te traiga.”
“Ah… okey…”, le dije, de repente entendiéndolo todo.
“Si, le quiero hacer un lindo regalo. Que debute con una nena linda como vos.”, me sonrió.
“Bueno, muchas gracias… quedate tranquilo que voy a hacer que la pase bárbaro, no te preocupes”, le sonreí dulcemente. El tipo me miró, como estudiandome un poco, así que le retruqué un poquito, “Voy a hacer que no se olvide mas éste cumple…”
El sonrió y asintió, “Eso me pondría muy contento. Igual te quería pedir otra cosa, también..”
“Si, claro, decime…”
Se paró y me miró, de nuevo con la mirada esa medio hambrienta, “La verdad que me gustaría probarte a mi también, primero…”
“Ah… entiendo.”
“Para asegurarme lo que le estoy regalando, no?”, me hizo una carita simpática, “Hay algún problema con eso?”
Yo lo pensé un ratito mientras lo miraba y tomaba de mi vaso. Estaba haciendo un esfuerzo interior para que el hecho que yo estaba en una fiesta de un narco, hablando con un narco, no me jodiera. Y lo principal, que no me intimide. Yo ya había decidido que por más miedo que me diera, me le iba a plantar a cualquiera.
“No, problema no, para nada, pero… te voy a tener que cobrar por vos también, me entendés?”, le dije mirándolo fijo.
El tipo medio que se quedó. No estaba acostumbrado a que mucha gente se le plante así. Pero al final se sonrió, “Eeeh… che…”
Yo me acerqué un pasito y le puse mi mano de nena en el pecho, acariciándole un poco la piel en la apertura de su camisa, “Todo bien, pero yo estoy trabajando, se entiende? Lo tengo que hacer.”
Lo pensó y me sonrió, “Bueh… cuando tenés razón, tenés razón…”. Cuando lo escuché decir eso yo ya sabía exactamente cómo tratar con el tipo y hasta donde lo podía llevar. No se ofendió cuando me planté, se lo tomó con humor y al final entendió que las cosas eran así. Era un hombre de negocios, práctico al fin y al cabo. Y le hice darse cuenta que también estaba hablando con una mujer de negocios, pese a mi apariencia.
“Donde querés ir? Tenés algún lugar que podamos estar cómodos un rato?”, le pregunté, mirándolo yo también con hambre fingida. Y si me apuran, no se si tan fingida. El tipo me estaba calentando.
“Vení”, me dijo y me rodeó los hombros con su brazo. Empezamos a caminar a una de las casitas que había, que parecía no tener actividad. Llegamos, me hizo pasar discretamente y cuando entré y prendió la luz vi que era como una casita para huéspedes que tenía. No había nadie. Estaba llena de mobiliario que parecía que nunca nadie lo había usado. Cuando cerró la puerta detrás mío me di vuelta y le sonreí. Empecé a bajarme el vestido despacito y sexy cuando él de repente me frenó.
“Jajajaj, no pará… no hace falta eso…”
Yo lo miré medio sin entender, “Por? Qué pasa?”
“Yo soy cristiano, linda. No le voy a meter los cuernos a mi esposa, no se puede…”, me dijo sonriendo y acariciándome la mejilla.
“Y entonces?”, le pregunté.
Se sonrió y se apoyó la espalda contra la puerta, acercándome y pegando mi cuerpito contra el de él, “Entonces… por ahí una linda chupadita de pija si tengo suerte Dios no la ve…. Tenés una boquita hermosa…”
Yo me sonreí. Me parecía tan bizarro todo lo que me decía. Igual le sonreí, no le dije nada y lo hice. Me arrodillé frente a él, lo desabroché y le extraje la pija de adentro del pantalón, mientras él se desabrochó toda la camisa y se la sacó del medio para estar más cómodo.
Tenía una muy linda pija, de las que a mi me gustaban, gruesa y venosa, de las que me llenaban tan bien mi boquita y otros lugares. Si me estaba probando para el hijo, decidí hacerle también un lindo acting de nena. Enseguida le cerré los ojitos y se la empecé a mamar fuerte y con ganas, gimiendo todo el tiempo para venderle lo mucho que me encantaba tener una verga así en la boca… que realmente no hacía falta vendérselo tanto. Pese a que no me lo había pedido, me baje un poco el vestido para que me vea las tetitas desde arriba. Él lo estaba disfrutando mucho, me ponía una mano en la cabeza y me acariciaba, gimiendo roncamente y diciéndome que bien que se lo estaba haciendo. Me llevé la punta de su verga hinchada y la dejé entre mis labios, lamiéndosela fuerte adentro de mi boca y haciéndolo delirar de placer mientras nos mirábamos.
Lo tuve así un ratito hasta que me la mandé de nuevo de golpe, bien profundo. Quería tragármela toda, me encantó su pija. El ya se estaba poniendo que volaba de placer. Yo quería darle todas la sensaciones de mi boquita húmeda y caliente alrededor de su verga dura. Ya me estaba anticipando cómo me iba a tragar toda su leche y sentía como la conchita se me mojaba sola un poquito. Por Dios, como me gustaba chupar pijas así. De tipos mayores. Gruesas y duras. Ni me importó en ese momento que el tipo era un narco. Lo único que quería es que ese hombre me dejara tomar todo su semen.
Cuando lo empecé a sentir al borde del orgasmo se la chupé un poco más fuerte y le empecé a gemir más alto y finito, como anticipando yo también el mío, que muy lejos no estaba realmente. Pero de pronto me tomó de la cabeza y me la sacó de la boca. Se empezó a pajear fuerte y rápido, me apoyó la punta en la mejilla y me la empezó a cubrir con su semen caliente, el cual pronto me comenzó a chorrear bien para abajo. Él bramaba como un animal, como un toro, y la verdad que escucharlo me calentó un montón. Lo que debía ser éste tipo cogiendo…
No se por que no me acabó adentro en la boca, quizás era una de sus cosas cristianas, ni idea. Que cristiano, pensé yo… envenenaba a todo el mundo con las mierdas que vendía. Cogerse a otra no, pero hacerse tirar la goma por una putita en el cumpleaños del hijo, si. Que religión rara tenían algunos…
Cuando terminó le sonreí y se la tomé por la base, chupándole la punta y lamiéndole los restos de semen que le habían quedado ahí. No me importaba lo que él quiso hacer, negándome su semen, al menos esas gotitas iban a ser para que yo las disfrute.
Me quedé ahí un ratito, lamiéndolo y mirándolo. Él me sonreía y me acariciaba el pelo, recuperándose de su orgasmo. Al final lo largué, me limpié la cara con una toalla que llevaba en la carterita y le sonreí.
“Y? Aprobé?”
“Ufff… linda…”, se rió.
“Soy un lindo regalo para tu nene?”
“Sos hermosa… Fede la va a pasar muy bien…”, me dijo y me ayudó a incorporarme mientras yo me arreglaba de nuevo el vestido.
“Querés que me quede acá? Me lo mandás para acá?”, le pregunté.
“Nooo… falta”, me decía mientras él se arreglaba su ropa, “Tenemos que cantarle el feliz cumpleaños, cortar la torta, todo eso… disfrutá la fiesta, tranqui. A eso de las doce, viste la casona? Bueno mandate ahí tranquila, yo dejo dicho. Subí a la habitación principal y esperalo ahí. Yo te lo mando. Quiero que esté con vos en mi cama.”
Yo le asentí, “Bueno, dale… esteeee… respecto al pago, cómo…”
El me interrumpió con una sonrisa, “Después arreglamos. Después buscame y lo vemos. No te preocupes.”
“Bueno”, le dije con una sonrisa, “Pero no te olvides de mí, eh?”
El se rió, “No, tranqui. De aca te vas a ir con el bolsillo lleno, linda. Despreocupate.”
Nos fuimos de la casita discretamente, nadie pareció vernos. Hice lo que me dijo y disfruté de la fiesta. Cuando vi a los mozos empezar a armar una mesa larga en el jardín con los preparativos, ya se acercaba la hora. Me quedé un rato mirando de curiosa como iban llamando a los invitados y se iban congregando, pero me fui para adentro del caserón. Subí las escaleras tranquila, como me había dicho el tipo nadie me paró ni me jodió. Encontré rápido la que seguro era la habitación principal y entré, cerrando la puerta detrás de mí. Era una habitación hermosa.
Me empecé a preparar tranquila, tenía bastante tiempo. Yo los escuchaba lo más bien desde ahí, a la gente en el jardín, cantando y festejando alegres. Me rehice un poco el maquillaje y me quedé esperando tranquila, mirándome en el espejo. Me había dejado el conjuntito de ropa interior de encaje y me arreglé el pelo de nuevo. Me sonreí, la verdad que estaba preciosa.
