Carlos había vuelto de la universidad para pasar el verano en casa de sus padres. Su estirado padre había convertido su habitación en un despacho, así que el joven se vio obligado a convertir parte del ático en dormitorio.
“Está bien.” Pensó malhumorado. “De todos modos, no podría traer ninguna chica aquí".
Estaba moviendo unas cajas cuando una se rompió, desparramando por el suelo una colección de libros viejos, papel, material de arte y una vieja cámara. Refunfuñando empieza a recogerlo todo cuando se detiene al ver una foto en el suelo, parece una mujer desnuda. Parece su madre, diez o quince años más joven. Parece avergonzada posando desnuda. A horcajadas sobre un gran sillón de cuero. Se veía bien. Se veía sexy.
Carlos se da cuenta de la erección que tiene. Pensamientos inapropiados de su madre comienzan a arremolinarse en su cabeza. Se fija en algunas fotos más. Sus bordes apenas asomando de un libro, obviamente escondidas aquí y olvidadas.
Sacude el libro frenéticamente sobre el colchón, haciendo que cayeran más fotos. Había una docena en total. Empezando con ella completamente vestida. Desnudándose. Luego a cuatro patas chupando la polla de un hombre. Por último, follándose a sí misma con un pepino.
"¿Y si ese no es papá? El pensamiento le pone aún más duro. "¿Y si papá es un puto cornudo?”
Carlos no puede evitarlo. Tiene que pajearse. Mirando las fotos de su madre.
Unos días más tarde, Carlos se había masturbado con las fotos de su madre media docena de veces. Su padre se había ido a trabajar así que pensó que ahora era tan buen momento como cualquier otro.
- ¿Oye mamá? ¿Alguna vez has posado para fotos desnuda? - pregunta despreocupadamente.
Su madre estaba cortando verduras para un guiso y se quedó congelada cuando oyó la pregunta. Sofía rondaba los cuarenta. Había engordado algunos kilos desde su juventud. Su vientre y culo eran definitivamente más grandes y redondos. Sus pechos seguían siendo grandes, pero más caídos. Tenía más arrugas alrededor de la cara, pero seguía siendo bastante atractiva. Hoy llevaba un par de pantalones cortos azules de corredor. Y una camiseta sin mangas. Carlos podía ver los tirantes de su sujetador morado y un poco de escote. Tenía buen aspecto.
- Claro que no, cariño. - le mintió en la cara.
Carlos sonríe mientras tira un par de fotos sobre la mesa. Una de ellas en lencería. La otra, desnuda. Sus manos recorriendo su largo cabello oscuro.
- ¡Oh, Dios! ¿De dónde las has sacado? - preguntó jadeando, agarrando las fotos.
- Oh, encontré un montón de ellas en una caja de arriba. No te preocupes, ya las he copiado.
- ¡Carlos! - dice mirándole atónita.
- Supongo que no quieres que se enteren tus conocidos. - dice sonriendo
Ella sacude lentamente su hermosa cabeza.
- En especial las fotos más picantes.
- Oh, no. - dice con un gemido.
- Estoy seguro de que eso no tiene que pasar. Si haces algunas cosas para mí.
- ¿Me... me estás chantajeando? ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero?
- Me gusta pensar que es un agradecimiento por proteger a mi madre. No, no quiero dinero. Quiero más.
- ¿Más… qué? - preguntó ella, desconfiada.
- Eres una mujer hermosa. Quiero que me enseñes las tetas. - dijo sin perder la sonrisa de la cara.
- Carlos, soy tu madre. Eso... eso no sería apropiado. - protestó ella.
- Esas fotos no son 'apropiadas', pero son muy excitantes. Si no quieres que salgan a la luz, quítate la camiseta.
Ella duda, luego se sube la camiseta por la cabeza. La polla de Carlos se estremece al ver su vientre redondo, luego su sujetador púrpura con bordes negros sujetando sus grandes tetas. Ahora había un montón de escote para mirar. Sin embargo, se sorprendió. Pensó que le costaría más convencerla.
- El sujetador también.
Su madre asiente con resignación. Alarga la mano por detrás y se desabrocha la prenda que protege su dignidad. Respirando hondo, se quita el sujetador dejando sus grandes tetas al descubierto.
- ¡Qué bonitas! - dice Carlos acercándose. - Seguro que no te importa. - dice levantando la mano y agarrándoselas.
- Carlos... - comienza a protestar, pero sin detener su manoseo.
Él aprieta sus grandes orbes. Haciendo rodar sus duros pezones entre el pulgar y el índice.
- Son magníficas, madre. Eres una mujer hermosa. - le dice a la ruborizada mujer.
- ¡Bien! ¿Es suficiente?
- Por ahora, pero tienes que hacer toples hasta que papá llegue a casa. - dice apartándose de ella.
Sofía parece querer discutir por un momento, pero se limita a asentir con la cabeza, humillada. Carlos pasa gran parte del día cerca de su madre. Disfrutando de la vista. Observando cómo sus grandes tetas rebotan y se agitan.
- Tu padre estará pronto en casa. - le dice al final del día.
- De acuerdo, puedes ponerte una camiseta. Pero sin sujetador. - le dice tras un ligero suspiro.
Sofía agacha la cabeza y se dirige a su dormitorio. Cuando Antonio llega a casa, ella lleva una blusa abotonada en la que se le ven los pezones a través de la tela, pero su marido ni siquiera se da cuenta. Se va directamente al salón, encendiendo la tele sin siquiera mirarla.
Carlos se cruza con su madre en el pasillo. Ella jadea cuando él la empuja contra la pared. Él le abre la camisa de un tirón, haciendo que los botones vuelen por todas partes. Empieza a jugar con sus tetas, pellizcándole los pezones, haciendo que tenga que contener un grito. La pone de rodillas.
- Usa tus maravillosas tetas para excitarme. - le susurra, ante su mirada sorprendida. - Mejor date prisa antes de que papá se levante.
Carlos saca su polla, dejándola a la vista de Sofía. "Mucho más grande que la de Antonio". Piensa ella al verla. Envuelve sus tetas alrededor de su polla y hace todo lo posible para masturbar a su hijo con sus tetas. Algo que nunca había hecho antes. No puede dejar de mirar cada vez que la punta del pene asoma entre sus grandes pechos.
- ¡Cariño! ¿Puedes traerme un bocadillo? - pregunta Antonio desde el salón.
- Eh... claro. Enseguida. - le contesta su mujer con la polla de su hijo empujando entre sus grandes tetas.
- Deberías ver si Carlos quiere algo.
- Sí. Lo haré. - responde ella.
Demasiado excitado por cornear a su padre, Carlos llega al clímax. Sofía se estremece cuando la polla entre sus pechos dispara su blanca lefa sobre su cara. Mientras su madre se aparta, Carlos agarra su polla y rocía los últimos chorros sobre las grandes tetas de su madre. Lanzándole un beso, él la deja allí, cubierta de su pegajoso semen. Se dirige al salón y se sienta en el sofá.
- ¿Te ha ofrecido tu madre un tentempié? - le pregunta su padre desde su cómodo sillón.
- Me dio lo que necesitaba. - respondió sonriente.
Más tarde esa noche Sofía yacía en la cama junto a su marido. Antonio ni siquiera se dio cuenta de que hoy no llevaba sujetador. Su mano se metió en su pijama. No podía dejar de pensar en la polla de Carlos. Sus dedos empiezan a masajear su húmedo coño. “Dios mío. ¿Qué me pasa?” Piensa. “¡Oh, Dios!” Jadea en voz baja mientras un pequeño orgasmo la invade pensando en la polla de su hijo. Su marido roncando suavemente a su lado.
El martes, Carlos fue con su madre a la tienda. Necesitaban provisiones para la reunión familiar del sábado. Habría un par de docenas de personas para una gran comida al aire libre. Su madre llevaba una falda plisada, un poco más corta de lo habitual, y una blusa escotada que mostraba un generoso escote. Carlos se preguntó si se daría cuenta de que se había vestido más sexy que de costumbre. No podía apartar los ojos de la forma en que su gran culo se balanceaba al caminar. Por su parte, Sofía intentó ignorar las constantes miradas lascivas de su hijo. Aunque, cada vez que se daba cuenta, le producía un cosquilleo en el coño.
Estaban en la sección de vinos, vacía un martes. Carlos se colocó detrás de su madre, apretando su cuerpo contra el de ella, asegurándose de que ella sienta su erección rozándole el culo. La rodea y le aprieta las tetas a través de la blusa.
- ¡Carlos! - sisea Sofía, no queriendo llamar la atención.
- Sácate las tetas. - susurra mordiéndole el cuello. Enviando pequeños escalofríos a través de su cuerpo.
- Aquí no. Podrían pillarnos.
- A menos que quieras que tire fotos tuyas desnuda por toda la tienda.
Ella se da la vuelta y se sube la camiseta. Él sonríe cuando ella saca sus grandes pechos del sujetador. Carlos se inclina y chupa con fuerza un pezón mientras pellizca ligeramente el otro arrancando unos jadeos a Sofía. Cuando él cambia su chupada a su otro pecho ella por fin hace por pararlo.
- Ok, tienes que parar o nos pillarán.
- Pararé, cuando te quites las bragas y me las des. - dice antes de volver a lamer su pezón.
