Capítulo 31.
La Gran Final.
Silvana llegó del trabajo, se desnudó en el comedor y cuando entró a su dormitorio se encontró con una escena que le cortó la respiración.
Renzo estaba en cuatro, en el medio de la cama. Detrás de él estaba arrodillado Osvaldo, metiéndole toda la pija por el orto. El atractivo joven estaba muy transpirado y parecía sufrir con cada embestida.
—Ah, bue… al final parece que la cornuda soy yo —dijo Silvana.
—¡Amor! Puedo explicarlo. Lo que pasa es que…
—No tenés que explicar nada —ella se acercó a la cama y lo besó en la boca. Luego sonrió—. No expliques nada, mi amor. Me hiciste la novia más feliz del mundo. Me encanta ver cómo te llenan el culo de pija. No necesitás excusas. ¿Te gusta que Osvaldo te dé por el orto? ¡Me parece perfecto! Se terminaron las excusas, amor. Podés coger con quien quieras… y yo voy a hacer lo mismo. Es nuestro trato, que no se te olvide.
Para Renzo era imposible olvidar eso. Aún no podía creer que hubiera accedido a llevar una relación abierta con Silvana. Lo hizo en un momento de calentura, con la mente muy nublada. Se pasó varios días reflexionando sobre si había hecho lo correcto. ¿De verdad sería feliz permitiendo que cualquier hombre pueda acostarse con su novia?
—Bueno, em… entonces ¿no tengo que explicar nada?
—No, no. Cogé con Osvaldo todo lo que quieras.
—¿Y vos no querés coger con él?
—¡Claro! Pero hoy no. Hoy ya me metieron mucha pija. De eso quería hablarte —se sentó en la cama, con las piernas abiertas. Tocó su concha para indicarle a Renzo que empezara a chupársela. Él lo hizo sin chistar—. Estuve toda la mañana cogiendo con José, mi jefe… y con Rogelio. Fue doble penetración todo el tiempo. Me dieron con todo. Mirá —le mostró un video en su celular donde se la podía ver gozando a pleno de dos pijas, una entrando por su concha y la otra por el culo—. Digamos que mi situación laboral está cambiando. Cada vez tengo que trabajar menos y coger más.
—¿Y eso te molesta? —Preguntó Renzo.
—¿Molestarme? No, para nada. Si hasta me aumentaron el sueldo. Le dije a Vanina: si voy a ser la puta VIP de la oficina, quiero que me paguen más. Y ella accedió. Ahora me pagan más del doble. Eso sí, tengo que cumplir con nuevas obligaciones. Por ejemplo, mañana me toca chuparle la concha a ella… y tendré que hacerlo casi toda la mañana. Vanina fue muy clara: “Ahora te pagamos por ser puta”.
—¿Y qué pensás de eso?
—¡Me encanta! Ya no sufro más por ser puta. Es mi naturaleza. No puedo ir en contra de lo que soy. Soy puta y puedo ser feliz siendo puta. En especial si estoy con vos. Te amo, Renzo. Y no creas que lo digo por decir ¿eh? Si nuestra relación va a ser así, quiero que estemos juntos para siempre.
Renzo le chupó el clítoris con fuerza. Las embestidas de Osvaldo causaron tanto impacto en él, que terminó eyaculando sin siquiera tocarse la verga. Todo el semen cayó en el colchón mientras lamía la vagina de su novia, la cual había sido poseída por dos tipos ese mismo día.
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Chuparle la concha a Vanina Marchetti fue una buena forma de comenzar el día. Su jefa estaba entregada a los placeres que ella podía brindarle.
—Hoy tenés tu gran debut —dijo Vanina, mientras le comían la vagina—. ¿Estás lista?
—Por supuesto.
—¿No te molesta ejercer la prostitución?
—El sexo no me molesta para nada —aseguró Silvana—. Ya tengo eso superado. Lo que me jodía realmente era lo que la gente pudiera pensar de mis acciones. En especial gente como vos. Y ahora sé que incluso vos tenés tu lado de puta salvaje.
—Creo que todas las mujeres tenemos eso… solo que es difícil encontrar el momento apropiado para soltarse.
—¿Te acostarías con Malik y sus primos otra vez?
—No lo creo —respondió Vanina—. Eso fue algo del momento. Estoy más abierta con los temas sexuales; pero tampoco quiero entrar en una vida de libertinaje.
—Bueno, si algún día te interesa entrar en ese tipo de vida, me llamás.
—Quizás vaya a festejar con ustedes si Argentina gana el mundial —bromeó Vanina—. Porque me imagino que habrá festejos.
