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Mi esposa, la puta del edificio - Parte 11

Decidí por el momento no blanquearle nada a Mariana de lo que había hecho con Soledad. Mas que nada porque no sabía como hacerlo y cómo reaccionaría ella. Si, nuestra relación había cambiado mucho y estaba bastante abierta, al menos de su lado, pero como mi situación en éste nuevo orden de cosas nunca se había hablado o discutido, no sabía aun como hablarle. Pensé que las cosas estaban 50-50... por ahi como ella tenía la libertad de estar con algún otro hombre, lo mio con Soledad ni le importaría... pero por otro lado tenía fresco el recuerdo de como había reaccionado Mariana cuando solamente nos vio besarnos aquella noche en el auto. No quería que eso se repita, y ésta situación era peor. También le dije a Soledad que ella tampoco diga nada, que me deje manejarlo a mi. Que me encantaría seguir viéndola, pero primero tenía que regularizar mi situacion, para no hacer grandes cagadas con Mariana. Era una situación que, mal manejada, podía llegar a ser bastante volátil.

En esos días me llamó Don Alberto desde Córdoba, muy contento, diciéndome que por fin había vendido el departamento. A la pareja que Soledad se lo mostró y que como no había inmobiliaria de por medio, el matrimonio ya le había dejado una muy buena seña en negro y lo único que restaba era juntarse con un escribano para finalizar el resto del pago y las cosas de la escritura. Que iba a ser cuestión de dias porque la pareja necesitaba mudarse rapidísimo, pero que iba a tener nuevos vecinos finalmente. Me dijo que se llamaban Valentín y Miri. Lo felicité al viejo y le prometí que estaba aca para lo que necesite.

Lo de rapidísimo parece que era en serio porque a los cuatro dias me llamó de nuevo diciendo que ya habían hecho todo y que la pareja se iba a estar mudando ese mismo fin de semana. Como yo no tenía ganas de estar bancándome todo el ruido y el barullo de una mudanza al lado el fin de semana que tenía para descansar, le dije a Mariana de ir a un hotel de Pilar por el finde, para evitar eso y descansar. De paso pensaba blanquearle lo de Soledad ahi, en un entorno que se sienta cómoda y atendida.
En cuanto a Soledad, esa semana me escapé hasta la casa una nochecita, rápido porque necesitaba verla y estar con ella de nuevo. Hicimos el amor en su casa y fue igual de mágico que nuestra primera vez. No quería irme, pero tuve que volver, prometiéndole que pronto iba a blanquear todo y que no se preocupe.

Ese Viernes a la noche llegamos al hotel de Pilar, nos instalamos, cenamos bastante lujoso y nos fuimos a dormir. Al otro día nos la pasamos en la pileta, disfutando y relajándonos. Habían cuatro o cinco personas en la pileta y yo me reía por lo bajo cuando la veían a Mariana ir y venir por la pileta en su bikini. Los tipos no podían dejar de mirarla y las minas que estaban con ellos tenían una cara de orto impresionante.

Esa noche estabamos cenando en el restaurant del hotel, casi solos. Había un par de parejas cenando también, pero estaban lejos por lo que teníamos privacidad.
"... es que vos tenés que ver siempre que es lo que conviene", me hablaba Mariana, "... viste porque en situaciones asi tenés que ser rápido de reflejos y tener un buen contador que sepa."
"Aha...", le dije mientras la miraba.
"Sino te pasa como a Rudy, te acordás?"
"Si"
"Por hacerse el pistola que yo me las se todas todavía sigue con ese terrible quilombo...", me decía.
Yo me llevé la copa de vino a la boca y mientras tomaba directamente lo espeté, "...mecogíasoledad..."

Mariana se frenó y me miró fijo, con su copa en la mano, "Que dijiste?"
Yo tragué mi vino, me limpié los labios y la miré firme, sosteniéndole la mirada, "Que me cogí a Soledad. Me la cogí. Me cogió. Cogimos..."
"Si, se entiende...", rebuznó Mariana. Me miró un momento y después bajó la mirada a su plato, comenzando a comer de nuevo con naturalidad y sin decir palabra.
"No vas a decir nada?", le pregunté.
Me miró mientras masticaba, tragó y me contestó, "No se que querés que te diga, Juan Carlos..."
"Algo", le dije, "Podés decir algo."
Se encogió de hombros y tomó otro bocado de la comida, mirándome, "Que ya lo sabía.", me dijo.
Yo levanté una ceja, sorprendido, "Cómo que ya lo sabías? Soledad te dijo?"
Mariana se rió, "Ay, por favor amor. Mirá si me va a decir algo asi... no..."
"Y entonces?", pregunté.
"Ya lo sabía, amor. Lo único que estaba esperando era a ver para cuándo ibas a juntar los huevos para decírmelo", me contestó, "Tardaste bastante."
Yo me quedé un poco duro, ella me miraba fijamente. No la noté ni muy feliz ni muy enojada, tan sólo normal, "No entiendo como sabés."
Se sonrió un poquito, apenas, mirándome, "Y... pensá."

