Parte 1
Parte 2
Y sin más preámbulos, los dejo con el desenlace de la historia.
Dominación
La puerta se cerró suavemente tras Carla, y Andrés se quedó inmóvil en el comedor, mirando hacia Valeria con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Sabía que algo estaba a punto de suceder, pero no podía predecir hasta qué punto lo pondría en situaciones que ni siquiera él se imaginaba. Valeria lo observaba desde el otro lado de la mesa, una sonrisa peligrosa curvando sus labios.
— Bueno, Andrés, ya que estamos solos… creo que es hora de divertirnos un poco, ¿no te parece? —dijo Valeria, levantándose con una elegancia felina y acercándose lentamente hacia él.
Andrés tragó saliva, sus ojos titubeantes, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. Algo en el ambiente cambió por completo. El poder y la confianza de Valeria se sentían como una ola que lo aplastaba, pero al mismo tiempo lo seducía.
— V-Valeria… —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió colocando un dedo en sus labios.
— Shhh… —Valeria lo miró directamente a los ojos—. Esta noche no soy simplemente Valeria… Esta noche, soy tu dueña. Y tú, Andrés… no eres más que mi perrita.
El rostro de Andrés enrojeció instantáneamente. Cada vez que Valeria le hablaba de esa manera, sentía una mezcla de vergüenza y excitación. Era un cóctel emocional que lo descolocaba, pero que a la vez lo mantenía bajo su control.
— Ahora… —Valeria se apartó lentamente y se sentó en el sillón frente a él, cruzando las piernas—. Quítate la ropa.
Andrés se quedó congelado. La simple orden lo hizo vacilar, pero conocía a Valeria lo suficiente como para saber que no había otra opción. Sin decir una palabra, comenzó a desabrochar los botones de su camisa, con las manos temblorosas y el corazón martillando en su pecho.
Valeria lo observaba con una expresión de deleite. Cada movimiento torpe y tímido de Andrés parecía alimentar su poder sobre él.
— Hazlo más lento… —ordenó ella—. Quiero que me hagas un buen striptease, como una buena chica.
Las palabras hicieron que el rubor en las mejillas de Andrés se profundizara aún más. Avergonzado, intentó obedecer, quitándose la camisa lentamente y dejándola caer al suelo, revelando su cuerpo delgado y lampiño. Valeria lo miraba con ojos intensos, disfrutando cada segundo de su humillación.
— Bien, bien… —dijo ella, mordiéndose ligeramente el labio—. Ahora los pantalones… quiero ver ese culito que tanto me gusta.
Andrés tragó saliva, sintiéndose completamente expuesto mientras desabrochaba sus pantalones. Sabía lo que vendría después, pero no podía evitar el impacto emocional. Bajó los pantalones hasta que quedaron en el suelo, revelando su ropa interior ajustada, resaltando su trasero pequeño y redondeado, algo que Valeria siempre mencionaba con un tono entre burlón y lascivo.
Valeria rió suavemente, disfrutando del espectáculo.
— Muy bien, perrita. Ahora ven aquí… —dijo, haciéndole un gesto con el dedo para que se acercara.
Andrés, completamente sumiso, obedeció. Se acercó a Valeria, sus manos temblando, hasta que estuvo justo frente a ella. Valeria lo miró de arriba abajo, apreciando su trabajo. Luego se levantó y le tomó la barbilla, obligándolo a mirarla a los ojos.
— Esta noche vamos a llevar las cosas a un nuevo nivel… —susurró ella, su voz llena de promesas de dominación absoluta—. Quiero que te pongas algo especial para mí.
Andrés sintió su estómago revolverse de anticipación y vergüenza cuando Valeria lo llevó de la mano hacia el dormitorio. En la cama había una caja que él no había visto antes, una caja que Valeria abrió con una sonrisa maliciosa. De dentro, sacó un disfraz. Era un conjunto de lencería femenina: medias de encaje, un pequeño top ajustado, y una minifalda que apenas cubría algo.
— Ponte esto. —ordenó Valeria, arrojándole la ropa con una mirada desafiante.
