Siguiendo el relato anterior, llegué a casa y sin levantar sospechas me fui a la habitación. Sentía que algo rico podía hacer entre mis piernas, sentí esa presión que se hizo accidentalmente en mi vagina hizo que cosquillas y electricidad al mismo tiempo recorran mis terminaciones nerviosas. Como alguien podía entrar, decidí esperar a la noche y cuando estuve a solas y a oscuras, esa oscuridad que nos hace cómplices a todos a la hora de descubrir algo nuevo y morboso, fui y me acosté en el piso y rápidamente me puse la pata de mi cama en la entrepierna. Sentí esa sensación que a la tarde había tenido. Pero está vez nada me iba a detener, estaba sola, en el silencio de la noche y con mi curiosidad a recontra cargada. Apreté la pata en mi v@gina y sentí ese calor, esa sensación que aceleraba mi corazón, que hacía que mis pezones rosados se pongan bien duros, era todo algo nuevo. Empecé con mi pelvis a hacer para arriba y para abajo, esto me aceleraba más y más mis latidos. Supongo que era tanta la excitación que esto me hizo acabar sin saber lo que era acabar, rápidamente. Me levanté y me acosté. Sentía mi bombacha muy mojada y mis pezones duros todavía. Me tocaba y me iba explorando las zonas donde me daba placer y a la vez se me volvió a acelerar el corazón, frotaba y frotaba sin parar, aguantaba la respiración. Todo era nuevo pero el instinto de mujer me hacía ir por el camino correcto. Apretaba las piernas y me mordía la boca mientras mis labios se apretaban entre sí. Volví a acabar, terminando rendida hasta dormirme con el mejor placer jamás experimentado
3 comentarios - Segunda parte de cuando descubrí la masturbación