La maestra estaba poniendo a prueba al alumno. O al menos asi se sentía. Nos miramos fijo y en silencio, estudiándonos mientras ella sorbía mas de su vino, ociosamente. Yo recorrí en la cabeza las situaciones y alternativas que pude pensar, cómo se había dado todo ese dia, pero siempre volvía al hecho que Soledad le tendría que haber dicho. No se me ocurría otra cosa.
"No se, Mariana...", suspiré, "No se me ocurre..."
"Pensá", me repitió.
"Ya pensé y..."
"No, no pensaste.", me interrumpió, "Estás acordándote de todo, pero no es lo mismo que pensar. Pensá."

Yo hice lo que me dijo y seguía sin descubrir la forma. O era mentira y me estaba nada mas jodiendo, presumiendo que lo sabía y no era verdad, o había algo escondido que yo no estaba viendo. Mariana llegó tarde ese dia, la vi yo mismo cuando llegó tarde a casa. La recibí yo mismo. El departamento del al lado no pudo haberlo usado para espiar, como sabía que hacía yo con ella. A la tarde Soledad se lo había mostrado al matrimonio y Mariana no tenía la llave, siempre la tuvo o Soledad o después yo. O Soledad realmente le había dicho y Mariana, por cualquier motivo, me estaba desviando de ahi con una mentira. Que Don Julio le haya dicho algo no me parecía un factor, no creo que el viejo sepa lo que hice con Sole.
"Basta, Mariana", le dije finalmente, cansado de pensar, "No se me ocurre cómo."

Mariana se sonrió y luego de unos momentos de mirarme revolvió en su cartera y sacó su celular. Buscó algo y me extendió el teléfono, mostrándomelo. Era un video de Soledad y yo cogiendo, en nuestro cuarto. Claramente lo había filmado de atrás del biombo, desde la "Cornudo Station", se veía la rendijita que yo había aserrado para mi. Yo estaba detrás de ella, aferrándola y enterrándole mi pija por detrás en esa conchita deliciosa. Los gemidos de placer de Soledad en el video empezaron a sonar muy fuerte en el silencio del restaurant y las otras parejas empezaron a mirar a nuestra mesa. Mariana se rió y le bajó el volumen rápido.
"Ups!", se sonrió Mariana, "... como decía Bonadeo..."

Yo estiré un dedo y toqué la pantalla, pausando el video. Nos miramos un rato con Mariana y ella apoyó el celular en la mesa boca abajo, sonriéndome. "Cogés muy lindo, mi amor. Por supuesto que yo ya lo sabía, pero verlo de afuera... mmm... que rico..."
"Mariana..."
"Te gustó? La pasaste bien?", me preguntó, "Bah, se que si, y ella también, pero contame..."
"Basta, Mariana...", le dije seriamente, "Cortala y explicame."
Ella se sonrió, "Te confieso que lo miro bastante el videito éste. En serio."
"Mariana!", le gruñi un poco.

Ella tomó un poco mas de vino y me empezó a contar. Que tuvo una corazonada cuando le pidió a Soledad que vaya a mostrar el departamento y después me de la llave. Que la vió muy feliz de hacerlo. Que sonrió raro, y demasiado. Que le dió la impresión que Soledad estaba demasiado contenta de poder verme. Asi que a esa hora se fue de su estudio y esperó con el auto afuera del edificio un rato. Cuando vio a Soledad bajar y abrirles la puerta del edificio al matrimonio para hacerlos entrar, esperó unos minutos prudenciales para calcular el tiempo en que Soledad les esté mostrando el departamento, dejó su auto estacionado en la calle y subió al nuestro. Entró, literalmente como pancha por su casa, agarró unas provisiones de la heladera para llevarse atrás del biombo, se instaló y se puso a esperar, entreteniéndose tranquila con el celular y poniéndose cómoda. Sabía que Soledad no se iba a atrever a entrar al cuarto, por lo que solo tuvo que esperar unas horas a que yo llegue, ponerse a escuchar tranquila y expectante a ver que pasaba. Me dijo que, tal cual lo había hecho yo otras veces, pudo salirse de atrás del biombo cuando nos escuchó en el living y vernos. Y cuando vió que nos empezamos a besuquear ahi, nada mas se volvió atrás del biombo y esperó a que vayamos al cuarto, lo cual inevitablemente sucedió.

