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Noches ardientes en un motel de mala muerte

—Así que estamos solos aquí —dijo Bautista, dejando escapar una risa traviesa mientras examinaba la habitación de motel, sucia y maloliente.
Carlos, tirado en la cama con una actitud desenfadada, le lanzó una mirada burlona.
—Sí, un lugar perfecto para lo que tenemos en mente —respondió, desafiando a Bautista con su mirada.

Bautista se inclinó un poco más cerca, su voz casi un susurro.
—¿Por qué no ponemos algo de música? —sugirió, como si eso pudiera suavizar la tensión entre ellos.

Carlos hizo un gesto de desprecio hacia el reproductor de música polvoriento en la mesita de noche.
—Música, ¿en serio? Estoy más por hacer ruido de otra manera, ¿no te parece? —dijo, su voz cargada de deseo.

Bautista sonrió, sus ojos brillando con picardía.
—Perfecto. Entonces, vamos a olvidarnos de la música y a concentrarnos en el ruido que realmente importa —respondió, acercándose a Carlos.

Se inclinó hacia él, sus labios apenas rozándose, y luego lo besó con un ardor que hizo que la habitación se llenara de un silencio tenso. Carlos, sorprendido al principio, respondió al beso, sus manos encontrando su camino hacia la espalda de Bautista, tirando de él hacia más cerca.
—Tienes una forma de dar besos que me enloquece —murmuró Carlos, antes de capturar los labios de Bautista nuevamente, esta vez con más urgencia.
Bautista se dejó llevar, presionando su cuerpo contra Carlos mientras la pasión crecía entre ellos.
—¿Qué tal si seguimos esto? —dijo Bautista, su voz baja y seductora.

Carlos lo empujó suavemente contra la cama.
—Me gusta cómo piensas —respondió, dejando que sus manos se deslicen por el torso de Bautista, disfrutando de la calidez de su piel.

—Quítame la camisa —dijo Bautista, su mirada fija en Carlos, desafiándolo.
Carlos no se hizo de rogar. Con un movimiento rápido, desabrochó la camisa de Bautista, dejando al descubierto su pecho.
—Mierda, tienes un cuerpo increíble —comentó, recorriendo su torso con los dedos.

Bautista sonrió con confianza.
—Aún no has visto nada —replicó, quitándose los pantalones con un movimiento ágil, quedándose solo en boxers.

Carlos no pudo evitar una sonrisa pícara.
—¿Te atreves a mostrarme más? —preguntó, acercándose aún más.

—Por supuesto, ven aquí —dijo Bautista, y tiró de Carlos hacia él, sus labios chocando de nuevo en un beso voraz.
Carlos se movió, deslizándose hacia abajo, besando el cuello de Bautista, mientras sus manos recorrían su cuerpo.
—¿Te gusta esto? —preguntó, disfrutando de cómo Bautista gemía suavemente.

—Sí, sigue así —gimió Bautista, sintiendo cómo la anticipación crecía en su interior.
Carlos bajó por su pecho, acariciando cada centímetro de piel, hasta que llegó a los boxers de Bautista.
—¿Puedo? —preguntó, su mirada fija en los ojos de Bautista, buscando aprobación.

Bautista asintió, su voz llena de deseo.
—Sí, hazlo. Quítamelo.

Con un movimiento ágil, Carlos retiró los boxers, dejando al descubierto el miembro de Bautista, que se erguía con urgencia.
—Mierda, esto se ve delicioso —comentó Carlos, sonriendo.

Bautista, con un gesto atrevido, empujó la cabeza de Carlos hacia su erección.
—Vamos, no te hagas de rogar. Quiero sentir tu boca en mí —dijo, su tono cargado de necesidad.

Carlos no dudó. Se inclinó y tomó el miembro de Bautista entre sus labios, comenzando a succionar con un ritmo lento pero seguro. Cada gemido de Bautista solo lo motivaba a seguir, intensificando sus movimientos mientras jugaba con su lengua.
—Ahh... sí, así —gimió Bautista, su mano enredándose en el cabello de Carlos, guiándolo a un ritmo más profundo.
Carlos se sintió encendido, disfrutando del placer que le daba a Bautista.
—Me encanta que te guste —susurró, mientras seguía moviéndose al ritmo de su placer.

