You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

PDB 63 Nuestro cerezo florece




Post anterior
Post siguiente
Compendio III


Estoy desvelado e inquieto y supongo que esto me ayudará a dormir unas horas.

El reloj de la cocina marcaba las 11:34 am del miércoles 16 de octubre de 2024. Estaba armando una lasaña para el almuerzo, tranquilamente acomodando las láminas de pasta y las salsas, cuando de repente:

+ ¿Amor? ¡Amor! – escuché la voz melodiosa y titubeante de mi esposa. - ¡Jacintito ya viene!

Armé un tremendo alboroto, botando ollas y sartenes, pero me las arreglé para llegar al dormitorio. La encontré de pie, afirmándose la espalda.

- ¿Estás bien? - Le traté de preguntar calmado, aunque los nervios no me dejaban.

Con dolor y un suspiro, me respondió:

+ ¡Estoy bien! Fue mi primera contracción. – su voz era calmada, aunque apretaba los dientes. - ¿Podemos ir al hospital?

Tomé su bolso con ropa. Ese, que llevaba semanas esperando al lado de la puerta y le respondí:

- ¡Por supuesto! ¡Vamos! – tratando de sonar lo más tranquilo posible.

A pesar del caos en torno nuestro, Marisol se mantuvo bastante calmada mientras trataba de manejar la camioneta lo más rápido y seguro posible. Cuando me aceleraba demasiado, Marisol me tranquilizaba.

+ ¡No te apures tanto! – me trataba de calmar, aunque yo imaginaba su incomodidad. - ¡Jacinto viene… pero tenemos tiempo!

Por la tarde, cuando estuvimos a solas, Marisol me confesó que había sentido lástima por mí. Que, durante este tiempo, me había visto trabajando hasta los huesos y conociéndome, sabía que mis pensamientos estaban en mil lugares a la vez. Y por lo mismo, trató de mantenerse lo más calmada posible.

A causa de esto, ni siquiera me di cuenta cuando tomó mi celular e hizo una llamada.

+ ¿Aló, Sonia? ¡Soy yo, Mari!... sí, sí… te llamo porque Jacintito está por nacer… sí, Marco me está llevando al hospital… no, no… las contracciones no se sienten tan mal todavía… te llamaba para que fueras a buscar a nuestras niñas al colegio, ¡Por fa!... y también, trae a Bastiáncito… sí, quiero que conozca a su hermanito nuevo… ¡De nada, de nada!... ¡Gracias a ti!... ¡Chaito!

Y colgó. Luego llamó a la academia para avisar que retirarían a las niñas y recién después, contactó a Erin para decirle que íbamos en camino. Todo eso con una voz tranquila y relajada, que ni siquiera reflejaba la tensión que sentíamos en esos momentos.

Cuando llegamos al hospital, Erin ya nos esperaba con una enfermera y una silla de ruedas.

• ¿Cómo te sientes? – preguntó mientras llevaban a Marisol a la sala de parto, su actitud profesional, con instrucciones precisas y 5 sentidos enfocados en mi esposa.

+ ¡Estoy bien! ¡El dolor no es tan fuerte todavía! – respondió Marisol, manteniendo su dulzura.

Erin y yo nos miramos brevemente. Me sentía mal por la última conversación que tuvimos, pero los 2 sabíamos que no era el tiempo para pensar en ello.

Las contracciones empezaron a hacerse más fuertes…

+ ¡Mi amor! – Marisol suplicó, afirmándome de la mano para aguantar el dolor.

Miré a Erin.

- ¡Cuídala, por favor! – supliqué con desesperación. La doctora entendió mi preocupación y asintió.

Nos llevaron a pabellón, el cual hervía en actividad mientras el personal médico preparaba a mi ruiseñor para el parto. Aun así, manteníamos la confianza tomados de la mano.

Erin monitoreaba los cambios de mi esposa. Las horas fueron pasando mientras las contracciones se iban haciendo más fuerte, aguantando el dolor.

Fueron minutos tensos al ver la fortaleza de mi ruiseñor soportando estoicamente las intensas contracciones. Tras un esfuerzo de 2 horas, conmigo sujetándole de la mano y susurrándole palabras de aliento, nuestro pequeño Jacinto hizo su llegada.

En el pabellón, se escuchaba el llanto de nuestro hijo, mientras que yo y mi mejor amiga llorábamos de alegría.

Luego de limpiarlo y revisarlo personalmente, Erin se acercó a nosotros y nos dijo que se encontraba perfecto. A Marisol parecía que se le arrancaban los brazos por tomar a nuestro pequeño. Se veía tan agotada, pero a la vez, notaba a la misma chica otaku que conocí hace tantos años atrás.