—Es de mala suerte hablar de eso antes del partido.
La puerta de la oficina se abrió. Margarita reaccionó con total normalidad al ver esa escena de sexo lésbico.
—Llegaron los empresarios —anunció—. ¿Los hago pasar?
—No hace falta —Silvana se puso de pie y arregló sus ropas—. Yo los voy a recibir.
Mientras bajaba por el ascensor se pintó los labios de rojo carmesí y verificó que su cabello estuviera en orden y que su vestimenta causara el efecto deseado. En la recepción se reunió con varios empresarios europeos. Todos hombres jóvenes y apuestos, con mucha hambre para los negocios. Tanta hambre que a Silvana la devoraron con la mirada.
Ella estaba contenta. Había ejemplares de todo tipo, rubios, morochos, blancos y negros. Estos últimos captaron más su atención, se preguntó si estarían tan bien dotados como Malik.
—Buenos días. Mi nombre es Silvana DaCosta —se presentó—. Encantada de conocerlos. ¿Quieren acompañarme por el ascensor? Ya tenemos todo listo para la reunión de hoy.
Por supuesto, todos los hombres accedieron a acompañarla. En cuanto la puerta del ascensor se cerró, Silvana se paró frente a ellos y preguntó:
—Me dijeron que uno de ustedes está cumpliendo años. ¿Quién es?
Todos señalaron a uno de los hombres negros. Tenía el cabello muy corto y una sonrisa encantadora. Ella le pidió al tipo que se acercara. Cuando estuvo frente a ella, Silvana dijo:
—La empresa le preparó un regalito de cortesía. Espero que sea de su agrado.
Se arrodilló ante la mirada incrédula de los empresarios y bajó el cierre del pantalón del cumpleañero. Tenía una buena verga, aunque no se comparaba con la de Malik o la de sus primos. Quizás era del mismo tamaño que la de Osvaldo.
Los empresarios intercambiaron miradas incrédulas. No entendían qué carajo estaba pasando y por qué esa hermosa jovencita estaba jugueteando con la verga de uno de ellos.
Para colmo no se limitó a mirarla.
Silvana los dejó atónitos cuando abrió la boca y se tragó la pija. Empezó a petear al tipo delante de todos y el ascensor se detuvo.
—No se preocupen —les dijo ella—. Es una parada programada. Todo está bien. Y hablando de paradas… ¡miren quién se despertó!
El cumpleañero ya tenía la verga completamente dura. Todos aplaudieron, felicitándolo por su increíble suerte. El regalo de la empresa era maravilloso. No había ni un solo hombre en el ascensor que no estuviera fantaseando con la idea de cumplir años ese mismo día.
Silvana comenzó a succionar ese pene negro con maestría. Lo disfrutó muchísimo. Se sentía una diosa sexual al tener tantos espectadores masculinos devorándola con la mirada. Por supuesto hubo más de una erección dentro de ese ascensor; pero ella se limitó a complacer al cumpleañero. Esa era la táctica de la empresa. Las genuinas negociaciones aún no habían comenzado, esto era solo el precalentamiento.
Nadie podía creer cómo Silvana era capaz de tragar completa toda esa verga. ¿Dónde había aprendido a hacer una cosa así?
El muchacho del cumpleaños no pudo aguantar mucho. Esa hermosa dama lo había tomado por sorpresa, con la guardia baja. Su verga estalló y Silvana recibió una potente descarga de semen en toda la cara, buena parte fue a parar dentro de su boca. Una vez más los empresarios estallaron en vítores.
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Silvana participó en las negociaciones de contratos. Cada uno de esos empresarios traía una abultada cuenta bancaria y querían hacerla crecer. Ella los convenció de que estaban en el lugar indicado para invertir y lo hizo caminando alrededor de la mesa, permitiendo que espiaran debajo de su diminuta falda. Ocasionalmente se inclinó para llenar tazas de café y permitió que sus tetas se asomaran un poco. No hubo ni un solo hombre en esa mesa que no tuviera una marcada erección. Al principio intentaban disimularla; pero las miradas de complicidad se encargaron de relajarlos. No faltaron las caricias a sus nalgas cuando se acercaba mucho a uno de los empresarios. Ella hablaba con total naturalidad mientras dos tipos, uno a cada lado, le metían mano por debajo de la falda.
Cuando llegó el momento de firmar, todos estaban tan hipnotizados que ni siquiera notaron que las condiciones favorecían más a la empresa que a ellos. Y si algunos lo notaron, no les importó demasiado, tampoco es que fueran a perder dinero, solo no ganarían tanto.