Andrés miró el conjunto con los ojos muy abiertos, sintiendo una mezcla de humillación y un deseo oscuro que lo invadía. Sus manos temblaron al coger las prendas, y mientras Valeria lo observaba, comenzó a vestirse, sintiendo cómo la tela suave y femenina lo envolvía.
La risa de Valeria llenó la habitación cuando lo vio completamente vestido.
— Mírate… pareces una verdadera perrita sexy. —dijo ella con una sonrisa ladina—. Ahora ponte de rodillas.
Andrés obedeció, su rostro encendido de vergüenza. La ropa, el ambiente, la mirada de Valeria… todo lo hacía sentir como si estuviera completamente a su merced.
— ¿Sabes? —dijo Valeria mientras tomaba asiento en una silla frente a él—. He estado pensando en cómo hacerte sentir más… adecuada. Creo que ya es hora de que te acostumbres a ser una buena chica, Andrés. Porque eso es lo que eres, ¿no? —Se inclinó hacia él y le susurró—. Una perrita.
Andrés sintió cómo su corazón latía más rápido. Quería esconderse, desaparecer, pero al mismo tiempo, la sumisión que sentía hacia Valeria lo mantenía pegado al suelo, obedeciendo cada una de sus palabras.
Entonces, Valeria sacó algo más de la caja. Era un enorme strapon, imponente y realista, de un tamaño que Andrés nunca había visto antes. Imitaba el miembro de un hombre africano, grande, grueso y amenazante. La sonrisa en los labios de Valeria se amplió mientras lo sostenía en sus manos.
— Mira esto, perrita… —dijo ella, sosteniéndolo frente a Andrés—. Esto es lo que yo llamo un verdadero miembro. Algo que tú nunca podrías tener, ¿verdad?
Andrés abrió los ojos de par en par, sin poder apartar la vista del strapon que Valeria tenía en las manos. Era monstruoso, y la forma en que lo movía frente a él solo aumentaba su sensación de pequeñez.
— ¿Sabes lo que quiero que hagas ahora, verdad? —preguntó Valeria con un tono de autoridad absoluta.
Andrés asintió débilmente, su garganta seca y su rostro completamente enrojecido.
— Bien. Entonces… pónte de rodillas frente a mí, perrita, y haz lo que sabes hacer.
Con una mezcla de humillación y resignación, Andrés se arrodilló frente a Valeria, su rostro completamente sonrojado mientras miraba el enorme juguete frente a él. Valeria lo observaba, disfrutando cada segundo de su poder sobre él.
— Vamos… —susurró Valeria, con un tono firme pero seductor—. Quiero verte chupar esto como una buena chica.
Andrés, sintiendo cómo su mente se nublaba por la mezcla de vergüenza y sumisión, se inclinó lentamente hacia el strapon, sabiendo que no tenía más opción que obedecer. El tamaño descomunal del juguete lo intimidaba, pero sabía que Valeria no aceptaría un no por respuesta. Lentamente, cerró los ojos y comenzó a seguir las órdenes de su dueña.
Valeria lo observaba, una sonrisa victoriosa en sus labios, mientras sentía cómo Andrés caía más profundamente bajo su control.
— Eso es, perrita… así me gusta. Obediente, sumisa… justo como quiero que seas.
— Muy bien, perrita… —susurró Valeria con una voz cargada de promesas oscuras—. Ahora, ponte de cuatro en la cama. Es hora de que te dé lo que mereces.
Andrés tragó saliva y, sin atreverse a mirar atrás, obedeció. Sus manos y rodillas temblaron levemente al apoyarse sobre la suave colcha, su trasero levantado de forma involuntaria y expuesto frente a Valeria. Sabía lo que venía, y la mezcla de miedo, vergüenza y una extraña excitación lo mantenía completamente paralizado.
Valeria, mientras tanto, se colocó detrás de él, observando con deleite su posición vulnerable. Sus ojos recorrieron el pequeño, respingón y perfecto trasero de Andrés, tan suave y blanco que parecía casi diseñado para esta situación. Una oleada de placer oscuro recorrió su cuerpo, y un pensamiento morboso comenzó a formarse en su mente. Este es el poder absoluto, pensó Valeria, mordiéndose el labio con excitación.