Estuve como media hora hasta que terminaron los festejos, yo esperando y entreteniéndome con el celu en la cama. Escuché que la música arrancó de nuevo para que siga la fiesta y pronto sentí que golpearon a la puerta. Guardé el celu y me paré, diciéndole que pase. Me quedé parada ahí para que me vea bien.
Cuando lo vi entrar me dió un poco de cosa, pero no lo aparenté. El pibe entró, se me quedó mirando y cerró la puerta con llave. Era muy chiquito. No parecía tener más de 12 o 13, como mucho. Flaquito y con una mirada rara. Se me quedó mirando medio embobado y no sabía bien qué hacer.
Yo le sonreí dulcemente, “Hola, hermoso! Cómo estás? Vos sos Fede?”
“Si…”, me dijo con una vocecita nerviosa.
“Ay, que bueno… vení…”, le extendí un brazo y él caminó hasta donde estaba yo. Me le pegué un poquito y me agaché para darle un besote en la mejilla. Yo le llevaba casi una cabeza, Dios…, “Feliz cumpleaños, mi amor! Te felicito!”
“Gracias…”
“Cuántos cumpliste?”, le pregunté.
“13…”, me dijo en un tono bastante chato.
“Que lindo! Yo soy Blondie…”, le sonreí y me le quedé pegada a él, acariciándole la carita de nene. La verdad no era muy lindo pibe. Era medio parecido al padre de cara, pero sin sus otros atributos. Le empecé a acariciar el cuerpito flaquito que tenía mientras le daba besitos y piquitos de tanto en tanto, “Te regalaron muchas cosas lindas?”
Ahí fue cuando se me prendió una luz de alarma en la cabeza, y no dejé que se note. El chico estaba muy nervioso, no sabía qué hacer, pero me empezó a manosear. Me pareció que lo hacía muy mal. Con la experiencia que yo ya tenía en ser tocada, había algo que no encajaba. O eran los nervios del chico u otra cosa que yo no sabía. Me tocaba todo, pero mal. Groseramente, quiero decir. Nada que ver con la suavidad con la que yo lo estaba tratando, intentando que se relaje. Probé de bajar una mano y empezar a frotarle la pija por encima de su pantalón, mientras me puse más cariñosa con él y le seguía hablando cositas, dulcemente, para tranquilizarlo.
“La pasaste lindo, mi amor? Te divertiste?”, le sonreí mientras le besaba el cuello y le dejaba sentir la punta de mi lengua en la piel a veces.
“Si… si, todo bien…”, sonó como frustrado, pero a veces la calentura hacía sonar a los hombres así.
“Que bueno… ahora nosotros también la vamos a pasar muy lindo”, le dije y lo empecé a besar tranqui en la boca. Enseguida sentí que me aferraba más fuerte y torpemente, y me mandó la lengua en mi boca de bastante mala manera.
Yo lo dejé hacer y lo seguía frotando entre sus piernas. Rompí el beso suavemente y lo miré con hermosura a los ojos, mordiéndome el labio un poquito para él, “Mmm… que lindos besitos que das….”
Vi que le cambió la expresión. Como que se enojó y yo no entendía por qué. De repente me habló, con un tono entre enojado y frustrado, y fue como una piña en la cara.
“Che, cómo te gusta hablar… me la vas a chupar de una vez o que, forra? Dale…”
Ahí yo entendí todo, de la peor manera. Era el hijo de un tipo que tenía todo, en consecuencia el también siempre lo tuvo todo. Por más que tenía solamente 13 años ya se había acostumbrado a usar a todo el mundo, y a tratar para la mierda a todo el mundo. Nunca tuvo que pedirle perdón a nadie. Nunca tuvo que decir “por favor”. Me cayó para el orto que me haya dicho eso y de la manera despectiva y odiosa en la que me lo dijo, después de que yo lo había tratado lo más dulcemente que podía. No me había manoseado con torpeza, no estaba nervioso. Estaba impaciente porque una putita forra como yo no me estaba apurando. Junté fuerza interior y le di mi mejor sonrisa, “... lo que vos quieras, lindo…”, le dije y me arrodillé frente a él.
Lo desnudé de abajo mientras él se sacaba la remera. No dije nada pero tenía una pijita, todavía muy de nene. Estaba algo erecta, pero como yo no tenía mucha experiencia con chicos de tan poca edad la verdad que no sabía si era así, algo normal, o le faltaba endurecerse más. Me la llevé a la boca igual, tratando de ser lo más profesional y cariñosa posible, que para eso me iban a pagar. Le gemía dulcemente, lo miraba mientras lo chupaba, el servicio completo. Él lo estaba disfrutando, o al menos me parecía eso, pero no me decía nada. A mi me gustaba cuando los hombres me decían lo bien que se los estaba haciendo, cuánto los estaba complaciendo, pero el chico no me decía nada. Me seguía mirando como una cosa que estaba ahí para darle placer. Que por ahí era cierto, después de todo, pero hay apariencias que son saludables de tener. Para que no sea tan frío y tan mierda todo.
Después de un rato de chuparlo, en que notaba que extrañamente mucho más dura no se le ponía, no sé si de los nervios o que, le empecé a hablar, “Que hermoso que sos… que rica pija que tenés, mi vida…hmmm”, le decía entre mamaditas.
“Te gusta, eh putita?”, por fin lo escuché después de un rato.
“Me encanta, bebé… no puedo parar…”, le mentí descaradamente.
Estuvimos un largo rato así hasta que me dijo que me subiera a la cama. Lo hice y él se subió también. Me quiso empezar a sacar la ropa interior pero enseguida lo hice yo, no quería que me la rompiera ni nada. El se pajeaba la pijita mirándome como me sacaba mi lingerie y se reía, yo le sonreía.
Yo me acosté al lado de él y me abrí de piernas, tocándome suavemente mientras lo miraba, le dije bajito, “Vení mi amor… haceme tuya… porfi…”
El se me subió encima con una sonrisa medio fea y se me puso entre las piernas, pajeándose todavía hasta ese momento para endurecérsela mientras miraba mi cuerpito desnudo bajo el suyo.
El pibe intentó cogerme. La verdad es que no pudo. No era por mi, yo estaba haciendo todo bien, pero él estaba muy nervioso o muy inexperto. La verdad es que me trataba mal y me echaba la culpa a mi, pero lo cierto es que cuando lograba metérmela me daba unos pocos empujoncitos y se le salía de nuevo. Constantemente. Yo lo guiaba lo mejor que podía, y le gemía mi placer fingido, pero no había forma. El chico no sabía, se ponía nervioso y eso hacía que se le bajara. Así que se tenía que pajear fuerte para subírsela, o pedirme a mi que lo haga o que se la chupe de nuevo, lo cual intenté gustosa.
Estuvimos como cuarenta minutos así, probando todas las posiciones posibles para hacérselo mejor. Yo por supuesto nunca le dije nada, yo siempre le fingía estar gustosa, lista para que me coja, le pedía por favor que me la hiciera sentir, que yo era suya, que lo quería sentir llenarme de su leche…
… en realidad todo el tiempo lo que yo estaba pensando era por que no podía estar cogiéndome al macho del padre, en algún otro lugar a escondidas, y sentir como esa verga gruesa me llenaba hasta el fondo y me dejaba toda su leche adentro, haciéndome bien su puta…
Al final nos pusimos los dos de costado, él se me puso atrás cuchareándome y me pudo dar por suerte un poquito mejor. Al menos bien y parejo en esa posición. Yo sentía esa pijita entrar y salir y no me causaba absolutamente nada, pero le gemía y le gritaba como una verdadera marrana tratando de empujarlo para que finalmente acabara. Estuvo un par de minutos así, no duró nada realmente, y lo oí empezar a gemirme en el oído, sus manitos aferradas a mi cuerpo mientras sus caderas flaquitas empujaban las mías.
Cuando lo sentí así al borde le empecé a fingir un orgasmo increíble, a puro grito de placer, haciendo que mi cuerpo se retuerza y se sacuda, pidiéndole mas y mas. Lo sentí gemir fuerte atrás mío y por fin me acabó con unos empujoncitos más largos. Al menos creo que acabó. Honestamente no tuve que limpiarme mucho después.
