Los días pasaron y la presencia de Juanchi había desaparecido de la relación de Julián y Lucía. Su conexión había evolucionado, llevándolos a un nivel de intimidad y confianza nunca antes explorado. El sexo entre ellos era cada vez mejor, más intenso, más ardiente. La complicidad entre ambos crecía, y cuando salían juntos, a Julián le encantaba ver cómo Lucía se vestía de manera provocativa para atraer las miradas de otros hombres.
Ambos disfrutaban del juego. Sabían que, para muchos, Lucía era una "calienta pijas" con novio, mientras que Julián era visto como un "cornudo" que se dejaba llevar. Pero esa percepción externa solo los unía más, dándoles una especie de poder secreto sobre los demás.
Un sábado al mediodía, Julián la miró desde el sillón con una sonrisa pervertida, el tipo de mirada que hacía que Lucía supiera que él estaba tramando algo.
—¿Qué pasa? —preguntó Lucía, con una risa cómplice—. ¿Qué estás tramando, hdp? ¿Qué está pasando por esa mente sucia?
Julián la miró, su tono lleno de picardía mientras le explicaba su idea.
—Imaginate esto… Vamos al shopping, entramos al Adidas. Sabés que los vendedores siempre están atentos, especialmente cuando ven una mujer como vos. Yo le digo que estamos buscando calzas para vos, bien ajustadas. Vos elegís la que más te guste, pero agarrás un talle más chico. Te vas al probador, y yo me hago el boludo y me voy a ver zapatillas.
Lucía lo miraba, intrigada por lo que vendría.
—Seguí… —dijo ella, su interés claramente encendido.
—Obvio que la calza no te va a entrar… así que llamás al vendedor. Lo hacés venir y, cuando se asome, te ve con la calza a medio subir, mostrando la tanga. Con tu mejor cara de pendeja caliente, le decís: “Perdón, pero mi novio está lejos… ¿me traés otro talle?”. Y cuando vuelva, lo recibís solo en tanga y remerita. Le preguntás si le gusta lo que ve y, como agradecimiento, le decís que se lo ganó por ayudarte mientras tu novio te dejó solita…
Lucía soltó un "Uffff" que resonó en la habitación, claramente prendida por la idea.
—¿En serio querés que haga eso? —dijo ella, riéndose—. ¿En serio querés que te humille así? Lo hago, pero la calza me la comprás vos, y pagás delante de él, como buen novio cornudo.
Julián sonrió, excitado por la idea.
—Obvio, lo que vos quieras.
El plan estaba en marcha. Subieron al auto y, mientras conducían hacia el shopping, la tensión sexual entre ellos crecía. Lucía movía las piernas en el asiento del acompañante, dejando que su falda se subiera, sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo. Julián, con una mezcla de nervios y excitación, no podía dejar de mirarla, su mente llena de la fantasía que estaban a punto de hacer realidad.
—¿Estás listo? —preguntó Lucía, deslizando una mano sobre su muslo.
—Más que listo —respondió Julián, aunque su tono lo delataba.
Lucía sonrió, disfrutando del control que tenía sobre él. Sabía que ese juego lo volvía loco.
Llegaron al shopping y caminaron hacia el Adidas, de la mano. Tal como lo habían planeado, un vendedor joven, alto y atractivo, se acercó a ellos rápidamente.
—¿Les puedo ayudar en algo? —preguntó con una sonrisa amable, pero con la mirada claramente fijada en Lucía.
—Sí, estamos buscando calzas para ella —respondió Julián con naturalidad.
Lucía eligió una calza negra ajustada, pero de un talle más chico del que usaba. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Julián se excusó, diciendo que iba a ver zapatillas, dejándola sola en la tienda. Ella sonrió para sí misma, sabiendo que el juego apenas comenzaba.
Entró al probador y, como era de esperar, la calza no le entraba. La dejó a medio subir, dejando a la vista su tanga de encaje blanca. Con una sonrisa pícara, llamó al vendedor.
—¿Podrías venir un segundo? —dijo desde el probador.
El vendedor se acercó rápidamente, y cuando se asomó, sus ojos se agrandaron al ver a Lucía en esa posición. La calza a medio subir, la tanga perfectamente visible y una sonrisa seductora en su rostro.
—Este talle no me va… —dijo Lucía, mordiéndose el labio—. ¿Me podrías traer uno más grande? Mi novio me dejó sola…
El vendedor, sorprendido pero claramente excitado, asintió y fue a buscar otra calza. Mientras esperaba, Lucía se miraba al espejo, disfrutando de la situación. Se sentía deseada, poderosa, completamente en control.
El vendedor regresó con otra calza, y cuando abrió la cortina para entregársela, Lucía ya no llevaba la calza puesta. Estaba solo en tanga y remerita.