Condujeron a los empresarios a una sala de estar muy grande, con sofás y sillones lujosos. Allí los esperaba Silvana con botellas de champagne bien frías… y con un conjunto negro de lencería erótica que no dejaba nada a la imaginación. Su corpiño sin copa mostraba sus tetas y a pesar de tener medias de encaje y portaligas, no tenía tanga. A los tipos casi se les sale la mandíbula al verle la concha.
—¡¡Vamos a festejar!!
Anunció ella al mismo tiempo que descorchar una botella de champagne. Los empresarios comenzaron a aplaudir y fueron en busca de alguna copa. Silvana fue llenándolas una por una mientras permitía que le metieran mano. Los tipos no tenían miramientos, le introducían los dedos en la concha, le pellizcaban los pezones e incluso algunos se animaron a meterle dedos por el culo. Así descubrieron que ella había venido preparada para eso, porque lo tenía bien lubricado.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de ellos sacó la verga, condujo a Silvana hasta un sofá y cuando ella se arrodilló, la penetró por la concha. Fue la señal que todos estaban esperando. Sacaron sus vergas y comenzaron a rodearla. Ella empezó a chupar una por una, perdiendo la noción del tiempo y el espacio. Silvana se estaba asegurando la fidelidad de esos inversores a su empresa. Si querían más de ella, iban a volver.
Uno de los empresarios se sentó en el sofá y ella lo montó como una campeona del sexo. Otro de los tipos se le acercó por detrás y aclaró una duda que todos tenían desde que vieron el culo de esa hermosa mujer: ¿se animará al sexo anal?
Y sí que se animaba. Silvana no puso ninguna objeción cuando la penetraron por atrás. Gimió con pasión, para demostrarles lo mucho que le gustaba que se la metieran por ahí. Poco después llegó la primera eyaculación del festejo (y la segunda del día). Silvana otra vez tragó el semen. Los tipos estallaron en aplausos una vez más. No lo podían creer. Tenían a una mujer sumamente atractiva a su entera disposición… y ella parecía dispuesta a complacer a todos, por el agujero que ellos eligieran.
Pusieron esto a prueba. Se fueron turnando para metérsela por cada agujero. Ella fue adoptando distintas posiciones en el sofá y dejó que la clavaran por todos lados. Cuando alguno acababa, ella se lo tragaba todo. En cuestión de minutos la sala de estar se convirtió en una auténtica fiesta sexual donde el centro de atención era Silvana.
Su nivel de calentura se elevó al máximo.
Cada vez que le metieron una pija diferente, ya sea por la concha o por el culo, se sintió libre. Se sintió en control de la situación. No importaba que la estuvieran usando como una muñeca sexual, ya que ella decidió participar en eso. Fue su elección y de nadie más.
Ella decide lo que quiere hacer y Vanina Marchetti le paga por sus servicios prestados. Así es el acuerdo.
Vanina ya no tiene poder sobre ella. Vanina es su clienta. Silvana es dueña de su vida y de su propio cuerpo.
Había probado varias pijas a la vez, pero nunca tantas. Su cabeza comenzó a dar vueltas porque no podía seguirle el ritmo a tantas vergas. Chupaba una y luego otra, por puro instinto. Se la clavaban en la boca y chupaba, porque era lo único que podía hacer. Someterse a eso la fascinaba. El desenfreno sexual era hipnótico. Las vergas fueron desfilando por su culo una por una. No le dolió, porque gracias a Osvaldo, Rogelio y Malik se acostumbró a que le den duro con vergas bien grandes. Y entre los empresarios, solo unos pocos privilegiados tenían una verga que pudiera compararse con la de Osvaldo… y ninguno se comparaba con Malik.
Agradeció las horas que pasó trotando en el parque Rivadavia, eso le brindó el estado físico suficiente como para montar vergas cuando los empresarios decidieron acostarse sobre la alfombra. Ella mostró ser una gran jinete de pijas. Saltó a buen ritmo y sus tetas la acompañaron.
Siguió cogiendo sin parar hasta que, uno a uno, sus amantes cayeron rendidos. A la segunda o tercera eyaculación, la verga no se les despertaba más. Ella estaba agotada, le dolían algunos músculos por el esfuerzo y tenía su cuerpo cubierto de sudor y semen.
Nunca antes se sintió tan feliz.
Se dirigió hacia los baños, porque pensaba darse una ducha fresca, y en el pasillo se encontró con la secretaria rubia y rechoncha.
—Oh, hola Margarita —saludó a la secretaria que se estaba masturbando a escondidas—. Che, si estás tan caliente… ¿por qué no venís a la sala de estar? Hay tipos con muy buena pija.
