Julián estaba a punto de quedarse dormido, su mente aún revuelta por lo que acababa de presenciar, cuando el celular vibró una vez más. Abrió los ojos de golpe, su cuerpo entero tenso, y vio que era Lucía quien lo estaba llamando. Un torrente de pensamientos lo invadió: ¿habría pasado algo? ¿Se habría arrepentido? ¿Se habría podrido todo? Atendió rápido.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó con urgencia, el corazón a mil.
Hubo un silencio breve antes de que escuchara la voz de Lucía, arrastrada, sensual, casi irreconocible.
—Hooolaaa… amor… sí, todo bieeen… —dijo ella, alargando las palabras con una mezcla de burla y lujuria—. ¿Estás listo?
Julián tragó saliva, confuso y excitado al mismo tiempo. ¿Listo para qué?
—¿Para qué? —preguntó, sin poder ocultar los nervios en su voz.
—Cerra los ojos… —le ordenó ella, con la voz baja y ronca—. Siempre te conté cómo me cogieron otros, pero ahora vas a escuchar en vivo cómo me cogen… Estoy en cuatro, amor… y tengo a Juanchi atrás, pasándome la pija por la conchita… me está haciendo desearla…
La respiración de Julián se cortó. El morbo lo invadió de golpe, aunque la situación era tan intensa que casi lo mareaba. Y entonces, la voz de Juanchi apareció en la llamada.
—Rogame… —dijo con tono dominante—. Rogame que te coja, que el cornudo de tu novio escuche cómo rogas por otra pija.
Lucía, entre jadeos, respondió con desesperación.
—Dale, hdp, no me hagas esto… por favor, cojeme. ¡Me tenés caliente desde que entraste a la oficina con esa pija! ¡Metemela ya!
Acto seguido, un gemido ahogado de dolor y placer se escapó de los labios de Lucía. Julián, con el celular pegado al oído, escuchaba claramente cada detalle. Juanchi le había metido la pija de golpe, sin tregua, y los gemidos de Lucía se intensificaban con cada embestida. La voz de ella, esa mujer que él amaba, sonaba distinta, irreconocible, completamente entregada al placer.
—Por favooor, lo que es esta pija… —jadeaba Lucía—. ¿Dónde habías estado todo este tiempo? ¡Siento que me están desvirgando de nuevo!
Cada palabra la decía entre gemidos, mientras el sonido de los huevos de Juanchi golpeando contra ella se hacía más fuerte. De repente, el ritmo frenó y, con un tono suplicante, Lucía volvió a hablar.
—No, por favor… no pares… no pares… metemela toda… la cabecita sola no… ¡Quiero pija! ¡Pija, pija!
Julián escuchaba todo, paralizado, sintiéndose dividido entre la excitación y una creciente sensación de irrealidad. La Lucía que conocía no estaba allí; había sido reemplazada por alguien completamente ida, atrapada en un frenesí sexual que Julián no podía controlar.
Y entonces, la voz burlona de Juanchi volvió a sonar.
—¿Qué pasa, el cornudo no la tiene así de grande?
—¡No! —gritó Lucía, jadeante—. ¿Cómo la va a tener así? ¡Si no, no estaría acá, hdp!
La humillación para Julián fue inmediata. Escuchar a su propia novia denigrarlo, hablando de su “pito corto”, lo llenó de una mezcla de vergüenza y morbo que lo atravesaba por completo. Y antes de que pudiera reaccionar, la voz de Lucía volvió.
—¿Escuchaste, cornudo? —jadeó, con un tono desafiante—. Por pito corto te pasa. Perdón, amor, pero necesitaba una pija así… Sabés qué, hasta acá llega la llamada. Dejame disfrutar de esta pija.
Y de golpe, la línea se cortó.
Julián quedó tirado en la cama, solo, con el celular en la mano y el eco de las palabras de Lucía retumbando en su cabeza. La mezcla de placer y humillación lo había llevado a acabar sin siquiera tocarse, pero ahora, mientras su pija volvía a la normalidad, el peso de la situación lo golpeó de lleno.
