Post anterior
Post siguiente
Compendio III
Mientras Erin manejaba el aparato de sonograma sobre la barriga de mi ruiseñor y se escuchaba solamente el ronroneo de la maquina y el ruido particular del gel, estaba un poco aburrido y me puse a revisar las típicas fotos con diplomas de participación detrás del escritorio de la doctora de conferencias y programas en los cuales ella había participado…
Notando un patrón en común en las fotos, solté en tono de broma:
-Doctora, ¿Desde cuándo tienes un esposo en el trabajo?
(Doctor, since when do you have a work husband?)
************************************************************************************
Cuando conocimos a Erin por primera vez durante el embarazo de Alicia, ella todavía era una residente en el hospital. Para entonces, tenía su reputación en obstetricia y ginecología y nos fue bien recomendada. A pesar de su juventud, Erin destacaba por su meticulosa atención al detalle y al compromiso de sus pacientes.
Por esa razón, cuando nos la presentaron, nos encantó inmediatamente, y a diferencia de otras parejas, seguimos sus instrucciones para el embarazo de Alicia al pie de la letra. Debido a eso, Erin se mostró impresionada por la salud inmaculada de mi ruiseñor y por mi compromiso en cada aspecto del desarrollo de nuestra bebé, desde la nutrición hasta el cuidado prenatal.
Sin embargo, el único “pero” que le presentamos fue que Marisol insistió en tener a Alicia en parto normal. Erin se oponía al respecto, dado el historial clínico de mi esposa con las gemelas y aunque yo no estaba del todo convencido, terminé apoyando la opinión de mi mujer, ganándonos su admiración por nuestro compromiso.
Hoy en día, Erin ha escalado posiciones, siendo ahora la especialista en jefe de la maternidad. Su carrera ha florecido gracias a su dedicación, compromiso y su sensación de autoridad en su campo. Aunque su puesto actual la ubica más en el área de gestión, sigue optando por supervisar de forma personal algunos casos particulares, como el de mi ruiseñor, dada la historia que hemos compartido juntos.
Sin embargo, lo gracioso es que, además de no estar interesada en tener hijos (o al menos, no con su actual esposo) y a pesar de sus logros y ascensos en escalafón, sigo sin encontrarla particularmente atractiva.
Ahora tiene el pelo castaño más largo hasta los hombros, ondulado y flexible y su figura se ha rellenado un poco tras su matrimonio, pero sigue manteniendo un rostro que transmite cierta elegancia, más del tipo que impone respeto que encanto.
Sus ojos marrones rasgados siguen mostrando una expresión altiva y arrogante; su nariz respingada pero puntiaguda aumenta más su aire de seriedad insufrible; sus labios y pómulos delgados, aunque le dan elegancia, le brindan un aspecto sobrio, pero no acogedor, por lo que realmente no la encuentro atractiva.
*************************************************************************************
Pues bien, volviendo al momento, Erin me miró con una cara agria por mi comentario y prosiguió atendiendo a Marisol ignorándome, aunque mis palabras le quedaron rondando en la cabeza. Una vez que terminó de realizar el examen, se sentó, nos empezó a explicar los resultados de otros exámenes que se había hecho mi ruiseñor, hasta que de repente, me preguntó de la nada:
•Marco, ¿Por qué dijiste eso? – con una voz cargada de molestia y cortando su explicación.
Me reí, insistiendo que solo era una broma. Pero podía darme cuenta en las dagas de sus ojos que, sin querer, había dado justo en el clavo…
-Bueno, Doc.- le dije, con la intención de calmarla y que continuara su explicación. – Es solo que usted mencionó que se había casado hace 4 años. Sin embargo, las 3 únicas fotos enmarcadas que tiene aquí son las de su carrera médica.
•¡Pues yo no mezclo mi vida familiar con la laboral, Marco! – insistió furiosa, llamándome por mi nombre.
Fue entonces que caí en cuenta que, de alguna manera, Erin estaba tomando más libertades de las que yo le había dado…
-Sí, pero lo que me llamó la atención es que es siempre el mismo doctor el que aparece a su lado. – respondí, tanteando el ambiente y señalando las fotos.
Mi ruiseñor nos contemplaba con curiosidad, notando el mismo patrón en las fotos, pero sin entender mucho a lo que me refería.
Aun así, el comentario llegó a poner Erin roja de enojada…
•¡El doctor Morgan ha sido un gran mentor durante toda mi vida profesional y es natural que él me haya apoyado en cada uno de mis pasos, Marco!
Eso me terminó de sacar de mis casillas, porque yo había mantenido mi respeto profesional y ella me estaba tuteando. Entonces, contrataqué con las imágenes.
