Continúan las aventuras de Andres y Valeria, si quieres leer la primera parte de este relato la dejo aquí: Parte 1
Y sin más que decir, los dejo con la segunda parte:
Clientes difíciles
Andrés estaba frente a su computadora, revisando el último correo de uno de sus clientes más complicados: Vanessa. Trabajaba como diseñador gráfico freelance y, aunque disfrutaba del diseño, lidiar con clientes como ella era lo más frustrante de su trabajo. Vanessa, una joven empresaria que había contratado sus servicios en varias ocasiones, era conocida por ser extremadamente exigente y siempre encontraba alguna excusa para pedirle más trabajo sin aumentar el pago.
— Otra vez lo mismo… —murmuró Andrés al leer su mensaje. Esta vez, Vanessa no solo quería cambios en el diseño que le había enviado, sino que también exigía una reunión en persona "para discutir detalles" con ella y su equipo.
Sabía lo que significaba: largas horas de correcciones arbitrarias y comentarios que lo hacían sentir como un novato, a pesar de sus años de experiencia. Pero, como siempre, Andrés no pudo negarse. Algo en su naturaleza sumisa le impedía enfrentarse a clientes como Vanessa. Resignado, se cambió de ropa y salió de su pequeño apartamento rumbo a la oficina de Vanessa.
Al llegar al edificio, la recepcionista lo dirigió directamente a la sala de juntas. Vanessa lo recibió con su sonrisa de siempre, una mezcla de cortesía y superioridad que lo hacía sentir pequeño.
— Hola, Andrés. ¡Qué bueno que llegaste a tiempo! —dijo ella, mientras lo invitaba a pasar con un gesto de la mano—. Mis compañeras ya están esperando para que les muestres el diseño.
Andrés tragó saliva, un poco nervioso. No esperaba que la reunión incluyera a más personas, y mucho menos a tres mujeres más. Todas vestían trajes de oficina ajustados, con tacones altos que resonaban sobre el piso de mármol. Eran más altas que él, imponentes en su presencia, y no tardaron en darle una mirada que lo recorrió de pies a cabeza.
— Aquí está Andrés, nuestro diseñador estrella —dijo Vanessa con un tono que casi parecía una burla.
— Vaya, vaya… Así que tú eres el responsable del diseño. —comentó una de las mujeres, cruzando las piernas mientras lo miraba con una sonrisa divertida—. Me lo imaginaba… más grande.
El comentario hizo que las otras dos soltasen una risita. Andrés sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Sabía que se referían al logo… o al menos eso quería creer. Pero la forma en que lo miraban, casi como si lo estuvieran evaluando, le hacía pensar que había algo más detrás de esas palabras.
Vanessa le indicó que tomara asiento en la cabecera de la mesa, justo enfrente de las cuatro mujeres. Apenas se sentó, se dio cuenta de lo incómoda que era la situación. Su cuerpo pequeño y delgado contrastaba con la postura segura y dominante de ellas. Lo miraban como si fuera un juguete, y él no podía hacer nada más que mantenerse en su lugar.
— A ver, Andrés, ¿nos muestras el diseño? —preguntó Vanessa, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, haciendo que el escote de su blusa llamara más la atención.
Andrés abrió su portátil y empezó a mostrarles el proyecto, explicando los cambios que había hecho. Sin embargo, apenas comenzó a hablar, las interrupciones y los comentarios comenzaron.
— Creo que deberías hacerlo más grande… —dijo una de ellas, mirando el logo en la pantalla—. Pero no solo un poquito, sino mucho más grande. Quiero que se vea imponente.
— Y yo creo que los colores no resaltan lo suficiente… Algo más atrevido, más llamativo. —añadió otra, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.
— Mmm… sí, y también la tipografía. ¿No te parece que podría ser más “firme”? Más robusta. —comentó la tercera, con una sonrisa apenas contenida.
Cada comentario hacía que Andrés se sintiera más pequeño. Trataba de tomar notas mientras asentía, su voz apenas un murmullo de aceptación.
— Sí… claro, puedo hacerlo… más grande… —respondió con timidez, sabiendo que, sin importar lo que dijera, siempre habría más cambios que hacer.
Pero lo peor estaba por venir. En medio de la lluvia de comentarios, Vanessa decidió llevar las cosas un paso más allá. Cerró la tapa de la computadora y se levantó, caminando lentamente alrededor de la mesa hasta colocarse detrás de Andrés.
— Sabes, Andrés… eres un buen diseñador, pero también tienes que aprender a ser un poco más… asertivo. No puedes dejar que la gente se aproveche de ti tan fácilmente. —dijo con una voz suave, casi susurrándole al oído.