Nos quedamos así recuperándonos un rato en la cama y apenas si me acarició y me besó en algún lado. Yo le sonreía igual. Se lo veía conforme y por fin con una sonrisa en la cara. Pero no era una sonrisa linda, no. Era una sonrisa sobradora, medio canchera. Una sonrisa que le quería decir al mundo que miren cómo había hecho gritar así a una hembra. Si tan sólo supiera… Se paró y se empezó a vestir, yo lo miraba con ojitos dulces, haciéndome que me tenía que recuperar en serio, tocándome suavemente por todos lados.
“Ya te tenés que ir?”, le pregunté suavemente, “Quedate un poquito más conmigo…”
El se rió, “Seh… Me gustaría, pero estoy con mis amigos. Vestite y andá a bailar… tomate algo, pasala bien, que se yo…”
Yo le sonreí, pese a la bronca que tenía adentro, “Bueno mi amor… dale…”
Cuando se fue yo me vestí rápido, pero no porque él me lo había dicho. Ya me quería ir. Bajé después de un rato ya limpia y arreglada de nuevo, le saqué un vaso de Coca a un mozo que pasaba por el jardín y me quedé ahí cerca de la gente que bailaba. Esperando y moviéndome suave con la música, tratando de no pensar en nada. Tenía que esperar primero al tipo, para que me pagara, y después a Laura para que nos lleven de vuelta a Rosario. Ella seguro estaría con algún cliente en alguna de las casitas. Ya vendría.
Yo me hacía como la que no miraba, la desentendida, pero veía medio lejos al hijo, junto con un grupo de sus amigos, charlando y señalándome poco discretamente. Los pibes me miraban y se cagaban de risa al oir… no se que les estaría contando el chico. La verdad seguramente no. Finalmente apareció el padre y me puso una mano en el hombro, yo me di vuelta y le sonreí, “Ah, hola…”
“Cómo estás? Todo bien che? Como estuvo todo?”, me preguntó mientras él se tomaba algo conmigo también.
“Todo muy bien”, le respondí con una sonrisita cómplice. Para qué amargarlo? Yo quería cobrar bien.
Me miró un poco, “Bueh, pero contame, che…”
Yo me reí alegremente, “No, mi amor… son cosas privadas. Después si querés preguntale a él.”
Se rió suavemente, “Cómo son las minas, que lo parió… al menos decime si salió todo bien?”
Yo lo miré un momento y me acerqué, haciendo que se me dibuje una sonrisita pícara en la cara. Me puse de puntitas de pie y le susurré al oído, poniéndole una mano en el pecho, “... es un potrillito tu nene… me mató. Tené cuidado cuando crezca, eh? Sabés la de corazones que va a romper… corazones y… otras cosas también.”, le sonreí.
El me miró muy feliz y me hizo un pequeño brindis con el borde de su vaso en el mío. Los dos nos miramos, sonriéndonos bajito. Los dos nos dimos cuenta enseguida en esa mirada larga que el se moría por cogerme y yo por cogérmelo a él. No era un tipo lindo, pero era simpático y emanaba una onda de macho viejo, fuerte y confiado que me estaba matando. Pero ahí quedó, en una larga mirada que compartimos.
Después de un ratito de silencio, los dos estábamos mirando a la fiesta hasta que me dijo, “Bueno… que te debo, linda?”
“Por los dos… veinte mil”, le dije sin mirar, tomando mi Coca.
“Epa!”, se rió suave, “Pesos?”, me dijo.
Yo me giré para mirarlo y me quedé mirándolo con cara de nada. Él me miraba también, con una sonrisa. Me quedé mirándolo con la misma cara de nada un rato largo hasta que me hice la que caía en algo, “Ah! Ah, pará, ya se… ese es el famoso humor rosarino que me habían nombrado, no? Era de Olmedo ese chiste?”, le dije con una muequita en los labios.
Me miró un segundo y se entró a cagar de risa mal, pero mal. Yo también lo acompañé un poco en la risa. Me estrujó el hombro con cariño, “Que linda pendeja que sos… me caíste re bien.”
Si a mi me decían tan sólo el año pasado que iba a estar no solamente en una fiesta de un narco, sino que hablándole de igual a igual a un tipo pesado así, les habría dicho que estaban locos, o que algo se habían tomado. Cuánto había cambiado ya, y que curtida me estaba poniendo.
“No te parece un poco mucho? Bah, digo yo…”, me dijo.
“No, la verdad que no”, le dije con calma.
“Ah, si? Por?”, se tomó un traguito y me miró.
Yo ya sabía perfectamente que decirle, “Porque te frenas en lo que estás pagando y no estás viendo lo que estás comprando…”, le dije.
“Cómo es eso?”, me preguntó
“Claro, pensá. Si viene tu hijo un dia y te pide… no se… un cuatriciclo de esos que tienen los pibes ahora, vos vas y se lo comprás. Vale quince lucas, ponele, pero la ponés sin pensar. Y por ahí es algo que el chico usa dos semanas y se aburre. Ya te debe haber pasado. Todo el tiempo.”, le dije y lo miré, “Acá estás pagando por algo que tu hijo no se lo va a olvidar en toda su vida… y … si querés… vos tampoco, te lo aseguro”, le rematé, sosteniendole la mirada.
Me miró seriamente por un momento y se tomó más de su trago. “Esperame acá”, me dijo y se fue para la casona. Al rato vino con un sobre de papel madera y me lo dió. Yo cuando lo agarré también me dió un poco de cosa. Ahí no había veinte mil dólares, ni loca. Yo ya sabía lo que pesaba la guita y ese sobre se sentía muy distinto. Pero también sabía hasta dónde podía empujar las cosas y no me iba a poner a discutir ahí en el medio de la fiesta. Por algo el tipo no me llevó a un lugar más privado y me lo dió ahí.
“Muchas gracias”, le dije con una sonrisa, “Yo… me parece que me voy a buscar a Betty, en algún lugar debe estar, ya debe haber terminado”, le dije mientras intentaba guardarme el sobre en la cartera.
“No, gracias a vos, linda. Gracias por haber venido”, me sonrió
“Gracias por la invitación. La pasé muy bien.”, le sonreí de nuevo. Enfilé para ir a buscar a Laura y sentí que me habló.
“Che, pará… dejame tu número. Así si te quiero llamar por algo no la jodo a Betty”, me sonrió.
Yo lo miré y le incliné la cabeza un poquito, juguetonamente, “Cómo? Y la religión?”, le dije.
El se rió fuerte, “Dios perdona todo, linda. Nunca te olvides eso.”
Yo me sonreí y se lo di. Me puse de puntas de pie, le di un beso en la mejilla un poco largo y aproveché para susurrarle al oído, “... quiero que me llames.”
Me di media vuelta y me fui, dejándole una sonrisita y asegurándome bien, pero bien, de menearle el culo un poco al caminar mientras me alejaba.
Un ratito después encontré a Laura, quien ya había terminado y estaba contenta. Ella también había trabajado bien esa noche. Buscamos al chofer que nos trajo, nos subimos al auto y nos llevó de vuelta al hotel en Rosario. Las dos estábamos cansadas y sucias después de trabajar. Yo dejé que Laura se fuera a duchar primero y mientras estaba sola aproveché y revisé el sobre que me había dado el narco, para sacarme las dudas. Cuando vi lo que tenía adentro casi me agarra un ataque. Decidí no decirle nada a Laura y hacerme la boluda. Guardé todo bien, después yo me fui a duchar y nos dormimos.
Al otro día me volví a Buenos Aires y ese domingo no salí de casa. La verdad que tenía miedo. El lunes, bien temprano a la mañana, yo era la primera que estaba esperando en la empresa de resguardo de valores, para poner lo que me habían dado en mi caja de seguridad.
En el sobre no había veinte mil dólares. Había mucho mas.
Seguí trabajando normalmente los fines de semana. Algún finde un solo cliente, algún otro finde dos o tres. Me alcanzaba y me sobraba con eso. Ahora tenía los gastos de alquiler, boletas de servicio, celular… todo eso. Pero comparado con lo que estaba ganando era una ridiculez. Cuando me puse a hacer los números tranquila una vez, yo ya lo sospechaba, pero verlo en números delante mio casi que me hizo reír sola - Para cubrir todos mis gastos del mes… todos, sin dejar ni uno afuera, lo único que tenía que hacer era atender a más o menos un cliente y medio por mes. Nada más. El resto de los que atendía era todo ganancia y ahorro.
