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El inicio de los cuernos - parte 8

Como todos los días, Lucía salió para el trabajo radiante, hermosa, como era costumbre. Julián se quedó trabajando desde casa, concentrado en sus tareas. Las horas pasaron, y cuando llegó la hora de que Lucía volviera, Julián notó que tardaba más de lo habitual. Extrañado, decidió enviarle un mensaje.

"Che, ¿todo bien? ¿Por dónde andás?", le escribió.

Pasaron algunos minutos antes de que Lucía respondiera.

"¿Estás en casa, gordo?"

"Sí, ¿qué pasó?", contestó Julián, un poco preocupado.

"Asomate por la ventana de arriba."

Confundido y sin saber qué esperar, Julián subió rápidamente a la habitación que daba a la calle. Cuando miró por la ventana, vio un Ford Fiesta estacionado justo enfrente de su casa, con un hombre sentado en el asiento del conductor. No lograba reconocer quién era. Al mismo tiempo, sintió vibrar su celular: otro mensaje de Lucía. Al abrirlo, se quedó helado. Desde el asiento del conductor, asomándose entre las piernas del hombre, vio la carita de Lucía.

Julián la reconoció de inmediato. "La hdp me está haciendo esto justo enfrente de casa", pensó. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Podía ver cómo la cabeza de Lucía subía y bajaba rítmicamente mientras chupaba la pija del tipo. ¿Sería Juanchi? No lograba ver bien quién era.

Su celular vibró de nuevo. Esta vez, un audio de Lucía. Temblando, lo abrió.

—Aggg, amooor… ag, ag, ag —se escuchaba la voz de Lucía entre ruidos de succión—. Le estoy sacando la leche a Juanchi… ag, ag, ag… —los sonidos eran claros, su voz ronca, llena de deseo.

Julián miraba desde la ventana, su mente dividida entre la sorpresa, el morbo y la incredulidad. No podía moverse, su cuerpo estaba paralizado mientras veía la escena desarrollarse ante sus ojos. A pesar de todo, sentía la excitación invadirlo, su pija endureciéndose a medida que su mente procesaba lo que estaba pasando.

Después de unos minutos, la cabeza de Lucía se levantó. Ella salió rápidamente del auto, limpiándose la comisura de los labios mientras cruzaba la calle hacia la casa. Julián escuchó las llaves en la puerta, y su corazón latió aún más fuerte.

—¡Amor, bajá! —gritó Lucía desde el hall de entrada.

Julián bajó corriendo y la encontró en la entrada con una sonrisa cómplice. Cuando se acercó más, notó que aún tenía restos de lo que claramente era semen en la comisura de los labios. Lucía, con un gesto coqueto, inclinó la cabeza hacia él.

—Vení… el hdp me llenó la boca de leche —le susurró, con una sonrisa traviesa—. Quiere que le mande una foto besándonos… vení, compartí esto conmigo, cornudito.

Lucía sacó su celular, puso la cámara en modo selfie y lo besó con intensidad. Julián dudó al principio, su mente intentando procesar la situación. Pero, atrapado en el deseo y el poder que Lucía ejercía sobre él, la besó con todo. El beso fue profundo, sus lenguas entrelazadas, compartiendo todo lo que Lucía había traído consigo. La cámara capturó el momento, y cuando se separaron, ambos jadeaban por el calor del momento.

Lucía, con una sonrisa satisfecha, envió la foto a Juanchi.

—Listo… le encantó la foto —dijo mientras dejaba el celular a un costado—. Ahora vamos a la pieza, que estoy caliente como nunca… y me imagino que vos también, cornudito.

Subieron las escaleras casi corriendo, el ambiente cargado de tensión sexual. Apenas llegaron al cuarto, Lucía se dejó caer sobre la cama, quitándose la ropa rápidamente. Julián, completamente encendido por la situación, la siguió, su cuerpo moviéndose casi por instinto.

—Me encanta cómo te calienta saber que lo hice en el auto, justo enfrente de casa… —dijo Lucía, con la voz ronca por el deseo—. Sabés lo que pasó, sabés lo que hice, y eso te vuelve loco, ¿no?

Julián no pudo responder. Sus manos recorrieron el cuerpo de Lucía con desesperación, y apenas se colocó encima de ella, la penetró de una, sin esperar más. Ambos gemían al unísono, el ritmo de sus cuerpos encontrándose con fuerza.

—Dale, haceme tuya, cornudo… —jadeaba Lucía, sus piernas apretándose alrededor de Julián—. Dale, imaginate cómo fue en el auto, cómo me la metía mientras yo pensaba en vos mirándome desde la ventana…

Cada palabra de Lucía lo empujaba más cerca del límite, mientras su cuerpo respondía con más fuerza. Los gemidos de ambos llenaban la habitación, y la fantasía de lo que acababa de pasar se mezclaba con el presente, creando una tormenta de placer que los envolvía por completo.

—Vos sos mío nada mas… y yo soy del que me quiera dar pija ¿te das cuenta de eso? —susurró Lucía, su voz quebrada por el placer.

Julián no pudo contenerse más. El juego de poder, las palabras de Lucía, todo lo que había visto y escuchado lo llevaron al borde. Terminó dentro de ella con un gemido fuerte, su cuerpo convulsionando mientras liberaba toda la tensión acumulada.

Lucía, aún jadeante, lo miró con una sonrisa pícara.

—Ves, amor… esto es lo que me hace estar con vos y con él. Me encantás… pero la leche de Juanchi, mmm… es única —dijo, con una sonrisa maliciosa—. Aunque la tuya tampoco está mal… pero sabés que no hay comparación.

Julián, exhausto pero satisfecho, la miró con una sonrisa. Sabía que había algo en esa dinámica que los mantenía más unidos que nunca. El juego, la excitación, el morbo, todo los llevaba a límites que jamás habían imaginado, y cada vez, volvían más fuertes.

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