Andrés sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Antes de que pudiera reaccionar, Vanessa colocó sus manos en sus hombros y comenzó a masajearlos ligeramente.
— Aunque, claro… nosotras somos un poco difíciles, ¿verdad? —añadió, dirigiéndose a sus compañeras, quienes soltaron una carcajada.
— Sí, pero Andrés parece estar acostumbrado a cumplir con todo lo que le pedimos. Es tan… obediente. —comentó una de ellas, mientras otra sacaba su teléfono y empezaba a tomar fotos discretas del momento.
Vanessa sonrió y le dio un pequeño apretón en el hombro.
— Me pregunto si Andrés tendrá algún límite… o si podríamos pedirle cualquier cosa… —dijo en tono juguetón.
Andrés estaba tan mortificado que apenas podía moverse. El calor en su rostro era insoportable, y no sabía cómo salir de esa situación. Las risitas de las mujeres lo rodeaban, y cada comentario parecía hundirlo más en una mezcla de humillación y vergüenza. Sin embargo, una parte de él, la más sumisa y reprimida, no podía evitar encontrar algo de placer culpable en todo aquello.
La reunión terminó poco después, pero no sin que Vanessa le diera una última “recomendación”.
— Andrés, cariño, recuerda: si sigues siendo tan complaciente, vas a terminar con muchos más clientes como nosotras. —le dijo, mientras las demás reían a carcajadas.
Salió de la oficina sintiéndose más pequeño que nunca. Mientras caminaba de regreso a su apartamento, intentaba sacudirse la sensación de haber sido completamente dominado por esas mujeres. Pero, a pesar de la humillación, una parte de él no podía evitar sonreír en secreto. Había algo en toda esa experiencia que lo dejaba temblando… pero no solo de vergüenza.
La gran sorpresa!
No muy lejos de ahi Valeria, la novia de Andres y Carla, su mejor amiga, encontraban sentadas en una cafetería, riendo entre sorbos de café mientras recordaban los momentos más divertidos. Carla, siempre con una chispa de picardía, se inclinó hacia Valeria con una sonrisa traviesa.
— Oye, Valeria... —dijo, estirando las palabras, mientras removía su café—. La otra vez mencionaste que querías llevar las cosas más lejos con Andrés, pero no me contaste qué tenías en mente. Y, sinceramente, me muero de curiosidad.
Valeria levantó la mirada con una sonrisa cómplice. Carla sabía exactamente cómo tentarla para que soltase sus ideas más atrevidas. Valeria dejó su taza sobre la mesa, apoyando los codos y acercándose para mantener el tono bajo, como si lo que iba a decir fuera un secreto íntimo.
— Bueno, ya sabes que Andrés siempre ha sido... sumiso —comenzó Valeria, con una sonrisa que dejaba entrever un plan—. Pero siento que podemos hacer más. Que yo puedo hacer más.
Carla arqueó una ceja, claramente interesada.
— ¿Más? —preguntó, intentando imaginar qué podría ser más que lo que ya habían hecho—. ¿Cómo qué?
Valeria se recostó en su silla, disfrutando del suspenso antes de soltar la bomba. Sacó su teléfono del bolso y, tras buscar un momento, lo deslizó frente a Carla. Lo que Carla vio la dejó boquiabierta. En la pantalla había un strapon descomunal, increíblemente realista y, lo que más destacaba, de un tamaño considerablemente mayor a lo que Andrés jamás había soñado.
— ¡Dios mío! —exclamó Carla, cubriéndose la boca para no reírse a carcajadas—. ¿Es en serio? ¡Es enorme!
— Lo sé —respondió Valeria con una sonrisa maliciosa—. Y es perfecto para él.
Carla no pudo contener la risa. Sabía que Valeria tenía ideas perversas, pero esto superaba sus expectativas.
— ¡Pobre Andrés! —dijo, recuperándose—. No va a saber dónde meterse cuando vea esto. ¡Le va a explotar la cabeza! —Luego, con una mirada traviesa, agregó—. Y ni hablar de lo que va a pensar cuando vea que es mucho más grande que su… bueno, ya sabes.
Valeria soltó una carcajada, pero no era solo el tamaño lo que le atraía.
— Oh, claro. Ver su cara cuando compare su “equipamiento” con esto va a ser épico —admitió, entre risas—. Pero eso es solo la mitad del plan.
Carla la miró intrigada, preguntándose qué más podría tener en mente Valeria.
— ¿Qué más podría haber? —preguntó Carla, divertida—. ¿No es suficiente con humillarlo solo mostrándoselo?
Valeria sacudió la cabeza, sus ojos brillando con un aire de perversión que Carla no esperaba.