—Gracias… —dijo ella, acercándose lentamente—. ¿Te gusta cómo me queda? —Le susurró al oído—. Te lo ganaste por ayudarme…
El vendedor se quedó sin palabras, completamente atrapado por la situación. Lucía le dedicó una sonrisa traviesa antes de ponerse la calza nueva, disfrutando de la incomodidad excitada del chico.
Cuando se encontró con Julián en la caja, él la miró con una sonrisa cómplice, sabiendo exactamente lo que había pasado. Pagó las calzas delante del vendedor, sintiendo el calor de la situación crecer entre ellos.
De regreso a casa, el ambiente en el auto estaba cargado de tensión sexual. Apenas cerraron la puerta del departamento, Lucía lo empujó contra la pared, sus labios buscando los de él con desesperación.
—Estabas tan caliente viéndolo todo, ¿no? —le susurró al oído, mientras su mano recorría su pecho—. ¿Te imaginabas lo que pasó en el probador?
Julián asintió, sus ojos llenos de deseo.
—Te cuento… —dijo Lucía, su voz suave pero provocadora—. Lo llamé y cuando se asomó, casi se le cae la mandíbula. Me vio con la calza a medio subir, la tanga bien marcada… Me encantaba cómo me miraba. Cuando le pedí otro talle, se fue corriendo a buscarlo, pero cuando volvió, ya no tenía la calza puesta. Solo la tanga… y le pregunté si le gustaba lo que veía.
Julián la miraba, completamente perdido en la imagen que ella estaba pintando.
—¿Y qué pasó después? —preguntó él, casi sin aliento.
—El pibe no sabía qué decir… —rió Lucía—. Pero estaba tan excitado que casi se le notaba la respiración. Me encantaba saber que lo tenía ahí, todo nervioso. Fue divertido verlo tan descolocado… pero vos… —dijo, empujándolo hacia la cama—. Vos sos el que me vas a coger ahora.
Se besaron con fuerza, sus cuerpos chocando mientras caían en la cama. El sexo fue intenso, más ardiente que nunca. Julián la penetró con fuerza, liberando toda la tensión que había acumulado desde el shopping. Lucía gemía con fuerza, sus palabras llenas de lujuria mientras recordaba lo que había pasado.
—Sí, cojeme, cornudo… dame más… —jadeaba, perdida en el placer—. Me encanta que te pongas tan caliente sabiendo que otros me miran así.
La mezcla de sus fantasías los llevó al clímax rápidamente. Ambos acabaron al mismo tiempo, sus cuerpos exhaustos pero satisfechos, el eco de lo que había sucedido en el shopping aún vibrando en el aire.
Al final, quedaron abrazados en la cama, sonriendo, sabiendo que habían compartido otro momento inolvidable.
Ambos disfrutaban del juego. Sabían que, para muchos, Lucía era una "calienta pijas" con novio, mientras que Julián era visto como un "cornudo" que se dejaba llevar. Pero esa percepción externa solo los unía más, dándoles una especie de poder secreto sobre los demás.
Un sábado al mediodía, Julián la miró desde el sillón con una sonrisa pervertida, el tipo de mirada que hacía que Lucía supiera que él estaba tramando algo.
—¿Qué pasa? —preguntó Lucía, con una risa cómplice—. ¿Qué estás tramando, hdp? ¿Qué está pasando por esa mente sucia?
Julián la miró, su tono lleno de picardía mientras le explicaba su idea.
—Imaginate esto… Vamos al shopping, entramos al Adidas. Sabés que los vendedores siempre están atentos, especialmente cuando ven una mujer como vos. Yo le digo que estamos buscando calzas para vos, bien ajustadas. Vos elegís la que más te guste, pero agarrás un talle más chico. Te vas al probador, y yo me hago el boludo y me voy a ver zapatillas.
Lucía lo miraba, intrigada por lo que vendría.
—Seguí… —dijo ella, su interés claramente encendido.
—Obvio que la calza no te va a entrar… así que llamás al vendedor. Lo hacés venir y, cuando se asome, te ve con la calza a medio subir, mostrando la tanga. Con tu mejor cara de pendeja caliente, le decís: “Perdón, pero mi novio está lejos… ¿me traés otro talle?”. Y cuando vuelva, lo recibís solo en tanga y remerita. Le preguntás si le gusta lo que ve y, como agradecimiento, le decís que se lo ganó por ayudarte mientras tu novio te dejó solita…
Lucía soltó un "Uffff" que resonó en la habitación, claramente prendida por la idea.
—¿En serio querés que haga eso? —dijo ella, riéndose—. ¿En serio querés que te humille así? Lo hago, pero la calza me la comprás vos, y pagás delante de él, como buen novio cornudo.
Julián sonrió, excitado por la idea.
—Obvio, lo que vos quieras.
