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David y el cronómetro (IV y final)




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Compendio III


Mientras David reposaba en la cama, una mezcla de excitación y miedo lo tenían al límite. Se preguntaba qué había pasado con su esposa. Unos meses atrás, Aisha lo complacía sexualmente sin protestar. Pero ahora, tras su último viaje, se dio cuenta que solo le había dado mamadas y pajas, sin dejarle tener sexo anal con ella.

Además, estaba este cambio en su actitud. ¿Cuál era el asunto de cronometrar su desempeño? ¿Realmente estaba así de insatisfecha con el paso de los años?

David y el cronómetro (IV y final)

• Disculpa el comportamiento de Calliope. – Le dijo Aisha saliendo del baño, vistiendo un camisón sensual. – Prometo que no volverá a pasar delante de mí.

David no prestó atención, al darse cuenta de la redondez y sensualidad de su mujer.

• ¿Qué? – preguntó Aisha, sorprendida al ver que su esposo la contemplaba como un niño curioso.

> Estaba esperando… que pudiéramos tener sexo anal. – le respondió, con un tono débil.

Aisha se rió brevemente. Tras la culeada que le había dado yo en la mañana, no había manera que el enclenque pene de David le hiciera sentir algo.

• ¡No seas tonto! – Le molestó coqueta, girando su culo a propósito hacia él para humillarlo. – Todavía no me complaces.

> Pero… pero… pero…- tartamudeó, el trasero de su esposa tan cerca para agarrarlo.

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Aisha sonrió de forma diabólica.

• ¡Te diré qué! – Le propuso, tan desafiante como las noches anteriores. – Puesto que Calliope te ofendió, te lo compensaré, probando tu resistencia.

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> ¿Resistencia? – David preguntó perplejo.

• Sí. – Aisha respondió, su cara brillante de satisfacción. – Si eres capaz de permanecer duro por media hora, te dejaré jugar con mi culo todo lo que quieras.

Y repentinamente, la aparición del celular de Aisha, con su cronómetro, hizo a David saltar el corazón…

Ahora temía y deseaba el aparato, inseguro dónde su esposa lo llevaría esta vez.

Aisha empezó a darle una paja. Una vez más, David trató de escapar del placer que su esposa le estaba dando con cerrar los ojos. ¿Dónde había aprendido tales habilidades? En su cerrada mente, la idea que Aisha tuviese una infidelidad era impensable.

Sin embargo, para Aisha, el cambio de poder le parecía adorable. Ella disfrutaba del hecho de tener a su esposo bajo su control. Comparada con mi verga, la de David parecía un juguete más pequeño y habían sido sus propias experiencias complaciendo a su esposo las que les enseñaron el ritmo más adecuado de sus sacudidas para hacerle llegar al clímax.

Al ver los ojos de David cerrados fuertemente, Aisha se dio cuenta que realmente amaba a su cónyuge. No era capaz de complacerla sexualmente, o al menos, no todavía, pero David había estado ahí, dándole un techo, criando a sus hijas. Y lo amaba por eso.

A medida que su inminente clímax se acercaba, David se retorcía desesperado, intentando aguantar aún más. Pero al llegar al orgasmo, David sintió que había fracasado otra vez. Arrepentido, abrió los ojos y se dio cuenta que el cronómetro apenas había pasado de los tres minutos y medio. Sin embargo, el agarre de Aisha no se detuvo. Se sorprendió al ver y sentir a su mujer sorbiéndole la verga.

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Mientras Aisha se masturbaba discretamente chupándosela a su marido, se sintió especialmente puta. A diferencia de mi verga, la de David se encogía casi instantáneamente después de correrse. Pero Aisha se lo tomó como un reto personal y empezó a chupársela salvajemente.

Contemplar a su esposa mamándole el pene como una vampiresa produjo en David sensaciones diversas. La cálida boca de Aisha y su lengua juguetona eran excelentes. Su ritmo era perfecto y David no necesitaba sujetarle la cabeza para guiarla.

En los momentos que Aisha chupaba la verga de David, se dio cuenta de lo mucho que le gustaba hacer mamadas. Mientras seguía tocándose, Aisha intuyó que a Calliope le pasaba lo mismo.

David tardó casi quince minutos más en alcanzar el clímax por segunda vez. Sin embargo, Aisha no cesó.

Para entonces, había conseguido tanto apretar su pene como chuparle la punta a David, provocándole una mezcla de dolor y placer.

Aisha se tragó su semen, aunque el de David no era tan sabroso como el mío. Y finalmente, cuando el cronómetro marcó veinticinco minutos y tres segundos, David habló:

> ¡Por favor, Aisha, es suficiente! - suplicó David, corriéndose por tercera vez, completamente exhausto. Estaba muy consciente de lo cerca que estaba de su meta, pero a la vez razonaba que, incluso si la alcanzaba, no podría satisfacer a su esposa.