Sofía duda, luego mete la mano bajo su falda, se quita las bragas mientras su hijo babea sobre sus grandes pechos. Carlos coge las bragas de encaje negro, apartándose de su madre mientras se las guarda en el bolsillo sonriendo. Esa sonrisa le provoca otro espasmo en el coño a Sofía mientras se guarda las tetas.
Más tarde, en la caja, el dependiente se da cuenta de que los ojos de Sofía se abren de golpe.
- ¿Todo bien señora? - le pregunta.
- Eh... sí. Todo está bien. - responde ella.
Carlos continúa frotando su coño. Su mano se ha metido inesperadamente bajo la parte trasera de su falda. Carlos disfruta de la sensación del coño de su madre, mojándose cada vez más mientras está pagando. Entonces saca la mano, agarra el carrito y se dirige al coche, dejando allí a su madre, mojada y confundida. Cuando su madre se sienta en el asiento del conductor, Carlos puede ver que está temblando.
Ya en casa, Sofía se mete en la ducha, pero no oye entrar a Carlos. Grita asustada cuando unas manos inesperadas envuelven sus tetas enjabonadas.
- ¡Carlos! Esto es... esto es inaceptable. - grita.
- ¿Lo es, madre? - dice con calma.
Una mano se desliza por su gran vientre, a través de su vello púbico húmedo y sobre los labios de su coño.
- ¡Uhhh! No... no lo es. - dice gimiendo.
Apoya las manos en la pared bajo la alcachofa de la ducha. El agua caliente llueve sobre ella mientras su hijo juega con su cuerpo. Ella gime cuando él desliza un dedo en su cálido canal del amor. La encuentra resbaladiza de lujuria, y rápidamente le sigue otro.
Ella no puede contenerse y tiene un potente orgasmo mientras su propio hijo la penetra con los dedos. Una parte de ella desea que esos dedos sean la gran polla de su hijo.
- ¿Te sientes mejor, mamá? - Carlos pregunta. Soltándola.
- N...no. - le miente respirando con dificultad.
- Dame una buena paja con las tetas enjabonadas y me iré.
Obedientemente ella se pone de rodillas, envolviendo la gran polla con sus pechos. Él no dura mucho, rociándole la cara y las tetas con su lefa. Luego sale de la ducha, dejándola a ella para que termine de limpiarse.
Esa noche la familia se sentó a comer junta en la mesa redonda de la cocina. Con un lado apoyado contra la pared, Carlos se sentó muy cerca de su madre.
- ¿Cómo estuvo tu día papá? - preguntó.
Se metía puré de patatas en la boca con la mano derecha mientras la izquierda se deslizaba sobre el muslo de su madre. Sofía intenta no responder a su toqueteo mientras comia.
- Oh, ya sabes cómo es... - Antonio empieza a hablar de su aburrido trabajo.
Carlos le sube la falda a su madre. Ella abre las piernas, sólo un poco, mientras él desliza los dedos entre sus muslos.
- Qué interesante. Cuéntame más. - le dice Carlos a su padre sin prestarle siquiera atención.
Sofía suelta un pequeño "¡Ep!". Cuando los dedos de su hijo se abren paso entre los labios de su coño. Los dedos empujando dentro de ella.
- ¿Qué tal tú, hijo? ¿Cómo estuvo tu día? - Antonio pregunta.
- Bueno, fuimos a la tienda a comprar comida. Compré un par de melones maduros para la fiesta. - dice mientras sus dedos acarician el clítoris de su madre y ella intenta desesperadamente no jadear. - Aunque mamá me hizo devolverlos.
- Ah. Qué pena. - responde su padre sin darse cuenta de que su mujer está recibiendo placer de su hijo a menos de un metro de distancia. - Apuesto a que a la familia le habría gustado comer esos melones el sábado.
Antonio se levanta con su plato vacío.
- Bueno, tengo algunas tareas que hacer antes de que den las noticias.
Carlos aparta la mano de su madre mientras su padre se dirige al fregadero, dejando a Sofía respirando fuerte y rápido.
El miércoles Sofía llevaba pantalones cortos y una camiseta por la casa. No se había molestado en ponerse sujetador y se había hecho un nudo en la parte inferior de la camiseta, dejando al descubierto su barriga. Sentía un cosquilleo en el coño cada vez que pasaba junto a su hijo. Sus ojos se clavaban en sus tetas que se movían bajo la camisa.
- Mamá. Ven aquí arriba. - le llamó desde el ático.
Ella tuvo que contenerse para no correr hacia él. Estaba sentado en el borde del colchón, desnudo, con la polla como un asta. Le hizo señas para que se acercara y la obligó a tumbarse en su regazo como a una niña pequeña a punto de ser castigada por su padre. Agarró sus pantalones cortos y tiró de ellos hacia arriba, revelando la mayor parte de su culo, y luego la azotó.
Ella jadeaba cada vez que la mano firme de su hijo golpeaba su tierno trasero. Él sonreía viendo cómo su amplio trasero se agitaba y enrojecía. Sofía gimió, con el culo ardiendo por los azotes y su coño ardiendo de necesidad.
Carlos le baja los pantalones y las bragas. Su madre abre las piernas, suplicando en silencio, pero no puede contener los gritos cuando él le mete un par de dedos en su húmedo coño. Su orgasmo es casi instantáneo. Cuando se tranquiliza, él la empuja al suelo. La rudeza con la que le trata la excita aún más.
- Chúpala, madre. Chúpale la polla a tu hijo. Sácame la leche y trágatela. - le ordena.
Ella se quita la camisa y se inclina ansiosamente. Sus grandes tetas rozan sus muslos. Saborea la polla de su hijo mientras se mete el capullo en la boca y le acaricia los huevos. “Si se parece en algo a su padre, le ayudará a correrse más rápido” Piensa para sí misma.
Él le pasa las manos por el pelo oscuro. Le encanta ver la cara de su madre subiendo y bajando sobre su polla. Con un gruñido, se corre en la boca de su madre sin avisarle. Ella hace lo que puede para tragar cada gota de semen que sale de sus huevos.
- Mmm, buena chica. - le dice acariciándole la cabeza.
Las caricias le producen escalofríos excitantes a Sofía. Entonces, la empuja apartándola de él y va a vestirse, dejándola como un trapo usado.
El cuerpo de Sofía zumbaba de excitación. Su marido no tardaría en llegar y ella necesitaba otra descarga. No podía ir voluntariamente a ver a su hijo. Mientras él tuviera esas fotos y fuera quien le exigiera, podía decirse a sí misma que no tenía elección, que no era una puta desviada. Deseaba tanto su polla. ¿Iba a hacerla rogar por ella? ¿Suplicar como una puta callejera?
Se encerró en su dormitorio, buscando en el cajón de la ropa interior su consolador. Una gran polla morada que vibraba, aunque era de plástico frío y no caliente como la polla de Carlos en su boca. Se subió a la cama apretando su cara contra la almohada y dejando su culo en alto. Puso el consolador entre sus piernas, metiéndoselo en el coño con un grito ahogado.
La madura morena gimió de placer cuando encendió el vibrador. Se follo furiosamente hasta que oyó llegar el coche de su marido. Desea que sea su hijo el que la folla por detrás. Golpea su cabeza contra la almohada mientras Antonio sale de su coche. Ella se corre con fuerza, amortiguando sus gritos de pasión con la almohada mientras él entraba a la casa. Se desploma en la cama, sabiendo que necesita moverse antes de que su marido entre y la encuentre así.
Carlos está en la cocina con su madre detrás de él, preparando la cena. Puede ver a su padre en el salón, pues había una barra de bar entre las dos habitaciones. Un vestigio de los años setenta que no había sido renovado. Su madre pasa a su lado y él la agarra empujándola silenciosamente hasta ponerla de rodillas bajo la barra. Se saca la polla y le golpea la cara con ella varias veces. "Más grande que la de Antonio, incluso blanda", piensa Sofía. Obedientemente, ella se la lleva a la boca, chupándola y lamiéndola hasta endurecerla.
- Papá, ven aquí un minuto.
Antonio se acerca. De pie en el lado opuesto de la barra donde está su hijo y su esposa arrodillada. La respiración de Sofía es rápida y agitada, si da la vuelta a la esquina la verá. La vería con la polla de su hijo en la boca. Sofía desliza su mano en sus pantalones cortos, manoseando su húmedo coño.
- ¿Quién viene el sábado? - pregunta mientras escribe “fiesta” en un trozo de papel, haciendo un gran esfuerzo por no gemir.
- ¿Dónde está tu madre? - pregunta mirando hacia la cocina.
- Ya conoces a mamá. Probablemente este haciendo el tonto arriba. Todo tiene que estar limpio antes de la fiesta. - responde riéndose y haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia.
Su padre se ríe de la broma fuera de tono.
- Bueno. Tu abuela, el hermano de mamá y su familia, la prima Janet... - continúa su padre.
Carlos intenta escribir los nombres. Le cuesta concentrarse mientras su madre le chupa la polla, su lengua haciéndole cosquillas en la base de su pene y su mano acariciando sus bolas.
- Mmn. - Carlos gime mientras se corre en la boca de su madre, intentando pasarlo como un murmuro por estar simplemente pensando. - ¿Estás seguro de esos últimos?
- Bueno, ninguna de estas personas es la más confiable, hijo. - responde caminando de vuelta a su silla.