Después de nuestra cogida, me dijo que esperó a que nos vistamos y nos despidamos, aprovechó cuando yo le bajé a abrir a Soledad para que se vaya y salió de nuestro departamento, tranquila, bajando despacito por las escaleras. Se fue a comer algo a un bar por ahi para hacer tiempo, y llego tarde a casa a la hora que ella quiso.

Me terminó de explicar todo y se encogío de hombros, tomando un poco de vino, "Te dije que alguna vez lo quería usar yo también al biombo..."

Yo me quedé medio pasmado por la explicación, tratando de digerirla, pero tenía tanto sentido que sabía que era la única forma que podía haber ocurrido, y ocurrió. Me estaba diciendo la verdad, y prueba de ello era el video.
"Borrá ese video, por favor...", le dije bajito.
"Que?", se rió, "Ni loca, amor. Me gusta mucho. Me encanta."
"Mariana..."
"Sabés la parte que mas me gusta?", me preguntó, "Cuando le llenaste la conchita, le acabaste y se quedaron asi abrazaditos, diciéndose que se amaban... una ternura....", suspiró.
"Yo no dije eso..."
"Si lo dijiste, Juan Carlos, está en el video..", me contestó bastante fuerte.

Fruncí las cejas. Yo que sabía que mierda dije en ese momento, pero si recuerdo que eso era lo que sentía al tenerla asi a Soledad. Seguramente era cierto lo que Mariana dijo. Yo me quedé en silencio un rato, tomando mi vino. Mariana finalmente me habló.
"Querés seguir viéndote con ella? Yo no tengo problema, eh?", me dijo.
Yo la miré y la estudié un poco. Me pareció que ya habíamos pasado el punto de querer disimular las cosas.
"Si", le dije, "Me gustaría."
"La querés?", me preguntó.
"Si.", respondí casi sin dudar, "Entendé que no es que no te quiera a vos..."
Mariana asintió, "Obvio, amor. Y yo te quiero a vos. Vos a ella la amás?"
Suspiré, frustrado, "No se, Mariana... recién lo hicimos el otro dia y ahora estoy tratando de digerir ésto..."
"La amás, te pregunté?", me repitió.
Yo miré a mi esposa un momento, tomé aire y le dije, "Si... Si, Mariana, la amo. Y ella me ama a mi."
Mariana nada mas asintió, "Si, lo se. Se les nota. A ella mas que a vos. Querés mudarte con ella?"
Me sorprendí, "Que? No, Mariana, estás loca... nada que ver..."
Ella suspiró por lo bajo y me miró, "Hacé lo que quieras, mi amor, en serio. Sos libre. Yo también. No cambia nuestra relación."
Yo suspiré también, aliviado. Tenía el camino aparentemente allanado.
"Bueno... lo voy a ir viendo...habrá que ajustarse, no?"
"Claro, como vos lo tuviste que hacer conmigo."
"Si.. eso..."

Mariana tomó un sorbo mas de su vino, vaciando su copa y yo le serví mas. De repente la vi mirarme fijo, muy fijo y seria. Me habló y tenía un filo en la voz que me heló toda la espalda, "Hacé lo que quieras, pero atenete a las consecuencias..."


Unos dias mas tarde, estabamos ya los dos en casa ya habiendo regresado de nuestros trabajos y sonó el timbre. Fui a abrir y me encontré con el matrimonio que se había mudado al lado, sonriente.

Eran los dos de raza negra. La mujer de tez color café con leche clarito, con su pelo estilado en unos rulos largos y bonitos con mezcla de su color negro natural y unos reflejos rubios brillantes que le quedaban hermosos. Tenía una boca ancha y sonriente, y por lo que la vi en ese momento un lindo cuerpo de mujer morena. Era muy atractiva, pero también parecía atraer por su simpatía y ojos negros alegres.

