Hola a todos, hace algun tiempo hago post de imagenes con esta cuenta pero he decidido expandir mis horizontes e intentar expresarme escribiendo relatos basados en mis fantasias y experiencias personales, los cuales espero puedan ser del agrado de algunos de ustedes 🥺
La Pareja
Andrés. A sus 20 años, medía poco más de metro sesenta, tenía el cuerpo de un adolescente despistado y una piel más suave que cualquier crema hidratante podría prometer. Con su cabello liso y su rostro aniñado, su presencia delicada no desentonaba en su trabajo como diseñador gráfico freelance, donde pasaba horas delante de la computadora afinando logos y ajustando colores. Andrés no imponía respeto, ni en su vida profesional ni en la personal. Y eso, la verdad, no le molestaba en lo más mínimo. Lo suyo era acomodarse.
Valeria, por el contrario, era de otro mundo. Alta, atlética y con una energía que podría mover masas, ella era instructora de gimnasia. No es que fuera un monstruo de músculos, no; su físico era más bien el de una atleta de élite: tonificada, con piernas largas y definidas, y una postura que gritaba confianza. Cuando Valeria entraba a una habitación, la gente se giraba, no solo por su belleza, sino por la fuerza que irradiaba sin esfuerzo alguno.
Se conocieron en un gimnasio, claro. Andrés había decidido que era hora de "ponerse en forma", lo que en su caso significaba intentar hacer algo más que caminar al refrigerador. Después de pasar unos 10 minutos dando vueltas sin saber qué máquina usar, terminó en la sección de pesas, cargando un par de mancuernas que parecían más pesadas de lo que debería admitir.
Valeria lo vio desde la distancia, levantando apenas cinco kilos como si fueran ladrillos de plomo. Algo en él le llamó la atención. Quizás era su torpeza encantadora, o tal vez —y más probablemente—, su trasero. Era ridículo, casi injusto, que un chico tan delgado tuviera un trasero tan perfectamente redondo y respingón. Valeria no pudo evitar sonreír.
—Te vas a romper, chico —le dijo cuando se acercó, quitándole las pesas de las manos sin siquiera esforzarse.
A partir de ahí, las cosas entre ellos se fueron dando con una naturalidad absurda. Valeria, con su energía dominante, decidió que iba a entrenarlo, a convertirlo en algo más que un diseñador gráfico con un culo que envidiaría cualquier chica de Instagram. Pero lo que empezó como una dinámica de gimnasio pronto se convirtió en algo más. Las miradas de Valeria hacia Andrés, especialmente hacia su parte trasera, se fueron volviendo más obvias. A él no le molestaba; de hecho, le gustaba. Y, sin darse cuenta, pasaron de entrenar juntos a salir juntos, y luego a vivir una relación que desafiaba toda lógica externa.
En su vida de pareja, la dinámica era clara: Valeria era la que tomaba todas las decisiones. Y Andrés, con su naturaleza dócil, lo aceptaba con gusto. Donde comer, qué hacer los fines de semana, incluso qué ropa ponerse... todo lo decidía Valeria. Pero lo que más la fascinaba —y no se cansaba de repetirlo— era su "culito".
—¿Sabes que es lo mejor de ti? —le decía Valeria entre risas, mientras lo abrazaba por la cintura desde atrás—. No son tus ojos, no es tu sonrisa. Es esto —y le daba un cariñoso apretón—. Es como el trasero perfecto que nunca tuve.
Andrés, aunque un poco avergonzado al principio, había aprendido a disfrutar de esos comentarios. En el fondo, sabía que aunque la relación entre ellos pareciera extraña para los demás, funcionaba. Se complementaban, a su manera. Él, con su suavidad, era el equilibrio perfecto para la fuerza y el carácter arrollador de Valeria. Y ella, con su energía intensa, encontraba en él un respiro, un refugio... y, claro, un trasero que siempre le sacaba una sonrisa.
Una tarde, Valeria llegó a casa antes de lo habitual. Normalmente, su rutina en el gimnasio le ocupaba hasta la noche, pero ese día había decidido saltarse el entrenamiento. Andrés, absorto en su propio mundo, no escuchó la puerta. Estaba en la habitación, con la puerta entreabierta, ajeno a todo, concentrado en lo que para él era su pequeño secreto.
Valeria pasó por el pasillo sin hacer ruido, cuando algo la hizo detenerse en seco. Allí estaba él, en medio de la habitación, de espaldas, con una prenda que no tenía nada que ver con su habitual ropa. Andrés se había puesto un par de braguitas rosas. Las ajustaba suavemente sobre sus caderas, las miraba en el espejo y daba unos giros torpes para ver cómo se le veía ese "culito" que Valeria tanto amaba.