— Carla, lo quiero ver en cuatro, temblando, chillando bajo mi control. Quiero que sienta cada segundo de esto —dijo Valeria, su voz cargada de malicia—. Lo voy a hacer mío, literalmente.
Carla se llevó una mano a la boca, sorprendida y emocionada al mismo tiempo.
— ¡¿En serio?! —dijo, apenas conteniendo una carcajada—. ¡Eso va a ser brutal! ¡Lo vas a destrozar!
— Ese es el plan —respondió Valeria, ampliando la imagen del strapon en su teléfono—. No solo va a ser una humillación para él. Quiero que sienta cada centímetro. Quiero verlo perder el control, completamente a mi merced, con ese monstruo detrás de él. Lo que más disfruto es su cara cuando no sabe si está excitado o aterrorizado.
Carla, aún riéndose, no podía evitar imaginar la escena.
— Dios, Valeria, esto es lo más gracioso y morboso que he escuchado —dijo Carla—. Me puedo imaginar a Andrés en esa posición, completamente sometido. ¡Va a ser épico!
— Y lo mejor de todo —añadió Valeria, bajando la voz aún más, como si le estuviera revelando un secreto íntimo—, es que lo voy a hacer rogar. No va a tener más opción que obedecer. Él sabe que no puede competir con esto —dijo, señalando el strapon—, y eso lo va a destrozar tanto por dentro como por fuera.
Carla dejó escapar una risa nerviosa, incapaz de imaginar hasta dónde llegaría Valeria con este plan. Pero una cosa estaba clara: el poder y la dominación eran lo que más la excitaba. Y ver a Andrés, un hombre ya de por sí inseguro, enfrentándose a algo que lo superaba tanto física como psicológicamente, era justo lo que Valeria quería.
— ¡Cómpralo ya! —dijo Carla, incapaz de contener la emoción—. Esto va a ser increíble. No puedo esperar a ver cómo lo haces sufrir.
Valeria sonrió con satisfacción mientras finalizaba la compra en su móvil.
— Será inolvidable —dijo con un brillo en los ojos, ya visualizando la escena en su cabeza.
Ambas amigas se rieron cómplices, sabiendo que lo que estaba por venir no sería solo un juego más con Andrés. Sería un paso más allá, una lección de sumisión que él jamás olvidaría. Y lo mejor de todo, es que ellas dos estarían ahí para disfrutar cada segundo de su vergüenza y dolor.
Una Cena para Tres
Andrés había llegado a casa después de la humillante reunión con sus clientas. Aún podía sentir el peso de las risitas y los comentarios que lo habían hecho sentir más pequeño de lo habitual. Se dejó caer en su silla frente al ordenador y comenzó a trabajar en las interminables correcciones que Vanessa y las demás le habían exigido.
— Más grande… más atrevido… más robusto… —murmuraba Andrés para sí mismo, repitiendo las palabras que sus clientas habían usado para destrozar su trabajo.
Pero antes de que pudiera sumergirse por completo en los cambios, escuchó el sonido de la puerta. Era Valeria. Andrés miró el reloj: no esperaba que llegara tan temprano, pero de alguna manera, su presencia le trajo una mezcla de alivio y ansiedad. Sin embargo, antes de que pudiera levantarse a saludarla, escuchó otra voz: Carla.
— ¡Hola, Andrés! —dijo Carla con un tono despreocupado, pero con un brillo de travesura en los ojos. Andrés no se lo esperaba. Siempre que venía Carla, algo en el ambiente cambiaba.
Andrés tragó saliva. No sabía que Carla sabía sobre sus juegos con Valeria. Valeria nunca lo había mencionado, o al menos eso creía. Pero desde que había notado que Carla lo trataba de manera diferente, su inseguridad había crecido. Aún así, trató de mantener la compostura.
— H-Hola, chicas… —respondió Andrés, nervioso—. No sabía que venías, Carla.
— Ya ves, sorpresa. —dijo Carla mientras dejaba su bolso en el sillón y se sacaba los tacones con un gesto relajado—. Valeria y yo necesitábamos charlar… pero pensé que sería divertido cenar aquí.
Andrés notó que Valeria y Carla intercambiaron una mirada cómplice. Algo en esa conexión lo puso aún más nervioso. Lo que no sabía era que, dentro del bolso que Carla había dejado en el sillón, se encontraba el nuevo y amenazante strapon que habían comprado juntas. Un juguete que Andrés aún no podía ni imaginarse.
Valeria, con su actitud dominante habitual, se sentó en el sofá, cruzando las piernas de manera casual, mientras Carla encendía un cigarrillo y se dejaba caer en el sillón opuesto.