¿Realmente le gustaba esto? ¿Era esta la fantasía que había deseado durante tanto tiempo? Ahora, en frío, con el cuerpo relajado y la mente llena de preguntas, todo parecía más confuso. ¿Qué pasaría después? ¿Y si perdía a Lucía por haberla llevado a los brazos de otro? El miedo de que ella se enamorara de alguien más, de que ese “flaco con la verga grande” se la robara, le recorría el cuerpo como una sombra que no podía sacudirse.
Eventualmente, entre pensamientos oscuros y preguntas sin respuesta, el sueño lo fue venciendo.
No supo cuánto tiempo pasó, pero se despertó al escuchar el ruido de la llave en la puerta. Lucía había vuelto. Se incorporó en la cama, todavía aturdido, tratando de prepararse para lo que vendría. El corazón le latía con fuerza mientras la veía entrar.
Lucía apareció en la puerta, tan hermosa como siempre, pero visiblemente desaliñada. Su pelo, antes perfecto, estaba revuelto, y llevaba una sonrisa de satisfacción imposible de ignorar. Sin decir nada, caminó hacia él y lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su cuello.
—Gracias… te amo mucho —dijo, con sinceridad en la voz.
Julián intentó besarla, pero Lucía se apartó un poco, riéndose con picardía.
—Pará… le vine chupando la pija en el auto, y a una cuadra me volvió a llenar la boca de leche, el hdp. ¿Querés que te bese igual? Siento mucho aliento a pija y leche…
Julián no dijo nada. Estaba demasiado abrumado por lo que acababa de escuchar. El silencio fue su respuesta, pero Lucía lo tomó como un “sí”. Se acercó despacio, pegando sus labios a los de él, sin besarlo completamente, solo dejando que él sintiera su aliento.
—Sentí… —le susurró ella, con una sonrisa maliciosa—. Sentí el olor que trajo tu novia.
Julián respiró profundamente, y pudo percibirlo: el olor a sexo, a otro hombre, a pija y leche. Y, sin dudarlo, la besó. Se fundieron en un beso intenso, casi adolescente, con lenguas entrelazadas, recorriendo cada rincón de la boca del otro. El sabor a algo distinto, a lo prohibido, lo inundaba.
Cuando se separaron, Lucía lo miró con una sonrisa cómplice.
—Hay más… —dijo con la voz cargada de lujuria—. ¿Estás preparado?
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó con urgencia, el corazón a mil.
Hubo un silencio breve antes de que escuchara la voz de Lucía, arrastrada, sensual, casi irreconocible.
—Hooolaaa… amor… sí, todo bieeen… —dijo ella, alargando las palabras con una mezcla de burla y lujuria—. ¿Estás listo?
Julián tragó saliva, confuso y excitado al mismo tiempo. ¿Listo para qué?
—¿Para qué? —preguntó, sin poder ocultar los nervios en su voz.
—Cerra los ojos… —le ordenó ella, con la voz baja y ronca—. Siempre te conté cómo me cogieron otros, pero ahora vas a escuchar en vivo cómo me cogen… Estoy en cuatro, amor… y tengo a Juanchi atrás, pasándome la pija por la conchita… me está haciendo desearla…
La respiración de Julián se cortó. El morbo lo invadió de golpe, aunque la situación era tan intensa que casi lo mareaba. Y entonces, la voz de Juanchi apareció en la llamada.
—Rogame… —dijo con tono dominante—. Rogame que te coja, que el cornudo de tu novio escuche cómo rogas por otra pija.
Lucía, entre jadeos, respondió con desesperación.
—Dale, hdp, no me hagas esto… por favor, cojeme. ¡Me tenés caliente desde que entraste a la oficina con esa pija! ¡Metemela ya!
Acto seguido, un gemido ahogado de dolor y placer se escapó de los labios de Lucía. Julián, con el celular pegado al oído, escuchaba claramente cada detalle. Juanchi le había metido la pija de golpe, sin tregua, y los gemidos de Lucía se intensificaban con cada embestida. La voz de ella, esa mujer que él amaba, sonaba distinta, irreconocible, completamente entregada al placer.
—Por favooor, lo que es esta pija… —jadeaba Lucía—. ¿Dónde habías estado todo este tiempo? ¡Siento que me están desvirgando de nuevo!