Bajo el mostrador, su mujer ordeña las últimas gotas de semen de la polla reblandecida del joven.
Era jueves y Carlos tenía planes para buena parte del día, unos amigos querían ir a comer. Cuando su padre se fue, se dio una ducha rápida y luego fue a buscar a su madre que estaba ordenando el salón. Se acercó por detrás y le bajó los pantalones. Que no llevara bragas le sorprendió.
- R... Carlos. No podemos seguir haciendo esto. - le dice su madre, pero sin moverse para subirse los pantalones, o cubrir su desnudez.
Ella se había masturbado esta mañana otra vez, para despejarse. Sabía que lo que estaban haciendo estaba mal, lo sabía.
- Tenemos que parar. Lo de anoche fue demasiado lejos. Fue demasiado irrespetuoso con tu padre. - dice mientras un escalofrío le recorre el cuerpo al recordarlo.
- Todavía tengo esas fotos mamá. - responde Carlos mientras se agacha y le tira ligeramente del pelo del coño. - Además, papá es un pelele. Se merece esto. Si él no puede mantener a su mujer satisfecha, yo lo haré.
- No hables de tu padre como...
- ¡Calla! - la interrumpe tirando con fuerza de su pelo púbico. - Quiero que vayas a afeitarte esto. Luego ponte esa camisa de botones finos y la falda del otro día.
Ella le mira horrorizada durante un segundo, pero enseguida baja la vista al suelo. Carlos le da un cachete en el culo mientras ella se sube el chándal y sale de la habitación.
- ¡Y nada de ropa interior! - le grita mientras ve como se aleja.
Al final baja con su falda azul y una fina blusa rosa abotonada, todavía no había arreglado la otra camisa de cuando él la había rasgado. La blusa estaba desabrochada casi hasta la mitad, mostrando su escote. Sus areolas y pezones eran visibles a través de la fina tela rosa. También llevaba un par de tacones negros. Algo que rara vez hacía, ya que la hacían más alta que su marido.
- Súbete la falda. - le dice Carlos al verla así. - Más arriba.
Cuando termina, la falda apenas le cubre el culo, entonces él levanta la parte delantera. Sus dedos le hacen cosquillas y acarician su ahora desnudo monte púbico.
- Muy bien, madre. Vamos.
Sin darle más explicaciones, la coge de la mano y tira de ella. Coge sus llaves y la lleva hasta su coche. Le abre la puerta del pasajero y ella se sienta excitada por la inmoralidad de todo aquello. Arranca el coche y se dirige hacia la ciudad. Ella quiere cubrirse los pechos prácticamente desnudos, pero se abstiene. “No quiero enfadar a Carlos". Se dice a sí misma.
Paran en una cafetería. Carlos se apresura a abrirle la puerta a su madre. Completamente sonrojada, sale del coche. Carlos rodea su cintura con su brazo, llevándola hacia la cafetería. Incluso con tacones, no es más alta que su hijo. Puede sentir todas las miradas sobre ella, sobre su cuerpo, exhibido para todos en el lugar. Al entrar, se acercan hasta una mesa donde están sentados dos hombres, de la edad de su hijo. Estos se levantan al verlos venir.
- ¡Chicos! Esta es mi mamá. Mamá, los chicos.
Los chicos, como se había referido Carlos, se acercan a darle dos besos mientras no pueden apartar la vista de sus grandes tetas, Sofía no puede evitar sentir que todos los ojos están puestos en sus pechos, no solo los de los amigos de su hijo. Se sienta en silencio mientras su hijo y sus amigos hablan. Ella empieza a sentirse como si no fuera más que la mascota de su hijo y cada vez se excita más por ser tratada como tal.
Finalmente, después de unas horas, todos se levantan para irse. Salen los cuatro juntos, Carlos y Sofía por delante. Él le agarra de una nalga, haciendo que un escalofrío le recorriera la columna. Sin duda sus amigos podían ver cómo le estaba metiendo mano.
- ¡Oh, por cierto! - dice Carlos cuando llegan al coche. - ¿Habías visto antes a una madre con el coño afeitado?
- No, tío. - Dice uno de sus amigos.
Su hijo se agacha y le levanta la parte delantera de la falda. Sofía jadea, su zona más privada revelada a los dos hombres cuyos nombres ni siquiera recordaba. Su coño recién afeitado siendo expuesto en público.
- Qué guay, tío. - dice el que había hablado antes.
- Adelante y toca. A ella no le importa.
La madre de Carlos se estremece mientras aguanta que los dos hombres toquen y froten su entrepierna. Al cabo de unos minutos, se despiden de ella con dos besos mientras le siguen tocando, terminan de inspeccionarle el coño y se ríen mientras se marchan. Carlos la gira hacia el coche, poniendo sus manos en el techo.
- Eres una sucia puta, ¿Verdad, madre? - le susurra.
Apenas tiene que levantarle la falda para darle un golpe en el culo desnudo. Sus tacones negros hacen que su gran culo se vea aún más dulce. Le da unos cuantos azotes, allí en el aparcamiento, en público, antes de dejarla subir al coche.
Mientras su hijo conduce, Sofía se olvida de sí misma en su lujuria. Olvida que el chantaje de su hijo es su excusa para ser tan lasciva. Se inclina hacia él, sacando la polla de su hijo. Con la cara en su regazo, ella empieza a chuparle la polla mientras él conduce. Se sube la falda, indecentemente corta, y se mete los dedos. Con la otra mano desabrocha su blusa rosa, se aprieta sus grandes pechos, pellizcándose los pezones como hace su hijo. Cuando llegan al barrio, él se corre en su boca y ella tiene su pene bien guardado para cuando llegan a la casa.
Sofía estaba en la cocina, preparando la cena, cuando siente como unos pasos se acercan tras de ella. No necesita ni girarse para saber que es su hijo.
- ¿Qué estás haciendo? - pregunta Carlos mientras le aprieta las tetas por detrás.
- Preparando la cena. - Responde sin hacer ningún movimiento para quitar sus manos de sus tetas. - Dile a tu padre que está casi lista.
- Genial. Vamos a hacer una cosa.
- ¿El qué? - pregunta mientras se gira hacia él.
- Pensé en lo que dijiste. Sobre faltarle el respeto a papá.
Un escalofrío la recorre ante las palabras de su hijo. aunque no sabe por qué.
- Esta noche realmente me ayudarás a faltarle el respeto.
- ¿Cómo? - pregunta ella, casi jadeando en su excitación.
- Su ensalada, me vas a masturbar en ella. - responde con una sonrisa de satisfacción.
- Oh, Dios. Carlos, no. - dice mientras por dentro piensa: "Oh, Dios. Carlos, sí".
- No olvides las fotos, mamá.
Ella asiente, agarrando la ensaladera de su marido.
- Yo... Muy bien.
Carlos se saca la polla y se la acaricia lentamente hasta ponerla dura mientras observa a su madre preparar las ensaladas. Entonces ella sostiene la ensalada de su marido bajo la entrepierna de él. Se levanta la camisa para que él pueda ver su escote y luego le agarra la polla. Lo acaricia durante lo que parecen largos y tensos minutos. Entonces el pene de Carlos se retuerce en su mano. Disparando su carga sin parar sobre las hojas verdes. El cuerpo de Sofía se estremece de lujuria cada vez que un chorro de semen sale de esa preciosa polla. Se asegura de que caiga hasta la última gota en la ensalada.
- No es suficiente. Necesitamos más.
Sofía se arrodilla delante de su hijo mirándole a los ojos desde abajo. Le besa y le lame la suave polla, dejando la ensalada a un lado por ahora.
- Mmn. Ponte duro para mamá. Quiero ver tu polla bien dura.
Ella comienza a chupar, casi dolorosamente duro, su polla.
- Haz que mami esté orgullosa. - dice para excitarle más y que se corra antes.
Su marido podría entrar en cualquier momento y pillarles así. Pronto Carlos está gimiendo, su polla dura como una roca otra vez y al borde de correrse. Carlos le sujeta la cabeza y empieza a correrse en su boca. Sintiendo que no puede mantener tanto semen en su boca, coge la ensalada de su marido y se la pone debajo de su barbilla, dejando salir la corrida de su hijo en la ensalada. Cuando Carlos termina de correrse, ella escupe el resto de semen que le queda en la boca, le da un beso en la punta de la polla y se levanta.
- Ese es el niño bueno de mamá.
Sofía rocía un poco de salsa césar en su ensalada y la de su hijo, haciendo que se parezcan a la de Antonio, si no miras muy de cerca. Luego prepara la mesa mientras Carlos va a buscar a su padre. Los tres se sientan y empiezan a comer mientras Antonio habla del trabajo en el jardín. Es más que nada un zumbido para los oídos de Sofía. Todo lo que ella puede hacer es mirar su tenedor. Siente un calor incómodo, entonces el tenedor se clava en la ensaladera saliendo con una gran cantidad de lechuga y un trozo de tomate.
- Umf, ¿qué es este aliño para la ensalada? - pregunta haciendo una mueca.
- Es una mezcla italiana. La hice desde cero. - responde su mujer.
Se siente como si estuviera flotando, como si estuviera separada de su cuerpo. “Semen. Es semen, triste hombrecito. Te estás comiendo la leche de nuestro hijo.” El pensamiento hace que su cuerpo se estremezca y un picor se aposente en su ya húmedo coño.