— Oye, Andrés, ya que estás aquí, ¿por qué no nos preparas algo para cenar? —dijo Valeria con una sonrisa que no dejaba lugar a la discusión—. Nosotras vamos a relajarnos un poco mientras tanto.
Andrés no pudo negarse. Sabía que cuando Valeria usaba ese tono, simplemente no podía decir que no. Asintió y se dirigió a la cocina sin decir una palabra, sintiendo cómo las miradas de ambas lo seguían mientras se retiraba.
— Seguro solo quieren hablar entre ellas… —pensó Andrés, intentando convencerse a sí mismo de que no había nada raro.
Desde la cocina, mientras sacaba los ingredientes para preparar algo rápido, escuchaba la conversación entre Valeria y Carla. Las dos mujeres hablaban en voz alta, sin preocuparse en lo más mínimo por mantener la discreción. Carla, fumando y bebiendo vino, comenzó a relatar detalles íntimos de su nueva aventura amorosa.
— Te juro, Valeria, no te imaginas lo que es estar con alguien así. Alto, fuerte… y tan bien dotado… —Carla enfatizó las últimas palabras mientras miraba hacia la cocina con una sonrisa maliciosa.
Andrés sintió un escalofrío. Sabía que esas palabras no estaban dirigidas solo a Valeria. Sabía que Carla lo estaba haciendo a propósito, para que él las escuchara. Tragó saliva y trató de concentrarse en cortar las verduras, pero sus manos temblaban levemente.
— Y es que, claro, después de estar con alguien así… —continuó Carla, exhalando el humo del cigarrillo lentamente—. Todo lo demás parece tan… insignificante. —Rió mientras Valeria soltaba una carcajada y daba un sorbo a su copa.
Andrés podía sentir el calor en sus mejillas, y una mezcla de vergüenza y mortificación se apoderó de él. No podía evitar compararse, y sabía perfectamente en qué posición quedaba en esa comparación. Las risas de ambas mujeres desde la sala no hacían más que acentuar ese sentimiento.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, la cena estuvo lista. Andrés preparó la mesa con cuidado, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Cuando terminó, llamó tímidamente a las chicas.
— La cena está lista… —dijo desde la puerta de la cocina.
Valeria y Carla se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la mesa con total tranquilidad. Tomaron asiento y comenzaron a servir los platos, mientras Andrés las miraba desde su lugar, sintiéndose completamente fuera de lugar. Durante la cena, la conversación continuó con el mismo tono de complicidad y provocación.
— Oye, Valeria, ¿y cómo va lo de Andrés? —preguntó Carla de repente, con una sonrisa pícara—. ¿Te ha dado tantos problemas como los clientes que mencionabas antes?
Andrés, que había estado llevando la bandeja con más pan, casi la deja caer al escuchar su nombre. Se quedó paralizado por un segundo, pero rápidamente intentó retomar la compostura.
Valeria rió suavemente y miró a Andrés, que apenas podía levantar la cabeza.
— Oh, Andrés es muy… obediente. —dijo Valeria, saboreando la palabra mientras Andrés sentía cómo la vergüenza lo invadía de nuevo—. No hay queja con él. Hace todo lo que le pido, ¿verdad, cariño?
Andrés asintió, incapaz de responder con palabras, sintiéndose más pequeño con cada comentario.
Carla sonrió ampliamente, casi como si estuviera disfrutando del espectáculo. Dio un último sorbo a su vino y luego se levantó, recogiendo sus cosas.
— Bueno, creo que es hora de que me retire. —dijo Carla, lanzando una mirada rápida a Valeria—. Espero que te diviertas con lo que tienes planeado para esta noche… —murmuró, inclinándose hacia Valeria para susurrarle al oído—. ¡Suerte con el nuevo juguete!
Andrés, aunque no pudo escuchar las palabras exactas, notó el susurro y la sonrisa en los labios de Carla antes de que se marchara. Algo estaba definitivamente pasando, y lo que fuera que estuviera planeando Valeria no presagiaba nada bueno para él.
Cuando la puerta se cerró tras Carla, Valeria se giró hacia Andrés, su sonrisa aún más peligrosa que antes.
— Ven aquí, Andrés… tenemos algo especial que hacer esta noche.
Andrés tragó saliva y sintió un nudo en el estómago. Lo que fuera que Valeria tuviera planeado, sabía que esa noche iba a ser inolvidable… y no precisamente en el mejor de los sentidos.
Continuará...