Mientras la enfermera la llevaba a su habitación, mi ruiseñor aprovechó de intentar amamantar a nuestro crio, cuya odisea lo tenía levemente hambriento. En el intertanto, fui a buscar a Sonia y a los niños a la sala de espera.

Verito y Pamela me tomaron de la mano. Alicia, en cambio, estaba más preocupada por su mamá que por conocer a su nuevo hermano. Le pregunté a las pequeñas si querían conocer a su hermano, pero mi preciosa Pamelita nos hizo reír al explicarnos que “los bebés pequeños no entienden palabras.”

Sonia y Bastián no quisieron entrar de inmediato. Fue petición de mi ruiseñor que les pidiera a que vinieran. Mi cachorro miraba a su medio hermano confundido y curioso.

Marisol aprovechó de agradecer a Sonia por traer a las niñas y a su vez, Sonia agradeció a Marisol por dejar a Bastián a conocer a su medio hermano.

Mi hijo todavía no entendía cómo era posible que fueran hermanos, pero le expliqué que al igual que las niñas, Jacinto es hijo de la “Tía Marisol” junto conmigo, por lo que también es su hermano.

Al entender mejor, se alegró muchísimo, porque a pesar de que sus hermanas lo quieren y cuidan demasiado, se sentía un tanto solo al ser el único varón, por lo que le pedí su ayuda para que le “enseñara a ser un buen hermano” más adelante.

Y fue cuando los niños se empezaron a hacer más a la idea que Jacinto era su hermano nuevo, que Erin entró en la habitación.

Le llamó la atención que hubiera tantos niños, pero luego de apartarme del lado de mi ruiseñor unos momentos y abrazarla cordialmente, se los fui presentando. Les presenté a las gemelas primero, luego a Alicia, que ella misma ayudó a traer al mundo y luego, a Bastián, explicándole que era también mi hijo al haber donado mi esperma.

Sonia se presentó, saludando con la mano.

Cuando las niñas se dieron cuenta que Erin fue la doctora que se encargó del nacimiento de Alicia, las 3 pequeñas le hicieron una reverencia, robándole un respiro a la especialista. Le agradecieron de corazón por haber ayudado a su hermana y su hermano, destacando lo mucho que los aman.

Pero, aun así, a nuestra Alicia le seguía preocupando su mamá y le preguntó a Erin cuándo podría volver a casa. Aprovechó de informarnos que los exámenes se veían bien, pero noté el cambio en la mirada de Erin al decirle a Alicia y a sus hermanas que su madre y hermanito tendrían que quedarse un par de días más en el hospital, cuyas miradas se tornaron un poco más tristes.

Estoy casi seguro de que algo cambió en Erin en esos momentos. Y tal vez, haya sido mi imaginación o simplemente, mis secretos deseos, pero estoy seguro de que escuché su voz al salir del dormitorio, hablando por teléfono.

• Hey, Julian. ¿Te gustaría ir a cenar?

(Hey, Julian. Do you want to go out to eat?)

Pero ya eran pasadas las 8 de la noche. Sonia se las arregló para llevarse a la tropa para darnos un poco de privacidad, mientras Jacinto dormía la siesta en su cuna.

- ¿Sabes algo? La parte más difícil para mí es tener que dejarte aquí. – Le dije, perdiéndome en sus diáfanas esmeraldas, mientras le acariciaba el cabello.

No noté que la sonrisa de Marisol era un poco más traviesa…

+ Bueno… sí… pero la parte más difícil para mí es algo más…- respondió, con sus ojitos brillando en lujuria.

Su mirada parecía hambrienta y no se despegaba de mi pantalón…

- ¿Tan pronto? ¿Acaso no estás adolorida? – le pregunté, notando su calentura creciente.

+ ¡Lo estoy! – admitió, con sus mejillas coloradas y su mano deslizándose sobre mí. – Pero mi amor, tienes que entenderme. No hemos hecho el amor en 2 meses y me está volviendo loca.

- Pero Marisol…- traté de hacerle entrar en razón, aunque su mano se sintiese celestial.

Aun así, Marisol no me soltaba.

+ ¡Lo sé! ¡Lo sé! – me interrumpió, con sus ojos brillando del deseo. – Pero la ultima vez, cuando Alicia nació, también me puse caliente.

Me empezó a sacudir con más fuerza y sus pechos se movieron. Creo que crecieron incluso un poco más y sabiendo que estaban repletos de leche, me estaba volviendo loco.

Sus besos hambrientos con sus manos inquietas sacudiéndose a propósito poco a poco me sacaban de mi cordura.

Estrujaba mis testículos con una mezcla de dulzura y deseo, mientras que, con la otra, masajeaba mi vara hinchada con la experticia de nuestro matrimonio.