- Sé que no siempre te gusta lo que cocino. Si no te gusta, no la vuelvo a hacer.
- A mí me gusta mamá. - interviene Carlos. - Es diferente.
- No, no. - se apresura a decir Antonio. No quiere enfadar a su mujer. - Me gusta. ¿Ves? - dice metiéndose otro gran tenedor en la boca.
Ella mira fascinada y excitada. Un hilo blanco del semen de su hijo gotea de la ensalada mientras su marido se la mete en la boca y mastica. Luego traga. Se limpia un poco que le ha goteado en la barbilla y se lo lame con el dedo. Y traga.
Ella mira como él se come felizmente toda la ensalada. Charlando con Carlos sobre... ¿Qué? Ni siquiera lo sabe. Lo que sabe es que su marido se tragó dos cargas enteras de semen de Carlos. ¿Cómo miraría a su marido a partir de ahora? ¿Y a su hijo?
Sofía se pasó el día siguiente limpiando la casa, preparándola para la fiesta. Todo lo que llevaba eran sus tacones negros, y medias negras con una liga. Como top sólo llevaba un sujetador negro de encaje del que casi se le salían las tetas.
Carlos estaba feliz de ayudarla a limpiar. Aprovechando cada oportunidad para manosearla y agarrarla. Para azotar su culo y frotar su húmedo coño. Finalmente la agarra del pelo oscuro y la obliga a inclinarse sobre el brazo del sofá. Le da unas cuantas bofetadas en el trasero mientras ella mueve recatadamente las piernas.
- No puedo más, madre. Necesito follarte. - gruñe sobre ella.
- N...no. No podemos. Eso es incesto. Es inmoral. - protesta ella mientras por dentro piensa: "Sí. Tómame con tu gran polla. Dispara tu semilla en mi vientre. La máxima falta de respeto a tu padre".
Sabe que va a ceder. Incluso mientras lucha por evitarlo.
- Mi... mi culo. Puedes follarme el culo. - jadea.
Otra bofetada. Entonces le oye escupir en su mano, lubricando su polla. Le separa las nalgas y apoya la punta de su polla sobre su pequeño agujero anal. Aprieta el cojín del sofá mientras la polla de su hijo se va abriendo camino dentro de ella. Gime, con la polla ardiendo en su interior.
- ¡Uunh! Qué apretado, mamá.
Él la azota de nuevo. Su polla cada vez más adentro. Finalmente ella siente sus pelotas apoyarse contra su coño. Él la saca a medias y luego la mete rápida y bruscamente.
- ¡Aaah! M...más suave. P...por favor. - suplica mientras él le penetra el culo.
Carlos agarra su pelo oscuro, tirando de su cabeza dolorosamente hacia arriba. Azota con fuerza su culo con cada embestida ardiente en su gran trasero.
- Lo que creo que quieres decir es gracias, ¿Verdad?
- ¡Unh! Gracias. Gracias. Gracias. dice gimiendo cada palabra.
Al rato, el ardor se apaga, convirtiéndose en un extraño tipo de placer. Un orgasmo va creciendo lentamente en ella. Cuando finalmente llega, ella grita de placer. Nunca había tenido un orgasmo tan fuerte, tan intenso. Carlos gruñe mientras le llena el culo con su esperma caliente. Luego se retira y se va. Dejándola allí tirada en el sofá. Agotada, con su semen goteando por su muslo.
Vino mucha gente a la fiesta, más de treinta en total. Carlos pasó un rato jugando al baloncesto con sus primos y, cuando se cansó, se puso a merodear en busca de su madre. Ella tenía que saber que él intentaría algo en la fiesta. Había salido esta mañana a comprar un nuevo traje de baño, un bikini rosa de dos piezas. Llevaba una falda transparente, que no ocultaba el tanga, y unos tacones altos. Carlos había oído más de un comentario celoso sobre lo inapropiado de su ropa. Él pensaba que su madre estaba increíble. Al final, la encontró fuera con la tía Ana.
- Mamá, necesito ayuda para limpiar algo. Estoy seguro de que puedes ayudarme a limpiarlo.
Ella le sigue obedientemente mientras él la lleva hacia el garaje. Con los dos coches dentro, este está vacío de gente. La lleva a la esquina más alejada donde nadie que mirara desde fuera los vería, al menos, no si estaban agachados.
La hace sentarse en el cemento, empujando la parte superior de su bikini hacia arriba y dándole a sus tetas un par de buenos azotes a cada una. Luego la hace acostarse completamente. Se sube encima de ella, pero al revés. Ella le saca la polla de los calzoncillos y empieza a chuparla. Él le aparta la braguita del bikini y comienza a comerle el coño.
Hacen un sesenta y nueve durante un rato, pero paran cuando oyen a alguien caminando por el garaje. Sofía puede ver los zapatos de un hombre al mirar por debajo de los coches, por fortuna, no puede verlos a ellos. Escuchan como el hombre tira algo al contenedor grande de basura que tienen allí. Carlos masturba el clítoris de su madre intentando hacerla gemir. Ella aprieta los ojos a cada golpe palpitante, el riesgo de ser encontrados así la enciende aún más, pero no hace ningún ruido. Pronto, el pariente se va y vuelven al sesenta y nueve hasta que terminan corriéndose casi a la vez.
Carlos se va, dejándola ahí tirada, como siempre hace. Ella se levanta, se acomoda bien la ropa y se asegura de que no queden restos de la corrida de Carlos por ninguna parte.
- ¿Todo bien? - le pregunta Ana cuando vuelve.
- Sí, todo bien. Ya hemos limpiado eso.
La fiesta pasó sin más incidentes y ya se había ido toda la familia. Sofía llevaba un pijama fino, compuesto por unos pantalones cortos y una camiseta ligera, e intentaba dormir, aún excitada por lo que había pasado con su hijo. Antonio roncaba tranquilo a su lado, ajeno a todo lo que pasaba en su casa.
En mitad de la noche, se oyó un ruido, un suave roce y, luego, un peso detrás de ella hizo que se hundiera un poco el colchón. Carlos se había subido detrás de ella, deslizándose bajo las sábanas. Su hijo comenzó a acariciarla. La mano deslizándose bajo su camisa, apretando una de sus grandes tetas, moviéndola de un lado a otro. Ella jadea cuando le pellizca el pezón. La excitación la recorre y su cuerpo se despierta al tacto tan familiar de su hijo. Su otra mano baja, metiéndose dentro de su pantalón, frotando su coño.
Carlos estaba desnudo, lo notaba. Ella se estira hacia atrás y agarra su polla, acariciando suavemente su cabeza. Se baja el pantalón y la mete entre sus nalgas. No dentro de ella, sólo entre los cachetes. Ella se frota contra él, masturbándole con su culo. No dura mucho en esa posición y, enseguida, dispara semen por su espalda y sobre la cama. En silencio, tal y como vino, se desliza fuera de la cama.
Ella se da la vuelta quedándose boca arriba. Con los pantalones aun bajados y tumbada sobre el semen de su hijo. Sintiéndose como una zorra se mete la mano entre los muslos. Se masturba, cada vez más duro, hasta que consigue arrancarse un orgasmo que la deja agotada mientras su marido ronca alegremente a su lado.
Carlos sube a su habitación cuando se encuentra a su madre desnuda en la puerta del ático.
- Te necesito. - dice su madre con un hilo de voz.
Carlos podía oír débilmente a su padre abajo, viendo un partido de golf. Sube hasta la habitación, donde su madre se aparta para dejarle entrar.
- Mamá necesita tu gran polla en su coño.
La mujer de pelo oscuro se pone a cuatro patas y se arrastra hacia él, meneando su gran culo mientras se acerca.
- Puedes hacerle lo que quieras a mami. Mientras le des una buena follada. - dice sonriendo lascivamente a su hijo.
- Túmbate y abre las piernas. - responde Carlos señalando a la cama.
Como una colegiala excitada, se tumba boca arriba, abriendo las piernas para su joven amante. Carlos se desnuda rápidamente, ansioso por poseerla. Con un gruñido y un gemido se la clava hasta las pelotas en su coño. Se queda un momento con la polla dentro de ella. Le acaricia la cara y le pasa los dedos por el pelo.
- Eres tan guapa.
Se besan apasionadamente, entonces él empieza a empujar. Lentamente, suavemente al principio, luego más y más rápido.
- Mmm. Oh sí. - susurra entre jadeos. - Fóllate a mamá. Fóllatela bien. Toma lo que te pertenece. Fóllate el coño de mami. El coño de mami te pertenece. ¡Uunh!
Su orgasmo la inunda, el mejor que ha tenido nunca.
- Córrete. Córrete en el coño de mamá. Pon un bebé en mi vientre. Llena a mami.
Carlos gruñe en su propio clímax corriéndose dentro de ella mientras el pelele de su padre está abajo, sin darse ni cuenta.
Carlos volvería pronto a la escuela. Su madre estaba a cuatro patas, usando nada más que tacones altos. Después de un verano de follar con él, ella sabía lo que le gustaba. Le estaba chupando la polla, probablemente por última vez en mucho tiempo.
Su barriga empezaba a hincharse con una nueva vida. Ambos sabían quién era el padre. Antonio estaba tan excitado ante la perspectiva de otro niño sin saber que estaría criando la descendencia de otro hombre, de su propio hijo.