— Mira ese culito… —murmuró, casi para sí misma—. Perfecto, rosado… totalmente mío.
Mientras lo observaba, una oleada de orgullo y deseo la inundó. Tener a Andrés así, indefenso y sumiso, listo para ser poseído, despertaba en ella un placer que no se comparaba con nada más. ¿Cómo podría volver atrás después de esto? pensó. Este es mi lugar. Él, mi perrita, aquí… bajo mi control completo.
Con una sonrisa maliciosa, Valeria se inclinó y pasó sus manos firmes por las suaves curvas de las nalgas de Andrés. Sentía su respiración agitarse mientras su piel rosada se estremecía al contacto de sus dedos. Empezó a masajear lentamente, disfrutando de la suavidad bajo sus palmas.
— Qué culito tan tierno… —dijo, dándole una pequeña nalgada que hizo que Andrés se estremeciera y soltara un gemido ahogado.
— V-Valeria… —susurró Andrés, intentando controlar su voz.
— Shhh, perrita… no hables —lo interrumpió ella, sonriendo con picardía—. Solo gime para mí, ¿entendido?
Valeria siguió jugando con él, sus dedos ahora apretando suavemente las nalgas, separándolas para contemplar su premio. Cada vez que sus manos se cerraban con fuerza, Andrés se tensaba más, sus gemidos nerviosos escapando de su garganta. Las nalgadas se hicieron más fuertes, los pellizcos más intensos, todo mientras Valeria reía suavemente, disfrutando del poder que tenía sobre él.
— Me encanta verte así… tan nerviosa y sumisa. —dijo Valeria en tono burlón—. ¿Sabes lo que voy a hacer ahora, perrita?
Andrés tragó saliva, pero no respondió. Sabía lo que se esperaba de él.
— Te voy a tomar —dijo Valeria, riéndose entre dientes—. Te voy a quitar tu virginidad de la forma que nunca imaginaste. Así que prepárate… esto va a doler, pero creo que te encantará.
El corazón de Andrés latía con fuerza en su pecho. La tensión era insoportable, y cuando Valeria finalmente tomó el enorme strapon y lo posicionó justo en la entrada de su trasero, sintió como si el tiempo se detuviera. Valeria, sin dejar de sonreír, acarició suavemente la punta del juguete contra él, jugando con la entrada, presionando levemente.
— Relájate, perrita… —le susurró Valeria—. No te resistas, porque esto es inevitable.
Andrés, incapaz de hablar, solo cerró los ojos con fuerza, intentando relajarse como ella le había ordenado, pero el miedo y la vergüenza lo consumían. La sensación del frío juguete contra su piel era suficiente para hacer que todo su cuerpo se tensara de anticipación.
Y entonces, con un movimiento lento pero decidido, Valeria comenzó a empujar.
El gemido que salió de los labios de Andrés fue involuntario, agudo y cargado de dolor y humillación. El tamaño del strapon era abrumador, demasiado para él, pero Valeria no mostró compasión alguna. Siguió empujando, lenta pero firmemente, mientras observaba cómo el cuerpo de Andrés temblaba bajo ella.
— Eso es… gime para mí. —dijo Valeria, su voz llena de placer mientras empujaba aún más.
Andrés gimió, su cuerpo tratando de adaptarse, pero el dolor era evidente en su voz. Valeria lo tomó de las caderas, y comenzó a moverse de manera más rítmica, entrando y saliendo con fuerza mientras los gemidos de Andrés llenaban la habitación.
— ¡Así! —gritó Valeria, completamente en éxtasis—. ¡Así es como me gusta!
El ritmo se hizo más rápido, más intenso. Valeria estaba completamente entregada al momento, cada empuje llenándola de un placer casi sádico. Andrés, por su parte, no podía hacer nada más que aferrarse a las sábanas, sus gemidos mezclados con jadeos, su cuerpo completamente sometido al control de Valeria.
El poder que sentía Valeria era indescriptible. Cada vez que Andrés gimoteaba o gritaba su nombre, ella se sentía más fuerte, más dominante. Sabía que había llegado al clímax de su control sobre él, y eso la llenaba de una satisfacción oscura y profunda.
