Me encontraba en modo “sumisa”, ya que, de vez en cuando, me toca…
Se lo dije y pude ver esa sonrisa cínica ensanchándose en sus labios.
“Ya sabía…” Alcanzó a mascullar, mientras se quitaba el cinturón.
Con ese cuero, amarró mis muñecas a mi espalda.
Pensó que ya me tenía sometida y eso debió darle algo más de valor.
Me tomó por la barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos.
Me espetó que yo era la peor de las putas y merecía ser castigada por ello.
Me mordí los labios para no reírme en su cara.
Estaba en estilo sumisa y me sentía bien puta, pero no a causa de él…
Me arrancó la falda y quedó extasiado, mirando mi tanga y las medias negras.
Le dije si le ocurría algo y él balbuceo, tratando de recomponerse un poco.
Pude ver la tremenda erección que apenas podía ocultar su slip.
Me puso de rodillas sobre la cama y afirmó la cadena al collar en mi cuello.
Tironeó de esa cadena, haciéndome llevar la cabeza atrás. Eso me gustó.
Su enorme y rígida virilidad se apoyó entre mis glúteos, todavía oculta dentro de ese pequeño trozo de tela. Se sentía bien, duro, palpitante, agresivo.
Sus dedos deslizaron mi tanga a un lado.
Cerré los ojos, anticipando una penetración violenta y dura, como yo quería.
Pero entonces, un largo suspiro y un lastimero quejido llenaron la habitación.
Giré mi cabeza para ver el desastre a mis espaldas.
La mancha de humedad en su slip, ahora indicaba que la sumisión no sería tal como yo había esperado. Al menos, ni tan rígida, ni tan furibunda…
Se lo dije y pude ver esa sonrisa cínica ensanchándose en sus labios.
“Ya sabía…” Alcanzó a mascullar, mientras se quitaba el cinturón.
Con ese cuero, amarró mis muñecas a mi espalda.
Pensó que ya me tenía sometida y eso debió darle algo más de valor.
Me tomó por la barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos.
Me espetó que yo era la peor de las putas y merecía ser castigada por ello.
Me mordí los labios para no reírme en su cara.
Estaba en estilo sumisa y me sentía bien puta, pero no a causa de él…
Me arrancó la falda y quedó extasiado, mirando mi tanga y las medias negras.
Le dije si le ocurría algo y él balbuceo, tratando de recomponerse un poco.
Pude ver la tremenda erección que apenas podía ocultar su slip.
Me puso de rodillas sobre la cama y afirmó la cadena al collar en mi cuello.
Tironeó de esa cadena, haciéndome llevar la cabeza atrás. Eso me gustó.
Su enorme y rígida virilidad se apoyó entre mis glúteos, todavía oculta dentro de ese pequeño trozo de tela. Se sentía bien, duro, palpitante, agresivo.
Sus dedos deslizaron mi tanga a un lado.
Cerré los ojos, anticipando una penetración violenta y dura, como yo quería.
Pero entonces, un largo suspiro y un lastimero quejido llenaron la habitación.
Giré mi cabeza para ver el desastre a mis espaldas.
La mancha de humedad en su slip, ahora indicaba que la sumisión no sería tal como yo había esperado. Al menos, ni tan rígida, ni tan furibunda…
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