Cada palabra la decía entre gemidos, mientras el sonido de los huevos de Juanchi golpeando contra ella se hacía más fuerte. De repente, el ritmo frenó y, con un tono suplicante, Lucía volvió a hablar.
—No, por favor… no pares… no pares… metemela toda… la cabecita sola no… ¡Quiero pija! ¡Pija, pija!
Julián escuchaba todo, paralizado, sintiéndose dividido entre la excitación y una creciente sensación de irrealidad. La Lucía que conocía no estaba allí; había sido reemplazada por alguien completamente ida, atrapada en un frenesí sexual que Julián no podía controlar.
Y entonces, la voz burlona de Juanchi volvió a sonar.
—¿Qué pasa, el cornudo no la tiene así de grande?
—¡No! —gritó Lucía, jadeante—. ¿Cómo la va a tener así? ¡Si no, no estaría acá, hdp!
La humillación para Julián fue inmediata. Escuchar a su propia novia denigrarlo, hablando de su “pito corto”, lo llenó de una mezcla de vergüenza y morbo que lo atravesaba por completo. Y antes de que pudiera reaccionar, la voz de Lucía volvió.
—¿Escuchaste, cornudo? —jadeó, con un tono desafiante—. Por pito corto te pasa. Perdón, amor, pero necesitaba una pija así… Sabés qué, hasta acá llega la llamada. Dejame disfrutar de esta pija.
Y de golpe, la línea se cortó.
Julián quedó tirado en la cama, solo, con el celular en la mano y el eco de las palabras de Lucía retumbando en su cabeza. La mezcla de placer y humillación lo había llevado a acabar sin siquiera tocarse, pero ahora, mientras su pija volvía a la normalidad, el peso de la situación lo golpeó de lleno.
¿Realmente le gustaba esto? ¿Era esta la fantasía que había deseado durante tanto tiempo? Ahora, en frío, con el cuerpo relajado y la mente llena de preguntas, todo parecía más confuso. ¿Qué pasaría después? ¿Y si perdía a Lucía por haberla llevado a los brazos de otro? El miedo de que ella se enamorara de alguien más, de que ese “flaco con la verga grande” se la robara, le recorría el cuerpo como una sombra que no podía sacudirse.
Eventualmente, entre pensamientos oscuros y preguntas sin respuesta, el sueño lo fue venciendo.
No supo cuánto tiempo pasó, pero se despertó al escuchar el ruido de la llave en la puerta. Lucía había vuelto. Se incorporó en la cama, todavía aturdido, tratando de prepararse para lo que vendría. El corazón le latía con fuerza mientras la veía entrar.
Lucía apareció en la puerta, tan hermosa como siempre, pero visiblemente desaliñada. Su pelo, antes perfecto, estaba revuelto, y llevaba una sonrisa de satisfacción imposible de ignorar. Sin decir nada, caminó hacia él y lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su cuello.
—Gracias… te amo mucho —dijo, con sinceridad en la voz.
Julián intentó besarla, pero Lucía se apartó un poco, riéndose con picardía.
—Pará… le vine chupando la pija en el auto, y a una cuadra me volvió a llenar la boca de leche, el hdp. ¿Querés que te bese igual? Siento mucho aliento a pija y leche…
Julián no dijo nada. Estaba demasiado abrumado por lo que acababa de escuchar. El silencio fue su respuesta, pero Lucía lo tomó como un “sí”. Se acercó despacio, pegando sus labios a los de él, sin besarlo completamente, solo dejando que él sintiera su aliento.
—Sentí… —le susurró ella, con una sonrisa maliciosa—. Sentí el olor que trajo tu novia.
Julián respiró profundamente, y pudo percibirlo: el olor a sexo, a otro hombre, a pija y leche. Y, sin dudarlo, la besó. Se fundieron en un beso intenso, casi adolescente, con lenguas entrelazadas, recorriendo cada rincón de la boca del otro. El sabor a algo distinto, a lo prohibido, lo inundaba.
Cuando se separaron, Lucía lo miró con una sonrisa cómplice.
—Hay más… —dijo con la voz cargada de lujuria—. ¿Estás preparado?
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