Aisha se tragó toda su verga y se bebió todo su semen, lamiéndolo y tragándoselo todo.

• ¿Eso es todo? – preguntó Aisha, limpiándose la boca.

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> ¡Lo siento! ...- Se disculpó David, agotado y luchando por mantenerse despierto.

Aisha sonrió satisfecha…

• Bueno, si ese es el caso, tendré que calmar mi calentura en otra parte…- Dijo, poniéndose de pie y alejándose hacia la habitación de Calliope.

> Pero…- David intentó detenerla, pero ella no le hizo caso.

David se quedó dormido cansado y solo en su habitación.

o ¡Oh, Mamá! ¡Oh, Mamá! – Calliope suplicaba, mientras que Aisha le metía sin descanso la botella de agua en su empapada vagina. La forma de la botella y el tamaño eran tan perfectamente parecidos a mi pene, que Calliope casi podía sentirme en su interior.

David y el cronómetro (IV y final)

Aisha se inclinaba y besaba a su hija con pasión, su otra mano deslizándose sobre el vientre de Calliope.

• Solo quiero que sepas qué tan bien me hizo sentir. – susurraba la madre, deslizando su lengua en la boca de Calliope mientras que sus dedos atendían su clítoris hinchado.

Calliope se estremecía, sus movimientos manteniendo la sincronización con el tacto de su madre. Aisha, en el intertanto, se tocaba su propio sexo, imitando los movimientos de su hija.

Respiraban entre jadeos y gemidos mientras que los besos de Aisha viajaban por su cuello y pecho, instigando a sus sensibles pezones. La sensación era sobrecogedora, un remolino de placer que parecía no terminar.

Mantenían el ritmo del movimiento, sus cuerpos meciéndose juntos a medida que la mano de Aisha metía y sacaba la botella del cuerpo de su hija. La intimidad del momento era inmensurable y no pasó mucho para que Calliope sintiera el comienzo de su tremendo orgasmo.

Cuando esto ocurrió, Aisha ubicó la mano de su hija y la colocó sobre la botella, guiándola en el ritmo que le gustaba hasta que sintió la explosión de estrellas que nacía desde su interior.

Mientras Calliope recuperaba sus sentidos, observaba intrigada cómo Aisha se daba vuelta, presentando su culo. Era evidente que Aisha amaba el sexo anal, algo que parecía nunca haber disfrutado con David.

• ¡Calliope, hazme el culo! – Le ordenó Aisha con una voz demandante y lujuriosa.

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Calliope se aproximó respetuosa mientras se aproximaba al culo redondo y firme de su madre. La esencia de su excitación combinada llenaba el aire, dando un sentimiento de solemnidad pivote dentro de la relación.

Con calma, empezó a untar el lubricante fresco y resbaladizo en el ano apretado de Aisha, sorprendiéndose en lo fácil que podía entrar la botella. Los gemidos de Aisha se hicieron más fuertes, guiando las manos inexpertas de su hija.

Al colocar la botella en el agujero apretado de Aisha, Calliope fue observando con fascinación a medida que el cuerpo de su madre se ajustaba para acomodarlo. Sus ojos verdes reflejaban su curiosidad ante este terreno desconocido para ella. Que su madre disfrutase de tal acto era excitante y perturbador a la vez.

Los gemidos de Aisha se hicieron cada vez más fuertes a medida que su hija empezó a besar y lamer su espalda, su mano deslizándose hacia dentro y hacia fuera del ano de su madre con una suavidad tierna y acompasada.

La voz de Aisha era una mezcla de placer y de dolor al sentir la botella llenarla completamente.

• ¡Bien hecho, hija! – susurró Aisha, acariciando los cabellos de Calliope.

Su respiración empezó a agitarse, sus cuerpos cubiertos de sudor y excitación. Los movimientos de Calliope eran suaves y bien intencionados, pero habiendo disfrutado del placer anal de su esposo y después, conmigo, se estaba volviendo en una especie de frustrante caricia, cuando Aisha buscaba rudeza.

Finalmente, con un gruñido, Aisha tomó la botella de Calliope y se la insertó a sí misma, su cuerpo estremeciéndose de placer. La visión era demasiado para Calliope, pero sentía un extraño compañerismo con su madre, una conexión que trascendía los bordes típicos de las relaciones entre madre e hija.

En esos momentos, Aisha empezó a recapitular el encuentro que tuvimos junto con Emma. Pensó en la forma que nos tocamos, besamos y cómo la hice sentir viva, el ritmo de su mano reflejando el gozo y el placer que sintió durante la tarde.

