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Esclava rusa 5

Continuación de mi relato anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5688131/Esclava-rusa-4.html

Todavía estaba oscuro cuando abrí los ojos. A lo lejos se escuchaban algunos autos y un poco más cerca el viento meciendo los árboles. La humedad en mi pecho se había enfriado. Sentía los párpados pesados y los pómulos fríos y eso me hacía querer cerrar los ojos; después de tallarme los ojos con la mano derecha mi mano cayó sobre la cabeza de Alina. Su rostro se veía tan tranquilo como la mañana anterior y su piel era suave al tacto. 
En el buró alcancé a levantar mi teléfono para ver la hora: apenas eran las cuatro de la mañana.
La cabeza de Alina apenas pesaba cuando la levanté para dejarla en la almohada, me levanté y me asomé por la ventana, la cortina estaba abierta. A pesar de la sensación general de soledad que me producía estar en Rusia no podía negar que por lo menos la vista me reconfortaba.
Puse la cafetera a andar y arrastré un sillón junto a la cama para sentarme al lado. Mientras la veía dormir con esa paz me preguntaba a qué hora habíamos dormido. Recordaba haberme venido adentro de ella, recordaba las otras dos veces que lo seguimos haciendo con el mismo resultado. Suspiré mientras me llevé la taza a los labios.
Una de sus manos palpaba la cama como buscando algo, probablemente ya había notado mi ausencia. A pesar de la claridad de la situación, aún me parecía casi una ilusión tener a esta chica en la cama. No tenía pareja porque me costaba trabajo confiar en la gente, esa desconfianza pasaba de ser algo ligero a algo casi enfermizo, me conocía lo suficiente como para saber que no había manera en la que pudiera confiar totalmente en ella hasta estar en casa, y aún ahí, debería tener cuidado para que ella no revelara lo que era. Era más peligroso tener una esclava que tener una pareja. ¿Y si todo lo que decía era sólo por ser servicial? ¿Y si todo lo que dice lo dice porque sólo ha visto el lado en el que no trabaja y sólo vive a mis expensas? ¿Y si todo lo que hace y dice ha sido preparado y enseñado por sus padres como un protocolo? ¿Y si se harta de vivir como esclava cuando estemos en casa? ¿Y si escapaba? Tenía que desarrollar cada idea en orden. No podía hacerlo sin olvidar una idea o generar nuevas ideas mientras pensaba.
Esa exageración en la generación de ideas era la cuna de mi desconfianza.
-Amo...
-Alina.-El silencio sólo duró unos segundos pero verla a los ojos lo hacía sentir como una eternidad. Estaba al tanto de mi carencia de expresiones faciales.
-¡Lo siento, amo!-Se levantó de golpe, las sábanas salieron volando y alcanzó a cubrirse el cuerpo con una hasta que la soltó haciendo una reverencia, como pidiendo disculpas. Tomó la cafetera desde el mueble y me la llevó a la mesa.
-Deberías traer una taza para ti también. ¿Tomabas café en tu antigua casa?
-Gracias, amo. No, no tomaba. -Fue por la taza y la puso al lado de la mía. Se sirvió el café y el aroma parecía agradarle.-Sólo tomábamos té y a veces pan remojado en refresco.
-Puedes echarle azúcar y leche para aminor... bajar el sabor amargo- Asintió enérgicamente.-Cuidado. Está caliente.
Reparé en que seguíamos desnudos.
Sus pezones estaban erectos y lograba ver su entrepierna con pequeñas manchas blancas que corrían desde su vagina hasta sus nalgas. 
-Quiero hacerlo de nuevo.-Comenté sin pensar. Logré ver cómo se formaba una sonrisa por lo que duraba un parpadeo. Bajó la taza y se caminó hacia mí. -¿Segura que tú también quieres?
-Yo quiero hacer todo lo que mi amo quiera hacer conmigo.-Tomó mi mano, parecía dudar de lo que hacía. La llevó a su entrepierna. -Yo también deseo hacerlo, amo. 
Mis dedos entraron por su sexo y sus piernas se cerraron mientras su cadera se balanceaba hacia mí. La tomé por la cadera y la traje hacia mí en el sillón. 
La tomé del cabello bruscamente, mi otra mano estaba apretando una de sus nalgas mientras mi pene se encontraba rozando sus labios.
-Amo...-Suspiró.
-Lo siento.-Solté su cabello y la dejé ir.
-No es eso, amo...
-¿Qué es?
-¿Es normal que me haya gustado?-Mi atención había vuelto a ella.
Mi mano recorrió su mejilla y al llegar a su nuca sujetaba su cabello. Otro suspiro. Acerqué su rostro al mío, las piernas le temblaban y sus manos estaban sobre mis piernas. Sus labios se abrían mientras se acercaba a mí.
-Me pregunto si hay algo que te negarías a hacer.
-¿A qué se refiere, amo?- Se mordía los labios.