—No, no hablar.
—Dale, no seas boluda… si te morís de ganas. ¿No dijiste que querías ser como yo?
—Eso es más bien una fantasía. No soy como vos, Silvana. No soy tan puta… y no lo digo como un insulto.
—Lo sé… ojalá aprendas a soltarte un poco. ¿En serio no querés venir?
—Yo no tengo tu cuerpo, Silvana. A mí me van a ver como un estorbo.
—No digas tonterías, Margarita. Sos hermosa… estos tipos te van a pegar la cogida de tu vida.
—No, ni hablar. No me animo. Son muchos. Algunas todavía tenemos un poco de pudor.
—Oh, está bien. Es una pena. Vení, acompañame…
—Te dije que no voy…
—Vamos a mi oficina, donde podamos estar solas. No quiero que te quedes con las ganas.
Margarita sonrió. Se moría de ganas de probar el increíble cuerpo de Silvana, pero no sabía cómo pedírselo.
Dos minutos después ya estaban haciendo un sudoroso 69 en la alfombra de la oficina de Silvana. Margarita le chupó la concha como si su futuro ascenso dependiera de ello. Silvana también se esmeró, a pesar de que ya había probado el sexo lésbico en varias ocasiones, aún le resultaba maravilloso, rompedor. Siempre va a preferir las vergas, son su auténtica pasión; pero una concha de vez en cuando no viene nada mal.
Después de coger con Margarita, Vanina Marchetti felicitó a Silvana por un trabajo bien realizado.
—Quedaron encantados con vos. Varios ya están hablando de futuras negociaciones. Quieren firmar más contratos, siempre y cuando vos estés como mediadora. Le vas a traer muchas ganancias a esta empresa.
—Lo sé —Silvana sonrió, estaba desnuda sentada sobre su escritorio con las piernas cruzadas—. Y no creas que esto lo hago solo porque me da morbo, Vanina. A mí también me gusta la plata.
—¿Cuánto querés? Decime una cifra.
—Por ahora no, esa carta me la voy a dejar para más adelante. Eso sí, me gustarían unas lindas vacaciones, con todo pago, a algún lugar lindo. Quizás Grecia, o Mallorca.
—Mallorca es preciosa, pero tiene muchos turistas. Sé de una isla en Grecia donde se puede vacacionar tranquila. Hay fiestas, restaurantes de lujo y todo lo que te pueda gustar; pero es un lugar más selecto.
—Si es tan selecto no creo que pueda pagarlo.
—Vas a poder, porque yo voy a ir con vos. Poniéndolo de otra manera: vas a viajar como mi dama de compañía. Nos la vamos a pasar en grande.
—Uy, eso me encantaría.
—¿Y podés traer al senegalés?
—Por supuesto! A Malik le va a encantar viajar con nosotras.
—Bien, pero no traigas a tu novio. Es un chico lindo; pero…
—No es bueno para el sexo. Lo entiendo. Este es un viaje de placer. Aunque te aclaro que Renzo se lo va a tomar mal, me va a armar un lindo quilombo. A menos que…
—Si se puede solucionar con dinero, dalo por hecho.
—Perfecto. Entonces Renzo no va a ser un problema. Lo dejo todo en tus manos ¿esa isla tiene playas nudistas?
—Las mejores del mundo —respondió Vanina con una gran sonrisa.
—Entonces la vamos a pasar de maravilla.
Se puso de pie, se acercó a su jefa y la besó en la boca. Después le pidió que se arrodille:
—Me debés una buena chupada de concha, por el contrato que hice firmar.
—Sos una puta insaciable, Silvana. Sos de lo peor.
Se arrodilló y comenzó a lamerle la vagina.
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La ciudad era una locura total, no porque hubiera mucha gente en la calle. De hecho, las calles estaban prácticamente vacías. Todo el país estaba congregado frente a sus televisores, esperando por disfrutar la final del mundial. Argentina se enfrentaría a Francia en lo que podría ser la última oportunidad de Lionel Messi para conseguir el máximo trofeo del fútbol.
Silvana tenía su atuendo cábala actualizado: la camiseta de argentina anudada sobre el ombligo… y nada más. Charlaba con Dalina en el pasillo del piso diecinueve, le explicaba cómo su relación con Renzo estaba mejor que nunca. La puerta del departamento de Malik estaba abierta y allí los primos de éste ya estaban destapando las primeras cervezas. Salían de vez en cuando a mirarle la concha a Silvana… y Dalina se llevaba unas cuantas miradas. Ella estaba con una blusa negra muy escotada y una sencilla bombacha blanca.