Contemplando el desenfrenado espectáculo, Calliope deslizó su mano sobre su anegada entrepierna, sintiendo lo mojada que estaba. Su respiración se cortó, y cerrando los ojos, enfocándose en los sonidos de su madre, su voz vaciló levemente al sentir el tacto de sus propios dedos satisfacerse una vez más.

o Mamá…- Calliope gimió profundamente. – Me haces sentir tan bien.

Madre e hija se besaron nuevamente, la lengua de Aisha deslizándose hacia el hinchado clítoris de Calliope, retribuyendo el favor y generosidad de la hija, mientras se horadaba a sí misma por su apretado ano. Los minutos y las horas se fueron llenando de sinfonías de placer carnal para ambas partes.

Así pasaron la noche, dándose y recibiendo placer. Al aproximarse el amanecer, Aisha besó a Calliope una vez más, quien reposaba exhausta sobre su cama. Se deslizó de vuelta a su dormitorio, encontrando a David durmiendo otra vez.

Y entonces, se quedó dormida por algunas horas.

La semana prosiguió con una serie de cada vez más difíciles desafíos hercúleos para David, cada uno preparado para menoscabar su autoestima. Aisha se había vuelto una experta en el arte de llevarle al límite, sus habilidades pulidas a través de nuestros numerosos encuentros amorosos. La visión del cronómetro en el teléfono de Aisha se había convertido en una fuente de temor y fascinación para David, un símbolo de su propia inhabilidad al satisfacer el apetito sexual de Aisha, al igual que un símbolo del poder que ella manejaba ahora en sus relaciones sexuales.

La actitud confiada de David era ahora una mera sombra de si misma. Para el fin de semana, la moral de David estaba tan sometida, que incluso una botella de agua parecía mejor amante que él en la cama. Y el teléfono de Aisha junto con su cronómetro era algo que temía y deseaba a la vez.

Calliope se había vuelto la estrella en los días de Aisha, las visitas al dormitorio de su hija volviéndose más frecuentes y prolongadas. Se convirtió en el escape perfecto de sus deseos reprimidos y la energía juvenil y la disponibilidad para complacer de Calliope la habían hecho insaciable. El fin de semana fue particularmente intenso, con las visitas de Aisha a la cama de Calliope dejando las piernas de la joven temblando debido a los poderosos orgasmos concedidos por su madre que parecían no tener fin.

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Pero al aproximarse el lunes, la obra maestra de Aisha finalmente se revelaría: por fin, ella me presentaría a su esposo, David, como su amante.

El plan era sencillo: El lunes por la mañana, después de dejar a los niños en la escuela, me invitaría para desayunar y me llevaría al dormitorio matrimonial, donde David probablemente estaría durmiendo. Entonces procedería a explicarle que, debido al embarazo de mi esposa, yo estaba necesitando de alivio sexual, y Aisha, siendo una “buena amiga”, me daría una mano.

Al momento que David se rehusase, Aisha lo desafiaría a otra prueba de resistencia, esta vez, contra mí, en donde el ganador podrá cogerse a Aisha libremente. Una vez que David perdiera y yo ganara, Aisha tendría completa libertad para llevarme a su casa para satisfacerla mientras David está de viaje, cementando su autoridad dentro de la relación.

La semana entera había sido un remolino de pasiones y manipulaciones, pero era ahora el momento donde ella debía cosechar lo plantado. Aisha había decidido que no ocultaría más sus deseos, ni pretender ser la esposa fiel que la sociedad espera. Ella iba a tomar lo que quisiera y David simplemente tendría que mirar, incapaz de detenerla.

La idea de que David la observara mientras ella cogía conmigo le daba escalofríos en la espalda. Amaba la idea que la derrota de su esposo sirviera como un catalizador de su victoria final. Ella le mostraría quién estaba a cargo y una vez que él me viera con ella, David nunca más la volvería a ver de la misma manera.

Su anticipación era palpable mientras Aisha se revisaba frente al espejo, sintiendo la euforia del poder. Ella sabía que ese sería el día donde tomaría el control, el día donde le demostraría a David que no era la pusilánime dueña de casa de antes. El plan era sacudir los fundamentos del matrimonio, forzándolo a aceptar su infidelidad y su necesidad de tenerme en su vida.

Con una sonrisa traviesa, Aisha caminó de la mano con Sophie a la escuela, su cuerpo temblando por la emoción de los eventos que había planeado.

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Nunca antes se había sentido ni tan viva ni tan poderosa.

(Nota de Marco: no sé si realmente se dieron todos los eventos entre Aisha y su esposo como los he descrito, pero sí vi cómo lo sometió con el cronómetro de su celular… y cómo después me lo contaría ella, al terminar de hacer el amor luego que David se retirara derrotado del dormitorio. Pero todo eso me hizo pensar y escribí esta pequeña historia para mi ruiseñor.)


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