Y vaya si estaba ahorrando. En ese momento me entró a dar un poco de miedo ya tener esos dólares escondidos en mi departamento, ya se estaba haciendo realmente mucha plata, asi que me abrí una cuenta en un banco que tenía cerca, yo como una boluda que todavía no sabía nada, asumiendo que tenían todos los servicios, incluído el de cajas de seguridad. Pero no, era una sucursal chiquita de un banquito. No tenía nada de eso. Atendía a los clientes del barrio y poco más. Okey, lección aprendida. Me quedé con esa cuenta porque algún uso le iba a dar y por suerte a los pocos días buscando por internet encontré un servicio privado de cajas de seguridad y resguardo de valores en el microcentro. Le consulté de onda a un cliente que estaba en el negocio de transporte de caudales por ésta gente y me dijo que eran de confianza pero que según él tenía entendido solamente atendían a clientes VIP y esa empresa acá en Argentina todavía no se había lanzado a atender al público.
Contacté a otro de mis primeros clientes de completa confianza con el que había quedado una excelente relación y le expliqué el problema. Entendió perfecto y me hizo el recontra favor de contactarse con ésta gente. No sólo eso, de amoroso nomás él me acompañó a reunirme con ellos en sus oficinas para asegurarse que esté todo bien y no me digan nada raro o no me quisieran cagar. A él no le iban a hacer ningún problema, se rió, y yo sabía muy bien que a un tipo como él seguro que no. La chica de la empresa de seguridad se veía muy profesional en la reunión, pero como que muy interesada no estaba, hasta que empezamos a hablar de la cantidad de plata que yo quería resguardar con ellos.
Ahí se interesó más.
Mi cliente era un genio y amoroso. Me lo hizo de onda, por lo que me quería, y ni siquiera me hizo la típica de querer cobrarse el favor conmigo en especias. Yo aprecié mucho ese gesto. Yo lo hubiese hecho con gusto porque me ayudó muchísimo, pero él era un tipo honesto, recto y de principios. Nada más era pedófilo.
Yo ya hacía varios meses que estaba trabajando, dentro de poco se iba a cumplir un año. No me preocupaban muchas cosas, sobre todo de mi. Me mantenía bien en lo personal. Si, yo vendía mi cuerpo los fines de semana, pero durante la semana alimentaba a mi mente con todo lo que ella quería. Lo único que siempre me preocupaba y a lo que no le podía encontrar solución, porque no había, era el poder mantenerme como estaba. Como jovencita. Como nena. Yo sabía y temía que en algún momento el día iba a llegar en el que finalmente iba a cambiar y dejar de aparentarlo físicamente. No sabía si iba a ser la semana que viene o en cinco años, pero sabía que iba a pasar. Eso me atormentaba bastante cuando lo pensaba. No quería terminar como esas chicas recauchutadas que veía siempre por todos lados… maquilladas horrible, operadas mal, casi grotescas en su afán de querer congelar el tiempo en sus caras y en sus cuerpos. Lo único que hacían, para mi, era mancillar la belleza natural de toda mujer en su esfuerzo por retenerla. No quería nunca tener que llegar a ese punto. No sólo en lo profesional, en lo personal también. Ya sea que yo en ese momento trabajara o no, no quería ser así yo. No quería verme así. Para mí eran mujeres derrotadas por dentro y me daba tristeza. No quería ser nunca una de esas y siempre agradecía el seguir teniendo mi belleza natural, mi apariencia de nenita bella. Cuando me arreglaba era sólo para realzarla, nunca para terminar dejándola hecha una burla de lo que solía ser.
Por ese entonces, de tanto tiempo libre que tenía durante la semana, me empezó a picar el bichito del estudio. Pensé que me iba a resultar fácil de tiempo el empezar a ir a una facu y estudiar algo. Realmente no tenía otra cosa importante que hacer durante la semana. Pero la verdad me daba mucho miedo, por mas que suene estúpido, el hecho de asistir a una facultad y por ahí de repente cruzarme o cursar alguna materia con algún cliente. Me moriría ahí mismo de vergüenza, pensaba.
Fui averiguando sólo para saber, pero cada semana estaba más decidida que lo quería hacer. Finalmente me decidí, luego de buscar y averiguar mucho. Me quise anotar en una universidad privada, de mucho renombre, para comenzar a cursar una licenciatura en Historia del Arte, que me apasionaba. No necesitaba estudiar algo con salida laboral, necesitaba aprender lo que me gustaba. Por supuesto que cuando me fui a reunir con dos de los asistentes de la universidad, estaban encantados de que yo quisiera ir ahí, pero inmediatamente me hicieron historia porque yo todavía nunca había hecho el CBC y eso aparentemente era condición sine qua non para que yo pueda empezar a cursar. Les pregunté si no había forma que me tomen los exámenes que hicieran falta y que si me iba bien que me permitan empezar a cursar, ya que la fecha de comienzo se acercaba y no quería perderme un año estudiando y preparando materias que nada mas funcionaban como filtro. Se negaron y me dijeron que lo tenía que hacer.
Me fui de esa reunión bastante deprimida, pensando cómo solucionarlo. Esa semana me acordé de la frase de Theodor Herzl… ningún santo de mi devoción, realmente, pero había dicho algo muy cierto: “Si tenés la voluntad, no es un sueño.”
Decidí que mi ingreso a la universidad, si no podía ser por las buenas, iba a ser por las malas.
Llamé a uno de mis clientes, un tipo de edad bastante mayor ya, cerca de su jubilación, que era catedrático de muy alto nivel en una de las universidades más famosas del país. No voy a decir cual. Solamente que las siglas empiezan con ‘U’ y terminan con ‘BA’. También otro gran y muy, muy privadamente pedófilo, junto con otros gustos y aficiones que no vienen al caso. Lo llamé yo, lo cual le extrañó mucho.
Decidí que no lo iba a engañar. No le iba a hacer perder el tiempo ni me lo iba a hacer perder a mí misma. Directamente le expliqué el problema que tenía con esa otra universidad y lo que me pedían. Le dije directamente que si me lo podía solucionar y que me permitieran ingresar directo a la carrera que quería, que le iba a regalar un día entero conmigo. Gratis. Y que yo iba a estar muy, pero muy agradecida. Y que él sabía bien todas las formas en las que yo se lo podía agradecer. Que lo único que tenía que hacer era decirme lo que quería. Todo eso, lo que quisiera, pero que primero quería que me lo solucione y después yo le daba eso.
A los seis días me llamaron de la otra universidad, para ver cuándo quería ir a firmar todo el papeleo de la inscripción en la carrera.
Por supuesto que a mi cliente le cumplí, porque los tratos se cumplen. Combinamos el día y un jueves a las diez de la mañana le toqué el timbre de la casa. No voy a dar muchos detalles de todo lo que pasó porque fue un día entero y muy, muy largo para mi. Me volví a ir exactamente a las 24 horas, también a la mañana. Muchas de las cosas que me hizo realmente las disfruté y me calentaron. Otras me helaron por dentro, y no estuvieron nada buenas. Pero como digo siempre, yo no juzgo. No quiere decir que algunas cosas no me gusten, pero no juzgo. Sí reconozco que hay límites. Todo tiene límites. Por supuesto éste tipo de relaciones entre dos personas también los tiene. Esos límites los definen entre esas dos personas y siempre cambia donde está. A veces está bastante cerca, otras veces el límite está más lejos. Yo no sabía adonde estaba exactamente el límite con éste tipo, pero si se que de todos mis clientes, pocas veces alguien se acercó tanto, pero tanto al límite. Jugando con él todo el tiempo. Fueron 24 horas que al mismo tiempo me parecieron celestiales e infernales, y jamás las voy a olvidar, para bien o mal.
No trabajé ese fin de semana.
Poco tiempo después me llamó Laura. Hacía rato que no sabía nada de ella, un par de semanas al menos. No me extrañaba porque a veces desaparecía y no teníamos mucho contacto, pero siempre reaparecía. Se iba unos días de vacaciones a algún lado, o por ahí viajaba a trabajar unos días a otra ciudad, para cambiar el aire y eso. Cosas así.
Me dijo que estaba en Rosario, desde hacía unos diez dias, laburando muy bien ahí. Yo me alegré. Nunca hubo competencia profesional entre nosotras, ni de parte mía con las otras chicas. Yo quería que le vaya bien a todo el mundo. Charlamos un montón y me insistió que me vaya a Rosario con ella a trabajar unos días, que había mucha movida todo el tiempo en esa época, mucha plata dando vueltas y que había pegado el contacto de un tipo importante de ahí que iba a tener una fiesta ese finde. Que por favor fuera así me veía, por ahí trabajabamos juntas, le hacía compañía…
A mi me gustó la idea de cambiar un poco de aire. Nunca había ido a Rosario y pasar tiempo con Laura siempre era un placer. Pero me daba mucha cosa lo que me decía de esa fiesta, yo todavía con el recuerdo marcado a fuego de lo que había pasado hacía tiempo en esa quinta horrible. Y se lo dije. Se rió y me dijo que nada que ver, que era otro tipo de gente y que ella no me iba a decir de ir a un lugar así sin saber que estaba todo bien. Que ella no era la pelotuda de Scarlett. Todavía estaban peleadas por lo de la quinta.