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Una vez más gracias por leer, si les gustó reaccionen, comenten, mándan mensajes directos, todo eso me hace muy feliz y me motiva a seguir creando relatos :3
Actualización: link a la parte 3
Y sin más que decir, los dejo con la segunda parte:
Clientes difíciles
Andrés estaba frente a su computadora, revisando el último correo de uno de sus clientes más complicados: Vanessa. Trabajaba como diseñador gráfico freelance y, aunque disfrutaba del diseño, lidiar con clientes como ella era lo más frustrante de su trabajo. Vanessa, una joven empresaria que había contratado sus servicios en varias ocasiones, era conocida por ser extremadamente exigente y siempre encontraba alguna excusa para pedirle más trabajo sin aumentar el pago.
— Otra vez lo mismo… —murmuró Andrés al leer su mensaje. Esta vez, Vanessa no solo quería cambios en el diseño que le había enviado, sino que también exigía una reunión en persona "para discutir detalles" con ella y su equipo.
Sabía lo que significaba: largas horas de correcciones arbitrarias y comentarios que lo hacían sentir como un novato, a pesar de sus años de experiencia. Pero, como siempre, Andrés no pudo negarse. Algo en su naturaleza sumisa le impedía enfrentarse a clientes como Vanessa. Resignado, se cambió de ropa y salió de su pequeño apartamento rumbo a la oficina de Vanessa.
Al llegar al edificio, la recepcionista lo dirigió directamente a la sala de juntas. Vanessa lo recibió con su sonrisa de siempre, una mezcla de cortesía y superioridad que lo hacía sentir pequeño.
— Hola, Andrés. ¡Qué bueno que llegaste a tiempo! —dijo ella, mientras lo invitaba a pasar con un gesto de la mano—. Mis compañeras ya están esperando para que les muestres el diseño.
Andrés tragó saliva, un poco nervioso. No esperaba que la reunión incluyera a más personas, y mucho menos a tres mujeres más. Todas vestían trajes de oficina ajustados, con tacones altos que resonaban sobre el piso de mármol. Eran más altas que él, imponentes en su presencia, y no tardaron en darle una mirada que lo recorrió de pies a cabeza.
— Aquí está Andrés, nuestro diseñador estrella —dijo Vanessa con un tono que casi parecía una burla.
— Vaya, vaya… Así que tú eres el responsable del diseño. —comentó una de las mujeres, cruzando las piernas mientras lo miraba con una sonrisa divertida—. Me lo imaginaba… más grande.
El comentario hizo que las otras dos soltasen una risita. Andrés sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Sabía que se referían al logo… o al menos eso quería creer. Pero la forma en que lo miraban, casi como si lo estuvieran evaluando, le hacía pensar que había algo más detrás de esas palabras.
Vanessa le indicó que tomara asiento en la cabecera de la mesa, justo enfrente de las cuatro mujeres. Apenas se sentó, se dio cuenta de lo incómoda que era la situación. Su cuerpo pequeño y delgado contrastaba con la postura segura y dominante de ellas. Lo miraban como si fuera un juguete, y él no podía hacer nada más que mantenerse en su lugar.
— A ver, Andrés, ¿nos muestras el diseño? —preguntó Vanessa, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, haciendo que el escote de su blusa llamara más la atención.
Andrés abrió su portátil y empezó a mostrarles el proyecto, explicando los cambios que había hecho. Sin embargo, apenas comenzó a hablar, las interrupciones y los comentarios comenzaron.
— Creo que deberías hacerlo más grande… —dijo una de ellas, mirando el logo en la pantalla—. Pero no solo un poquito, sino mucho más grande. Quiero que se vea imponente.
— Y yo creo que los colores no resaltan lo suficiente… Algo más atrevido, más llamativo. —añadió otra, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.
— Mmm… sí, y también la tipografía. ¿No te parece que podría ser más “firme”? Más robusta. —comentó la tercera, con una sonrisa apenas contenida.
Cada comentario hacía que Andrés se sintiera más pequeño. Trataba de tomar notas mientras asentía, su voz apenas un murmullo de aceptación.
— Sí… claro, puedo hacerlo… más grande… —respondió con timidez, sabiendo que, sin importar lo que dijera, siempre habría más cambios que hacer.
Pero lo peor estaba por venir. En medio de la lluvia de comentarios, Vanessa decidió llevar las cosas un paso más allá. Cerró la tapa de la computadora y se levantó, caminando lentamente alrededor de la mesa hasta colocarse detrás de Andrés.
— Sabes, Andrés… eres un buen diseñador, pero también tienes que aprender a ser un poco más… asertivo. No puedes dejar que la gente se aproveche de ti tan fácilmente. —dijo con una voz suave, casi susurrándole al oído.
