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En el Viaje de Egresados

Había comenzado el viaje de egresados con una sensación extraña. Apenas dos semanas antes, había empezado a salir con Tomás, un chico de mi curso con el que siempre había tenido buena onda, pero que nunca había pasado de eso. Sin embargo, al estar a punto de graduarnos, las emociones estaban a flor de piel y todo parecía moverse más rápido. Así, nos hicimos novios, justo antes de este viaje que prometía ser inolvidable. Aun así, algo en mi interior me decía que las cosas no iban a ser tan simples.
El primer día fue una locura, pura euforia y alcohol desde el momento en que bajamos del colectivo. Todos estábamos exaltados, sin preocupaciones, listos para disfrutar al máximo. La noche cayó y el grupo se fue dispersando por las cabañas. Entre risas y empujones, algunos decidimos seguir la fiesta. Yo ya estaba algo mareada cuando Matías, otro compañero del curso, me guiñó el ojo de forma juguetona. Siempre habíamos tenido esa conexión, una especie de coqueteo silencioso, pero nunca había pasado nada. Sin embargo, esa noche algo cambió.
Después de un rato, ambos terminamos en el baño principal, alejados del bullicio. Mis amigas seguían en la sala, riendo y bailando, mientras él cerraba la puerta detrás de nosotros. Sentía el calor de su presencia acercándose. Antes de darme cuenta, sus manos estaban sobre mi cintura, acercándome hacia él. No lo detuve. Mi mente me decía que estaba mal, que tenía novio, pero mi cuerpo respondía de otra manera. Me arrodillé frente a él, mis manos temblaban ligeramente por la mezcla de alcohol y deseo. Comencé a darle sexo oral, mis labios moviéndose lentamente al principio, sintiendo cómo él se tensaba y emitía pequeños gemidos de placer. El riesgo de ser descubiertos hacía que todo fuera más intenso, más excitante. Cuando acabó, Matías seguía jadeando, y yo, en lugar de parar, seguí chupándola. Siempre me dijo que fue el mejor pete de su vida porque, a pesar de haberse corrido, seguí chupándola hasta dejarlo exhausto.
Al día siguiente, todo parecía normal, como si lo del baño no hubiera sucedido. El viaje seguía su curso, las excursiones, las actividades en grupo, pero cada vez que veía a Matías, sentía una corriente de electricidad recorrer mi cuerpo. Sabía que no había terminado ahí.
Esa noche, ya en nuestra habitación, las chicas y yo estábamos descansando después de una fiesta brutal. Estábamos todas borrachas, incluyéndome a mí. Muchas se quedaron profundamente dormidas, mientras yo, con mi teléfono en mano, mandaba mensajes a Tomás, mi novio, asegurándole que todo estaba bien. Mientras escribía, de repente, vi la puerta abrirse con suavidad. Matías se coló sin hacer ruido, sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y deseo. No dije nada, y él tampoco. Se metió en mi cama y se acostó detrás de mí, su mano comenzó a deslizarse por mi pierna. Mi respiración se aceleró, pero no lo detuve.
Mientras seguía escribiéndole a Tomás, sentí los dedos de Matías encontrar su camino bajo mi ropa. Me gustaba cómo me tocaba el culo. Todo era una locura, estaba ahí, con él, mientras le mentía a mi novio a través de mensajes. Matías no perdió el tiempo, y antes de que me diera cuenta, me penetró suavemente desde atrás, moviéndose despacio para no hacer ruido. Mis amigas seguían dormidas a mi lado, completamente ajenas a lo que estaba pasando. Cada movimiento suyo era lento, pero profundo, y aunque intentaba concentrarme en lo que le estaba escribiendo a Tomás, mi cuerpo solo podía responder a lo que Matías me hacía sentir.
Después de lo que pareció una eternidad, él se corrió sobre mi cola, su respiración entrecortada contra mi cuello. Nos quedamos ahí, abrazados en silencio, y antes de darme cuenta, ambos nos quedamos dormidos. La mañana siguiente fue un caos. Los profesores se enteraron de que Matías había estado en la habitación de las chicas, y todos recibimos una advertencia severa. Pero nadie sabía lo que realmente había pasado.
Pasaron unos días más, y el ambiente de fiesta continuaba. Una noche, cuando ya todo estaba en calma y la mayoría dormía, recibí un mensaje de Matías. Me dijo que estaba afuera, que quería dar una vuelta y que su amigo lo acompañaba. No lo pensé dos veces. Me levanté, me vestí rápidamente y salí sin hacer ruido. Nos encontramos cerca de los árboles, lo suficientemente lejos de las cabañas para no ser vistos. El frío de la noche hacía que mis sentidos estuvieran más alerta, pero eso solo hacía que mi deseo fuera más intenso.
Matías me tomó de la mano y me llevó detrás de unos árboles, lejos de las luces. Su amigo nos seguía de cerca, observando en silencio. No había palabras, solo miradas. Matías me empujó suavemente contra un tronco y comenzó a besarme, pero fue su amigo el que dio el siguiente paso. La mano de su amigo se deslizó por debajo de mi falda, y en cuestión de segundos, me penetró con fuerza. Todo era rápido, urgente, como si supiéramos que no teníamos mucho tiempo. Matías se retiró y su amigo empezó a cogerme, tomándome por sorpresa, mientras el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas llenaba el aire. El riesgo de ser descubiertos hacía que todo fuera más intenso, más excitante. No tardamos mucho en acabar, y cuando todo terminó, ambos nos quedamos en silencio, recuperando el aliento. Nos despedimos sin decir mucho, pero sabíamos que eso no sería lo último.
Después del viaje, volví a verlo unas cuantas veces más. Matías siempre me buscaba, diciéndome que iba a las clases de gimnasia, pero en realidad, nos escapábamos a su casa. Una de esas veces, me hizo el culo. Fue intenso, rápido, y me encantó. Todo seguía siendo un secreto, una aventura que, aunque sabía que estaba mal, no podía dejar de desear.

En el Viaje de Egresados

1 comentarios - En el Viaje de Egresados

serialbot +1
La putita del curso
ptucu
Más que putita, erauna mina que disfrutaba del sexo.