En la primera foto aparecían algunos doctores jóvenes, con Erin viéndose muy parecida al tiempo cuando Marisol y yo la conocimos. Al lado de Erin aparecía un sujeto alto, canoso, con ojos verdes y bigote, que la abrazaba por la cintura. Por lo que se leía del diploma, había sido un internado médico local.
En la segunda foto, de un simposio regional post pandemia, aparecían ahora alrededor de 20 especialistas, todos reunidos en torno una mesa de conferencia con varios expositores. En esta oportunidad, el mismo doctor aparecía abrazando a Erin por el hombro, mientras que ella tenía el descaro de sujetarle la mano de una manera cariñosa…
-Y en la tercera, claramente se ve que ustedes ya tuvieron sexo…- le informé de forma desinteresada.
•¿Qué? – proclamó a los cielos, explotando como el Krakatoa.
La tercera foto era la más reciente. La habían tomado a principio de año en un enorme auditorio con al menos 50 doctores de diferentes hospitales, algunos vestidos en elegantes trajes de negro, y otros, como Erin y Morgan, en sus batas de laboratorio.
Lo que hacía que la imagen fuese incriminadora es que, en esta oportunidad, se ubicaron a la esquina, al borde de casi no salir en la imagen. El doctor aprovechó la oportunidad de doblarse de tal manera con la excusa de salir en la fotografía, que su cara quedó junto a la de Erin y ella se notaba bastante radiante por su cercanía…
-Incluso se nota la “A” entre ustedes…- insistí, mostrándole la imagen.
Marisol solo nos miraba nerviosa…
•¿De qué “A” me hablas? – preguntó Erin rabiosa.
Le expliqué que, por la red, corre un rumor en donde el lenguaje corporal de parejas tomándose fotos indica la intimidad emocional según la cercanía física. En poses donde uno se inclina sobre el otro, acercan sus rostros o sus cinturas se rozan son comprendidos como señales de conexión.
Haciendo la prueba con matrimonios famosos que eventualmente terminaron en separación, se notaban tendencias en que uno de ellos se alejaba del otro o dejaba un espacio, formando una especie de “V” en las imágenes, implicando un distanciamiento emocional o una falta de compromiso. En otros casos con relaciones más duraderas (y la razón por la que me quedó marcada fue porque usaron una foto de Lionel Messi junto a su esposa), las parejas formaban una especie de “A” o una “I”, simbolizando afecto mutuo, en donde las parejas se inclinaban hacia el otro o se mostraban cómodos, que curiosamente es lo que nos pasó en muchas fotografías del periodo en que Marisol y yo éramos “solamente amigos”, razón por la que la teoría me convenció.
Erin quedó fría y sin palabras por mi explicación…
-¿Me va a decir que Morgan no es su amante? – le pregunté molesto.
Sus ojos se dilataron y quedó estática. Por mi parte, yo “brillaba de alegría”, porque, aunque Erin me simpatiza, no me interesa su vida social y tampoco soy su amigo.
Se fue en la típica: que Morgan y ella se conocen durante años, manteniendo una relación solamente profesional. Él había sido su instructor y sus sentimientos se fusionaron entre admiración y amor platónico, aunque nunca hicieron algo.
Entonces, conoció a Julian, su actual esposo. Lo habían presentado en las reuniones familiares, congeniaron y Erin consideró que era un buen partido. Se casaron, tuvieron una luna de miel y durante unos 6 meses, vivieron un cuento de hadas.
Según ella, tras ese tiempo, Julian paró de prestarle atención, porque se abocó de lleno a su trabajo y que, con eso, se fijó en Morgan y…
-¡Espera un poco! – le interrumpí, viendo cómo me tiraba la primera mentira en la cara. – ¿Me estás diciendo que TÚ, que trabajas turnos intensivos y largos, te estás quejando porque ÉL se dedicó más a su trabajo?
Erin se puso colorada al darse cuenta de que la excusa barata que ella misma se dio para justificar su infidelidad valía igual a un preservativo roto.
Pero sí. Morgan estuvo allí, la apoyó emocionalmente, pidiéndole que comprendiera el punto de vista de Julian, dado que como “hombre casado”, él también había tenido que enfrentar situaciones similares con su esposa…
Además de estar enojado por tener que hacer de “psicólogo barato” de nuestra obstetra, no me cabía en la cabeza cómo Erin podía ser tan boba…
-Ahora entiendo por qué no quieres tener hijos. – la interrumpí desganado en su “majestuoso discurso” donde se hacía la víctima, para que me fulminase con su ardiente mirada.