Lo que vio la dejó atónita, pero no como esperaba. Sí, su primera reacción fue de confusión, como si su cerebro tardara unos segundos en procesar lo que estaba viendo. Pero, poco a poco, esa confusión dio paso a otra cosa. Sentía un cosquilleo en el estómago, algo que jamás habría imaginado. Andrés, con esas braguitas de encaje que apenas cubrían su trasero perfecto, le parecía... ¿sexy?
Sin hacer ruido, se retiró antes de que él se diera cuenta. Cerró la puerta de la casa con más fuerza de la habitual para que Andrés pensara que recién llegaba. Todo el camino hasta la cocina se lo pasó pensando en lo que acababa de ver. "¿Qué demonios fue eso? ¿Por qué me gustó tanto?", se preguntaba a sí misma, sintiendo cómo una sonrisa casi traviesa se dibujaba en su rostro.
La confusión fue creciendo en su cabeza durante los días siguientes. No podía quitárselo de la mente. Cada vez que miraba a Andrés, solo podía pensar en cómo se veía con esas braguitas, en cómo su trasero lucía tan perfecto y redondeado en esa prenda femenina. "No puede ser que esto me guste tanto", pensaba, intentando ignorar las imágenes que la hacían sonrojar. Pero la verdad era que no podía escapar de ello. Cada vez que lo veía caminar por la casa, solo pensaba en cómo se vería con otras prendas de mujer. "Es como si fuera una chica linda... pero es mi chico", repetía en su mente, confundida pero excitada.
No sabía qué hacer, así que decidió hablar con su mejor amiga, Carla. Carla muy relajada, con una actitud de "vive y deja vivir" que solía resultar tranquilizadora en momentos de crisis. Así que una tarde, durante un café, Valeria decidió soltarlo.
—¿Tú qué harías si te encontraras a tu novio usando... ropa interior de chica? —preguntó Valeria, intentando sonar casual, aunque por dentro se sentía como una olla de presión a punto de estallar.
Carla la miró con una ceja levantada, como si intentara descifrar si la pregunta era una broma o algo serio.
—¿Estás hablando de Andrés? —dijo finalmente, entre risas.
Valeria asintió, con una mezcla de vergüenza y emoción.
—Lo vi el otro día. Estaba... —bajó la voz— usando unas braguitas de encaje rosas. Y no puedo dejar de pensar en ello.
Carla estalló en carcajadas.
—¡Eso es lo más gracioso y sexy que he escuchado en años! —dijo, sin poder contenerse—. Pero, a ver, ¿te gusta o no te gusta?
Valeria suspiró.
—Al principio me sorprendió. Pero cuanto más lo pienso... creo que me gustó mucho. No puedo dejar de pensar en cómo se veía. Estaba tan... —se mordió el labio— no sé, sexy de una forma que no esperaba.
Carla la observó por un momento y luego asintió con una sonrisa pícara.
—Pues entonces, nena, ¡tienes que aprovecharlo! —dijo mientras le daba una palmadita en el hombro—. Si te gusta, explótalo. No es algo malo. Es más, parece que descubriste algo que te excita, y a él también probablemente le guste. Además, si te pone a mil, ¿qué hay de malo en eso?
Valeria aún se sentía algo indecisa, pero las palabras de Carla empezaron a hacer eco en su cabeza. Quizás tenía razón. Quizás este descubrimiento no era algo de lo que huir, sino algo que podría llevar su relación con Andrés a otro nivel.
—¿Y qué le digo? —preguntó, sintiéndose aún algo insegura.
Carla le guiñó el ojo.
—Se honesta, dile lo que viste y lo mucho que te gustó. Y cuando pase lo que tenga que pasar, ¡me cuentas todo! Estoy muerta de curiosidad.
El Desfile Privado
Valeria había pasado días pensando cómo enfrentarlo, cómo romper el hielo sin que Andrés se sintiera juzgado ni demasiado expuesto. Sabía que él era tímido, pero también tenía la certeza de que con un poco de empujón en la dirección correcta, Andrés podría abrirse completamente a lo que había descubierto que a ella le gustaba... y, quién sabe, tal vez a él también.
Una noche, mientras Andrés trabajaba en un proyecto en su computadora, Valeria se le acercó sigilosamente. Se sentó a su lado y, después de unos momentos de aparente normalidad, decidió abordar el tema.
—Oye, tengo que decirte algo —dijo, con su voz suave y un tono juguetón.