Decidí que sí, que iba a ir a Rosario. Si trabajaba ese finde ahí, sería buenísimo. Y si no por lo menos era un viajecito, me distraía un poco durante el día y pasaba tiempo con Laura. Me armé un bolsito con ropa y cosas para llevarme, tomé un micro y me fui, llegando el viernes a la mañana. Laura me fue a buscar y me fui al hotel con ella, compartiendo su habitación. La pasamos re lindo ese día, salimos a comer y a caminar por la ciudad, parecíamos dos turistas. Ella trabajaba esa noche y yo por supuesto no, así que me quedé en el hotel mirando la tv y leyendo un libro que me había llevado hasta tarde. La fiesta era al otro día.
El sábado cuando llegó el momento y se estaba haciendo de noche nos empezamos a preparar, poniéndonos bien nuestra ropa de trabajo y arreglándonos. Laura me dijo que le había pasado fotos mias al dueño del lugar que estaba organizando todo y le gusté mucho, que seguro yo iba a pegar algo ahí. Las dos estábamos preciosas, dos muñequitas. Laura tenía el encanto de una mina en sus treintas, re bien arreglada y era naturalmente simpática y entradora, los derretía a los tipos con la buena onda que le ponía. Y yo estaba de recontra nena esa noche, con una mini que casi no me tapaba nada de la cola, si me agachaba sin prestar atención se podía causar un desastre. Tenía el pelo super lacio y largo, las mechas largas rubias y brillantes me bañaban los hombros y mis tetitas. Me había maquillado un poquito, apenas, más de lo normal para llamar un poco la atención, poniéndome un lápiz labial rosa brillante que me quedaba hermoso.
Nos vino a buscar un auto al hotel, lo que me dejó muy tranquila ya que me aseguró que no iba a ser nada como lo de aquella vez en esa quinta. El lugar estaba en las afueras de Rosario. Nos subimos las dos atrás, el chofer era un tipo que ni bola nos daba así que nos pusimos a charlar con Laura bajito. Le habíamos dicho que por favor pusiera algo de música, así que ni nos escuchaba el tipo.
Yo estaba distraída mirando por la ventana los lugares y las casas pasar. Ya era de noche y mucho no se distinguía, pero me distraía. De pronto sentí la mano de Laura tomarme la mía y me di vuelta, me estaba sonriendo. Se me acercó y me dijo bajito.
“Che, bichita… te tengo que confesar algo, pero por favor no te enojes, si?”, me dijo suavemente cerca del oído.
“Que cosa Lau?”
“Mirá, te lo digo yo antes que llegues allá y te enteres sola…”, me miró un segundito, “Ahí donde vamos, el de la fiesta… es gente de los narcos de acá.”
Yo me quedé helada, “Pero Laura la puta que te parió!”, le gruñí bajito
Ella se sonrió y me dió un besito en la mejilla, “Paraaaa, loquita… te pensás que te voy a llevar a un lugar feo?”
“No, pero estás loca?”
“No va a pasar nada. Ya vas a ver. Son buena gente.”, me dijo.
“Uf, si, buena gente con lo que hacen. Seguro…”, le contesté.
“Vas a ver. Si no te gusta el ambiente te prometo que dejo que me eches la culpa y te enojas conmigo todo lo que quieras…”, me sonrió, “Pero confiá en mí, si?”
“Y si, Lau… puta madre, si ya estoy jugada…. Sos una forra. Esperaste a que me suba al auto, no?”, resoplé. Ella se rió y me acarició la mano todo el trayecto, para calmarme hasta que llegamos.
Cuando por fin llegamos al lugar, el auto entró a lo que era una quinta, un poco parecida a la de aquella vez, pero mucho más amplia y más cuidada. Era un camino arbolado desde la reja de la entrada hasta la casa, que en realidad eran un caserón principal hermoso y otras edificaciones alrededor, como casitas más bajas. Era todo muy lindo. El caserón había quedado antiguo, se ve que como estaba original pero refaccionado, y las otras casitas estaban muy arregladitas.
Nos bajamos y entramos a la casa principal. Había un montón de gente por todos lados, música sonando que venía de la parte de atrás de la casa, del jardín, y gente esparcida en grupitos, tomando, charlando y pasándola visiblemente bien. Laura tenía razón. Nada que ver la onda de éste lugar con el desastre que habíamos padecido en la otra quinta. Había todo tipo de gente, todos la mayoría bien vestidos como para la ocasión, pero había algunos también de jean y remera. Nadie parecía estar haciéndole historia a nadie y todos, sin excepción, la estaban pasando de maravillas.
Empezamos a caminar despacito con Laura, las dos del brazo, saludando y sonriendo a los que nos saludaban. Ella era la que más conocía a la gente en general. De vez en cuando, bajito cuando parábamos en algún lugar ella me señalaba discretamente a alguno o a otro. Aquel era futbolista de no se que club… aquel otro también… Aquel era un diputado de la provincia… ese otro viejo era juez provincial… yo no conocía a nadie, ni a los futbolistas. El deporte no me interesaba. Trataba de absorber todo lo que Laura me iba tirando.
Yo como una boludita por supuesto pensé que en una reunión así de un narco, por ahí caía la policía de repente, nos subían a todos a camiones y chau. En cana. Pero caminando con Laura de repente pude ver para afuera y había tres patrulleros estacionados en la calle lindante. Con las luces puestas y todo, no estaban de incógnito. En un momento salieron un par de los de la fiesta y le llevaron a los canas unas latas de cerveza y un par de platitos con cosas para comer. Los veía charlando y cagándose de la risa. Que inocente que era yo para algunas cosas todavía…
Estuvimos así un rato, algunos se nos acercaron a hablar y saludar, charlando de nada un ratito y se iban. Con Laura nos fuimos al jardín, donde había un DJ, gente bailando y mozos sirviendo canapés y bebidas. Nos agarramos las cosas que pasaban y nos traían, comiendo y tomando mientras seguíamos saludando y charlando con alguno o alguna que se acercaba. De pronto siento que Laura me aprieta el brazo despacito, para llamarme la atención. La escuché que me dijo, “Ahí viene el capo…. Hola!”, lo saludó con una sonrisa y el tipo se acercó, dándole un beso a Laura en la mejilla. Laura lo llamó por el nombre, pero ni loca lo voy a nombrar yo. Estaba bien vestido, pero tenía una pinta de gitano que mataba, con una barbita de dos o tres días en la cara y corte de pelo tipo colectivero. Tenía cadenas de oro, varias, en el cuello y una panza importante. Pero se veía simpático y trataba muy bien a todo el mundo.
“Hola, hermosa, qué hacés…”, le dijo sonriendo a Laura, “Gracias por venir, che. Bienvenida.”. A mi también me saludó amablemente con otro beso y se me quedó mirando un poquito, me presenté y se sonrió, “Ah… si, Betty me dijo que venías también. Como estás?”
“Muy bien, gracias. Que casa hermosa…”, le dije.
“Gracias, si… para hacer eventos y cosas así está genial. Todo bien? Comieron algo ya?”
“Si, estamos en eso, gracias… vos todo bien?”, le preguntó Laura.
El tipo se rió, “Si, viste… todo bien, pero de acá para allá… todo el mundo me quiere hablar, parezco Don Corleone en el casamiento de la hija, viste?”
La verdad que me hizo cagar de risa ese comentario. Laura tenía razón, si no sabías, no te dabas cuenta en qué andaba el tipo y a que se dedicaba.
“Che Betty, después te tengo que presentar a un amigo que anda por acá… me dijo que le gustaste mucho”, le sonrió a Laura. Ella se puso contenta.
“Uy, si, dale… es buenmozo?”
“No. Es feo como pegarle a la madre el hijo de puta…”, se rió el tipo, “A vos te importa?”
Laura le dejó una sonrisa de putita, “... no, la verdad que no.”