Finalmente, Bautista, casi al borde, se retiró.
—Voy a correrme... —jadeó, su rostro ruborizado por el placer.

—Hazlo, quiero escucharte —dijo Carlos, sintiendo cómo su propio deseo lo consumía.
Con un último suspiro, Bautista se corrió, dejando que Carlos disfrutara del espectáculo, mientras su propio cuerpo temblaba de placer. Bautista se dejó caer hacia atrás, respirando con dificultad.
Carlos se levantó y se acomodó a su lado, observando a Bautista con una sonrisa satisfecha.
—¿Te gustaría continuar? —preguntó, la provocación evidente en su voz.

Bautista, todavía recuperándose, sonrió.
—Por supuesto, pero esta vez yo quiero tomar el control.

Carlos se apartó, dejándole espacio.
—Haz lo que quieras, estoy listo —dijo, desafiándolo.

Bautista, con una chispa de determinación, tomó el control de la situación. Se colocó entre las piernas de Carlos, sintiendo el ardor del momento.
—Voy a hacerte sentir increíble, así que relájate y disfruta —dijo, antes de empezar a trabajar en el cinturón de Carlos.

Con movimientos decididos, desabrochó los pantalones de Carlos, dejando su erección al descubierto. Bautista sonrió, sintiéndose en control.
—No esperaba menos de ti —murmuró, inclinándose para tomarlo entre sus labios.

Los gemidos de Carlos llenaron la habitación mientras Bautista lo complacía con cada lamida, cada succión.
—Mmm, sí... Bautista, no pares —gimió Carlos, su cuerpo respondiendo a cada toque.

Bautista continuó, sintiendo cómo la energía de la habitación aumentaba con cada movimiento.
—Voy a hacerte volar, solo dímelo —dijo, mientras se movía al ritmo de su placer.

—Voy a estallar... —jadeó Carlos, perdiéndose en el momento.
Aun falta mas en ese motel de mala muerte, dos cuerpos se unieron, perdidos en el deseo, dejando atrás el mundo exterior y disfrutando de la conexión que los envolvía.

Carlos, sintiendo la electricidad en el aire, miró a Bautista con una mezcla de deseo y nerviosismo.
—¿Estás seguro de que quieres seguir? —preguntó, su voz temblando un poco, aunque su cuerpo lo delataba.

Bautista le sonrió con confianza, acercándose más.
—No tengo dudas, quiero esto más que nada. Pero... quiero que me lo digas, que tú también lo quieres —dijo, su mirada intensa y provocativa.

Carlos sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar esas palabras.
—Sí, lo quiero —respondió, su voz casi un susurro cargado de necesidad.

Bautista se inclinó hacia él, sus labios rozando los de Carlos mientras sus manos exploraban su cuerpo.
—Bien, entonces vamos a hacerlo. Pero despacio, ¿sí? —dijo, separándose un poco para mirarlo a los ojos.

Carlos asintió, sintiendo que la anticipación lo consumía.
—Sí, despacio. Quiero disfrutar cada momento —respondió, su corazón latiendo con fuerza.

Con un movimiento suave, Bautista lo empujó hacia la cama, colocándose sobre él.
—Voy a hacerte sentir increíble —prometió, su voz cargada de deseo.

Mientras se acomodaba, Carlos sintió cómo Bautista levantaba sus piernas, posicionándolas sobre sus hombros.
—Esto es solo el principio, confía en mí —dijo Bautista, mientras comenzaba a acariciar su piel.

Carlos dejó escapar un suspiro, disfrutando de la calidez de las manos de Bautista.
—Solo hazlo —gimió, sintiendo cómo la anticipación crecía en su interior.

Bautista tomó un momento, disfrutando de la vista, de la vulnerabilidad de Carlos ante él.
—Eres perfecto así —murmuró, antes de alinearse con la entrada de Carlos.
—Recuerda, si en algún momento te incomoda, me lo dices y paramos, ¿okey? —preguntó, su voz suave pero decidida.