— Eres mía, perrita… completamente mía… —le susurraba al oído, jadeando de placer—. ¡Dilo!
Andrés, con la voz rota y entrecortada, solo pudo gemir.
— ¡Dilo! —insistió Valeria, su mano apretando con fuerza una de las nalgas de Andrés.
— S-Soy tuya… —logró decir él, su voz ahogada por la vergüenza.
— ¡Exacto! —Valeria aumentó el ritmo, entrando cada vez más profundo, cada vez más rápido, mientras su respiración se aceleraba y sus ojos se cerraban con la promesa del clímax. Finalmente, soltó un gemido profundo, lleno de satisfacción, mientras sentía cómo el cuerpo de Andrés se rendía completamente ante ella.
El clímax fue explosivo, tanto para Valeria como para Andrés, quien, a pesar del dolor y la humillación, sintió una liberación que lo dejó temblando. Valeria, por su parte, se quedó un momento en esa posición, disfrutando del control absoluto, antes de salir lentamente del cuerpo de Andrés.
Ambos jadeaban, el ambiente cargado de sudor, excitación y sumisión.
Valeria se inclinó hacia adelante y acarició suavemente la espalda de Andrés, susurrándole al oído.
— Lo hiciste muy bien, perrita… —dijo con un tono sorprendentemente tierno—. Nada volverá a ser igual entre nosotros, ¿lo sabes, verdad?
Andrés, agotado y avergonzado, solo asintió débilmente, sin atreverse a decir nada más.
Valeria sonrió y le dio un suave beso en la nuca antes de levantarse.
— Ahora descansa… te lo has ganado.
Con esas palabras, Valeria salió de la habitación, dejándolo solo para asimilar lo que había pasado. Andrés, aún en su posición humillada, cerró los ojos y supo que, en efecto, todo había cambiado para siempre.
__________________________________________
Gracias por haber leído hasta el final, la verdad es que me divertí muchísimo haciendo esto y espero que ustedes tambien se hayan divertido, hasta pronto. 😊
Parte 2
Y sin más preámbulos, los dejo con el desenlace de la historia.
Dominación
La puerta se cerró suavemente tras Carla, y Andrés se quedó inmóvil en el comedor, mirando hacia Valeria con una mezcla de nerviosismo y anticipación. Sabía que algo estaba a punto de suceder, pero no podía predecir hasta qué punto lo pondría en situaciones que ni siquiera él se imaginaba. Valeria lo observaba desde el otro lado de la mesa, una sonrisa peligrosa curvando sus labios.
— Bueno, Andrés, ya que estamos solos… creo que es hora de divertirnos un poco, ¿no te parece? —dijo Valeria, levantándose con una elegancia felina y acercándose lentamente hacia él.
Andrés tragó saliva, sus ojos titubeantes, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. Algo en el ambiente cambió por completo. El poder y la confianza de Valeria se sentían como una ola que lo aplastaba, pero al mismo tiempo lo seducía.
— V-Valeria… —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió colocando un dedo en sus labios.
— Shhh… —Valeria lo miró directamente a los ojos—. Esta noche no soy simplemente Valeria… Esta noche, soy tu dueña. Y tú, Andrés… no eres más que mi perrita.
El rostro de Andrés enrojeció instantáneamente. Cada vez que Valeria le hablaba de esa manera, sentía una mezcla de vergüenza y excitación. Era un cóctel emocional que lo descolocaba, pero que a la vez lo mantenía bajo su control.
— Ahora… —Valeria se apartó lentamente y se sentó en el sillón frente a él, cruzando las piernas—. Quítate la ropa.
Andrés se quedó congelado. La simple orden lo hizo vacilar, pero conocía a Valeria lo suficiente como para saber que no había otra opción. Sin decir una palabra, comenzó a desabrochar los botones de su camisa, con las manos temblorosas y el corazón martillando en su pecho.
Valeria lo observaba con una expresión de deleite. Cada movimiento torpe y tímido de Andrés parecía alimentar su poder sobre él.
— Hazlo más lento… —ordenó ella—. Quiero que me hagas un buen striptease, como una buena chica.