El se quedó un rato charlando con nosotras y me cayó bastante bien. A cada rato le venía alguno o alguna a saludarlo y el tipo le ponía bastante onda en recibir a sus invitados, pero se lo notaba ya medio hinchado las pelotas de tanta gente. Yo lo veía que me miraba con esa mirada, de arriba a abajo, la mirada que yo ya conocía de todos los hombres. Se excusó con Laura y le dijo que quería hablar conmigo un ratito en privado, me puso una mano alrededor del hombro y nos pusimos a caminar por el jardín, que era enorme, bien alejados del grueso de la gente. El tipo quería un rato a solas y que no lo jodieran tanto, de paso aprovechar y charlar conmigo.
“Perdoname, viste…”, me dijo, “Ya estaba… uff… “
Yo le sonreí, “No, todo bien.”
“Es el cumple de mi nene, viste. Del mayor. A todo trapo.”
“Ay, que bueno!”, le dije, “Pero no lo vi? O me lo perdí?”
“No, está con los amigos por allá, debe estar en alguna de las casas, jugando a la play, que se yo…”, se rió. Me miró y me dijo, “Por eso cuando Betty me pasó tus fotos le pedí que te traiga.”
“Ah… okey…”, le dije, de repente entendiéndolo todo.
“Si, le quiero hacer un lindo regalo. Que debute con una nena linda como vos.”, me sonrió.
“Bueno, muchas gracias… quedate tranquilo que voy a hacer que la pase bárbaro, no te preocupes”, le sonreí dulcemente. El tipo me miró, como estudiandome un poco, así que le retruqué un poquito, “Voy a hacer que no se olvide mas éste cumple…”
El sonrió y asintió, “Eso me pondría muy contento. Igual te quería pedir otra cosa, también..”
“Si, claro, decime…”
Se paró y me miró, de nuevo con la mirada esa medio hambrienta, “La verdad que me gustaría probarte a mi también, primero…”
“Ah… entiendo.”
“Para asegurarme lo que le estoy regalando, no?”, me hizo una carita simpática, “Hay algún problema con eso?”
Yo lo pensé un ratito mientras lo miraba y tomaba de mi vaso. Estaba haciendo un esfuerzo interior para que el hecho que yo estaba en una fiesta de un narco, hablando con un narco, no me jodiera. Y lo principal, que no me intimide. Yo ya había decidido que por más miedo que me diera, me le iba a plantar a cualquiera.
“No, problema no, para nada, pero… te voy a tener que cobrar por vos también, me entendés?”, le dije mirándolo fijo.
El tipo medio que se quedó. No estaba acostumbrado a que mucha gente se le plante así. Pero al final se sonrió, “Eeeh… che…”
Yo me acerqué un pasito y le puse mi mano de nena en el pecho, acariciándole un poco la piel en la apertura de su camisa, “Todo bien, pero yo estoy trabajando, se entiende? Lo tengo que hacer.”
Lo pensó y me sonrió, “Bueh… cuando tenés razón, tenés razón…”. Cuando lo escuché decir eso yo ya sabía exactamente cómo tratar con el tipo y hasta donde lo podía llevar. No se ofendió cuando me planté, se lo tomó con humor y al final entendió que las cosas eran así. Era un hombre de negocios, práctico al fin y al cabo. Y le hice darse cuenta que también estaba hablando con una mujer de negocios, pese a mi apariencia.
“Donde querés ir? Tenés algún lugar que podamos estar cómodos un rato?”, le pregunté, mirándolo yo también con hambre fingida. Y si me apuran, no se si tan fingida. El tipo me estaba calentando.
“Vení”, me dijo y me rodeó los hombros con su brazo. Empezamos a caminar a una de las casitas que había, que parecía no tener actividad. Llegamos, me hizo pasar discretamente y cuando entré y prendió la luz vi que era como una casita para huéspedes que tenía. No había nadie. Estaba llena de mobiliario que parecía que nunca nadie lo había usado. Cuando cerró la puerta detrás mío me di vuelta y le sonreí. Empecé a bajarme el vestido despacito y sexy cuando él de repente me frenó.
“Jajajaj, no pará… no hace falta eso…”
Yo lo miré medio sin entender, “Por? Qué pasa?”
“Yo soy cristiano, linda. No le voy a meter los cuernos a mi esposa, no se puede…”, me dijo sonriendo y acariciándome la mejilla.
“Y entonces?”, le pregunté.
Se sonrió y se apoyó la espalda contra la puerta, acercándome y pegando mi cuerpito contra el de él, “Entonces… por ahí una linda chupadita de pija si tengo suerte Dios no la ve…. Tenés una boquita hermosa…”
Yo me sonreí. Me parecía tan bizarro todo lo que me decía. Igual le sonreí, no le dije nada y lo hice. Me arrodillé frente a él, lo desabroché y le extraje la pija de adentro del pantalón, mientras él se desabrochó toda la camisa y se la sacó del medio para estar más cómodo.
Tenía una muy linda pija, de las que a mi me gustaban, gruesa y venosa, de las que me llenaban tan bien mi boquita y otros lugares. Si me estaba probando para el hijo, decidí hacerle también un lindo acting de nena. Enseguida le cerré los ojitos y se la empecé a mamar fuerte y con ganas, gimiendo todo el tiempo para venderle lo mucho que me encantaba tener una verga así en la boca… que realmente no hacía falta vendérselo tanto. Pese a que no me lo había pedido, me baje un poco el vestido para que me vea las tetitas desde arriba. Él lo estaba disfrutando mucho, me ponía una mano en la cabeza y me acariciaba, gimiendo roncamente y diciéndome que bien que se lo estaba haciendo. Me llevé la punta de su verga hinchada y la dejé entre mis labios, lamiéndosela fuerte adentro de mi boca y haciéndolo delirar de placer mientras nos mirábamos.
Lo tuve así un ratito hasta que me la mandé de nuevo de golpe, bien profundo. Quería tragármela toda, me encantó su pija. El ya se estaba poniendo que volaba de placer. Yo quería darle todas la sensaciones de mi boquita húmeda y caliente alrededor de su verga dura. Ya me estaba anticipando cómo me iba a tragar toda su leche y sentía como la conchita se me mojaba sola un poquito. Por Dios, como me gustaba chupar pijas así. De tipos mayores. Gruesas y duras. Ni me importó en ese momento que el tipo era un narco. Lo único que quería es que ese hombre me dejara tomar todo su semen.
Cuando lo empecé a sentir al borde del orgasmo se la chupé un poco más fuerte y le empecé a gemir más alto y finito, como anticipando yo también el mío, que muy lejos no estaba realmente. Pero de pronto me tomó de la cabeza y me la sacó de la boca. Se empezó a pajear fuerte y rápido, me apoyó la punta en la mejilla y me la empezó a cubrir con su semen caliente, el cual pronto me comenzó a chorrear bien para abajo. Él bramaba como un animal, como un toro, y la verdad que escucharlo me calentó un montón. Lo que debía ser éste tipo cogiendo…
No se por que no me acabó adentro en la boca, quizás era una de sus cosas cristianas, ni idea. Que cristiano, pensé yo… envenenaba a todo el mundo con las mierdas que vendía. Cogerse a otra no, pero hacerse tirar la goma por una putita en el cumpleaños del hijo, si. Que religión rara tenían algunos…
Cuando terminó le sonreí y se la tomé por la base, chupándole la punta y lamiéndole los restos de semen que le habían quedado ahí. No me importaba lo que él quiso hacer, negándome su semen, al menos esas gotitas iban a ser para que yo las disfrute.
Me quedé ahí un ratito, lamiéndolo y mirándolo. Él me sonreía y me acariciaba el pelo, recuperándose de su orgasmo. Al final lo largué, me limpié la cara con una toalla que llevaba en la carterita y le sonreí.
“Y? Aprobé?”
“Ufff… linda…”, se rió.
“Soy un lindo regalo para tu nene?”
“Sos hermosa… Fede la va a pasar muy bien…”, me dijo y me ayudó a incorporarme mientras yo me arreglaba de nuevo el vestido.
“Querés que me quede acá? Me lo mandás para acá?”, le pregunté.
“Nooo… falta”, me decía mientras él se arreglaba su ropa, “Tenemos que cantarle el feliz cumpleaños, cortar la torta, todo eso… disfrutá la fiesta, tranqui. A eso de las doce, viste la casona? Bueno mandate ahí tranquila, yo dejo dicho. Subí a la habitación principal y esperalo ahí. Yo te lo mando. Quiero que esté con vos en mi cama.”
Yo le asentí, “Bueno, dale… esteeee… respecto al pago, cómo…”
El me interrumpió con una sonrisa, “Después arreglamos. Después buscame y lo vemos. No te preocupes.”
“Bueno”, le dije con una sonrisa, “Pero no te olvides de mí, eh?”