Carlos asintió, sintiendo un nudo en el estómago.
—Sí, está bien. Estoy listo —respondió, con un hilo de voz.

Con un movimiento lento, Bautista comenzó a entrar en él, sintiendo cómo la resistencia de Carlos lo rodeaba.
—Ahh... —gimió Bautista, disfrutando de la calidez y la suavidad.

Carlos sintió una mezcla de placer y dolor al mismo tiempo.
—Es un poco... intenso —admitió, mientras cerraba los ojos, concentrándose en la sensación.

Bautista se detuvo, asegurándose de que Carlos estuviera bien.
—Tómate tu tiempo, estoy aquí —dijo, su tono lleno de cuidado.

Después de un momento, Carlos le dio una señal con un ligero movimiento de caderas.
—Sigue... por favor —gimió, su voz temblando de deseo.

Bautista sonrió, agradecido por la señal. Con un movimiento cuidadoso, empujó un poco más, disfrutando de cada centímetro que ganaba.
—Eres increíble —dijo Bautista, mirando a Carlos a los ojos mientras la conexión se profundizaba.

—Mmm... sí, así... —Carlos murmuró, su cuerpo empezando a adaptarse a la invasión.
—Quiero que sientas todo lo que puedo darte —prometió Bautista, comenzando a moverse con más confianza, encontrando el ritmo.

Carlos sintió cómo los gemidos comenzaban a escapar de sus labios, cada embestida lo llevaba más cerca de una línea que nunca había cruzado.
—No pares, Bautista... —suplicó, su cuerpo respondiendo con cada movimiento.

Las paredes del motel resonaban con los sonidos de su placer, sus cuerpos chocando en una danza de deseo.
—Ahh, sí... me encanta sentirte así —gimió Bautista, aumentando el ritmo.

—Eres... increíble... —jadeó Carlos, sintiendo cómo la presión crecía dentro de él, acercándolo a un clímax que no sabía que deseaba tanto.
Bautista se inclinó, sus labios encontrando los de Carlos, fusionando sus gemidos en un beso caliente y apasionado.
—Dame más de ti, quiero todo —dijo, su voz un ronroneo.

Carlos se dejó llevar, el placer lo consumía por completo.
—Estoy cerca... ¡ahh! —gritó, su cuerpo temblando mientras la oleada de sensaciones lo inundaba.

—Yo también... —respondió Bautista, sintiendo cómo la presión lo invadía.
Con un último empujón, ambos alcanzaron el clímax, el mundo exterior desvaneciéndose mientras sus cuerpos se unían en una explosión de placer.
—Ahhh... Bautista... —gimió Carlos, sintiendo cómo la intimidad los envolvía.

Bautista, con una sonrisa de satisfacción, se desplomó a su lado, ambos respirando con dificultad, compartiendo el momento más intenso de sus vidas.
—Nunca olvidaré esto —dijo Bautista, mirándolo a los ojos.

—Yo tampoco —respondió Carlos, aún sintiendo la conexión ardiente entre ellos.
Carlos se acomodó a su lado, sintiendo aún la conexión ardiente entre ellos. Sin embargo, Bautista, que todavía estaba envuelto en el éxtasis, no podía contener su deseo. La adrenalina de su primera experiencia lo había dejado hambriento por más.
—No puedo creer lo que acaba de pasar... —murmuró Carlos, todavía con la adrenalina corriendo por sus venas.
Benjamín lo miró con una mezcla de deseo y determinación, su cuerpo vibrando con impaciencia.
—Eso fue solo el comienzo, ¿no crees? Quiero sentirte dentro de mí —dijo, su voz grave y cargada de lujuria.

Carlos sintió que su corazón latía más rápido.
—¿Estás seguro? —preguntó, su voz un susurro lleno de emoción y nerviosismo.

Benjamín, sin dudarlo, se acercó y tomó a Carlos de la muñeca, guiándolo hacia la cama desgastada.
—Por supuesto, no me hagas esperar. Quiero que me hagas sentir todo —declaró, su tono firme, pero con un destello de vulnerabilidad en sus ojos.

Carlos sonrió, sintiendo el deseo crecer en su interior.
—Si es lo que quieres... —dijo, dejando caer su voz en un tono seductor.