Y pasó eso. Luego de esos 6 meses de casada, Morgan y ella tuvieron un encontronazo romántico en el internado médico. Se volvieron a ver, se besuquearon un par de veces y acabaron en la cama.
Como era de esperarse, luego del internado que duró unas 2 semanas, Erin volvió llena de remordimientos al matrimonio. Aunque sentía algo por Julian, la atracción por Morgan era mayor y tras algunas semanas, logró disimular su arrepentimiento y volver a la normalidad.
En el hospital, mientras tanto, Morgan y Erin mantenían una actitud profesional, aunque mantenían su aire ilícito a través de miradas indiscretas.
Luego, se desató la pandemia y el flujo de pacientes se volvió incesante. En la maternidad, trataban de mantener a las madres estables, priorizando la vida de los infantes. Fueron periodos largos e interminables, pasando días enteros en donde Erin no volvía a casa y al igual que muchos otros médicos y enfermeras, terminó compartiendo la cama con alguien que no era su esposo o pareja (o más bien, la compartió con su “esposo de trabajo”), justificándose que lo hizo para botar tensiones y que era simplemente sexo. Que no había apego emocional.
En mis adentros y por la forma que lo expresó, mi escepticismo me hacía recordar el dicho “Desgracia de muchos, consuelo de tontos.”
Aun así, la segunda foto refutaba su argumento, porque claramente, Erin se veía bastante cómoda dejándose abrazar y tomar la mano del doctor.
Según ella, los encuentros duraron hasta el final de las alertas y de ahí, retomaron sus rutinas habituales.
Pero a consecuencia de su participación en ese simposio y durante toda la emergencia sanitaria, Erin recibió reconocimientos que le hicieron subir en sus rangos y que culminó en la conferencia de este año, donde además de ascenderla a especialista en jefe de la maternidad, trabajaba bajo el mando directo de Morgan.
Para este punto, su matrimonio era un cascarón vacío. Julian, feliz por los logros de su esposa y reconociendo que durante el último tiempo no habían podido intimar producto por sus respectivos trabajos, se la llevó por 2 semanas a Tailandia.
Con una mirada de hastío, Erin nos contó que Julian y ella hicieron constantemente el amor, como si intentase recuperar el tiempo perdido y a lo cual, Erin no podía rechazar. La llevó a lugares exóticos, comer y bailar, pero insistía que estaba preocupada por su trabajo. Julian la admiraba por su compromiso, pero también insistía que tenía que darse un tiempo para descansar, ignorando que su esposa estaba ansiando volver a ver a su amante.
Sus palabras fueron un golpe bajo a mi respeto por Erin. La había visto siempre profesional y recta, la mujer que ayudó a traer a Alicia al mundo, quien nos guió con Marisol durante nuestro embarazo, mas ahora, esta charla me hacía sentir una sensación de lástima e ira a medida que Erin hablaba de su segunda luna de miel con Julian.
La verdad, me hacía cuestionarme si su matrimonio fue un engaño desde el principio, una mera fachada para cubrir sus verdaderas intenciones.
Cuando Erin hablaba de su amorío con Morgan, su voz se notaba distante, llena de un anhelo que ella no podía ocultar, ni siquiera de si misma. Pero al hablar de su esposo, lo hacía con desdén, arrogancia y molestia.
Resultaba chocante para mí ver que mi obstetra hablaba con semejante frialdad de alguien que parece genuinamente enamorado.
-¿Y por qué no te divorcias? - le consulté intrigado.
Erin sonrió amargamente…
•Ya te lo dije. Morgan está casado y tiene hijos. – comentó con arrogancia. Como si se tratase de una verdad evidente a mis ojos. - Además, aunque mi salario es bueno, no podría pagar mis cuentas o arrendar un hogar.
Sé que no estoy en posición de cuestionarla, pero me molestó que ni siquiera le preocupaba lo que pasaba con su marido.
-¿Y tu esposo no sospecha?
Volvió a reírse con la frialdad que reflejaba su corazón. Parecía disfrutar de apuñalar a Julian en el corazón…
•¡Claro que no! ¡Está muy enfocado en su trabajo y nunca tiene tiempo para mí! - respondió con una voz llena de sarcasmo.
Una vez que volvieron del viaje, los turnos nocturnos junto con Morgan se hicieron mucho más frecuentes.
Sin embargo, lo más trágico de todo es que Julian finalmente pudo mejorar su trabajo. Le habían ascendido y pudo incluso comprar un hogar, el cual buscaba llenar con hijos. Aunque claramente para nosotros con Marisol, esto no figuraba dentro de las prioridades de Erin.
