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El consultorio de Romina (2)

El consultorio de Romina (2)

La joven esperaba muy pacientemente en aquella solitaria sala de espera. Había escuchado muy buenas referencias de Romina, y del trabajo que esta ofrecía ahora. Estaba algo nerviosa, pero también muy ansiosa de lo que pudiera enseñarle.

Finalmente, cuando apareció, Romina la hizo pasar al consultorio con una gran sonrisa. Se sentaron enfrentadas la una a la otra, con un escritorio entre ellas. Con mucho entusiasmo las dos hablaron por un rato, la joven expresando su gran deseo por experimentar y aprender lo más posible, y Romina dispuesta a enseñarle todo lo que pudiera.

La muchacha se paró en el medio del consultorio, vistiendo la acostumbrada falda a cuadros y camisa blanca común de la mayoría de los secundarios de la zona, así como unos zapatos negros y unas medias ¾ blancas. Dio unas vueltas grácilmente y asegurándose de darle el mejor espectáculo posible a Romina, quien, aun sentada detrás de aquel escritorio, disfrutaba mucho de aquel espectáculo.

Romina se le acerco, parándose frente a ella. Se miraron por un momento en silencio mientras Romina acomodaba y acariciaba un poco el largo y suave cabello de la muchacha, la cual no dejaba de sonreírle. Luego le tomo la mano y delicadamente la llevo hasta un diván que allí había, y con la misma elegancia la recostó boca arriba en este. Romina, una vez más volvió a admirar aquel hermoso espectáculo que esta jovencita era.

Se acomodó en una silla junto a ella, le acaricio un poco el pelo, luego paso sus dedos hasta el rostro de la joven, y los siguió bajando hasta el pecho, donde le abrió la camisa, dejando expuesto un delicado corpiño blanco. Le masajeo, por sobre este, un poco los pechos, mientras una electricidad de placer recorría el cuerpo de la joven. Romina, con sus dedos estimulando la zona, podía sentir como se ponían cada vez más erectos los pezones de la joven, así como los pequeños espasmos de placer que en el cuerpo comenzaban a formarse.

Siguió bajando su mano hasta la falda de la joven, la levanto, apoyándola por sobre el estómago de ella, dejando al descubierto unas muy delicada ropa interior blanca. Romina llevo uno de sus dedos hasta la entrepierna, quedando justo sobre el sexo de ella, y presiono levemente mientras acariciaba la zona en forma circular. La joven suspiraba placenteramente, así como los temblores de placer aumentaban su intensidad. Cuando noto que una pequeña mancha de humedad se comenzaba a formar en esta, despacio procedió a bajársela hasta las rodillas. Primero se tomó el tiempo a acariciar con sus dedos, de arriba hacia abajo las largas, suaves y blancas piernas de la joven, luego volvió al sexo de esta y lo volvió a masajear un poco, separando levemente los labios. Se inclinó un poco y le dio un pequeño beso, en ese momento un gemido salió de la boca de la joven, mientras arqueaba su espalda en el aire tras un gran espasmo de placer.

Romina acerco su rostro al de la joven y se miraron sonrientemente en silencio por unos momentos con sus cabezas prácticamente pegadas y enfrentadas. La muchacha, entendiendo el mudo ofrecimiento de Romina, lo acepto con mucha felicidad con un simple movimiento afirmativo. Romina, sin quitarle la vista a la joven, y sus rostros casi pegados, comenzó a bajar despacio su mano, recorriendo muy suavemente el cuerpo de la muchacha hasta finalmente posar sus dedos sobre el sexo de ella. Romina, con cuidado, comenzó a introducir dos dedos dentro de la joven, aun con sus rostros muy cerca, disfrutaba todos los pequeños gestos de placer y dolor que el rostro se le iban formando. De a poco comenzó a hacer un leve movimiento con estos, introduciéndolos y sacándolos levemente, mientras que con su pulgar había comenzado a masajear, de forma circular, el clítoris de la muchacha. Romina, con una gran sonrisa y mucho placer, podía ver como un orgasmo se iba formando en el rostro de la joven, así como todos los músculos de su cuerpo también se tensaban en preparación ante aquella tan esperada explosión final de placer.
Romina, con su mano libre, tomo el rostro de la joven, asegurándose que esta, por las contracciones de placer que se habían apoderado de todo su ser, no la girara a un costado o hacia atrás. Romina quería asegurarse de poder ver todo el goce que expresaba el rostro de la joven, una primera fila a ese hermoso espectáculo que ella le ofrecía. De a poco, Romina acerco su boca hasta casi pegarla a los labios levemente abiertos de la joven, quería absorber todos aquellos delicados gemidos de placer que de esta salían, saborearlos, volverlos parte de ella misma.

Ya recuperada, y otra vez sentada detrás de aquel escritorio, Romina veía a la joven terminar de acomodarse la ropa. Se saludaron con un largo y caluroso abrazo y luego la joven salió del consultorio, cansada, pero más contenta de cómo había entrado. Romina, sola en el lugar, disfrutaba en silencio repitiendo en su cabeza toda aquella experiencia que acaba de vivir, mientras con sus dedos delicadamente se acariciaba los labios.

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