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“Está bien.” Pensó malhumorado. “De todos modos, no podría traer ninguna chica aquí".
Estaba moviendo unas cajas cuando una se rompió, desparramando por el suelo una colección de libros viejos, papel, material de arte y una vieja cámara. Refunfuñando empieza a recogerlo todo cuando se detiene al ver una foto en el suelo, parece una mujer desnuda. Parece su madre, diez o quince años más joven. Parece avergonzada posando desnuda. A horcajadas sobre un gran sillón de cuero. Se veía bien. Se veía sexy.
Carlos se da cuenta de la erección que tiene. Pensamientos inapropiados de su madre comienzan a arremolinarse en su cabeza. Se fija en algunas fotos más. Sus bordes apenas asomando de un libro, obviamente escondidas aquí y olvidadas.
Sacude el libro frenéticamente sobre el colchón, haciendo que cayeran más fotos. Había una docena en total. Empezando con ella completamente vestida. Desnudándose. Luego a cuatro patas chupando la polla de un hombre. Por último, follándose a sí misma con un pepino.
"¿Y si ese no es papá? El pensamiento le pone aún más duro. "¿Y si papá es un puto cornudo?”
Carlos no puede evitarlo. Tiene que pajearse. Mirando las fotos de su madre.
Unos días más tarde, Carlos se había masturbado con las fotos de su madre media docena de veces. Su padre se había ido a trabajar así que pensó que ahora era tan buen momento como cualquier otro.
- ¿Oye mamá? ¿Alguna vez has posado para fotos desnuda? - pregunta despreocupadamente.
Su madre estaba cortando verduras para un guiso y se quedó congelada cuando oyó la pregunta. Sofía rondaba los cuarenta. Había engordado algunos kilos desde su juventud. Su vientre y culo eran definitivamente más grandes y redondos. Sus pechos seguían siendo grandes, pero más caídos. Tenía más arrugas alrededor de la cara, pero seguía siendo bastante atractiva. Hoy llevaba un par de pantalones cortos azules de corredor. Y una camiseta sin mangas. Carlos podía ver los tirantes de su sujetador morado y un poco de escote. Tenía buen aspecto.
- Claro que no, cariño. - le mintió en la cara.
Carlos sonríe mientras tira un par de fotos sobre la mesa. Una de ellas en lencería. La otra, desnuda. Sus manos recorriendo su largo cabello oscuro.
- ¡Oh, Dios! ¿De dónde las has sacado? - preguntó jadeando, agarrando las fotos.
- Oh, encontré un montón de ellas en una caja de arriba. No te preocupes, ya las he copiado.
- ¡Carlos! - dice mirándole atónita.
- Supongo que no quieres que se enteren tus conocidos. - dice sonriendo
Ella sacude lentamente su hermosa cabeza.
- En especial las fotos más picantes.
- Oh, no. - dice con un gemido.
- Estoy seguro de que eso no tiene que pasar. Si haces algunas cosas para mí.
- ¿Me... me estás chantajeando? ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero?
- Me gusta pensar que es un agradecimiento por proteger a mi madre. No, no quiero dinero. Quiero más.
- ¿Más… qué? - preguntó ella, desconfiada.
- Eres una mujer hermosa. Quiero que me enseñes las tetas. - dijo sin perder la sonrisa de la cara.
- Carlos, soy tu madre. Eso... eso no sería apropiado. - protestó ella.
- Esas fotos no son 'apropiadas', pero son muy excitantes. Si no quieres que salgan a la luz, quítate la camiseta.
Ella duda, luego se sube la camiseta por la cabeza. La polla de Carlos se estremece al ver su vientre redondo, luego su sujetador púrpura con bordes negros sujetando sus grandes tetas. Ahora había un montón de escote para mirar. Sin embargo, se sorprendió. Pensó que le costaría más convencerla.
- El sujetador también.
Su madre asiente con resignación. Alarga la mano por detrás y se desabrocha la prenda que protege su dignidad. Respirando hondo, se quita el sujetador dejando sus grandes tetas al descubierto.
- ¡Qué bonitas! - dice Carlos acercándose. - Seguro que no te importa. - dice levantando la mano y agarrándoselas.
- Carlos... - comienza a protestar, pero sin detener su manoseo.
Él aprieta sus grandes orbes. Haciendo rodar sus duros pezones entre el pulgar y el índice.
- Son magníficas, madre. Eres una mujer hermosa. - le dice a la ruborizada mujer.
- ¡Bien! ¿Es suficiente?
- Por ahora, pero tienes que hacer toples hasta que papá llegue a casa. - dice apartándose de ella.
Sofía parece querer discutir por un momento, pero se limita a asentir con la cabeza, humillada. Carlos pasa gran parte del día cerca de su madre. Disfrutando de la vista. Observando cómo sus grandes tetas rebotan y se agitan.
- Tu padre estará pronto en casa. - le dice al final del día.
- De acuerdo, puedes ponerte una camiseta. Pero sin sujetador. - le dice tras un ligero suspiro.
Sofía agacha la cabeza y se dirige a su dormitorio. Cuando Antonio llega a casa, ella lleva una blusa abotonada en la que se le ven los pezones a través de la tela, pero su marido ni siquiera se da cuenta. Se va directamente al salón, encendiendo la tele sin siquiera mirarla.
Carlos se cruza con su madre en el pasillo. Ella jadea cuando él la empuja contra la pared. Él le abre la camisa de un tirón, haciendo que los botones vuelen por todas partes. Empieza a jugar con sus tetas, pellizcándole los pezones, haciendo que tenga que contener un grito. La pone de rodillas.
- Usa tus maravillosas tetas para excitarme. - le susurra, ante su mirada sorprendida. - Mejor date prisa antes de que papá se levante.
Carlos saca su polla, dejándola a la vista de Sofía. "Mucho más grande que la de Antonio". Piensa ella al verla. Envuelve sus tetas alrededor de su polla y hace todo lo posible para masturbar a su hijo con sus tetas. Algo que nunca había hecho antes. No puede dejar de mirar cada vez que la punta del pene asoma entre sus grandes pechos.
- ¡Cariño! ¿Puedes traerme un bocadillo? - pregunta Antonio desde el salón.
- Eh... claro. Enseguida. - le contesta su mujer con la polla de su hijo empujando entre sus grandes tetas.
- Deberías ver si Carlos quiere algo.
- Sí. Lo haré. - responde ella.
Demasiado excitado por cornear a su padre, Carlos llega al clímax. Sofía se estremece cuando la polla entre sus pechos dispara su blanca lefa sobre su cara. Mientras su madre se aparta, Carlos agarra su polla y rocía los últimos chorros sobre las grandes tetas de su madre. Lanzándole un beso, él la deja allí, cubierta de su pegajoso semen. Se dirige al salón y se sienta en el sofá.
- ¿Te ha ofrecido tu madre un tentempié? - le pregunta su padre desde su cómodo sillón.
- Me dio lo que necesitaba. - respondió sonriente.
Más tarde esa noche Sofía yacía en la cama junto a su marido. Antonio ni siquiera se dio cuenta de que hoy no llevaba sujetador. Su mano se metió en su pijama. No podía dejar de pensar en la polla de Carlos. Sus dedos empiezan a masajear su húmedo coño. “Dios mío. ¿Qué me pasa?” Piensa. “¡Oh, Dios!” Jadea en voz baja mientras un pequeño orgasmo la invade pensando en la polla de su hijo. Su marido roncando suavemente a su lado.
El martes, Carlos fue con su madre a la tienda. Necesitaban provisiones para la reunión familiar del sábado. Habría un par de docenas de personas para una gran comida al aire libre. Su madre llevaba una falda plisada, un poco más corta de lo habitual, y una blusa escotada que mostraba un generoso escote. Carlos se preguntó si se daría cuenta de que se había vestido más sexy que de costumbre. No podía apartar los ojos de la forma en que su gran culo se balanceaba al caminar. Por su parte, Sofía intentó ignorar las constantes miradas lascivas de su hijo. Aunque, cada vez que se daba cuenta, le producía un cosquilleo en el coño.
Estaban en la sección de vinos, vacía un martes. Carlos se colocó detrás de su madre, apretando su cuerpo contra el de ella, asegurándose de que ella sienta su erección rozándole el culo. La rodea y le aprieta las tetas a través de la blusa.
- ¡Carlos! - sisea Sofía, no queriendo llamar la atención.
- Sácate las tetas. - susurra mordiéndole el cuello. Enviando pequeños escalofríos a través de su cuerpo.
- Aquí no. Podrían pillarnos.
- A menos que quieras que tire fotos tuyas desnuda por toda la tienda.
Ella se da la vuelta y se sube la camiseta. Él sonríe cuando ella saca sus grandes pechos del sujetador. Carlos se inclina y chupa con fuerza un pezón mientras pellizca ligeramente el otro arrancando unos jadeos a Sofía. Cuando él cambia su chupada a su otro pecho ella por fin hace por pararlo.
- Ok, tienes que parar o nos pillarán.
- Pararé, cuando te quites las bragas y me las des. - dice antes de volver a lamer su pezón.