Benjamín se recostó, apoyándose sobre los codos, mientras Carlos se posicionaba entre sus piernas. La anticipación llenaba el aire, y Benjamín pudo sentir su cuerpo arder de impaciencia.
—Ve despacio, ¿sí? —pidió Benjamín, su respiración se aceleraba, pero sus ojos estaban llenos de confianza.
—Prometido, solo quiero que disfrutes —respondió Carlos, acariciando el muslo de Benjamín con una mano, haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo.
Carlos comenzó a preparar a Benjamín, con dedos expertos y suaves que exploraban, encontrando la manera de hacerlo sentir bien.
—Eres tan hermoso —susurró Carlos, mientras sus labios se movían por el cuello de Benjamín, dejando un rastro de besos cálidos.

—Dame más... —gimió Benjamín, sintiendo cómo la anticipación crecía dentro de él.
Con cuidado, Carlos continuó, sus dedos sumergiéndose y preparándolo para lo que estaba por venir.
—Voy a hacerte sentir increíble —prometió, con voz profunda, mientras el calor de su cuerpo llenaba la habitación.

Benjamín cerró los ojos, sintiendo cada movimiento de Carlos, cada caricia.
—Estoy listo... —dijo, casi suplicando.

Carlos se alineó con la entrada, sintiendo cómo el pulso de Benjamín latía contra su piel.
—Dímelo si te duele —avisó, su voz suave pero firme.

—Solo hazlo, Carlos —respondió Benjamín, su tono lleno de deseo y una pizca de desesperación.
Poco a poco, Carlos comenzó a entrar, sintiendo la calidez envolvente de Benjamín.
—¡Oh, Dios! —gimió Benjamín, sintiendo una mezcla de placer y un leve dolor mientras Carlos se movía.

—Voy despacio... —dijo Carlos, mientras se detenía un momento para permitir que Benjamín se adaptara a su tamaño.
—No, sigue... quiero más —pidió Benjamín, con una voz cargada de lujuria, su cuerpo reclamando más de Carlos.
Carlos sonrió, encontrando su ritmo.
—Eres tan adictivo —declaró, mientras comenzaba a moverse, sus embestidas suaves al principio, pero con una urgencia creciente.

Benjamín gritó, sintiendo cómo cada embestida hacía eco de un placer desconocido.
—Sí, así... más fuerte —gimió, sus manos aferrándose a la cama mientras sus caderas se encontraban con Carlos.

La habitación resonaba con sus gemidos y los sonidos de sus cuerpos chocando, creando una sinfonía de deseo.
—Dime mi nombre —ordenó Carlos, sintiendo cómo la tensión aumentaba.

—Carlos, ¡sí! ¡Carlos! —gritó, sintiendo la explosión de placer llegar a su punto culminante.
Carlos aumentó la velocidad, golpeando cada rincón de Benjamín, quien se perdía en la sensación, sus gemidos llenando el espacio.
—¡No te detengas, Carlos! ¡No pares! —exclamó, completamente perdido en el momento.

—Voy a hacerte llegar al cielo —declaró Carlos, sintiendo cómo la presión dentro de él aumentaba.
Ambos estaban al borde, sintiendo la oleada de placer que los envolvía.
—¡Estoy cerca! —gritó Benjamín, sintiendo cómo cada embestida lo llevaba más alto.

—Yo también, mi putita... —respondió Carlos, su voz llena de deseo y determinación.
Con un último empujón, ambos alcanzaron el clímax, liberando sus deseos y sus cuerpos temblando bajo el impacto de la oleada de placer.
—¡Dios mío! —gimió Benjamín, sintiendo cómo su cuerpo se estremecía en un éxtasis nunca antes experimentado.

Carlos se desplomó sobre él, ambos exhaustos pero satisfechos, la habitación aún vibrando con el eco de su entrega.
—Eso fue increíble... —dijo Benjamín, todavía tratando de recuperar el aliento.

—Y esto es solo el comienzo —respondió Carlos, sonriendo con picardía mientras sus cuerpos aún se entrelazaban, dejando entrever que la noche apenas comenzaba.

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