Las palabras hicieron que el rubor en las mejillas de Andrés se profundizara aún más. Avergonzado, intentó obedecer, quitándose la camisa lentamente y dejándola caer al suelo, revelando su cuerpo delgado y lampiño. Valeria lo miraba con ojos intensos, disfrutando cada segundo de su humillación.
— Bien, bien… —dijo ella, mordiéndose ligeramente el labio—. Ahora los pantalones… quiero ver ese culito que tanto me gusta.
Andrés tragó saliva, sintiéndose completamente expuesto mientras desabrochaba sus pantalones. Sabía lo que vendría después, pero no podía evitar el impacto emocional. Bajó los pantalones hasta que quedaron en el suelo, revelando su ropa interior ajustada, resaltando su trasero pequeño y redondeado, algo que Valeria siempre mencionaba con un tono entre burlón y lascivo.
Valeria rió suavemente, disfrutando del espectáculo.
— Muy bien, perrita. Ahora ven aquí… —dijo, haciéndole un gesto con el dedo para que se acercara.
Andrés, completamente sumiso, obedeció. Se acercó a Valeria, sus manos temblando, hasta que estuvo justo frente a ella. Valeria lo miró de arriba abajo, apreciando su trabajo. Luego se levantó y le tomó la barbilla, obligándolo a mirarla a los ojos.
— Esta noche vamos a llevar las cosas a un nuevo nivel… —susurró ella, su voz llena de promesas de dominación absoluta—. Quiero que te pongas algo especial para mí.
Andrés sintió su estómago revolverse de anticipación y vergüenza cuando Valeria lo llevó de la mano hacia el dormitorio. En la cama había una caja que él no había visto antes, una caja que Valeria abrió con una sonrisa maliciosa. De dentro, sacó un disfraz. Era un conjunto de lencería femenina: medias de encaje, un pequeño top ajustado, y una minifalda que apenas cubría algo.
— Ponte esto. —ordenó Valeria, arrojándole la ropa con una mirada desafiante.
Andrés miró el conjunto con los ojos muy abiertos, sintiendo una mezcla de humillación y un deseo oscuro que lo invadía. Sus manos temblaron al coger las prendas, y mientras Valeria lo observaba, comenzó a vestirse, sintiendo cómo la tela suave y femenina lo envolvía.
La risa de Valeria llenó la habitación cuando lo vio completamente vestido.
— Mírate… pareces una verdadera perrita sexy. —dijo ella con una sonrisa ladina—. Ahora ponte de rodillas.
Andrés obedeció, su rostro encendido de vergüenza. La ropa, el ambiente, la mirada de Valeria… todo lo hacía sentir como si estuviera completamente a su merced.
— ¿Sabes? —dijo Valeria mientras tomaba asiento en una silla frente a él—. He estado pensando en cómo hacerte sentir más… adecuada. Creo que ya es hora de que te acostumbres a ser una buena chica, Andrés. Porque eso es lo que eres, ¿no? —Se inclinó hacia él y le susurró—. Una perrita.
Andrés sintió cómo su corazón latía más rápido. Quería esconderse, desaparecer, pero al mismo tiempo, la sumisión que sentía hacia Valeria lo mantenía pegado al suelo, obedeciendo cada una de sus palabras.
Entonces, Valeria sacó algo más de la caja. Era un enorme strapon, imponente y realista, de un tamaño que Andrés nunca había visto antes. Imitaba el miembro de un hombre africano, grande, grueso y amenazante. La sonrisa en los labios de Valeria se amplió mientras lo sostenía en sus manos.
— Mira esto, perrita… —dijo ella, sosteniéndolo frente a Andrés—. Esto es lo que yo llamo un verdadero miembro. Algo que tú nunca podrías tener, ¿verdad?
Andrés abrió los ojos de par en par, sin poder apartar la vista del strapon que Valeria tenía en las manos. Era monstruoso, y la forma en que lo movía frente a él solo aumentaba su sensación de pequeñez.
— ¿Sabes lo que quiero que hagas ahora, verdad? —preguntó Valeria con un tono de autoridad absoluta.
Andrés asintió débilmente, su garganta seca y su rostro completamente enrojecido.