Sofía duda, luego mete la mano bajo su falda, se quita las bragas mientras su hijo babea sobre sus grandes pechos. Carlos coge las bragas de encaje negro, apartándose de su madre mientras se las guarda en el bolsillo sonriendo. Esa sonrisa le provoca otro espasmo en el coño a Sofía mientras se guarda las tetas.
Más tarde, en la caja, el dependiente se da cuenta de que los ojos de Sofía se abren de golpe.
- ¿Todo bien señora? - le pregunta.
- Eh... sí. Todo está bien. - responde ella.
Carlos continúa frotando su coño. Su mano se ha metido inesperadamente bajo la parte trasera de su falda. Carlos disfruta de la sensación del coño de su madre, mojándose cada vez más mientras está pagando. Entonces saca la mano, agarra el carrito y se dirige al coche, dejando allí a su madre, mojada y confundida. Cuando su madre se sienta en el asiento del conductor, Carlos puede ver que está temblando.
Ya en casa, Sofía se mete en la ducha, pero no oye entrar a Carlos. Grita asustada cuando unas manos inesperadas envuelven sus tetas enjabonadas.
- ¡Carlos! Esto es... esto es inaceptable. - grita.
- ¿Lo es, madre? - dice con calma.
Una mano se desliza por su gran vientre, a través de su vello púbico húmedo y sobre los labios de su coño.
- ¡Uhhh! No... no lo es. - dice gimiendo.
Apoya las manos en la pared bajo la alcachofa de la ducha. El agua caliente llueve sobre ella mientras su hijo juega con su cuerpo. Ella gime cuando él desliza un dedo en su cálido canal del amor. La encuentra resbaladiza de lujuria, y rápidamente le sigue otro.
Ella no puede contenerse y tiene un potente orgasmo mientras su propio hijo la penetra con los dedos. Una parte de ella desea que esos dedos sean la gran polla de su hijo.
- ¿Te sientes mejor, mamá? - Carlos pregunta. Soltándola.
- N...no. - le miente respirando con dificultad.
- Dame una buena paja con las tetas enjabonadas y me iré.
Obedientemente ella se pone de rodillas, envolviendo la gran polla con sus pechos. Él no dura mucho, rociándole la cara y las tetas con su lefa. Luego sale de la ducha, dejándola a ella para que termine de limpiarse.
Esa noche la familia se sentó a comer junta en la mesa redonda de la cocina. Con un lado apoyado contra la pared, Carlos se sentó muy cerca de su madre.
- ¿Cómo estuvo tu día papá? - preguntó.
Se metía puré de patatas en la boca con la mano derecha mientras la izquierda se deslizaba sobre el muslo de su madre. Sofía intenta no responder a su toqueteo mientras comia.
- Oh, ya sabes cómo es... - Antonio empieza a hablar de su aburrido trabajo.
Carlos le sube la falda a su madre. Ella abre las piernas, sólo un poco, mientras él desliza los dedos entre sus muslos.
- Qué interesante. Cuéntame más. - le dice Carlos a su padre sin prestarle siquiera atención.
Sofía suelta un pequeño "¡Ep!". Cuando los dedos de su hijo se abren paso entre los labios de su coño. Los dedos empujando dentro de ella.
- ¿Qué tal tú, hijo? ¿Cómo estuvo tu día? - Antonio pregunta.
- Bueno, fuimos a la tienda a comprar comida. Compré un par de melones maduros para la fiesta. - dice mientras sus dedos acarician el clítoris de su madre y ella intenta desesperadamente no jadear. - Aunque mamá me hizo devolverlos.
- Ah. Qué pena. - responde su padre sin darse cuenta de que su mujer está recibiendo placer de su hijo a menos de un metro de distancia. - Apuesto a que a la familia le habría gustado comer esos melones el sábado.
Antonio se levanta con su plato vacío.
- Bueno, tengo algunas tareas que hacer antes de que den las noticias.
Carlos aparta la mano de su madre mientras su padre se dirige al fregadero, dejando a Sofía respirando fuerte y rápido.
El miércoles Sofía llevaba pantalones cortos y una camiseta por la casa. No se había molestado en ponerse sujetador y se había hecho un nudo en la parte inferior de la camiseta, dejando al descubierto su barriga. Sentía un cosquilleo en el coño cada vez que pasaba junto a su hijo. Sus ojos se clavaban en sus tetas que se movían bajo la camisa.
- Mamá. Ven aquí arriba. - le llamó desde el ático.
Ella tuvo que contenerse para no correr hacia él. Estaba sentado en el borde del colchón, desnudo, con la polla como un asta. Le hizo señas para que se acercara y la obligó a tumbarse en su regazo como a una niña pequeña a punto de ser castigada por su padre. Agarró sus pantalones cortos y tiró de ellos hacia arriba, revelando la mayor parte de su culo, y luego la azotó.
Ella jadeaba cada vez que la mano firme de su hijo golpeaba su tierno trasero. Él sonreía viendo cómo su amplio trasero se agitaba y enrojecía. Sofía gimió, con el culo ardiendo por los azotes y su coño ardiendo de necesidad.
Carlos le baja los pantalones y las bragas. Su madre abre las piernas, suplicando en silencio, pero no puede contener los gritos cuando él le mete un par de dedos en su húmedo coño. Su orgasmo es casi instantáneo. Cuando se tranquiliza, él la empuja al suelo. La rudeza con la que le trata la excita aún más.
- Chúpala, madre. Chúpale la polla a tu hijo. Sácame la leche y trágatela. - le ordena.
Ella se quita la camisa y se inclina ansiosamente. Sus grandes tetas rozan sus muslos. Saborea la polla de su hijo mientras se mete el capullo en la boca y le acaricia los huevos. “Si se parece en algo a su padre, le ayudará a correrse más rápido” Piensa para sí misma.
Él le pasa las manos por el pelo oscuro. Le encanta ver la cara de su madre subiendo y bajando sobre su polla. Con un gruñido, se corre en la boca de su madre sin avisarle. Ella hace lo que puede para tragar cada gota de semen que sale de sus huevos.
- Mmm, buena chica. - le dice acariciándole la cabeza.
Las caricias le producen escalofríos excitantes a Sofía. Entonces, la empuja apartándola de él y va a vestirse, dejándola como un trapo usado.
El cuerpo de Sofía zumbaba de excitación. Su marido no tardaría en llegar y ella necesitaba otra descarga. No podía ir voluntariamente a ver a su hijo. Mientras él tuviera esas fotos y fuera quien le exigiera, podía decirse a sí misma que no tenía elección, que no era una puta desviada. Deseaba tanto su polla. ¿Iba a hacerla rogar por ella? ¿Suplicar como una puta callejera?
Se encerró en su dormitorio, buscando en el cajón de la ropa interior su consolador. Una gran polla morada que vibraba, aunque era de plástico frío y no caliente como la polla de Carlos en su boca. Se subió a la cama apretando su cara contra la almohada y dejando su culo en alto. Puso el consolador entre sus piernas, metiéndoselo en el coño con un grito ahogado.
La madura morena gimió de placer cuando encendió el vibrador. Se follo furiosamente hasta que oyó llegar el coche de su marido. Desea que sea su hijo el que la folla por detrás. Golpea su cabeza contra la almohada mientras Antonio sale de su coche. Ella se corre con fuerza, amortiguando sus gritos de pasión con la almohada mientras él entraba a la casa. Se desploma en la cama, sabiendo que necesita moverse antes de que su marido entre y la encuentre así.
Carlos está en la cocina con su madre detrás de él, preparando la cena. Puede ver a su padre en el salón, pues había una barra de bar entre las dos habitaciones. Un vestigio de los años setenta que no había sido renovado. Su madre pasa a su lado y él la agarra empujándola silenciosamente hasta ponerla de rodillas bajo la barra. Se saca la polla y le golpea la cara con ella varias veces. "Más grande que la de Antonio, incluso blanda", piensa Sofía. Obedientemente, ella se la lleva a la boca, chupándola y lamiéndola hasta endurecerla.
- Papá, ven aquí un minuto.
Antonio se acerca. De pie en el lado opuesto de la barra donde está su hijo y su esposa arrodillada. La respiración de Sofía es rápida y agitada, si da la vuelta a la esquina la verá. La vería con la polla de su hijo en la boca. Sofía desliza su mano en sus pantalones cortos, manoseando su húmedo coño.
- ¿Quién viene el sábado? - pregunta mientras escribe “fiesta” en un trozo de papel, haciendo un gran esfuerzo por no gemir.
- ¿Dónde está tu madre? - pregunta mirando hacia la cocina.
- Ya conoces a mamá. Probablemente este haciendo el tonto arriba. Todo tiene que estar limpio antes de la fiesta. - responde riéndose y haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia.
Su padre se ríe de la broma fuera de tono.
- Bueno. Tu abuela, el hermano de mamá y su familia, la prima Janet... - continúa su padre.
Carlos intenta escribir los nombres. Le cuesta concentrarse mientras su madre le chupa la polla, su lengua haciéndole cosquillas en la base de su pene y su mano acariciando sus bolas.
- Mmn. - Carlos gime mientras se corre en la boca de su madre, intentando pasarlo como un murmuro por estar simplemente pensando. - ¿Estás seguro de esos últimos?
- Bueno, ninguna de estas personas es la más confiable, hijo. - responde caminando de vuelta a su silla.
Bajo el mostrador, su mujer ordeña las últimas gotas de semen de la polla reblandecida del joven.