Andrés levantó la vista de la pantalla, curioso pero también un poco preocupado.
—¿Qué pasa? —preguntó, ladeando la cabeza.
Valeria tomó aire y soltó la bomba con la naturalidad de quien no se guarda secretos.
—El otro día te vi... cuando llegué temprano a casa —empezó, mirando sus ojos, buscando una reacción.
Andrés frunció el ceño, claramente sin entender a dónde iba la conversación.
—¿Viste qué? —dijo, nervioso.
—Te vi... con las braguitas rosas —dijo Valeria, y su sonrisa traviesa dejó claro que no había juicio alguno en su tono—. Y, para ser honesta, te veías increíble. No puedo dejar de pensar en lo sexy que te veías.
Andrés se quedó paralizado, como si alguien le hubiera quitado el aire de golpe. El rojo de sus mejillas lo delataba, y de inmediato comenzó a tartamudear, tratando de armar una frase coherente.
—Y-yo... no es lo que parece... —dijo, aunque claramente no tenía ni idea de cómo explicar aquello.
Valeria puso una mano firme en su rodilla, transmitiéndole tranquilidad.
—Relájate, no tienes que sentirte avergonzado. Me gustó, me gustó mucho, en serio. Y pensé que, si a ti también te gusta, podríamos... no sé, repetirlo. —Su mirada se volvió más intensa—. ¿Qué tal si me haces un desfile privado?
Andrés abrió los ojos como platos. ¿Un desfile? ¿Privado? ¿En ropa interior de chica? No sabía si reír, correr o esconderse en algún rincón. Todo esto era demasiado embarazoso para él.
—¿Estás... estás hablando en serio? —preguntó, aún sin poder creer lo que escuchaba.
—Completamente —respondió Valeria, divertida y excitada al mismo tiempo—. Anda, no te hagas de rogar. No seas tímido.
Andrés exhaló profundamente, sabiendo que negarse a Valeria era imposible. Aunque cada fibra de su ser gritaba "NO", algo en su interior le pedía ceder. Al fin y al cabo, si a ella le gustaba... ¿por qué no intentarlo? Así que, resignado y completamente nervioso, asintió.
—Está bien... pero prométeme que no se lo contarás a nadie —dijo, intentando que la vergüenza no lo consumiera.
Valeria sonrió, pero evitó responder directamente. Sabía muy bien que Carla estaría al tanto de todo antes o después, pero Andrés no necesitaba saber eso.
Cuando salió del cuarto unos minutos más tarde, Andrés vestía un conjunto completamente nuevo: braguitas negras de encaje y un sujetador a juego. Era todo lo contrario a lo que solía usar en casa, y mientras caminaba nervioso hacia el centro de la sala sus mejillas seguían ardiendo. Pero Valeria no podía apartar los ojos de él, especialmente del trasero que tanto le encantaba. El encaje se ajustaba perfectamente a su pequeño culito redondo, ese que siempre la volvía loca, y le daba una apariencia extraña pero increíblemente provocativa.
—¡Mírate! —dijo Valeria con una risa cómplice, mientras se mordía el labio—. Estás espectacular, ¿ves? Sabía que te quedarían perfectas.
Andrés no podía ni hablar. Todo esto era una montaña de vergüenza para él, pero había algo en la manera en que Valeria lo miraba que empezaba a hacerle sentir, al menos un poquito, más cómodo. Pero antes de que pudiera relajarse del todo, vio cómo Valeria sacaba su teléfono.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, alarmado.
—Relájate... —dijo Valeria con voz baja y juguetona—. Solo voy a tomar un par de fotos para recordar este momento. —Sin esperar respuesta, ya estaba capturando los primeros disparos.
Las fotos eran más que simples instantáneas: eran una celebración visual del cuerpo de Andrés, que, a pesar de no ser musculoso ni imponente, tenía algo que fascinaba a Valeria. En la primera imagen, enfocó directamente el trasero de Andrés, resaltando lo bien que las braguitas enmarcaban ese pequeño y redondeado “culito”, como si estuviera diseñado específicamente para él. El encaje apenas cubría lo justo, dejando entrever la piel suave y lampiña de Andrés, haciendo que el contraste entre lo masculino y lo femenino fuera aún más irresistible.
—Mírate ese culito... —murmuró Valeria mientras seguía sacando fotos, su voz se volvía más ronca con cada palabra—.
Andrés se tapó la cara con las manos, sintiéndose más vulnerable que nunca, pero también, por alguna razón que no alcanzaba a entender, no podía evitar sentir cierta emoción por estar en el centro de tanta atención.