El marido, sin embargo, era un negrazo imponente. Le llevaba una cabeza a su esposa y tenía el pelo muy corto, casi rapado o afeitado y usaba una barba finita que le recorría la quijada y le formaba un candado alrededor de los labios, impecablemente mantenida. Se lo veía grueso y firme de musculatura, pero a la vez esbelto y bien erguido. También tenía una sonrisa encantadora y una voz que si bien no era gruesa, era firme y se expresaba con confianza y convicción. La piel del hombre era bien negra y oscura, contrastando con los tonos mas suaves de su esposa.

Al lado de ellos estaba su hijita, también de rulos como la mujer pero mas cortitos y todos negros y larguitos. Había heredado el tono de piel café con leche de la madre y estaba pegada a ella, mirándome tímidamente.

"Hola, buenas noches, señor... discúlpenos que le molestemos", me dijo con una amplia sonrisa y en un tono seguro y amable. Tenía un tono caribeño de esos que son inimitables, "Somos sus nuevos vecinos, quería presentarnos..."
Yo le sonreí y le ofrecí mi mano para que la estreche, lo que hizo con fuerza y firme. Me cayó bien enseguida y me hizo sentir bien de entrada. Ahi nomas, con ese apretón de manos y esa sonrisa, supe que ibamos a ser buenos amigos. "Ah! Si!, Que tal, bienvenidos... bienvenidos al edificio...", les dije y le ofrecí mi mano a la mujer, quien también la estrechó, "Un gusto, yo soy Juan Carlos."
"Encantados de conocerlo, Juan Carlos", me dijo el tipo, "Yo soy Valentín, y ella es mi esposa, Miri... y la pequeña ahi es nuestra hijita".
"Un gusto, pero pasen, pasen...", le dije corriéndome a un lado e invitándolos.
"No, por favor, no queremos ser molestia...", dijo la mujer con otro tono dulce, caribeño y musical.
"Pero si no es molestia, adelante, bienvenidos...", le dije.

Apenas pasaron al hallcito de entrada, se quedaron ahi respetuosamente sin querer entrar mas. Enseguida sentí la voz de Mariana desde atrás mio, viniendo.
"Que pasa, amor? Quien es... ah! Holaaaa....", dijo sonriendo y se me puso al lado. Dándoles la mano también.
"Ella es mi esposa, Mariana..."
"Señora, un placer conocerla también...", dijo la mujer con una sonrisa y Mariana se saludó con los dos.

Y ahi fue que lo vi. Fue eléctrico. No se si ellos lo habrán notado, pero conociendo a Mariana a mi me resultó inconfundible. La forma en que Mariana lo miraba a Valentín era de otro planeta. Se cuidaba de no querer quedarse mirándolo fijo en presencia de la mujer, pero para mi estaba claro como el agua. Valentín la miraba y se sonreía también, pero yo estaba seguro que el nada mas estaba viendo a una mujer esbelta y atractiva, como todos los hombres miraban a mi esposa. Sin embargo yo sabía exactamente lo que Mariana estaba viendo en el, y me pareció escucharle los engranajes empezando a rodar rápido en su cabeza... y los que tenía entre las piernas quizás también. Yo sólo rogaba que pueda ser discreta y éste amable matrimonio no lo notara.

Mariana vió a la nena y fingió un simpático respirón de aire. Se agachó para saludar a la nena, asegurándose absolutamente que las tetas le cuelguen y el negro le vea bien el par de pechos monumentales que llevaba bajo ese escote. Estoy seguro que Valentín lo notó y la fichó, aunque sea por un segundo.

"Hola mi amor! Que hermosa que sos! Como te llamas?", le preguntó a la nena que se pegoteó un poco a la pierna de la madre cuando Mariana le habló.
Miri se sonrió y le tocó la cabecita a la nena, "Te están hablando, hija, contesta..."
"Me-lo-dy..." contestó tímidamente la chiquita.
"Melody! Que nombre mas hermoso!", le sonrió Mariana, "Me encanta! Vamos a ser amigas? Siii?", le preguntó.
La nena le sonrió y le asintió en silencio varias veces, lo que derritió absolutamente a Mariana y todos los demás nos sonreímos.