Cuando Silvio se asomó por el pasillo casi se muere de un infarto al ver a Silvana semi desnuda… y al ver que su esposa no tenía mucha más ropa que ella. Para colmo esos africanos libidinosos la desnudaban con la mirada. Durante los últimos días tuvo más de una discusión con ellos por la forma en que miraban a Dalina. Malik tuvo que intervenir en cada ocasión para dejarle en claro que sus primos no le estaban faltando el respeto a Dalina y que a ella le hacía sentir bien sentirse admirada. «Así es, amor —dijo ella—. Me encanta que me miren las tetas… y el culo. Con esto del embarazo siento que ya no soy tan sexy como antes, y ellos me hacen sentir muy bien. No seas tan celoso. Por cierto, Malik… no sé cómo hacen tus amantes para estar con vos varias noches seguidas. Después de que me metiste la pija… estuve como tres días sin poder sentarme».
Silvio casi explota de bronca cuando su esposa le recordó que la enorme verga del senegalés había estado dentro de ella.
—¿Qué hacés vestida así en el pasillo?
—Es cábala, amor. ¿No te acordás que la semifinal la vi con esta ropa? No quiero usar otra cosa… estamos por jugar la final.
—¿Quieren ver el partido con nosotros? —Propuso Silvana.
—¡No, ni hablar! —Chilló Silvio—. Lo vamos a mirar en nuestra casa.
—¿Y te interesa apostar algo? —Preguntó Malik. Apareció en su puerta, con el torso desnudo y una jarra de cerveza en la mano—. A mis primos les interesa. Cada uno paga cinco mil dólares si gana.
—Uy, esto se pone interesante —dijo Dalina—. Contando a Malik son veinte mil dólares. ¿Qué opinás, amor? ¿Apostamos? Es mucha plata. Nos vendría bien para el bebé. ¿Para vos Argentina gana o pierde?
—Pierde —dijo Silvio, sin dudarlo—. Llevamos más de treinta años sin ganar un mundial. Esa racha no se va a romper ahora.
—¿De verdad pagás veinte mil dólares si Argentina pierde? —La pregunta llegó desde el ascensor. Renzo apareció en el pasillo y no venía solo, lo acompañaba una hermosa joven.
—¡Yamila! —Silvana se acercó a su cuñada y la abrazó con fuerza.
—Uf… entonces lo que dijo Renzo era cierto. Ya andás desnuda por todos lados.
—Podría decir que me hice nudista —dijo Silvana—. Espero que no te incomode.
—No, para nada. Es lindo ver a una mujer tan hermosa sin ropa.
—Gracias. ¿Y qué decís, mi amor? ¿Apostás contra Malik?
—¿Y qué pasa si perdemos nosotros? —Preguntó Renzo.
—En ese caso Silvana y Dalina…
—Vamos a coger con Malik y sus primos —lo interrumpió Silvana.
—¿Qué? ¿Van a tener sexo con un montón de tipos si estos pierden una apuesta? —Yamila no daba crédito a lo que estaba ocurriendo—. Silvana, ¿vas a aceptar que mi hermano apueste tu cuerpo?
—No sería la primera vez que lo hace. Tendrías que haber visto lo que pasó en la semifinal. Me destrozaron a pijazos —soltó una risita maquiavélica.
A Silvio se le paró la verga y pareció no darse cuenta de eso. Con total calma dijo:
—Esta vez no va a ocurrir lo mismo. Argentina no tiene chances. Francia es un equipo superior en todo sentido. Es una apuesta segura.
En ese instante se acercó el primo de rastas de Malik y anunció, en francés, que el partido ya estaba por comenzar.
Todos entraron, incluyendo Silvio. Él lo hizo solo porque Dalina se mandó para adentro sin consultarle. Dos de los primos ayudaron a la embarazada a acomodarse en el sillón, de paso aprovecharon para mirarle de cerca las tetas y para acariciarle las nalgas. Silvio decía “Cuidadito con las manos…”, pero ni le entendieron ni les importó.
Silvana le alcanzó una cerveza a Dalina y esta vez fue Yamila la que protestó.
—Hey, ¿le van a dar de tomar alcohol a una embarazada? Eso no está bien.
Silvana se quedó boquiabierta. Por la algarabía del momento no había considerado eso, ni tampoco lo consideró la vez que ella y Dalina se embarazaron durante el partido contra Nederland.
—Tiene razón —dijo Silvana—. No deberías tomar.