— Bien. Entonces… pónte de rodillas frente a mí, perrita, y haz lo que sabes hacer.
Con una mezcla de humillación y resignación, Andrés se arrodilló frente a Valeria, su rostro completamente sonrojado mientras miraba el enorme juguete frente a él. Valeria lo observaba, disfrutando cada segundo de su poder sobre él.
— Vamos… —susurró Valeria, con un tono firme pero seductor—. Quiero verte chupar esto como una buena chica.
Andrés, sintiendo cómo su mente se nublaba por la mezcla de vergüenza y sumisión, se inclinó lentamente hacia el strapon, sabiendo que no tenía más opción que obedecer. El tamaño descomunal del juguete lo intimidaba, pero sabía que Valeria no aceptaría un no por respuesta. Lentamente, cerró los ojos y comenzó a seguir las órdenes de su dueña.
Valeria lo observaba, una sonrisa victoriosa en sus labios, mientras sentía cómo Andrés caía más profundamente bajo su control.
— Eso es, perrita… así me gusta. Obediente, sumisa… justo como quiero que seas.
— Muy bien, perrita… —susurró Valeria con una voz cargada de promesas oscuras—. Ahora, ponte de cuatro en la cama. Es hora de que te dé lo que mereces.
Andrés tragó saliva y, sin atreverse a mirar atrás, obedeció. Sus manos y rodillas temblaron levemente al apoyarse sobre la suave colcha, su trasero levantado de forma involuntaria y expuesto frente a Valeria. Sabía lo que venía, y la mezcla de miedo, vergüenza y una extraña excitación lo mantenía completamente paralizado.
Valeria, mientras tanto, se colocó detrás de él, observando con deleite su posición vulnerable. Sus ojos recorrieron el pequeño, respingón y perfecto trasero de Andrés, tan suave y blanco que parecía casi diseñado para esta situación. Una oleada de placer oscuro recorrió su cuerpo, y un pensamiento morboso comenzó a formarse en su mente. Este es el poder absoluto, pensó Valeria, mordiéndose el labio con excitación.
— Mira ese culito… —murmuró, casi para sí misma—. Perfecto, rosado… totalmente mío.
Mientras lo observaba, una oleada de orgullo y deseo la inundó. Tener a Andrés así, indefenso y sumiso, listo para ser poseído, despertaba en ella un placer que no se comparaba con nada más. ¿Cómo podría volver atrás después de esto? pensó. Este es mi lugar. Él, mi perrita, aquí… bajo mi control completo.
Con una sonrisa maliciosa, Valeria se inclinó y pasó sus manos firmes por las suaves curvas de las nalgas de Andrés. Sentía su respiración agitarse mientras su piel rosada se estremecía al contacto de sus dedos. Empezó a masajear lentamente, disfrutando de la suavidad bajo sus palmas.
— Qué culito tan tierno… —dijo, dándole una pequeña nalgada que hizo que Andrés se estremeciera y soltara un gemido ahogado.
— V-Valeria… —susurró Andrés, intentando controlar su voz.
— Shhh, perrita… no hables —lo interrumpió ella, sonriendo con picardía—. Solo gime para mí, ¿entendido?
Valeria siguió jugando con él, sus dedos ahora apretando suavemente las nalgas, separándolas para contemplar su premio. Cada vez que sus manos se cerraban con fuerza, Andrés se tensaba más, sus gemidos nerviosos escapando de su garganta. Las nalgadas se hicieron más fuertes, los pellizcos más intensos, todo mientras Valeria reía suavemente, disfrutando del poder que tenía sobre él.
— Me encanta verte así… tan nerviosa y sumisa. —dijo Valeria en tono burlón—. ¿Sabes lo que voy a hacer ahora, perrita?
Andrés tragó saliva, pero no respondió. Sabía lo que se esperaba de él.
— Te voy a tomar —dijo Valeria, riéndose entre dientes—. Te voy a quitar tu virginidad de la forma que nunca imaginaste. Así que prepárate… esto va a doler, pero creo que te encantará.