Valeria continuó sacando fotos, ahora enfocándose en la parte frontal. Las braguitas quedaban algo sueltas en la zona delantera, lo que destacaba que Andrés no era, digamos, particularmente "dotado" pero Valeria encontró todo eso encantador. A sus ojos, esa vulnerabilidad era lo que lo hacía aún más sexy.
—No necesitas más que esto, mi amor —le dijo, mientras tomaba una última foto desde abajo, capturando todo su cuerpo pequeño y delgado, resaltando cómo la ropa interior resaltaba cada detalle—. Con ese culito, ¿quién necesita más?
Andrés estaba completamente derrotado, pero de una manera dulce. Sabía que Valeria se estaba divirtiendo, y aunque parte de él quería salir corriendo y esconderse bajo las mantas, otra parte sentía una extraña emoción al ver cuánto disfrutaba ella de todo aquello. Mientras Valeria guardaba su teléfono, con una sonrisa claramente satisfecha, se acercó a Andrés, tomándolo suavemente del mentón para que la mirara a los ojos. -¿Sabes? ”le dijo en un susurro”. Esto es solo el comienzo... Andrés tragó saliva, consciente de que lo que se avecinaba sería cualquier cosa menos aburrido.
Charla de chicas
Unos dias después Valeria y Carla se encontraban en el sofá de la sala, Carla estaba más que absorta mirando las fotos en su teléfono, y Valeria, con una sonrisa entre tímida y traviesa, esperaba ver su reacción. Las fotos de Andrés no dejaban de ser una fuente constante de risas y deseos.
— No me canso de ver esto... —comentó Carla con un tono divertido mientras deslizaba el dedo por la pantalla, examinando una de las fotos en la que Andrés estaba con una mirada mezcla de duda y un toque de ternura—. ¡Dios mío! Este chico es todo un espectáculo, Valeria. Si no lo conociera, pensaría que lo estás explotando, pero como es tan... obediente, me imagino que se deja hacer de todo.
Valeria soltó una risa, inclinándose hacia adelante, la excitación brillando en sus ojos. Estaba claro que lo que hacía con Andrés no solo era divertido, sino también un juego en el que ella era la dueña del control.
— Sí, claro que lo dejo hacer todo, Carla. No puedes imaginar lo que hace para intentar complacerme. —respondió Valeria, mientras su mente se sumergía en esos momentos que había compartido con Andrés—. Es tan... sumiso, tan perfecto de su forma, que hasta su inseguridad lo hace más interesante.
Carla, sin dejar de mirar las fotos, soltó una risita burlona.
— Claro, "sexy". Aunque... no sé, ¿tú crees que con lo que tiene abajo, realmente le sobra para ser tan... atractivo? —preguntó Carla, con tono mordaz y una sonrisa traviesa—. Porque, entre nosotras, Valeria, no sé si te has fijado bien, pero ese chico no es precisamente el rey del tamaño. ¡Mírale eso! Si ni siquiera parece que lo tuviera...
Valeria se echó a reír. Sabía lo que Carla quería decir, y no le molestaba.
— ¡Lo sé! —respondió Valeria con tono juguetón, encogiéndose de hombros mientras miraba las fotos—. Pero ya sabes, en lo que respecta a Andrés... tiene otros "atributos" que me vuelven loca. Su culito... ¡Dios, es perfecto! ¡Es como un culito de chica! Redondo, firme, casi femenino... ¡Y me encanta!
Carla soltó una carcajada, sin poder evitarlo. Se tumbó un poco más atrás en el sofá, mirando las fotos con un brillo travieso en los ojos.
Carla no dejó de reír, moviendo la cabeza en señal de incredulidad. —¡Dios mío! ¡Eres un caso perdido! —exclamó Carla, todavía riendo—.
— En realidad... hay algo que quiero hacer con él. Algo que no solo va a ser divertido, sino que también lo hará sentir completamente fuera de lugar. —dijo Valeria, en tono pensativo, pero con un brillo de maldad en los ojos.
Carla la miró con una ceja levantada, intrigada.
— ¿Qué tienes en mente? —preguntó Carla, manteniendo una expresión curiosa.
Valeria sonrió, con una seguridad implacable, sabiendo que lo que estaba por hacer sería mucho más que un simple juego.
Esto es solo el comienzo. —dijo Valeria, con una mirada de malicia—. Lo manejaré poco a poco, hasta que su necesidad de agradarme sea su única prioridad.