El se rió, “No, tranqui. De aca te vas a ir con el bolsillo lleno, linda. Despreocupate.”
Nos fuimos de la casita discretamente, nadie pareció vernos. Hice lo que me dijo y disfruté de la fiesta. Cuando vi a los mozos empezar a armar una mesa larga en el jardín con los preparativos, ya se acercaba la hora. Me quedé un rato mirando de curiosa como iban llamando a los invitados y se iban congregando, pero me fui para adentro del caserón. Subí las escaleras tranquila, como me había dicho el tipo nadie me paró ni me jodió. Encontré rápido la que seguro era la habitación principal y entré, cerrando la puerta detrás de mí. Era una habitación hermosa.
Me empecé a preparar tranquila, tenía bastante tiempo. Yo los escuchaba lo más bien desde ahí, a la gente en el jardín, cantando y festejando alegres. Me rehice un poco el maquillaje y me quedé esperando tranquila, mirándome en el espejo. Me había dejado el conjuntito de ropa interior de encaje y me arreglé el pelo de nuevo. Me sonreí, la verdad que estaba preciosa.
Estuve como media hora hasta que terminaron los festejos, yo esperando y entreteniéndome con el celu en la cama. Escuché que la música arrancó de nuevo para que siga la fiesta y pronto sentí que golpearon a la puerta. Guardé el celu y me paré, diciéndole que pase. Me quedé parada ahí para que me vea bien.
Cuando lo vi entrar me dió un poco de cosa, pero no lo aparenté. El pibe entró, se me quedó mirando y cerró la puerta con llave. Era muy chiquito. No parecía tener más de 12 o 13, como mucho. Flaquito y con una mirada rara. Se me quedó mirando medio embobado y no sabía bien qué hacer.
Yo le sonreí dulcemente, “Hola, hermoso! Cómo estás? Vos sos Fede?”
“Si…”, me dijo con una vocecita nerviosa.
“Ay, que bueno… vení…”, le extendí un brazo y él caminó hasta donde estaba yo. Me le pegué un poquito y me agaché para darle un besote en la mejilla. Yo le llevaba casi una cabeza, Dios…, “Feliz cumpleaños, mi amor! Te felicito!”
“Gracias…”
“Cuántos cumpliste?”, le pregunté.
“13…”, me dijo en un tono bastante chato.
“Que lindo! Yo soy Blondie…”, le sonreí y me le quedé pegada a él, acariciándole la carita de nene. La verdad no era muy lindo pibe. Era medio parecido al padre de cara, pero sin sus otros atributos. Le empecé a acariciar el cuerpito flaquito que tenía mientras le daba besitos y piquitos de tanto en tanto, “Te regalaron muchas cosas lindas?”
Ahí fue cuando se me prendió una luz de alarma en la cabeza, y no dejé que se note. El chico estaba muy nervioso, no sabía qué hacer, pero me empezó a manosear. Me pareció que lo hacía muy mal. Con la experiencia que yo ya tenía en ser tocada, había algo que no encajaba. O eran los nervios del chico u otra cosa que yo no sabía. Me tocaba todo, pero mal. Groseramente, quiero decir. Nada que ver con la suavidad con la que yo lo estaba tratando, intentando que se relaje. Probé de bajar una mano y empezar a frotarle la pija por encima de su pantalón, mientras me puse más cariñosa con él y le seguía hablando cositas, dulcemente, para tranquilizarlo.
“La pasaste lindo, mi amor? Te divertiste?”, le sonreí mientras le besaba el cuello y le dejaba sentir la punta de mi lengua en la piel a veces.
“Si… si, todo bien…”, sonó como frustrado, pero a veces la calentura hacía sonar a los hombres así.
“Que bueno… ahora nosotros también la vamos a pasar muy lindo”, le dije y lo empecé a besar tranqui en la boca. Enseguida sentí que me aferraba más fuerte y torpemente, y me mandó la lengua en mi boca de bastante mala manera.
Yo lo dejé hacer y lo seguía frotando entre sus piernas. Rompí el beso suavemente y lo miré con hermosura a los ojos, mordiéndome el labio un poquito para él, “Mmm… que lindos besitos que das….”
Vi que le cambió la expresión. Como que se enojó y yo no entendía por qué. De repente me habló, con un tono entre enojado y frustrado, y fue como una piña en la cara.
“Che, cómo te gusta hablar… me la vas a chupar de una vez o que, forra? Dale…”
Ahí yo entendí todo, de la peor manera. Era el hijo de un tipo que tenía todo, en consecuencia el también siempre lo tuvo todo. Por más que tenía solamente 13 años ya se había acostumbrado a usar a todo el mundo, y a tratar para la mierda a todo el mundo. Nunca tuvo que pedirle perdón a nadie. Nunca tuvo que decir “por favor”. Me cayó para el orto que me haya dicho eso y de la manera despectiva y odiosa en la que me lo dijo, después de que yo lo había tratado lo más dulcemente que podía. No me había manoseado con torpeza, no estaba nervioso. Estaba impaciente porque una putita forra como yo no me estaba apurando. Junté fuerza interior y le di mi mejor sonrisa, “... lo que vos quieras, lindo…”, le dije y me arrodillé frente a él.
Lo desnudé de abajo mientras él se sacaba la remera. No dije nada pero tenía una pijita, todavía muy de nene. Estaba algo erecta, pero como yo no tenía mucha experiencia con chicos de tan poca edad la verdad que no sabía si era así, algo normal, o le faltaba endurecerse más. Me la llevé a la boca igual, tratando de ser lo más profesional y cariñosa posible, que para eso me iban a pagar. Le gemía dulcemente, lo miraba mientras lo chupaba, el servicio completo. Él lo estaba disfrutando, o al menos me parecía eso, pero no me decía nada. A mi me gustaba cuando los hombres me decían lo bien que se los estaba haciendo, cuánto los estaba complaciendo, pero el chico no me decía nada. Me seguía mirando como una cosa que estaba ahí para darle placer. Que por ahí era cierto, después de todo, pero hay apariencias que son saludables de tener. Para que no sea tan frío y tan mierda todo.
Después de un rato de chuparlo, en que notaba que extrañamente mucho más dura no se le ponía, no sé si de los nervios o que, le empecé a hablar, “Que hermoso que sos… que rica pija que tenés, mi vida…hmmm”, le decía entre mamaditas.
“Te gusta, eh putita?”, por fin lo escuché después de un rato.
“Me encanta, bebé… no puedo parar…”, le mentí descaradamente.
Estuvimos un largo rato así hasta que me dijo que me subiera a la cama. Lo hice y él se subió también. Me quiso empezar a sacar la ropa interior pero enseguida lo hice yo, no quería que me la rompiera ni nada. El se pajeaba la pijita mirándome como me sacaba mi lingerie y se reía, yo le sonreía.
Yo me acosté al lado de él y me abrí de piernas, tocándome suavemente mientras lo miraba, le dije bajito, “Vení mi amor… haceme tuya… porfi…”
El se me subió encima con una sonrisa medio fea y se me puso entre las piernas, pajeándose todavía hasta ese momento para endurecérsela mientras miraba mi cuerpito desnudo bajo el suyo.
El pibe intentó cogerme. La verdad es que no pudo. No era por mi, yo estaba haciendo todo bien, pero él estaba muy nervioso o muy inexperto. La verdad es que me trataba mal y me echaba la culpa a mi, pero lo cierto es que cuando lograba metérmela me daba unos pocos empujoncitos y se le salía de nuevo. Constantemente. Yo lo guiaba lo mejor que podía, y le gemía mi placer fingido, pero no había forma. El chico no sabía, se ponía nervioso y eso hacía que se le bajara. Así que se tenía que pajear fuerte para subírsela, o pedirme a mi que lo haga o que se la chupe de nuevo, lo cual intenté gustosa.
Estuvimos como cuarenta minutos así, probando todas las posiciones posibles para hacérselo mejor. Yo por supuesto nunca le dije nada, yo siempre le fingía estar gustosa, lista para que me coja, le pedía por favor que me la hiciera sentir, que yo era suya, que lo quería sentir llenarme de su leche…
… en realidad todo el tiempo lo que yo estaba pensando era por que no podía estar cogiéndome al macho del padre, en algún otro lugar a escondidas, y sentir como esa verga gruesa me llenaba hasta el fondo y me dejaba toda su leche adentro, haciéndome bien su puta…
Al final nos pusimos los dos de costado, él se me puso atrás cuchareándome y me pudo dar por suerte un poquito mejor. Al menos bien y parejo en esa posición. Yo sentía esa pijita entrar y salir y no me causaba absolutamente nada, pero le gemía y le gritaba como una verdadera marrana tratando de empujarlo para que finalmente acabara. Estuvo un par de minutos así, no duró nada realmente, y lo oí empezar a gemirme en el oído, sus manitos aferradas a mi cuerpo mientras sus caderas flaquitas empujaban las mías.