—Es solo un vasito…
—Ni siquiera uno deberías tomar —Yamila parecía tener un criterio mucho más responsable que el de la propia Dalina—. Debería darte vergüenza.
Y sí le dio. Dalina se sintió mal por insistir. Conocía los riesgos de tomar alcohol durante el embarazo, pero no consideró que por un día fuera a afectarle demasiado.
—A mí tampoco me gusta que tomes alcohol durante el embarazo —dijo Malik—. Tenés que cuidar a tu bebé.
Silvio estalló de rabia.
—¿Y vos qué te metés, negr…?
—Hey, pelotudo —lo interrumpió—. Malik solo está intentando cuidar a Dalina. Si te vas a poner agresivo con él, vamos a terminar muy mal. ¿Te queda claro? Vamos a intentar disfrutar del partido en paz. Al que jode, lo tiro por el balcón.
Se sentó sobre las piernas de Malik y apoyó la cabeza sobre su hombro. Compartieron la jarra de cerveza. A Renzo se le estrujó el corazón. Su hermana no hizo ningún comentario. Ella solo quería sentarse lejos de la mirada lasciva de los primos de Malik. No tocó la cerveza.
La pelota comenzó a rodar y la atención de todos fue absorbida al instante. Los nervios empezaron a ser evidentes. Silvana estrujaba entre sus dedos el gorrito de Argentina que le alcanzó uno de los primos de Malik. Yamila se mordía el labio inferior. Silvio marcaba el ritmo de sus latidos moviendo su pierna derecha rápidamente. Y claro, para él había veinte mil dólares en juego… o la opción de que su esposa terminara en una orgía llena de pijas negras.
Al minuto veintitrés del partido, el corazón de Silvio se detuvo. Messi marcó el primer gol de penal y eso podía ser todo lo que Argentina necesitara para ganar el mundial. Por eso todos los presentes (a excepción de Silvio y Renzo) festejaron gritando como locos. Arrojaron al aire cerveza, banderas y gorritos de Argentina. Los primos aprovecharon para manosear a Silvana y a Dalina. Silvio tan compenetrado mirando la pantalla que no se dio cuenta de cómo los hábiles dedos de los senegaleses se metieron por debajo de la bombacha de su esposa y tocaron donde no deberían tocar.
Lo único que le daba un poco de paz a Silvio era saber que el partido aún no había terminado y que nadie habló de intercambiar goles por sexo oral. Aunque no le pagaran extra por un potencial gol de Francia, prefería ahorrarse el martirio de ver a su esposa tragando la pija de todos esos negros.
Unos minutos más tarde Ángel Di María consiguió marcar un golazo después de una asombrosa jugada colectiva. La algarabía fue total. Mientras Silvio hundía su cara entre las manos, los demás saltaron a festejar. Incluso Dalina, con su enorme panza de embarazada logró ponerse de pie en tiempo récord. Malik y Silvana se abrazaban y Dalina recibía los curiosos dedos de los primos por debajo de su bombacha. Como Silvio no estaba mirando, aprovecharon para dedearle la concha, cosa que ella agradeció. Tenía ganas de celebrar. El sueño de ver a Argentina campeona del mundo parecía más real que nunca.
Durante el entretiempo Yamila acompañó a Malik a buscar cervezas frías… y no volvieron. El partido estaba por reanudarse y aún no había noticias de ellos. Renzo, que se había puesto nervioso al esperar por su hermana, fue a buscarlos. Los encontró charlando normalmente, muy sonrientes los dos.
—Hey, vuelvan al living. Ya está por empezar el segundo tiempo. Yamila ¿por qué te quedás hablando acá? ¿No podés hablar en el living?
—¿Qué problema hay, Renzo? ¿Acaso no puedo charlar con alguien sin que vos me autorices? Con tus amigos siempre hacés lo mismo. Nunca querés que charle con ellos. Malik me parece muy simpático.
Simpático. Justamente eso era lo que más le preocupaba. Que su hermana encuentre “simpático” a Malik.
—No te lo prohibo. Lo que pasa es que… estábamos esperando las cervezas —abrió la puerta de la heladera y sacó un par de botellas bien frías—. Ustedes se demoraron mucho. Ni para esto sirven.
Yamila puso los ojos en blanco y volvió al living sin decir nada. Malik ayudó a Renzo con las cervezas.
El partido se reanudó. Otra vez a sufrir. Otra vez a esperar. Otra vez a especular.
Renzo y Silvio tuvieron un momento de celebración cuando a Mbappe le dieron un penal… y consiguió anotarlo. Pocos minutos después celebraron como desaforados mientras el sufrimiento se hacía evidente en la cara de todos los demás. Mbappe había conseguido marcar un segundo gol… y a pocos minutos del final.