El corazón de Andrés latía con fuerza en su pecho. La tensión era insoportable, y cuando Valeria finalmente tomó el enorme strapon y lo posicionó justo en la entrada de su trasero, sintió como si el tiempo se detuviera. Valeria, sin dejar de sonreír, acarició suavemente la punta del juguete contra él, jugando con la entrada, presionando levemente.
— Relájate, perrita… —le susurró Valeria—. No te resistas, porque esto es inevitable.
Andrés, incapaz de hablar, solo cerró los ojos con fuerza, intentando relajarse como ella le había ordenado, pero el miedo y la vergüenza lo consumían. La sensación del frío juguete contra su piel era suficiente para hacer que todo su cuerpo se tensara de anticipación.
Y entonces, con un movimiento lento pero decidido, Valeria comenzó a empujar.
El gemido que salió de los labios de Andrés fue involuntario, agudo y cargado de dolor y humillación. El tamaño del strapon era abrumador, demasiado para él, pero Valeria no mostró compasión alguna. Siguió empujando, lenta pero firmemente, mientras observaba cómo el cuerpo de Andrés temblaba bajo ella.
— Eso es… gime para mí. —dijo Valeria, su voz llena de placer mientras empujaba aún más.
Andrés gimió, su cuerpo tratando de adaptarse, pero el dolor era evidente en su voz. Valeria lo tomó de las caderas, y comenzó a moverse de manera más rítmica, entrando y saliendo con fuerza mientras los gemidos de Andrés llenaban la habitación.
— ¡Así! —gritó Valeria, completamente en éxtasis—. ¡Así es como me gusta!
El ritmo se hizo más rápido, más intenso. Valeria estaba completamente entregada al momento, cada empuje llenándola de un placer casi sádico. Andrés, por su parte, no podía hacer nada más que aferrarse a las sábanas, sus gemidos mezclados con jadeos, su cuerpo completamente sometido al control de Valeria.
El poder que sentía Valeria era indescriptible. Cada vez que Andrés gimoteaba o gritaba su nombre, ella se sentía más fuerte, más dominante. Sabía que había llegado al clímax de su control sobre él, y eso la llenaba de una satisfacción oscura y profunda.
— Eres mía, perrita… completamente mía… —le susurraba al oído, jadeando de placer—. ¡Dilo!
Andrés, con la voz rota y entrecortada, solo pudo gemir.
— ¡Dilo! —insistió Valeria, su mano apretando con fuerza una de las nalgas de Andrés.
— S-Soy tuya… —logró decir él, su voz ahogada por la vergüenza.
— ¡Exacto! —Valeria aumentó el ritmo, entrando cada vez más profundo, cada vez más rápido, mientras su respiración se aceleraba y sus ojos se cerraban con la promesa del clímax. Finalmente, soltó un gemido profundo, lleno de satisfacción, mientras sentía cómo el cuerpo de Andrés se rendía completamente ante ella.
El clímax fue explosivo, tanto para Valeria como para Andrés, quien, a pesar del dolor y la humillación, sintió una liberación que lo dejó temblando. Valeria, por su parte, se quedó un momento en esa posición, disfrutando del control absoluto, antes de salir lentamente del cuerpo de Andrés.
Ambos jadeaban, el ambiente cargado de sudor, excitación y sumisión.
Valeria se inclinó hacia adelante y acarició suavemente la espalda de Andrés, susurrándole al oído.
— Lo hiciste muy bien, perrita… —dijo con un tono sorprendentemente tierno—. Nada volverá a ser igual entre nosotros, ¿lo sabes, verdad?
Andrés, agotado y avergonzado, solo asintió débilmente, sin atreverse a decir nada más.
Valeria sonrió y le dio un suave beso en la nuca antes de levantarse.
— Ahora descansa… te lo has ganado.
Con esas palabras, Valeria salió de la habitación, dejándolo solo para asimilar lo que había pasado. Andrés, aún en su posición humillada, cerró los ojos y supo que, en efecto, todo había cambiado para siempre.
__________________________________________
Gracias por haber leído hasta el final, la verdad es que me divertí muchísimo haciendo esto y espero que ustedes tambien se hayan divertido, hasta pronto. 😊
5 comentarios - El novio sumiso [Relato Femdom] Parte 3