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Mi novia y su alumno 5

Todos mis planes de cómo pedirle a Iker que se cogiera a mi novia fueron innecesarios. Al poco tiempo todo explotó.

Ana se ausentaba más en la casa, al grado que solo llegaba para cenar. Hablábamos poco, ya ni siquiera nos preguntábamos por cómo estábamos, y es que ya lo sabíamos. Yo deprimido por perderla, ella probablemente llena de leche de su alumno.

El día que cambió todo, recuerdo bien fue un martes, regresé cinco horas antes del trabajo. Hubo un problema con el transformador y todo el edificio quedó sin luz, así que nos mandaron a casa. Llegué y de inmediato me sorprendió oír reggaeton en la casa, ni Ana ni yo escuchamos esa música.

Avancé hasta nuestra habitación y la imagen era un poema. Ana, piernas dobladas y levantando el culo lo más que podía, su cara mostraba dolor y placer. Tenía los ojos cerrados, por momentos se quejaba, por momentos gemía de gusto como si fuera a romperse. Con sus manos separaba ambas nalgas para abrirle paso a su alumno.

Parado al borde de la cama, Iker metía su enorme verga en el ano de mi novia y la sacaba por completo, con una mano la tomaba de la cinutra y con la otra la jalaba del cabello. Era la primera vez que veía ese pene del todo, moreno y venudo, media unos 18 cm y era un poco más grueso que el mío. Quizá uno pueda pensar que 3 cm no es la gran cosa, pero tener a ese mocoso frente a mí y cogiéndose el ano de mi novia ya era demasiado humillante. Lo del tamaño solo era la cereza en el pastel.

En la mesita de noche estaba un frasco con lubricante, muy necesario para que Ana soportara eso en su culo que yo rara vez disfruté. A un lado un celular, de donde sonaba esa música que me permitió llegar desapercibido. Metí mi mano a un bolsillo y acaricié la punta de mi pene, muy discretamente, mientras veía a mi Ana siendo penetrada, usada como una puta cualquiera por su alumno. Veía su ano palpitar cuando el mocoso se la sacaba, sus tetitas balanceándose, pero lo que más me gustaba era escucharla gemir. Los vecinos debían escucharla con claridad, pero ella no se aguantaba, tener semejante miembro adentro hacia que se retorciera de placer.

Por dejarme llevar, me apoyé en un mueble y tiré un portarretrato, por lo que ambos se asustaron y pararon. Solo logré decir que iba a comprar comida y volvía en una hora, tomé mis llaves y salí antes de que Ana pudiera alcanzarme. Me mandó mensaje y le respondí que ya sabía todo, que terminara y hablábamos al rato. No insistió más y a la hora volví con algo de comer, no había rastro de Iker, más allá del olor a sexo en la habitación.

Hablamos de la situación, le aclaré que seguía siendo mi fantasía y no estaba enojado, verlos follar me había excitado como pocas cosas. Le conté que ya los había visto, de las cámaras, de los celos; me sinceré por completo. Ana lloraba, se sentía culpable, dijo que no sabía cómo había llegado a eso, intenté calmarla. Me contó lo amable que era con ella, cómo coqueteaban por mensajes, que su primer beso se lo robó él y ella se quedó con ganas de más. Conforme Ana me daba más detalles, mi pene reaccionaba y ahí se dio cuenta de que en verdad me gustaba esto. Así que decidimos seguir.

Ya no había necesidad de irse a un motel, si querían coger en la casa, solo me avisaban. A veces llegaba y escuchaba desde la entrada los gemidos ahogados de mi novia, a veces solo se comían a besos, probablemente él se recuperaba de una corrida. De lado, sentada encima de él, de perrito y apoyada sobre la mesa; Iker le dio al ano de mi novia como si no hubiera un mañana. Los tres estábamos encantados, pero Ana lo resintió y me dijo que por fin quería entregarle la concha.

A mí me extrañó que no lo hiciera y le dije que estaba bien, pero ella quería que fuera especial. Tragué saliva al escuchar su plan, Iker la estaba corrompiendo de una manera impresionante. Terminé aceptando y al día siguiente faltamos al trabajo para ir al registro civil.

Después de varios años donde me decía que no era importante, que no creía en eso, que solo era un contrato, Ana y yo nos casamos. Salimos del edificio y caminamos un par de calles, nuestro testigo se abalanzó sobre mi ahora esposa. Me había negado el primer beso estando casada, pero se lo entregaba a Iker con gusto, sus ojos brillaban como en nuestras primeras citas.

Llegamos a nuestra casa después de un incómodo viaje en Uber en donde ellos dos se iban besando y susurrando cosas al oído, el conductor debía pensar vaya par de adolescentes o que yo era un completo cornudo. Corrieron a la habitación y me gritaron que me diera prisa, cuando llegué Ana tenía una tanguita blanca de encaje y un sujetador a juego, daba la impresión de ser una recién casada. Iker se arrodilló y le pidió ser su novia, ella aceptó contenta.

"Por fin, podemos coger" dijo Iker y apuntó su verga a la entrada de Ana. Ahí caí en cuenta, mi esposa estaba a punto de coger con su novio. Era un cornudo del todo.

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