+ ¡No te preocupes, mi amor! - Logró decirme ella al oído, notando que me tenía a su merced. – No vamos a hacer nada demasiado loco. Es solo… un poquito de mantención.

Sus palabras me deshacían. Su mano trabajaba imperiosa sobre mi ropa, sus sacudidas volviéndose más intensas y deliberadas. No podía contener mis gemidos del todo, teniendo a mi mejor amiga besando mis mejillas al debilitar mi templanza.

Para nosotros, hacer el amor se había vuelto algo para aliviar nuestras tensiones, adquiriendo tonos terapéuticos. Con el pasar de los años, nos volvimos adictos.

Sus preciosas esmeraldas brillaban mientras manejaba mi erección con una gran maestría. Su lengua se sacudía como un látigo, deseosa por tragarme y beber mi semen. Pero a pesar de todo, tenía que contenerme por el bienestar de nuestro hijo.

El morbo que una enfermera viniese a revisar a mi esposa me tenía paranoico, aunque mi pene estaba desesperado por el toque de Marisol. Sin embargo, mi ruiseñor sabía que no vendrían a revisarla hasta casi 2 horas más, dándonos tiempo suficiente para nuestro encuentro ilícito y pervertido.

+ ¡Me encantaría tragarlo! – se lamentó mi ruiseñor, sacudiéndome y estrujándome a un ritmo formidable.

Yo ya no aguantaba, y Marisol también lo sabía. Para guardar algo de discreción, envolvió la punta de mi pene con su bata de hospital y mi pene estalló, salpicando violentamente mi carga sobre ella, llenando el ambiente con el aroma de mi semen.

Mi orgasmo fue explosivo y aunque se esforzó, Marisol todavía estaba cubierta por mi corrida. Se las arregló para untar algunas gotas de semen en sus dedos y tragarlas, mientras yo la miraba sorprendido. Sin embargo, Marisol me dio una sonrisa cómplice, haciendo que me preguntara a mí mismo cómo iría a explicar el aroma a semen a las enfermeras. O bien, si se molestará en dar una explicación de cualquier manera.

Nos besamos suavemente, como cuando éramos enamorados.

- Sabes que te amo, ¿Cierto? – le dije, mientras le acariciaba el cuello con mi nariz.

Pero la calentura de Marisol no cesaba.

+ ¡Lo sé! – me dijo, soltando un suspiro lascivo. – Pero no puedo imaginarme cómo Emma y sus amigas deben sentirse sin ti por un mes… y tú has estado tan tenso y preocupado… y yo no puedo hacerte sentir bien ahí.

Las palabras de Marisol me rompían, pero podía ver que en sus ojos lo mucho que yo le preocupaba.

+ ¡Así que aprovecha de salir con ellas! – me ordenó permisiva, mientras ella me iba guardando el pene de vuelta en mis pantalones. – De lo contrario, me harás tanto el amor que me embarazarás de nuevo.

Nos reímos y nos besamos un poco más, antes de despedirnos.

En el camino de vuelta, llevé a las niñas a comer a un restaurant de comida rápida, conversando de su día en la escuela hasta que Sonia las retiró y yo contándoles qué pasó cuando llevé a Marisol al hospital.

Tras acostarlas y leerles una historia, bajé a la cocina para ordenar y limpiar todo.

Y ahora estoy aquí, desvelado, sabiendo que en unas horas más, volveré al hospital. Las niñas están bien tapadas, durmiendo tranquilas, con el entusiasmo por su nuevo hermano finalmente dándoles un respiro.

Sin embargo, yo sigo reviviendo el día entero una y otra vez. El nacimiento de Jacinto. La calma de Marisol. El sonido de su primer llanto. Todo se siente muy vivido y reciente, demasiado monumental para dejarme dormir.

Pero por la ventana, ahora que amanece, diviso el cerezo de Marisol. Ha estado brotando durante semanas, pero con todo lo que ha ocurrido estos días, mi ruiseñor no ha tenido la oportunidad de disfrutarlo. Su idea de celebrar nuestro “Obon falso”, como ella le llamaba a principio de año, quedó como una intención.

Pero quizás, pueda llevarle una parte. El piso está repleto con los pétalos, ni qué decir de nuevos brotes. Pienso que le llevaré uno de ellos de regalo. Un símbolo de la nueva vida que hemos creado juntos, la antesala de este nuevo capítulo de la vida como padres y como familia.

Una nueva etapa, con más amor, más desorden y más cariño para dar y recibir.


PDB 63 Nuestro cerezo florece

infidelidad consentida

esposa


0 comentarios - PDB 63 Nuestro cerezo florece