Andrés sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Antes de que pudiera reaccionar, Vanessa colocó sus manos en sus hombros y comenzó a masajearlos ligeramente.
— Aunque, claro… nosotras somos un poco difíciles, ¿verdad? —añadió, dirigiéndose a sus compañeras, quienes soltaron una carcajada.
— Sí, pero Andrés parece estar acostumbrado a cumplir con todo lo que le pedimos. Es tan… obediente. —comentó una de ellas, mientras otra sacaba su teléfono y empezaba a tomar fotos discretas del momento.
Vanessa sonrió y le dio un pequeño apretón en el hombro.
— Me pregunto si Andrés tendrá algún límite… o si podríamos pedirle cualquier cosa… —dijo en tono juguetón.
Andrés estaba tan mortificado que apenas podía moverse. El calor en su rostro era insoportable, y no sabía cómo salir de esa situación. Las risitas de las mujeres lo rodeaban, y cada comentario parecía hundirlo más en una mezcla de humillación y vergüenza. Sin embargo, una parte de él, la más sumisa y reprimida, no podía evitar encontrar algo de placer culpable en todo aquello.
La reunión terminó poco después, pero no sin que Vanessa le diera una última “recomendación”.
— Andrés, cariño, recuerda: si sigues siendo tan complaciente, vas a terminar con muchos más clientes como nosotras. —le dijo, mientras las demás reían a carcajadas.
Salió de la oficina sintiéndose más pequeño que nunca. Mientras caminaba de regreso a su apartamento, intentaba sacudirse la sensación de haber sido completamente dominado por esas mujeres. Pero, a pesar de la humillación, una parte de él no podía evitar sonreír en secreto. Había algo en toda esa experiencia que lo dejaba temblando… pero no solo de vergüenza.
La gran sorpresa!
No muy lejos de ahi Valeria, la novia de Andres y Carla, su mejor amiga, encontraban sentadas en una cafetería, riendo entre sorbos de café mientras recordaban los momentos más divertidos. Carla, siempre con una chispa de picardía, se inclinó hacia Valeria con una sonrisa traviesa.
— Oye, Valeria... —dijo, estirando las palabras, mientras removía su café—. La otra vez mencionaste que querías llevar las cosas más lejos con Andrés, pero no me contaste qué tenías en mente. Y, sinceramente, me muero de curiosidad.
Valeria levantó la mirada con una sonrisa cómplice. Carla sabía exactamente cómo tentarla para que soltase sus ideas más atrevidas. Valeria dejó su taza sobre la mesa, apoyando los codos y acercándose para mantener el tono bajo, como si lo que iba a decir fuera un secreto íntimo.
— Bueno, ya sabes que Andrés siempre ha sido... sumiso —comenzó Valeria, con una sonrisa que dejaba entrever un plan—. Pero siento que podemos hacer más. Que yo puedo hacer más.
Carla arqueó una ceja, claramente interesada.
— ¿Más? —preguntó, intentando imaginar qué podría ser más que lo que ya habían hecho—. ¿Cómo qué?
Valeria se recostó en su silla, disfrutando del suspenso antes de soltar la bomba. Sacó su teléfono del bolso y, tras buscar un momento, lo deslizó frente a Carla. Lo que Carla vio la dejó boquiabierta. En la pantalla había un strapon descomunal, increíblemente realista y, lo que más destacaba, de un tamaño considerablemente mayor a lo que Andrés jamás había soñado.
— ¡Dios mío! —exclamó Carla, cubriéndose la boca para no reírse a carcajadas—. ¿Es en serio? ¡Es enorme!
— Lo sé —respondió Valeria con una sonrisa maliciosa—. Y es perfecto para él.
Carla no pudo contener la risa. Sabía que Valeria tenía ideas perversas, pero esto superaba sus expectativas.
— ¡Pobre Andrés! —dijo, recuperándose—. No va a saber dónde meterse cuando vea esto. ¡Le va a explotar la cabeza! —Luego, con una mirada traviesa, agregó—. Y ni hablar de lo que va a pensar cuando vea que es mucho más grande que su… bueno, ya sabes.
Valeria soltó una carcajada, pero no era solo el tamaño lo que le atraía.
— Oh, claro. Ver su cara cuando compare su “equipamiento” con esto va a ser épico —admitió, entre risas—. Pero eso es solo la mitad del plan.
Carla la miró intrigada, preguntándose qué más podría tener en mente Valeria.
— ¿Qué más podría haber? —preguntó Carla, divertida—. ¿No es suficiente con humillarlo solo mostrándoselo?
Valeria sacudió la cabeza, sus ojos brillando con un aire de perversión que Carla no esperaba.