Y hasta aquí el relato por ahora, gracias a los que leyeron todo y si les gustó por favor denme puntos y comenten! eso me motiva a seguir con la segunda parte de esta historia y otras más que quisiera escribir 😝
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Actualización: ya está la parte 2 aquí
La Pareja
Andrés. A sus 20 años, medía poco más de metro sesenta, tenía el cuerpo de un adolescente despistado y una piel más suave que cualquier crema hidratante podría prometer. Con su cabello liso y su rostro aniñado, su presencia delicada no desentonaba en su trabajo como diseñador gráfico freelance, donde pasaba horas delante de la computadora afinando logos y ajustando colores. Andrés no imponía respeto, ni en su vida profesional ni en la personal. Y eso, la verdad, no le molestaba en lo más mínimo. Lo suyo era acomodarse.
Valeria, por el contrario, era de otro mundo. Alta, atlética y con una energía que podría mover masas, ella era instructora de gimnasia. No es que fuera un monstruo de músculos, no; su físico era más bien el de una atleta de élite: tonificada, con piernas largas y definidas, y una postura que gritaba confianza. Cuando Valeria entraba a una habitación, la gente se giraba, no solo por su belleza, sino por la fuerza que irradiaba sin esfuerzo alguno.
Se conocieron en un gimnasio, claro. Andrés había decidido que era hora de "ponerse en forma", lo que en su caso significaba intentar hacer algo más que caminar al refrigerador. Después de pasar unos 10 minutos dando vueltas sin saber qué máquina usar, terminó en la sección de pesas, cargando un par de mancuernas que parecían más pesadas de lo que debería admitir.
Valeria lo vio desde la distancia, levantando apenas cinco kilos como si fueran ladrillos de plomo. Algo en él le llamó la atención. Quizás era su torpeza encantadora, o tal vez —y más probablemente—, su trasero. Era ridículo, casi injusto, que un chico tan delgado tuviera un trasero tan perfectamente redondo y respingón. Valeria no pudo evitar sonreír.
—Te vas a romper, chico —le dijo cuando se acercó, quitándole las pesas de las manos sin siquiera esforzarse.
A partir de ahí, las cosas entre ellos se fueron dando con una naturalidad absurda. Valeria, con su energía dominante, decidió que iba a entrenarlo, a convertirlo en algo más que un diseñador gráfico con un culo que envidiaría cualquier chica de Instagram. Pero lo que empezó como una dinámica de gimnasio pronto se convirtió en algo más. Las miradas de Valeria hacia Andrés, especialmente hacia su parte trasera, se fueron volviendo más obvias. A él no le molestaba; de hecho, le gustaba. Y, sin darse cuenta, pasaron de entrenar juntos a salir juntos, y luego a vivir una relación que desafiaba toda lógica externa.
En su vida de pareja, la dinámica era clara: Valeria era la que tomaba todas las decisiones. Y Andrés, con su naturaleza dócil, lo aceptaba con gusto. Donde comer, qué hacer los fines de semana, incluso qué ropa ponerse... todo lo decidía Valeria. Pero lo que más la fascinaba —y no se cansaba de repetirlo— era su "culito".
—¿Sabes que es lo mejor de ti? —le decía Valeria entre risas, mientras lo abrazaba por la cintura desde atrás—. No son tus ojos, no es tu sonrisa. Es esto —y le daba un cariñoso apretón—. Es como el trasero perfecto que nunca tuve.
Andrés, aunque un poco avergonzado al principio, había aprendido a disfrutar de esos comentarios. En el fondo, sabía que aunque la relación entre ellos pareciera extraña para los demás, funcionaba. Se complementaban, a su manera. Él, con su suavidad, era el equilibrio perfecto para la fuerza y el carácter arrollador de Valeria. Y ella, con su energía intensa, encontraba en él un respiro, un refugio... y, claro, un trasero que siempre le sacaba una sonrisa.
Una tarde, Valeria llegó a casa antes de lo habitual. Normalmente, su rutina en el gimnasio le ocupaba hasta la noche, pero ese día había decidido saltarse el entrenamiento. Andrés, absorto en su propio mundo, no escuchó la puerta. Estaba en la habitación, con la puerta entreabierta, ajeno a todo, concentrado en lo que para él era su pequeño secreto.
Valeria pasó por el pasillo sin hacer ruido, cuando algo la hizo detenerse en seco. Allí estaba él, en medio de la habitación, de espaldas, con una prenda que no tenía nada que ver con su habitual ropa. Andrés se había puesto un par de braguitas rosas. Las ajustaba suavemente sobre sus caderas, las miraba en el espejo y daba unos giros torpes para ver cómo se le veía ese "culito" que Valeria tanto amaba.
