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PDB 66 Poniéndome al día (III)




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Compendio III


Por la noche, mientras estábamos a solas en nuestro dormitorio, Marisol me miraba ansiosa.

PDB 66 Poniéndome al día (III)

-Tal vez, no deba decírtelo. – le dije mientras me ponía mi pijama. – Me preocupa verte así.

Marisol me miró como si el mundo se resquebrajara delante de ella.

+¿Qué? – preguntó con una mirada entusiasmada y temerosa a la vez. - ¿Por qué? ¿Qué pasó?

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Tras irme, las ganas de Marisol rápidamente se desvanecieron al despertar Jacintito. Marisol se dio cuenta ese día que gran parte de su calentura viene de tenerme a su lado.

Su cerebro deseaba intimidad, pero su cuerpo todavía estaba maltrecho tras el parto de Jacinto. Aun así, se las arregló para sacar sus pensamientos lujuriosos de la cabeza. La casa, en esos momentos vacía, necesitaba de algunos cuidados, ya que me las había arreglado de mantenerla en orden.

Limpió un poco y preparó spaghetti para el almuerzo. Mientras preparaba la comida, mi ruiseñor se entristeció al pensar que solo a mí y a Alicia nos gusta cómo cocina. Pero, por otra parte, también reconocía que ella disfrutaría feliz un plato de mi comida.

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Las horas pasaron volando, cambiando pañales, alimentando a nuestro nuevo cachorro y de repente por la tarde, la casa estaba llena de vida. Con solo verme, Marisol supo que tomó la decisión correcta.

Luego de haberme acostado con otra mujer, mi ruiseñor me encontró diferente: menos tenso y más afectuoso. Saber quién era esta misteriosa mujer entusiasmó tanto a mi esposa como el saber qué hice con ella. Pero todo esto fue aplacado momentáneamente por los cuidados de Jacinto, por lo que Marisol se las arregló a llegar a la tarde sin sentir impulsos sexuales significativos.

Una vez que saludó a nuestras niñas, nos besamos.

+¿Qué tal tu día? – me preguntó ansiosa, tratando de mantener la conversación casual, con sus ojitos brillando de curiosidad.

-Estuvo bien. – respondí, tanteando su ansiedad. - ¿Cómo te fue a ti?

Me contó de su día a día, pero noté su ansiedad latente. Quería que le fuera con más detalles, pero al estar con las niñas y con Jacinto, esa información tendría que esperar hasta que estuviéramos a solas.

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Por la noche, la ansiedad de Marisol ya la tenía demasiado tensa, a punto de saltarme encima. Una vez que las niñas se durmieran, le pensaba contar todo. Pero al verla así, tenía mis dudas.

Marisol parecía al borde de tener un colapso nervioso. Le expliqué que estaba consciente de la lujuria en su cabeza, pero el problema que teníamos era que Erin nos dio órdenes específicas de que no tuviera intimidad, ya fuese juntos o por si misma, puesto que mi esposa todavía tenía puntos.

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-Es como si comiera pastel de chocolate, mientras tú estás en una dieta libre de azúcar. - le expliqué en términos que Marisol pudiera comprender.

+¡Sí, mi amor, te entiendo! - respondió mucho más inquieta. – Pero si no me dices nada más, me volveré loca.

Era una situación incómoda. Insisto, Marisol es una mujer dulce y mesurada. Pero en esos momentos, se notaba bastante desequilibrada y nerviosa.

-Solo puedo decirte que hoy estuve con Isabella. – Le confesé, tratando de encontrarla a medio camino.

+¿Isabella? – repitió, no habiéndoselo esperado. Podía notar en sus ojos las ganas por tocarse a sí misma. - ¡Por favor, mi amor, cuéntamelo todo!

Con temor, le fui contando de mi día con Isabella. Le describí cómo estaba vestida, su voz seductora, y la manera que ella movía su cuerpo. Para mi ruiseñor, su imaginación le proporcionaba un bálsamo refrescante para su lujuriosa imaginación y sin darse cuenta, empezó a mojarse más y más.

Le hablé de cómo Isabella tomó las riendas, cómo me complació y cómo le devolví el favor. Mis palabras fueron acelerando el pulso de mi ruiseñor, su cuerpo doliendo por el tipo de cariño que tenía prohibido recibir.

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Y aunque a veces quería detenerme, viendo cómo se iba sintiendo más y más incómoda, Marisol insistía con que le siguiera contando. Hasta que llegamos al punto donde nos volvimos a encontrarnos con las chicas y su propuesta.