—Son buenos los franceses, ¿eh? —dijo Silvio mientras festejaba.
—En esa selección hay más africanos que en mi casa —le respondió Malik, irritado—. Por eso son tan buenos.
El partido fue a alargue.
—No puede ser —se lamentó Silvana—. Estábamos tan cerca de ganar el mundial. La puta madre. Ahora a sufrir otros treinta minutos.
Continuaron mirando el partido con el corazón en la boca. La copa parecía tan cerca… y tan lejos. Los siguientes minutos serían terroríficos, no aptos para cardíacos. En una final que parecía escrita por un guionista macabro Lionel Messi logró marcar el tercer gol para Argentina. Un gol agónico y confuso que estuvo a punto de ser anulado por posición adelantada, pero el árbitro aseguró que era válido. Casi todos festejaron como locos… Silvana se sacó la camiseta y empezó a revolearla por encima de su cabeza. Los primos de Malik aprovecharon para manosearle las tetas mientras simulaban abrazarla por detrás. Dalina también se llevó unos cuantos manotazos en toda su anatomía. Esta vez Silvio los notó, pero no dijo nada. Todo parecía perdido, era mejor resignarse.
Sin embargo, poco antes de que finalice el partido Mbappe devolvió la alegría cuando le dieron un segundo penal… ¡y logró anotar!
Silvio casi se desgarra la garganta festejando y Renzo estuvo a punto de largarse a llorar. Si bien esto era un empate, y no una victoria, dejaba a Francia con chances de ganar.
—¡Yo sabía! ¡Yo sabía! —Gritó Renzo—. Argentina no puede ganar un mundial. En el fútbol estamos malditos. —Su corazón estaba desbocado—. Veinte mil dólares —susurró.
—Podrían ser cuarenta mil —dijo Malik. Captó la atención de Renzo al instante.
—¿Cuarenta mil?
—Así es. La idea no es mía, es de tu hermana. Ella me preguntó si vos podías duplicar la apuesta… ofreciéndose ella como parte de pago, en caso de que pierdas.
—¿Qué? —A Renzo casi se le salen los ojos—. ¡No, ni hablar! Mi hermana está fuera de todo esto.
—Ay, Yamila ¿te volviste loca? —Preguntó Silvana—. ¿Vos entendés lo que podría pasar si…?
Dejó la pregunta en el aire cuando la invadieron las fotografías de Yamila. Sabía perfectamente que a esa chica le encantaba meterse dildos enormes por el culo. ¿Será que quiere probar vergas de verdad?
—Soy consciente de lo que puede pasar. Y quiero hacerlo. Pensalo bien, Renzo… podrías duplicar tus ganancias. Cuarenta mil dólares son muchísimo dinero.
—Y yo puedo pagar esa cifra —dijo Malik—. Me dolería muchísimo tener que hacerlo; pero lo puedo pagar.
—¡¡Trato hecho!! —Gritó Renzo.
Justo en ese momento Francia ejecutó una rápida jugada de ataque que parecía una clarísima situación de gol. Todos gritaron “¡¡Uhhh!!” agarrándose la cabeza cuando el Dibu Martínez hizo una atajada espectacular utilizando su pierna izquierda. Los relatores se pusieron como locos, no podían creer que el Dibu le había arrebatado a Francia la chance de ser campeones, justo a último momento.
—¡¡NO!! ¡La puta madre, la puta madre! —Empezó a gritar Renzo—. No, no… no hay trato. No hay trato.
—Ni hablar, Renzo. Eso no te lo voy a permitir —Intervino Silvana—. Aceptaste la apuesta, ahora hacete cargo.
—Tranquilo, Renzo —dijo Silvio—. El partido todavía no terminó. Faltan los penales.
—Dioss… qué sufrimiento —Silvana se sentó sobre las piernas de uno de los primos de Malik, el flaco aprovechó para abrazarla con fuerza—. No puede ser que nos cueste tanto ganar un puto mundial. Ya lo teníamos ganado. ¿Qué mierda pasó?
—Los franceses no se van dejar vencer tan fácilmente —dijo Silvio.
—Querrás decir: los africanos —respondió Malik.
Silvio ignoró ese comentario. Le daba igual si eran franceses, africanos o extraterrestres. Para él significaban veinte mil dólares en efectivo. Con un hijo en camino ese dinero ya se había convertido en su obsesión. Si llegara a perderlo todo…
No. No quería pensar en eso.