Les ofrecí de pasar y quedarse a comer o a tomar algo, pero se negaron respetuosa y amablemente.
"No, por favor Juan Carlos, no queríamos molestarlos a ésta hora, tan sólo conocerlos y que nos conozcan", dijo Miri.
"Le agradezco mucho igual la invitación", agregó Valentín.
"Seguro? Sería un placer...", le dije.
"Para nosotros también, le aseguro", me contestó el, "Pero que sea otro dia, no faltará oportunidad. Aquí o en nuestra nueva casa, están invitados por cierto."
Miri se sonrió también, "Nos encantaría recibirlos y tenerlos, cuando gusten."
Mariana se rió, "Bueno, aca o allá, que importa, estamos al lado... miren, anoten nuestros celulares asi ya nos queda el contacto."

Nos compartimos los contactos entre todos, nos despedimos finalmente y me puse a cenar con Mariana, charlando de ellos. Naturalmente se le caia la baba con la nena y le cayó muy bien Miri, pero de Valentín trataba de no decir mucho, pensando que no me iba a dar cuenta.

Y si no me di cuenta en ese momento, me di cuenta mas tarde, cuando yo estaba acostado y paveando un poco con el celular antes de dormirme. Mariana se estaba duchando y me pareció escuchar, por debajo del ruido de la ducha, a mi esposa gemir dulcemente bajo el agua.

Asi fueron pasando los dias y las semanas. Dos o tres veces por semana yo me iba a ver a Soledad y pasar tiempo con ella, a veces durmiendo ahi o quedándome hasta muy tarde, disfrutando de ella y ella disfrutando de mi. Le dije que Mariana había dicho que estaba bien que nos veamos, que asi era la relación que teníamos ahora y que estaba todo bien. Al menos por el momento. Soledad nunca se sintió completamente cómoda con lo que habíamos hecho y con cómo se estaba desarrollando la situación. Todavía le tenía un poco de miedo y respeto a Mariana, pero con el tiempo se fue acostumbrando al ver que Mariana la trataba igual que siempre y a veces hasta salían a comer juntas. La relación de Mariana con Soledad no había cambiado y mi esposa se mantuvo firme a lo que me había dicho, que no iba a cambiar nada.

En cuanto a nuestros nuevos vecinos, nos hicimos amigos muy fuerte y muy rápido ya que no sólo vivíamos al lado sino que nosotros eran prácticamente los únicos amigos que tenían en el país. Se conocieron con los otros vecinos del edificio eventualmente, pero con ninguno pegaron la onda que pegaron con nosotros. Dos o tres veces por semana nos reuníamos, a veces en nuestro departamento, a veces en el de ellos, o a veces salíamos a comer algo por el barrio. Empezamos a tener largas charlas, muy buenas, y se formó entre nosotros un vínculo increíble, que ninguno pensó que se iba a desarrollar asi cuando nos conocimos.

Valentín tenía 35 años y era empleado de una petrolera de Venezuela, en la parte de negocios e inversiones, lo que era bastante de mi palo laboral por lo que siempre estabamos hablando de economía o algún negocio u otro. Había trabajado en la tienda de su padre de joven, y en su adolescencia fue boxeador amateur. Me dijo que estuvo casi a punto de dedicarse a eso, pero su familia lo disuadió y el mismo vió lo mal que quedaban los boxeadores de la cabeza luego de tantos años de golpes. El mismo decidió largar y dedicarse a estudiar y trabajar, pero le quedó el vicio del boxeo y el entrenamiento físico por lo que siempre mantuvo su forma. Tenía un cuerpo envidiable, músculos marcados y trabajados por todos lados bajo esa piel de ébano. La forma de ser que tenía combinado con su físico hacía que todo el mundo le preste atención siempre, pero el lo llevaba muy bien. Era confiado, pero nunca altanero. Hablaba con seguridad, pero siempre también escuchaba.

Una vez lo llevé por ahi para que conozca un poco la noche mientras nuestras chicas se quedaban en casa. Salida de hombres (mas bien que estaban gustosas que nos vayamos y nos echaron por un rato). Fuimos a comer y después a un bar. Era impresionante las miradas que Valentín se llevaba. Todas las pendejas... y no tan pendejas... se le acercaban y revoloteaban como polillas alrededor del farol que era el. Charlándole, tocándolo suavemente, queriendo acercarse y quizás levantárselo y llevárselo de ahi, pero el no les daba bola. Era increíble. Tan solo les daba charla, amablemente, y si alguna calenturienta se le ponía muy pesada se reía y le decía que era gay. El era el hombre que elegía, no al revés.