— Carla, lo quiero ver en cuatro, temblando, chillando bajo mi control. Quiero que sienta cada segundo de esto —dijo Valeria, su voz cargada de malicia—. Lo voy a hacer mío, literalmente.
Carla se llevó una mano a la boca, sorprendida y emocionada al mismo tiempo.
— ¡¿En serio?! —dijo, apenas conteniendo una carcajada—. ¡Eso va a ser brutal! ¡Lo vas a destrozar!
— Ese es el plan —respondió Valeria, ampliando la imagen del strapon en su teléfono—. No solo va a ser una humillación para él. Quiero que sienta cada centímetro. Quiero verlo perder el control, completamente a mi merced, con ese monstruo detrás de él. Lo que más disfruto es su cara cuando no sabe si está excitado o aterrorizado.
Carla, aún riéndose, no podía evitar imaginar la escena.
— Dios, Valeria, esto es lo más gracioso y morboso que he escuchado —dijo Carla—. Me puedo imaginar a Andrés en esa posición, completamente sometido. ¡Va a ser épico!
— Y lo mejor de todo —añadió Valeria, bajando la voz aún más, como si le estuviera revelando un secreto íntimo—, es que lo voy a hacer rogar. No va a tener más opción que obedecer. Él sabe que no puede competir con esto —dijo, señalando el strapon—, y eso lo va a destrozar tanto por dentro como por fuera.
Carla dejó escapar una risa nerviosa, incapaz de imaginar hasta dónde llegaría Valeria con este plan. Pero una cosa estaba clara: el poder y la dominación eran lo que más la excitaba. Y ver a Andrés, un hombre ya de por sí inseguro, enfrentándose a algo que lo superaba tanto física como psicológicamente, era justo lo que Valeria quería.
— ¡Cómpralo ya! —dijo Carla, incapaz de contener la emoción—. Esto va a ser increíble. No puedo esperar a ver cómo lo haces sufrir.
Valeria sonrió con satisfacción mientras finalizaba la compra en su móvil.
— Será inolvidable —dijo con un brillo en los ojos, ya visualizando la escena en su cabeza.
Ambas amigas se rieron cómplices, sabiendo que lo que estaba por venir no sería solo un juego más con Andrés. Sería un paso más allá, una lección de sumisión que él jamás olvidaría. Y lo mejor de todo, es que ellas dos estarían ahí para disfrutar cada segundo de su vergüenza y dolor.
Una Cena para Tres
Andrés había llegado a casa después de la humillante reunión con sus clientas. Aún podía sentir el peso de las risitas y los comentarios que lo habían hecho sentir más pequeño de lo habitual. Se dejó caer en su silla frente al ordenador y comenzó a trabajar en las interminables correcciones que Vanessa y las demás le habían exigido.
— Más grande… más atrevido… más robusto… —murmuraba Andrés para sí mismo, repitiendo las palabras que sus clientas habían usado para destrozar su trabajo.
Pero antes de que pudiera sumergirse por completo en los cambios, escuchó el sonido de la puerta. Era Valeria. Andrés miró el reloj: no esperaba que llegara tan temprano, pero de alguna manera, su presencia le trajo una mezcla de alivio y ansiedad. Sin embargo, antes de que pudiera levantarse a saludarla, escuchó otra voz: Carla.
— ¡Hola, Andrés! —dijo Carla con un tono despreocupado, pero con un brillo de travesura en los ojos. Andrés no se lo esperaba. Siempre que venía Carla, algo en el ambiente cambiaba.
Andrés tragó saliva. No sabía que Carla sabía sobre sus juegos con Valeria. Valeria nunca lo había mencionado, o al menos eso creía. Pero desde que había notado que Carla lo trataba de manera diferente, su inseguridad había crecido. Aún así, trató de mantener la compostura.
— H-Hola, chicas… —respondió Andrés, nervioso—. No sabía que venías, Carla.
— Ya ves, sorpresa. —dijo Carla mientras dejaba su bolso en el sillón y se sacaba los tacones con un gesto relajado—. Valeria y yo necesitábamos charlar… pero pensé que sería divertido cenar aquí.
Andrés notó que Valeria y Carla intercambiaron una mirada cómplice. Algo en esa conexión lo puso aún más nervioso. Lo que no sabía era que, dentro del bolso que Carla había dejado en el sillón, se encontraba el nuevo y amenazante strapon que habían comprado juntas. Un juguete que Andrés aún no podía ni imaginarse.
Valeria, con su actitud dominante habitual, se sentó en el sofá, cruzando las piernas de manera casual, mientras Carla encendía un cigarrillo y se dejaba caer en el sillón opuesto.