Lo que vio la dejó atónita, pero no como esperaba. Sí, su primera reacción fue de confusión, como si su cerebro tardara unos segundos en procesar lo que estaba viendo. Pero, poco a poco, esa confusión dio paso a otra cosa. Sentía un cosquilleo en el estómago, algo que jamás habría imaginado. Andrés, con esas braguitas de encaje que apenas cubrían su trasero perfecto, le parecía... ¿sexy?
Sin hacer ruido, se retiró antes de que él se diera cuenta. Cerró la puerta de la casa con más fuerza de la habitual para que Andrés pensara que recién llegaba. Todo el camino hasta la cocina se lo pasó pensando en lo que acababa de ver. "¿Qué demonios fue eso? ¿Por qué me gustó tanto?", se preguntaba a sí misma, sintiendo cómo una sonrisa casi traviesa se dibujaba en su rostro.
La confusión fue creciendo en su cabeza durante los días siguientes. No podía quitárselo de la mente. Cada vez que miraba a Andrés, solo podía pensar en cómo se veía con esas braguitas, en cómo su trasero lucía tan perfecto y redondeado en esa prenda femenina. "No puede ser que esto me guste tanto", pensaba, intentando ignorar las imágenes que la hacían sonrojar. Pero la verdad era que no podía escapar de ello. Cada vez que lo veía caminar por la casa, solo pensaba en cómo se vería con otras prendas de mujer. "Es como si fuera una chica linda... pero es mi chico", repetía en su mente, confundida pero excitada.
No sabía qué hacer, así que decidió hablar con su mejor amiga, Carla. Carla muy relajada, con una actitud de "vive y deja vivir" que solía resultar tranquilizadora en momentos de crisis. Así que una tarde, durante un café, Valeria decidió soltarlo.
—¿Tú qué harías si te encontraras a tu novio usando... ropa interior de chica? —preguntó Valeria, intentando sonar casual, aunque por dentro se sentía como una olla de presión a punto de estallar.
Carla la miró con una ceja levantada, como si intentara descifrar si la pregunta era una broma o algo serio.
—¿Estás hablando de Andrés? —dijo finalmente, entre risas.
Valeria asintió, con una mezcla de vergüenza y emoción.
—Lo vi el otro día. Estaba... —bajó la voz— usando unas braguitas de encaje rosas. Y no puedo dejar de pensar en ello.
Carla estalló en carcajadas.
—¡Eso es lo más gracioso y sexy que he escuchado en años! —dijo, sin poder contenerse—. Pero, a ver, ¿te gusta o no te gusta?
Valeria suspiró.
—Al principio me sorprendió. Pero cuanto más lo pienso... creo que me gustó mucho. No puedo dejar de pensar en cómo se veía. Estaba tan... —se mordió el labio— no sé, sexy de una forma que no esperaba.
Carla la observó por un momento y luego asintió con una sonrisa pícara.
—Pues entonces, nena, ¡tienes que aprovecharlo! —dijo mientras le daba una palmadita en el hombro—. Si te gusta, explótalo. No es algo malo. Es más, parece que descubriste algo que te excita, y a él también probablemente le guste. Además, si te pone a mil, ¿qué hay de malo en eso?
Valeria aún se sentía algo indecisa, pero las palabras de Carla empezaron a hacer eco en su cabeza. Quizás tenía razón. Quizás este descubrimiento no era algo de lo que huir, sino algo que podría llevar su relación con Andrés a otro nivel.
—¿Y qué le digo? —preguntó, sintiéndose aún algo insegura.
Carla le guiñó el ojo.
—Se honesta, dile lo que viste y lo mucho que te gustó. Y cuando pase lo que tenga que pasar, ¡me cuentas todo! Estoy muerta de curiosidad.
El Desfile Privado
Valeria había pasado días pensando cómo enfrentarlo, cómo romper el hielo sin que Andrés se sintiera juzgado ni demasiado expuesto. Sabía que él era tímido, pero también tenía la certeza de que con un poco de empujón en la dirección correcta, Andrés podría abrirse completamente a lo que había descubierto que a ella le gustaba... y, quién sabe, tal vez a él también.
Una noche, mientras Andrés trabajaba en un proyecto en su computadora, Valeria se le acercó sigilosamente. Se sentó a su lado y, después de unos momentos de aparente normalidad, decidió abordar el tema.
—Oye, tengo que decirte algo —dijo, con su voz suave y un tono juguetón.
Andrés levantó la vista de la pantalla, curioso pero también un poco preocupado.
—¿Qué pasa? —preguntó, ladeando la cabeza.