Cuando lo sentí así al borde le empecé a fingir un orgasmo increíble, a puro grito de placer, haciendo que mi cuerpo se retuerza y se sacuda, pidiéndole mas y mas. Lo sentí gemir fuerte atrás mío y por fin me acabó con unos empujoncitos más largos. Al menos creo que acabó. Honestamente no tuve que limpiarme mucho después.
Nos quedamos así recuperándonos un rato en la cama y apenas si me acarició y me besó en algún lado. Yo le sonreía igual. Se lo veía conforme y por fin con una sonrisa en la cara. Pero no era una sonrisa linda, no. Era una sonrisa sobradora, medio canchera. Una sonrisa que le quería decir al mundo que miren cómo había hecho gritar así a una hembra. Si tan sólo supiera… Se paró y se empezó a vestir, yo lo miraba con ojitos dulces, haciéndome que me tenía que recuperar en serio, tocándome suavemente por todos lados.
“Ya te tenés que ir?”, le pregunté suavemente, “Quedate un poquito más conmigo…”
El se rió, “Seh… Me gustaría, pero estoy con mis amigos. Vestite y andá a bailar… tomate algo, pasala bien, que se yo…”
Yo le sonreí, pese a la bronca que tenía adentro, “Bueno mi amor… dale…”
Cuando se fue yo me vestí rápido, pero no porque él me lo había dicho. Ya me quería ir. Bajé después de un rato ya limpia y arreglada de nuevo, le saqué un vaso de Coca a un mozo que pasaba por el jardín y me quedé ahí cerca de la gente que bailaba. Esperando y moviéndome suave con la música, tratando de no pensar en nada. Tenía que esperar primero al tipo, para que me pagara, y después a Laura para que nos lleven de vuelta a Rosario. Ella seguro estaría con algún cliente en alguna de las casitas. Ya vendría.
Yo me hacía como la que no miraba, la desentendida, pero veía medio lejos al hijo, junto con un grupo de sus amigos, charlando y señalándome poco discretamente. Los pibes me miraban y se cagaban de risa al oir… no se que les estaría contando el chico. La verdad seguramente no. Finalmente apareció el padre y me puso una mano en el hombro, yo me di vuelta y le sonreí, “Ah, hola…”
“Cómo estás? Todo bien che? Como estuvo todo?”, me preguntó mientras él se tomaba algo conmigo también.
“Todo muy bien”, le respondí con una sonrisita cómplice. Para qué amargarlo? Yo quería cobrar bien.
Me miró un poco, “Bueh, pero contame, che…”
Yo me reí alegremente, “No, mi amor… son cosas privadas. Después si querés preguntale a él.”
Se rió suavemente, “Cómo son las minas, que lo parió… al menos decime si salió todo bien?”
Yo lo miré un momento y me acerqué, haciendo que se me dibuje una sonrisita pícara en la cara. Me puse de puntitas de pie y le susurré al oído, poniéndole una mano en el pecho, “... es un potrillito tu nene… me mató. Tené cuidado cuando crezca, eh? Sabés la de corazones que va a romper… corazones y… otras cosas también.”, le sonreí.
El me miró muy feliz y me hizo un pequeño brindis con el borde de su vaso en el mío. Los dos nos miramos, sonriéndonos bajito. Los dos nos dimos cuenta enseguida en esa mirada larga que el se moría por cogerme y yo por cogérmelo a él. No era un tipo lindo, pero era simpático y emanaba una onda de macho viejo, fuerte y confiado que me estaba matando. Pero ahí quedó, en una larga mirada que compartimos.
Después de un ratito de silencio, los dos estábamos mirando a la fiesta hasta que me dijo, “Bueno… que te debo, linda?”
“Por los dos… veinte mil”, le dije sin mirar, tomando mi Coca.
“Epa!”, se rió suave, “Pesos?”, me dijo.
Yo me giré para mirarlo y me quedé mirándolo con cara de nada. Él me miraba también, con una sonrisa. Me quedé mirándolo con la misma cara de nada un rato largo hasta que me hice la que caía en algo, “Ah! Ah, pará, ya se… ese es el famoso humor rosarino que me habían nombrado, no? Era de Olmedo ese chiste?”, le dije con una muequita en los labios.
Me miró un segundo y se entró a cagar de risa mal, pero mal. Yo también lo acompañé un poco en la risa. Me estrujó el hombro con cariño, “Que linda pendeja que sos… me caíste re bien.”
Si a mi me decían tan sólo el año pasado que iba a estar no solamente en una fiesta de un narco, sino que hablándole de igual a igual a un tipo pesado así, les habría dicho que estaban locos, o que algo se habían tomado. Cuánto había cambiado ya, y que curtida me estaba poniendo.
“No te parece un poco mucho? Bah, digo yo…”, me dijo.
“No, la verdad que no”, le dije con calma.
“Ah, si? Por?”, se tomó un traguito y me miró.
Yo ya sabía perfectamente que decirle, “Porque te frenas en lo que estás pagando y no estás viendo lo que estás comprando…”, le dije.
“Cómo es eso?”, me preguntó
“Claro, pensá. Si viene tu hijo un dia y te pide… no se… un cuatriciclo de esos que tienen los pibes ahora, vos vas y se lo comprás. Vale quince lucas, ponele, pero la ponés sin pensar. Y por ahí es algo que el chico usa dos semanas y se aburre. Ya te debe haber pasado. Todo el tiempo.”, le dije y lo miré, “Acá estás pagando por algo que tu hijo no se lo va a olvidar en toda su vida… y … si querés… vos tampoco, te lo aseguro”, le rematé, sosteniendole la mirada.
Me miró seriamente por un momento y se tomó más de su trago. “Esperame acá”, me dijo y se fue para la casona. Al rato vino con un sobre de papel madera y me lo dió. Yo cuando lo agarré también me dió un poco de cosa. Ahí no había veinte mil dólares, ni loca. Yo ya sabía lo que pesaba la guita y ese sobre se sentía muy distinto. Pero también sabía hasta dónde podía empujar las cosas y no me iba a poner a discutir ahí en el medio de la fiesta. Por algo el tipo no me llevó a un lugar más privado y me lo dió ahí.
“Muchas gracias”, le dije con una sonrisa, “Yo… me parece que me voy a buscar a Betty, en algún lugar debe estar, ya debe haber terminado”, le dije mientras intentaba guardarme el sobre en la cartera.
“No, gracias a vos, linda. Gracias por haber venido”, me sonrió
“Gracias por la invitación. La pasé muy bien.”, le sonreí de nuevo. Enfilé para ir a buscar a Laura y sentí que me habló.
“Che, pará… dejame tu número. Así si te quiero llamar por algo no la jodo a Betty”, me sonrió.
Yo lo miré y le incliné la cabeza un poquito, juguetonamente, “Cómo? Y la religión?”, le dije.
El se rió fuerte, “Dios perdona todo, linda. Nunca te olvides eso.”
Yo me sonreí y se lo di. Me puse de puntas de pie, le di un beso en la mejilla un poco largo y aproveché para susurrarle al oído, “... quiero que me llames.”
Me di media vuelta y me fui, dejándole una sonrisita y asegurándome bien, pero bien, de menearle el culo un poco al caminar mientras me alejaba.
Un ratito después encontré a Laura, quien ya había terminado y estaba contenta. Ella también había trabajado bien esa noche. Buscamos al chofer que nos trajo, nos subimos al auto y nos llevó de vuelta al hotel en Rosario. Las dos estábamos cansadas y sucias después de trabajar. Yo dejé que Laura se fuera a duchar primero y mientras estaba sola aproveché y revisé el sobre que me había dado el narco, para sacarme las dudas. Cuando vi lo que tenía adentro casi me agarra un ataque. Decidí no decirle nada a Laura y hacerme la boluda. Guardé todo bien, después yo me fui a duchar y nos dormimos.
Al otro día me volví a Buenos Aires y ese domingo no salí de casa. La verdad que tenía miedo. El lunes, bien temprano a la mañana, yo era la primera que estaba esperando en la empresa de resguardo de valores, para poner lo que me habían dado en mi caja de seguridad.
En el sobre no había veinte mil dólares. Había mucho mas.
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