El plan estaba en marcha. Subieron al auto y, mientras conducían hacia el shopping, la tensión sexual entre ellos crecía. Lucía movía las piernas en el asiento del acompañante, dejando que su falda se subiera, sabiendo perfectamente lo que estaba haciendo. Julián, con una mezcla de nervios y excitación, no podía dejar de mirarla, su mente llena de la fantasía que estaban a punto de hacer realidad.
—¿Estás listo? —preguntó Lucía, deslizando una mano sobre su muslo.
—Más que listo —respondió Julián, aunque su tono lo delataba.
Lucía sonrió, disfrutando del control que tenía sobre él. Sabía que ese juego lo volvía loco.
Llegaron al shopping y caminaron hacia el Adidas, de la mano. Tal como lo habían planeado, un vendedor joven, alto y atractivo, se acercó a ellos rápidamente.
—¿Les puedo ayudar en algo? —preguntó con una sonrisa amable, pero con la mirada claramente fijada en Lucía.
—Sí, estamos buscando calzas para ella —respondió Julián con naturalidad.
Lucía eligió una calza negra ajustada, pero de un talle más chico del que usaba. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Julián se excusó, diciendo que iba a ver zapatillas, dejándola sola en la tienda. Ella sonrió para sí misma, sabiendo que el juego apenas comenzaba.
Entró al probador y, como era de esperar, la calza no le entraba. La dejó a medio subir, dejando a la vista su tanga de encaje blanca. Con una sonrisa pícara, llamó al vendedor.
—¿Podrías venir un segundo? —dijo desde el probador.
El vendedor se acercó rápidamente, y cuando se asomó, sus ojos se agrandaron al ver a Lucía en esa posición. La calza a medio subir, la tanga perfectamente visible y una sonrisa seductora en su rostro.
—Este talle no me va… —dijo Lucía, mordiéndose el labio—. ¿Me podrías traer uno más grande? Mi novio me dejó sola…
El vendedor, sorprendido pero claramente excitado, asintió y fue a buscar otra calza. Mientras esperaba, Lucía se miraba al espejo, disfrutando de la situación. Se sentía deseada, poderosa, completamente en control.
El vendedor regresó con otra calza, y cuando abrió la cortina para entregársela, Lucía ya no llevaba la calza puesta. Estaba solo en tanga y remerita.
—Gracias… —dijo ella, acercándose lentamente—. ¿Te gusta cómo me queda? —Le susurró al oído—. Te lo ganaste por ayudarme…
El vendedor se quedó sin palabras, completamente atrapado por la situación. Lucía le dedicó una sonrisa traviesa antes de ponerse la calza nueva, disfrutando de la incomodidad excitada del chico.
Cuando se encontró con Julián en la caja, él la miró con una sonrisa cómplice, sabiendo exactamente lo que había pasado. Pagó las calzas delante del vendedor, sintiendo el calor de la situación crecer entre ellos.
De regreso a casa, el ambiente en el auto estaba cargado de tensión sexual. Apenas cerraron la puerta del departamento, Lucía lo empujó contra la pared, sus labios buscando los de él con desesperación.
—Estabas tan caliente viéndolo todo, ¿no? —le susurró al oído, mientras su mano recorría su pecho—. ¿Te imaginabas lo que pasó en el probador?
Julián asintió, sus ojos llenos de deseo.
—Te cuento… —dijo Lucía, su voz suave pero provocadora—. Lo llamé y cuando se asomó, casi se le cae la mandíbula. Me vio con la calza a medio subir, la tanga bien marcada… Me encantaba cómo me miraba. Cuando le pedí otro talle, se fue corriendo a buscarlo, pero cuando volvió, ya no tenía la calza puesta. Solo la tanga… y le pregunté si le gustaba lo que veía.
Julián la miraba, completamente perdido en la imagen que ella estaba pintando.
—¿Y qué pasó después? —preguntó él, casi sin aliento.
—El pibe no sabía qué decir… —rió Lucía—. Pero estaba tan excitado que casi se le notaba la respiración. Me encantaba saber que lo tenía ahí, todo nervioso. Fue divertido verlo tan descolocado… pero vos… —dijo, empujándolo hacia la cama—. Vos sos el que me vas a coger ahora.
Se besaron con fuerza, sus cuerpos chocando mientras caían en la cama. El sexo fue intenso, más ardiente que nunca. Julián la penetró con fuerza, liberando toda la tensión que había acumulado desde el shopping. Lucía gemía con fuerza, sus palabras llenas de lujuria mientras recordaba lo que había pasado.
—Sí, cojeme, cornudo… dame más… —jadeaba, perdida en el placer—. Me encanta que te pongas tan caliente sabiendo que otros me miran así.
La mezcla de sus fantasías los llevó al clímax rápidamente. Ambos acabaron al mismo tiempo, sus cuerpos exhaustos pero satisfechos, el eco de lo que había sucedido en el shopping aún vibrando en el aire.
Al final, quedaron abrazados en la cama, sonriendo, sabiendo que habían compartido otro momento inolvidable.
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