Valeria tomó aire y soltó la bomba con la naturalidad de quien no se guarda secretos.
—El otro día te vi... cuando llegué temprano a casa —empezó, mirando sus ojos, buscando una reacción.
Andrés frunció el ceño, claramente sin entender a dónde iba la conversación.
—¿Viste qué? —dijo, nervioso.
—Te vi... con las braguitas rosas —dijo Valeria, y su sonrisa traviesa dejó claro que no había juicio alguno en su tono—. Y, para ser honesta, te veías increíble. No puedo dejar de pensar en lo sexy que te veías.
Andrés se quedó paralizado, como si alguien le hubiera quitado el aire de golpe. El rojo de sus mejillas lo delataba, y de inmediato comenzó a tartamudear, tratando de armar una frase coherente.
—Y-yo... no es lo que parece... —dijo, aunque claramente no tenía ni idea de cómo explicar aquello.
Valeria puso una mano firme en su rodilla, transmitiéndole tranquilidad.
—Relájate, no tienes que sentirte avergonzado. Me gustó, me gustó mucho, en serio. Y pensé que, si a ti también te gusta, podríamos... no sé, repetirlo. —Su mirada se volvió más intensa—. ¿Qué tal si me haces un desfile privado?
Andrés abrió los ojos como platos. ¿Un desfile? ¿Privado? ¿En ropa interior de chica? No sabía si reír, correr o esconderse en algún rincón. Todo esto era demasiado embarazoso para él.
—¿Estás... estás hablando en serio? —preguntó, aún sin poder creer lo que escuchaba.
—Completamente —respondió Valeria, divertida y excitada al mismo tiempo—. Anda, no te hagas de rogar. No seas tímido.
Andrés exhaló profundamente, sabiendo que negarse a Valeria era imposible. Aunque cada fibra de su ser gritaba "NO", algo en su interior le pedía ceder. Al fin y al cabo, si a ella le gustaba... ¿por qué no intentarlo? Así que, resignado y completamente nervioso, asintió.
—Está bien... pero prométeme que no se lo contarás a nadie —dijo, intentando que la vergüenza no lo consumiera.
Valeria sonrió, pero evitó responder directamente. Sabía muy bien que Carla estaría al tanto de todo antes o después, pero Andrés no necesitaba saber eso.
Cuando salió del cuarto unos minutos más tarde, Andrés vestía un conjunto completamente nuevo: braguitas negras de encaje y un sujetador a juego. Era todo lo contrario a lo que solía usar en casa, y mientras caminaba nervioso hacia el centro de la sala sus mejillas seguían ardiendo. Pero Valeria no podía apartar los ojos de él, especialmente del trasero que tanto le encantaba. El encaje se ajustaba perfectamente a su pequeño culito redondo, ese que siempre la volvía loca, y le daba una apariencia extraña pero increíblemente provocativa.
—¡Mírate! —dijo Valeria con una risa cómplice, mientras se mordía el labio—. Estás espectacular, ¿ves? Sabía que te quedarían perfectas.
Andrés no podía ni hablar. Todo esto era una montaña de vergüenza para él, pero había algo en la manera en que Valeria lo miraba que empezaba a hacerle sentir, al menos un poquito, más cómodo. Pero antes de que pudiera relajarse del todo, vio cómo Valeria sacaba su teléfono.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, alarmado.
—Relájate... —dijo Valeria con voz baja y juguetona—. Solo voy a tomar un par de fotos para recordar este momento. —Sin esperar respuesta, ya estaba capturando los primeros disparos.
Las fotos eran más que simples instantáneas: eran una celebración visual del cuerpo de Andrés, que, a pesar de no ser musculoso ni imponente, tenía algo que fascinaba a Valeria. En la primera imagen, enfocó directamente el trasero de Andrés, resaltando lo bien que las braguitas enmarcaban ese pequeño y redondeado “culito”, como si estuviera diseñado específicamente para él. El encaje apenas cubría lo justo, dejando entrever la piel suave y lampiña de Andrés, haciendo que el contraste entre lo masculino y lo femenino fuera aún más irresistible.
—Mírate ese culito... —murmuró Valeria mientras seguía sacando fotos, su voz se volvía más ronca con cada palabra—.
Andrés se tapó la cara con las manos, sintiéndose más vulnerable que nunca, pero también, por alguna razón que no alcanzaba a entender, no podía evitar sentir cierta emoción por estar en el centro de tanta atención.