Era jueves y Carlos tenía planes para buena parte del día, unos amigos querían ir a comer. Cuando su padre se fue, se dio una ducha rápida y luego fue a buscar a su madre que estaba ordenando el salón. Se acercó por detrás y le bajó los pantalones. Que no llevara bragas le sorprendió.
- R... Carlos. No podemos seguir haciendo esto. - le dice su madre, pero sin moverse para subirse los pantalones, o cubrir su desnudez.
Ella se había masturbado esta mañana otra vez, para despejarse. Sabía que lo que estaban haciendo estaba mal, lo sabía.
- Tenemos que parar. Lo de anoche fue demasiado lejos. Fue demasiado irrespetuoso con tu padre. - dice mientras un escalofrío le recorre el cuerpo al recordarlo.
- Todavía tengo esas fotos mamá. - responde Carlos mientras se agacha y le tira ligeramente del pelo del coño. - Además, papá es un pelele. Se merece esto. Si él no puede mantener a su mujer satisfecha, yo lo haré.
- No hables de tu padre como...
- ¡Calla! - la interrumpe tirando con fuerza de su pelo púbico. - Quiero que vayas a afeitarte esto. Luego ponte esa camisa de botones finos y la falda del otro día.
Ella le mira horrorizada durante un segundo, pero enseguida baja la vista al suelo. Carlos le da un cachete en el culo mientras ella se sube el chándal y sale de la habitación.
- ¡Y nada de ropa interior! - le grita mientras ve como se aleja.
Al final baja con su falda azul y una fina blusa rosa abotonada, todavía no había arreglado la otra camisa de cuando él la había rasgado. La blusa estaba desabrochada casi hasta la mitad, mostrando su escote. Sus areolas y pezones eran visibles a través de la fina tela rosa. También llevaba un par de tacones negros. Algo que rara vez hacía, ya que la hacían más alta que su marido.
- Súbete la falda. - le dice Carlos al verla así. - Más arriba.
Cuando termina, la falda apenas le cubre el culo, entonces él levanta la parte delantera. Sus dedos le hacen cosquillas y acarician su ahora desnudo monte púbico.
- Muy bien, madre. Vamos.
Sin darle más explicaciones, la coge de la mano y tira de ella. Coge sus llaves y la lleva hasta su coche. Le abre la puerta del pasajero y ella se sienta excitada por la inmoralidad de todo aquello. Arranca el coche y se dirige hacia la ciudad. Ella quiere cubrirse los pechos prácticamente desnudos, pero se abstiene. “No quiero enfadar a Carlos". Se dice a sí misma.
Paran en una cafetería. Carlos se apresura a abrirle la puerta a su madre. Completamente sonrojada, sale del coche. Carlos rodea su cintura con su brazo, llevándola hacia la cafetería. Incluso con tacones, no es más alta que su hijo. Puede sentir todas las miradas sobre ella, sobre su cuerpo, exhibido para todos en el lugar. Al entrar, se acercan hasta una mesa donde están sentados dos hombres, de la edad de su hijo. Estos se levantan al verlos venir.
- ¡Chicos! Esta es mi mamá. Mamá, los chicos.
Los chicos, como se había referido Carlos, se acercan a darle dos besos mientras no pueden apartar la vista de sus grandes tetas, Sofía no puede evitar sentir que todos los ojos están puestos en sus pechos, no solo los de los amigos de su hijo. Se sienta en silencio mientras su hijo y sus amigos hablan. Ella empieza a sentirse como si no fuera más que la mascota de su hijo y cada vez se excita más por ser tratada como tal.
Finalmente, después de unas horas, todos se levantan para irse. Salen los cuatro juntos, Carlos y Sofía por delante. Él le agarra de una nalga, haciendo que un escalofrío le recorriera la columna. Sin duda sus amigos podían ver cómo le estaba metiendo mano.
- ¡Oh, por cierto! - dice Carlos cuando llegan al coche. - ¿Habías visto antes a una madre con el coño afeitado?
- No, tío. - Dice uno de sus amigos.
Su hijo se agacha y le levanta la parte delantera de la falda. Sofía jadea, su zona más privada revelada a los dos hombres cuyos nombres ni siquiera recordaba. Su coño recién afeitado siendo expuesto en público.
- Qué guay, tío. - dice el que había hablado antes.
- Adelante y toca. A ella no le importa.
La madre de Carlos se estremece mientras aguanta que los dos hombres toquen y froten su entrepierna. Al cabo de unos minutos, se despiden de ella con dos besos mientras le siguen tocando, terminan de inspeccionarle el coño y se ríen mientras se marchan. Carlos la gira hacia el coche, poniendo sus manos en el techo.
- Eres una sucia puta, ¿Verdad, madre? - le susurra.
Apenas tiene que levantarle la falda para darle un golpe en el culo desnudo. Sus tacones negros hacen que su gran culo se vea aún más dulce. Le da unos cuantos azotes, allí en el aparcamiento, en público, antes de dejarla subir al coche.
Mientras su hijo conduce, Sofía se olvida de sí misma en su lujuria. Olvida que el chantaje de su hijo es su excusa para ser tan lasciva. Se inclina hacia él, sacando la polla de su hijo. Con la cara en su regazo, ella empieza a chuparle la polla mientras él conduce. Se sube la falda, indecentemente corta, y se mete los dedos. Con la otra mano desabrocha su blusa rosa, se aprieta sus grandes pechos, pellizcándose los pezones como hace su hijo. Cuando llegan al barrio, él se corre en su boca y ella tiene su pene bien guardado para cuando llegan a la casa.
Sofía estaba en la cocina, preparando la cena, cuando siente como unos pasos se acercan tras de ella. No necesita ni girarse para saber que es su hijo.
- ¿Qué estás haciendo? - pregunta Carlos mientras le aprieta las tetas por detrás.
- Preparando la cena. - Responde sin hacer ningún movimiento para quitar sus manos de sus tetas. - Dile a tu padre que está casi lista.
- Genial. Vamos a hacer una cosa.
- ¿El qué? - pregunta mientras se gira hacia él.
- Pensé en lo que dijiste. Sobre faltarle el respeto a papá.
Un escalofrío la recorre ante las palabras de su hijo. aunque no sabe por qué.
- Esta noche realmente me ayudarás a faltarle el respeto.
- ¿Cómo? - pregunta ella, casi jadeando en su excitación.
- Su ensalada, me vas a masturbar en ella. - responde con una sonrisa de satisfacción.
- Oh, Dios. Carlos, no. - dice mientras por dentro piensa: "Oh, Dios. Carlos, sí".
- No olvides las fotos, mamá.
Ella asiente, agarrando la ensaladera de su marido.
- Yo... Muy bien.
Carlos se saca la polla y se la acaricia lentamente hasta ponerla dura mientras observa a su madre preparar las ensaladas. Entonces ella sostiene la ensalada de su marido bajo la entrepierna de él. Se levanta la camisa para que él pueda ver su escote y luego le agarra la polla. Lo acaricia durante lo que parecen largos y tensos minutos. Entonces el pene de Carlos se retuerce en su mano. Disparando su carga sin parar sobre las hojas verdes. El cuerpo de Sofía se estremece de lujuria cada vez que un chorro de semen sale de esa preciosa polla. Se asegura de que caiga hasta la última gota en la ensalada.
- No es suficiente. Necesitamos más.
Sofía se arrodilla delante de su hijo mirándole a los ojos desde abajo. Le besa y le lame la suave polla, dejando la ensalada a un lado por ahora.
- Mmn. Ponte duro para mamá. Quiero ver tu polla bien dura.
Ella comienza a chupar, casi dolorosamente duro, su polla.
- Haz que mami esté orgullosa. - dice para excitarle más y que se corra antes.
Su marido podría entrar en cualquier momento y pillarles así. Pronto Carlos está gimiendo, su polla dura como una roca otra vez y al borde de correrse. Carlos le sujeta la cabeza y empieza a correrse en su boca. Sintiendo que no puede mantener tanto semen en su boca, coge la ensalada de su marido y se la pone debajo de su barbilla, dejando salir la corrida de su hijo en la ensalada. Cuando Carlos termina de correrse, ella escupe el resto de semen que le queda en la boca, le da un beso en la punta de la polla y se levanta.
- Ese es el niño bueno de mamá.
Sofía rocía un poco de salsa césar en su ensalada y la de su hijo, haciendo que se parezcan a la de Antonio, si no miras muy de cerca. Luego prepara la mesa mientras Carlos va a buscar a su padre. Los tres se sientan y empiezan a comer mientras Antonio habla del trabajo en el jardín. Es más que nada un zumbido para los oídos de Sofía. Todo lo que ella puede hacer es mirar su tenedor. Siente un calor incómodo, entonces el tenedor se clava en la ensaladera saliendo con una gran cantidad de lechuga y un trozo de tomate.
- Umf, ¿qué es este aliño para la ensalada? - pregunta haciendo una mueca.
- Es una mezcla italiana. La hice desde cero. - responde su mujer.
Se siente como si estuviera flotando, como si estuviera separada de su cuerpo. “Semen. Es semen, triste hombrecito. Te estás comiendo la leche de nuestro hijo.” El pensamiento hace que su cuerpo se estremezca y un picor se aposente en su ya húmedo coño.
- Sé que no siempre te gusta lo que cocino. Si no te gusta, no la vuelvo a hacer.