Pero tanto la arrogancia como frialdad de Erin me hacían desconfiar.
En ese aspecto, le pido disculpa, mi estimado lector, porque la arrogancia es un pecado que también padezco y que viene de la mano de que por tener más estudios y saber más cosas, nos hace creernos invencibles.
Sin embargo, a la hora de la verdad, todos tenemos puntos débiles.
-Erin, ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo con Julian?
La pregunta le desconcertó…
•¿Qué tiene que ver eso? – consultó confundida, incapaz de recordarlo.
Le expliqué que, durante una infidelidad, las mujeres tienden a alejarse tanto sexual como emocionalmente de la pareja para privilegiar al amante.
No es una ocurrencia tan frecuente en los hombres, dado que somos más calientes y nos permite compartimentar nuestros instintos por encima de nuestros sentimientos.
•¡Julian y yo tenemos sexo! - respondió defensiva, con las mejillas coloradas por la frustración. - ¡Lo hacemos cuando tenemos tiempo!
-¿Y eso es cuándo, exactamente? - Le pregunté, levantando una ceja.
Su silencio era ensordecedor.
•¡Da lo mismo! Julian está demasiado ocupado de su trabajo. Sexo es lo último que pasa por su cabeza. – proyectó sus propios sentimientos sobre Julian, con una voz cargada con irritación.
Me causó gracia que esquivara mi pregunta.
-Ok, ¿Y cómo lo hacen para cubrir sus rastros? ¿Van a moteles? ¿Usan tarjetas? Porque claramente, no pueden hacerlo en el hospital. – argumenté.
Su confianza vaciló, mirándome con atención por unos segundos antes de responder.
•Morgan y yo nos encontramos en hoteles, lejos del hospital y de nuestros hogares. Y sí, pagamos con tarjetas. – comentó orgullosa.
Me reí ante su ignorancia.
-Ese es un grave error. - comenté, frenándola en sus palabras. – Cuando vas a hoteles, deberías pagar con efectivo. Nadie impide que tu cónyuge acceda al detalle de tus cuentas, sin mencionar que te expones al constante bombardeo de propaganda de hoteles lo puedan hacer sospechar, si tu esposo y tú nunca se han hospedado allí. Además, debes siempre ser cuidadoso con las boletas y los regalos, ya que puedes hacer a tu pareja sospechar.
En mi caso particular, hace unos meses pude recién lograr que la propaganda del Hyatt cayera directamente a la carpeta de spam…
Pero mis palabras reemplazaron su confianza con preocupación, haciéndole callar brevemente. Erin no había considerado la posibilidad que sus acciones pudiesen ser descubiertas con tanta facilidad.
-¿Y qué hay de tu teléfono?
Volvió a sonreír creída.
•No es un problema para nosotros. Ambos somos profesionales ocupados. – Confesó con orgullo. – Nos vemos todos los días y no cometemos el error de mandarnos mensajitos o fotos calientes.
-No lo decía por eso. – respondí indiferente, sin dejarme impresionar por su escueto esfuerzo por esquivar mi pregunta. – Incluso, podrías comunicarte a diario con él si cambiaras su nombre de contacto por un nombre de mujer o de un grupo de amigos. Algunos, más tontos, guardan los contactos con nombres de restaurants de comida rápida. ¿Quién habla media hora con el delivery de comida? Pero mi punto es que para Iphones como el tuyo, tienen la opción de rastrear la ubicación.
No quise entrar en mayores detalles que también hay otros programas y aplicaciones que permiten tanto monitoreo de equipos y localizaciones para teléfonos con sistema Android, sin mencionar las sincronizaciones con computadoras, porque claramente, era un tema desconocido para ella.
Pero mis reflexiones hirieron su ego, creyendo que ella no estaba dejando evidencia tras su trampa.
•¿Cómo puedes saber eso? - Me preguntó, molesta porque supiera más que ella misma.
-Porque durante un tiempo, yo también tuve una esposa de trabajo.
Fue entonces que Marisol le contó de mi relación con Hannah, años atrás.
No sé si ocurrirá lo mismo con cornudos varones, pero a Marisol le gusta relatar sobre mis infidelidades.
Créanme que, con mi esposa, cada mujer con la que he dormido y cada encuentro que he tenido, le he sido lo más honesto posible.
Para mi ruiseñor, es como un segundo romance, disfrutando del juego de seducción que he llevado a cabo, facilitándole a Marisol imaginarse que lo he hecho con ella misma.
Y en el caso de Hannah, nuestro amor fue creciendo semana a semana, hasta que lo consumamos en la cama.