Valeria continuó sacando fotos, ahora enfocándose en la parte frontal. Las braguitas quedaban algo sueltas en la zona delantera, lo que destacaba que Andrés no era, digamos, particularmente "dotado" pero Valeria encontró todo eso encantador. A sus ojos, esa vulnerabilidad era lo que lo hacía aún más sexy.
—No necesitas más que esto, mi amor —le dijo, mientras tomaba una última foto desde abajo, capturando todo su cuerpo pequeño y delgado, resaltando cómo la ropa interior resaltaba cada detalle—. Con ese culito, ¿quién necesita más?
Andrés estaba completamente derrotado, pero de una manera dulce. Sabía que Valeria se estaba divirtiendo, y aunque parte de él quería salir corriendo y esconderse bajo las mantas, otra parte sentía una extraña emoción al ver cuánto disfrutaba ella de todo aquello. Mientras Valeria guardaba su teléfono, con una sonrisa claramente satisfecha, se acercó a Andrés, tomándolo suavemente del mentón para que la mirara a los ojos. -¿Sabes? ”le dijo en un susurro”. Esto es solo el comienzo... Andrés tragó saliva, consciente de que lo que se avecinaba sería cualquier cosa menos aburrido.
Charla de chicas
Unos dias después Valeria y Carla se encontraban en el sofá de la sala, Carla estaba más que absorta mirando las fotos en su teléfono, y Valeria, con una sonrisa entre tímida y traviesa, esperaba ver su reacción. Las fotos de Andrés no dejaban de ser una fuente constante de risas y deseos.
— No me canso de ver esto... —comentó Carla con un tono divertido mientras deslizaba el dedo por la pantalla, examinando una de las fotos en la que Andrés estaba con una mirada mezcla de duda y un toque de ternura—. ¡Dios mío! Este chico es todo un espectáculo, Valeria. Si no lo conociera, pensaría que lo estás explotando, pero como es tan... obediente, me imagino que se deja hacer de todo.
Valeria soltó una risa, inclinándose hacia adelante, la excitación brillando en sus ojos. Estaba claro que lo que hacía con Andrés no solo era divertido, sino también un juego en el que ella era la dueña del control.
— Sí, claro que lo dejo hacer todo, Carla. No puedes imaginar lo que hace para intentar complacerme. —respondió Valeria, mientras su mente se sumergía en esos momentos que había compartido con Andrés—. Es tan... sumiso, tan perfecto de su forma, que hasta su inseguridad lo hace más interesante.
Carla, sin dejar de mirar las fotos, soltó una risita burlona.
— Claro, "sexy". Aunque... no sé, ¿tú crees que con lo que tiene abajo, realmente le sobra para ser tan... atractivo? —preguntó Carla, con tono mordaz y una sonrisa traviesa—. Porque, entre nosotras, Valeria, no sé si te has fijado bien, pero ese chico no es precisamente el rey del tamaño. ¡Mírale eso! Si ni siquiera parece que lo tuviera...
Valeria se echó a reír. Sabía lo que Carla quería decir, y no le molestaba.
— ¡Lo sé! —respondió Valeria con tono juguetón, encogiéndose de hombros mientras miraba las fotos—. Pero ya sabes, en lo que respecta a Andrés... tiene otros "atributos" que me vuelven loca. Su culito... ¡Dios, es perfecto! ¡Es como un culito de chica! Redondo, firme, casi femenino... ¡Y me encanta!
Carla soltó una carcajada, sin poder evitarlo. Se tumbó un poco más atrás en el sofá, mirando las fotos con un brillo travieso en los ojos.
Carla no dejó de reír, moviendo la cabeza en señal de incredulidad. —¡Dios mío! ¡Eres un caso perdido! —exclamó Carla, todavía riendo—.
— En realidad... hay algo que quiero hacer con él. Algo que no solo va a ser divertido, sino que también lo hará sentir completamente fuera de lugar. —dijo Valeria, en tono pensativo, pero con un brillo de maldad en los ojos.
Carla la miró con una ceja levantada, intrigada.
— ¿Qué tienes en mente? —preguntó Carla, manteniendo una expresión curiosa.
Valeria sonrió, con una seguridad implacable, sabiendo que lo que estaba por hacer sería mucho más que un simple juego.
Esto es solo el comienzo. —dijo Valeria, con una mirada de malicia—. Lo manejaré poco a poco, hasta que su necesidad de agradarme sea su única prioridad.
Y hasta aquí el relato por ahora, gracias a los que leyeron todo y si les gustó por favor denme puntos y comenten! eso me motiva a seguir con la segunda parte de esta historia y otras más que quisiera escribir 😝
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Actualización: ya está la parte 2 aquí
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