+¿Qué propusieron las chicas? – preguntó con una mirada perturbada y sus dedos inquietos.

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Suspiré, en vista que quedaba tan poco por contar.

-Me sugirieron que tuviéramos un trío con ellas y conmigo, dejando a Isabella fuera.

Fue literalmente la gota que rebalsó el vaso.

La mente de Marisol se desbocó ante las posibilidades. Emma y Aisha, ambas tan diferentes, pero aun tan seductoras a su propia manera. A Marisol le atraía la etnicidad y la seducción innata de Aisha. Pero los recuerdos de aquella noche que compartimos con Emma siguen vigentes en la mente de mi ruiseñor.

Marisol se notaba terriblemente inquieta, al punto de ponerse a llorar: Su mente necesitaba saberlo y su cuerpo, sentir el alivio, pero sus heridas no la dejaban.

Su cuerpo la traicionaba, sintiendo su rosada conchita latir y vanamente, tomaba respiros profundos, casi llorando, intentando calmarse.

+¡Suena… magistral! – dijo Marisol, casi entrando en llanto. – Gracias por contármelo. Necesitaba saberlo.

La abracé firmemente, pero no podía dejarla así. Y fue entonces que concebí una alternativa distinta…

-Ruiseñor, ¿Qué piensas si te hago alcanzar un orgasmo? – le pregunté, elaborando mi estrategia.

Marisol me miró complicada.

+¿A qué te refieres? – preguntó, con un tono esperanzado.

-Según lo que entendí de Erin, el motivo por el que tú y yo no podemos tener intimidad se debe a tus puntos. – le fui explicando, convenciéndome más y más con mi idea. – Sin embargo, tú y yo sabemos que puedes sentir orgasmos de otras maneras.

+¡Pero mi amor! - me interrumpió melancólica. - Erin dijo que no puedo tener sexo anal.

-¡Eso lo sé, ruiseñor! Pero tú puedes sentir orgasmos de tus pechos, como lo hacen tu mamá, tu hermana y tu prima. – Le respondí, avergonzado de saber eso de primera fuente.

Marisol sentía cómo la emoción la embargaba, a pesar de la situación. Sabe que soy un amante atento y hábil y la idea de llevarla al orgasmo sin tener contacto genital directo le parecía intrigante.

Aun así, Marisol confiaba en mí. Si bien, me acosté con casi toda su familia, al igual que con mi esposa, lo logré al ganarme sus corazones.

Por otro lado, para un tipo como yo, hacer el amor a Marisol se ha vuelto un arte del que me siento muy orgulloso. Durante estos 10 años de matrimonio, he explorado el cuerpo de mi cónyuge minuciosamente, encontrando áreas sensibles que ni siquiera ella misma conocía.

Por lo que luego de pensarlo un poco, accedió.

-¡Está bien! - le dije. - Tendremos que esforzarnos en tu liberación física, ruiseñor, por lo que creo que lo mejor es que cierres los ojos. No podré besarte tanto como quiero, pero intenta enfocarte en la manera en que te toco.

Marisol se sintió un poco triste. Ama nuestros besos, pero también estaba consciente que su calentura era una picazón que no podía rascar, por lo que teníamos que intentar cualquier cosa.

PDB 66 Poniéndome al día (III)

Cerró sus ojos y sintió mis dedos jugando en torno a sus pezones. Los apreté suavemente y, posteriormente, se los chupé, haciéndole sentir más caliente. Entonces, deslicé una de mis manos rozando sus muslos, mientras que la otra le apretaba la nalga.

Según lo que recuerda Marisol, esa primera noche sintió que mi toque era ligero como una pluma a medida que acariciaba sus pechos, con mis dedos frotándose sobre sus pezones. Yo miraba cuidadosamente su rostro, midiendo sus reacciones a medida que variaba la presión y ritmo.

Marisol empezó a sentir su cuerpo responder, su respiración volviéndose más profunda, su cuerpo estremeciéndose en placer.

Mientras continuaba mis atenciones, Marisol sentía perderse en las sensaciones, el dolor entre sus piernas volviéndose cada vez más insistente con el paso de los segundos. Podía sentir el calor incrementándose y podía darse cuenta de que se estaba excitando.

+Marco… ¡Ahh!... ¡Por favor, no pares! ...- dejó escapar un suspiro.