La tanda de penales estaba a punto de comenzar. Nadie podía respirar. Algunos de los presentes bebían cerveza en pequeños sorbos. El pánico era total. La ansiedad llegaba hasta el techo.
El primer penal era para Francia. Dibu Martínez se comportó como si él fuera el dueño del área. Esto afectó psicológicamente al jugador francés y Dibu consiguió una gran atajada. Silvana y los suyos gritaron como locos, aplaudieron, saltaron, se abrazaron. Repitieron este ritual cuando Lionel Messi anotó su penal, poniendo la ventaja para Argentina.
Renzo y Silvio estaban nerviosos a más no poder y cuando Francia erró un segundo penal sintieron que el mundo se les venía encima. Se agarraron la cabeza y Silvio incluso dejó caer algunas lágrimas, ahí comenzaron a esfumarse sus veinte mil dólares… y los cuarenta mil de Renzo.
—No puede ser… no puede ser… —decían los dos, al unísono. Los demás festejaban, se reían, brindaban y se abrazaban.
El último penal de la tanda estuvo a cargo de Montiel. En la transmisión se escuchó al relator diciendo, con la voz quebrada, “Somos todos Montiel”. Y así se sintió cada argentino en ese instante… a excepción de Silvio y Renzo. Para ellos fue el momento más angustiante de sus vidas.
Y Montiel anotó.
Las gargantas estallaron en llanto. La ciudad se tiñó de bullicio y algarabía. El país entero festejaba una nueva copa del mundo. La copa que traería Messi. En una final de película, que parecía el invento de un guionista macabro, Argentina ganó su tercer mundial.
Silvana abrazó a Malik y no lo soltó, sus primos hicieron lo mismo con Dalina y Yamila. Sí, incluso la tímida Yamila se lanzó sobre esos brazos negros y musculosos y dejó que se proparasaran un poco con ella. Lo hicieron de forma sutil, pero efectiva. Hubo roces en sus nalgas, en sus tetas y algún que otro dedo pasó demasiado cerca de la entrepierna.
—¡Somos campeones! ¡Somos campeones! —Gritó Silvana, con los ojos llenos de lágrimas. Después de tantos días de ansiedad e incertidumbre, por fin había terminado todo… y de la mejor manera posible. Al menos para ella.
Sabiendo que los festejos eran inminentes, uno de los primos de Malik le quitó la blusa a Dalina, exponiendo sus hinchadas tetas de embarazada. Le pellizcó un pezón y recibió un fuerte empujón por parte de Silvio.
—¡No la toques, negro de mierda! ¡No la toques porque te mato!
Los primos no entendían las palabras exactas, pero sí la intención. Se enojaron y saltaron los tres contra Silvio.
Forcejearon y estuvieron a punto de romperle la cara, hasta que intervino Malik. Pidió calma en español y francés. Sus primos sí se tranquilizaron un poco, pero Silvio no. Estaba hecho una furia. No paraba de gritar barbaridades. Gritó “negro de mierda” una vez más y Malik se hartó. Le dio un fuerte puñetazo en toda la cara, haciéndolo caer al piso.
Silvio quedó fuera de combate. Mientras estaba mareado su esposa lo ayudó a sentarse en una silla y Silvana le ató las manos detrás del respaldo usando la blusa que se había sacado Dalina. Cuando Silvio se recuperó del mareo, volvió a insultar a todos. Gritó como un desaforado. Había perdido veinte mil dólares y para colmo esos senegaleses cumplirían todas sus fantasías sexuales con su esposa. No podía tolerarlo.
Malik volvió de su cuarto con unas cuerdas y una mordaza que a veces usaban sus amantes. Era una pelotita con agujeros para poder respirar. Se la metió a Silvio en la boca y ató bien las tiras de cuero detrás de su cabeza. Silvana le ató mejor las manos usando las cuerdas que trajo Malik. Luego se paró delante de Silvio con los brazos en jarra y le dijo:
—Perdiste, pelotudo. Eso te pasa por vendepatria. Argentina es campeona del mundo y nosotros vamos a tener el mejor festejo que te puedas imaginar. Si no te bancás haber perdido, no es nuestra culpa. A tu esposa la van a llenar de pija te guste o no. Dalina, sacate la bombacha… vas a coger como nunca en tu vida. Y vos Yamila… andá mentalizándote de que tenés que hacer lo mismo.
La jovencita abrió mucho los ojos, se había olvidado completamente de la apuesta. Miró a su hermano. Nunca había visto a Renzo tan pálido.
—¡Que comiencen los festejos! —Anunció Silvana, y los participantes aplaudieron y comenzaron a desnudarse.
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