— Oye, Andrés, ya que estás aquí, ¿por qué no nos preparas algo para cenar? —dijo Valeria con una sonrisa que no dejaba lugar a la discusión—. Nosotras vamos a relajarnos un poco mientras tanto.
Andrés no pudo negarse. Sabía que cuando Valeria usaba ese tono, simplemente no podía decir que no. Asintió y se dirigió a la cocina sin decir una palabra, sintiendo cómo las miradas de ambas lo seguían mientras se retiraba.
— Seguro solo quieren hablar entre ellas… —pensó Andrés, intentando convencerse a sí mismo de que no había nada raro.
Desde la cocina, mientras sacaba los ingredientes para preparar algo rápido, escuchaba la conversación entre Valeria y Carla. Las dos mujeres hablaban en voz alta, sin preocuparse en lo más mínimo por mantener la discreción. Carla, fumando y bebiendo vino, comenzó a relatar detalles íntimos de su nueva aventura amorosa.
— Te juro, Valeria, no te imaginas lo que es estar con alguien así. Alto, fuerte… y tan bien dotado… —Carla enfatizó las últimas palabras mientras miraba hacia la cocina con una sonrisa maliciosa.
Andrés sintió un escalofrío. Sabía que esas palabras no estaban dirigidas solo a Valeria. Sabía que Carla lo estaba haciendo a propósito, para que él las escuchara. Tragó saliva y trató de concentrarse en cortar las verduras, pero sus manos temblaban levemente.
— Y es que, claro, después de estar con alguien así… —continuó Carla, exhalando el humo del cigarrillo lentamente—. Todo lo demás parece tan… insignificante. —Rió mientras Valeria soltaba una carcajada y daba un sorbo a su copa.
Andrés podía sentir el calor en sus mejillas, y una mezcla de vergüenza y mortificación se apoderó de él. No podía evitar compararse, y sabía perfectamente en qué posición quedaba en esa comparación. Las risas de ambas mujeres desde la sala no hacían más que acentuar ese sentimiento.
Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, la cena estuvo lista. Andrés preparó la mesa con cuidado, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Cuando terminó, llamó tímidamente a las chicas.
— La cena está lista… —dijo desde la puerta de la cocina.
Valeria y Carla se levantaron de sus asientos y se dirigieron a la mesa con total tranquilidad. Tomaron asiento y comenzaron a servir los platos, mientras Andrés las miraba desde su lugar, sintiéndose completamente fuera de lugar. Durante la cena, la conversación continuó con el mismo tono de complicidad y provocación.
— Oye, Valeria, ¿y cómo va lo de Andrés? —preguntó Carla de repente, con una sonrisa pícara—. ¿Te ha dado tantos problemas como los clientes que mencionabas antes?
Andrés, que había estado llevando la bandeja con más pan, casi la deja caer al escuchar su nombre. Se quedó paralizado por un segundo, pero rápidamente intentó retomar la compostura.
Valeria rió suavemente y miró a Andrés, que apenas podía levantar la cabeza.
— Oh, Andrés es muy… obediente. —dijo Valeria, saboreando la palabra mientras Andrés sentía cómo la vergüenza lo invadía de nuevo—. No hay queja con él. Hace todo lo que le pido, ¿verdad, cariño?
Andrés asintió, incapaz de responder con palabras, sintiéndose más pequeño con cada comentario.
Carla sonrió ampliamente, casi como si estuviera disfrutando del espectáculo. Dio un último sorbo a su vino y luego se levantó, recogiendo sus cosas.
— Bueno, creo que es hora de que me retire. —dijo Carla, lanzando una mirada rápida a Valeria—. Espero que te diviertas con lo que tienes planeado para esta noche… —murmuró, inclinándose hacia Valeria para susurrarle al oído—. ¡Suerte con el nuevo juguete!
Andrés, aunque no pudo escuchar las palabras exactas, notó el susurro y la sonrisa en los labios de Carla antes de que se marchara. Algo estaba definitivamente pasando, y lo que fuera que estuviera planeando Valeria no presagiaba nada bueno para él.
Cuando la puerta se cerró tras Carla, Valeria se giró hacia Andrés, su sonrisa aún más peligrosa que antes.
— Ven aquí, Andrés… tenemos algo especial que hacer esta noche.
Andrés tragó saliva y sintió un nudo en el estómago. Lo que fuera que Valeria tuviera planeado, sabía que esa noche iba a ser inolvidable… y no precisamente en el mejor de los sentidos.
Continuará...
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Una vez más gracias por leer, si les gustó reaccionen, comenten, mándan mensajes directos, todo eso me hace muy feliz y me motiva a seguir creando relatos :3
Actualización: link a la parte 3
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