Como nota de color, el gimnasio del edificio realmente no lo usaba nadie nunca. Hasta que Valentín lo empezó a usar para no tener que pagar un gimnasio afuera. Misteriosamente al mismo tiempo se dió una pequeña epidemia de fitness en el edificio, con varias vecinas discutiendo en el chat de vecinos por turnos de gimnasio para estar cuando Valentín iba. Varias vecinas... y un par de vecinos también.

Miri por su parte tenía 32. Se había recibido de Ingeniera Bioquímica en Colombia, pero cuando conoció y se casó con Valentín dejo de trabajar. Se quedaba en su casa y se le dió por tomar el arte. Ella pintaba y hacía pequeñas vasijitas y otras cosas con cerámica, tradicionales de su tierra, nada mas por el placer de hacerlas. Mariana cuando las vió le insistió que se ponga a venderlas por Instagram o algo asi, y se pusieron a pergeñar la idea de hacerlo como un proyecto entre las dos. Miri era super amable, simpática y entradora.

Fue una noche de las tantas que los invitamos a comer a casa y nos quedamos charlando largo y tendido entre los cuatro en la mesa, disfrutando de algo de alcohol y de café. Ahi fue cuando nos conocimos todos mas íntimamente y fue algo realmente increíble lo bien que nos llevamos y cómo nos entendiamos.

La chiquita Melody se había dormido en nuestro sillón. Mariana la vio y fue a buscar una mantita para cubrirla ahi, apagando la tele y sentándosele al lado un momento, acariciándola con una sonrisa en la cara en su sueñito. Miri y Valentín se miraron y se derritieron de amor al verla atender a su hijita. Y yo también, la miraba y sonreía, disfrutando como hacía de mamá postiza.

Asi charlando muy entrada la noche, fue cuando nos conocimos. Quizás fue el alcohol, la buena compañia, la intimidad o todo junto que hizo que nos abrieramos. Miri y Valentín nos dijeron que si bien no tenían un matrimonio abierto como tal, que a ella no le preocupaba que Valentín de vez en cuando ande con alguna o con otra, si es lo que le pintaba hacer, porque sabía al cien por cien cuánto Valentín la amaba y todo lo que el había hecho y sacrificado por ella. Era entretenimiento y nada mas. Y si a ella por ahi le gustaba alguien, Valentín tampoco tenía problema con algún encuentro de ella porque sentía lo mismo. La verdadera fidelidad de uno con el otro, nos dijeron, era total.

Miri nos contó que unos pocos meses después de tener a Melody le habían detectado unos nódulos en los ovarios y era un tema tan avanzado que había que intervenirla rápido. Como estaba la cosa en Venezuela no se podía hacer, por lo que Valentín empezó a hacer changas, pedir dinero prestado a todo el mundo y exprimir agua de las piedras para poder pagar el tratamiento y la intervención en Estados Unidos. La cual por suerte fue exitosa, pero significó que Miri ya no podía tener hijos. Igual se sentían bendecidos por haber llegado a tener a Melody.

Por nuestra parte les contamos algo de lo nuestro y de nuestra dinámica. Por cuestiones de verguenza y de ser educados, sin mucho lujo de detalles, pero les dijimos que yo estaba viendo a otra chica regularmente, pero que sin embargo amaba a Mariana totalmente y ella estaba de acuerdo con eso. Mariana por su parte también era libre de verse con quien quisiera, siempre que eso no pase a mayores y todos estemos en la misma página, por decirlo asi. También discretamente deslizó que a mi me gustaba mirar, pero no sabía si eso se entendió porque lo dijo muy a la pasada entre el resto de la charla y nadie pareció captarlo.

Nos entendimos perfectamente todos y noté como Valentín le hizo una mirada a Miri que yo no entendí. Si, seguramente era algo referido al tema o a Mariana, pero era mas que eso. Algo mas profundo entre ellos dos.

Luego de esa noche yo me quedé pensando cuando iba a ser que Valentín o Mariana se iban a atacar y quién iba a ser el primero en hacerlo. La respuesta no tardó en llegarme un par de dias después, cuando por costumbre revisé a la mañana el celular muleto y vi lo que había ocurrido anoche mientras yo dormía.



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1 comentarios - Mi esposa, la puta del edificio - Parte 11

metalchono
Me sospechaba lo de Mariana. Incluso imagino que tiene el video de Soledad y Julio que "nunca grabó". Creo que está tendiendo la trampa para quedarse con todo.
Murcielagos77
Tic... toc... tic... toc...