Me levanté agarrando su cabello. Tomé sus muslos con mi mano y apreté firme sobre su piel, exhalaba y sus labios se veían cada vez más atractivos.
La empujé a la cama con la brusquedad de un abusador y aunque sólo se levantó para mirarme la tomé del tobillo y tiré de él para traerla a mí. Mis brazos pasaron junto a su cabeza y mis piernas estaban entre las suyas. Puse mi mano sobre su cuello y apreté, acerqué mi rostro al suyo y noté lo roja que estaba su cara a pesar de no estar haciendo demasiada presión.
-Amo...-Susurró.
-Dime.
-Usted dijo que hablara con usted sobre todo. 
-Sí.
-Me gusta lo que acaba de hacer... -Jadeaba, sus manos acariciaban mi cuerpo.- Me sentí... tan pequeña...
-¿Te gusta sentirte pequeña?
-Me gusta cómo me trata usualmente. Me gustó cómo me trató anoche. Me gustó cómo me trató ahorita.
-Lo que acabo de hacer no es nada.
-Lo quiero hacer todo con usted, amo.
-Tal vez termines siendo una esclava sexual.
-Yo seré lo que usted quiera, amo. Y me gusta que sea de esa manera.- Sentí mi sonrisa. Besé su frente por unos instantes.
-Vamos a bañarnos. Tenemos que irnos. Comeremos algo en el camino.
-Sí, amo.
Mientras se dirigía al baño la tomé de la muñeca y la jalé hacia mí de espaldas.
-¿Amo?
Mi brazo pasó por entre sus senos y la sujetó del cuello. Mi otra mano bajó por su vientre y sujetó su entrepierna con firmeza. Alina jadeó con la sorpresa y sus manos sólo pudieron atinar a ir una hacia mi pierna y la otra hacia mi cara. Ambas recibieron caricias de sus manos suaves.
Recargué su cuerpo contra la pared y sentó sus nalgas chocar contra mi pene totalmente erecto. Mi mano seguía sujetando su cuello mientras con el hombro la empujaba contra el muro. Levantaba la cadera y sus piernas abiertas eran una invitación. Sólo tuve que inclinarme en su dirección, su mano estaba esperando y con los dedos guió la entrada en su interior. El siseo proveniente de sus labios lo hacía mejor, con cada embestida, con cada nalgada, con cada vez que mi mano hacía mayor presión sobre su cuello. 
Nuestros gemidos llenaban el cuarto y lograba ver sus ojos ponerse en blanco. Su cadera empezaba a moverse de forma violenta y errática, mientras sus gemidos se convertían en alaridos y volteava a ver su trasero, notaba las marcas que mi mano había dejado con las nalgadas. La tomé del cabello y estiré su cuello hacia un lado, un ligero mordisco en el hombro fue todo lo que tomó para que perdiera el control sobre su propio cuerpo.
Entre sus gemidos altos y el movimiento de su cadera se generaba un temblor general que hacía sentir mi pene más mojado, al verla tener un orgasmo de esa magnitud no pude hacer más que seguir embistiendo hasta yo mismo alcanzar mi clímax. Pero no era suficiente venirme dentro... Quería verla de rodillas, con mi semen escurriendo por su cara, quería verla con mi pene lleno de sus jugos sobre su cara. A punto de venirme, la tomé del cabello y puse toda mi fuerza sobre ella. Despertó de su letargo sólo para darse cuenta de lo que venía sobre su rostro, su sorpresa la hizo abrir la boca y parte de lo que no fue sobre su rostro fue a ella.
De su barbilla caían algunas gotas de lo que no llegó a atinar a su boca y mientras hacía una mueca saboreando el semen, me senté en la cama.
-Si puedes trágatelo.-Con una mueca la vi hacer  ligeras arcadas y con una mano en la boca se limitó a tragarlo.
-Estaba viscoso.
-¿Qué más?
-Amargo... ¿Entonces también se traga?
-A veces. Depende de lo que tú quieras hacer. Yo preferiría que lo tragaras, habrá veces que no tendremos dónde más dejarlo.
-¿En mi...?-Con su mano acarició su entrepierna.
-No siempre tendremos oportunidad de hacerlo así. Tal vez con el tiempo te acostumbres si ahorita no te parece muy agradable.
Con sus dedos limpiaba lo que quedaba en su rostro, contemplaba en sus pequeñas manos el semen mientras se lo acercaba a la boca. Con la lengua estirada recibió el líquido de las manos y cerrando los ojos pretendía evitar la textura. 
-No lo dejes mucho tiempo en la boca. Trágalo de una.-Y así lo hizo. Lentamente seguía lamiendo los restos en su mano. Me levanté de la cama y le señalé el baño.-Rápido, tenemos que irnos en dos horas, Alina. 
-Sí, amo.-Era la primera vez que reparaba en la lascivia que había en su mirada. Me pregunté si era algo usual o si era sólo algo que pasaba cuando pasaba algo como esto.


Fin parte 5


Esta ha sido un poco corta, espero darles un poco más en el siguiente capítulo. Tuve algunos asuntos atravesados, así que me tomó algo de tiempo escribir, espero que el relato sea de su agrado.

Esclava rusa 5

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