- A mí me gusta mamá. - interviene Carlos. - Es diferente.
- No, no. - se apresura a decir Antonio. No quiere enfadar a su mujer. - Me gusta. ¿Ves? - dice metiéndose otro gran tenedor en la boca.
Ella mira fascinada y excitada. Un hilo blanco del semen de su hijo gotea de la ensalada mientras su marido se la mete en la boca y mastica. Luego traga. Se limpia un poco que le ha goteado en la barbilla y se lo lame con el dedo. Y traga.
Ella mira como él se come felizmente toda la ensalada. Charlando con Carlos sobre... ¿Qué? Ni siquiera lo sabe. Lo que sabe es que su marido se tragó dos cargas enteras de semen de Carlos. ¿Cómo miraría a su marido a partir de ahora? ¿Y a su hijo?
Sofía se pasó el día siguiente limpiando la casa, preparándola para la fiesta. Todo lo que llevaba eran sus tacones negros, y medias negras con una liga. Como top sólo llevaba un sujetador negro de encaje del que casi se le salían las tetas.
Carlos estaba feliz de ayudarla a limpiar. Aprovechando cada oportunidad para manosearla y agarrarla. Para azotar su culo y frotar su húmedo coño. Finalmente la agarra del pelo oscuro y la obliga a inclinarse sobre el brazo del sofá. Le da unas cuantas bofetadas en el trasero mientras ella mueve recatadamente las piernas.
- No puedo más, madre. Necesito follarte. - gruñe sobre ella.
- N...no. No podemos. Eso es incesto. Es inmoral. - protesta ella mientras por dentro piensa: "Sí. Tómame con tu gran polla. Dispara tu semilla en mi vientre. La máxima falta de respeto a tu padre".
Sabe que va a ceder. Incluso mientras lucha por evitarlo.
- Mi... mi culo. Puedes follarme el culo. - jadea.
Otra bofetada. Entonces le oye escupir en su mano, lubricando su polla. Le separa las nalgas y apoya la punta de su polla sobre su pequeño agujero anal. Aprieta el cojín del sofá mientras la polla de su hijo se va abriendo camino dentro de ella. Gime, con la polla ardiendo en su interior.
- ¡Uunh! Qué apretado, mamá.
Él la azota de nuevo. Su polla cada vez más adentro. Finalmente ella siente sus pelotas apoyarse contra su coño. Él la saca a medias y luego la mete rápida y bruscamente.
- ¡Aaah! M...más suave. P...por favor. - suplica mientras él le penetra el culo.
Carlos agarra su pelo oscuro, tirando de su cabeza dolorosamente hacia arriba. Azota con fuerza su culo con cada embestida ardiente en su gran trasero.
- Lo que creo que quieres decir es gracias, ¿Verdad?
- ¡Unh! Gracias. Gracias. Gracias. dice gimiendo cada palabra.
Al rato, el ardor se apaga, convirtiéndose en un extraño tipo de placer. Un orgasmo va creciendo lentamente en ella. Cuando finalmente llega, ella grita de placer. Nunca había tenido un orgasmo tan fuerte, tan intenso. Carlos gruñe mientras le llena el culo con su esperma caliente. Luego se retira y se va. Dejándola allí tirada en el sofá. Agotada, con su semen goteando por su muslo.
Vino mucha gente a la fiesta, más de treinta en total. Carlos pasó un rato jugando al baloncesto con sus primos y, cuando se cansó, se puso a merodear en busca de su madre. Ella tenía que saber que él intentaría algo en la fiesta. Había salido esta mañana a comprar un nuevo traje de baño, un bikini rosa de dos piezas. Llevaba una falda transparente, que no ocultaba el tanga, y unos tacones altos. Carlos había oído más de un comentario celoso sobre lo inapropiado de su ropa. Él pensaba que su madre estaba increíble. Al final, la encontró fuera con la tía Ana.
- Mamá, necesito ayuda para limpiar algo. Estoy seguro de que puedes ayudarme a limpiarlo.
Ella le sigue obedientemente mientras él la lleva hacia el garaje. Con los dos coches dentro, este está vacío de gente. La lleva a la esquina más alejada donde nadie que mirara desde fuera los vería, al menos, no si estaban agachados.
La hace sentarse en el cemento, empujando la parte superior de su bikini hacia arriba y dándole a sus tetas un par de buenos azotes a cada una. Luego la hace acostarse completamente. Se sube encima de ella, pero al revés. Ella le saca la polla de los calzoncillos y empieza a chuparla. Él le aparta la braguita del bikini y comienza a comerle el coño.
Hacen un sesenta y nueve durante un rato, pero paran cuando oyen a alguien caminando por el garaje. Sofía puede ver los zapatos de un hombre al mirar por debajo de los coches, por fortuna, no puede verlos a ellos. Escuchan como el hombre tira algo al contenedor grande de basura que tienen allí. Carlos masturba el clítoris de su madre intentando hacerla gemir. Ella aprieta los ojos a cada golpe palpitante, el riesgo de ser encontrados así la enciende aún más, pero no hace ningún ruido. Pronto, el pariente se va y vuelven al sesenta y nueve hasta que terminan corriéndose casi a la vez.
Carlos se va, dejándola ahí tirada, como siempre hace. Ella se levanta, se acomoda bien la ropa y se asegura de que no queden restos de la corrida de Carlos por ninguna parte.
- ¿Todo bien? - le pregunta Ana cuando vuelve.
- Sí, todo bien. Ya hemos limpiado eso.
La fiesta pasó sin más incidentes y ya se había ido toda la familia. Sofía llevaba un pijama fino, compuesto por unos pantalones cortos y una camiseta ligera, e intentaba dormir, aún excitada por lo que había pasado con su hijo. Antonio roncaba tranquilo a su lado, ajeno a todo lo que pasaba en su casa.
En mitad de la noche, se oyó un ruido, un suave roce y, luego, un peso detrás de ella hizo que se hundiera un poco el colchón. Carlos se había subido detrás de ella, deslizándose bajo las sábanas. Su hijo comenzó a acariciarla. La mano deslizándose bajo su camisa, apretando una de sus grandes tetas, moviéndola de un lado a otro. Ella jadea cuando le pellizca el pezón. La excitación la recorre y su cuerpo se despierta al tacto tan familiar de su hijo. Su otra mano baja, metiéndose dentro de su pantalón, frotando su coño.
Carlos estaba desnudo, lo notaba. Ella se estira hacia atrás y agarra su polla, acariciando suavemente su cabeza. Se baja el pantalón y la mete entre sus nalgas. No dentro de ella, sólo entre los cachetes. Ella se frota contra él, masturbándole con su culo. No dura mucho en esa posición y, enseguida, dispara semen por su espalda y sobre la cama. En silencio, tal y como vino, se desliza fuera de la cama.
Ella se da la vuelta quedándose boca arriba. Con los pantalones aun bajados y tumbada sobre el semen de su hijo. Sintiéndose como una zorra se mete la mano entre los muslos. Se masturba, cada vez más duro, hasta que consigue arrancarse un orgasmo que la deja agotada mientras su marido ronca alegremente a su lado.
Carlos sube a su habitación cuando se encuentra a su madre desnuda en la puerta del ático.
- Te necesito. - dice su madre con un hilo de voz.
Carlos podía oír débilmente a su padre abajo, viendo un partido de golf. Sube hasta la habitación, donde su madre se aparta para dejarle entrar.
- Mamá necesita tu gran polla en su coño.
La mujer de pelo oscuro se pone a cuatro patas y se arrastra hacia él, meneando su gran culo mientras se acerca.
- Puedes hacerle lo que quieras a mami. Mientras le des una buena follada. - dice sonriendo lascivamente a su hijo.
- Túmbate y abre las piernas. - responde Carlos señalando a la cama.
Como una colegiala excitada, se tumba boca arriba, abriendo las piernas para su joven amante. Carlos se desnuda rápidamente, ansioso por poseerla. Con un gruñido y un gemido se la clava hasta las pelotas en su coño. Se queda un momento con la polla dentro de ella. Le acaricia la cara y le pasa los dedos por el pelo.
- Eres tan guapa.
Se besan apasionadamente, entonces él empieza a empujar. Lentamente, suavemente al principio, luego más y más rápido.
- Mmm. Oh sí. - susurra entre jadeos. - Fóllate a mamá. Fóllatela bien. Toma lo que te pertenece. Fóllate el coño de mami. El coño de mami te pertenece. ¡Uunh!
Su orgasmo la inunda, el mejor que ha tenido nunca.
- Córrete. Córrete en el coño de mamá. Pon un bebé en mi vientre. Llena a mami.
Carlos gruñe en su propio clímax corriéndose dentro de ella mientras el pelele de su padre está abajo, sin darse ni cuenta.
Carlos volvería pronto a la escuela. Su madre estaba a cuatro patas, usando nada más que tacones altos. Después de un verano de follar con él, ella sabía lo que le gustaba. Le estaba chupando la polla, probablemente por última vez en mucho tiempo.
Su barriga empezaba a hincharse con una nueva vida. Ambos sabían quién era el padre. Antonio estaba tan excitado ante la perspectiva de otro niño sin saber que estaría criando la descendencia de otro hombre, de su propio hijo.
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1 comentarios - Haciendo de mi padre un cornudo