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Me incliné, mis labios reemplazando mis pulgares, chupando gentilmente sus pezones sensibles. La combinación de mis cálidos labios, mi húmeda boca y la presión suave sobre sus tetillas la estaban llevando al límite, con su cuerpo convulsionando en preparación a un orgasmo bastante intenso.

El cuerpo de Marisol ardía en calentura, anticipando lo que se venía haciendo sus rodillas sacudir.
Mis toques entre sus piernas y su nalga se volvieron más osados, mis dedos haciendo su magia entre su piel sensible. Marisol sentía su orgasmo crecer, sus músculos tensarse, su respiración entrecortarse. Parecía que todos sus deseos acumulados se concentraban en un solo punto, listos para estallar.

La respiración de Marisol se volvió más profunda. Estaba funcionando. Mi ruiseñor sentía su conchita mojadita y apretarse, buscando un pene imaginario que no estaba llegando.

+¡Ahh! ¡Más! ¡Más! – mi esposa demandó.

Empecé a chupar sus pechos con mayor fuerza. Mi mano permaneció tibia, acariciando el interior de su muslo, causándole cosquillas, pero no tocándola. Marisol sentía su sexo contraerse, doliendo en busca de mi amor. La besé en el cuello, sabiendo que es una zona erógena para mi mejor amiga.

Su sexo se humedeció incluso más.

+¡Sí, amor, sí! ¡Ahh! ¡Sigue así! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Justito así! – empezó a suplicar.

Y para sorpresa de ambos, Marisol se vino a chorros.

+¡Ah, sí! ¡Sí! ¡Ahh! – Marisol gritaba, sintiendo su cuerpo entero sacudir, a medida que dejaba su flujo salir.

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Estuve tentado a lamerla, pero me contuve.

La cantidad de jugos de Marisol era tal, que incluso la cama quedó mojada.

Sin embargo, el rostro de mi ruiseñor era de un regocijo absoluto.

-¿Cómo te sientes? – le pregunté, tratando de no reírme de su cándida pero satisfecha sonrisa.

+Fue… diferente. – respondió, incapaz de borrar su sonrisa. – Aunque igual extrañé tu pene.

Nos besamos tiernamente. Marisol entendió que eran estas cosas las que hacían nuestro matrimonio completamente distinto al de sus amigas. A pesar de conocernos por tantos años, yo sigo explorando su cuerpo y atesorándolo. Para una mente curiosa como la mía, a Marisol le encanta ser mi “conejillo de indias” ya que cada vez, descubrimos nuevas formas para que ella sienta placer.

-Tenemos que cambiar las sábanas. - le ordené, poniéndome de pie. - No puedes dormir sobre eso.

Marisol se avergonzó un poco. Se vino por montones y la cama parecía como si se hubiera orinado encima. Pero a mí no me molestaba. Tomé unas sábanas limpias y en unos minutos, estábamos sobre la cama.

+¡Todavía siento mi cuerpo cosquillear! – Comentó Marisol con una amplia sonrisa. - ¿Cómo se te ocurrió eso?

Le sonreí con vergüenza.

-Bueno, para serte sincero… las primeras veces que tú y yo dormimos juntos, me excitabas mucho y me ponías duro. – Comenté con una sonrisa. – No quería despertarte y te veías tan tierna que… pues… me terminé masturbando sobre tu cuerpo.

Marisol se reía, diciéndome que, si la hubiese despertado entonces, ella me habría ayudado.

+Fue bueno que pasara entonces. - Me dijo, pidiéndome que nos acostásemos de cucharita. – Me siento mucho más aliviada.

-Es bueno saberlo. - Le dije, sujetándola por la cintura. - Para tu próximo control, le preguntaremos a Erin qué más podemos hacer.

Marisol se volteó y me dio un suave beso.

+¡Gracias por asegurarte que siempre me sienta satisfecha! – dijo, antes de acomodarse como una gatita entre mis brazos.

Es mi ruiseñor. ¿Cómo no voy a preocuparme?


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1 comentarios - PDB 66 Poniéndome al día (III)

eltrozo896 +1
Has podido satisfacer a Marisol
Aunque sea momentáneamente
metalchono
Sí, tienes razón. Pero según nos dice Erin, ya podemos experimentar con más cosas manteniendo la prudencia, como puedes leer un poco más adelante. Por ahora, estoy armando la versión de Aisha sobre cómo David se convirtió en un cornudo sumiso y todavía tengo que contar del trío que armamos con Izzie y Emma. Saludos y gracias por comentar.