Claro está que, al escuchar las palabras dulces y tiernas de mi ruiseñor, el doble estándar de Erin se activó…
¿Cómo era posible que yo, casado y con 2 hijas recién nacidas, tuviera una amante con la que me acostaba semana por medio?
Para mí, por ser hombre, eso me hacía un cerdo. Para Erin, por ser mujer, era aceptable…
-¿Y qué hay de ti y Julian? ¿Cómo es tu relación? - proseguí, ignorando su enfado.
Su mirada se tornó distante, con señales de resentimiento en sus ojos.
•Te lo he dicho. Él no sospecha nada. - comentó con tono de irritación. – Me molesta constantemente con cuándo empezaremos a tener una familia, con invitaciones a comer y a salir. Pero ya no me interesa. Es demasiado tarde para él.
Su indolencia e irritabilidad me hicieron silbar.
-Estás a punto de perderlo todo…- le dije, sentenciándola con mis ojos.
Tanto ella como Marisol me miraron confundidas, por lo que decidí explicarle a mi cónyuge.
-Imagina, ruiseñor, - empecé, tomándola de las manos. - que cuando tú y yo nos casamos, me puse en mente la meta de hacerte feliz. Que, aunque te amaba con todo mi corazón y mis pensamientos, tenía que enfocarme completamente en mi trabajo, dejándote descuidada…
Marisol se sonrojaba y sonreía dichosa, sabiendo que, más o menos, eso nos había pasado al principio de nuestro matrimonio…
-Pero pasa el tiempo y finalmente me puedo estabilizar financieramente como queremos. – le digo, soltando un pequeño suspiro. – Trato de acercarme a ti, buscando el amor que teníamos al principio, cuando nos casamos. Pero ya no está ahí. Miro a tus ojos y no me amas como antes. Entiendo que te he descuidado, pero hago todo lo posible por ganarme de nuevo tu amor. Comprendo que no soy el mismo tampoco. Que he cambiado. Trato de ganarme tu amor, invitándote a citas, tratando de pasar más tiempo conmigo… pero te mantienes igual de indiferente. Me empiezo a preguntar si algo en ti ha cambiado… y entonces, empiezo a buscar la verdad…
Marisol no necesitó más palabras para entender el resto y juntos, miramos a Erin.
Pero para sorpresa de ambas, me puse a llorar…
Tanto Marisol y ella quedaron desconcertadas por mi reacción, pero finalmente, se dieron cuenta que yo no había visto la imagen del sonograma.
El rostro de Jacinto se notaba claramente en el vientre de mi esposa. Mi nariz. La mandíbula de Marisol…
Con lágrimas en los ojos, le auguré mis impresiones.
-Cuando Julian se entere, lo perderás todo. – Le dije con molestia. – Te excusarás con él, diciendo que es un error, que “no es lo que parece” y que “pueden arreglarlo”, pero lo has hecho por más de 4 años y ha sido tu decisión. Entonces, enfrentarás la furia de un esposo traicionado. Te pedirá el divorcio y se quejará con el hospital, porque estoy seguro de que Morgan y tú están rompiendo las políticas de fraternización, y si bien, pueden no resultar en despidos, significará en lo mínimo, una amonestación. Morgan y tú no podrán trabajar juntos, porque todos estarán conscientes de tu relación y tendrás que irte a otro hospital, porque dudo que Morgan acceda a divorciarse y a huir contigo, si tú misma dices que está casado y con hijos, que probablemente están inscritos en la universidad. No tendrás pensión ni grandes beneficios, porque tu matrimonio carece de antigüedad. Y como tú misma lo dijiste, tendrás que valerte sola, sin las comodidades que Julian ya te da y pasarás por episodios depresivos, sola, que afectarán tu trabajo.
Erin quedó helada, finalmente dándose cuenta de la delicada situación en la que se encuentra y nos miraba a nosotros, casi buscando auxilio...
Pero lamentablemente, para nosotros, Erin solo es nuestra obstetra, a quien hemos vuelto a ver tras casi 7 años y mayor influencia en su vida no podemos ejercer.
Tomamos nuestros exámenes y le dimos las gracias, retirándonos de su oficina y esperando que nos atienda para el nacimiento de Jacinto.
Y cuando nos marchamos al estacionamiento, Marisol se apoyó en mi pecho y yo la abracé, formando una “A” con nuestro abrazo.
Post siguiente
2 comentarios - PDB 62 Erin, la infiel
Que si uno va hacer cornuda o cornudo a su pareja tiene que encargarse primero de su felicidad?